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Georgui Vatchnadze Los secretos de la rrensa soviética<br />

Durante siete decenios en nuestra sociedad imperó la «libertad de prensa», proclamada<br />

constitucionalmente en «interés del pueblo y a fin de consolidar y potenciar el régimen<br />

socialista». Miles de periódicos centrales, republicanos y locales, cortados según el mismo<br />

patrón, gozaban de plena libertad para inculcar a la población las ideas formuladas por<br />

funcionarios del CC del PCUS. Todo juicio discrepante se tachaba de «infundio premeditado<br />

que denigra el régimen estatal y social soviético» por no corresponder a los «intereses<br />

y fines» legalmente establecidos. Y, como consecuencia, no podía aparecer en la<br />

prensa «libre».<br />

Pero cuando la sociedad soviética se encontró metida en un callejón sin salida, resultó<br />

que el pueblo fue capaz de definir por cuenta propia cuáles eran sus intereses y<br />

escoger a quién respaldar: a los partidarios de «consolidar y potenciar» o a los que proponen<br />

otras vías de desarrollo. Por supuesto, la transparencia informativa proclamada<br />

tenía poco que ver con la libertad de expresión y de prensa. Las autoridades sólo aflojaron<br />

la brida, acariciando la esperanza de volver a tirar de las riendas, una vez aprobada<br />

la Ley de Prensa.<br />

El anteproyecto de ley, presentado a los diputados como oficial, dejaba entrever el<br />

afán de las autoridades por impedir que la prensa llegara a ser realmente libre. El documento,<br />

confeccionado en el CC del PCUS según el patrón de los tiempos de Novotny y<br />

Ceausescu, suponía legalizar la censura, destruir el samizdat y hacer de la prensa un arma<br />

poderosa y eficaz a disposición del Partido Comunista.<br />

Se sabe que los diputados prefirieron tomar por base el anteproyecto alternativo, preparado<br />

por los juristas Y. Baturin y V. Entin y el autor de estas líneas quienes, tras una<br />

lucha ardua, que duró varios meses, editaron el documento en forma de folleto (la financiación<br />

de la empresa corrió a cargo de los autores) y lo distribuyeron gratis entre los<br />

participantes en el primer Congreso de Diputados Populares. Por este canal informal, el<br />

anteproyecto alternativo «se filtró» en el Parlamento.<br />

Las cláusulas consideradas por los autores del documento y los diputados que integraban<br />

el grupo de trabajo provocaron una reacción de rechazo por parte de nuestros<br />

oponentes que las calificaron de «excesos de la democracia» y de «espejismo de las libertades<br />

burguesas» y no escatimaron medios para mutilar el texto y despojarlo de todas<br />

las fórmulas «demasiado atrevidas». En las reuniones del Equipo de trabajo los representantes<br />

de los «departamentos interesados» alborotaban en torno a cualquier artículo,<br />

procurando colocar en el texto minas de acción retardada capaces de hacerlo añicos.<br />

Para colmo, el texto sufría metamorfosis extrañas: tras pasar por la oficina de mecanografía,<br />

en el anteproyecto aparecían nuevas fórmulas e incluso artículos enteros (por<br />

ejemplo, sobre las restricciones de la libertad de palabra en los medios de información<br />

masiva).<br />

Pese a todos los contratiempos, conseguimos preparar un borrador digno de ser presentado<br />

en primera lectura. Al fracasar en su intento de mutilar el texto en la fase de redacción,<br />

los oponentes decidieron recurrir a otros métodos de lucha. En una reunión del<br />

Equipo de trabajo se decidió publicar el anteproyecto para someterlo a debate público. El<br />

CC del PCUS prohibió hacerlo. El anteproyecto fue fotocopiado como documento oficial<br />

de la sesión parlamentaria a fin de distribuirlo entre los diputados, pero el CC del<br />

PCUS se incautó de la tirada. Durante la primera lectura se produjo un escándalo: a los<br />

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