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Zoia Barash, al<br />
fondo el río<br />
Dniéper<br />
<strong>Revolución</strong> y <strong>Cultura</strong> 44<br />
Una mirada renovadora, asentada en principios<br />
como el humanismo, la justicia y la ética comenzó<br />
ha revelarse con nitidez en la cinematografía de<br />
Chujrai, Bondarchuk, Panfilov, Sheptiko,<br />
Paradzhanov, Tarkovski y los hermanos Mijalkov<br />
y Konchalovski. Con filmes como La balada del soldado,<br />
El destino de un hombre, Pido la palabra, La patria<br />
de la electricidad, La sombra de los antepasados olvidados,<br />
Andrei Rubliov, Solaris, La felicidad de Asia, Algunos días<br />
en la vida de Oblomov, ellos configuraron un nuevo<br />
rostro para el cine soviético, marcado en esencia<br />
por la pluralidad de visiones estéticas y un deseo<br />
manifiesto por superar las estrictas reglas y prohibiciones<br />
del pasado a pesar de la escasa supervivencia<br />
del «deshielo».<br />
Cierra el libro «Algunos filmes de la perestroika»,<br />
un capítulo que repasa una muestra de las cintas<br />
emblemáticas surgidas cuando, como diría el poeta,<br />
la hoz perdía su filo y el martillo se cubría de<br />
herrumbre. Zoia ha seleccionado entre la prolífica<br />
producción de esta etapa, aquellas películas que<br />
revelan los nuevos rasgos y tópicos adquiridos tras<br />
profundos cambios como la abolición de la censura.<br />
Por primera vez, se rescatan para un público<br />
cubano los fragmentos de las cartas y los diarios<br />
en los cuales los creadores soviéticos vertieron sus<br />
preocupaciones más íntimas en torno al contexto<br />
social, político y cultural en que vivieron. Los argumentos<br />
de los filmes se mezclan con los avatares<br />
de su realización y una urdimbre que no obvia<br />
pasajes de metrajes cortados y rollos archivados.<br />
Quizá este texto sea la contribución personal de<br />
Zoia Barash para saldar esa deuda ética de su ge-<br />
neración, que según Proshkin, consiste en decir<br />
toda la verdad.<br />
Se infiere que era usted una de las tantas niñas que tras la<br />
Segunda Guerra Mundial coleccionaba las fotografías borrosas<br />
de grandes estrellas del celuloide sin conocer sus<br />
nombres. ¿Cuándo comenzó a descubrirlos? ¿Por qué se<br />
exhibían las películas de Humphrey Bogart, Johnny<br />
Weissmuller, Errol Flynn y Zara Leander sin los créditos?<br />
Creo que las niñas siempre se interesan por el cine<br />
o casi siempre. Después de la guerra, fue traída una<br />
gran cantidad de películas al país como trofeo de<br />
guerra. Uno de los funcionarios que las sacó de<br />
Alemania recuerda haber enviado a la Unión Soviética<br />
más de dos mil títulos. Durante aquellos<br />
años de posguerra, en un país devastado, azotado<br />
por la pobreza extrema y con millones de muertos<br />
(la cifra exacta aún se desconoce), el cine era la<br />
única diversión de los adolescentes. ¿Por qué se<br />
quitaron los créditos? No puedo decir con exactitud.<br />
No sé por qué. Los fotógrafos callejeros tomaban<br />
instantáneas directamente de la película. Por<br />
supuesto, carecían de calidad, tampoco tenían el<br />
nombre de los actores, pero bueno, era gente bonita;<br />
Humphrey Bogart resultaba impresionante<br />
para las niñas, Errol Flynn era adorado y Deanna<br />
Durbin y Jeannette MacDonald, admiradas por su<br />
belleza y vestidos deslumbrantes. No se me olvida<br />
el suspiro colectivo de la sala cuando en una de<br />
sus películas Deanna Durban abre el closet de su<br />
alcoba y se ve una hilera de vestidos preciosos.<br />
Comprábamos y coleccionábamos aquellas imágenes<br />
(y de las estrellas soviéticas también) con el