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Juan Carlos Bayón - Diritto & questioni pubbliche

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juan carlos bayón 213<br />

presuponer que los votantes tienen la competencia epistémica requerida<br />

por el teorema, sino que además puede haberlas para presuponer que es<br />

improbable que la tengan o lleguen a tenerla. Hay toda una literatura bien<br />

conocida de raigambre schumpeteriana que insiste en la ignorancia e<br />

incompetencia del votante medio 48 . Pero no se trata sólo de que esa pueda<br />

ser una descripción acertada de la situación en las circunstancias actuales.<br />

Lo más interesante, me parece, es la idea de que hay una razón de peso<br />

para suponer que algo parecido habría de ocurrir en cualquier mundo<br />

posible verosímilmente realizable y con un grado de complejidad social<br />

similar al nuestro: a saber, que se trata de una ignorancia racional, porque<br />

para el votante medio la utilidad esperada de reunir la información más<br />

completa posible sobre los asuntos que son objeto de decisión política, a<br />

la vista del coste que entrañaría reunirla, es negativa. Dicho de otro modo:<br />

una división social del trabajo de adquirir conocimiento —en la que los<br />

más formen sus creencias basándose meramente en el testimonio de<br />

algunos, renunciando al intento de obtener conocimiento que no sea “de<br />

segunda mano” sobre determinadas cuestiones — es racional porque de<br />

otro modo no dispondríamos siquiera del tiempo necesario para “extraer<br />

toda la utilidad” del conocimiento que se obtiene, esto es, para<br />

aprovecharnos plenamente de él para fines prácticos 49 .<br />

Contra esta idea suelen formularse dos tipos de objeciones, pero me<br />

parece que se puede contestar a ambas de manera convincente. La primera<br />

objeción insiste en que la aplicación de los modelos teóricos de la<br />

elección racional a la conducta del votante debe considerarse inadecuada a<br />

la vista de que lisa y llanamente no casa con los datos observables: por lo<br />

menos desde Downs 50 , aplicando esos modelos, se nos dice que para cada<br />

votante es irracional ir a votar, teniendo en cuenta el coste que ello<br />

representa y la reducidísima probabilidad de que su voto afecte de manera<br />

decisiva al resultado de la elección, pero el hecho incontestable es que<br />

millones de personas votan. Ahora bien, lo que en realidad predicen esos<br />

modelos es que una persona racional no votará salvo que el “valor<br />

expresivo” que para él represente emitir su voto supere los costes que el<br />

hecho de votar entraña 51 . Como presumiblemente eso es lo que ocurre, los<br />

hechos no cuestionan el modelo. Pero lo que resulta altamente improbable<br />

es que ese valor expresivo (ese “sentido del deber”) que lleva a tantos<br />

votantes a votar pueda llevarles también a intentar procurarse la<br />

48<br />

Sólo como muestras recientes, vid. POSNER 2003, 107; o CAPLAN 2007.<br />

49<br />

Vid. un desarrollo sugerente de la idea de una “teoría económica del conocimiento”<br />

en HARDIN 2009.<br />

50<br />

DOWNS 1957, parte III, pp. 207-276.<br />

51<br />

Cfr., por ejemplo, RIKER y ORDESHOOK 1968.

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