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Portada catálogo<br />
exposición de<br />
1945 en Moscú.<br />
(Cortesía de<br />
Mariana Ravenet).<br />
<strong>Revolución</strong> y <strong>Cultura</strong> 30<br />
tulo parafraseó y, a la vez, alteró el nombre de la<br />
emblemática novela de León Tolstói: La guerra y la<br />
paz. A los efectos de la exposición, el edificante cuadro<br />
de la construcción del socialismo en tiempo de<br />
paz se afectó por la guerra devastadora, que si bien<br />
dio lugar a imágenes sombrías, también registró<br />
la heroicidad y los triunfos del ejército rojo sobre<br />
el fascismo teutón.<br />
El reflejo de las conquistas en otros frentes de la<br />
sociedad y la constancia gráfica de «la cultura durante<br />
la guerra», contribuyeron a que el conjunto<br />
expuesto resultara congruente con la noción de<br />
progreso y el optimismo figurativo preceptuado por<br />
el Realismo socialista, método de expresión visual<br />
que oficializó el estalinismo en 1932 y proscribió<br />
al pesimismo por decadente y burgués.<br />
La colosal muestra revistió valor informativo, sin<br />
soslayar el estético y el educativo. Acogió caricaturas.<br />
Y se hizo acompañar por un ciclo de conferencias<br />
diarias y nocturnas, que dictaron prominentes<br />
intelectuales cubanos entre el 5 y el 19 de<br />
diciembre, cuando cerró la exposición. Durante esos<br />
días, la bandera roja de la hoz y el martillo ondeó<br />
en el Capitolio, pese a la reacción del conservador<br />
Diario de la Marina.<br />
La prensa nacional, que seguía los sucesos de una<br />
guerra mundial que involucraba al país, devino en<br />
otro campo de batalla. En sus páginas se libró la escaramuza<br />
político-ideológica que suscitó el envío de<br />
pinturas y dibujos cubanos para «decorar» el viejo<br />
caserón de la Legación Cubana en Moscú, escogida<br />
por la Dirección General de Relaciones <strong>Cultura</strong>les del<br />
Ministerio de Estado de Cuba al «ser la de más reciente<br />
creación y tener sus paredes aún desnudas». 1<br />
El folleto concomitante declaraba otro motivo,<br />
que trascendía la mera decoración:el seguimien-<br />
to de una política institucional iniciada con la<br />
publicación del Anuario <strong>Cultura</strong>l de Cuba, de 1943;<br />
la prosecución de una directriz que pugnaba por<br />
mostrar en el exterior lo más valioso de la cultura<br />
nacional, y se proponía hacerlo a través de las<br />
«Casas de Cuba en los países amigos». Tal objetivo<br />
se satisfaría, por primera vez, con esa ambientación<br />
que no significaba una opción desdeñable<br />
para los veintidós creadores implicados, a quienes<br />
se compraron veintinueve obras, mayoritariamente<br />
pictóricas. 2<br />
La selección atendió, primero, a la calidad; y después,<br />
a la representatividad de las corrientes artísticas<br />
actuantes en Cuba, sin discriminar a modernos<br />
o academicistas ni obviar el estímulo a algún<br />
pintor emergente. La iniciativa alentaba al deprimido<br />
mercado de arte nacional e incubaba, asimismo,<br />
una estrategia de coleccionismo institucional<br />
hacia el extranjero.<br />
Pérez Cisneros, Domingo Ravenet (curadores) y Jorge<br />
Mañach (Ministro de Estado), eran personeros<br />
de instancias gubernamentales pero, a la vez, intelectuales<br />
con criterios propios. Estaban apercibidos<br />
de que el coleccionismo limitaba la dispersión<br />
de creaciones valiosas; salvaguardaba el patrimonio<br />
nacional para su crecimiento, estudio y<br />
difusión; y permitía una ayuda económica a los<br />
artistas.<br />
Tan plausibles miras hallaron oposición en la actitud<br />
antisoviética de una parte de la prensa cubana,<br />
que tildó de comunistas a los creadores escogidos.<br />
O informó que un paisaje académico de<br />
Esteban Valderrama había sido el preferido por<br />
los artistas soviéticos. Así lo recogió un cable de<br />
la United Press reproducido en el Diario de la Marina<br />
el 7 de marzo de 1945, al día siguiente de la<br />
inauguración. Así se pronunció también el crítico<br />
y curador proamericano José Gómez Sicre. Era<br />
una maniobra divisionista que, según Graziella<br />
Pogolotti, pretendía molestar a los modernos que<br />
simpatizaban con la Unión Soviética. 3 Pero, asimismo,<br />
buscaba desalentarlos de seguir en ese<br />
contexto artístico donde, supuestamente, no eran<br />
reconocidos.<br />
También se publicó que los artistas soviéticos habían<br />
calificado a sus colegas cubanos de pequeñoburgueses.<br />
Calificativo con que se estigmatizaba<br />
en la URSS a los autores cuyas miras subjetivas<br />
entraban en conflicto con la objetividad del materialismo<br />
dialéctico y no representaban las aspiraciones<br />
de la ideología comunista, con la política y<br />
el trabajador como pilares temáticos. Según el<br />
mencionado cable de United Press, pintores de la<br />
Unión Soviética igualmente reprocharon a la pintura<br />
moderna cubana su «carencia de realismo»,<br />
por el cual debía «entenderse el aspecto social». El<br />
«realismo» en artes visuales se consensuaba en la<br />
URSS como representación figurativa y verosímil,<br />
y «lo social» privilegiaba lo sociopolítico.<br />
Ante esa situación bizarre, Pérez Cisneros negó que<br />
fueran pequeño-burgueses o comunistas los cubanos<br />
incluidos en esa muestra, la cual tampoco<br />
era una exposición en el sentido ortodoxo, pues<br />
no podía ser visitada regularmente por un público<br />
masivo. Esos artistas no intentaban hacer