07.05.2013 Views

Mujica Lainez, Manuel – El Escarabajo - Lengua, Literatura y ...

Mujica Lainez, Manuel – El Escarabajo - Lengua, Literatura y ...

Mujica Lainez, Manuel – El Escarabajo - Lengua, Literatura y ...

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

pareja señoril del palacio, ante tal demostración. Trompeteó en balde el vozarrón de<br />

Donna Pia. Ibanse los Polo de una sala a la siguiente, indicando, recuperando en la<br />

memoria, riéndose y parloteando en su lengua endiablada, y Andrea y la señora les iban<br />

detrás, con los criados, sin conseguir detenerlos, mientras de una manera simbólica<br />

tomaban posesión del palacio. Los forasteros no respondían a sus interrogatorios, ni<br />

cedían a su forcejear; se asomaban a las ventanas, trataban de ubicar los cambios en las<br />

arquitecturas, en las perspectivas, aplaudían el deslizarse de una barca abarrotada de<br />

frutas y verduras luminosas... Por fin abrazaron nuevamente al Polo segundón; le<br />

anunciaron que dentro de cuatro días darían un banquete, al que invitarían a sus<br />

familiares y a lo más granado de Venecia, y se fueron como habían llegado, con<br />

estruendo de carcajadas en la escalera, previniendo al absorto Andrea de que tuviese<br />

lista la casa para la ocasión.<br />

<strong>El</strong> festín es famoso, y fue descrito en numerosas oportunidades. Lo que se ignora, ha<br />

sido la angustia incesante que en el curso de esos cuatro días atenazó a Andrea, y de la<br />

cual no lo defendieron los razonamientos y halagos de la Donna, quien le certificaba que<br />

todo no tenía más trascendencia que la de una típica broma veneciana, carnavalesca,<br />

perpetrada por tres simuladores que únicamente buscaron divertirse, porque pronto<br />

afluyeron los testimonios de que sus allegados y la (flor de la ciudadanía aceptaban el<br />

misterioso convite. Ni aun entonces se convenció Andrea de la realidad del asunto. Pero<br />

el cuarto día, muy temprano, fue invadida la Cá Polo por dos docenas de individuos que<br />

Andrea designó, generalizando, como «los chinos», los cuales se dedicaron<br />

silenciosamente a preparar las amplias habitaciones donde se desarrollaría la fiesta, y<br />

apenas contestaron a las preguntas y reclamos de Andrea, con chillidos de monos. A la<br />

hora prevista, fueron desembocando o descabalgando la parentela y los patricios, que<br />

asaltaron los aposentos y aturdieron a Andrea y a Pia con sus estériles averiguaciones,<br />

hasta que los tres intrigantes hicieron su aparición, lavados, peinados, perfumados,<br />

revestidos de magnífico raso carmesí, y se inició el desconcertante ágape exquisito,<br />

servido por los pajes de ojos almendrados, mientras se multiplicaban el indagar y el<br />

brujulear de los presentes, que poco a poco se rendían a la certidumbre de que ésos<br />

fuesen los verdaderos Polo. Lo reafirmó, como se sabe, la anécdota de que después del<br />

primer manjar, los anfitriones se despojaron de los ropajes, los desgarraron y para<br />

envidia general los distribuyeron entre los esclavos. Sucesivamente lucieron mantos de<br />

damasco escarlata y de terciopelo púrpura, y reprodujeron la operación, ante los atónitos<br />

comensales, hasta que por fin surgieron cubiertos con los limosneros harapos que<br />

perturbaron a Andrea la primera vez, y al rasgarlos dejaron llover, entre las orfebrerías,<br />

los postres monumentales, los cuchillos y la cera iluminadora, una cascada tan soberbia<br />

de pedrería, que su reverberación roja, azul, amarilla y verde obligó a cerrar los<br />

párpados a la deslumbrada concurrencia, y desató, desde todos los ámbitos, un segundo<br />

chorro de clamores. Los nombres de los lugares fantásticos brotaron de los labios de los<br />

Polo; de sitios que recorrieran o de que tuvieran noticia, muchos de los cuales resonaban<br />

por fin en Europa, de tal suerte que el resplandor que irradiaban las gemas se acentuó<br />

con el derivado de los relatos, y que los prodigios de Kublai Khan, nieto del invencible<br />

Genghis, amo de la Gran Muralla y del Gran Canal, dueño de dominios inmensos, dejaron<br />

boquiabierto al auditorio, sobre todo cuando, al narrar Marco, en su trabalenguas, una<br />

batalla a la cual se lanzaron los tártaros al son de enormes tambores y timbales, de<br />

repente esos instrumentos atronaron y estremecieron al palacio, y fue como si la horda<br />

lo cruzase en un relámpago de aceros y de joyas.<br />

Andrea escuchaba, con los ojos bajos. Estaba en un extremo de la mesa desmontable,<br />

que sustentaba parte de los tesoros traídos por su padre, su tío y su hermano, los<br />

bronces de la época de la dinastía Sung, las bellas vasijas de formas arcaicas, los<br />

trípodes, las labradas representaciones de la Nube, del Dragón, de la Cigarra, de los<br />

Poderes de la Tempestad. Las lágrimas humedecían las mejillas del menor de los Polo, y<br />

los tics le torcían el semblante. Luchaba por disimular las unas y los otros; se<br />

acongojaba, en el corazón del alegre bullicio, como si fuese el único extranjero.<br />

Simultáneamente, asistía al regreso de los suyos y al desmoronarse de sus sueños, de<br />

sus invenciones.<br />

126 <strong>Manuel</strong> <strong>Mujica</strong> Láinez<br />

<strong>El</strong> escarabajo

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!