Mujica Lainez, Manuel – El Escarabajo - Lengua, Literatura y ...
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6. EL OLIFANTE<br />
Durante trescientos años pertenecí a seis generaciones más del segundo Exacustodio,<br />
incluyendo la última, que no fue de su sangre pero que con ella estuvo vinculada.<br />
Sucesivamente, Exacustodio, su hijo y su nieto mayores, me conservaron en su<br />
propiedad de Nysa, en el territorio lidio, no lejos de Éfeso, donde los olivos polvorientos<br />
dormían bajo el sol con tanto empeño como mi querido lámblico dentro de la gruta. Mis<br />
dos primeros amos, en esta nueva etapa, criaban cerdos y algunas cabras y ovejas;<br />
juntaban las aceitunas; las mujeres hilaban en silencio; noche a noche, el jefe se<br />
tumbaba a digerir la borrachera. <strong>El</strong> olor a vino rancio, a guardada comida, a estiércol, a<br />
sudor y otras emanaciones, es inolvidable. Yo fui objeto de un culto especial, en medio<br />
de la habitación única que convocaba a una familia numerosa. Estaba siempre situado en<br />
la repisa triangular que, en un ángulo, sostenía una pequeña lámpara, encendida bajo la<br />
imagen de la Virgen, pintada sobre madera. Y si nadie me robó, hallándome tan<br />
expuesto, supongo que ello se debió al intenso fervor supersticioso que me rodeaba. Por<br />
lo demás, allá se sustituían, a lo largo del tiempo, las idénticas hilanderas piadosas, que<br />
de tanto en tanto elevaban, hacia la Virgen y hacia mí, sus miradas alertas. Acaso<br />
Exacustodio inventara la leyenda de que yo había sido de un antepasado Durmiente,<br />
pese a la irreprochable castidad de esos pobres niños ingenuos, pero lo cierto es que<br />
desde que fui del campesino, en su rústico predio se afirmó la tradición que me hacía<br />
depositario de no sé qué transmitidas virtudes ancestrales. A tanto alcanzó la devoción<br />
que nos unió, desigual y sorprendentemente, a la Virgen y al <strong>Escarabajo</strong>, en el rincón de<br />
las oraciones, que la ambiciosa mujer del nieto de Exacustodio pretendió haber oído decir<br />
que yo había tenido por dueña a la propia Virgen María, la cual, como los de Éfeso<br />
sostienen, quizá moró en esa zona, del lado del bosque de Ortyga, en una casa que<br />
fotografían los visitantes. Pero la versión de la nieta política no prosperó: provenir de la<br />
Virgen era demasiado; bastante se lucían con el Durmiente. Fui, pues, el talismán de la<br />
gente de Exacustodio. Cada vez que un miembro de la familia moría, me colocaban en<br />
uno de sus dedos, y antes de darle sepultura, me devolvían a la repisa y a la lámpara<br />
que, agitándose, jugaba con mis distintos azules. Confieso que esos fúnebres traslados a<br />
las manos cruzadas de los beodos labriegos y de las manipuladoras de hebras, me ponían<br />
muy nervioso.<br />
Mis herederos se fueron enriqueciendo, como consecuencia de la habilidad en las<br />
transacciones y de la falta de escrúpulos en el manejo de los bienes propios y de los<br />
ajenos. Un siglo después de que los dormilones volaron a la Eternidad y de que Teodosio<br />
II me entregó al pedigüeño de esta estirpe, en lugar de una lamparilla de barro, tres<br />
lámparas de plata ardían frente a la Virgen y frente a mí. No necesito volver a<br />
describirme; no había cambiado; continuaba siendo el espléndido <strong>Escarabajo</strong> de la Reina<br />
Nefertari, transferido por las circunstancias a ambientes menos dignos de su condición.<br />
La imagen de la Virgen sorprendía a los huéspedes por su espantosa deformidad, pero<br />
era obvio que lo disimulaban, probablemente por temor a represalias milagrosas. Ignoro<br />
quién y cuándo la había concebido; el autor no sobresalía ni por su gusto ni por su<br />
dominio del pincel. Seguramente lo hubiera atraído al bizantino Teodosio, que me<br />
encontraba feo. Bizca y tiesa, contemplaba al linaje de Exacustodio desde la presunta<br />
majestad de su manto bermejo y de su corona amarilla, descascarándose. La<br />
multiplicación de las lámparas no conseguía añadirle distinción. Puesto a sus pies, yo me<br />
98 <strong>Manuel</strong> <strong>Mujica</strong> Láinez<br />
<strong>El</strong> escarabajo