Juan Carlos Bayón - Diritto & questioni pubbliche

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204 D&Q, n. 9/2009 formación correcta de la agenda 28 . Dicho de otro modo: en el mejor de los casos, las aptitudes epistémicas de la democracia serían tan buenas como lo sea la agenda (es decir, el menú de opciones entre las que se haya de tomar la decisión); pero si no se nos da ninguna razón para reconocer valor epistémico al proceso de formación de la agenda 29 , entonces —y cualesquiera que sean el resto de condiciones satisfechas— tampoco las tendremos en realidad para reconocérselo al procedimiento agregativo de la decisión por mayoría. b) El segundo problema que pretendo poner de manifiesto tiene que ver con las condiciones de sinceridad e independencia del voto requeridas por el teorema. En cuanto a la primera de ellas, está claro que para extraer la conclusión de que el procedimiento democrático posee un potencial epistémico hay que empezar por presuponer que cada uno de los participantes en la votación vota de acuerdo con su juicio acerca de qué es correcto, no según su interés o preferencia personal por una u otra de las opciones que se le ofrecen 30 . Por mucho que la probabilidad de que cada 28 Lo han apuntado GOODIN 2008, 123; FUERSTEIN 2008, 75-76; o VERMEULE 2009, 50-53 (que además subraya que la cuestión de la formación de la agenda hace que las decisiones que tome la mayoría sean “dependientes de la senda” [path-dependent], esto es, potencialmente distintas —siendo igual todo lo demás— según el orden en que las cuestiones se hayan ido sometiendo a votación; y si por hipótesis ese orden es moralmente arbitrario, la consecuencia será que un factor moralmente irrelevante —pero capaz de condicionar el contenido de las decisiones mayoritarias— estará contaminando las supuestas virtudes epistémicas de la maquinaria agregativa de la democracia). 29 Y nótese que por razones lógicas no podrían ser en ningún caso las hipotéticas virtudes epistémicas de la votación democrática las que nos permitieran conjeturar una alta probabilidad de formación correcta de la agenda, dado que toda decisión por mayoría presupone una agenda ya formada, esto es, una agenda que le antecede. 30 Además de excluir el voto guiado sólo por consideraciones de autointerés, se suele decir también —de hecho, lo dice Martí: RD, 188— que el requisito de sinceridad excluye el voto estratégico. Se trata, sin embargo, de dos formas de incumplir la condición de sinceridad que plantean a mi juicio problemas de muy distinto tipo. Como señalaron AUSTEN-SMITH y BANKS 1996, en la presentación del teorema se asume que los individuos razonan paramétricamente (es decir, que un individuo respetuoso del requisito de sinceridad razona del mismo modo cuando aisladamente decide cuál de las opciones que se le presentan es la correcta que cuando, como participante en un procedimiento de toma de decisiones colectivas, decide a cuál votar). Pero puede suceder, dependiendo de la estructura de la situación, que incluso si lo único que nos mueve es ver aprobada por la mayoría la opción que sinceramente consideramos correcta, votar de manera sincera no sea —como se dice en teoría de juegos— un equilibrio de Nash (esto es, lo mejor que uno puede hacer, hagan lo que hagan los demás). Dicho de otro modo: a la vista de lo que verosímilmente van a hacer los demás, es posible —aunque intuitivamente pueda parecer extraño— que para alcanzar el resultado de ver aprobada por la mayoría la opción que consideramos correcta lo mejor

juan carlos bayón 205 votante identifique la opción correcta sea superior a 0.5, si un número relevante de individuos elige la opción a la que va a dar su voto no con arreglo a ese juicio, sino guiado por algún criterio distinto, es evidente que no podrán derivarse del cómputo de los votos las implicaciones de naturaleza epistémica que el teorema pretende mostrar. Y lo que ocurre es que no parece realista asumir sin más que todos los individuos votarán exclusivamente con arreglo a su juicio sobre lo que es correcto 31 . Algo parecido cabe decir de la condición de independencia del voto (que, rectamente entendida, puede verse en el fondo como un corolario o prolongación del requisito de la sinceridad). Martí tiene razón al señalar que lo que exige el requisito de la independencia es que el voto de cada cual no se haga depender de lo que vote algún otro, no que la competencia epistémica de cada cual se haya generado de manera independiente (RD, 189). O dicho de otro modo: el requisito no excluye la influencia de unos votantes en la formación del juicio de otros; lo que excluye es que, por la razón que sea, alguien vincule el sentido de su voto al modo en que decida(n) votar otro(s) postergando el juicio que se haya formado al respecto 32 . Algunas de las razones por las que puede suceder tal cosa remiten sin más a motivaciones espurias de los participantes (como que uno pueda hacer sea votar no sincera sino estratégicamente, es decir, a favor de una opción distinta. Más adelante —en el apartado 2.2— intentaré aclarar cómo puede darse una situación semejante (que anticipo que tiene que ver con lo que en la literatura sobre el tema se ha dado en llamar “dilema discursivo”). Lo que aquí me interesa resaltar es sólo la distinta naturaleza de los problemas. La falta de sinceridad del voto por motivaciones autointeresadas —una posibilidad con la que sin duda hay que contar en cualquier concepción realista del funcionamiento de la democracia— sólo podría contrarrestarse, hasta donde quepa hacerlo, “promoviendo la virtud” de los ciudadanos. En cambio la falta de sinceridad del voto por razones estratégicas podría prevenirse mediante alteraciones de la estructura del procedimiento de decisión, pero al precio — como se verá en su momento— de generar problemas añadidos para la justificación epistémica de la democracia deliberativa. 31 Como tampoco creo que lo sea, por cierto, asumir que las motivaciones de los votantes son siempre autointeresadas. Lo más realista, me parece, es asumir que habrá individuos que votarán movidos exclusivamente por su juicio acerca de lo que es correcto y otros que no (o que un mismo individuo, en distintas ocasiones, podrá votar impulsado por una u otra de esas motivaciones). 32 De hecho el teorema de Condorcet —y esa sería a la postre una de sus mayores limitaciones de cara a la articulación de una justificación epistémica de la democracia— toma la competencia epistémica de los votantes como algo dado, desentendiéndose por completo de cómo haya podido generarse. Por otra parte, es fácil entender que todo voto no independiente —en el sentido especificado— es por definición un voto no sincero (aunque puede haber formas de voto no sincero que no violen el requisito de la independencia).

204<br />

D&Q, n. 9/2009<br />

formación correcta de la agenda 28 . Dicho de otro modo: en el mejor de los<br />

casos, las aptitudes epistémicas de la democracia serían tan buenas como lo<br />

sea la agenda (es decir, el menú de opciones entre las que se haya de tomar la<br />

decisión); pero si no se nos da ninguna razón para reconocer valor epistémico<br />

al proceso de formación de la agenda 29 , entonces —y cualesquiera que sean el<br />

resto de condiciones satisfechas— tampoco las tendremos en realidad para<br />

reconocérselo al procedimiento agregativo de la decisión por mayoría.<br />

b) El segundo problema que pretendo poner de manifiesto tiene que<br />

ver con las condiciones de sinceridad e independencia del voto requeridas<br />

por el teorema. En cuanto a la primera de ellas, está claro que para extraer<br />

la conclusión de que el procedimiento democrático posee un potencial<br />

epistémico hay que empezar por presuponer que cada uno de los<br />

participantes en la votación vota de acuerdo con su juicio acerca de qué es<br />

correcto, no según su interés o preferencia personal por una u otra de las<br />

opciones que se le ofrecen 30 . Por mucho que la probabilidad de que cada<br />

28 Lo han apuntado GOODIN 2008, 123; FUERSTEIN 2008, 75-76; o VERMEULE 2009, 50-53<br />

(que además subraya que la cuestión de la formación de la agenda hace que las decisiones que<br />

tome la mayoría sean “dependientes de la senda” [path-dependent], esto es, potencialmente<br />

distintas —siendo igual todo lo demás— según el orden en que las cuestiones se hayan ido<br />

sometiendo a votación; y si por hipótesis ese orden es moralmente arbitrario, la consecuencia<br />

será que un factor moralmente irrelevante —pero capaz de condicionar el contenido de las<br />

decisiones mayoritarias— estará contaminando las supuestas virtudes epistémicas de la<br />

maquinaria agregativa de la democracia).<br />

29 Y nótese que por razones lógicas no podrían ser en ningún caso las hipotéticas<br />

virtudes epistémicas de la votación democrática las que nos permitieran conjeturar una<br />

alta probabilidad de formación correcta de la agenda, dado que toda decisión por<br />

mayoría presupone una agenda ya formada, esto es, una agenda que le antecede.<br />

30 Además de excluir el voto guiado sólo por consideraciones de autointerés, se suele<br />

decir también —de hecho, lo dice Martí: RD, 188— que el requisito de sinceridad<br />

excluye el voto estratégico. Se trata, sin embargo, de dos formas de incumplir la<br />

condición de sinceridad que plantean a mi juicio problemas de muy distinto tipo. Como<br />

señalaron AUSTEN-SMITH y BANKS 1996, en la presentación del teorema se asume que<br />

los individuos razonan paramétricamente (es decir, que un individuo respetuoso del<br />

requisito de sinceridad razona del mismo modo cuando aisladamente decide cuál de las<br />

opciones que se le presentan es la correcta que cuando, como participante en un<br />

procedimiento de toma de decisiones colectivas, decide a cuál votar). Pero puede<br />

suceder, dependiendo de la estructura de la situación, que incluso si lo único que nos<br />

mueve es ver aprobada por la mayoría la opción que sinceramente consideramos<br />

correcta, votar de manera sincera no sea —como se dice en teoría de juegos— un<br />

equilibrio de Nash (esto es, lo mejor que uno puede hacer, hagan lo que hagan los<br />

demás). Dicho de otro modo: a la vista de lo que verosímilmente van a hacer los demás,<br />

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