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Mayo de 2009 - El Pitic

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12<br />

M<br />

artha Peterson fue mi maestra <strong>de</strong> pintura, llegué hasta ella gracias a que mi<br />

padre, Arnoldo Salazar Woolfolk era su amigo, estuve unos pocos meses en su<br />

estudio y a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> las pláticas sobre arte que ella generosamente me brindaba,<br />

me enseñó muchas otras cosas enriquecedoras.<br />

Fue precisamente durante esa enseñanza que brinda la plática cotidiana, cuando<br />

comprendí los motivos que mi padre tenía para disfrutar su amistad.<br />

Ahora que trato <strong>de</strong> mantener viva la memoria <strong>de</strong> mi padre y conocer un poco más<br />

todo lo que encerraba su grandiosa, y a veces controvertida personalidad, no podía <strong>de</strong>jar<br />

pasar la posibilidad <strong>de</strong> volver a charlar con Martha Peterson, particularmente porque<br />

es alguien a quien él no solamente admiraba como artista, también le tenía un profundo<br />

respeto y los unía una entrañable amistad.<br />

Con esa inquietud llegué a su estudio, siempre pensando que existen personajes<br />

en nuestras vidas que tienen profunda influencia, que nos marcan la existencia. En esos<br />

momentos los recuerdos que tenía <strong>de</strong> Martha me obligaban solamente a elogiarla y tener<br />

un agra<strong>de</strong>cimiento permanente a su persona.<br />

Ahí estaba, en aquella mañana <strong>de</strong> junio, extraña porque inusualmente soplaba un<br />

viento fresco y un nublado mitigaba los rayos <strong>de</strong>l sol que sabemos son inclementes por<br />

esas fechas en Hermosillo; sus obras <strong>de</strong> arte nos ro<strong>de</strong>aban, su colección <strong>de</strong> casas <strong>de</strong> muñecas<br />

es impresionante, con la calma y lo plácido <strong>de</strong>l momento me platicó los planes<br />

que ella, mi padre y otros amigos <strong>de</strong> ambos, tenían en mente, pero que a la muerte <strong>de</strong> él<br />

quedaron inconclusos.<br />

Martha y “<strong>El</strong> Güero” fueron siempre unos i<strong>de</strong>alistas, unos apasionados amantes <strong>de</strong><br />

la historia <strong>de</strong> su tierra, <strong>de</strong> su pueblo; por ello les gustaba reconocer a aquellos que compartían<br />

su misma pasión.<br />

En ese sentido ya tenían en la mira organizar un reconocimiento a un sonorense que<br />

<strong>de</strong>dica una buena parte <strong>de</strong> su tiempo a investigar y luego redactar verda<strong>de</strong>ros textos que<br />

<strong>de</strong>scriben momentos <strong>de</strong>terminantes en la historia <strong>de</strong> Sonora, <strong>de</strong> Hermosillo y <strong>de</strong> algunas<br />

familias locales; el merecedor <strong>de</strong> tal admiración por parte <strong>de</strong> ellos es el ingeniero Ignacio<br />

Lagarda Lagarda, en ese momento director <strong>de</strong>l Catastro Municipal.<br />

Hacerle un reconocimiento, implicaba para ellos agra<strong>de</strong>cerle públicamente su <strong>de</strong>di-<br />

Hermosillo, Son., <strong>Mayo</strong> <strong>de</strong>l <strong>2009</strong><br />

Dos amigos i<strong>de</strong>alistas, apasionados<br />

<strong>de</strong> la historia <strong>de</strong> su tierra...<br />

Por: Verónica Salazar Coker<br />

cación y que con relativa constancia estuviera publicando nuevas obras <strong>de</strong> investigación,<br />

como sucedió con la presentación <strong>de</strong> su libro más reciente durante la celebración <strong>de</strong> “Las<br />

Fiestas <strong>de</strong>l <strong>Pitic</strong> <strong>2009</strong>”.<br />

Si bien en materia <strong>de</strong> historia regional, “<strong>El</strong> Güero” siempre estaba “apuntado”, había<br />

otros asuntos en los que por ignorar su existencia simplemente no se involucraba. En ese<br />

sentido, Martha Peterson había estado sensibilizándolo y motivándolo para ayudar a una<br />

incipiente fábrica <strong>de</strong> trapeadores, que es manejada por personas débiles visuales o totalmente<br />

invi<strong>de</strong>ntes.<br />

<strong>El</strong>los tienen un buen producto, pero se les dificulta comercializarlo. Arnoldo Salazar,<br />

“<strong>El</strong> Güero”, conocía perfectamente ese tema, había prosperado en los negocios gracias a<br />

su capacidad <strong>de</strong> venta y a<strong>de</strong>más, tenía una gran cantidad <strong>de</strong> amigos y conocidos en el<br />

ramo comercial que bien podían ser potenciales clientes <strong>de</strong> esta fábrica y comprarles su<br />

mercancía.<br />

Cuando Martha Peterson <strong>de</strong>scribía con aquellos colores tan vivos el ardor y el interés<br />

<strong>de</strong> mi padre, cuando dibujaba con los trazos más finos <strong>de</strong> sus manos aquel entusiasmo<br />

que él tenía por reconocer a un historiador y ayudar <strong>de</strong>sinteresadamente a estas personas<br />

con problemas <strong>de</strong> visión, cada que ese pincel imaginario <strong>de</strong> Martha me daba una nueva<br />

tonalidad <strong>de</strong> color aparecía mi padre en aquel lienzo que ella pintaba en mi cabeza, era él<br />

pero ahora lo veía a través <strong>de</strong> los ojos <strong>de</strong> Martha, lo conocía mejor, sabía cosas que no lo<br />

imaginaba planeando o ejecutando y me sentía orgullosa y agra<strong>de</strong>cida con Dios y con la<br />

vida por permitirme llevar su sangre.<br />

Yo no puedo juzgar a mi papá; el señor Arnoldo Salazar, pudo tener ninguno, pocos<br />

o muchos <strong>de</strong>fectos, eso es cuestión <strong>de</strong> cada quien, lo que nadie pue<strong>de</strong> negarle es que<br />

siempre estaba dispuesto a ayudar a los <strong>de</strong>más y esa es una virtud que no muchos pue<strong>de</strong>n<br />

presumir.<br />

Agra<strong>de</strong>cerle a Martha Peterson por las horas <strong>de</strong> plática y los gratos recuerdos que me<br />

hizo evocar, es quedarme corta. <strong>El</strong>la sabe lo preciada que era para “<strong>El</strong> Güero” y la gran<br />

estima que le guardamos.<br />

Lo que más le agra<strong>de</strong>zco es su generosidad para hacerme ese boceto <strong>de</strong> mi padre,<br />

porque en la amistad <strong>de</strong> ellos había un Arnoldo Salazar que <strong>de</strong>bo reconocer no conocía y<br />

que me encantó <strong>de</strong>scubrir.<br />

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