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arrimaron hasta los barrotes y provocaron la inmediata descompensación<br />
de Castelli, que al ver a sus colegas de La Liga encerrados y completamente<br />
tapados de mugre, transpiración y hollín, sintió cómo sus piernas se afloja-<br />
ban por la sorpresa.<br />
Antonio Tony Cámpora, el número dos de la Asociación Deportiva Alber-<br />
di, compartía calabozo con el volante central de Sportivo General Perón, el<br />
negro Patricio Macri. Tres jugadores de las inferiores de Rivadavia Athletic<br />
lloraban en otra celda más alejada y rogaban al Señor para que les permitie-<br />
ran acceder a unas llamadas telefónicas. En total eran diez los futbolistas<br />
apresados. De todos los equipos: mediocampistas y defensores en su ma-<br />
yoría. Estaban esperando las directivas de los responsables del fútbol Plu-<br />
riprovincial; esperaban, abatidos, por una pena máxima que desconocían.<br />
Castelli se desmoronó. Lo tiraron en una celda junto a dos colegas del<br />
Club Atlético Sáenz Peña. Sin conocimiento, quedó apoyado contra una de<br />
las paredes, con las piernas estiradas y la cabeza colgando. Sus compañeros<br />
no supieron qué hacer: buscaron con los ojos algún tipo de ayuda pero, des-<br />
pués de eso, ya nadie miraba a nadie. Uno de ellos decidió cachetearlo con<br />
su canillera para tratar de hacerlo reaccionar.<br />
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