Mayo de 2009 - El Pitic

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2 DIRECTORIO El hombre joven no tiene memoria Más tarde, goza al recordar vivencias pasadas. Y mucho más tarde, vive de ellas. Editor Arnoldo Salazar Woolfolk+ Verónica Salazar Coker. salazarw42@hotmail.com Tel. 217-05-90, 217-23-80 Redacción Fernando Andrade Domínguez H. Rangel Lugo No. 139 esq. 5 de Mayo. Barrio La 5 de Mayo. Tel. 217-28-04, 215-34-56 y (6621) 73-81-22 andrade_nando@yahoo.com Distribución Alberto Murray Tapia Fernando Murray Cázares Lic. Armando Gastélum Alcaraz Impreso en los talleres de Editorial El Auténtico, S.A. de C.V. Reg. en Trámite SITIOS DONDE PUEDE TOMAR SU EJEMPLAR GRATUITAMENTE Farmacia Cruz Rosa, L. D. Colosio y Yáñez (212-00-81) Núñez Carnes, S.A de C.V. Blvd. Morelos No. 299, Local 36 (210-48-88) Hotel Suites Kino, S.A. de C.V. Pino Suárez No. 151 Sur, Centro. COPICENTRO XEROX Calle Segunda de Obregón No. 134 (213-76-79) SOCIEDAD SONORENSE DE HISTORIA Casa Uruchurtu Rosales No. 123 entre Elías Calles y Monterrey, Col. Centro Librería Milenio 2000 Gastón Madrid No. 22 Casi. esq. con Matamoros (213-11-99) ABARROTES VENTURA Rangel Lugo con 5 de Mayo PANADERIA LA GUADALUPANA Rangel Lugo No. 1122 OXXO Revolución y Tamaulipas Abarrotes PALAFOX Zacatecas y Manuel González RADIO SONORA Obregón No. 46 RESTAURANT “EL CORRAL” MARISCOS EUSEBIO FRANCISCO KINO: DE CARA A LA HISTORIA P ocos personajes han brillado con luz propia en la historia de Sonora como el Padre Eusebio Francisco Kino, sacerdote jesuita nacido el 10 de agosto de 1645 en la aldea italiana de Segno, provincia de Trento y quien a partir de 1687 sería ampliamente conocido en el panorama misionero del norte de Sonora y sur de Arizona. Este extenso territorio que el Padre Adamo Gilg; compañero de Kino, bautizaría como “Pimería Alta”, constituía desde tiempos inmemoriales el hábitat de los indígenas pimas y pápagos, que levantaban sus aldeas en las márgenes de los escasos ríos y arroyos donde podría haber mayores posibilidades de practicar su rudimentaria agricultura de la que dependían primordialmente. Kino llegó a la frontera de la Pimería en 1687, al pueblo de Cucurpe, entonces considerado el linde de la civilización europea. Ahí terminaba el mundo cristiano; más allá estaba la geografía incierta, miles de kilómetros cuadrados de tierras semicalcinadas a causa de la intemperie, carentes de recursos naturales suficientes, sobre todo de agua, siendo pues, un verdadero reto para todo recién llegado. Acompañado por el Padre vi- sitador Manuel González y José Aguilar, encargado de la misión de Cucurpe, partieron el 13 de marzo del mismo año río arriba al sitio donde empezaría su ministerio, la aldea pima de Cosari que bautizaría con el nombre de Nuestra Señora de los Dolores, piedra angular de una cadena de misiones que cubrirían la Pimería. Se necesitaba un milagro y muchísimo esfuerzo para transformar aquellos parajes tan expuestos a los ataques apaches en floridos vergeles, pero el buen padre no sólo llevaba un mensaje de fe, sino también nuevas formas de vida, que incluían la ganadería mayor y menor, y otros Hermosillo, Son., Mayo del 2009 “MISIONES DE SONORA” Tomado del libro del mismo nombre de las págs. 125 a la 138 Autores: José Rómulo Félix Gastélum Notas Históricas Marco Antonio Félix Bernal (+) Grabados. Cripta del padre Eusebio Francisco Kino, S.J. por Marco Antonio Félix Bernal. satisfactores nunca antes asequibles a los pimas (trigo, árboles frutales, legumbres, verduras) que los pondrían con mayor seguridad a salvo del hambre en la impredecible naturaleza sonorense. Bajo su dirección, sus feligreses no sólo conocieron los misterios de las enseñanzas cristianas, también realidades prácticas en ocasiones más importantes que los aspectos filosóficos. El mundo que el Padre Kino vislumbrara empezaba a dar frutos y, muy pronto, “la madre de las misiones” como llegó a ser llamada Nuestra Señora de los Dolores, se transformó en un emporio agropecuario, artesanal y manufacturero cuyos alcances facilitarían paso a paso, el avance misional al norte y noroeste de la Pimería. La humilde aldea indígena donde había plantado la semilla de sus sueños, contaba para 1695 con una iglesia adecuadamente equipada con la necesaria parafernalia; la misión agrupaba grandes rebaños de ganado mayor y menor y bueyes para las tareas de labranza, tenía sembradíos y huertas con membrillos, higos, granadas, peras, uvas, melocotones; talleres de herrería y carpintería, molino de agua, trigo y maíz, manadas de mulas y caballos, además del elemento humano que hacía funcionar ese pequeño gran VISITE NUESTRA PAGINA WEB: Fotos y artículos varios www.periodicoelpitic.com
Hermosillo, Son., Mayo del 2009 Misiones de... mundo que el padre había forjado, auxiliado por sus “amados hijos”, como solía llamar a los pimas. De allí en adelante, los logros materiales y espirituales de la misión serían los cimientos de todo un rosario cristiano que se extendería siguiendo el curso de los ríos, cuyos nombres, al igual que los pueblos evangelizados surgidos a sus orillas, con sus escasas excepciones perduran, todavía. Van naciendo así, a lo largo de veinticuatro años de apostólicos afanes, casi igual número de establecimientos misionales y que ahora conforman la llamada “Ruta de las misiones del Padre Kino”, localizada entre dos naciones. Pero el Padre Eusebio Francisco Kino tenía también otras habilidades: su formación universitaria lo había puesto alguna vez en el camino de la ciencia y así, investido con ese conocimiento, pudo hacer su primer viaje al noroeste de la Nueva España como cosmógrafo, cuatro años antes de pisar suelo de la Provincia de Sonora. Estando en Baja California, en la expedición comandada por el almirante Isidro de Atondo y Antillón, que al final de cuentas fracasó, se enfrentó a un detalle sin importancia entonces, pero que años más tarde le daría la respuesta a una pregunta que tenía siglos sin solución pública segura: La verdadera naturaleza de la California: ¿Isla o Península? Durante su corta visita al Océano Pacífico fue cuando los indígenas mostraron unas curiosas conchas azules de abulón, las cuales sólo se conocían en las costas califórnicas. Años después, ya de misionero en Sonora volvió a ver conchas idénticas en manos de los indígenas pimas, mandadas a Kino por el gobernador de los cocomaricopas del río Colorado, quienes le señalaron dónde y cómo las obtenían. Obviamente tenía que haber una comunicación terrestre hacia la California, pero había que probarlo. Y lo hizo; después de caminar por lugares desolados que sólo los indígenas conocían, sufriendo junto a ellos y sus compañeros el tormento de la sed, el hambre y la incertidumbre. El resultado final fue el enriquecimiento de la cartografía del noroeste, campo en el que el Padre Kino volvió a lucir sus habilidades sin proponérselo. Y así, la “realidad” mítica tuvo que ceder el paso a la realidad científica. Pero el Padre Kino, pese a su indiscutible grandeza, era también un hombre y, como tal, no sólo había sentido en carne propia las envidias y la incomprensión de mucha gente, sino en igual forma los zarpazos de la inhóspita naturaleza sonorense, con su calor, frío, aguaceros o falta de ellos, o peor aún, la pérdida de seres queridos como su compañero Francisco Xavier Saeta, asesinado por los pimas. Todo esto debió pesar alguna vez sobre el ánimo y el físico de Kino, como se llega a traslucir enciertos documentos salidos de su propia mano, o las de sus contemporáneos, sin que por eso haya sido menguado en su propósito de llevar mejores oportunidades de vida a todos sus congregados, emulando con su trabajo a otras figuras señeras que dejaron huellas similares en la Historia de México: Bartolomé de las Casas, Fray Bernardino de Sahagún o Vasco de Quiroga. Así continuó su labor el incansable jinete, recorriendo los caminos de la Pimería consolidando sus conversiones, siempre pendiente de todo, portando su fe inquebrantable como escudo contra la adversidad que tantas veces lo acompañó; y sus anhelos se hicieron realidades, quedando los nombres de Cocóspera, San Ignacio, Magdalena, Caborca, Tubutama y muchas más para recordarlo. Pero aquel que fue “Constructor de pueblos” como también ha sido llamado indistintamente “Apóstol de los Pimas”, sacudió por última vez sus sandalias del polvo del camino al encontrarse en la misión de Santa María Magdalena de Buquivaba a donde había ido, invitado por su hermano en fe el Padre José Agustín de Campos, para la dedicación de la nueva iglesia que se estaba construyendo. El Padre Kino murió a media noche del 15 de marzo de 1711, con la paz y humildad acostumbradas; ya que su vida se extinguió pero su obra trascendió al hombre, ya que para donde quiera que volteemos viajando por el norte de Sonora y sur de Arizona, encontraremos las huellas que dejó el incansable misionero de a caballo, a su paso firme por la Pimería. San Pedro y San Pablo de Tubutama, Sonora, México 1935, Julián D. Hayden y Marvin H. Deshler, Bibl. Paul M. Roca 1967. EN BUSCA DE UN GIGANTE La segunda parte de la historia no fue escrita por Kino, aunque seguía siendo la figura central. Se debe a los esfuerzos combinados de un selecto grupo de investigadores a quienes el Secretario de Educación Pública de ese tiempo, licenciado Agustín Yáñez, encargó la tarea de localizar los restos mortales del venerable misionero para prodigarle los honores merecidos. Se sabía donde había sido enterrado porque su acta de defunción lo señalaba claramente, pero el problema al que se enfrentaban era: ¿dónde había sido sepultado Kino por el Padre José Agustín de Campos? Existían al respecto numerosas conjeturas que habían motivado a otros interesados desde el Dr. Herbert E. Bolton en 1919, hasta particulares codiciosos deslumbrados por el oro que suponían acompañaba a Kino, pero nadie tuvo éxito en la empresa. La búsqueda sistemática empezó en 1965, y estuvo encabezada por el profesor Wigberto Jiménez Moreno del Instituto Nacional de Antropología e Historia, auxiliado por el Dr. Arturo Romano como antropólogo físico, Jorge Olvera especialista en arquitectura colonial, William W. Wasley arqueólogo de la Universidad de Arizona, el Padre Kieran McCarty y otros colaboradores de diversas disciplinas, entre ellos el sacerdote Cruz G. Acuña y el químico Gabriel Sánchez de la Vega. Parte del equipo comenzó sus pesquisas revisando infinidad de documentos guardados en diferentes archivos nacionales y extranjeros, mientras otros se encargaban de las excavaciones en el mismo centro de la ciudad de Magdalena, muy cerca del templo actual, donde se suponía estaban las VISITE NUESTRA PAGINA WEB: Fotos y artículos varios www.periodicoelpitic.com 3
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