ENSEÑANDO RUSO Ileana Cino Colina Graduada de Lengua y Literatura Rusas (1967). Profesora, metodóloga, representante del Ministerio de Educación en la Asociación Internacional de Profesores de Idioma y Literatura Rusos (MAPRIAL). <strong>Revolución</strong> y <strong>Cultura</strong> 24
Eran los primeros años de la década del sesenta y muchos adolescentes que antes habían escuchado muy poco del idioma ruso comenzaron a estudiarlo. No imaginábamos entonces que la lengua y la cultura rusas estarían a partir de ese momento estrechamente ligadas a nuestras vidas. La escala de lo que luego sería enseñanza generalizada fue creciendo paulatina, exponencialmente; pero en sus inicios tuvo visos casi domésticos, más un esfuerzo o una voluntad que una máquina debidamente engrasada. Al principio, en esos primeros pasos, en muchos centros de trabajo viejos inmigrantes rusos que residían en Cuba dieron algunos cursos para los trabajadores. Fue así que muchos trabajadores aprendieron los fundamentos de la lengua de Pushkin, algo que en breve les permitiría enseñar sus rudimentos en las Escuelas de Idiomas. 1 Luego, ya en 1961, fue creada la Escuela de Idiomas Abraham Lincoln. En la Lincoln –que fue como se la conoció desde entonces: la Lincoln como quien dijera la Complutense o la Lenin– se impartían de forma gratuita idiomas antes no enseñados en Cuba, o no al menos de forma institucional, como el chino, el checo o el polaco, y entre ellos el ruso. Fue ahí donde realmente cientos de personas ansiosas por conocer más de la lengua y la cultura rusas tomaron contacto con ese mundo. Para muchos entonces el ruso era algo muy especial, entre otras cosas por el alfabeto cirílico, una lengua distinta que incluso se escribía con caracteres distintos, que tenía un aire desconocido que la hacía, por ajena, remota, increíblemente atractiva por eso. Formaba parte acaso, en su sonoridad y extrañeza, la lengua de una extrañeza mayor, la que nos fue acercando a una cultura donde pesaban tanto la fascinación como el sentimiento de lo distinto, una cotidianeidad más o menos adoptada como nuestra –imposible entonces prever otra– y una lejanía sentida como nuestra –imposible asumir del todo un mundo de referencia que, aún en sus facetas más amables, se sentía como de otros. Pero todo eso llegó después. En aquellos primeros sesenta creo que pesaba, sobre todo, la fascinación. Como en aquel momento casi no existían profesores de ruso propiamente dichos, la solución pasó muchas veces porque las esposas de especialistas soviéticos que asesoraban en otras ramas de la economía y algunos cubanos que conocían un poco de la lengua fueran quienes dieran las clases en las Escuelas de Idiomas. Luego, paulatinamente, se fueron incorporando como profesores jóvenes cubanos que habían aprendido el ruso en esas mismas escuelas. En 1962, el mismo año de la Crisis de Octubre, se crearon los Institutos Pablo Lafargue 2 y Máximo Gorki; 3 tenían nivel medio y los estudiantes eran internos. En cuatro años jóvenes que procedían de todas las provincias debían dominar el idioma seleccionado, alcanzar una preparación general equivalente a la del bachillerato y tener conocimientos pedagógicos que les permitieran enseñar la lengua seleccionada. Se for- maron en estos institutos excelentes profesores y traductores de inglés, ruso, francés, alemán, entre otras lenguas. Fueron estos institutos los que hicieron posible luego la enseñanza masiva del ruso en las escuelas de la enseñanza general. En ese mismo año, el 1962, se creó la Licenciatura en Lengua y Literatura Rusas en la Escuela de Letras de la Universidad de La Habana. Los que tuvimos el privilegio de estudiar allí todavía recordamos el maravilloso plan de estudio que había sido concebido para las especialidades de Lenguas (inglesa, francesa y rusa). En los primeros dos años teníamos asignaturas de formación general (literatura general, gramática española, redacción y composición, latín, historia del arte) y era a partir del tercer año que recibíamos las asignaturas de la especialidad –literatura rusa, historia de la URSS, fonética rusa, historia de la lengua rusa–. Tuvimos allí en todas las asignaturas, tanto en las de formación general como en las de la especialidad, profesores magnífi- 25 Todas las imágenes de este trabajo son de Lissette Solórzano. <strong>Revolución</strong> y <strong>Cultura</strong>