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Revista Iberoamericana de Polímeros Volumen 4(2), Abril 2003<br />

Schulz y Katime Los <strong>fraudes</strong> científicos<br />

para hacer creer que los injertos habían arraigado. Pero aquella misma noche fue sorprendido<br />

realizando su fraude, y, por ello, suspendido de su empleo. La expectación científica, los rumores<br />

de un premio Nobel y el futuro promisoria para pacientes que requerían trasplantes se<br />

desvanecieron en un instante (36, 37).<br />

Summerlin era un brillante investigador en el área de la inmunología dermatológica, que<br />

llegó a ser conocido como el "muchacho de oro de la dermatología". Trabajaba tanto, que<br />

frecuentemente dormía en su laboratorio y empezaba sus labores a las cuatro de la madrugada;<br />

daba, además, la apariencia de ser un científico compulsivo, que en forma genuina había<br />

dedicado su vida entera a la investigación. Estuvo en los mejores laboratorios y obtuvo el<br />

asesoramiento, la crítica y la colaboración de los hombres más prominentes de su campo; sus<br />

artículos se publicaron en las revistas científicas de mayor trascendencia (37). Sus acciones no<br />

pueden explicarse por ignorancia o por ingenuidad; por el contrario, son el resultado de un<br />

ingenioso pero malévolo plan para obtener notoriedad y prestigio.<br />

En un artículo crítico muy interesante (38), el profesor Prunieras, que había intentado<br />

reproducir por su cuenta los resultados de Summerlin en ratones, hace un balance de este caso.<br />

Llama la atención sobre el hecho de que el crédito otorgado a los extraordinarios resultados de<br />

Summerlin procedía de la conjunción de dos factores: los resultadas científicos, que parecían<br />

convincentes, y la garantía de eminentes especialistas internacionales, tales como el profesor<br />

Robert Good. Si los resultados científicos se han revelado, finalmente, como inexactos - no<br />

existe injerto de piel persistente- diversas circunstancias pudieron hacer creer momentáneamente<br />

en un éxito, y especialmente la persistencia - nunca explicada- de regiones de pelo blanco en el<br />

lugar de la cicatriz de los injertos en el receptor; tales regiones de pelo blanco podían mover a<br />

pensar, a priori, en la permanencia de la piel del donante. Finalmente, el gesto de Summerlin<br />

quizás fue la acción desesperada de un investigador que creyó encontrar un resultado importante,<br />

que obtuvo unas conclusiones demasiado aprisa y que no supo resistir las exigencias de la<br />

comunidad científica que le pedía cuentas.<br />

Interesa señalar que recientemente varios grupos de inmunólogos (por ejemplo, el de<br />

Kevin Lafferty, en Australia, o la unidad de trasplantes del Hospital Hammersmith, de Londres)<br />

realizaron experiencias similares a las de Summerlin, en las cuales parecen haber tenido éxito.<br />

Así, pues, es una pena que el fraude de Summerlin desacreditara durante varios años este tipo de<br />

trabajos, que merecían ser efectuados mucho antes.<br />

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