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Como su boca que, más allá de lo que diga, y de la comunicación en sí,
sólo trata de lastimar.
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El futbolista que no puede entender, o que entiende demasiado, pone
naturalmente los brazos en jarra. Es la posición que nace y modela la pose
más franca del que se esfuerza, como también es la posición (a primera
mano) del que necesita un respiro a partir de lo que acaba de hacer, o de
lo que se viene. Si el jugador necesita escurrir la transpiración y pone los
brazos en jarra cuando un perro entró a la cancha, está ejecutando un
gesto real. Pero si pone los brazos en jarra después de haber malogrado
un penal tres o cuatro metros por encima del travesaño, de la manera más
afectada posible, también lo está haciendo por un motivo puro, aunque
más peligroso: está fingiendo.
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El dirigente de fútbol que menos poder tiene suele acabar matando, de
una u otra forma, explícita o indirecta, consciente o inconsciente, metafóri-
ca o literal, a quien le sigue (hacia arriba) en la escala de poder. Es la manera
más sana y deportiva de terminar sucediendo a alguien.
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