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Comisión 8 - Universidad del Salvador

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<strong>Comisión</strong> 8.<br />

Coordinación: María E. Crogliano.<br />

1.Marta Alesso, "Hipérbole y alegoría en Sobre lo sublime de Longino".<br />

2.María <strong>del</strong> Carmen Cabrero, "Las Narrativas Verdaderas de Luciano de Samósata y su<br />

audiencia de pepaideuménoi".<br />

3.María E. Crogliano, "El problema de la verdad en la ficción novelística: Apuleyo,<br />

Metamorfosis".<br />

Ponencias.<br />

1. "Hipérbole y alegoría en Sobre lo sublime de Longino"(resumen).<br />

Marta Alesso<br />

El autor de Sobre lo sublime -quien a partir de evidencias textuales puede situarse<br />

claramente en el s.I-, encuentra los principales ejemplos de sublimidad en el estilo de<br />

Homero, Platón y Demóstenes. La conciencia de que hay un progreso y una decadencia<br />

de las letras estaría plasmada no sólo en este tratado -que incorpora a la philosophos<br />

rethoriké un fuerte componente social y ético-, sino también en otros escritores de la<br />

época como Demetrio o Filón.<br />

Se analiza la concepción de lo sublime vinculada a la hipérbole y a la alegoría, así como<br />

sus efectos sobre el receptor <strong>del</strong> mensaje. El tratamiento particular que de los versos<br />

épicos de Homero hacen Longino y Heráclito el alegorista demuestra que en Alejandría<br />

–centro al que seguramente pertenecen ambos autores tanto como Filón-, la comunidad<br />

griega otorgaba a Homero la cualidad de primer profeta y filósofo, <strong>del</strong> mismo modo que<br />

el judaísmo helenístico daba a la figura de Moisés una importancia mayor que el<br />

judaísmo palestino y lo consideraba profeta primero y único<br />

2. “Las Narrativas Verdaderas 1 de Luciano de Samósata y su<br />

audiencia de pepaideuménoi”<br />

María <strong>del</strong> Carmen Cabrero.<br />

1 Se ha utilizado la edición de LUCIAN, (1972, Tomo I), Lucian Opera. Recognovit brevique<br />

anotattione critica instruxit M.D. Macleod, Oxford. La traducción <strong>del</strong> Proemio de Narrativas<br />

Verdaderas es de mi autoría.


No es mucho lo que sabemos acerca de Luciano de Samósata; faltan datos<br />

biográficos seguros y la temporalidad exacta y cronología interna de su obra se ha<br />

reconstruido a partir de las huellas que en ella misma se encuentran, y de los testimonios<br />

de los patriarcas bizantinos que, a regañadientes, la preservaron para la posteridad. Hay,<br />

sí, un acuerdo completo acerca de que Luciano vivió durante el siglo II d.C., es decir,<br />

durante el período de la llamada Segunda Sofística 2 , que debemos considerar como<br />

marco referencial para su obra. Sabemos que era bárbaro (sirio), pese a lo cual su prosa<br />

es de una pureza ática que se transformó en la garantía de su sobrevivencia, pues fue<br />

usada para el aprendizaje <strong>del</strong> idioma griego. Por esa razón la obra de Luciano tuvo la<br />

suerte de sobrevivir la Edad Media; la palabra ‘suerte’ es indicada, especialmente si se<br />

tiene en cuenta la poca simpatía que inspiró entre los bizantinos a los que no les<br />

temblaba el pulso a la hora de encender fuegos con papiros entintados. Una hipótesis -y<br />

buen motivo de reflexión para todo escritor que aspira a que sus obras sigan siendo- es<br />

que las salvó la calidad ática de su estilo, su valor testimonial y su elegancia, que<br />

querían ser preservadas. Luego las salvó la indiferencia, cuando comenzó a surgir la<br />

escolástica y en los monasterios la atención se centró en las obras filosóficas que mejor<br />

se alineaban con la necesidad de dotar al mensaje cristiano de una articulación retórica<br />

que pudiera elevarse a las categorías <strong>del</strong> dogma. Finalmente, ya desde mediados <strong>del</strong><br />

siglo XIV, los eruditos que se desplazaban desde Constantinopla y el Este Europeo<br />

trajeron consigo su simpatía por un autor que tenía algo inteligentemente crítico que<br />

2 Expresión empleada por Filóstrato en sus Biografías de los Sofistas. Para A. Lesky<br />

(1976:865) la denominación de Segunda Sofística es oscura, “dado que separa demasiado<br />

escuetamente este período de la antigua sofística, pero, por otra parte, no se trata <strong>del</strong><br />

comienzo de algo nuevo sino de un proceso que, desde Gorgias, y a través de Isócrates, el<br />

Perípato y el helenismo, conduce, con alternativas de acción y reacción, a la época imperial”.<br />

Es interesante observar también, la apreciación de J. Bompaire (1958:100-2): “La IIª<br />

Sophistique, cadre de l’activité de Lucien, est un mouvement tapageur. Il semble aux antipodes<br />

de la sage acceptation du patrimoine littéraire et artistique qui constitue l’essentiel de la doctrine<br />

de la Mimésis. Les sujets absurdes condamnés par la doctrine classique sont de nouveau en<br />

honneur, éloge de la fièvre quarte ou de la fatige, de l’àne ou de Thersite...On viole les<br />

frontières sacrées qui séparent les genres et les vocabulaires qui leur sont propres. On<br />

n’observe pas les moeurs, on exagère sottement l’aechaïsme des expressions; on n’a plus le<br />

sens de la contrainte et l’on est emporté par la manie de plaire et d’innover pour plaire”. Por su<br />

parte B.P. Reardon (1971:95), señala: “Le fait est que la Deuxième Sophistique n’est pas en<br />

premier lieu érudite. ‘L’étude reste la condition de la résuite’, mais la creation est autre chose.<br />

Les rhéteurs, et leurs auditeurs, sont instruits bien sûr, et cela dans un cadre assez précis, mais<br />

en fait ni l’instruction ni le cadre ne sont autre chose que des moyens. La Mimésis n’est pas, le<br />

plus généralement, imitation étroite, et la rhétorique, tout en retenant l’extérieur qu’elle avait<br />

acquis à l’époque classique, est depuis longtemps devenue une discipline bien plus large, dans<br />

le sens qui aurait plu à Isocrate. La m¤mhsiw =htorikÆ, ‘l’imitation rhétorique’, n’est pas très loin


decirle a los nuevos tiempos (o tal vez, mejor dicho, desde la lógica de los nuevos<br />

tiempos a la de los viejos). ¿Por qué renació Luciano? Por la materialidad elemental de<br />

que se conservaran ochenta y seis obras suyas -o largamente atribuidas a él-, por el<br />

hecho de que estuvieran escritas en un griego elegante y directo, por el hecho de que sus<br />

contenidos fueran -en virtud de las transtextualidades paródicas- un reservorio de<br />

paideia al que los humanistas en formación no habían tenido acceso y no lo habrían<br />

tenido de otro modo. En los últimos años se advierte una revalorización completa de su<br />

obra; la tesis más audaz al respecto es la <strong>del</strong> especialista brasileño Jacyntho Lins<br />

Brandâo, quien sostiene que Luciano es fundador de una nueva tradición: la de la<br />

ficción en prosa. Siguiendo esta línea de interpretación, venimos trabajando con<br />

distintas obras <strong>del</strong> corpus luciánico, especialmente con Narrativas Verdaderas<br />

buscando eclécticamente nuevas perspectivas críticas -sociológicas, estilísticas,<br />

lingüísticas- que avalen y fundamenten la tesis sostenida por el Dr. Brandâo en su<br />

reciente libro: A Poética do Hipocentauro. Literatura, sociedade e discurso ficcional em<br />

Luciano de Samósata (2001).<br />

Narrativas Verdaderas es una obra de evidente madurez, considerada como uno<br />

de los trabajos finales de Luciano. Su composición en apariencia sencilla -dos libros<br />

poco extensos donde se narran infinidad de aventuras- esconde una rara complejidad de<br />

construcción, pues el primero contiene lo que llamaremos un Proemio de advertencia<br />

sobre los códigos de lectura (que se extiende a lo largo de los cuatro primeros<br />

parágrafos), y el segundo libro está trabajado mediante elementos de intriga que tienden<br />

a reproducir y profundizar las tensiones presentes en el primero. Agreguemos que<br />

Luciano promete un tercer libro que nunca escribió (y que la crítica unánimemente<br />

considera que nunca pensó siquiera escribir), y que el Proemio contiene la más<br />

extraordinaria declaración de principios incluida en un texto antiguo: Luciano afirma<br />

que todo lo que contará son mentiras, episodios de los que no tiene ninguna referencia<br />

concreta porque jamás se produjeron ni, razonablemente, se producirán. Las tecnologías<br />

modernas inútilmente lo desmentirían, pues el hecho más asombroso, tanto en este<br />

como en otros textos luciánicos, -el viaje a la Luna-, se consumaría a fines <strong>del</strong> siglo<br />

XX, pero de un modo tan craso que nos hizo añorar las gozosas representaciones<br />

ficcionales fundadas en la tradición luciánica.<br />

de ce que nous appellerions simplement ‘la culture littéraire’ –ce qui donne un tout autre aspect<br />

à l’époque. Encore une fois, un mot peut cacher la réalité”.


La antífrasis <strong>del</strong> título<br />

En la lectura lineal de la obra la primera dificultad y también el primer indicio de lo que<br />

se puede esperar de ella es el título. ÉALHT VN DIHGHMATVN, atestiguado por el<br />

grupo de manuscritos g, es el encabezado que recoge Focio (Bibl.166) 3 . Aceptado por la<br />

mayoría de los filólogos como el más adecuado, se ha traducido al latín<br />

tradicionalmente como Verae Historiae y al español por Relatos Verídicos (Espinosa<br />

Alarcón, Gredos). Prefiero traducirlo como Narrativas Verdaderas pues Luciano<br />

distingue diÆghma de flstor¤a cuando la apreciación le parece relevante (tal es el caso<br />

de su tratado sobre poética de la historiografía, titulado<br />

P«w de› ÑIstor¤an suggrãfein) y, en especial, porque no se trata de una narrativa<br />

más, sino de un texto que se presenta como una narrativa por medio de un discurso<br />

Sobre las Narrativas Verdaderas o A partir de las Narrativas Verdaderas, tal como nos<br />

invita a considerarlo el caso genitivo <strong>del</strong> título. El término diégema 4 no conduce a<br />

ninguna realidad extratextual, a no ser la de la tradición literaria de las ‘narrativas’ en sí<br />

misma, en tanto entendemos por diégema ‘historia sin verdad’, según la define ya<br />

Polibio 5 (I.14.6 [-201-120a.C-]). Ofrece, por tanto, el carácter intransitivo propio <strong>del</strong><br />

texto de ficcción 6 , es decir, un discurso que gira sobre sí mismo y no sale de su propia<br />

esfera; acentúa la índole ficcional de su objeto y determina una función paradojal de<br />

3<br />

E. Rohde (o.c.: 204, n.1) señala que a esta obra usualmente se le da el título de:<br />

élhyoËw flstor¤aw lÒgouw a`, b`. Nos informa además que en el Vaticanus 90 está titulado como<br />

Alhy«n<br />

dihghmãtvn a`, b`, y en Marcianus 434: Alhyin«n<br />

dihghmãtvn a`, b` .<br />

4<br />

Es interesante observar que el Greek-English Lexicon de Lid<strong>del</strong> & Scottt (1968),<br />

traducediÆghmacomo ’narrative'; en tanto, diÆghsiw toma el sentido de ' l°gein tale', cuento o<br />

relato para ser contado. Diégesis -traducible por 'exposición', 'presentación' o 'construcción<br />

imitativa'- abarca tanto una modalidad narrativa simple (èplØ diÆghsiw) o por imitación<br />

(m¤mhsiw gignom°nh), o combinando ambos modos (di' émfot°rvn), tal como lo señalara Platón<br />

(República III 392 d 3). El término diégesis en G. Genette (1998:16) remite, precisamente, a la<br />

teoría platónica de los modos de representación: “diégesis es el relato puro (sin diálogo),<br />

opuesto a la mímesis de la representación dramática y a todo lo que, por medio <strong>del</strong> diálogo, se<br />

insinúa dentro <strong>del</strong> relato, que de ese modo se hace impuro es decir mixto”.<br />

5<br />

Polibio (201-120a.C-) historiador griego nacido en Megápolis, después de la derrota de<br />

Perseo (168) fue llevado a Roma encalidad de rehén. Liberado en 151 acompañó a Escipión a<br />

cartago y a Numancia. Su gran obra fue Historia en cuarenta libros de la que se conservaron<br />

los cinco primeros y fragmentos <strong>del</strong> resto. Es una historia general de todos los pueblos de la<br />

cuenca mediterránea sometidos por Roma. Es una obra más científica y crítica que oratoria y<br />

literaria; narra los acontecimientos y hace deducciones prácticas. Fusiona la historia con la<br />

geografía, como Herodoto y se preocupa al igual que Tucídides de dotar a los hombres de un<br />

instrumento pedagógico, base de una crítica racional.<br />

6<br />

G. Genette (1991:37) aclara: “Le texte de fiction ne conduit à aucune réalité extratextuelle,<br />

chaque emprunt qu’ il fait à la réalité se transforme en élément de fiction... Il est donc intransitif<br />

à sa manière, non parce que ses énoncés sont perçus comme intangibles, mais parce que les<br />

êtres auxquels ils s’ appliquent n’ont pas d’ existence en dehors d’ eux et nous y renvoient dans<br />

une circularité infinie”.


pseudo-referencia o de denotación sin denotado 7 . G. Genette afirma en Fiction et<br />

Diction (1991:37) que esta intransitividad “constitue le texte en objet autonome et sa<br />

relation au lecteur en relation esthétique, où le sens est perçu comme inséparable de la<br />

forme”. De modo que tenemos un enunciado rhemático 8 , ya que el título no apunta al<br />

contenido temático sino al texto en sí mismo considerado como obra y como objeto.<br />

Exhibe, como tal, una suerte de innovación genérica, que será paródicamente<br />

desarrollada en el corpus <strong>del</strong> Proemio pero que ya está presente en esta antífrasis en la<br />

que élhy«n sustituye a ceËdvn. En tal sentido el efecto de ambigüedad y sátira<br />

inducido por el adjetivo élhy«n se refracta sobre dihghmãtvn, divierte y seduce al<br />

lector competente y al mismo tiempo le da a conocer el estatuto genérico intencional de<br />

la obra: yo considero esta obra como diégema, y una decisión: yo decido imponerle a<br />

esta obra el estatuto de ‘diégema’ y añado que es ‘verdadera’. La antífrasis ha operado<br />

una drástica reducción y se autodenuncia por medio de la incongruencia de los términos.<br />

La señal de la verdad se transforme aquí en la señal de la mentira por excelencia ya que<br />

la afirmación de la verdad en el título es al mismo tiempo una negativa de las mentiras<br />

futuras, negativa que será refrendada por el epigrama homérico en la Isla de los<br />

Bienaventurados que nos da a conocer el nombre propio <strong>del</strong> autor para afirmar: Todo<br />

esto Luciano, amado de los dioses, vio y partió de regreso a su tierra nativa [NV II 28].<br />

De este modo, Homero -el Maestro de Verdad- es, asimismo, Maestro de la Mentira:<br />

poseer la verdad es también ser capaz de engañar. Por esta razón, todo hipotexto que<br />

aflore en las Narrativas Verdaderas se transformará en un nuevo ingrediente <strong>del</strong> género<br />

que está inaugurando. El título cobra así el valor de un importante paratexto indicando<br />

que los índices de la ficción no son tan sólo narratológicos sino que el relato se reconoce<br />

ficcional desde las marcas paratextuales de su encabezado.<br />

7 Según advierte G. Genette (1991:36) esta función -dénotation sans dénoté- ha sido<br />

considerada de diverso modo por las distintas teorías: la teoría de los Actos de Habla la<br />

describe en términos de assertions feintes, la narratología como una disociación entre el autor<br />

(enunciador real) y el narrador (enunciador ficticio), por su parte, Käte Hamburger, lo ve como<br />

una sustitución <strong>del</strong> yo <strong>del</strong> autor por el yo ficticio de los personajes.<br />

8 Según advierte G. Genette (1991:36) esta función -dénotation sans dénoté- ha sido<br />

considerada de diverso modo por las distintas teorías: la teoría de los Actos de Habla la<br />

describe en términos de assertions feintes, la narratología como una disociación entre el autor<br />

(enunciador real) y el narrador (enunciador ficticio), por su parte, Käte Hamburger, lo ve como<br />

una sustitución <strong>del</strong> yo <strong>del</strong> autor por el yo ficticio de los personajes.<br />

8 Consideramos que esta denominación de G.Genette (1987: 77) se ajusta a la interpretación<br />

de un título que apunta, más que al contenido temático, al texto en sí mismo considerado como<br />

obra y como objeto. Sostiene G. Genette: “Pour désigner ce choix dans toute sa latitude, sans<br />

en réduire le second terme à une designation formelle qu’il pourrait à la rigeur esquiver,<br />

j’emprunterait à certains linguistes l’opposition qu’ils marquent entre le thème (ce dont on parle)<br />

et le rhème (ce qu’on en dit)”.


ÉALHTVN DIHGHMATVN se torna una fórmula notable: representa un estadio<br />

intermedio entre el plano fantástico de la narrativa y el plano racional <strong>del</strong> Proemio y<br />

explicita la ambigüedad de la élÆyeia pues al continuar la tradición de las ‘narrativas<br />

verdaderas’ Luciano logra denunciar su ficcionalidad.<br />

Las claves <strong>del</strong> Proemio como insustituible paratexto<br />

Narrativas Verdaderas no podría existir -no <strong>del</strong> modo en que funda la tradición<br />

de la ficción moderna- de no mediar su Proemio, que en este sentido cumple hacia el<br />

cuerpo central <strong>del</strong> relato una función insustituible. De algún modo, es hipotexto <strong>del</strong><br />

relato en sí, precisamente porque la ‘mentira’ que postula, tras revelarse teóricamente,<br />

se realiza poéticamente a los ojos <strong>del</strong> oyente/lector. Desde la perspectiva analítica<br />

propia de Genette 9 , ya en el Proemio se esbozan o presentan los elementos que harán<br />

que esta ‘historia’ funcione: gracias a él nos queda claro cuál es el ‘caso narrativo’ -el<br />

de los argonautas interespaciales comandados por Luciano/personaje y el ‘modo’ cómo<br />

el conjunto de sus aventuras se articula con el ‘relato’ que refiere la historia-, en qué<br />

‘tiempo narrativo’ -el eterno presente de la aventura griega- se dan los sucesos, en qué<br />

‘planos narrativos’ se establecerá la relación entre al acto de narrar y el hecho narrado.<br />

Sin el Proemio nos sería difícil reconstruir la relación entre lo puramente narrativo de la<br />

diégesis y lo dramático de la mímesis porque en él se plantea explícitamente la mîxis de<br />

géneros propuesta por Luciano en la mayoría de sus obras: en esta oportunidad la mîxis<br />

se configura en torno al estilo y los tópicos <strong>del</strong> género historiográfico, con sus mismos<br />

caracteres formales y sus diversos estatutos; al sumarle los rasgos de ingenio y artificio<br />

(§k toË éste¤ou te ka‹ xar¤entow), como condición necesaria y declarada <strong>del</strong> relato<br />

de ficción [NV I 2], sostiene el programa poético de las Narrativas, en conjunción con<br />

lo spoudaiogeloîon y las características de la sátira menipea.<br />

9 En Figures III, Genette (1972:73-74) llama historia al nivel de las acciones, reserva el término<br />

de relato para designar el discurso o enunciado narrativo, y denomina narración al acto de<br />

producir el relato, comprendiendo tanto la situación ficticia como la situación real de<br />

enunciación. Al respecto añade: “la poétique éprouve une difficulté comparable à aborder<br />

l'instance productrice du discours narratif, instance à laquelle nous avons réservé le terme,<br />

parallèle, de narration. Cette difficulté se marque surtout par une sorte d'hesitation, sans doute<br />

inconsciente, à reconaître et respecter l'autonomie de cette instance, ou même simplement sa<br />

spécificité: d'un côte on réduit les questions de l'énonciation narrative à celles du "point de vue”;<br />

de l'autre, on identifie l'instance narrative à l'instance d' ‘ecriture’, le narrateur à l'auteur et le<br />

destinataire du récit au lecteur de l'oeuvre. Confusion peut-être légitime dans le cas d'un récit<br />

historique ou d'une autobiographie réelle, mais non lorsqu'il s'agit d'un récit de fiction, où le<br />

narrateur est lui-même un rôle fictif, fût-il directement assumé par l' auteur, et où la situation<br />

narrative supposée peut être fort différente de l'acte d'écriture qui s'y réfère” (226)


Nos encontramos pues frente a una forma de paratexto que resulta determinante,<br />

que no cumple una función decorativa -en realidad nada lo hace para Genette-, sino que<br />

funciona como orientador de toda lectura posterior. Su carácter programático y<br />

polémico, fuera <strong>del</strong> texto <strong>del</strong> relato, se ve reforzado por el hecho de estar dotado,<br />

enfática y pleonásticamente, de la voz autorial que subraya su valor paratextual 10 . En<br />

estos términos, el Proemio da cuenta de la enunciación literaria 11 que le permite al autor<br />

expresarse, no como subjetividad sino en cuanto escritor, para dar testimonio tanto de su<br />

relato como de la comunicación entablada entre el narrador y el narratario -verdaderos<br />

protagonistas de la situación narrativa representada en el texto-, a fin de confirmar el<br />

discurso <strong>del</strong> saber <strong>del</strong> narrador como su ejecución escrita. Su estatus es el de una<br />

reflexión metadiscursiva sobre el relato fantástico: revela lo que el narrador piensa de su<br />

narración, de su finalidad y de su organización; habla de su propio quehacer, reflexiona<br />

sobre su práctica. En este sentido, la elección de personas por el yo-autor de Narrativas<br />

Verdaderas –que se torna yo-narrador y yo-personaje- van más allá de lo<br />

homodiegético 12 , dejando las huellas <strong>del</strong> artesano maduro: ese ‘tercer yo’ que escribe<br />

dialoga situacionalmente consigo mismo y con una recepción en apariencia abstracta,<br />

pero compuesta de ‘universales-concretos’ entre los que nos contamos. Nos hace<br />

presuponer un autor que opera como demiurgo libre, capaz de sintetizar la absoluta<br />

libertad creativa con el cuidado por la elección de las vetas de la piedra, por el filo <strong>del</strong><br />

punzón: la madurez ha obrado quitando a los músculos la torpeza <strong>del</strong> golpe destructor.<br />

Al presentarse explícitamente como tal 13 remite –exige se diría- a un lector implicado 14 ,<br />

10 G. Genette advierte (1972: 226): "On sait que la linguistique a mis quelque temps à<br />

entreprendre de rendre compte de ce que Benveniste a nommé la subjectivité dans le langage<br />

(1966:258-266), c'est-à-dire de passer de l'analyse des énoncés à celle des rapports entre ces<br />

énoncés et leur instance productrice -ce que l'on nomme aujourd'-hui leur énonciation. Il<br />

semble que la poétique éprouve une difficulté comparable à aborder l'instance productrice du<br />

discours narratif, instance à laquelle nous avons réservé le terme, parallèle, de narration".<br />

11 G. Genette advierte (1972: 226): "On sait que la linguistique a mis quelque temps à<br />

entreprendre de rendre compte de ce que Benveniste a nommé la subjectivité dans le langage<br />

(1966:258-266), c'est-à-dire de passer de l'analyse des énoncés à celle des rapports entre ces<br />

énoncés et leur instance productrice -ce que l'on nomme aujourd'-hui leur énonciation. Il<br />

semble que la poétique éprouve une difficulté comparable à aborder l'instance productrice du<br />

discours narratif, instance à laquelle nous avons réservé le terme, parallèle, de narration".<br />

12 Entre los prefacios citados a título de ejemplos por G. Genette en Seuils ( 1987: 154) incluye<br />

las Narrativas para advertir: "Mais el premier paragraphe de l'Histoire véritable de Lucien<br />

constituait une sorte de préface polémique, accusant de mensonge tous les récits de voyages<br />

antérieurs, à commencer par celui d'Ulysse chez les Phéaciens, et revendiquant le mérite<br />

ambigu d'une fabulation déclarée".<br />

13 Para G. Genette (1987:8-9) son manifestaciones explícitas <strong>del</strong> autor: las dedicatorias, los<br />

prólogos, las notas al texto, las intervenciones <strong>del</strong> autor insertas en la obra que aluden a ésta<br />

como mundo ficcional, con un estatuto de existencia distinto de aquel en que vive su creador y<br />

que se refieren a los personajes como entes de ficción no como entidades reales.


a quien no se gana con una convocatoria formal sino con sucesivos actos de técnica<br />

narrativa que son los que instauran su figura por medio de apelaciones a un<br />

determinado tipo de lector, y así como el autor habla en su propio nombre y se refiere a<br />

la historia que va a contar como un universo de ficción, así también el lector es<br />

nombrado para explicitar el rol que pretende que asuma en la recepción <strong>del</strong> texto. El<br />

proceso de interacción que pone en marcha la lectura se realiza entonces entre la imagen<br />

<strong>del</strong> autor que surge <strong>del</strong> texto mismo (su capacidad creativa, su intencionalidad<br />

comunicativa y argumentativa al organizar el tema tratado, su saber, su ironía, etc.) y la<br />

imagen que el autor se hace <strong>del</strong> tipo de lector hacia cuya recepción/interpretación<br />

orienta la historia narrada y los efectos que de ella se derivan. Pero la interacción no es<br />

directa sino que se encuentra mediatizada por el discurso mismo <strong>del</strong> texto de ficción, es<br />

decir, por la dimensión narrativa intratextual donde resuena la voz <strong>del</strong> narrador, que<br />

cuenta su historia y la de sus compañeros de viaje, a un narratario 15 interno. Ahora bien,<br />

el acto de lectura exige que la figura <strong>del</strong> lector implícito se encuentre actualizada en el<br />

lector real que realizará la labor de cooperación interpretativa de una forma más o<br />

menos satisfactoria al tipo de lector previsto por el autor. Es evidente que aspira a un<br />

público de doctos y eruditos (los lectores impregnados de la lectura de textos serios<br />

(to›w per‹ toÁw lÒgouw §spoudakÒsin) [NV I1], capaces de reconocer las<br />

‘alusiones’, una audiencia de pepaideuménoi, una audiencia ideal. Según los apuntes<br />

que la sociología de la literatura nos proporciona sobre las condiciones de producción<br />

literaria durante la Segunda Sofística, la obra se leía -recitaba- ante un público selecto, y<br />

sus reacciones permitían introducir cambios y adaptaciones. Desde ya que no estaba<br />

garantizado que se superase la calidad de la obra, pero sí su representatividad social; en<br />

palabras de J. L. Brandâo (o.c.:148-149):<br />

14 En Nuevo discurso <strong>del</strong> relato G. Genette aclara (1998: 102): "El autor siempre ocupa una<br />

situación privilegiada frente al lector puesto que puede llevar a cabo manipulaciones sobre él y<br />

no a la inversa. El autor adopta el lugar de sujeto y en tanto tal ocupa una posición<br />

'trascendente', en términos de Benveniste, respecto al otro. En este sentido general, el lector<br />

siempre será "un lector implicado en el texto, que se confunde, en la narración extradiegética,<br />

con el receptor, y que consiste exhaustivamente en los indicios que lo implican y, a veces, lo<br />

designan".<br />

15 Ya desde el Proemio se distingue un sujeto de la enunciación, ‘el narrador’, que se dirige a<br />

otro, ‘el narratario’. G. Genette (1972: 261) señala que puede resultar extraño asignar a un<br />

narrador otra función que no sea la narración propiamente dicha. “ Mais nous savons bien -<br />

añade- en fait que le discours du narrateur, romanesque ou autre, peut assumer d'autres<br />

fonctions”. Vincula entonces las funciones lingüísticas de Jakobson con los diversos aspectos<br />

<strong>del</strong> relato. En el Proemio de Narrativas se ejecuta, en primer plano, la función metalingüística.<br />

Autor y lector son dos instancias al margen <strong>del</strong> acto comunicativo de narrador y narratario. Ver,<br />

además, G. Prince, “Introduction à l’etude du narrataire” en Poétique 14, 1973.


“...el corpus luciánico tiene como destinatario principal las altas camadas de la sociedad de<br />

su tiempo. La propia elección de procedimientos poéticos denuncia esa destinación<br />

preferencial: mucho <strong>del</strong> efecto al que se apunta depende de las posibilidades <strong>del</strong> lector de<br />

identificar las innumerables referencias y alusiones a la literatura <strong>del</strong> pasado, cosa en principio<br />

viable apenas para las personas cultas, con formación escolar”.<br />

Veamos el parágrafo I 2:<br />

Resultaría acorde con ellos el descanso (≤ énãpausiw),si frecuentaran a aquellas<br />

lecturas que no solo ofrecerán pura seducción (cilØn tØn cuxagvg¤an), (fruto) <strong>del</strong><br />

ingenio y <strong>del</strong> humor (§k toË éste¤ou te kai xar¤entow ), sino las que presentarán un<br />

contenido no ajeno a las Musas (éllã tina ka‹ yevr¤an oÈk êmouson §pide¤jetai),<br />

como creo que estimarán desde el punto de vista de estos escritos. No solo los atraerá lo<br />

extraño (tÚ j°non) <strong>del</strong> argumento, ni la graciosa seducción de su libre elección<br />

(tÚ xar¤en t∞w proairÆsevw §pagvgÚn), ni (el hecho de) que hemos contado<br />

mentiras de todos los colores (ceÊsmata poik¤la) de modo persuasivo y verosímil<br />

(piyav«w te ka‹ §nalÆyvw), sino además (el hecho) de que cada historia alude -no<br />

excenta de comicidad- (t«n flstoroum°nvn ßkaston oÈk ékvmƒdÆtvw æniktai) a<br />

alguno de los antiguos (palai«n poiht«n) poetas, historiadores y filósofos, que han<br />

escrito muchos relatos prodigiosos y míticos (pollå terãstia ka‹ muy≈dh), los habría<br />

citado por su nombre, si no tuviera la intención de que se revelaran en tu propio caso de<br />

la lectura (§k t∞w énagn≈sevw fane›syai mellon).<br />

Así el historiador escribe para un público de críticos y especialistas de la<br />

disciplina, el narrador de Narrativas no quiere un auditorio secular de legos e<br />

inexpertos. Este público literario deberá ser lo suficientemente astuto para saber asumir<br />

la misma dimensión ambigua <strong>del</strong> pseûdos: comprender el juego ficcional y aceptar el<br />

pacto narrativo a fin de poder creer -más allá de todo filtro racionalista- todas las<br />

maravillas narradas, como también las creyeron los feacios que se dejaron seducir por<br />

los relatos de Odiseo. Nos anticipa que su relato, sin ser ajeno a las Musas<br />

(oÈk êmouson), procuraría el placer <strong>del</strong> lector distendido (≤ énãpausiw): nuevo pacto<br />

con el lector, pues lo que aparentemente encontramos es que en Narrativas Verdaderas<br />

hay libertad creativa <strong>del</strong> lector, siempre que acepte un rango de condicionamiento; ese<br />

rango, frecuentemente inusual en la prosa clásica, es el de la ficción. De este modo, en<br />

medio de la más fresca declaración de que ‘va a contar mentiras’, nos advierte de la<br />

relativa importancia de conocer los hipotextos de los que se valdrá paródicamente:


quienes se sientan en casa en la paideia los reconocerán, pero los otros –en muchos<br />

sentidos nosotros estamos entre ellos- tendrán que juzgar/gozar la obra por la obra en sí,<br />

por su inmanencia. La presunción de que el lector conoce los textos que se<br />

transtextualizan se torna plenamente explícita; el no conocerlos –o no conocerlos a<br />

todos- nos pone ante una prueba de fuego, pues firmamos a ciegas un contrato de clave<br />

de lectura. Se supone que debemos saber que Narrativas imita a tal y cual texto, y que<br />

es eso lo que nos provoca la risa. Lo curioso es que aún sin conocerlos reímos; incluso<br />

es posible que algunas de las atribuciones de hipotextos que se han intentado sean<br />

completamente erróneas. Allí entra de algún modo la superioridad <strong>del</strong> pastiche luciánico<br />

sobre la parodia textual, forma supuestamente canónica <strong>del</strong> régimen satírico griego. Tal<br />

vez no conocemos el texto madre, pero no podemos dejar de advertir las exageraciones,<br />

las marcas de estilo que construyen el efecto de saturación; en realidad, en el marco <strong>del</strong><br />

pastiche, el recurso al hipotexto nunca es completamente indispensable para la<br />

comprensión y gozo <strong>del</strong> hipertexto. La frontera <strong>del</strong> realismo –incluso de los realismos<br />

mágicos o maravillosos- se rompe, y largos pasajes de las Narrativas nos ponen ante<br />

una sensación de absurdo característica; si la percibimos hoy, educados por Ionesco, se<br />

nos hace fácil comprender el azoro medieval de Focio y la invectiva de ‘nihilista’<br />

elevada contra Luciano desde entonces.<br />

Un mecanismo complejo se encuentra así montado dentro <strong>del</strong> discurso <strong>del</strong><br />

Proemio que tiene como efecto de sentido la superación de la distancia entre el sujeto de<br />

la enunciación y su enunciado, uniendo al mismo tiempo el discurso <strong>del</strong> relato a la<br />

instancia de la lectura. Al narrador le basta con introducir el relato en estos términos<br />

para que toda la noción de realidad se vuelva problemática de repente, de modo tal que<br />

es el sistema cognitivo, valorativo, ético y estético llamado ‘literatura’ el que decide<br />

sobre la ficcionalidad de las Narrativas. La declaración liminar de falsedad ocupa todo<br />

el parágrafo I 4:<br />

...por vanagloria me esforcé en dejar algo a los venideros<br />

(aÈtÚw ÍpÚ kenodoj¤aw épolipe›n ti spoudãsaw to›w mey`É≤mçw), a fin de no ser el único<br />

privado de la libertad para narrar (§n t“ muyologe›n t∞w §leuyer¤aw); puesto que nada<br />

verdadero tenía para contar (mhd¢n élhy¢w flstore›n e‰xon) -pues no había experimentado<br />

nada digno de contarse-, para la mentira me volqué (§p‹ tÚ ceËdow), mucho más<br />

prudentemente que los otros (polÁ eÈgnvmon°steron); pues, sin duda, en una sola cosa diré<br />

la verdad, en esto: diciendo que miento<br />

(kên §n går dØ toËto élhyeÊsv l°gvn ˜ti ceÊdomai). Así creo que escapé de la<br />

acusación <strong>del</strong> público (tØn kathgor¤an) al reconocer yo mismo que no digo nada verdadero<br />

(mhd¢n élhy¢w l°gein). Escribo por tanto sobre cosas que ni vi ni experimenté o aprendí de<br />

otros


(§ grãfv to¤nun per‹ œn mÆte e‰don mÆte payon mÆte par`Éêllvn §puyÒmhn),<br />

que no existen en absoluto ni por principio pueden existir<br />

(ti d¢ mÆte ˜lvw ˆntvn mÆte tØn érxØn gen°syai dunam°nv). Por eso es preciso<br />

que mis lectores no les presten fe alguna<br />

(diÚ de› toÁw §tugxãnontaw mhdam«w pisteÊein aÈto›w).<br />

Tal afirmación subvierte el contrato inicial de escritura y pone en escena la doble<br />

faceta desplegada por la noción bajtiniana de cronotopo 16 . Hay un cronotopo interno -el<br />

tiempo/espacio de la vida representada-, y uno externo, -su representación pública-. En<br />

realidad, la pretensión luciánica de simular un relato autobiográfico tiene este caracter<br />

bifronte: por una parte, es un acto de conciencia que ‘inventa’ y ‘construye’ una<br />

identidad, un ‘yo’. Por otra, es un acto de comunicación, de justificación <strong>del</strong> ‘yo’ frente<br />

a los otros (los lectores, el público). Es imposible entender por separado ambos<br />

cronotopos: se realizan juntos, y es en la convergencia de ambos donde nace el nuevo<br />

género narrativo. Esta apertura de las Narrativas Verdaderas será entendida en el marco<br />

de un dialogismo o comprensión polifónica donde la construcción misma <strong>del</strong> sujeto,<br />

como toda construcción <strong>del</strong> héroe, se establece en el triángulo comunicativo –<br />

‘yo’/tú/acontecimiento social y procura un dialogismo social, un cronotopo donde<br />

insertar el otro cronotopo, el de la construcción <strong>del</strong> ‘yo’ como vida. Ese ‘yo’<br />

autobiográfico solamente existe en el nuevo espacio público que genera la lectura; la<br />

escritura se hace pública e inventa un ‘yo’, que presenta como verdadero a los otros,<br />

proponiendo así a sus receptores un pacto de autenticidad: No ‘Yo vi, yo escuché’, sino<br />

‘Yo proclamo, yo no vi ni escuché nada: nada me sucedió. Así, pues, no debéis<br />

creerme’. De ese modo la mixis actúa también sobre las formas de la comunicación<br />

literaria ya que, sin duda, la aparición de Narrativas Verdaderas acabó con la lectura de<br />

los relatos de viajes exóticos en los que los narradores nos hablan ‘con verdad’ de lo que<br />

han visto con sus propios ojos. Parodiándolos en el transcurso de su relato, Luciano<br />

intercala frecuentes señales propias <strong>del</strong> proceso de autentificación 17 : detalles minuciosos<br />

de los avatares <strong>del</strong> viaje, los ‘yo vi’, o bien, ‘no vi, y, por eso, no puedo contar’. Su<br />

preocupación de comprensión de su relato por su auditorio y de honradez<br />

16 “Vamos a llamar cronotopo, -dice Bajtin (1991: 237-8)-, a la conexión esencial de relaciones<br />

temporales y espaciales asimiladas artisticamente en la literatura...El cronotopo, como<br />

categoría de la forma y el contenido en la literatura...tiene una importancia esencial para los<br />

géneros...y determina también la imagen <strong>del</strong> hombre en la literatura, esta imagen es siempre<br />

esencialmente cronotópica”.<br />

17 Dolezel (1980) lo llamó ‘principio de autentificación’. La función de autentificación cumplida<br />

por el hablar narrativo, respecto a lo dicho en él o respecto a la verdad o falsedad de lo dicho


(polÁ eÈgnnvmon°steron) con respecto a la falsedad <strong>del</strong> mismo se esclarece a la luz<br />

de las observaciones de Umberto Eco, en Obra abierta (1965). Empleaba allí la fórmula<br />

de ‘obra abierta’ para referirse a aquellas en las que el destinatario pasa a ser un<br />

elemento activo, que termina por influir -determinar incluso- toda la significación final<br />

de la obra. De este modo, la obra puede avanzar hacia el lector en base a su propia<br />

apertura, desarrollando una trayectoria en la que va quedando dibujado el protagonismo,<br />

y ese protagonismo radica en el papel <strong>del</strong> lector. Si esto es realmente así: ¿resulta esta<br />

postura relevante para interpretar el Proemio con el que Luciano encabeza sus<br />

Narrativas Verdaderas? Ciertas <strong>del</strong>imitaciones practicadas por el propio Eco se nos<br />

hacen necesarias. Para empezar, Eco no aboga por una lectura posmoderna<br />

caracterizada por el ‘todo vale’; practicar infinitas lecturas de un texto no habla de su<br />

apertura sino de su vacío. No hay un lector perfecto, desde luego, pero lo que hay -<br />

debería haber- es una gama amplia de lecturas posibles, todo lo razonablemente amplia<br />

que justifique la propia estructura <strong>del</strong> texto; no hay lectura unívoca u obligatoria, pero<br />

tampoco hay infinitas lecturas legítimas. Eco señala (ibíd:19):<br />

“Una obra concebida sobre este principio, -señala Eco-, está incontestablemente dotada<br />

de una cierta ‘apertura’; el lector sabe que cada frase, cada personaje, encierra significaciones<br />

multiformes que le corresponde a él descubrir. Según su estado de espíritu elegirá la clave que<br />

le parezca la mejor y ‘utilizará’ la obra en un sentido que puede ser diferente de aquel adoptado<br />

en el curso de una lectura anterior. Ahora bien ‘apertura’ no significa ‘indeterminación’ de la<br />

comunicación, ‘infinitas’ posibilidades de la forma, libertad de interpretación. El lector tiene<br />

simplemente a su disposición un abanico de posibilidades cuidadosamente determinadas y<br />

condicionadas de manera que la reacción interpretativa no escapa jamás al control <strong>del</strong> autor”.<br />

Ahora bien: ¿conspira el Proemio de Narrativas Verdaderas contra la apertura de la<br />

obra? Como vimos, contiene la famosa declaración <strong>del</strong> autor de que va a contar<br />

mentiras, pero ésta es una de las mayores declaraciones de apertura que pudieran<br />

pensarse; si Luciano hubiese afirmado -tal como era el uso en la literatura antigua y<br />

sigue siéndolo en la inocente literatura popular- que iba a decir la verdad, la obra<br />

hubiese arrastrado un carácter cerrado. Al mismo tiempo, al decir que se trata de<br />

mentiras excluye las lecturas infinitas, pues Narrativas Verdaderas no puede ser leído<br />

como verdad convencional, ni siquiera como posiblemente verosímil. Las reglas que<br />

regían esas combinaciones se quiebran de acuerdo con la leyes de la poética luciánica:<br />

por los personajes, que se autentifica en el hablar narrativo <strong>del</strong> narrador, es el principio


la reflexión introductoria -seré verdadero diciendo que miento- tiene, justamente, la<br />

función de crear, a través de un nuevo encuadre, la perspectiva de crisis necesaria para<br />

situar al lógos de las Narrativas en una esfera propia<br />

(§n t“ muyologe›n t∞w §leuyer¤aw), en la que el criterio de verdad inherente al lógos<br />

<strong>del</strong> historiador, <strong>del</strong> filósofo o <strong>del</strong> retor deja de ser funcional. Cabría preguntarse qué<br />

esfera es esa que reclama la ákratos eleuthería, propia de la poesía, de la pintura y de los<br />

sueños, sin ser poesía, pintura o sueño. Se trata, simplemente, de la esfera <strong>del</strong> discurso<br />

ficcional en prosa, que en la época <strong>del</strong> segundo siglo se afirma también a través de la<br />

paradoxografía y de la novela. La ficcionalización <strong>del</strong> ‘yo’ autobiográfico y la<br />

disolución de las fronteras entre texto de ficción y texto de no ficción, se inserta aquí en<br />

otro contexo: la ruptura de los límites de los géneros y la progresiva literaturización <strong>del</strong><br />

propio discurso. En el mismo momento en que la prosa se expande hacia una esfera <strong>del</strong><br />

discurso que reclama diferenciarse de la historia y de la filosofía, se plantea el problema<br />

de lo que es verdadero y lo que no lo es. Ese rango ficcional<br />

(§p‹ tÚ ceËdow §trapÒmhn) está, de alguna manera, sobredeterminado por las<br />

restricciones a la lectura que impone el texto <strong>del</strong> Proemio, que nos previene contra lo<br />

fictivo de aquellos discursos que modifican la verdad de los acontecimientos en<br />

determinado momento histórico y con una cierta intencionalidad. En tanto, el pseûdos,<br />

núcleo de la ficcionalidad luciánica, desnuda la estrecha relación <strong>del</strong> relato con los<br />

constituyentes de la situación comunicativa: narrador, lector y zonas de referencia, y<br />

ostensiblemente evita enmarcar su creación en las redes aristotélicas de lo que podría<br />

suceder (àn génoito), o es posible que suceda según lo que es verosímil (tò eikós) o<br />

necesario (tò anankaîon) [Poética 1451b]. Basta en este caso que el narrador sea ficticio<br />

-como en el caso de las Narrativas, en tanto novela no autobiográfica en el sentido<br />

estricto <strong>del</strong> término-, para que el texto en su totalidad se ficcionalice. Los pentagramas<br />

<strong>del</strong> principio de autentificación de lo maravilloso-fantástico, contra toda apariencia,<br />

están en esta obra perfectamente ajustados a la melodía que se pretende, -lograda en<br />

base a la máxima distancia de dos octavas como reclama la poética luciánica18-, y<br />

fundamental que gobierna la existencia misma de los mundos narrativos en las obra de ficción.<br />

18 En Cómo se debe escribir la historia [7] afirma: “Ignoran que no un itsmo estrecho, sino un<br />

inmenso muro separa la historia <strong>del</strong> elogio; ó como dicen los músicos, hay entre ellos dos<br />

octavas de intervalo...”. La misma frase la hallamos en Eres un Prometeo en tus discursos [6]<br />

donde construye su poética como una mîxis <strong>del</strong> diálogo filosófico y la comedia: “...por decirlo al<br />

modo de los músicos, <strong>del</strong> punto más agudo al más grave había dos octavas de diferencia”.<br />

Enorme amplitud existente entre el ‘do’ más grave de la primera octava y el ‘si’ más agudo de la<br />

segunda.


justificados internamente. Acentuando el carácter paródico <strong>del</strong> relato y considerando los<br />

procedimientos de parodia-pastiche como elementos fundamentales de la evolución<br />

literaria, Narrativas Verdaderas subraya los principios de su construcción, ya que las<br />

aventuras de los personajes y los elementos fantásticos que se inician en el parágrafo I<br />

5 no son sino una parte de la narración, y quizás no la más significativa de la obra. Sus<br />

parodias se definen en la pura diferencia de las identidades textuales, o como producto<br />

de una interacción en el curso <strong>del</strong> relato. En el primer caso, las Narrativas Verdaderas<br />

producirán un efecto canónico: el ‘desfiguramiento burlón’. En el segundo, el efecto<br />

será de modificación en la lectura de los textos A –parodiados-, ya que se introduce de<br />

ahora en más una lectura diferente de los mismos. Al conocer lo parodiado/pasticheado<br />

o entender de qué se trata ante el menor guiño incluido por el autor, destinado a activar<br />

la memoria <strong>del</strong> receptor (y Luciano solía hacerlos muy bien) se produce un fenómeno de<br />

potenciación de efecto; de lo contrario, el efecto disminuye o se pervierte, lo que puede<br />

dar lugar a interpretaciones también sugestivas pero completamente ausentes de la<br />

intencionalidad <strong>del</strong> autor. No podemos adentrarnos en este fascinante fenómeno de las<br />

lecturas inversas, pero al menos debemos consignar que el mismo Luciano fue<br />

demonizado en la Edad Media, pero en forma igualmente injusta fue leído como<br />

‘moralista’ en el Renacimiento por algunos de sus primeros traductores al latín y a sus<br />

dialectos, tal vez por no captar sus ironías; como corresponde a la soberbia de nuestro<br />

tiempo -y sin decirlo, naturalmente-, vamos a manejarnos con la idea de que la lectura<br />

correcta es la de ‘hoy’.<br />

El hecho de que proclamadamente Luciano en las Narrativas no escribe historia<br />

-ya que miente-, refuerza la importancia de la pieza paratextual que lo pregona, como<br />

debieran haberlo confesado Ctesias de Cnido y Yámbulo y, por supuesto, también<br />

Heródoto, que se halla junto a ellos en la Isla de los Impíos [NV I 2; II 31] 19.<br />

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MARSH, David (2001), Lucian and the Latins, Michigan.<br />

3. “El problema de la verdad en la ficción novelística (Apuleyo,<br />

Metamorfosis)<br />

Prof. María Eugenia Crogliano<br />

A diferencia de la filosofía, la ficción en prosa para la que la Antigüedad no<br />

tenía un nombre específico y nosotros llamamos novela, parece no privilegiar la verdad<br />

sino el entretenimiento. La voz que dice el prólogo de las Metamorfosis de Apuleyo


promete caricias para el oído -I.1 ‘...aures... tuas beniuolas lepido susurro<br />

permulceam...’ Y agrega: I.1. ‘Lector intende: laetaberis’. El protagonista y narrador,<br />

Lucio, como los discípulos de los filósofos, emprende, en su caso sin ser muy<br />

consciente de ello, por lo menos al comienzo, un arduo camino que lo conducirá al<br />

encuentro consigo mismo y con su “verdad”. Llegado al término de su trayecto, de<br />

manera inesperada, le es revelado el sentido, la verdad de lo que le ha ocurrido y la<br />

identidad de quien ha sido, sin que él lo supiera, su guía y maestra: la diosa Isis. La<br />

cuestión de la “elaboración de sí por sí mismo” que se plantea la filosofía antigua -<br />

principalmente a partir <strong>del</strong> helenismo y en Roma-, alentada por el “hablar claro” <strong>del</strong><br />

maestro, la parresía, parece encontrar otros cauces en la novela: la diosa Isis no le<br />

habla claro a Lucio para que emprenda una indagación de sí mismo que lo conduzca a<br />

la verdad, sino por medio de oscuros indicios y advertencias que ni él ni nosotros, los<br />

lectores, estamos en condiciones de interpretar correctamente, hasta que, en el<br />

desenlace, aparece para revelar, como decíamos. la “verdad”.<br />

La parrhesía en la tradición filosófica helenística y romana- Breve síntesis<br />

En la filosofía helenística y en sus desarrollos posteriores, siglo I y II d.C., se<br />

configuró una particular significación para el término parresía - que los romanos<br />

tradujeron como libertas.<br />

Nosotros haremos, en primer término, una breve síntesis relativa a algunos<br />

aspectos que esta noción manifestó en el discurso filosófico <strong>del</strong> período, para luego<br />

abordar la cuestión de la “verdad” en el universo de la ficción novelesca. En tal<br />

sentido nos servirá de inestimable ayuda la obra de Michel Foucault, La hermeneútica<br />

<strong>del</strong> sujeto, recientemente traducida al español. Foucault examina allí el particular<br />

significado de parresía tal como aparece registrado en la obra de distintos filósofos <strong>del</strong><br />

período comprendido entre el siglo I y II d.C. La parresía implica apertura <strong>del</strong><br />

corazón, franqueza; constituye un principio ético fundamental en la dirección de<br />

conciencia por parte <strong>del</strong> maestro de filosofía a cargo de su discípulo (Foucault: 142).<br />

Es, en este sentido, una especie de relación social que introduce una nueva ética en la<br />

relación verbal con el Otro, un principio de comportamiento verbal necesario en la<br />

práctica de la dirección de conciencia (Foucault: 167). Es una técnica que le permite al<br />

maestro intervenir activamente, por medio de la palabra de verdad, en la tarea de


transformación de su discípulo. Epicuro admite incluso la posibilidad de decir<br />

proféticamente las cosas útiles, aún a riesgo de no ser comprendido. Es decir, se<br />

refiere a un tipo de discurso que puede a veces decir la verdad oscuramente, como los<br />

oráculos, pero que también se propone la transformación <strong>del</strong> sujeto (Foucault: 237-38).<br />

En esa tarea de transformación emprendida por la palabra de verdad <strong>del</strong> maestro,<br />

el discípulo, por su parte, debe prestar su colaboración volviendo la mirada hacia sí y<br />

desviándola de los otros, debe sustituir la curiosidad malsana hacia los otros y “abrir<br />

los propios cofres”, afirmaba una expresión proverbial (Foucault: 218 ss.).<br />

Hubo además distintos tipos de planteos con respecto a esta cuestión <strong>del</strong><br />

autoconocimiento y la conversión a sí que debe asumir el discípulo. El mo<strong>del</strong>o<br />

helenístico, heredado por los romanos, entiende que, en esta tarea de autoconocimiento<br />

y conversión, el yo se constituye como el verdadero objetivo a alcanzar (Foucault:<br />

252) En la consecución de este objetivo, el hombre obtiene la libertad que consiste<br />

fundamentalmente en huir de la propia servidumbre (Foucault: 264), la más pesada<br />

de todas las servidumbres.<br />

El yo, así liberado, puede despreciar todos los bienes y honores materiales y<br />

fugaces, y mirar al mundo desde arriba. Pero, ¿cómo se alcanza este conocimiento,<br />

esta conversión a sí? Por medio de la práctica de la verdad (Foucault: 304): conocer,<br />

decir, practicar la verdad. Esta práctica está vinculada en primer término con la<br />

capacidad, la disposición correcta <strong>del</strong> discípulo, para escuchar la verdad, la<br />

parresía, la libertas según los romanos, cuya expresión es privativa <strong>del</strong> maestro<br />

(Foucault: 349) En este sentido, la clase de filosofía debe transformarse en una suerte<br />

de actividad terapéutica, por medio de la cual la virtud potencial que reside en cada uno<br />

de nosotros, es activada por las palabras de verdad que se reciben por intermedio <strong>del</strong><br />

oído... Despertamos por obra de la palabra (Foucault: 318 ss) ¿Cuál es, a su vez, la<br />

mejor disposición de escucha? El silencio. El charlatán deja correr el discurso de<br />

verdad sin retenerlo (Foucault: 327).<br />

Aspectos de la parresía en las Epístolas a Lucilio de Séneca<br />

Entre las diversas obras analizadas por Foucault relacionadas con la<br />

configuración de esta noción de parrhesía, figuran algunas de las Epístolas a Lucilio de<br />

Séneca, sobre la base de las cuales es posible añadir otros aspectos de la cuestión.


En la Ep. 29, desde su lugar de maestro de Lucilio, Séneca advierte entre otras<br />

cosas, que sólo hay que hablar al que tenga el propósito de escuchar – ‘... nulli ...nisi<br />

audituro dicendum est...’. Los filósofos callejeros cínicos han hecho un mal uso de la<br />

libertas -‘...libertate promiscua usi sint...’- al amonestar indiscriminadamente a<br />

cuantos les salían al encuentro. Sin embargo, la sabiduría es un arte que no abandona<br />

ni siquiera a aquellos de los que desespera e intenta en ellos recursos extremos –‘... in<br />

ipsa desperatione extrema remedia temptet.’<br />

En la Ep. 40 el maestro condena el discurso que la turba aprueba porque no<br />

contiene verdad y sólo está dirigido a arrebatar los oídos -‘haec [oratio] popularis nihil<br />

habet ueri. Mouere uult turbam et inconsultas aures impetu rapere...’<br />

Por fin, en la Ep. 75, considerada por Foucault como una exposición muy<br />

completa de lo que significa el concepto de parresía o libertas para los romanos,<br />

Séneca agrega otro aspecto fundamental: en las conversaciones con su discípulo debe<br />

primar no el <strong>del</strong>eite sino la utilidad -‘non <strong>del</strong>ectent uerba nostra, sed prosint...’.<br />

La parresía en el texto novelesco<br />

Las Metamorfosis de Apuleyo constituyen un texto de ficción en prosa en el que<br />

su protagonista, Lucio, narra la extraordinaria aventura a que lo ha conducido su<br />

inmoderada curiosidad por la magia y la hechicería. Un desafortunado intento de<br />

transformarse en ave lo deja convertido en asno y, bajo esta animalesca apariencia,<br />

pasará por la mano de diferentes amos, sufrirá todo tipo de maltratos y vejaciones,<br />

hasta finalmente recuperar su verdadera identidad gracias a la milagrosa e inesperada<br />

intervención de la diosa Isis.<br />

La causa de las desdichas de Lucio ha sido fundamentalmente su curiosidad<br />

malsana. Lucio narrador, al evocar los comienzos de su extraordinaria aventura,<br />

recuerda justamente la impaciente curiosidad con que observaba cada cosa en búsqueda<br />

de indicios de magia y encantamientos - M.II.1. Nadie estaba más ajeno entonces <strong>del</strong><br />

mandato filosófico relativo a la búsqueda de sí, a la necesidad de volver la mirada<br />

hacia sí mismo y desviarla de los otros (Foucault: 218 ss. ). Su objetivo era justamente<br />

el contrario, y la falsa apariencia de asno que adquiere como consecuencia de su<br />

inmoderada curiosidad por la magia, implicaba algo así como la materialización más<br />

evidente de ese deseo apasionado: transformado en asno, nadie sospecha de la


verdadera identidad que se esconde bajo la apariencia, y Lucio puede saciar su<br />

curiosidad por los otros, no por sí mismo. Lucio asno vive sometido a distintos amos,<br />

crueles y brutales, pero, sobre todo, sometido a la perniciosa servidumbre de su propia<br />

curiosidad por el mundo exterior.<br />

Recién cuando llegue al final de sus desventuras, liberado por voluntad de Isis,<br />

Lucio dejará de ser el sufrido actor de su historia para transformarse en su narrador. En<br />

términos de la ficción novelesca, se podría afirmar entonces que la instancia<br />

equivalente <strong>del</strong> mirar desde arriba propio de quien ha alcanzado la sabiduría,<br />

consiste en convertirse en narrador.<br />

Por otra parte, el héroe novelesco debe padecer las consecuencias de su propia<br />

servidumbre en entera soledad. En este sentido, su identidad de asno es también una<br />

penosa materialización de su completo estado de aislamiento. Cuando alguna vez<br />

quiere expresar su angustia, sólo atina a rebuznar –M. III. 29- y el maestro que le<br />

hable la verdad sólo aparecerá mucho después. Por eso Lucio, inicialmente huérfano<br />

de esa dirección espiritual, ya desde el primer tramo de su accidentado viaje, presta<br />

sus oídos temerarios para escuchar a los circulatores, los cuenteros callejeros que<br />

narran historias de brujas y hechiceras, poco creíbles para los hombres bien educados –<br />

M. I.1 ss- y que, en el discurso novelesco son el equivalente de aquellos filósofos,<br />

también callejeros, de que hablaba Séneca, que estimulaban indiscriminadamente las<br />

emociones irracionales de sus ocasionales oyentes, haciendo un mal uso de la verdad,<br />

libertate promiscua... Sólo al final de la historia advertiremos, Lucio y nosotros, los<br />

lectores, que en esas mentirosas historias de brujas y hechiceras se escondían indicios<br />

y advertencias, que, en realidad, de manera equiparable a la doctrina epicúrea, una<br />

voz estaba diciendo la verdad oscuramente, y no estábamos todavía preparados para<br />

interpretarla, atentos únicamente al <strong>del</strong>eite que prometía el prólogo y no a la utilidad.<br />

Sin embargo, Lucio, todavía bajo su sufrida condición de asno, llega a admitir<br />

que el raro privilegio que le ha conferido esa circunstancia, si bien no lo ha hecho tan<br />

prudente como Odiseo, lo ha vuelto “sabedor de muchas cosas” – M.IX.13. Pero esta<br />

es, en todo caso, una sabiduría práctica, no buscada por la iniciativa de quien está en<br />

la indagación de sí mismo, es una sabiduría que le ha sido impuesta desde afuera, por<br />

la fatalidad <strong>del</strong> error que lo transformó en asno. Es además todavía una sabiduría<br />

sobre los otros, no sobre sí mismo.<br />

La verdadera y definitiva sabiduría será conquistada al final. Cuando sus<br />

tribulaciones hayan alcanzado un límite ya intolerable, Lucio, tan milagrosamente


como se había transformado en asno, recupera su verdadera identidad y recibe en forma<br />

simultánea la revelación de que quien ha seguido con mirada providente toda su<br />

accidentada experiencia y ha dispuesto finalmente liberarlo, es la diosa Isis. Lucio, y<br />

nosotros lectores, descubrimos en el Libro XI, que, en realidad, Lucio no ha estado<br />

sólo, sin guía ni maestro, sino tan sólo puesto a prueba, sin que él y nosotros lo<br />

sospecháramos, por Isis. Su acceso al conocimiento de la verdad, entonces, no se ha<br />

desarrollado en la forma de una lenta y gradual adquisición bajo la guía de la palabra de<br />

verdad <strong>del</strong> maestro, sino a través de una revelación inesperada y maravillosa, a partir<br />

de la cual se supone que Lucio, bajo su nueva identidad de iniciado en el culto de Isis,<br />

comenzará a progresar en un sendero de sabiduría al término <strong>del</strong> cual la diosa le<br />

prometerá incluso la inmortalidad. Esta revelación, además, obliga a Lucio y a<br />

nosotros lectores, a transformarnos en lectores segundos de todo lo ocurrido, puesto<br />

que, recién a partir de una relectura de la obra, iremos descubriendo en toda esa<br />

extraordinaria historia que va a transformar a Lucio en narrador, los indicios <strong>del</strong><br />

mensaje divino. Este mensaje, descubrimos, se ha expresado no por medio de la<br />

verdad propia de la parresía, la libertas, sino en forma de una alegoría: el sentido<br />

literal, insuficiente, de la historia, aparente como la identidad <strong>del</strong> falso asno, se<br />

desvanece al final de la historia para dejar paso a un sentido más profundo y cercano a<br />

la verdad (Beristáin: 25): un sentido religioso.<br />

Frente a la parresía, a la libertas, propia <strong>del</strong> texto filosófico, la ficción<br />

narrativa trabaja sobre la ambigüedad - el sentido religioso tampoco es enteramente<br />

concluyente-, amplía los niveles de lectura <strong>del</strong> texto, crea un efecto de incertidumbre<br />

que constituye justamente una de las marcas <strong>del</strong> texto literario.<br />

Además, el acceso al conocimiento de sí mismo Lucio no lo adquiere por<br />

medio de la palabra de verdad de un maestro que lo guíe en el gradual ascenso a la<br />

sabiduría, camino en el cual el maestro debería haber tenido un papel protagónico a<br />

través de la palabra y el exemplum. Recordemos que en el discurso filosófico la<br />

responsabilidad central en cuanto a la parresía, la libertas, el hablar con la verdad, a<br />

fin de que ésta dé su fruto, recae en la figura <strong>del</strong> maestro. Tal el caso de las Epístolas<br />

de Séneca: sólo a través de la palabra <strong>del</strong> maestro sabemos cuánto avanza Lucilio en el<br />

camino que conduce a la sabiduría.<br />

En el texto novelístico, en cambio, el protagonista, llegado ya al tramo final de<br />

su camino solitario y lleno de calamidades, todavía persiste en el extravío de creer que<br />

sus desdichas se deben sólo a la crueldad de la Fortuna - M. XI.12 ‘...adluctantem mihi


saeuissime Fortunam...’. Recién entonces, en esta instancia suprema, en medio de una<br />

reiterada serie de sueños proféticos – cf. el decir oracular de Epicuro- y apariciones de<br />

la divinidad, un sacerdote de Isis le revela la verdad: más que la crueldad de la<br />

Fortuna, ha sido su propia conducta -XI. 15 ‘...seruiles uoluptates... curiositatis<br />

improsperae sinistrum praemium...’- la que lo ha llevado a tal grado de infelicidad. En<br />

forma, pues, realmente milagrosa y en un corto lapso de tiempo, Lucio es redimido de<br />

sus faltas, pero no por medio <strong>del</strong> autoexamen de su conducta, inducido por la palabra<br />

de verdad de un maestro, sino a través de una oscura experiencia que sólo adquiere su<br />

sentido definitivo al serle revelada la verdad <strong>del</strong> proyecto divino. A partir de entonces,<br />

y esto es lo decisivo con respecto a la diferencia entre discurso filosófico y texto<br />

novelesco, la obligación de decir la verdad recae no en el que debió haber sido su<br />

maestro, no en el sacerdote servidor de Isis, sino en el propio Lucio: M. XI. 15.<br />

‘Videant inreligiosi –uideant et errorem suum recognoscant...’, proclama en cuanto<br />

empieza a comprender el sentido <strong>del</strong> mensaje que le está siendo revelado. Y es tan<br />

extraordinaria la revelación recibida que Lucio, en un sesgo metaléptico que lo<br />

transporta un momento fuera de su historia, se dirige al lector <strong>del</strong> cual sospecha que<br />

debe de estar tan ávido de saber como lo ha estado él mismo -M.XI.23 ‘...Quaeris<br />

forsitan satis anxie, studiose lector, quid deinde dictum, quid factum...’. Pero Lucio,<br />

que ha asumido plenamente su obligación de maestro de verdad, sabe que la revelación<br />

que puede hacer es limitada: sólo está al alcance de los iniciados en el culto. Por lo<br />

tanto, toma la precaución de no incurrir en impia loquacitas y de no tentar ahora la<br />

temeraria curiositas <strong>del</strong> lector. Sin embargo, con respecto a lo que puede contar,<br />

promete hablar la verdad: XI.23. ‘Igitur, audi, sed crede, quae uera sunt.’<br />

Afirmación que termina de adquirir su real significado –dentro de la ficción novelescasi<br />

recordamos que, apenas iniciado el relato, Lucio había sido seducido por un relato<br />

de magia y brujería acerca <strong>del</strong> cual defendía con vehemencia la credibilidad que le<br />

merecía, aunque luego va a quedar demostrado, como con otros episodios posteriores,<br />

que no ha sabido interpretar el sentido correcto de advertencia que dichos sucesos<br />

contenían. La verdad en la que creía Lucio como actor <strong>del</strong> relato, Lucio narrador nos<br />

demuestra que ha sido falsa y, en cambio, la verdad verdadera es aquella de la que nos<br />

puede decir muy poco porque no está permitido decirla y porque ya se acaba la historia.<br />

En consecuencia, al menos como narrador, Lucio resulta estar mucho más interesado<br />

en el relato de esa verdad falsa de la que, como señalábamos más arriba, incluso<br />

admite haber adquirido una sabiduría en cierto modo comparable a la de Odiseo. A


diferencia de las Confesiones de San Agustín en las que el narrador “invade su pasado<br />

como un territorio enemigo en el que debe valerse <strong>del</strong> auxilio divino para destruir hasta<br />

el mínimo vestigio de los pecaminosos placeres <strong>del</strong> pasado” (Winkler: 141), el<br />

narrador de las Metamorfosis, aunque ya definitivamente transformado en sacerdote de<br />

Isis, y desde el lugar de maestro que adquiere, se complace en hablar mucho más<br />

extensa y minuciosamente de la verdad falsa de su vida pasada, que de la verdadera<br />

que se le revela al final y le obliga a reevaluar todo lo anterior<br />

Foucault plantea que en el discurso filosófico que el maestro de verdad dirige a<br />

su discípulo, hace coincidir al sujeto de la enunciación con el sujeto de los actos. En<br />

otras palabras, predica con el ejemplo: “Tú ves en mí esta verdad que yo te digo”<br />

(Foucault: 388-89). En la novela, en cambio, el que predica es el discípulo, no el<br />

maestro, y predica no con la verdad sino con el error: “Tú has visto en mí este error<br />

que yo te digo para que la pases entretenido y, eventualmente, reconozcas tu propio<br />

error.” En eso consiste su verdad. Además, como proponíamos más arriba, no ha<br />

dicho, no ha hablado su error con franqueza, sino por medio de la ambigüedad propia<br />

de la alegoría, para obligarnos a volver a leer toda la historia de su error y así ¿mejor<br />

enseñarnos la verdad? ¿O para que volvamos a disfrutar <strong>del</strong> entretenimiento?<br />

Bibliografía<br />

Ediciones<br />

Apulée. Les Métamorphoses. Tome I (Livres I-III); tome II (Livres IV-VI);<br />

tome III (Livres VII-XI). Texte établi par D.S. Robertson et traduit par<br />

P. Vallette. Paris, Les Belles Lettres, 1940, 1965, 1945<br />

Sénèque. Lettres à Lucilius. Tome I (Livres I-IV); tome III (Livres VIII-<br />

XIII). Texte établi par F. Préchac et traduit par H. Noblot. Paris,<br />

Les Belles Lettres, 1959 y 1957<br />

Bibliografía general y específica<br />

Beristáin, H. Diccionario de retórica y poética. México, Porrúa, 1997<br />

Foucault, M. La hermenéutica <strong>del</strong> sujeto. México, F.C.E., 2002. Trad. de H.<br />

Pons<br />

Winkler, J.J. Auctor & Actor. A Narratological Reading of Apuleius’s Golden<br />

Ass. Berkeley-Los Ángeles-Oxford, University of California Press, 1991

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