Mujica Lainez, Manuel – El Escarabajo - Lengua, Literatura y ...
Mujica Lainez, Manuel – El Escarabajo - Lengua, Literatura y ...
Mujica Lainez, Manuel – El Escarabajo - Lengua, Literatura y ...
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Pórtico de Pompeyo...<br />
La mirada enfurecida de Cinna provocó las carcajadas de los fraternos neoteroi, que se<br />
sacudían y reían con la totalidad de las carnes flojas. Persistían, acosándolo a mi poeta<br />
con sus pullas, cuando éste, sin despedirse, afectando una impasible dignidad, ordenó al<br />
esclavo que lo vistiese, y nos retiramos de las termas.<br />
Desde entonces deduje que las actividades de Cayo Helvio Cinna se reducían a dos,<br />
alternadas con rigor estricto: la composición de su interminable poema «Zmyrna», y la<br />
vigilancia solapada de Tulia. <strong>El</strong> poema lo había comenzado nueve años atrás, en el curso<br />
de los cuales este escritor minucioso elaboró cuatrocientos hexámetros. En cuanto a la<br />
otra función, la de perseguir a Tulia, lo obligaba a frecuentar la sociedad elegante de<br />
Roma, tarea, por lo demás, a la cual se había dedicado siempre.<br />
Nunca podía cambiar con ella una palabra. Esquiva, desdeñosa, se iba minutos después,<br />
y transcurría el tiempo sin que la rápida escena se repitiese. Pensé que tal vez su marido<br />
fuera uno de esos celosos pasados de moda que encierran a sus mujeres. Él sí aparecía<br />
en las reuniones, serio, espeso, lento, imperialmente narigón, austeramente pelón,<br />
exhalando majestad, moviéndose como si tuvieran que conducirlo en andas, y por más<br />
que mi amo lo buscó no logró que se lo presentasen; siempre se interponía algún<br />
enfadoso, que los alejaba al Senador y a él para cuchichearles confidencias; o era tal la<br />
importancia del grupo del cual formaba parte el opulento Domicio Mamerco Quadrato, y<br />
eran tan solemnes y superiores los temas que en él se consideraban, esmaltados por<br />
sonoros lugares comunes como «Roma, cabeza del orbe», «el destino de la República»,<br />
«el magno Caius Iulius Caesar», «la Patria victoriosa», etcétera, que el poeta, quizá<br />
cohibido, lo cual me extrañó, optaba por no acercarse. Se distraía, en consecuencia,<br />
platicando con alguna de las damas, la cual lo interrogaba sobre sus poemas y sobre su<br />
extraña sortija del escarabajo. Entonces replicaba que «Zmyrna» se completaba con<br />
despaciosa mesura, como toda obra que aspira a la perfección; y que yo, yo, yo, el<br />
<strong>Escarabajo</strong>, era un obsequio insólito, valiosísimo, enviado por una anónima admiradora,<br />
y que aunque él poseía secretas razones para suponer que le había sido mandado por la<br />
propia Cleopatra, prefería que no se divulgase, pues quizá no le agradara a la Reina, ni<br />
tampoco al gran Iulius, y acaso, al final de cuentas, todo no fuese más que una quimera<br />
lírica: tanto y tanto lo repitió, que creo que terminó por olvidar que se lo había comprado<br />
a un legionario. Pero si en ese instante acertaba a pasar, por el extremo opuesto del<br />
salón, la muy displicente Tulia, Cinna se incorporaba con presteza, se despedía, y corría<br />
eludiendo a los huéspedes, en pos de ella, para resignarse a que le afirmaran que<br />
acababa de irse.<br />
Tornábamos entonces a las habitaciones del artista, en el Monte Palatino, y allí, para<br />
descansar de las metáforas incestuosas de «Zmyrna», Cayo Helvio se entretenía en<br />
componer epigramas o en cantar amorosamente a Tulia Mecila. (Pero de tanto padecer<br />
literario, de tanto meditar y limar, queda hoy poco y nada.).<br />
Hastiado de su existencia invariable y de su ocio rítmico, el poeta resurgió conmigo en<br />
las termas, dispuesto a perdonar a Cornificio y a Bibáculo, y allá lo estaban esperando<br />
ellos, prontos a recibir su perdón y a rociarlo con vino de Falerno. Nuevamente, indolente<br />
o gozosamente, según fuese el sabor del tema, peroraron sobre mujeres, sobre<br />
muchachos y sobre poesía. También la política metía la cola en la masajeada tertulia,<br />
pues no obstante ¡a auténtica adhesión a César de los tres, no paraban de criticarlo. La<br />
esposa de Domicio Mamerco iba y venía en la charla, como un estandarte.<br />
<strong>El</strong> arribo de Cleopatra, con su hermano de doce años y cónyuge nominal, Ptolomco XV,<br />
ambos invisibles en el balanceo de sus áureos vehículos que acarreaban filas de esclavos,<br />
en medio de una escolta de eunucos, de portadores de equipajes maravillosos y de<br />
negros que tironeaban de felinos sujetos con cadenas, estremeció a Roma e introdujo<br />
una modificación en la vida de mi amo. Fue (fuimos) a mirarlos pasar, entre la<br />
muchedumbre, curiosa sobre todo de ver al hijo de César, a Cesarión, quien, según<br />
musitaban, la Reina pretendía ser el fruto de su entrega al supremo dios de Egipto,<br />
descendido para fecundarla, y que dicho dios se había encarnado en el augusto César.<br />
Nadie ignora que Osiris ha cumplido esos útiles trabajos sexuales, si fue necesario, en<br />
<strong>Manuel</strong> <strong>Mujica</strong> Láinez 57<br />
<strong>El</strong> escarabajo