Mujica Lainez, Manuel – El Escarabajo - Lengua, Literatura y ...
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llamada, desde que Marco tornó de Oriente relatando prodigios, «del Millioni», y fue<br />
excepcional que Di Férula y él se encontrasen, porque rarísimamente abandonaba aquel<br />
refugio atiborrado de remembranzas exóticas. Se encontraron, pues, y entre ambos se<br />
estableció una insólita simpatía, resultando del hecho de que, en cierto modo, se<br />
completaban y armonizaban: Andrea Polo era sobradamente rico, y Giovanni di Férula<br />
ejemplarmente pobre; el primero, desde la niñez, lejos de su padre, su tío y su hermano,<br />
que vagaban por tierras asiáticas, se sintió acechado y en peligro, y no podía dominar un<br />
miedo irracional que se manifestaba en bruscos temblores; en tanto que el segundo<br />
estaba habituado, desde siempre, a arriesgar el pellejo en pro de causas o de personas<br />
que a menudo desconocía o no entendía por entero; y finalmente ambos descollaban por<br />
ilusos y por una común inseguridad, que en Andrea se translucía sin que le fuese dado<br />
ocultarla, y que Giovanni disfrazaba tras la máscara del desenfado, y la copia estilística<br />
no muy feliz del mandón Ugguccione.<br />
En el antiguo palacio, el vínculo singular que unió a Micer Andrea y Micer Giovanni, se<br />
estrechó hasta el punto en que los dos se habrán preguntado cómo habían podido vivir<br />
hasta entonces separadamente.<br />
Formaron una curiosa pareja de ancianos, en la que Andrea parecía el mayor, pues lo<br />
habían avejentado y destruido las aprensiones y desasosiegos que suelen acarrear la<br />
soledad y la riqueza, en tanto que Giovanni di Férula se había visto obligado, para<br />
subsistir encarando condiciones muy duras, a representar una parodia de juventud que<br />
se reflejaba en la gallardía artificial de su porte. Sentados frente a frente, friolentamente<br />
cubiertos de lanas, Giovanni con el inútil espadón entre las piernas, charlaban durante<br />
horas. Por la tarde, agregábaseles Donna Pia Morosini, parienta remota y amiga de la<br />
infancia de Andrea, y la pareja se transformaba en un terceto cotidiano, pues la<br />
imponente señora prolongó la costumbre de visitar a Andrea, y ahora a Andrea y a<br />
Giovanni, todos los días, y de contribuir a la conversación, delante del fuego que ardía en<br />
verano y en invierno, con la esperanza de aplacar la humedad que trepaba por las<br />
paredes, y que se infiltraba en los huesos, desatando las carrasperas y rezongos de los<br />
tres.<br />
¡Cuánto tiempo ha transcurrido desde aquellos años! No obstante, mi memoria<br />
fotográfica me permite rever la escena repetida, con diáfana claridad. Sobre la chimenea<br />
y sus leños crepitantes, fulge la Tabla de Oro, entregada a los Polo, a su regreso, por<br />
Kublai Khan. Emperador de Asia, que ennoblece la inscripción afirmadora de su amparo a<br />
los portadores, y ordena la ayuda de los países que atravesasen, en favor de quienes,<br />
más que la de mercaderes prósperos, ostentaban la jerarquía de miembros de una<br />
misión diplomática extraordinariamente conspicua. Está allí la áurea lámina, brillando,<br />
como un escudo que adornan signos misteriosos. En torno, el baile de las llamas pincela<br />
de púrpura y amarillo la lívida faz angulosa de Micer Andrea Polo, desfigurada por los tics<br />
constantes que le fruncen la afilada nariz y le multiplican los guiños escudriñadores de<br />
penumbras, bajo el gorro de piel de marmota. Luego de jugar con los dibujos grises y<br />
plateados de su gruesa túnica, sobre la cual culebrea un dragón color turquesa, los<br />
movedizos pinceles detiénense en la alta, hierática figura de Donna Pia Morosini, que<br />
estira hacia el fuego las desnudas manos secas. La señora tiñe de rojo su cabello, que<br />
debe de ser blanco, y eso acentúa la dramática palidez de sus ojos pequeños: un rostro<br />
que se destaca sobre lo sombrío de la ropa, ceñida a su cuerpo flaco, de largos huesos, y<br />
que animan varios collares de bolas de oro y de ámbar, pese a las restrictivas leyes<br />
suntuarias del Gran Consejo. Mas a Donna Pia Morosini, que goza ya de dos Dux en su<br />
genealogía, uno de ellos Duque de Candía, de un Patriarca de Constantinopla y de un<br />
Roger Morosini que con sus naves se atrevió a amenazar al Emperador bizantino, no le<br />
importan las oficiales limitaciones, tanto es así que la cola de su vestido alcanza una<br />
longitud de dos brazos, en lugar de uno, como dispone la ley que tan a menudo alteran:<br />
para algo desempeña muy honoríficas tareas en Palacio, junto a la esposa del Dux, la<br />
Dogaresa Donna Franceschina. Cierra la semicircunferencia trazada alrededor de los<br />
troncos humeantes, Micer Giovanni di Férula, en cuya faz bruñida por los soles y los<br />
vientos, el flamígero pincel delinea arrugas amargas, ilumina unas pupilas oscuras, de un<br />
candor casi infantil, y termina divirtiéndose con el diseño florido de la hopalanda<br />
122 <strong>Manuel</strong> <strong>Mujica</strong> Láinez<br />
<strong>El</strong> escarabajo