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Juan Carlos Bayón - Diritto & questioni pubbliche

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juan carlos bayón 205<br />

votante identifique la opción correcta sea superior a 0.5, si un número<br />

relevante de individuos elige la opción a la que va a dar su voto no con<br />

arreglo a ese juicio, sino guiado por algún criterio distinto, es evidente que<br />

no podrán derivarse del cómputo de los votos las implicaciones de<br />

naturaleza epistémica que el teorema pretende mostrar. Y lo que ocurre es<br />

que no parece realista asumir sin más que todos los individuos votarán<br />

exclusivamente con arreglo a su juicio sobre lo que es correcto 31 .<br />

Algo parecido cabe decir de la condición de independencia del voto<br />

(que, rectamente entendida, puede verse en el fondo como un corolario o<br />

prolongación del requisito de la sinceridad). Martí tiene razón al señalar<br />

que lo que exige el requisito de la independencia es que el voto de cada<br />

cual no se haga depender de lo que vote algún otro, no que la competencia<br />

epistémica de cada cual se haya generado de manera independiente (RD,<br />

189). O dicho de otro modo: el requisito no excluye la influencia de unos<br />

votantes en la formación del juicio de otros; lo que excluye es que, por la<br />

razón que sea, alguien vincule el sentido de su voto al modo en que<br />

decida(n) votar otro(s) postergando el juicio que se haya formado al<br />

respecto 32 . Algunas de las razones por las que puede suceder tal cosa<br />

remiten sin más a motivaciones espurias de los participantes (como<br />

que uno pueda hacer sea votar no sincera sino estratégicamente, es decir, a favor de una<br />

opción distinta. Más adelante —en el apartado 2.2— intentaré aclarar cómo puede darse<br />

una situación semejante (que anticipo que tiene que ver con lo que en la literatura sobre<br />

el tema se ha dado en llamar “dilema discursivo”). Lo que aquí me interesa resaltar es<br />

sólo la distinta naturaleza de los problemas. La falta de sinceridad del voto por<br />

motivaciones autointeresadas —una posibilidad con la que sin duda hay que contar en<br />

cualquier concepción realista del funcionamiento de la democracia— sólo podría<br />

contrarrestarse, hasta donde quepa hacerlo, “promoviendo la virtud” de los ciudadanos.<br />

En cambio la falta de sinceridad del voto por razones estratégicas podría prevenirse<br />

mediante alteraciones de la estructura del procedimiento de decisión, pero al precio —<br />

como se verá en su momento— de generar problemas añadidos para la justificación<br />

epistémica de la democracia deliberativa.<br />

31 Como tampoco creo que lo sea, por cierto, asumir que las motivaciones de los<br />

votantes son siempre autointeresadas. Lo más realista, me parece, es asumir que habrá<br />

individuos que votarán movidos exclusivamente por su juicio acerca de lo que es<br />

correcto y otros que no (o que un mismo individuo, en distintas ocasiones, podrá votar<br />

impulsado por una u otra de esas motivaciones).<br />

32 De hecho el teorema de Condorcet —y esa sería a la postre una de sus mayores<br />

limitaciones de cara a la articulación de una justificación epistémica de la democracia— toma<br />

la competencia epistémica de los votantes como algo dado, desentendiéndose por completo<br />

de cómo haya podido generarse. Por otra parte, es fácil entender que todo voto no<br />

independiente —en el sentido especificado— es por definición un voto no sincero (aunque<br />

puede haber formas de voto no sincero que no violen el requisito de la independencia).

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