La sangre y la esperanza - Memoria Chilena
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1<br />
NICOMEDES GUZMAN<br />
LA SANGRE Y<br />
LA ESPERANZA<br />
B A R R I O M A P O C H 0<br />
E D ICION ES 0 R B€
Del mismo autor: I<br />
~<br />
. - ><br />
LA CEN1Z.A Y EL SUERO, poemas, Im-<br />
prenta Ferrario, 1938, agotado.<br />
LOS HOMBRES OBSCUROS, nove<strong>la</strong>,<br />
Ediciones Yunque, 1939, ago-<br />
tada; tercera edici6n. Editorial<br />
Cultura, 1943.<br />
NUEVOS CUENTISTAS CHILENOS, an-<br />
tologia. Editorial Cultura, 1941.<br />
LA SANGRE Y LA ESPERANZA,<br />
nove<strong>la</strong>.<br />
Por publicar:<br />
DONDE NACE EL ALBA, nove<strong>la</strong>.<br />
TRANQUILA ESTA LA TARDE, nove<strong>la</strong>.<br />
LA EMPRESA EDITORIAL ORBE SOCIEDAD COMERCIAL CHILENA<br />
NO SE HACE RESPONSABLE POR LAS OPINIONES, IDEAS 0 TEORIAS<br />
QUEMANIFIESTEN LOS AUTORES DE LOS LIBROS QUE EDITA.
GUZMAN<br />
LA SANGRE Y<br />
LA ESPERANZA<br />
E 3 A R R I C M A P Q C H 0<br />
NOVELA<br />
Vii5etas de Carlos Hermosil<strong>la</strong> Alvarea<br />
EDITORIAL ORBE<br />
S A N T I A G O DE CHILE<br />
~
CAPITULQ PRIMJBQ<br />
LA YIRUTA<br />
AJQ, DE UNA estatura que trai-<br />
cionaban apenas unos cuantos edi-<br />
ficios de dos pisos, arrugado, pol-<br />
voriento, el barrio era corn0 UIP perro viejo abandonado<br />
por el amo. Si <strong>la</strong>s Iluvias y .<strong>la</strong>s nieves de aquellos aiios<br />
tuvieron para 61 motes de inclemencia, el buen sol su-<br />
po resarcirlo en su desamparo con <strong>la</strong>s profundas ca-<br />
ricias de sus manos afectuosamente dentes. Y hasta<br />
busc6, a <strong>la</strong> llegada de 10s wepfiscdos, en 10s ojos tur-<br />
nios y legaiiosos de sus ventanas, e! reflejo de sus <strong>la</strong>r-<br />
gas barbas, antes de despedirse del mundo y de 10s<br />
hombres.
12 NICOMEDES GUZMAN<br />
Y nosotros, 10s chiquillos de aquel<strong>la</strong> &ma, &a-<br />
mos el tiempo en eterno juego, bur<strong>la</strong>ndo esa vida que,<br />
de miserable, se hacia heroica.<br />
Allh, <strong>la</strong> calle San Pablo. Ac6, el depjsito de tran-<br />
vfas y 10s grandes talleres de <strong>la</strong> Compaiiia EEctrica.<br />
Y entremedio, nuestro dolor inconsciente, nuestros aros<br />
de fierro que conduciamos con un garfio de duro a<strong>la</strong>m-<br />
bre, nuestros carretones de torcidas ruedas en que ha-<br />
Ciamos los Ben Hur, nuestros ficticios arrestos de Jor-<br />
quera, Castillo o P<strong>la</strong>za (I); nuestros trompos desasti-<br />
l<strong>la</strong>dos o nuestros revdveres y caballos de palo con<br />
que nos disputhbamos el derecho a ser un Eddie Polo<br />
(2). Acaso <strong>la</strong>s calzadas y <strong>la</strong>s aceras, con sus altos y<br />
bajos, con sus piedras Sueltas y sus pozas, se opusie-<br />
ran al libre curso de aqu6l<strong>la</strong> nuestra vida de animali-<br />
llos libres. Pero, no importaba. Eramos nifios. Y no<br />
habia obstiiculos para nosotros, pues, 10s que hubiera,<br />
10s salvsbamos a costa de empefios que, al cabo, nos<br />
resultaban una sucesi6n de esfuerzos.<br />
Koy pienso en lo que hubiera valido <strong>la</strong> vida para<br />
(1) El .iutor alude a tres grandes corredcres pedestres de Chile.<br />
Recuerdese que Juan Jorquera bat& en el aiio 1918 en Buc-<br />
nor; Aires, el record mundial de <strong>la</strong> marathh estabkiendo<br />
e! tiempo de 2.23’ 4/5”, hesta &ora no superado. Desgra-<br />
ciadamente, dicha performance no fu6 homologada. Flori-<br />
dor Castillo actu6 en forma ha<strong>la</strong>gadora en pistas chilenas<br />
y extranjeras. En cuanto a Manuel P<strong>la</strong>za, despuCs de bri-<br />
l<strong>la</strong>ntes triunfos en campeonatos nacionales e internacio-<br />
nales, remat6 segundo en <strong>la</strong> marathh de Amsterdam, en<br />
1928.<br />
(2) Recuerdese a1 c6lebre cow-boy, idolo de 10s dies en b<br />
&oca en que se desarrol<strong>la</strong> <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>.
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 13<br />
muchos de nosotros si, de mayores, hubi6ramos con-<br />
fiado a 10s brazos del esfueno <strong>la</strong> realizaci6n de nues-<br />
tras aspiraciones. <strong>La</strong> vida nos zamarre6 a todos. Cual<br />
miis. Cual menus. Pero, si en <strong>la</strong> infancia salimos triun-<br />
fantes, el juego de 10s aiios maduros se pudri6 en <strong>la</strong><br />
apatia y en el desaliento. iFalta de fe? Yo meditarC<br />
algdn dia sobre esto. Mas, para ello es necesaria, pri-<br />
mero, una abluci6n en el tibio recuerdo, en <strong>la</strong> C<strong>la</strong>ra<br />
aiioranza y en <strong>la</strong> luminosa realidad de aquellos aiios,<br />
en 10s que, si cabian miserias, rudezas y dolores, casi<br />
no 10s sentiamos, porque ahi estaban 10s mayores para<br />
sufrir y luchar por nosotros.<br />
Era el tiempo, el recio tiempo del despertar de<br />
nuestros padres, del despertar de nuestros hennanos.<br />
Rodaban en ensordecedor bullicio 10s vigorosos dias<br />
del aiio veinte, 0 del veintiuno. 0 del veintidos. iPero<br />
quit sabiamos nosotros de esto! Alli, en 10s trompos<br />
desastil<strong>la</strong>dos, en vertiginoso baile, <strong>la</strong> vida nos era como<br />
un arcoiris. al cual pudieran faltarle uno, dos o todos<br />
10s colores. Mas, tarnpoco considergbarnos este detalle,<br />
porque, jmaldito lo que sabiamos de colores! A no ser<br />
que se tratai-a de vo<strong>la</strong>ntines, en 10s que &lo apreci6-<br />
bamos tres: el azul, el b<strong>la</strong>nco y el rojo, jsiempre que<br />
el grimero Hevara una estrel<strong>la</strong> pegada a su fondd<br />
2<br />
lLos &os han borrado en mi cerebro 10s rasgos de<br />
casi todos 10s pequeiios camaradas de aquel<strong>la</strong> &ma.<br />
*
2.: NICOWEDES GUZMAN<br />
Y si algunos prevalecen, entre ellos se cfestacan <strong>la</strong> fi-<br />
sonomia enirgica de Zorobabel y <strong>la</strong> de su hermana<br />
Angdlica, avivada por unos dukes y apacibles ojos.<br />
Demasiado crecido para sus diez afios y demasiado pe-<br />
qcleiio para <strong>la</strong> responsabilidad de hombre que ya te-<br />
nia, ZorcbaSel 9era el compaiiero indislJensable de<br />
nuestras*correrias. Y cuando, por <strong>la</strong>s tardes, el traba-<br />
jo le daba oportunidad para incoqmrarse de nuevo a1<br />
pais de <strong>la</strong> infancia, 10s "palomil<strong>la</strong>s" lo acogiamos como<br />
dl se lo merecia. Sus pantalones <strong>la</strong>rgos, y <strong>la</strong>s ampol<strong>la</strong>s<br />
y cal!os que honraban sus manos, eren credenciales<br />
sufieierites para que lo respet5ramos como jefe. Pers,<br />
si el muchacho era necesario a nuestra pandil<strong>la</strong>, su<br />
hennana, <strong>la</strong> triste Ang&lica, era necesaria ya a1 mun-<br />
do de mis suefios y iqucl de cosas RO imaginb para el<br />
futuro 5ente a sus ojos, a sus &grimas y a su tibia<br />
ternura!<br />
Koy no preciso de imaginaci6n. Me basta evocar.<br />
Y he aqui cGmo <strong>la</strong> vida se me entrega enyeram fa rea-<br />
lidad pasada.<br />
ReciCn, por entonces, habiase insta<strong>la</strong>do en el de-<br />
phito de tranvias <strong>la</strong> potente sirena que, si no me equi-<br />
voco. hoy todavr'a existe. A <strong>la</strong>s cuatro y media de <strong>la</strong><br />
madhgada, <strong>la</strong>nzaba su primer a<strong>la</strong>rido, destinado a<br />
anunciar que <strong>la</strong>s actividades tranviarias comenzaban.<br />
En un principio, todo el barrio se despertaba a este<br />
grito. Luego, despuds de corto tiempo, el h6bito se cui-<br />
d6 de guardar el suefio del vecindario en aquel momen-<br />
to. Pem, para aqudllos que pertenecian a1 personal 2e<br />
, '<br />
.
I6 NICOMEDES GUZMAN<br />
ces. Sin embargo, 10s “carros” no se oian salir. En cambio<br />
un rurnorio de enorme colmena que se rompia,<br />
de cuando en cuando, en gritos e imprecaciones, se<br />
agolpaba en Ia calle.<br />
Yo, sujet6ndorne 10s calzoncillos, sali a <strong>la</strong> ventana.<br />
Viviamos en una de <strong>la</strong>s pocas casas de dos pisos.<br />
Y desde arriba me era posible apreciar bien el espect6culo.<br />
El personal se reunia abajo, llenando un buen<br />
trecho de <strong>la</strong> calle Mapocho. Y una fi<strong>la</strong> de hombres se<br />
oponia en 10s portones del dep6sito a <strong>la</strong> entrada de 10s<br />
que se obstinaban en trabajar.<br />
Era <strong>la</strong> huelga.<br />
Empezaba a lloviznar. C<strong>la</strong>reaba. Los eucaliptus<br />
que se alzan frente a1 depbito -tras ios cierros de<br />
zinc y <strong>la</strong>s barreras de hierro que resguardan el canal<br />
que por all; pasa- se inquietaban haciendo bai<strong>la</strong>r sus<br />
a<strong>la</strong>rgadas hojas, bajo una brisa audaz que queria ser<br />
viento.<br />
--iViva <strong>la</strong> Federaci6n Obrera de Chile! ...<br />
-<br />
j Viva!. ..<br />
--iVivan 10s tranviarios federados! .<br />
-i Vivan! ...<br />
Los gritos y 10s vivas ardian en el aire. Y un en-<br />
tusiasmo loco iba apoder6ndose del Animo de 10s tra-<br />
bajadores tranviarios. <strong>La</strong>s cobradoras, con sus b<strong>la</strong>ncos<br />
de<strong>la</strong>ntales y sus bril<strong>la</strong>ntes sombreritos de hule negro,<br />
se confundian entre <strong>la</strong> muchedumbre masculina, ges-<br />
ticu<strong>la</strong>ndo con calor. Aquello cobraba alma. Y esta al-<br />
ma dominaba sobre esa humanidad, f<strong>la</strong>meando como<br />
una bandera.<br />
.
18 NICOMEDES GUZMAN<br />
-<br />
yo no comprendia. No SC por qui. me imaginaba que<br />
sus brazos gesticu<strong>la</strong>ntes eran <strong>la</strong>s mmas de un robusto<br />
Brbol, cargadas de frutos.<br />
Estaba entusiasmadisimo.<br />
-jPap$ pap&! -le gritaba, asomando <strong>la</strong> cabeza<br />
por un vidrio roto-. iPap6, pap&! ...<br />
Mis ocho aiios se desencadenaban en gritos. El j6biIo<br />
se desbordaba en mi.<br />
-jC&l<strong>la</strong>te, cAl<strong>la</strong>te, hijo! iSeiiOr, Seiior, este hombre!<br />
ilibralo, Seiior!<br />
Mi madre se mordia y retorcia <strong>la</strong>s manos. Mi hermana,<br />
p&lida, temblorosa, habia descolgado de una de<br />
<strong>la</strong>s peril<strong>la</strong>s de su catre un <strong>la</strong>rgo rosario. Y se paseaba<br />
por <strong>la</strong> pieza, pronunciando no SC quP pa<strong>la</strong>bras.<br />
<strong>La</strong> enorme muchedumbre vestida de gris ap<strong>la</strong>udia,<br />
frenetica.<br />
De pronto, todo se acall6. Persistit5 apenas ~ rumor<br />
intenso de abejas en huida. Por Mapocho avanzaba,<br />
al r6pido galope de <strong>la</strong>s cabalgaduras, uno o quiz5<br />
dos piquetes de <strong>la</strong>nceros.<br />
Senti a mi padre pronunciar unas fxltimas y viriles<br />
pa<strong>la</strong>bras, y gritar:<br />
--;Viva <strong>la</strong> Federacibn Obrera! . .<br />
Y lo vi <strong>la</strong>nzarse desde arriba con una agilidad<br />
asombrosa. Abajo, unos cuantos brazos suavisaron su<br />
eafda.<br />
-jEste hombre, Seiior, este hombre!<br />
nili madre, ahdonando sus temores, o tal vez impulsada<br />
por 10s temores mismos, salic5 puerta &em.<br />
.
.<br />
20 MCORIEDES GUZW<br />
tes todavia, me enterneci viendo a mi dgo Zoroba-<br />
bel llorar junto a1 cad6ver de su padre, poco antes de<br />
que el carro de <strong>La</strong> Morgue viniera en busca de 10s<br />
cine0 o seis caidos.<br />
El depcisito estaba resguardado por doble fi<strong>la</strong> de<br />
sarabineros. Y muchos tranvias salian, dirigidos por<br />
rompebuelgas e inspectores, llevando en <strong>la</strong>as p<strong>la</strong>tafor-<br />
mas dos o tres soldados bien armados. A mi me pare-<br />
cia que todo aquello era <strong>la</strong> celebraci6n del dieciocho,<br />
por <strong>la</strong> profusi6n de banderas que se veia en <strong>la</strong>s <strong>la</strong>mas.<br />
Coceaban ios caballos sujetos por <strong>la</strong>s riendas a<br />
<strong>la</strong>s barreras de fierro y el aire apestaba a guano fresco.<br />
4<br />
Aquel2a misma noche, lo recuerdo, sostuve una<br />
pelea a pufio limpio con Marciso, un muchachuelo<br />
crespo, de duros puiios. Y para no mentir, dirC que me<br />
castig6 severamente. Yo, siempre que de nifio me tra-<br />
mC a golpes ‘con alguien, no pocas veces venci, con <strong>la</strong><br />
fe puesta en mi padre, a quien atribuia todas <strong>la</strong>s fuer-<br />
zas del mundo. Pero, esta vez sali mal parado. No im-<br />
portaba. Lo que me llenaba de orgullo era el haberme<br />
sabido defender. Y esta era tambikn <strong>la</strong> satisfacci6n de<br />
mis camaradas. Tenia nada mAs que dos machucones<br />
en <strong>la</strong> cara. <strong>La</strong>s mejil<strong>la</strong>s ardianme. Y aun <strong>la</strong> rabia ha-<br />
cia ronda en mi pecho.<br />
“El Sebote”, aquel “punga” de todos conocido, sz<br />
acerc6 a mi.<br />
#
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 21<br />
-iTe pegaron, “cabro”? jNo se6i leso! iToma, toma,<br />
cabro, pkgale un tajo!<br />
Era medio tartamudo. Me pasaba un filudo col-taplumas.<br />
,<br />
-iUn tajo?<br />
-iSi, gos, cabro! jApriende a hombre! iMo te pe-<br />
86, pos?<br />
Yo hui. atemorizado. ‘‘iPegar un tajo!”<br />
Subia a tropezones <strong>la</strong> crujiente esca<strong>la</strong>, cuando unm<br />
sollozos, cazados distintamente por mi oido, detuvikronme.<br />
Bajk de nuevo. Ahi, en el amplio espacio libre<br />
entre <strong>la</strong> esca<strong>la</strong> y una de <strong>la</strong>s mural<strong>la</strong>s --covacha de vagahundos<br />
en <strong>la</strong>s nwhes-, una chica lloraba, echada en<br />
el suelo.<br />
-jAngdlica! iQu6 te pasa?<br />
-iNo sabes? iMo sabes? .... iMi papacito! ....<br />
Lo habia olvic<strong>la</strong>do eomo un estfipido. Y habia olvidado,<br />
adernas, <strong>la</strong> pan preocupaci6n de mi madre,<br />
preocupaei6n que tambikn me debia afectar: mi padre<br />
no habia vuelto abn.<br />
Acaricik el rostro de Angklica, tratando de conso<strong>la</strong>da.<br />
Senti sus <strong>la</strong>grimas calientes rnojar mis manos.<br />
Y una suave brisa de ternura se desliz6 sobre mi<br />
coraz6n. Besk sus dedos. Y, en <strong>la</strong> sombra, sus ojos mojados<br />
bril<strong>la</strong>ron, eomo dos remotas estrel<strong>la</strong>s.<br />
Alguien se detuvo junto a nosotros.<br />
-iQuk hacen ahi, palomil<strong>la</strong>s?<br />
Me levant6 sobresaltado.<br />
DoEa Josefa, <strong>la</strong> mujer del panadero, nos miraba
22 NICOMEDES GUZMAN<br />
-_<br />
con agria severidad. Y su rostro seco, duro, golpeado<br />
por <strong>la</strong>s luces del depbsito, se me ocurrici de prmto, el<br />
de una de <strong>la</strong>s tantas brujas que pob<strong>la</strong>bauz mi mente.<br />
-;Ah, no contestan! iFalomil<strong>la</strong>s habian de sed<br />
-m,mentO-. jY0 le did a tu mamA lo que hacks!-<br />
continub, sentenciosamente, encarAndose a mi.<br />
Y subi6 apenas <strong>la</strong> esca<strong>la</strong>, el pecho roncador y gue-<br />
jurnbroso bajo <strong>la</strong>s manos crueles del asma, tropezand6<br />
en <strong>la</strong>s <strong>la</strong>tas gastadas y sueltas del bode de 10s pel-<br />
dafios.<br />
Angklica se pus0 de pie. §us ojos de,asombro eran<br />
como 10s de una ardil<strong>la</strong> temerosa.<br />
-iEnrique, yo ‘vi a mi pap&! -me hablb. El Zo-<br />
ro me llev6. No tenia ropa, lo habian abierto, y esta-<br />
ba lleno de <strong>sangre</strong> ....<br />
Y mmpib de nuevo el l<strong>la</strong>nto. Hubiera besado una<br />
vez mhs sus mmos. Pero pens6 en <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras de “<strong>La</strong><br />
Panadera” ( asi le deciamos 10s chiquillos a doiia 30-<br />
sefa). iQu6 hzhria de maldad en aqueUos bsos? Yo<br />
no comprendia. Sin embargo, cuando subi a nuestro<br />
cuarto en compafiia de Anghlica, que no dejaba de Ilo-<br />
rar, salia de 41 <strong>la</strong> asmhtica, ahoghdose en m a tos de<br />
mil demonios.<br />
Mi madre, dejando sus costuras, me l!am6 a un<br />
<strong>la</strong>do.<br />
-i&u& estahas haciendo con <strong>la</strong> Ange<strong>la</strong>, Enrique?<br />
Sus ojds eran tan duros como sus pa<strong>la</strong>bras. El re-<br />
flejo de <strong>la</strong> lhmpara bai<strong>la</strong>ba en ellos, hacihdolos agui-<br />
joneantes.
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 23<br />
-iNada, mami5, nada!<br />
Mi voz vaci<strong>la</strong>ba. No podia olvidar 10s bcsos.<br />
-LC6mo, Enrique, c6mo nada?<br />
-iNada, mamA!<br />
. -iNo mientas!<br />
-iNo, ,mam5!<br />
AngQica, sec5ndose <strong>la</strong>s Ggrimas, temb<strong>la</strong>ba junto<br />
a <strong>la</strong> puerta. Mi nadre fu6 hacia el<strong>la</strong>.<br />
-~Qu6 te estaba Kaciendo Enrique, all5 en <strong>la</strong> es-<br />
ca<strong>la</strong>?<br />
-Nada, nada Este Este Me bes6, me bes6 .<br />
--;Te be&? ...<br />
--Si, 10s dedos (<br />
-LNada m6s?<br />
-NO ..<br />
Ang6lica baj6 10s p&rpados, con humildad. <strong>La</strong>s me-<br />
chas rubias le bril<strong>la</strong>ban en <strong>la</strong> €rente. Estaba muy her-<br />
mosa, con sus ojeras, con su tristeza, con su vestidito<br />
descuidado, con su gesto natural de ingenuidad.<br />
<strong>La</strong> duda devoraba <strong>la</strong> paciencia de mi madre. Y <strong>la</strong><br />
, encolerizaba. Levant6 el raido vestido de <strong>la</strong> chica. Los<br />
entierrados calzones estaban fijos a 10s bofones del<br />
corpiiio. Antes de que bajara <strong>la</strong> falda, alcanc6 a ver<br />
10s bordados deshi<strong>la</strong>chados. No comprendia <strong>la</strong> raz6n de<br />
tan curiosa actitud. Pero record6, de sitbito, un peque-<br />
50 detalle de mi pasado infante: un rostro de nifia, una<br />
mano audaz y un nombre: Leontina.<br />
-LNada m& te hizo Enrique?<br />
-No, no...
24 NICOMEDES GUZMAN<br />
-iY por qu6 llorabas?<br />
-Por mi papacito ... Me llev6 a verlo el Zoro ... Tenia<br />
mucha <strong>sangre</strong> ...<br />
Y otra vez se pus0 a llorar.<br />
En este instante lleg6 Zorobabel en busca suya.<br />
Veda tambien lloroso. Su rostro estaba @do, casi<br />
transparente. Se fu6 en seguida, llevando de <strong>la</strong> mano<br />
a <strong>la</strong> nifia.<br />
En cuanto se fueron, mi madre me mad6 a <strong>la</strong> cama:<br />
-<br />
-Es hora de que te acuestes ... -dijo.<br />
Me extraii6 mucho. Aun no habiamos comido.<br />
Cuando ya estuve en <strong>la</strong> cama, desvestido, y me<br />
disponia a meterme bajo <strong>la</strong>s ropas, vi a mi madre descolgar<br />
de <strong>la</strong> percha <strong>la</strong> correa y venir hacia mi. Fueron<br />
en van0 mis gritos y c<strong>la</strong>mores. Los azotes caian en mi<br />
cuerpo sin piedad.<br />
-jNo me mate, mamacita! -aul<strong>la</strong>ba yo, ovill6ndome<br />
entre <strong>la</strong>s sibanas.<br />
Intent6 huir. Pero mi madre me cogi6 de <strong>la</strong>s pretinas<br />
de 10s calzoncillos. Y me sigui6 dando duro y parejo.<br />
Se le deshizo el moiio. <strong>La</strong> ira le mordia el rostro.<br />
Fu6 <strong>la</strong> llegada de Elena, que recidn salia de <strong>la</strong> f5brica,<br />
<strong>la</strong> que cort6 el entusiasmo de <strong>la</strong> correa.<br />
-iQud pasa, mamacita? iNo lo castigue tan<br />
fuerte!<br />
-iTodo se junta, Sefior! iParece que el demonio<br />
anda a <strong>la</strong> siga de una a veces!
-- .<br />
LA SANGRE ‘51 LA ESPICRANZA 25<br />
Sollozando y sob6ndome <strong>la</strong>s ronchas me quede dor-<br />
mido.<br />
Los chiquillos siempre le tuvimos ojeriza a “<strong>La</strong><br />
Panadera”. Pero desde que pcr ello me llevk aquel<strong>la</strong><br />
tremenda azotaina, el odio afirrr-6 sus raices en mi pe-<br />
cho. Y lo confieso sin escrfipulos, nadie sabe quk enor-<br />
me alegria experiment6 el dia en que el asma me ven-<br />
86, arrastrhdo<strong>la</strong> a <strong>la</strong> muerte en un ahogo.<br />
5<br />
Mi padre regresci a <strong>la</strong> casa a1 atardecer del dia si-<br />
guiente. Venia ronco, cansado, ojeroso y, no obstante,<br />
feliz. <strong>La</strong> huelga habia sido bien organizada. A pesar<br />
del perjuicio que significaba para el movimiento <strong>la</strong> ac-<br />
titud del personal que continuaba trabajando, 10s “fe-<br />
derados” tenian fe en el triunfo.<br />
Por <strong>la</strong> noche, mi padre nos llev6 a Zorababel y a<br />
mi a una ve<strong>la</strong>da que se realizaba en el “Coliseo de 10s<br />
Tranviarios”, en memoria de 10s muertos en el encuen-<br />
tro de <strong>la</strong> madrugada del dia anterior. E? Consejo acor-<br />
daria en una reunicin que, a1 final, sostendria, una cuo-<br />
ta de ayuda para <strong>la</strong> familia de 10s caidos.<br />
El sal6n de espectciculos, construido a medias-pr<br />
entonces, estaba atestado. <strong>La</strong>s roncas voces se anda-<br />
ban tropezando en el aire espeso de humo de cigarri-<br />
llos. Toses. Vivas. Gritos. El tel6n que ocultaba el<br />
escenario, presentaba un abigarrado cuadro: una mu-<br />
jer dando un pecho grande y moreno a su hijo; a su <strong>la</strong>-<br />
’
LA SANC-RE Y LA ESPERANZA n<br />
-iAh, mi mamh, mi mamd -exc<strong>la</strong>m6 con honda<br />
amargura-, el<strong>la</strong> no tenia a qud venir! iNo queria a<br />
mi papA! iSi no, no lo hubiera engafiado como lo e&<br />
gakba!. . .<br />
<strong>La</strong> arnarga confidencia anud6 en silencio mis pa<strong>la</strong>bras<br />
por breves instantes.<br />
--
LA SANGFE Y LA JJSPERmZA 29<br />
<strong>la</strong> panaderia, solia divisarlo jugando a <strong>la</strong>s cartas en un<br />
s6rdido boliche de licores que habia entre el mentado<br />
conventillo del ‘‘Guath San Juan”, antro de miseria<br />
y crimen, y <strong>la</strong> hedionda cocineria ‘‘El Pkto del Pobre”.<br />
<strong>La</strong> vida de Me<strong>la</strong>nia, <strong>la</strong> madre de Zorababel, de-<br />
gener6 completamente. Antes, para ayudar al marido,<br />
trabajaba <strong>la</strong>vando. Ahora, no hacia nada. Y muchas<br />
tardes, y no pocas noches; se <strong>la</strong> vi6 o se <strong>la</strong> oy6 subir<br />
<strong>la</strong> esca<strong>la</strong>, borracha, y atravesar <strong>la</strong> galeria, abrazada a<br />
su hombre, tambiPn borracho, malcantando viejas to-<br />
nadas<br />
AngPlica y su duke tristeza, eran como si trata-<br />
ran de zurcir <strong>la</strong> existencia rota de <strong>la</strong> familia, dando<br />
puntadas a1 tiempo, de <strong>la</strong> casa a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>, de <strong>la</strong> es-<br />
cue<strong>la</strong> a <strong>la</strong> casa.<br />
7<br />
Por lo menos dos veces p o p =ma, 10s chiquiUos<br />
tenfamos que abandonar nuestros juegos vespertinos<br />
para ir a <strong>la</strong> barraca m6s pr6xima en busca de aserrin,<br />
*uta y recortes y despuntes de madera. Los carre-<br />
tones en que haciamos .los Ben Hur, perdian entonces .<br />
su espiritu de leyenda, y se convertian en vulgares ve-<br />
hiculos de carga -y acaso so<strong>la</strong>mente en estos momen-<br />
tos cumplieran con su verdadera funcibn.<br />
Corriendo como endemoniados, se ensordecian <strong>la</strong>s<br />
calles con nuestros gritos. Y <strong>la</strong> quejumbre de 10s ca-<br />
metones, que saltaban sobre <strong>la</strong>s piedra y <strong>la</strong>s hendidu-
LA SANGRE P LA. ESPERlbNZA 31<br />
tos furiosos, enrojeciendo. <strong>La</strong>s tirillentas camisas de sa-<br />
cos harineros se desasian de <strong>la</strong>s pretinas mugrientas<br />
de 10s pantalones.<br />
-iEchale, Beiza! (1). jEso es, Beiza!<br />
-iVoy veinte chilrros a Vicentini (2)! .... iVoy<br />
veinte chilrros! I<br />
El chivates no ces6 hasta que uno de 10s conten-<br />
dores quedd coloreando de <strong>la</strong>s narices.<br />
Se concert6 otra pelea entre dos pequeiios de cuatro<br />
afios, semejantes a chanchitos dentro de sus tiras pio-<br />
josas, bravcs para el moquete y <strong>la</strong>s obscaidades. Pe-<br />
ro, intervinieron <strong>la</strong>s madres. Y si 10s promotores de 10s<br />
“matches” no apuran <strong>la</strong>s piernas en <strong>la</strong> huida, habrian<br />
salido peor que mal parados.<br />
A <strong>la</strong>s seis justas son6 el pito de <strong>la</strong> barraca. Y el<br />
port6n fu6 abierto. <strong>La</strong> ava<strong>la</strong>ncha humana se desparra-<br />
m6 bajo 10s galpones. Algunas mAquinas EO cesaban<br />
de moverse todavia. El ruido era ensordecedor. Un es-<br />
peso, hGmedo y resinoso olor de vegetales okaba en el<br />
aire, entre <strong>la</strong>s miriadas de aserrin.<br />
Los sacos se soltaron de <strong>la</strong> cintura. Y cada cud<br />
hurgaba en Ias rumbas de clesechos de rnadera, o hun-<br />
tiia ias manos en el aserrh y <strong>la</strong> viruta. <strong>La</strong>s mujeres<br />
se <strong>la</strong>mentaban de 10s chiquillos que les arrebataban de<br />
<strong>la</strong>s manos 10s mejores trozos de leiia:<br />
-iChiquillos del diablo, condenados!<br />
-iHij’una gran puta, <strong>la</strong>dronazo!
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 33<br />
_--- --<br />
nadie pudiera intervenir, el grandote cogi6 a mi ami-<br />
go por 10s hombros y lo <strong>la</strong>m6 contra una aserradora<br />
en movimiento.<br />
Yo vi a mi camarada -y esto ser6 imposible que<br />
lo olvide nunca- salir vo<strong>la</strong>ndo, arrastrado no se c6mo<br />
por <strong>la</strong> velocidad endemoniada de <strong>la</strong> polea, y caer de<br />
cabeza sobre <strong>la</strong> sier.-a en vertiginoso movimiento. Fu6<br />
un segundo de horror, epilogado por <strong>la</strong> realidad de un<br />
cuerpo palpitante, con <strong>la</strong> cabeza partida, rojo pingajo<br />
colgando de 10s hombrm. El maquinista hizo accionar,<br />
<strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>ncas rApidamente. Tero ya era demasiado tar-<br />
de. Vi el rostro del hombre alterarse en shbito golpe<br />
de <strong>sangre</strong> y luego palidecer hasta ponerse Kvido.<br />
Antes de que estal<strong>la</strong>ran nuestros gritos, <strong>la</strong>s muje-<br />
res y 10s chiquillos estaban a nuestro alrededor, desor-<br />
bitados 10s ojos de espanto, b<strong>la</strong>ncos 10s <strong>la</strong>bios temblo-<br />
rosos. Angelica me miraba con sus ojillos de horrori-<br />
zada ardil<strong>la</strong>. Y <strong>la</strong> <strong>sangre</strong> de su pena y su dolor, rom-<br />
pi6 violentamente en enormes 16grimas. Alguna- , mujeres<br />
lloraban tambidn, apretando 10s hijos a <strong>la</strong>s faldas<br />
haraposas.<br />
El patr6n de <strong>la</strong> barraca no atinaba a nada. El muchacho<br />
causante de <strong>la</strong> desgracia, tiritaba, mordidndose.<br />
Sus manos no estaban quietas. Yo sufria enormemente<br />
en mi impotencia de hacerlo pagar su incansciente cri<br />
men.<br />
-i Zorohabel! .... jZoro! .... iZoro! ....<br />
<strong>La</strong> <strong>sangre</strong> espesa del hermano era devorada p r<br />
<strong>la</strong> viruta. Y era como <strong>sangre</strong> tambien lo que el de=-<br />
3.-b sangk y 'ta -erama.
34 NICODDES GUZMAN<br />
-<br />
tho de madera succionaba en <strong>la</strong>s calientes l5grimas<br />
que derramaban 10s ojos de <strong>la</strong> pequeiia.<br />
-i Zom! .... iZoro! ....<br />
Sollozos desamparados de caehorra herida.<br />
Yo <strong>la</strong> aprete contra mi pecho. Pero no habia for-<br />
ma de eonso<strong>la</strong>r<strong>la</strong>.<br />
Lleg6 <strong>la</strong> policia. Un cab0 chiquitito tom6 nota del<br />
hecho, con muchas dificultades, en una libreta, mojan-<br />
do el Epiz con <strong>la</strong> lengua. No sabia escribir casi. <strong>La</strong> ig-<br />
norancia lo hundia, lo humil<strong>la</strong>ba, dentro de su tosco<br />
uniforme azul con vivos rojos. Betuvieron a1 hombre<br />
que manejaba <strong>la</strong> m5quina y a1 chiquillo culpable, a<br />
pesar de <strong>la</strong>s protestas y el l<strong>la</strong>nto de <strong>la</strong> madre, que apa-<br />
reciri de repente de no sk donde.<br />
Cuando salimos, algunos ehiauillos estuvimos a<br />
punto de abandonar nuestros sacos. Sacando fuerzas<br />
de mi propio dolor, echk a mi vehi'eulo el bulto con vi-<br />
ruta, y sali arrastr6ndol0, lo mismo que 10s otros, co-<br />
mo arrastrando un peso de siglos.<br />
iYo tenia mi dolor, y era mio, adem&, el dolor<br />
de Anpklica, que caminaba a mi <strong>la</strong>do, como un peque-<br />
fio espiritu en <strong>la</strong> orfandad!<br />
L<br />
8<br />
Los dias pasaban como carretas cargadas de<br />
pesadumbre, csujiendo: quej Andose sordamente por <strong>la</strong>s<br />
calles del barrio.<br />
Angdlica se incorpor6, desde <strong>la</strong> rnuerte de su<br />
hermano, a nuestra vida familiar. A veces, hasta dor-
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 35<br />
--<br />
mia en mi casa. Su madre pasaba borracha con su<br />
hombre, y no se preocupaba de el<strong>la</strong>. Y, jc<strong>la</strong>ro!, le era<br />
m6s grato a mi pequeiia amiga dormir con-mi herma-<br />
na, que hacerlo con su madre. Tenia aversicin a su des-<br />
truido hogar. Me<strong>la</strong>nia, en sus borracheras descontro-<br />
<strong>la</strong>das, <strong>la</strong> castigaba. Y ademh, el “Cabeza de Tope” in-<br />
sfundfa miedo. Yo mismo huia, cusndo 61 avanzaba por<br />
<strong>la</strong> galleria con su pesado andar de oso.<br />
Pero, una noche, Me<strong>la</strong>nia golpeci a nuestra puer-<br />
ta. Sin enbar, fu6 al grano a1 momento.<br />
-;No quiero que l’Ange<strong>la</strong> venga m6s p’c6! iMe<br />
<strong>la</strong> llevo al tko! ... -dijo a mi madre.<br />
Estaba, casualmente, en su sano juicio. Angblica<br />
11oraba. Mi madre, para impedir que se <strong>la</strong> llevara, pu-<br />
do haber aq&ido m6s de una buena raz6n. Mas, no lo<br />
hizo segmxmente para evitar disgustos. Por lo demhs,<br />
Me<strong>la</strong>nia estaba en todo su derecho.<br />
Ang6Uca. con <strong>la</strong> cabeza doblegada, sdlozando, si-<br />
guiQ a su madre, sin despedirse de ninguno de nos-<br />
otros. Mi madre y mi hermana, se quedaron hundidas<br />
en no s6 qui. pensamientos.<br />
Era s5bado.<br />
Y ap<strong>la</strong>nchaban <strong>la</strong>s ropas que habiamos de poner-<br />
nos al dia sigmiente. Yo sentia chirriar a cortos inter-<br />
valos <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ncha que manejaba mi madre. Era el que-<br />
jido de <strong>la</strong>s Egrimas que derrarnaban sus ojos, murien-<br />
do sobre el hierro ealiente.
* ’,.<br />
ail<br />
NICOMEDES GUZMAN<br />
Aquel<strong>la</strong> tarde, mi madre me habia mandado a pre-<br />
pararle el “choncho” porque tenia que <strong>la</strong>var. Tom6 el<br />
tarro abierto en un <strong>la</strong>do, y me di a1 trabajo en medio<br />
de <strong>la</strong> galeria, frente a <strong>la</strong> puerta de nuestro cuarto. Te-<br />
nia pr6ctica. Y no me costaba. Apisonaba <strong>la</strong> viruta al-<br />
rededor de un palo colocado en el centro del tarro,<br />
cuando ante <strong>la</strong> vivienda de Angdlica comenzaron a<br />
a.golpr.,e :as coriadres.<br />
Dej6 mi trabajo. Y corri hacia all& Me escurri co<br />
rno pude entre <strong>la</strong>s faldas de <strong>la</strong>s mujeres agrupadas en<br />
<strong>la</strong> puerts, hats co<strong>la</strong>me a1 cuarto. iPreferible hubiera<br />
sido sofccar mi bxpuk.o!<br />
Sobre unos jergones tendidos en un rinch, con<br />
<strong>la</strong>s polleritsis reccgidas, sin calzones, Angklica sangra-<br />
ba abundantemente de entre <strong>la</strong>s piernas. Cerca de el<strong>la</strong>,<br />
el “Cabeza de Tope”, crecida <strong>la</strong> barba, babeah, roncan-<br />
do, tirado sobre <strong>la</strong>s arriscadas tab<strong>la</strong>s, COD 10s pantalo-<br />
nes a medio abrochar. Una hotel<strong>la</strong> de vino yacia da-<br />
da vuelta junto a una vieja’bacinica, saltada y sin ore-<br />
ja. Me<strong>la</strong>nia, por otro <strong>la</strong>do, roncaba su borrachera en-<br />
cima de unos sucios trapos y ~1109 restos de prendas<br />
de <strong>la</strong>na, como el hombre roncaba <strong>la</strong> suya, en sueiio 10s<br />
instintos salvajemente satisfechos.<br />
I.Jo recuerdo si fu6 mi madre quien me retir6<br />
de alli. El cas0 es aue, cl<strong>la</strong>ndo <strong>la</strong> Camil<strong>la</strong> de <strong>la</strong> Asisten-<br />
cia PGblica, condiacida por dos hombres de b<strong>la</strong>nco, pa-<br />
s6 galeria afuera, y baj6 <strong>la</strong> esca<strong>la</strong>, Ilevhdose a.Ang6-
CAPI!PULO SEGUNDO<br />
. EL BAG0<br />
L OTOmO ESTABA a <strong>la</strong>s puer-<br />
tas de aquel dia con su rostro de<br />
mendigo enjuto y 1Bnguido. SUS<br />
harapos tenian el color indefinido de <strong>la</strong> bruma. Per0<br />
en sus manos callosas bril<strong>la</strong>ban <strong>la</strong>s ciilidas monedas de<br />
un sol desbordado eh fuegos cordiales. <strong>La</strong> tierra, a sus<br />
pies, alzaba a ras de su propio cuerpo, un aliento b<strong>la</strong>n-<br />
eo, vagaroso que, al fondo de <strong>la</strong> calle, destacaba <strong>la</strong> ne-<br />
gra estampa de <strong>la</strong>s beatas ancianas, que endilgaban el<br />
paso a1 encuentro de <strong>la</strong> hostia, en <strong>la</strong> sagmda casa de<br />
Dios. Era, entonces, que el campanario parroquial ya<br />
se desangraba el corazbn, en informes gotas de met&<br />
lica <strong>sangre</strong>, que bien podian ser tambikn palomas, o<br />
Bnimas de desencajados ojos, animando el hBbito de <strong>la</strong><br />
fe.<br />
-jYa est5 batiendo sus sotanas el fraile, carajo!<br />
1
42 NICOMEDES GUZMAN<br />
-_-<br />
arrapada de rubias trenzas sucias, cantaba junto al co-<br />
jo organillero, de cabeza perdida bajo el yoque:<br />
“~ste e5 el fado, fadiiio, fadefro<br />
m6s edosal y original, 9<br />
sus nntas traen canciones del aha,<br />
fibras del Portugal. .”<br />
Arrastrando <strong>la</strong>s chancletas rientes de vejez, un<br />
ciego se avecin6 a 10s rieles que resguardaban el canal,<br />
con un viejo acorde6n sebiento. Se sent6 en una cu-<br />
neta. Y <strong>la</strong>rg6se a “cuncunear”. Su aiieja voz, fdtida,<br />
harapienta, su voz con sarro de cariada dentadura, des-<br />
@an6 en el aire decrdpitas articu<strong>la</strong>ciones:<br />
“A4 veiiir por el atajo<br />
enconfr6 al p&n cartem<br />
y crei crK7e me traia<br />
Fa ansiada carta<br />
q-:e tanto espero *’<br />
Nadie le oia. Na.die le escuchaba. Todos conversaban.<br />
Reian. Discutian. Gesticu<strong>la</strong>ban.<br />
“Que <strong>la</strong> Federaci6n aqui”.<br />
“Que <strong>la</strong> Federaci6n ac6”.<br />
Pero nadie escuchaba.<br />
“Que <strong>la</strong> Federaci6n”.<br />
“Que el Consejo”.<br />
0 el desconcierto ante <strong>la</strong>s bajas cifras del sobre<br />
pago.<br />
‘‘iQ~k tormento es el sufrir<br />
por <strong>la</strong> anseneis de nn querer!<br />
que te viemn ir,<br />
cwhdo te vex& volver ! ”
LA SANGRE Y LA ESPFWZA 43<br />
--Si, de veras -arguy6 un maquinista viejuco,<br />
reparando reci6n en el canto-, “iQ@ que te vieron<br />
ir, cuhndo te veriin volver!”<br />
Y le pasaba un billete nuevecito a “El Mama”, un<br />
compaiiero tranviario que prestaba dinero con inter&.<br />
Yo conocia a “El Mama” desde pequefio. Alguna<br />
vez este compafiero habia tenido un encuentro poco<br />
grato con mi padre.<br />
-iOjos que te vieron ir! .... iCarajo! ....<br />
-i&d diablos, pues, compaiiero, qu6 diablos! ....<br />
-rib ‘‘51 Mama”, pe<strong>la</strong>ndo 10s dientes postizos-. i h<br />
prestado es prestado, camarada, y el inter&, el inte-<br />
rks no rn&, pues! ....<br />
Un seiior muy lleno de maneras, ofrecia a 10s gru-<br />
pos un articulo para limpiar 10s botones del uniforme<br />
y el ntimero de <strong>la</strong> gorra:<br />
-iEl bronce es muy bello, seiiores, es muy bello<br />
el bronce! iPe1.o el 6xido, sefiores, per0 el 6xido, se-<br />
iiores, el 6xido es como <strong>la</strong> traicibn, seiiores! i<strong>La</strong> trai-<br />
cih, seiiores, es como el 6xido del corazh, seiiores?<br />
jMi liquido, seiiores, mi liquido es mi<strong>la</strong>groso, descu-<br />
bre el alma del bronce, sefiores! iTodo el brillo del<br />
bronce, sefiores, todo, se muestra bajo <strong>la</strong> mi<strong>la</strong>grosa ‘ac-<br />
ci6n del “Brillol”, mi liquido, el mhs cClebre pulidor de<br />
metales! .<br />
Batia un tarrito, de 10s muchos que llevaba en un<br />
cajh colgado de uno de sus hombros, y se esmeraba<br />
por demostrar <strong>la</strong> eficacia de su product0 en 10s boto- .<br />
nes del primer descuidado.
46 NICQMEDES GUZMAN<br />
________. -<br />
garradds pel ca<strong>la</strong>s de sus vestimentas agujereadas. Sus<br />
ojillos, que pudieran ser lo nlismo de rat69 o de si-<br />
miss, se le saltaban, agudos de <strong>la</strong>grimosos destellos.<br />
En <strong>la</strong>s pupi<strong>la</strong>s de 10s monos habia un desparramiento<br />
de estrel<strong>la</strong>s, un como derrumbamiento del cielo triste<br />
JT nost6lgico de SLI coraz6n.<br />
kcaso fuera ridiculo todo: el l<strong>la</strong>nto del violin, el<br />
baiie del oso, el taiier de <strong>la</strong> pandereta, <strong>la</strong> melodiosa<br />
voz dc <strong>la</strong> gitanil<strong>la</strong>, Pero era aquel ridiculo, animado<br />
por <strong>la</strong> intima tragedia, aquel ridiculo que divierte, que<br />
ineludiblemente despierta .en <strong>la</strong>s almas humildes el<br />
braceo ~OCO<br />
.L.<br />
de <strong>la</strong> rim; aquel ridiculo que termina siem-<br />
px por Fer bicn pagado. Los hombres y <strong>la</strong>s mujeres, no<br />
exatimaban ni el “diez” ni <strong>la</strong> “chaucha”. Y <strong>la</strong> pande-<br />
:-eta sueia, pringosa, que estlraba <strong>la</strong> gitana madse, tem-<br />
%!dm de erxl,ocionados sonidos, eada vez que una mocef!a,<br />
golpeaba su barriga resquebrajada. MAS todavia,<br />
despu6s que 10s monos satisficieron su inquietud po-<br />
S<strong>la</strong>da cle chilliGos, bai<strong>la</strong>ndo un paso doble salt6n y descontro<strong>la</strong>do.<br />
El os0 miraka ahora idiotarnente con sus ojillos<br />
plomizos. Pateaba y movia <strong>la</strong> cahezota, atontado.<br />
-iY es celoso el diablo! -ri6 csn <strong>la</strong> ronca campana<br />
de sit garganta, el tio.<br />
Fccalmente, el oso, parecia sentirse pospuesto. Y<br />
g:-~I?~a, mostrando 10s dientes amarillcr;. <strong>La</strong> envidia re-<br />
g~l<strong>la</strong>ba el ajetreo de s~ corazCn, e= tento 13s EQ~OS<br />
chil<strong>la</strong>ban a1 ritmo loco de m nucuo h$e, :-emo<strong>la</strong>~do<br />
!as tiras.
LA SANGRE Y EA ESPEMNZA 47<br />
--Vbonos.. .. -idnu6 mi padre.<br />
--Chitas con 10s monitos bien reputamadres ....<br />
-habl6 todavia el tio BernabC antes de retirarnos.<br />
Este que yo I<strong>la</strong>mo tio, no era precisamente <strong>la</strong>mi-<br />
liar nuestro: era un compaiiero de infancia de mi pa-<br />
dre. Se habian criado juntos en el sur, por Parral ha-<br />
cia <strong>la</strong> costa, entre cerros, cuidando ovejas y cabras, a<br />
puro “ulpoi9 y vicnto agrario casi. Pasados 10s veinte<br />
afios, <strong>la</strong>s endilga-on a <strong>la</strong> capital, sin mas fortuna que<br />
su ilusi6n y sus manos. Pihora eran compadres. <strong>La</strong><br />
primera hija del tio, habialos cornprometido eomo tales.<br />
Tenia a su cargo el tio <strong>la</strong> galeria en qve habit&<br />
bamos. Hacia en el<strong>la</strong> el aseo, eobraba 10s a-riendos,<br />
b<strong>la</strong>nqueaba 10s cuai tos que se desocupaban. Maoia i am-<br />
bi6n el gkfiter, el carpintem, el albafiii, cada vez que<br />
alguna reparacih lo obligaba a deserrp5arse en al-<br />
guna de estas actividades. Esto lo rea‘iizaba en <strong>la</strong>s ho-’<br />
ras que le dejaba libre su trabajo de rnaquinista. Era<br />
un hombre de un dinamismo fanlgstico. Tocarale o no<br />
servicio en <strong>la</strong> maiiana, a <strong>la</strong>s cuatm mdia de <strong>la</strong> ma-<br />
drugada estahs en pie. Ya 2 esta how se le ofa traque-<br />
tear por Ja galeria, barsiendo, Ifmpiando, mientras<br />
disparateaba sanamente, segiin su costurnbre, o cania-<br />
c
48 NlCOMEDES GUZMAN<br />
-_<br />
ba alguna alieja canci6n picaresca, que m& tarde re-<br />
petian <strong>la</strong>s chiquil<strong>la</strong>s de <strong>la</strong> vecindack<br />
‘‘En BQIPO de Beracrnz,<br />
un dia se enranor6<br />
de una Binda eatnrrita<br />
y a1 punto se dec<strong>la</strong>rb ....”<br />
Tenia hernia el ti0 Bernab6. Pero, jmaldito lo<br />
que le importaba tal anolmalidad! Era un individuo estupendo,<br />
incansa5le. Alma vez que me levant6 m6s<br />
temprano que de costumbre, le vi yo venir del dep6sito<br />
de tranvias, portando dos tarros llenos de creolina,<br />
liquid0 con que desinfectaban 10s carros, y que 61 uti,<br />
lizaha para regar el piso de <strong>la</strong> galeria y de 10s escusados<br />
antes de barrer.<br />
-iEste choco<strong>la</strong>tito <strong>la</strong>s tiene todas! .... -ex<strong>la</strong>maba-.<br />
ibTata piojos pulgas y todo bicho inservible que<br />
Dios eche al mundo! iAsi es que no te descuidis cuando<br />
yo riegue! -le reconvenia a “El Sebote”--. iCuidate<br />
de <strong>la</strong> creolina, oye, Sebote, mira que cualquier dia<br />
te voy a ahogar? .... iJa, ja, ja! ....<br />
“El Sebote”, siempre indiferente, le respondia pe<strong>la</strong>ndo<br />
10s dientes, por deck algo:<br />
-iEchale no m&, viejito! iPa mi no hay &<br />
creolina que 10s “tiras’’!. ..<br />
-i8@enGS mal que lo reconoces! iEn algo tenfas<br />
que ser hombre!<br />
-iY pr qu6 voy a negal yo mi oficio, iiiol! iCada<br />
uno se rasca con sus uks y le “pega” a lo que puee!<br />
--tsrts:nudeabs, cinica y rabmxdmente “El Sebote”.
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 49<br />
-iP=te luego, roto sinverguenza., antes que t’eche<br />
una reg6 con este choco<strong>la</strong>tito! iYa te dig0 que es bue-<br />
nazo para 10s bichos, hasta para 10s de tu ca<strong>la</strong>fia! ....<br />
iJa, ja, ja! ....<br />
Gozaba el tio viendo huir a1 delincuente, que se<br />
iba carcajeando, a1 trote, sin mido, como una sombra.<br />
Sus alpargatas parecian mi<strong>la</strong>grosas, y le daban propie-<br />
dad de manos de gat0 a sus p<strong>la</strong>ntas.<br />
3<br />
-Oiga, compadre -dijo el tio Bernabd a mi papi,<br />
antes que subidramos <strong>la</strong> esca<strong>la</strong>-, ipor qu6 no deja a1<br />
Enrique que me acompafie a <strong>la</strong> barraca? ,... Tengo que<br />
comprar unas tah<strong>la</strong>s para arreg<strong>la</strong>r el suelo de <strong>la</strong> pieza<br />
diez .... Esas condenadas de “chuscas” dieron vuelta el<br />
brasero y quemaron <strong>la</strong>s tab<strong>la</strong>s .... Ahora andan como<br />
peste encima de mi para que les haga el arreglo ....<br />
Yo me entusiasmd. Me agradaba salir con el tio.<br />
Fuera de todas sus cualidades, era muy alegre y di-<br />
charachero. Hab<strong>la</strong>ba por cien. Andaba riendo con quien<br />
encontraba en <strong>la</strong> calle. Decia requiebros a <strong>la</strong>s niiias.<br />
Su gracia contagiaba a todo el mundo.<br />
-iDCjeme ir, papg! -rogud.<br />
-Te iba a llevar a1 Economato .... -respond% mi<br />
padre.<br />
Yo bien sabia que ir a1 Economato con mi padre<br />
en dia de pago significaba atiborrarme de galletas e<br />
%os secos con harina.<br />
<strong>sangre</strong> y <strong>la</strong> espermm.
___-<br />
.U+. SANGRE Y LA ESPERANZA 51<br />
-i$u& hay Pe<strong>la</strong>do Garcia, hombre?! -rib hacia<br />
arriba el tio.<br />
ha carcajada calva del compaiiero que acomodaba<br />
el letrero se qued6 cascm-do en lo alto, mientras nuestro<br />
paso proseguia calle abajo.<br />
-jOye, 410! ....<br />
Alguien l<strong>la</strong>maba a mi tio. Era una cobradora que<br />
corria tras de nosotros. hos tranviarios acostumbraban<br />
tambih a l<strong>la</strong>marse por el ntimero.<br />
-iOye, mira, 410! ....<br />
Mi tfo se hacia el leso.<br />
-iMkt, Perro, hombre! .<br />
AI tio io apodaban “El Perro”, cordialmente, por<br />
razones que nunca conoci.<br />
-jOye, pues, Perro! .... -repiti6 <strong>la</strong> cobradora tro-<br />
tando tras de nosotros.<br />
Ahora, el tio se detuvo.<br />
--iCO~o buen Perro, t6, 410, no entendis cuando<br />
se te l<strong>la</strong>ma como <strong>la</strong> gente, jno?! ... -brome6 <strong>la</strong> mujer,<br />
riendo, acezando.<br />
Mi ti0 se, ech6 <strong>la</strong> gorra hacia atr6s.<br />
-in% cazaste no m6s, Pachacha, oh!. -ronc6,<br />
escupiendo por una comisura.<br />
-jSf, pos, como te me arrancaste denantes, ahopa<br />
te segui! ....<br />
Se trataba de una suscripcibn para un compaiiero<br />
kanviario enfermo.<br />
E3 ti0 le a<strong>la</strong>rg6 unas chauchas.
52 NICOMEDES GUZMAN<br />
-iGracias, oh! .... -exc<strong>la</strong>m6 <strong>la</strong> cobradora, carcajeando-.<br />
j Per0 firma aqui, “caguirria”! . . . .<br />
El hombre firm6 con mucha dificultad <strong>la</strong> lista que<br />
<strong>la</strong> mujer le presentaba. En realidad, sabia firmar apenas.<br />
Pero, de verdad, esto era curioso. Sabiendo emsamente<br />
garabatear su nombre no era raro, oirlo, a<br />
veces, por <strong>la</strong>s noches, leer a gran voz, el folleth “El<br />
vengador” que, en cuadernillos, le iban a dejar a su<br />
mujer, semanalmente. Era un cas0 muy singu<strong>la</strong>r.<br />
-iYa, niiia! .... -exc<strong>la</strong>m6, devolviendo <strong>la</strong> lista a<br />
<strong>la</strong> mujer-. iPa<strong>la</strong>bra que eres una fiata muy viva! ....<br />
-i<strong>La</strong> viveza, con 10s perros -arguyS <strong>la</strong> cobradora-<br />
no est6 nunca demAs! ..<br />
El tio, ante <strong>la</strong> broma de <strong>la</strong> hembra, qued6se mir6ndo<strong>la</strong><br />
fijamente. El<strong>la</strong> era media patuleca.<br />
-j iSabis que estb-rebonita, Pachacha?! .... -rid<br />
el hombre.<br />
-iVaya, Perro, iqueris hacerte pagar <strong>la</strong>s chauchas<br />
que diste?! -repuso, bromista, el<strong>la</strong>.<br />
-iSi es de veras, Pachacha, oh! .... iJa, ja, ja!<br />
-jJa, ja, ja! ....<br />
<strong>La</strong> mujer se retiraba ya, sin dejar de reir. Tenia<br />
un enorme traste movible.<br />
-iCarajo -rib todavia el ti0 Bema&, pa<strong>la</strong>bra<br />
que se parece a <strong>la</strong> Per<strong>la</strong> Giiite (l)!.,..<br />
(1) Se alude a Per<strong>la</strong> ‘(P’hiie, heroina de algunas cintas en se-<br />
rie que se proyectaro_n por 10s aiios en que se desarrollls<br />
<strong>la</strong> nove<strong>la</strong>.
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 53<br />
Seguimos andando. En <strong>la</strong> esquina de <strong>la</strong> Panaderia<br />
“Chile”, un grupo de obreros jugaba a <strong>la</strong>s chapitas.<br />
<strong>La</strong> calle, arrugada, tenia una cara de vieja dolorida,<br />
con amarillentas canas de sol estriadas por <strong>la</strong> frente.<br />
Un carret6n pas6 brincando a nuestro <strong>la</strong>do. El ,<br />
agudo extremo de una huasca silb6 sobre <strong>la</strong> cabeza del<br />
ti0.<br />
--;Desgraciado!.... -rugi6 61, volviendo el rostro.<br />
Por supuesto que el carretonero era amigo suyo.<br />
Mientras el vehiculo se alejaba, el conductor volteaba<br />
<strong>la</strong> huasca en el aire, a1 mismo tiempo que cantaba burlonamente<br />
.<br />
-jYa te echar6 el carro encima, badu<strong>la</strong>que! .... -le<br />
voce6 el maquinista.<br />
M&s a116 encontrahos a1 doctor Rivas.<br />
-iQu6 hubo, doctorcito? .... -le habl6 cordial y<br />
cariiiosamente el tio.<br />
-iQd hay, Perro, hombre, ;c6mo te va?! iiEn<br />
que andas por estos <strong>la</strong>dos?! ...:<br />
-jMis <strong>la</strong>dos son, pues, doctor! .... iVoy a <strong>la</strong> barraca,<br />
voy a comprar unas tablitas para unos arreglos! ....<br />
-iBueno, pues, hombre, que no pierdas <strong>la</strong> cos-<br />
tumbre de trabajar! iY tus chiquillos c6mo est&n?<br />
iY tu mujer? ....<br />
E1 docter Rivas era m6dico del Dispensario del<br />
barrio. Y, m6s que doctor, era un amigo, verdadero ca-<br />
marada de <strong>la</strong> gente de todo el sector que le correspon-<br />
dia atender. Alegre, abierio de sentimiento, amho de<br />
comprensi6n, eordialislmo, el doctor Rivas era ixn<br />
....
-<br />
LA S-4NGRZ Y LA ESPERANZA 55<br />
teres son como pelo de verija ante 61! .... jQu6 doctor! ....<br />
Cerca de IAbertad, encontramos a1 Padre Carmelo.<br />
Sus <strong>la</strong>rgos pasos, competian con su braceo descontro-<br />
<strong>la</strong>do. Traia, corn0 el nGdico, el consabido maletin col-<br />
gando de <strong>la</strong> diestra.<br />
-iBuena cosa, Curita Carmelo, tan temprano, por<br />
<strong>la</strong> ehita, y ya dbndole el candeal de Dios a1 pobre! ....<br />
El tio Bernab6 bromeaba con el cwa, como con<br />
uno de sus mAs viejos camaradas. El cl6rigo no hacia<br />
mAs que reir. Reia con una enorme risa de Angel. Era<br />
grandote, desarmado, pAlido, de grandes ojos azules,<br />
serenos, bondadosos.<br />
-iSi, pues, hijo; para algo es que estamos en <strong>la</strong><br />
tierra! .... iQu6 quiere usted! ....<br />
Mi tio andaba gritando en todas partes su ateis-<br />
mo. Hab<strong>la</strong>ba con negras pa<strong>la</strong>bras acerca de 10s frailes.<br />
in<strong>la</strong>s, que diferente su actitud para con el Padre Gar-<br />
melo, el sota cura de <strong>la</strong> parroquia! Se desbordaba ante<br />
61 en una ava<strong>la</strong>ncha de bromas cordiales, bromas de<br />
compafiero, bromas livianas y sanas, bromas de prole-<br />
tario, que hacian reir muy de veras a1 buen cura. .<br />
-iOiga, padrecito, yo, con 10s eailes, ni a misa,<br />
oiga! iPero, a lo mejor, cuando me muera, lo mando<br />
buscar a usted para confesarme! .... iL0 raro que seria,<br />
padre! .... iPero ga le digo, con 10s frailes, ni a misa! ....<br />
Y carcajeaba el tio.<br />
-;No espero otra cosa, no espero otra cosa que<br />
poderle dar el “candeal de Dios”, como usted dice! ....<br />
iA su <strong>la</strong>do estar6, hijo, si llega <strong>la</strong> oportunidad!
.<br />
56 NICOMEDES GUZMAN<br />
-Oiga, curita, iy qu6 es de ‘%a Parem4”? iNo ha<br />
sabido de el<strong>la</strong>?<br />
Habia picardia, un humorismo saludable en <strong>la</strong> insinuacih<br />
del tio. <strong>La</strong> gracia parecia brotarle hasta por<br />
10s poros del rostro.<br />
Todo el barrio tenia conocimiento de cierto cam<br />
ocurrido a1 cura Carmelo con <strong>la</strong> vieja “Phreme”. Y el<br />
tio gozaba como un chiquillo, recordhndoselo. El cldigo,<br />
si, estaba cierto de <strong>la</strong> sanidad contenida en <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras<br />
del maquinista, y respondia a el<strong>la</strong>, riendo transparentemente,<br />
con liviano intento bromista tambidn:<br />
-LRa Paremd, hijo? .... iAhi sigue recolectando dinero<br />
para <strong>la</strong> parroquia! ....<br />
-i Pobre veterana! ....<br />
-iNadie es pobre, hijo, cuando, despuds de todo,<br />
lleva a Dios en el corazh, y <strong>la</strong> fe le anima a uno de<br />
existencia!. ...<br />
--;De veras, padre! ....<br />
El tio Bernabh, de pronto, se habia puesto serio.<br />
Se despidii apresuradamente del cldrigo:<br />
-; Hasta lueguito, padre!. . . .<br />
-iQue Dios lo bendiga, hijo! .... iHasta luego! ....<br />
-+e despidi6 61 tambidn acaricihdome <strong>la</strong> cabeza, y<br />
pashdome una medal<strong>la</strong> de aluminio.
CAPITULO TERCER0<br />
UE SE ACABAN <strong>la</strong>s hallul<strong>la</strong>s,<br />
que se acaban <strong>la</strong>s hallul<strong>la</strong>s, apiru-<br />
uu .... rense, apfiuu .... rense! .... j Quk<br />
se acaban <strong>la</strong>s hallul<strong>la</strong>s, apGuu .... rense! ....<br />
Era el viejo de !os perros el que voceaba.<br />
Como toc?as <strong>la</strong>s mafianas, venh gritando su mer-<br />
cancia, seguido del regimiento de perros y perras que<br />
poseia. Los alientos tornjbanse b<strong>la</strong>ncas volutas en el *<br />
aire he<strong>la</strong>do. El viejo traia <strong>la</strong> nariz roja de frfo. U tem-<br />
b<strong>la</strong>ba. Trotando. Trotando, seguido de sus animales.<br />
Los habia grandes y chicos. B<strong>la</strong>ncos y manchados. Sar-<br />
nosos y sanos.<br />
--i&uk se acaban <strong>la</strong>s hallul<strong>la</strong>s! iVengan, viejas;<br />
vengan cabras! .... iQue se acaban <strong>la</strong>s hallul<strong>la</strong>s! .... i Apir-<br />
’ uu .... rense! .... j ApGuu .... rense! ....<br />
1
Algunos carros retrasados, salian todavfa del depbsito,<br />
con el estrgpito ensordecedor de su ferreteria.<br />
Un-aseador de <strong>la</strong> via, corrici tras uno de ellos, con el<br />
taro de alguitrh casi a <strong>la</strong> rastra.<br />
El olor sabroso de <strong>la</strong>s hallul<strong>la</strong>s, se aferr6 a1 aire<br />
he<strong>la</strong>do, al pasar el viejo con su canasto y su sequito canino.<br />
El otofio roia el corazrjn del suburbio. Los eucaliptus,<br />
entumecidos, choneando I nieb<strong>la</strong> condensada<br />
de sus hojas, tiritaban como gigantones paraliticos.<br />
- i Enrique! . .<br />
’ -i Ah! ....<br />
Antmieta bajaba <strong>la</strong> esca<strong>la</strong>.<br />
--iOye, mira, espdrate! ....<br />
Me acornpa66 por Garcia Reyes.<br />
-Tengo una chaucha .... -me dijo-. Podria dAr-<br />
te<strong>la</strong>. .. .<br />
Era una muchacha grandota, de unos quince aiios,<br />
de trenzas, piceda de virue<strong>la</strong>, de gruesas piernas y pe-<br />
chos abundosos ya.<br />
Yo me acomodg 10s libros bajo el brazo. No le di<br />
importancia a <strong>la</strong> proposicih.<br />
--iPodria darte una chaucha! -repiti6 el<strong>la</strong>-. Po-<br />
drias compsar un IApk y dos membrillos .... -agreg6,<br />
empefiada en picar su ambicirjn.<br />
Y lo consiguirj:<br />
-iD&me<strong>la</strong>, entonces! .... -le dije.<br />
-jBah, pero no vas a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>! iVas conmigo a<br />
otra parte! -
-<br />
LA SANGRE Y LA ESPERAXZA 59<br />
-No! .... iY0 no hago <strong>la</strong> “chancha”! ....<br />
--$onto, te ganas una chaucha! ....<br />
-iY adonde vamos?<br />
-Despu&s ie dig0 .... Toma <strong>la</strong> chaucha ....<br />
Recibi <strong>la</strong> moneda. Me detuve.<br />
- ;iV[ira!. .. -sigui6 convencikndome el<strong>la</strong>-. En-<br />
. volvemos 10s libros en estos diarios para que nadie se<br />
dd cuemta. ...<br />
-Bueno, vamos.. ...<br />
Me habia decidido de improviso.<br />
--jI32blemos por aqui! 4ijo el<strong>la</strong>, sin poder ocultar<br />
su akgria.<br />
k‘es de echar 10s pasos por calle Andes, observ6<br />
el verdegueo vivo de <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>ntas, colgadas hacia <strong>la</strong><br />
calk desde 10s baleones del edificio donde viviamos.<br />
En <strong>la</strong> calle Cueto, <strong>la</strong>s tapias verdegueaban tambikn,<br />
enternwidas de musgo. Un grueso dor a tierra<br />
mojada hacia zrato el frio de <strong>la</strong> rnfiana que se adentraba<br />
par <strong>la</strong>s narices.<br />
No csminamos mucho.<br />
-jEs aqui! .... -exc<strong>la</strong>m6 de pmnto Antoniets.<br />
Y golpe6 una puerta bajita, humilde, resquebrzjada.<br />
Salic5 un muchacho en calzoncillos, de ojos capotudos,<br />
pestafieando ante el golpe de <strong>la</strong> luz.<br />
-iBah, til? .... Pa<strong>la</strong>bra, no crei que ibas a venis ....<br />
-i Tonto! ....<br />
Los ojos de ambos bril<strong>la</strong>ban de extraiia felicidad.<br />
--Entra, pues .... iEstoy solo! ....<br />
a
03 MCOMEDES GUZMAN<br />
Era un cuarto obscuro, pobrisimo, f6tido a antigiiedad,<br />
a ratones, a cuerpos mucho tiempo encamados.<br />
El muehacho atranc6 <strong>la</strong> puerta, y abraz6 a Antonieta,<br />
beshdole el cuello y mordi6ndole <strong>la</strong>s orejas y 10s<br />
hbim. Luego, se di6 a palparle 10s pechos.<br />
<strong>La</strong> chiquil<strong>la</strong> gemia.<br />
-iTonto, no tan fuerte! iAy! ....<br />
--Acost6monos!.... -exc<strong>la</strong>m6 roncamente 61.<br />
Pero el<strong>la</strong> repar6 en mi.<br />
--;D6jame, d6jame, que nos ve &e! .... -habl6,<br />
mostrindome.<br />
--i;Para qud lo trajiste, lesa! ....<br />
--;Tonto, ;,Crees que me iba a atrever a venir so-<br />
<strong>la</strong>?!. .. .<br />
El muchacho fu6 hacia un gran caj6n apegado a1<br />
tabique de sacos empape<strong>la</strong>dos que dividia el cuartu-<br />
cbo. Sus pies descalzos sonaban en <strong>la</strong>s iab<strong>la</strong>s del piso<br />
como martillos algodonados. Abri6 el badl.<br />
-iWira, son todos libros -habl6--, te regdo 10s<br />
qne quieras! .... iBusca aqui!<br />
Me pareci6 increible aquello. “Librm, Ebros”. iNo<br />
seria un sueiio? Estaba emocionado. Me agach&. Tom6<br />
algunos. Tenian un olor pro1und.o a vejez, a tiempo<br />
apercancado.<br />
--;Acost&monos ahora! .... --dijo, anhelosa y tier-<br />
namente el muchacho a Antonieta.<br />
El<strong>la</strong> no se him repetir <strong>la</strong> insinuacibn. U ambos,<br />
abrazados, se perdieson tras el tabique.
’<br />
#<br />
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 61<br />
Luego, mientras encarbaba entre 10s libros, hoje6n-<br />
dolos, tras <strong>la</strong> novedad de alguna lhina, habria de ok,<br />
aunque sin darle importancia, 10s gemidos con que <strong>la</strong><br />
muchacha expresaba el gozo de <strong>la</strong>s nuevas caricias.<br />
De pronto, mis ojos dieron con un titulo y un<br />
Rombre que e-an como mi <strong>esperanza</strong> de esos dias:<br />
“Corazhn ”, Edniundo de hicis.<br />
-jDdme &te! iDdme dste!<br />
Habiame levantado, gritando jubiloso. Mas, mis<br />
regocijadas voces de solicitaci6n, cortiironse bajo <strong>la</strong><br />
guillotina brutal del espect6culo que se present6 ante<br />
mis pupi<strong>la</strong>s abismadas.<br />
Tras el tabique, atravesada en <strong>la</strong> cama miskima:<br />
Antonieta apretaba entre <strong>la</strong>s piernas desnudas el<br />
cuerpo del muchacho, gimiendo como una bestezue<strong>la</strong>.<br />
Mi presencia inesperada 10s hizo levantarse, pres-<br />
tos. El<strong>la</strong> cubri6se Apidamente, baj Andose <strong>la</strong>s polleras.<br />
Pese a <strong>la</strong> sombra, le alcancg a ver <strong>la</strong> negrura crespa<br />
del pubis.<br />
-iCarajo, pa que trajiste a esta porqueria! -si-<br />
t6 el muchacho, cubrihndose tambidn, mientras se me<br />
encaraba.<br />
-iCuidado, Tulio, no le vayas a pegar! -grit6 .<br />
Antonieta, angustiada.<br />
El muchacho se rehizo. Yo teda unas inmensoo<br />
deseos de llorar.<br />
-iMira, mira! --exc<strong>la</strong>m6 Tulio, ya sereno, alish-<br />
dose <strong>la</strong> desgreiiada cabellera-. El libm es tuyo, ~XQ,<br />
ihdate a1 patio! ....
.<br />
62 NICOiVXDES GUZNUN<br />
Tulio estaba inquieto, avispado. Junt6 aper,as <strong>la</strong><br />
pobretona puerta sin chapa. El desconcierto me rendia.<br />
No s6 quk pasaba por mt ]?To aguantk el l<strong>la</strong>nto. E 9n-<br />
conscientemente daba vueltas <strong>la</strong>s pjginas del libro, sin<br />
ver en el<strong>la</strong>s otra cosa que signos y rayas bril<strong>la</strong>ntemen-<br />
te quebrados a trav6s de mis pestafias pob<strong>la</strong>das de <strong>la</strong>-<br />
grimones.<br />
Adentro, se oia una como precipitada lucha de res-<br />
piraciones, que fud decreciendo poco a poco. Mi aten-<br />
cibn, despierta haeia lo que adentro sucedia, suponikn-<br />
dolo todo a traves del m6s ligero ruido, me hizo olvidar<br />
pronto el l<strong>la</strong>nto. Mi tranquilidad se afirm6, cuando 30s<br />
anuncios de vida venidos de adentro repleg6ronse de-<br />
finitivarr,ente al silencio. Atendi ahora al patio. Habia<br />
alli mucho pLsto y tarros viejos, herrumbrosos, rnoja-<br />
dos enteros por el rocio de <strong>la</strong> neblina.<br />
A1 otro <strong>la</strong>do del cierro de <strong>la</strong>tas que se levantaba<br />
a1 fondo dei sitio, comemaron-a sentirse voces de hom-<br />
bres y vigorosos golpes de martillos sobre bigornias,<br />
Rbandon& el libro y fui a curiosear. Por entre <strong>la</strong>s <strong>la</strong>tas<br />
r'ez~nldas pod.ian observarse 10s vastos terrenos del otro<br />
<strong>la</strong>do, cubiertos de rieles amohados. Trabajaban alli va-<br />
rios hombres vestidos con sucios mamelucos, provistos<br />
de grandes combos, que volteaban sobre 10s yunques.<br />
RI&s lejos, se alzaban 10s altos galpones del depjsito<br />
de tranvias. No pensaba nada ahora. Tenia frio. Estaba<br />
tranquilo. Y el abismo abierto en mi coraz6n habiase<br />
borrado.<br />
Creo que todo habria seguido ig'ual, tan sereno, si
wh SANGRE U LA. ESPERANZA 63<br />
alguien, detr6s de mi no me hubiera interrogado de<br />
pronto rudamente:<br />
-i&u6 hacis aqui, cabro?<br />
Era una voz ronca. Violenta. Ante mi, un hombre-<br />
cillo canoso, de rostro perdido tras <strong>la</strong> pe<strong>la</strong>mbre de mu-<br />
chos dias, vestido con un haraposo y grasiento overol,<br />
me miraba con ojillos crueles, escrutadores. E<strong>la</strong>bia en-<br />
trado por una pequefia puerta ubicada en uno de 10s<br />
costados del patio. El viejo <strong>la</strong> habia dejado semiabier-<br />
ta, y s6lo ahora podia advertir<strong>la</strong>.<br />
--iQu6 hacis aqui, te digo?<br />
Estaba borracho ya, a tan temprana hora. Cris-<br />
paba <strong>la</strong>s manos, de secos dedos, callosos 57 negros. Se<br />
sac6 <strong>la</strong> gorra y <strong>la</strong> pate6 en el suelo. Yo no me atrevia<br />
a hab<strong>la</strong>r. Temb<strong>la</strong>ba so<strong>la</strong>mente. Y el l<strong>la</strong>nto aeudi6 otra<br />
vez a mis pestaiias.<br />
-iMe vas a contestar, mierda, me vas a contestar!<br />
Me agarr6 de 10s brazos, firmemente. U me zama-<br />
rre6. Sus ojos parecian hundirme ufias en el senti-<br />
miento.<br />
-iVine con <strong>la</strong> Antonieta! --soIloc6.<br />
-jQd chiquillo jodido! iQu6 Antonieta? ....<br />
-<strong>La</strong> Antonieta, <strong>la</strong> hija de <strong>la</strong> seiiora Rita, pues ....<br />
-i&u6 chiquillo de porqueria!<br />
Me solt6. Y copri6, bambole6ndose a1 cuarts. Llo-<br />
roso, atemorizado, lo vi perderse psr <strong>la</strong> puerta de <strong>la</strong><br />
pieza. No tard6 en comer tambidn hacia d16.<br />
-;Ah, trayendo mujeres aqui, trayendo mujeres,<br />
ah!....
64 NICQMODES GUZMAN<br />
Desde el umbral vi <strong>la</strong> escena. Antonieta lloraba, a<br />
medio vestir, aferrada a1 respaldo del catre, mientras<br />
el borracho, con fuerzas increibles, golpeaba a1 mucha-<br />
cho.<br />
-iViejo desgraciado! iViejo de mierda! .... -rugia<br />
Tulio bajo sus golpes, imposibilitado para defenderse.<br />
--;Veni aqui con mujeres, veni aqui con mujeres,<br />
carajo!<br />
Antonieta comenz6 a gemir como una perra:<br />
-iNo le pegue m&s, no le pegue mas, por favor! ....<br />
-exc!amaba.<br />
Se <strong>la</strong>nz6 de <strong>la</strong> cama. Y pretendi6 ir en su defensa.<br />
Peso, casi cae, enredada en 10s calzones a medio poner.<br />
El viejo <strong>la</strong> vi6, y abandonando a1 muchacho, que se<br />
derrumb6 al suelo, sangrante, aturdido, fu6 hacia el<strong>la</strong>.<br />
Yo hubiera huido. Mas, una fuena de bestia me pega-<br />
ba <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>ntas a1 umbral. “Mamacita”, pensaba, tem-<br />
b<strong>la</strong>ndo.<br />
<strong>La</strong> muchacha se defendi6 muy poco del borracho,<br />
que, sosteni6ndo<strong>la</strong> por 10s brazos, le bes6 el rostro, re-<br />
petidas veces, mordidndo<strong>la</strong>, babehdo<strong>la</strong>. Luego, el<strong>la</strong> ha-<br />
bia tambidn de abrirle los gmesos muslos, vencida, gi-<br />
moteando trdmu<strong>la</strong>mente.<br />
Yo, sin poder moverine de <strong>la</strong> puerta, con 10s ojos<br />
desorbitados, intentaba inhtilmente gritar. El recuer-<br />
do de mi madre mordiame el cerebro.<br />
Hacia atrh, m6s all6 del fondo del sitio, se oia el<br />
rudo golpe de 10s martillos sobre 10s yunques, como<br />
golpes profundos de vida. Y cuando pude bajar <strong>la</strong> vis-
LA SANGRE Y LA ESPERANZA G5<br />
ta fatigada, cansada de contener tanta brutalidad, mis<br />
15grimas gotearon pesadamente sobre <strong>la</strong> portada del<br />
deseado libro:“Coraz6n”. Y pens& “mam5”. Y pen&<br />
tambih: “Ang6lica”. Mientras 10s martillos golpeaban,<br />
y gdpeaban, y golpeaban. Y el otoflo crispaba 10s pu-<br />
cos, aterido.<br />
2<br />
-iNo vayas a decir nada, no vayas a decir nada!<br />
-me rogaha Antonieta.<br />
Tenia 10s ojos llorosos, y se aferraba a mi brazo.<br />
En una f5brica cercana habian campaneado recidn <strong>la</strong>s<br />
once del dia.<br />
-iNo vas a decir nada, Enriquito, jcierto?<br />
Tenia <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra angustiada, roja de IAgrimas, co-<br />
mo sus ojos.<br />
-iNo! 4ije secamente.<br />
?&e Mfa todo lo que habl’a visto. Teni<strong>la</strong> miedo.<br />
Apretaba contra mi pecho el ligero envoltorio de mis<br />
libros, entre 10s que “Coraz5n” confundia su anciano<br />
cuerpo agitado de humanas pa<strong>la</strong>bras.<br />
El viejo, despugs de haber poseido a <strong>la</strong> muchacha,<br />
se hiKa domido hermctica-nente, y Tulio, el muchacho<br />
no tard6 en volver en si.<br />
-jAndate a1 tiro! -grit6 a Antonieta-. iSi el viejo<br />
te ve aqui otra vez nos rnata! jPuCha, y este cabro<br />
jodido que no avis6!<br />
Nos dej6 en <strong>la</strong> puerta.<br />
5-<strong>La</strong> -~?gr~ y 1a <strong>esperanza</strong>.
<strong>La</strong> nieb<strong>la</strong> todavia no se evadia de <strong>la</strong> tierra, y lo<br />
moj.aba todo con sus frias manos de cadAver.<br />
-iNo vas a deck nad.a, Enriquito, jcierto? ....<br />
-iNo, no! .... -repeti, molesto.<br />
-Mira, lo que haciamos no era nada de malo ....<br />
-me explie&-. i€'ero es mejor que no lo sepa nadie! ....<br />
-iSi no voy a decir, no voy a decir! .... -le chill&.<br />
Su majaderia parecia aumentar mis temores. Me<br />
pesaba tremendamente haber hecho <strong>la</strong> cimarra.<br />
--Mira, Enriquito, lo que haciamos -seguia explicando<br />
el<strong>la</strong>-, no era nada malo. No era nada malo.<br />
jL0 hacen todas <strong>la</strong>s mujeres con 10s hombres! ....<br />
Que me importaba a mi aquello. Lo cierto era<br />
que habia faltado a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> y el miedo me devoraba<br />
<strong>la</strong>s visceras. Tenia ganas de orinar.<br />
- -iSu<ame! -grit6 a <strong>la</strong> chiquil<strong>la</strong>-. jSu&xne!<br />
Cuando me senti libre de su mano, me allegu6 a<br />
una tapia derruida. Humearon contra 10s adobes 10s<br />
orines calientes.<br />
--;Eso no es nada de raro, mira, Enriquito! iTir<br />
tambien lo har6s cuando seas grande! .... --continu6 diciendo<br />
Antonieta, una vez que volvi a su <strong>la</strong>do.<br />
Ya no hab<strong>la</strong>ba. No pensaba tampoco. Tem'a mucho<br />
si. El temor ers en m'i pecho como una o<strong>la</strong> de agudos<br />
dientes que se agrandaba, rnordiendo imp<strong>la</strong>cablemente.<br />
En <strong>la</strong> esca<strong>la</strong> de <strong>la</strong> galeria, Antonieta todavfa, me<br />
rogaba, Iloriqueante:<br />
-iNo digas nada, Enriquito, no digas nda!
LA. SANGRE Y LA ESPERANZA<br />
__^I__. I______<br />
Y me a<strong>la</strong>rg6 otra chaucha. Yo se <strong>la</strong> rechacd. Me<br />
cnrabiaba ahora su actitud,<br />
Entrd sombrio a nuestro cuarto, invadido por una<br />
somlcira armada de pufiales que no cesaban de fintear<br />
en ni CG;.~Z~. ,?E madre, que barria en ese instante,<br />
se qued6 observ5ndome. Yo no fui capaz de darle el<br />
mstm. Me de<strong>la</strong>taba sin quererlo.<br />
Tmnqui<strong>la</strong>mente, mi madre dej6 <strong>la</strong> escoba afirmada<br />
a los pies de un catre. Y se me acerc6.<br />
-i?or que faltaste a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>? -inquiri6 duramente.<br />
--iSi no he faltado, no! .... -habl6, temb<strong>la</strong>ndo.<br />
--&A d6nde fuiste, Enrique? .... -sigui6 el<strong>la</strong>.<br />
-A <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>, mam& ....<br />
-iNo mientas, Enrique! Vas a decirme todo. &A<br />
d6nde fuiste? ....<br />
Me enfurruiid.<br />
--iA <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>, a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>! -ad&.<br />
Mi madre fud por <strong>la</strong> correa.<br />
--iEstuviste en <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>, ah? iC6mo mandaon<br />
de <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> a preguntar por ti? iAh? icontesta, Enrigue!<br />
-Yo lo vi todo perdido. Sin embargo, estaba dispuero-'<br />
to a ser leal eon Antonieta.<br />
+Me fuf al do! 4 j e .<br />
-iAh, ah! iY a qu6 fuiste?<br />
-A jug= con otros cabros ....<br />
-JY c6mo negabas, condenado?<br />
67
68 "ICQMEDES GUZMAN<br />
-;TU0 sP! -le grit&, ensoberbecido, despuCs de haber<br />
~ogrzc~o engai=iar<strong>la</strong> en paxyte.<br />
-iNo sabes, jah? :Toma, entonces, toma! iAprende,<br />
tondenado, toma! .... i Aprende, aprende! ....<br />
Yo gritaba lo mismo que un cerdo entre ia vida y<br />
<strong>la</strong> mv.er.te. Mi madre acezaba, azo't&&xne. "or fin,<br />
desesperadv, tir6 <strong>la</strong> correa, y se Lorn6 <strong>la</strong> cabeza a dos<br />
rnanos.<br />
--Sefior, Seiio?, que5 chiquillo condenado! -decia<br />
con 10s ojos rnojaeos de rabia. y confusih-. iSeikr,<br />
nu4 chiquillo d-ste, Seiior!<br />
Habianme dolido tremendamente 10s azotes. <strong>La</strong>s<br />
piernas se me enroncharon, sangrando hajo ellos. Y<br />
aunque me que& <strong>la</strong> satisfacci6n de haber sido lea1 con<br />
Antonieta, senti clue definitivamente algo que ya no<br />
pertenecia a3 rnundo de mi infancia, comenzaba a animarme<br />
fwiosos perros de bruma. Hechos y conversaclones<br />
de !os mayores qu~para mi habian sido como<br />
cuchillos de muchos filos, asociados a no pocos recuer6os<br />
inolviciables, parecieron organizarse en aquel<br />
dia de ~toii~, en que 13 nieb<strong>la</strong> era <strong>la</strong> amiga intima de<br />
bs cosas, para aventurarme en un paso hacia una<br />
verdad que mi prezocidad ya requeria.
70 NlCOMEDES GUZMAP7<br />
taba, encogido, el trope1 de <strong>la</strong>s bur€as, rugiendo como<br />
un animal para adentro.<br />
-iEl cimarrero! .... iJa, ja, ja! ....<br />
-iEl cimarrero! .... iPuchas, “hacer <strong>la</strong> chancha”<br />
por <strong>la</strong> chita! ....<br />
De pronto, descubri un medio de defensa: am, entre<br />
10s regocijados muchachos, estaba el enclenque Sergio<br />
L<strong>la</strong>nos, con sus <strong>la</strong>bios reventados en purulencias<br />
amaril<strong>la</strong>s, con sus turnios ojos sanguinolentos, de p6rpados<br />
sin pestafias. En medio de Iw compafieros, se<br />
sentia segurc, fuerte y capaz de bur<strong>la</strong>rse. Pero yo conocia<br />
su debilidad, como todos, y me dispuse a tomar<br />
desquite en 61, en <strong>la</strong> imposibilidad de imponenne a<br />
todos.<br />
-iiQuQ te reis tG, hijo ’e puta?! .... -grit&le en el<br />
colmo de <strong>la</strong> exasperaci6n-. iEijo ’e puta, igu6 te reis<br />
tii?!<br />
....<br />
Todos cal<strong>la</strong>ron. El tembl6. Se rasc6 <strong>la</strong> cabeza. <strong>La</strong>s<br />
miradas estaban fijas en su rostro demudado. Parpa-<br />
de6 mucho. Eos compaderos espesaban que contesta-<br />
ra. No dijo nada. Encogi6 10s hornbros. Se sob6 <strong>la</strong>s ma-<br />
nos, confundido. Pretend% retirarse del grupo. lMas,<br />
Io retuvieron:<br />
-iY agiiantai que te digan hijo ’e puta? --le hz-<br />
b16 el Negro Rojas, animhdolo, para armar <strong>la</strong> pelea.<br />
Yo esper6. Deseaba ardienterncnte que dijera algo,<br />
para repetirle el insulto. No dijo nada, sin embargo.<br />
Ni una pa<strong>la</strong>bra. Sus lqbios purulentos ternb<strong>la</strong>ban. Ba-<br />
j6 <strong>la</strong> vista. Se abri6 paso. Y evitando 10s encontrones
-<br />
LA SANGRE Y L A ESPEWZA<br />
con 10s muchachos en juego, se fu6 a sollozar a un rinc6n<br />
del gimnasio.<br />
-jCobarde! -lo apedredi con su grit0 el Negro<br />
Rojas.<br />
Los muchachos arremetieron de nuevo contra d.<br />
-i El cimamero!. . .. i El cimarrerooo!. . ..<br />
-iQu& ustedes -1es rug& no han hecho nunca<br />
<strong>la</strong> cimarra, mierdas? ....<br />
El Chueco Avilb se encar6 a mi. Me agarr6 por<br />
<strong>la</strong>s so<strong>la</strong>pas:<br />
-iA mi no me venis a pa<strong>la</strong>brear! .... iA mi no me<br />
digai mierda! ....<br />
Me zamarreaba. Mi aparente timidez, se apart6<br />
% para dar paso a una insolente reacci6n. Mi rebeldia se<br />
despoj6 de vaci<strong>la</strong>ciones. <strong>La</strong> <strong>sangre</strong> me ascencEa a to-<br />
mentes a1 rostro.<br />
-iTe dig0 mierda a ti y a quien se me ocurra!<br />
iEres una mierda, ya est6! ....<br />
El Chueco me apret6 contra <strong>la</strong> pared. Y me pro-<br />
pin6 un “palmetazo” que pareci6 arrancarme todos 10s<br />
vellos de una mejil<strong>la</strong>. Casi se me saltaron <strong>la</strong>s 16grimas.<br />
Levant4 una pierna y di con mi rodil<strong>la</strong> entre 10s mu’s-<br />
10s de Avilds.<br />
-i Cresta!. . .. -chill6 61, dolorosamente.<br />
Palideci6. Y agarrhdose alli, entre <strong>la</strong>s piernas, se<br />
ech6 a1 suelo retorcidndose. Algunos de 10s que nos<br />
rodeaban, hugeron. Y “El Sapo”, por supuesto que te-<br />
nia que h- a dar el sop10 a <strong>la</strong> Oficina. Si hubiera huido,<br />
no habria obtenido nada. Por otra parte, mi padre me<br />
71
-<br />
LA SANGRE Y ZA ESPERANZA 73<br />
yo, pero estaban en mi mismo curso, el Tercero A. Con<br />
periniso del director, nos habiamos quedado 10s del<br />
Tercero A J‘ 10s del Tercero B, para disp.;tar unos li-<br />
bros en una cornpetencia de “fiitbol”. Arbitraba el se-<br />
Eior Camona. Y <strong>la</strong> de sue<strong>la</strong>zos y <strong>la</strong> de narices sangran-<br />
tes, mientras eorria-mos tras de <strong>la</strong> pe€ota, era fant6sti-<br />
ca. Los del Tevero A. necwit5hamos consoUaci6n para<br />
asegurar el triunfo. El griterio era infernal. El ripio del<br />
patio crujia bajo nuestras pisadas y “chutes” frustra-<br />
dos.<br />
Ya era tarde. El sol galcpaba sobre el poniente con<br />
<strong>la</strong>s rojas crines a1 viento, tifiend0 de cobre <strong>la</strong> eabelle-<br />
ra verde de un naranjo p<strong>la</strong>ntado junto a un corredot-.<br />
-jYa est6 bueno, ya est6 bueno! .... --grit6 el<br />
maestro.<br />
Pero el entusiasmo nuestro era demasiado. $OF el<br />
rostro dterado, el sudor nos coda con0 sabbre llu-<br />
via. Era iniitil que el seiior Calmona tocar2 el silbato,<br />
y gritara.<br />
---jOye, mira, Q~ilodr5a -me insint.6 por fir-. ;6-<br />
cale <strong>la</strong> carnpana a estos condenados!<br />
Corria a cimm1i-c el mandato, acezando, cuando el-<br />
Chueco Avilgs, adeiantihdoseme, co!g&e casi del cor-<br />
d6n de <strong>la</strong> campana, y se pus0 a ba<strong>la</strong>ncear<strong>la</strong>, arranchn-<br />
dole vigorosos e hirientes sonidos.<br />
-iYa est6 bueno, ya est6 bueno, mira, mira, Chue-<br />
CO! .... iYa est6 bueno, hombre!<br />
Los jugadores habian suspendido el partido, y es<br />
taban atentos a 10s gestos de Avil&, que, hadendo mu-
saraiias, no cesaba 6e tironear el cord6n. <strong>La</strong> campana<br />
se desgaiiitaba sonando.<br />
-iCbrta<strong>la</strong>, &ta<strong>la</strong>, .... te digo, Avilb!<br />
FuB preciso que el seiior Carmona se precipitara<br />
hacia el Chueco para que 6ste soltara el cord6n. El to-<br />
zudo huy6, entonces, a saltos.<br />
-iChitas, ifiior -grit6, de Ljos, riendo-, no se le<br />
vaya a gastar <strong>la</strong> campana! ....<br />
Brincaba como un mono, burl6ndose del profesor.<br />
De verdad, este Avil6s era un condenado. SU chiste ha-<br />
bia dado sudta a <strong>la</strong>s riendas de nuestras risotadas. El<br />
seEior Csrmona movi6 <strong>la</strong> cabeza, pacientemente, y no<br />
pudo contener tmpoco fas carcaiadas que animaron en<br />
su gasganta <strong>la</strong>s frescas pa<strong>la</strong>bras del Chueco.<br />
-iEste Chueco -coment6, riendo todavia-, este<br />
Ghueco! ....<br />
Y se fur5 con su paso corto, moviendo <strong>la</strong> cabeza.<br />
Los pantalones parchados se le abolsaban en el traste.<br />
Sus zapatos torcidos eran como <strong>la</strong>s grotescas r6bricas<br />
de su pobreza.<br />
Fuimos a1 pilhn a <strong>la</strong>varnos. Habiamos ganadcr a 10s<br />
del otro curso, pero eilos no estaban para disputas esta<br />
vez, y se divertian junto a1 bard lleno de agua, lo mis-<br />
mo que si hubieran sido 10s vencedores. El Chueco Avi-<br />
16s se arreg<strong>la</strong>ba 10s faldones de <strong>la</strong> camisa que, en el<br />
juego, se le habian escapado de <strong>la</strong> pretina de 10s pan-<br />
talones.<br />
--iPU&~ con el chute -carcaje6-, pa<strong>la</strong>bra que<br />
crei que me iba a pegar?
LA SANGRE Y LA ESJ?ERANZA E5<br />
--jMira, Quilo --me dijo gravemente el Tudo<br />
L<strong>la</strong>nos-, vsimonos juntos, quiero hab<strong>la</strong>r contigo!<br />
Despuks de <strong>la</strong>vados, fuimos por 10s libros. <strong>La</strong> gorda<br />
que cuidaba el colegio ya nos estaba despidiendo.<br />
Salimos entre risotadas. S61o L<strong>la</strong>nos estaba preocupado.<br />
--;RconipQEiame hasta San PabIo! -me rog6.<br />
Era tarde. Yo no habia tomado once. Pero me decidi<br />
a acompaiiarlo. Los otros muchachos se repartieron<br />
en diferentes direcciones.<br />
--;Chidado con el Turnio -me reconvino Aviles-,<br />
ic puede arnarrar con una iiata!<br />
--;&uB jodidos son, por <strong>la</strong> miechica! -me dijo<br />
amarg:.mente L~ZUIOS-. iQuP jodidos son! iQu6 culpa<br />
tengo go que mi mamsi tenga cas de putas! Era de eso<br />
que te queria hab<strong>la</strong>r ....<br />
Yo, exactamente no comprendia aGn <strong>la</strong> hnci6n de<br />
<strong>la</strong>s prostitratas. Mas, de pronto, despu6s del aeonteeimiento<br />
del dia anterior, muchas cosas empezaban a<br />
ac<strong>la</strong>r6rserne en el cerebro, sin entender<strong>la</strong>s, propiamente.<br />
A prop6sito de lo ocurriclo, mi conocimiento estaba<br />
ya dotado de un punto de referencia a1 cual allegar<br />
todo lo difuso y que mi intuici6n sospechara ligado ab<br />
problema que, desde hacia poco, p<strong>la</strong>nte6baseme en el<br />
fondo de1 esplritu. Tenia <strong>la</strong> impresi6n de estar dominando<br />
un extra50 y revuelto mundo recikn creado por<br />
<strong>la</strong> vida en 10s estratos de mi destino.<br />
-iC6mo, case de putas? .... 4ndagu4, asombrado,<br />
a pesar de todo.
76 NICOMEDES Guzrfim<br />
--No te haga.; el leso, Qui10 .... --me dijo L<strong>la</strong>nos,<br />
con vaz arnarga.<br />
--Cierto .... No si. .... -asegur&<br />
--;Casa donde 10s hombres se van a aeostar con<br />
1% rnujeres, oooh! ....<br />
Yo record& ‘‘Tulio, Antonieta”. Me qued6 pensativo.<br />
Luego, hakl6 apenas:<br />
-iAhl<br />
--Yo no tengo <strong>la</strong> culpa que mi mar& sea asi ....<br />
--eontinu6 Sergio-. En algo tiene que ganar .... Ese es<br />
trabajo tamFGn, se jede harto .... Tiene que amanecere....<br />
Est&barnos ya en San Pab4o. Po.. Bulnes, hacia el<br />
sur, pulu<strong>la</strong>ban hombres, chiquillos, guardianes. Los perros<br />
andaban por todos <strong>la</strong>dos, olisqueando.<br />
<strong>La</strong> curiosidad me lleu6 hasta 1-7 puerta de <strong>la</strong> casa<br />
de Sergio. Era una casa siirdida. De altos. Kedionda a<br />
jab6n barato y a ratones. <strong>La</strong> rnujer que habia en <strong>la</strong><br />
puerta, ulia gordota pintarrajeada, me dijo unas cuan-<br />
+rc, cosas. Ye acaricicj ia barbil<strong>la</strong>. Y le rnordicj el. cogote<br />
a L<strong>la</strong>nos, riendo.<br />
Ea <strong>la</strong> calle habia mu.chi?s Ditos. Llovfa mucha<br />
alegria. Pero yo me despedi de L<strong>la</strong>nos con el coraz6n<br />
m8s brumoso que el fonde rnismo de <strong>la</strong> calle, perdido<br />
en el atardecer violBceo.<br />
-jTe queria decir quc no m.e jodieras m6s per esto!..<br />
---habian sido <strong>la</strong>s iiitirnas pa<strong>la</strong>bras de Sergio<br />
Mi silencio habia aprobado su ruego.<br />
De 10s salones de bil<strong>la</strong>res y restormtes ari-ancnlsan
--<br />
LA SANGFCE Y LA ESPEfEkNZA 77<br />
impreeaeiones, griifiidos de bomachos y voces chirrian-<br />
tes de fon6grafos.<br />
Mi madre habia salido cuando llegu6 a <strong>la</strong> casa.<br />
F,!ena no hahia trabajado sobretiempo esa tarde, de 1~10-<br />
do que se enconhaba en el cuarto. Hacia eal<strong>la</strong>r en ese<br />
instante a Mwtina, mi otra hermana, a quien habian<br />
traido recii-n de casa de mi abue<strong>la</strong>.<br />
Desde el departaimenlo vecino venia <strong>la</strong> VQZ poten-<br />
te del tio Wernah6, que l<strong>la</strong>maba a todo grito a una de<br />
sus chiquil<strong>la</strong>s:<br />
--iMarita, Maritaaa! ....<br />
Sb10 czando bajaba, despugs de tornar once, ha-<br />
ciendo sonar con los pies <strong>la</strong>; tab<strong>la</strong>s sueltas de <strong>la</strong> esca-<br />
<strong>la</strong>, displicente y mascando todavia ’Ltn trozo de pan, vi<br />
subir a Mara, con 10s “chapes” amarrados debajo de <strong>la</strong><br />
barhil<strong>la</strong>, entonando el “Fado 31” con <strong>la</strong> garganta, mien-<br />
tras chupaba unas pastil<strong>la</strong>s. AI pasar, me di6 una ma-<br />
notada. En represalia, le propink un encontr6n qua <strong>la</strong><br />
hizo trastabil<strong>la</strong>r. Me mont6 en <strong>la</strong> baranda de <strong>la</strong> esca<strong>la</strong>,<br />
y me <strong>la</strong>nc6 hasta abajo C Q ~ O por un deslizador. El<strong>la</strong>,<br />
desde arriba, se levant6 10s vestidos, mostrhdome el<br />
traste, despreciativa. Generalmente, andaba sin calzones.<br />
-iToma, tonto, Lorna! .... -w-e grit&<br />
Y me him una “tamafk”. <strong>La</strong> luz de <strong>la</strong> gaieria, colgada<br />
cerca de <strong>la</strong> esca<strong>la</strong>, recort6, por Gltimo, su figura<br />
pequeiia, esmirriada.<br />
Ls. chiquillerfa, en <strong>la</strong> calle, apisonaba hacia el cielo<br />
el aire, con <strong>la</strong> p<strong>la</strong>n<strong>la</strong> de sus gritos. Comiendo por
TS . NICONlEDES GUZMAN<br />
Garcia Reyes, en competencias en que participaban ma-<br />
gas de chiquillos, con <strong>la</strong>s frentes y <strong>la</strong>s manos envueltas<br />
en pafiuelos, imitando a. 10s campeones pedestres, olvi-<br />
26 de veras mis brumas.<br />
<strong>La</strong> noche coce6 luego a <strong>la</strong> vera de nuestros juegos.<br />
Se encendieron 10s focos de San Pablo y del dep6sito<br />
tranviario. <strong>La</strong> calk Andes comenz6 a pestaiiear por 10s<br />
ojillos de pulga que, a su <strong>la</strong>rgo, semejaban 10s faroles<br />
de gas. Alli donde <strong>la</strong> obscuridad animaba sus perros,<br />
se alzaba <strong>la</strong> lumbre potente de nuestros gritos y chi-<br />
Ilidos. Desde el conventillo del “GuaMn San Juan” ve-<br />
n!an, brincando, <strong>la</strong>s voces agudas de unas chiquil<strong>la</strong>s:<br />
“;Que se abran !as puertas,<br />
que se abran <strong>la</strong>s puertas,<br />
a1 rey de 10s Borbones!”<br />
Llegaban ya 10s carros del servicio de “ahorrado”<br />
(1). De pronto, el cruce de calles, se alumbr6 con res-<br />
dandores de fiesta. Rugian y rechinaban <strong>la</strong>s ruedas<br />
an <strong>la</strong>s curvas sin alquitranar. Habia “tacos”. B<strong>la</strong>sfe-<br />
mias. Gruesas voces de maquinistas. Campanilleos. Los<br />
Pi;$adores, negros de tierra y aceite, se trepaban coma<br />
::) E2 t&x-rninos tranvbios, de acuerdo con 10s horarios de<br />
servicio, designribase (0 desf,gnase) de “corta” a !a jorna-<br />
d2 de trabsjo comprendids m6s o menos entre media ma-<br />
Bana y el atardecer; y de “<strong>la</strong>rga”. <strong>la</strong> aue, iniciada en <strong>la</strong><br />
madrugada se interrumpia a media mafiana, para reici-<br />
ciarse al atardecer g terminar de.9 a 10 de <strong>la</strong> noche o al-<br />
rededor de <strong>la</strong> 1 de <strong>la</strong> madrugada. segtin el servicio fuera de<br />
CL”1. a .vrado” o de “g~3ardia’’.
LA SANGRE P LA ESPERANZA 73<br />
gatos a 10s uehiculos. Nosotros, tras ellos, nos colghba-<br />
mos en raciwLos de <strong>la</strong>s pisaderas. Otros, nos metiatnos<br />
a1 interior de 10s carros a recolectar boletos usados,<br />
que, despues jugAbamos, al “hachita y cuarta”. LOS<br />
aseadores no descansaban, en su tarea de limpieza, le-<br />
santando el piso de’ 10s pasillos y manipuleando can<br />
<strong>la</strong>s escobil<strong>la</strong>s aceitosas en 10s rnotores. <strong>La</strong>s cobradoras<br />
nos espantaban inljtilmente:<br />
-iZafen, mikhieas, palomil<strong>la</strong>s del diablo! ....<br />
-iP’abajo, chiquillos jodidos! ....<br />
<strong>La</strong>nzaban puntapids a grand.<br />
-iLArguense, “<strong>la</strong>vil<strong>la</strong>s”, despub les cortan <strong>la</strong>s pa-<br />
tas! .... -chil<strong>la</strong>ba una veterana con un lunar peludo en<br />
<strong>la</strong> nark<br />
-iSQquese <strong>la</strong> araiia de <strong>la</strong>s iiatas, iiiora, sed nib<br />
mejor! .... --le grit6 uno de bs nuestros, entre el tu-<br />
multo de risas y de bur<strong>la</strong>s.<br />
Era esa hora en que <strong>la</strong> garganta infantil, se hace<br />
estrecha para soportar el impetuoso paso de <strong>la</strong>s voces<br />
y 10s gritos.<br />
Se irenzaban apuestas a quien se iarmba cuando<br />
el tranvia se deslizaba a mayor velocidad.<br />
-iEa -gritaha Lisandio, un @ompzr?ero de <strong>la</strong> es-<br />
cue<strong>la</strong>-, @a15 que 10s carros le echasan con el nueve,<br />
pa ganarlos! ....<br />
A <strong>la</strong> hora de guardarse, 10s carros estaban irnposi-<br />
bilitaclos para desarrol<strong>la</strong>r su velocidad mhxima, debi-<br />
do a <strong>la</strong> demora de 10s cambios de vfa, en 10s portones<br />
de entrada.
80 . NICOMEDES GUZMAN<br />
--___--<br />
-i3ah, pero <strong>la</strong> gracia es tirarse p’atrAs!<br />
-iSlhitas, hasta quier, no se tira p’atr&s! -repliqug,<br />
provocativo.<br />
2% <strong>la</strong>rgu8. Pero, a pes- de mi experiencia para<br />
descender so5r.e 13 nxxha, ne ellred6 en <strong>la</strong>s piernas.<br />
Mabiame soZtado desde una cl.e <strong>la</strong>s pisaderas de<strong>la</strong>nteras.<br />
-i@uidado, que te apiasta! .... iQu6 te ap<strong>la</strong>sta! ....<br />
--gritaron a cor0 mis compafieros.<br />
Se <strong>la</strong>nzaron a un tiempo, y corrieron hacia mi.<br />
Estaba arrol<strong>la</strong>do en el suelo. <strong>la</strong>or poco no me eoje un<br />
’<br />
brazo una de <strong>la</strong>s ruedas. El coraz6n parecia escapiirseme.<br />
.<br />
--iPuchas, %a<br />
libradiia, Enrique, O OO~!<br />
.... i<strong>La</strong> libra-<br />
dita!.. ..<br />
-;iFiay que ver, de otra asi no librai, oooh!<br />
“lo rei, Gvido, acnso con risa de ca<strong>la</strong>vere.<br />
Me levertaba, cuando vi a mi padre. Habia asistido<br />
a toda 3a escena. No SS c6mo no lo adverti en el<br />
momento de entrar a guardar su carro. Era Taro. Distinguia<br />
perfectamente, entre todos, su particu<strong>la</strong>r manera<br />
de campanear.<br />
-iTe tengo mandado que no te pesques de 10s carros,<br />
carajo!<br />
‘Ile levant& HaSia expectaci6n entre 10s chiquillos.<br />
-iSi, pap&!<br />
....<br />
-j;,Por gu6 no me obedeces, Enrique, caramba! ...,<br />
Movici <strong>la</strong> cabcza, enr37oiado. Y me <strong>la</strong>nz6 un palmetwo.
82 NICOMEDES GUZMAN<br />
-. - -<br />
3<br />
Yo estaba acost6ndome cuando lleg6 <strong>la</strong> seiiora Lu-<br />
cha, <strong>la</strong> mujer del tio. Era una hembra que hab<strong>la</strong>ba sin<br />
cesar, muequeando y gesticu<strong>la</strong>ndo exageradamente. Yo<br />
le tenia aversih, porque en una oportunidad me ha-<br />
bia quitado una alcancia de yeso con unas cuantas mo-<br />
nedas. De<strong>la</strong>nte de mi madre, neg6 con todo cinismo:<br />
"C6mo se le ocurre, <strong>La</strong>ura, que yo le voy a quitar una<br />
cosa a un inocente". Esta vez, venia a contar un episo-<br />
dio de una de <strong>la</strong>s pelicu<strong>la</strong>s en serie que rodaban por esos<br />
dias en e! Coliseo de 10s Tranviarios. Mi mam6, mani-<br />
fiestarnente molesta, se vi6 obligada a oir<strong>la</strong>, mintien-<br />
do inter&, misitras mi hermana, indiferente, ap<strong>la</strong>n-<br />
&ah-? unas caniisas en un extremo de <strong>la</strong> mesa.<br />
-;Y si ust6 viera, <strong>La</strong>ura, si use6 viera a <strong>la</strong> Per<strong>la</strong><br />
Giiite! iSi ust6 <strong>la</strong> viera, <strong>La</strong>ura, qu6 niiia trabajar<br />
me j or!<br />
EIara, una de <strong>la</strong>s chiquil<strong>la</strong>s, lleg6 chup6ndose un<br />
de6o.<br />
-iiMamacita -se ytlej5-, c! Pancho me tiraba <strong>la</strong>s<br />
neehas!<br />
??I lZanto parecia haber equivocado ruta, descol-<br />
gindosele ahora por <strong>la</strong>s nzices.<br />
--.;Que chiquillos jodidos! -exc<strong>la</strong>m6 <strong>la</strong> sefiora<br />
T ,- :cha.-. j QuP chiquillos jodidos! ....<br />
,"igaur6 violentamente de un brazo a <strong>la</strong> mocosa gi-<br />
ms:cante, y <strong>la</strong> arrastr6, dAndole de coscorrones. Los<br />
ber_ldos de Ia chica se dieron por <strong>la</strong>rgo rato de cabe-
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 83<br />
zadas cortra <strong>la</strong>s paredes hias y desconchadas de <strong>la</strong> ga-<br />
leria.<br />
--i&& felicidad! -suspir6 mi mam&<br />
En uno de 10s cuartos interiores alguien guitarrea-<br />
ba una tonada. Un trope1 de pasos comenz6 a hacer<br />
crujir dolorosamente <strong>la</strong> esca<strong>la</strong>. Una voz ronca, voz no<br />
cultivada de bajo, exc<strong>la</strong>maba:<br />
- que sdo Cristo es nuestra salvaei6n. ;Oh,<br />
Seiior, bendicenos, SeEior: que tu sanse, Seiior, <strong>la</strong>ve<br />
nuestros pecados, Iieiior! iAmkn! ....<br />
-jAleluya! j iAlehya!! i j iAleluya!!! --respondia el<br />
grupo a1 pasar frente a nuestra puerta.<br />
-;Gloria a Dios! ;iGloria a Dios!! iiGloria a<br />
Dios!!!<br />
Erm 10s evangblicos de <strong>la</strong> pieza siete.<br />
‘6$nnb&jad, trnbajd,<br />
s ~ ~ o ~ . ~ ~<br />
de ~ : i ~ ~<br />
segwiremos Fa smda<br />
qnc CY Mae.& e2z6 ....”<br />
S3eswticu<strong>la</strong>d0, pero no exento de una trkmu<strong>la</strong><br />
.I<br />
emmon, e3 canto se paseaba por el aire ahumado de<br />
<strong>la</strong> galerh.<br />
‘%emwando <strong>la</strong>s Puerzas<br />
qne El mime EIQS da:<br />
el caehcs que lPGS tque<br />
CEImB?%h SC& ....”’<br />
- j Q d el Se5or sea con nosotros! jHemmos, her-<br />
manaa!<br />
-jAleluya! i j Aleluya!! j j iAlehya!!! --r;e 0y6 a-Cm,
84 NHCOMEDES GUZMAN<br />
..<br />
Yo me imaginaba 10s rostros compmjidos de 10s<br />
“liermanos”, Suscando asiento en el euarto para oir por<br />
?a garganta anciana del que hacia de Pastor, <strong>la</strong> “cA-<br />
lida. pa<strong>la</strong>bra cJel Seiior”. Aquel grupo era como UTI ra-<br />
maje estirado hacia nuest-ra galeria<br />
- de no sh qu6 sec-<br />
ta evangdica. Ahora 10s hpmanos venian, seguramen-<br />
te, de alguna reuni6n pirblica.<br />
Una vez por semana, salian en misi6a evangeliza-<br />
dora. Este d.ia, <strong>la</strong>s esquinas, desde el atardecer hasta<br />
!as diez 2~ ia rioche, se encendian con !a “pa<strong>la</strong>bra de<br />
Dios”, tmnsF.,itic’,a d suburbio a travb de <strong>la</strong> voz apa.<br />
sionada 57 teriblorosa de al&n protestante:<br />
-;Que el fin del. mundo se acerca! .... iSalId vues-<br />
tra ~hri2, hermanos, sdva2 vuestra aha! .... iVenld a<br />
Dios, venid a Cristo! jQue Cristo e5 Dios g pan d?<br />
salvaciin! . . . .<br />
T-132 vagabunh, 10s yapaces tirillentos, <strong>la</strong>s muje-<br />
res abizmadas, sentian <strong>la</strong>tir su coraz6n a1 tremolo ti-<br />
bio de !as pa<strong>la</strong>bras. Pero, no €altaban los que rieran,<br />
despreciativos, irbnicos, o el hrracho que dijera a <strong>la</strong><br />
hembra que tenia a su <strong>la</strong>do:<br />
-iNo vis, mihijita! ;Yo tambih soy cristiano, soy<br />
pan de salvaci6n! jVam0 ’acostalos, mi perrita!<br />
Besuqueaba a <strong>la</strong> muj& y <strong>la</strong> arrastraba hacia el in-<br />
terior cle un conventillo.<br />
-iSalvad vuestra alma, hermanos, ‘salvab vuestra<br />
alma! iCristo limpia de pecado! iCristo, Pastur Eter-<br />
no, espera a sus corcieros!
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 85<br />
-__<br />
--<br />
-iDice bien -podia exc<strong>la</strong>mar un chasc6n revolu-<br />
cionaris--, dice bien! iCorderos, carajo, no somos n6s<br />
que corderas! iOjal6 que nos trasqui<strong>la</strong>ra Cristo, no<br />
m6s! iCuentos, caramba, cuentos, s610 el. capital tras-<br />
qui<strong>la</strong> a 10s trabajoclores!<br />
SI se iba, refunfufiando, masticando casi el pucho<br />
de cigarrillo pegado a sus <strong>la</strong>bios amargos.<br />
-jOs esperamos, hermanos, os esperamos, venid<br />
a Cristo, hermanos! ....<br />
<strong>La</strong>s estrel<strong>la</strong>s, arriba, <strong>la</strong>s tibias estrel<strong>la</strong>s otofiales,<br />
oteanclo a trav6s de <strong>la</strong> bruma liviana, abrian 10s oji-<br />
llos, 10 misrno que liehres acorra<strong>la</strong>das. <strong>La</strong> noche hacia<br />
sonar sus C~SCOS de sombra.<br />
U 10s hemanos, cantando, estaban luego de re-<br />
greso:<br />
‘Tecador, verl al duke Jessits,<br />
y feliu para siempre ser&s,<br />
que segh le quisiems tener,<br />
a1 Xbifmo Pastor hal<strong>la</strong>rss ....”<br />
-;Gloria<br />
Dios!!!<br />
a Dios! iiGloria a Dios!! iiiGloria a<br />
<strong>La</strong> fe era en sus corazones como una seda naci6a<br />
de 10s mAs tersos capullos o podia ser tamh:’ yen como<br />
un pu50 firme desafiando a <strong>la</strong> maldad. -<br />
-i Canutos, canutos malditos! -ru_rnoreaba almien<br />
a sus espaldas-. iCanutos farsantes!<br />
Per0 ellos no oian. <strong>La</strong> 16gica de una lucha en que<br />
tedan puesto todo su coraz6n y toda su conciencia, 10s
86 NICOMEDES GUZMAN<br />
hacia ecteros. Cumplian con una funcibn en h vida:<br />
iluchaban. Y en su lucha inctil, eran felices.<br />
‘Ten a El, pecador,<br />
c,r;e te espera iza bnen Salvadm ,...<br />
Ven a El. pecador,<br />
que te espera tu bum Salvador ....*<br />
4<br />
-iNo, no es posible, sacrflegos! iNo es posible!<br />
iUstedes mienten, bandidos, ustedes traicionan a Dios!<br />
Encogido bajo 10s cobertores de mi lecho, oia yo<br />
10s gritos histericos de Rta, <strong>la</strong> rnadre de Antonieta:<br />
-Ustedes, canutos, mienten, mienten .... Cristo tie-<br />
ne su iglesia, y es <strong>la</strong> iglesia eat6lica .... iNo m&s, no<br />
mielltan mAs, por _Favor, salvajes! ....<br />
El<strong>la</strong> era so<strong>la</strong> con su hija Antonieta. Ocupaba tam-<br />
bikn una de <strong>la</strong>s piezas interiores. El marido <strong>la</strong> habia<br />
abandonado. Se decia que <strong>la</strong> beatitud enfermiza de <strong>la</strong><br />
muf er, termin6 por abwrirlo, sblipAndob a huir del<br />
hogar. Era un buen hombre. Seg6.n 10s cornentarios,<br />
de lejos, consciente de su responsabilidad familiar, ayu-<br />
daba siempre a <strong>la</strong> esposa. Rita se pasaba <strong>la</strong> mayor par-<br />
te de sus horas en <strong>la</strong> iglesia. §e <strong>la</strong> veia sahir por <strong>la</strong>s ma-<br />
iianas, a comulgar, pslida, ojerosa, lenh y grave, bajo<br />
su gran wmto necgo. En <strong>la</strong>s paredes de su cuarto, col-<br />
gaban conso<strong>la</strong>s de todos tama5os. Y sobre el<strong>la</strong>s, 10s<br />
santos de yeso, extenuaban sus dias, condenados a1<br />
ahogo con <strong>la</strong> esencia de <strong>la</strong>s flores y el olor seco de Ias
68 NICOMEDES GUZMAN<br />
Los gritos de <strong>la</strong> beata, heron perdidndose a1 fon-<br />
do de <strong>la</strong> galeria. Los evangdlicos como si nada hubie-<br />
ran oido, depositaban toda Zu fe, como en una alcan-<br />
cia musical, en 10s vyrsos del himno:<br />
‘%mea 10s hombres cant&,<br />
mnca 1 1 Rngeles ~ ~ de luz,<br />
m6s duke nota entonanin<br />
cpc el nombre de Jeslis ....”<br />
En <strong>la</strong> calle, un borracho alzaba 10s dedos protu-<br />
berantes de unas pa<strong>la</strong>brotas obscuras, hediondas.<br />
<strong>La</strong> noche se llenaba de traqueteos tranviarios.
N ESTA MADRUGADA no son6<br />
<strong>la</strong> sirena del dep6sito tranviario.<br />
Eran ya <strong>la</strong>s oeho. U el silencio pa-<br />
recia haberse constituido soberano del dia. Era <strong>la</strong> fies-<br />
ta del trabajo. Y habia ‘Jparo general”. Apenas scna-<br />
ron un rat0 :as campanas de Andacollo.<br />
En <strong>la</strong> galeria habia ya movimiento. Los tranvh<br />
rios salian y se iban a char<strong>la</strong>r alegremente junto a <strong>la</strong><br />
puerta principal del dep6sito. Estaba nub<strong>la</strong>do. Pero un<br />
viento de regocijo sop<strong>la</strong>ba en <strong>la</strong>s miradas de 10s horn-<br />
bes. Ea brurna transitaba por <strong>la</strong>s calles con sus leves<br />
pies de rocio. Mas, 10s corazones parecian desgranarse<br />
en c6lidas espigas de felicidad.<br />
-iDame un cuello limpio! -pidi6 mi padre a mi<br />
mam5. I<br />
1
90 NTCOMEDES GUZMAN<br />
Yo tomaba mi “ulpo”, mientras leia en un two<br />
que habia sobre <strong>la</strong> mesa: “Avena machacada “Gavil<strong>la</strong>”<br />
Mdo de ma. Sopa de avena. Porridge”. Era un tarro<br />
en que 10s colores chilenos jugabain un papel de vivo<br />
predominjo. Antes habia contenido quaker. Ahora se<br />
desempeiiaba como azucarero.<br />
-Tengo que hab<strong>la</strong>r en el mit in.... --dijo mi padre,<br />
mientras se ajustaba el cuello.<br />
Tenia el rostro prolijamente rasurado. Y el vag0<br />
azul del cutis, despuds de <strong>la</strong> afeitada, lo hacia eviden-<br />
temente distinguido.<br />
-iSabe que est5 buen rnozo mi viejo? -brom&<br />
mi madre, pellizc6ndole <strong>la</strong> nariz a1 hombre.<br />
-iPara ti quisiera estarlo siempre, vieja! -ex-<br />
c<strong>la</strong>m6 61, carifiosamente. iViejita estarh, pero atin me-<br />
reces que se te conquiste! -agregb-. iY si alguien ha<br />
de conquistarte, que sea este pobre maquinista!<br />
Reia, bromeando, mi padre. Zamarre6 tiernamen-<br />
te a PU mujer, rogihdo!a por 10s hombros y <strong>la</strong> bes6<br />
en <strong>la</strong> €rente. Poseia unos dientes b<strong>la</strong>nquisimos, ro-<br />
bustos, muy distintos a 10s de mi madre, cuyos repa-<br />
ros de or0 comenzaban ya a desprenderse.<br />
-Est5 humilde el jov en.... -repus0 el<strong>la</strong>, con un<br />
poco de sana ironia, sin dejar de reir.<br />
Me agradaba profunc<strong>la</strong>rnente ver a mi padre en-<br />
tregando en simples y espont5neos gestos su mundo<br />
tierno a <strong>la</strong> mujer de su vida. Hubiera sido feliz con-<br />
templ6ndole rest-egar su rostro curtido de hombre con-<br />
tra el sen0 de su compaiiera. icon qu6 deliciosa frui-
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 9L<br />
-<br />
ci6n yo realicd esto, como hijo, en m6.s de u~<strong>la</strong> bel<strong>la</strong><br />
oportunidad, mientras mi madre enredaba sus dedos<br />
filiales en mis cabellos, acaricibdome! E'ueron 6stas<br />
como pequefias libertades de hombre en existencia de<br />
nifio, libertades que me eran como rescoldos de feli-<br />
cidad, per0 que tuve que reprimir despuds de <strong>la</strong> bru-<br />
tal escena del cuarto de <strong>la</strong> calle Cueto. Gumplir<strong>la</strong>s des-<br />
puhs de aqudilo, y despuds de tantas otras reve<strong>la</strong>cio-<br />
nes, acaso hubiera sido infame. Replegado a una re-<br />
tracci6n en que el temor movia sus m& rojos nervios,<br />
se explica, entonces, <strong>la</strong> felicidad que hubiera asistido<br />
a mi espiritu, viendo a mi padre en desprend-imiento<br />
de ternura sobre 10s pechos de su mujer. Aparthdome<br />
<strong>la</strong> vida a tan temprana edad de <strong>la</strong> b<strong>la</strong>ndura del sen0<br />
materno, mi ansia crisp6base intima y secretamente,<br />
oteando ya cualquiera ajeno nido en que <strong>la</strong> suavidad<br />
carnal de una hembra, dispusiera a mi impulso el mis-<br />
terio de sus calores. Era, acaso, simple ansia de espi-<br />
ritu. Pero, en todo caso, movida por <strong>la</strong> energia hica<br />
y sutil de un instinto con ojos avisores, con pies lige-<br />
ros, y con a<strong>la</strong>s prontas a 10s vuelos altos.<br />
-Es cierto, vieja, es dierto -habl6 seriamente mt<br />
padre- para <strong>la</strong> vista, cualquiera .... iOyes, <strong>La</strong>ura?,<br />
cualquiera .... Pero, para el corazh, y para todo lo que<br />
de sinceridad llevo adentro, tG, vieja, til y no otra ....<br />
Estaba emocionado el hombre. Su mirada era vi-<br />
va. Honda. De<strong>la</strong>lora de sus m& escondidas verdades.<br />
Mi padre era en aquel instante lo mismo que un 6r-
-:Si no es para tanto, viejo, si no es para tanid<br />
--clijo el<strong>la</strong>.<br />
<strong>La</strong> mujer pareci,; ramnar sobre su inconsciente<br />
torpeza. Mi padre s? alteraba por cualquier-a dusih<br />
m6s o menos brrr-kna que se hiciera a su actuaci6n POlitica.<br />
PejG ,ol can <strong>la</strong> mujer, y fu6 hacia 61.<br />
-iEeja! jDeja! .... -refunffuFi;-6 mi padre, manoteacdo.<br />
Mas, pecTiti6 cye <strong>la</strong> esposa temninara de anudarle<br />
<strong>la</strong> corht9. Zn el fondo, es rnsil.de que su dis,ssto,<br />
esta vez, sc debiera s6lo a! tono de sardonia con 'que<br />
mi madw repuso a sus dec<strong>la</strong>raciones de sincero carifio.<br />
F! gesto d.e <strong>la</strong> inuje, Tie se dedicaba con much<br />
atenritn a terminar de an&ar!e a]. cucllo <strong>la</strong> einta- ncgra,<br />
Ilenaron, de pronto el vacio que en su amor prop:~,<br />
>.icieron sus manifestaciones secientes.<br />
--iTJiejo dosto! .... --reia elhi, pal-riotecindole e?. rot+<br />
tro du?ce~mnt-.-. i Armneci5 delicado el cahdh-o,<br />
jno ?!.. ..<br />
El no dijo nada. LimiMse a ocupar su lugar jim7<br />
to a <strong>la</strong> mesa. U s: kundi6 en no s6 qu6 pmsamientos<br />
mientras nli madre le serv<strong>la</strong> el caf.6. Tom6 a g;-andec, '<br />
sorbos el liquido. No PP comi6 <strong>la</strong>s tostadas. §e levant6<br />
luego, y se di6 a pasearse p r el cuarto, concentrado,<br />
perdido en si mismo. Repasaba, seguramente, el discurso<br />
que tendria que pronunciar en <strong>la</strong> reuni6n de m5.s<br />
tai-de.<br />
Elena se <strong>la</strong>vaba ruidosamente. Mojaba e! m6mol<br />
del peinador. Y !mzaha el agua a t~das PP&E?E.
M NICOMEDES GUZMAN<br />
--jC6rta<strong>la</strong>J pato! ---le grit6, alziindome de <strong>la</strong> mesa.<br />
Me gozaba, a veces, molesttindo<strong>la</strong>. El<strong>la</strong> levant6 <strong>la</strong><br />
eabeza.<br />
-iYa va a empezar Dios!--exc<strong>la</strong>m6 cogiendo una<br />
toal<strong>la</strong>-. iN0 puedies estar sin habhr, Enrique, perge-<br />
nio del demonio!<br />
Estaba mug bel<strong>la</strong>, luminosamente sugestiva, con el<br />
rostro rnojado, per<strong>la</strong>do de grandes gotas de agua que<br />
le reptaban por <strong>la</strong> bruna piel, aunhndose unas a otras,<br />
basta desti<strong>la</strong>rle por <strong>la</strong> barbil<strong>la</strong>. El pel0 negrisimo le era<br />
corn0 un marc0 de estrel<strong>la</strong>da noche, Iimitands el 6valo<br />
de su rostro tostado. Poseia unos islmensos ojos caEs,<br />
ahendradss, exbticos, ciilidos de extraiia y marmillosa<br />
IW.<br />
Estuve a punto de decirle una impertinencia. Per0<br />
me enmudeci6 <strong>la</strong> C<strong>la</strong>ra belleza que s610 en aquel ins-<br />
tante descubria en mi hennana. Tenia los <strong>la</strong>bios bril<strong>la</strong>n-<br />
tes de humedad. Y su enagua, cuidadosamente pareha-<br />
da sobre 10s pequefios y firrnes pechos, no amagaba en<br />
absoluto el encanto que secikn me sorprendia. Dig0 que<br />
<strong>la</strong> voz se me cort6 en <strong>la</strong> gargania, El<strong>la</strong> me mir6 rara-<br />
mente, ruborizhndose. Volvi6 <strong>la</strong> espalda. Y SP dedic6 a<br />
secarse, anudhdose ligeramente el pelo en <strong>la</strong> nuca pare<br />
que no le molestara.<br />
Mi padre pronunciaba en tanto, pa<strong>la</strong>bras ininteli-<br />
gibles. Grispaba 10s pu50s. Gesticu<strong>la</strong>ba.<br />
Me sued6 pestafieando. No si? qu6 pensaba. &.cia<br />
sonar <strong>la</strong> lengua, baticindo<strong>la</strong> contra el pa<strong>la</strong>dar. Me sentia<br />
asOiYb1TdQ muy de veras, hasta de mi propia actitud.
si tosiera. Dejsron tras de si, un terrible olor a cx~ceo,<br />
a licor vinagre.<br />
-i PapB! i Paps!. . -i$ud te pasa, hombre, qu6 te pasa?<br />
-Hay huelga, hay huelga otra vez...<br />
--;Qu4 huelga, hombre, si es el dia del trabajo! iNo<br />
te lo dijeron en <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>? i,Por que Crees que tienes<br />
asueto hoy ? .. .<br />
-iEl profesor habl6 de unos muertos! ...<br />
-iEso es, de unos muertos en Chicago!..: jA1go que<br />
til debes conocer! iYa. te hab<strong>la</strong>rk despugs!<br />
-Mtiro, pap6 ....<br />
Me entusiasm6 <strong>la</strong> idea de oir habIar al hombre.<br />
rude habev conseguido que me explicara algo acerea<br />
de 10s huelguistas de Chicago. Mas, asom6 <strong>la</strong> cabeza<br />
a1 cuarto el tio Eernab6.<br />
-iYa, cempadre, cs <strong>la</strong> hora! ~V~XTIOS saliendo! iNo<br />
se nos vaya a hacer tarde?<br />
Mi padre se pus0 <strong>la</strong> gorra. Nos bed a todos. U salib.<br />
Afuera esperaban dos chiquillos, Ro<strong>la</strong>ndo y Gorky, hijos<br />
del tio, acompafiados de Mars, su otra herrnana. Estaban<br />
muy acica<strong>la</strong>dos. Con 10s viejos zapatos prolijamente<br />
lustrados. Uno de ellos sostenia una vara de coligiie en<br />
cuyo exirerno una bandero<strong>la</strong> roja aecia:
98 NICOMEDES GUZW<br />
-jC6mo <strong>la</strong> Maa va, y el Ro<strong>la</strong>, y el Gorky! ...<br />
-iNo vas, Enrique, no vas!<br />
Mi madre me tirme6 de ern brazo, mastrcindome<br />
a1 interior de <strong>la</strong> pieza, a pesar de mis resistencias y gri-<br />
tos.<br />
-iLl&veme, papacito, Ilkveme!--exigia.<br />
Patale6 un poco, ardido de impotencia. Per0 luego<br />
me resign& U con 10s ojos llenos de lcigrimas a h, sali a1<br />
balch, para presenciar <strong>la</strong> columna tranviaria, que mar-<br />
chaba a1 mitin de <strong>la</strong> A<strong>la</strong>meda. Algunos hombres Ueva-<br />
ban banderas y bandero<strong>la</strong>s rojas. Y cantaban a voz en<br />
cuello:<br />
Sus pisadas, en <strong>la</strong>s breves pausas de8 canto, danse<br />
crujientes, corn0 rnordeduras sobre el ripio. De 10s bal-<br />
cones y de todas <strong>la</strong>s puertas asom6banse 10s curiosos a<br />
observar. El tejado de <strong>la</strong> casa de enfrente, estaba in-<br />
vadido de chiquillos, que aguaitaban, apoyahdo el pe-<br />
c5zo en <strong>la</strong> cornisa, gritando jubilosos. Masta dos de <strong>la</strong>s<br />
“sei50irifas” se asomaban a una de <strong>la</strong>s ventanas, con el<br />
pel0 recogido, en Ez&+ de Icvantmse.
Y aunque todos volvian a1 interior de <strong>la</strong>s riviendas, yo<br />
me qued6 en el baIc6n hasta que <strong>la</strong>s ~ltimas mujeres<br />
se perc!ieron en <strong>la</strong> calle Martinez de Rczas. A h podia<br />
oirse el cants de 10s hombres:<br />
“A1 niido del eaii6G<br />
obreros, contestad,<br />
unihn, unibn,<br />
hash obtener,<br />
cl tdwnfo de <strong>la</strong> pm-”<br />
2<br />
El primer0 de Mayo era un gran acontecimiento. Y<br />
habia que ce!ebrado. Este, si mal no recuerdo, era imo<br />
de 10s dim del afio en que mi madre hacia empanadas<br />
fritas. Y ahora no iba a romper <strong>la</strong> tradici6n. Asi, mucho<br />
antes de <strong>la</strong> hora de almuerzo ya estaba d6ndole erabajo<br />
a Ias manos con el amasijo.<br />
m<br />
--1u mam6 est5 guatona ... Va a tener un chi+.$-<br />
!lo ...h abiame dicho hacia poco rat0 Engenio, el so-<br />
brino del almacenero.<br />
Esto IG habia pronunciado con una picardia que<br />
me exasperti. Era mAs grande que YO. Pero intent6 cas-<br />
tigarlo. Compendia ligeramente lo que me quiso sig-<br />
nificar. Mas, me heria que lo dijera con el tono esthpido<br />
de chanza y bur<strong>la</strong> con que lo hizo.<br />
-IXjate, leso, no peliemos, oaoh! ... Es daro que si<br />
tu mamA hace “cosa” con tu pap& tiem que tener p a-<br />
gua...
._ -.-<br />
LA SANG= Y LA ESPERANZA 10%<br />
Le mandC un golpe a1 pecho. Estaba rabioso.<br />
-iChiquillo de rnidchica! .... i&ud te importa mi<br />
mamh! ...<br />
Eugenio, sin poder contener <strong>la</strong> risa, me sujetaba <strong>la</strong>s<br />
manos.<br />
-Pero, c<strong>la</strong>ro, tiene que tener guagua ...- seguia bur-<br />
Endose.<br />
Yo trataba de desasiime de sus manos gue eran<br />
incomparablemente m6s fuertes que <strong>la</strong>s mias.<br />
-iSubltame, mierda! ... iTe voy a joder <strong>la</strong>s gatas! ...<br />
-10 amenacd sin lograr dar satisfaccih a mis deseos.<br />
Me solt6 de pronto, y huy6, refugiAndose tras el<br />
mostrador del negocio. Me vengud, cogiendo un pufiado<br />
de maiz de un saco, y <strong>la</strong>nziindoselo a plena cara.<br />
Su risa muri6 en un pestafieo Ioco que me hizo<br />
sentirme feliz. Sali del negocio corriendo, sin poder<br />
ocultar mi alegia. Tras de mi, cuando arrancaba gozoso<br />
a mi cuarto, quedaron aleteando ias voces enconadas de<br />
su tio:<br />
-iCondaado, condenado! iVenir a joder aqui, con-<br />
denado!<br />
AguantC e! acezar de mi pecho, a1 acerearme n mi<br />
madre. El<strong>la</strong> me not6 algo raro, sin duda, porque estuvo<br />
observdndome <strong>la</strong>rgo rato. Tenia, ademAs, una intuici6n<br />
extraordinaria, y era dificil lograr engafiar<strong>la</strong>.<br />
-Ago hiciste por ahf, mira, Enrique ...<br />
-No, nada ...- habld yo, re<strong>la</strong>mibndome como un ga-<br />
to, para disimu<strong>la</strong>r.
102 ’ NICONEDES GUZ!&W<br />
-Van a creerte a ti, si eres de ios santos ...-hi-<br />
nu6, apenas, el<strong>la</strong>.<br />
Sin einloargo, <strong>la</strong>.cosa no pas6 de alK. Y mientras mi<br />
mad amasaba, yo no cesaba de observar<strong>la</strong>. Efectiva-<br />
mente, su vientre estaba demasiado levantado. Pesta-<br />
fieando y pensando, me parecii sentir de irnproviso que<br />
toda <strong>la</strong> bruma del dia pesaba en mi coraz6h. Estuve <strong>la</strong>r-<br />
go rat0 meditativo. Me ensirnismaba, fijando 10s ojos<br />
en 10s movimientos de mi madre, sin verlos. Tuve deseos<br />
de ir a tocar y apretar el vientre de <strong>la</strong> mujer, tocar y<br />
apretar alli. donde un bemano rnfo se encontraba ara-<br />
iiando de <strong>la</strong> nada hacia <strong>la</strong> vida. Sentir a travgs de mis<br />
manos su lento caminar sin pasos hacia esta estancia de<br />
luz y de grandiosa pelea.<br />
Pero no. Sali. Me encontsaba atontado.<br />
--Mira, toma ... Venia a dejarte est0 ...- me hab36<br />
carii7osamente Antonieta a1 salir, y me pas6 un soldads<br />
de plomo.<br />
Creo que le tuve odio en aquel instaate a <strong>la</strong> mu-<br />
dacha. Mas, le recibi el obsequio. Tuve <strong>la</strong> impresi6n de<br />
que, mediante el regalo, pretendia conseguir afgo de<br />
mi. No fu6 asi, sin embargo. Me acarici6 <strong>la</strong> nuca. Y yo<br />
senti su 01~r de muehacha madura. Era €ea, es cierto.<br />
Pero yo no vi su fealdad en aquel instante, mi vi su ms-<br />
tro hol<strong>la</strong>do por <strong>la</strong> peste. Me atrajo su olor. Y su mirada<br />
me pareci6 tierna. Me fur5 difieil admitir en ese ins-<br />
tante que el<strong>la</strong> pudiera soportar encima el cuerp de un<br />
hombre. Era inereible. Pero era <strong>la</strong> verdad.<br />
-
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 103<br />
-Te traerd otros soldados, despu6s ...-m e habl6 levemente.<br />
YO era su cGmplice. Una especie de amante Indirecto<br />
en parte. El<strong>la</strong> me trataba como seguramente, a veces,<br />
&ataria a su verdadero amante, con pa<strong>la</strong>bras &lidas,<br />
lentas, que nada decian de sus defectos. Lo que si que<br />
a su verdadero arnante, no eran soldados 10s que le daba.<br />
-No cuentes n-mca eso.,. No es nada malo...-me<br />
dijo antes de dejarme, rnuy despacio.<br />
Me aprct6 un brazo, y se fud.<br />
Bajaba <strong>la</strong> esca<strong>la</strong>, cuando me alcanz6 Armando, un<br />
rnechico joven de <strong>la</strong> Compafiia, hijo de una tisica del<br />
fondo. Tenia una bicicleta. Y a veces, me sacaba a pasear<br />
por 10s alrededores, sent6ndome sobre el manubrio<br />
mientras manejaba.<br />
-iQud te decia <strong>la</strong> Antonieta?-indag6.<br />
-Nada--dije.<br />
Me asustd. Crei que iba a preguntamme algo re<strong>la</strong>tivo<br />
a lo “otro”.<br />
--iC6mo, hombre, si te hab<strong>la</strong>ba!<br />
-Me di6 este soldado ...<br />
--iEres amigo de el<strong>la</strong>? ...<br />
-NO...<br />
Yo estaba hosco. Cortante. Hubiera deseado que<br />
Armando no me hab<strong>la</strong>ra. El coraz6n me saltaba.<br />
-&!%si es que no te dijo nada?<br />
-NO...<br />
-Es que qued6 de dejarme un recado contigominti6.
-Si no me dijo nada, oooh ...<br />
-Bueno, si te dice algo de d, cu6ntame. Ahora<br />
vamos a comprar una rifa.<br />
Me ne@& iPor que: Antonieta iba a dejarle un re-<br />
cado conmigo? A no ser que fuera a Tulio, aquel de <strong>la</strong><br />
calle Cueto. iN0 conocia todavia a <strong>la</strong>s mujeres! Yo <strong>la</strong>s<br />
miraba a todas, por entonces, a travQ de mi mamfi y<br />
de mi hermana.<br />
3<br />
De a poco, comemaron a regresar 10s tranviarios.<br />
Venian alegres. Felices, con 10s rostros rojos de agita-<br />
ci6n y de entusiasmo. El tio BernabC hah<strong>la</strong>ba hasta por<br />
10s codos, con su voz ronca, jubilosa, incansable:<br />
-iQ& mitin, carajo! iNunca habia visto hlgo pa-<br />
recido! iC6mo se une <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se obrera, por <strong>la</strong> miechica!<br />
.iDa gusto, pa<strong>la</strong>kra!<br />
Batiendo su bandero<strong>la</strong> roja, Ro<strong>la</strong>ndo, cantaba, des-<br />
ga5itAndose a coro con Gorky y Mara:<br />
‘%oy comllnista acdsrimq<br />
oigo <strong>la</strong> voz triunfal .<br />
qtie entonaa 10s obrems,<br />
ansicsos de luchltr,<br />
y de luchar ...”<br />
VoIvian ufanos. Su canto me era como una burIa.<br />
bfza 1;a dejaba de arrkcar <strong>la</strong> nark, como una liebre.
I<br />
zos chapes le saltcban locos, a1 ritn-o de <strong>la</strong> rnGsica, que<br />
eguia con <strong>la</strong> cabeza.<br />
“Soy comunlste,<br />
%&a <strong>la</strong> nnibn,<br />
<strong>la</strong> uni6n<br />
Sin cesw de cantar, SI metferon a FJ departamento.<br />
El tio Berrmab6, antes de en%rar,,hzbl6 a gritos a mi<br />
madre:<br />
--El compadre, cornadrita, el compadxe se port&..<br />
Dijo quC tremendo discurso; comopara 1101- ar... <strong>La</strong>s mujeres<br />
moqueaban ... Ja, ja, ja ... iLe pega a <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra el<br />
compadre, por <strong>la</strong> pucha! ...<br />
Mi padre tir6 <strong>la</strong> gorra sobre un lecho. HEO como<br />
si bufara. Suspir6. Estaha inmensamente satisfecho. Por<br />
su frente, un sudor 1eve se adivinaba en liquidos reto-<br />
50s bril<strong>la</strong>ntes. Se ech6 en <strong>la</strong> ama. Pero al instante se<br />
levant5 precipitadamemte.’<br />
-iLsma, vieja -&jo a mi madre-, si supieras<br />
que contento estoy! .... Yo no s6 definir <strong>la</strong> felicidad. Aca-<br />
SO sea C O ~ O luz, o como caricia, o como mirada .... iPero,<br />
carajo, me siento feliz! 1.0s obreros nos estamos mostrando<br />
fuertes, de veras nos unimos, estamos cre6ndonos<br />
una conciencia ....<br />
Se paseaba por el cuarto. Yo lo veia m6s alto que<br />
de costumbre. Elena se mostraba maravil<strong>la</strong>da. Mi madre<br />
ten<strong>la</strong> su prematuro mech6n de canas caido sobre<br />
<strong>la</strong> frente. Cal<strong>la</strong>ha, emocionada. No decia nada. No era<br />
de decir nada. Su silencio, era ese silencio ilumi-<br />
.
nado, ancho y proferndo, que, para emoci6n del horn-<br />
bre, se traduce en frutos de teynura por 10s ojos de <strong>la</strong>s<br />
mujeres integras.<br />
-iNo hab<strong>la</strong>s, vieja? -pregunt6 mi padre-. iNo<br />
dices nada?<br />
-jNo te entiendo, m’hijo! jNO te entiendo! Prefie-<br />
ro cal<strong>la</strong>r, sintiendo tu propia felicidad. Me gusta oirte,<br />
hab<strong>la</strong>ndo asi. Peso, te digs, entenderte, no podria ....<br />
Creo que s610 un trabajador como t6 puede entender-<br />
te .... Y o no sd mas sentir todo lo que t6 sientes<br />
El frunci6 10s hbios. Hizo como si silbara. FuB<br />
hacia <strong>la</strong> mujes. Le aEs6 el mech6n de canas. <strong>La</strong> bes6<br />
con unci6n;<br />
-iEs que, mira -le hab16, tranqui<strong>la</strong>rnente, con<br />
ancha convicci6n-, un hombre tiene que ser feliz cuan-<br />
do ve que <strong>la</strong> lucba consciente por un hogar, por una<br />
mujw y por unos hijos, con un aliento como el que una<br />
mujer como t6 pi~zde dar, tarnbikn encuentra frutos,<br />
si se amplia al campo social, a lo colectivo<br />
--iTTiejo, --exc<strong>la</strong>m6 el<strong>la</strong> con adrniraci6n-, viejo!<br />
Eabja estado <strong>la</strong>vado unos trapos recidn. Tenia el<br />
de<strong>la</strong>ntal mojado aEli misrno en donde el hermano nue-<br />
vo le patea52 el vientre buscando una ruta de vida.<br />
Reclin6 <strong>la</strong> cabeza en ea pecho del hombre. U repiti6<br />
ah:<br />
-i Viej 0, m’hijo!<br />
El hombre reaccion6, de pronto.<br />
--iCaram?x 4ijo como disculpAnciose ante nos-<br />
otros-. acaso yo intdectualic6 demasiado!
Y carcaje6 ruidosamente. Nosotros nos contzgiiamos.<br />
Y reiamos a morir.<br />
- iCarajo! -termin6 mi buen padre, hab!bdosn a<br />
si III~SI-RQ.<br />
Y <strong>la</strong>nz6 un jocundo puiietazo sobre <strong>la</strong> mesa.<br />
De! <strong>la</strong>do, ver&n fas dukes notas de un himno revolucionaris:<br />
4<br />
<strong>La</strong>s empanadas fritas estaban deliciosas. Ademgs,<br />
mi madre hzbia hecho algh otro p<strong>la</strong>to extraodinwh<br />
Y el almuerzo nos result6 magnifico. El tio Bema%<br />
habia venido a almorzar con nosotros. Y <strong>la</strong> lengua no<br />
se le detuvo ni un segundo.<br />
-iEste compadre -comentaba mi madre, a ra-<br />
tos, mientras servia-, no le para <strong>la</strong> lengua.<br />
Por aquellos dias, unos familiares le hab<strong>la</strong>n envia-<br />
do 2 mi padre una damajuana con vino de su timrsl,<br />
junto con otras cosas del campo.
-iFor ser el dia de 10s trabajadores 4 ijo mi pa-<br />
dre cuando destap6 <strong>la</strong> damajuana- hay que darle el<br />
bajo, por ser el dia de 10s trabajadores! ..<br />
Era un buen vino. Espeso. Chispeante. Vino pur0<br />
&e Chile.<br />
-iEst6 de sopearlo! -rib el tio, atuzzindwe el bi-<br />
gote colorin, canoso ya-. iParece “arrope”!<br />
Acabzibamos de almorzar, cuando llegaron 10s com-<br />
paiieros Rogelio Montes y Lisandro Bustos. Estaban fe-<br />
kices como mi padre, y el tio BernabB Grandote, ma-<br />
cizo, gordo, el compafiero Rustos, presidente del Con-<br />
sejo, reia por cada cosa, agarrjndose <strong>la</strong> peril<strong>la</strong>, y ba-‘<br />
tiendo <strong>la</strong> lengua como si un chifl6n de viento se <strong>la</strong> gol-<br />
pzara. El camarada Rogelio, mzis moderado, no podia<br />
sin embargo sustraerse a <strong>la</strong>s jocundas y picaras pa<strong>la</strong>-<br />
byas del tio BernabC.<br />
-iEste Perro, este Perro -carcaje6 Mantes-, <strong>la</strong>s<br />
va a “emplumar” bromeando!<br />
-iPero c<strong>la</strong>ro -ronc6 el ti+, hay que tomar <strong>la</strong><br />
vida por su cara de risa! iSi no, nos YXK-LQS a1 hop mu-<br />
eho antes de tiempo! iHay que saber vivir! jHasta a <strong>la</strong><br />
muerte, risa y broma! i<strong>La</strong> vida no es mzis que una<br />
broma! iEso si que una brorna muy luchada!<br />
-iNo filosofe, compadre, no se ponga a filosofar!<br />
--intervino mi pap&<br />
.-iQU6 s4 yo de eso, compacire! iUst6 que es “lei-<br />
do”, y pede echar sus pamafadas, tiene derccho a <strong>la</strong>r-<br />
gar filosofias de vez en cumdo! Pero, yo, compadre, us-<br />
t6 sabe que he aprendido s610 a reir! .... i<strong>La</strong> vida ne-
LA SANGRE Y LA ESPEZWNZA 109<br />
__<br />
cesita mbcho corazb, pero much risa tambign! iSi no,<br />
estamos jcditlos! Ja, ja ja ....<br />
-i Que compadre! ....<br />
-Este Perro .... Este Perm -a%icul6 enbe carcajadas<br />
Bustos-. Podrias echarte unas versainas, Pemito<br />
-insinu6 luego-.<br />
-Est0 es --chill6 el ti-, vkganme ahom con<br />
versainas .... Yo que evito <strong>la</strong>s filosofias porque me puede<br />
pasar <strong>la</strong>. del compadre Lek, voy a salir con versainas<br />
ahora<br />
-iPues, Ergate e& el cuento del cornpadre h6a,<br />
entonces!<br />
-iNada, si no es cuento!<br />
---iLQrgalo, 110 miis! jL0 que sea!<br />
- -;Em es, com-padre, salte con el chasiscmo! ,... -insinu6<br />
mi pap&.<br />
--Si 30 es nada de nxevo ---empez6 el ti+-. Es<br />
que pas6 yue a1 compadre Lc6n se le ocurriG una ves<br />
pleitar con el co~padre Elefsnte .... ‘cr para haredo,<br />
c<strong>la</strong>mj fuC a pedirie unas filosol’iss a <strong>la</strong> cornniche Zona.<br />
... El<strong>la</strong> se <strong>la</strong>s escribici, muy condescendiente, y le<br />
cobr6 no m6s que cincuenta galbas Pero aunque el<br />
CQX~P~E h6n anciuvo piclidndole antiparras hasta al<br />
misnm cornpadx Burro, no pudo entender <strong>la</strong>s filoso-<br />
fias de <strong>la</strong> comadre Zona<br />
....<br />
El t;:o re<strong>la</strong>taba con Una gracia chispeante. Nada<br />
hasta ahora era dircrtido en <strong>la</strong> versicin que hacia de <strong>la</strong><br />
f6buh criol<strong>la</strong>. Per0 todos tenian b risa a flor de h-
.._I “.IC -..- ..<br />
.<br />
bios, a punto de abrir, de estal<strong>la</strong>r en pCtalos estruen-<br />
dQSOS.<br />
-iSiga, pues, siga, pues, cornpadre!<br />
Mi pap6 se impacientaba.<br />
’<br />
El ti0 sac6 su cajetil<strong>la</strong> de “Joutard”. Extrajo un<br />
eigarriIlo. Y lo encendi6 tranqui<strong>la</strong>mente.<br />
--iYa, pues, Perro!<br />
-Est0 es.... iChitas que les apma! -carrasp& el<br />
tb-. Bueno .... Fu6 a defenderse el coinpadre Le6n ....<br />
Per0 el Juez, que era un “rot0” .-rgy Ietrado, se impuso<br />
dz <strong>la</strong>s filosofias ....<br />
Todos coinenzaron a refr, pendientes de! desen1a.ce<br />
del chascarro: Mas, &e no alcaA6 a conocerse:<br />
?rente a nuestra puerta, sc habia Geteiiido e! doctor Rivas.<br />
Parecia m6s pequeh J‘ barb6n que de costumbre.<br />
-i&uk bul<strong>la</strong>. hay aqui, cararnba! -hab!6 con su<br />
voz francota y cordial.<br />
-Ade<strong>la</strong>nte, doctor .... -le invit6 mi niadre.<br />
-jBah, lo que faltaba que no me &jams entrar,<br />
nifiia! -rib a carcajadas e! m6dico.<br />
Estaba habituado a tutear a medio mundo,.no por<br />
faSta de respeto, desde hego, sin0 que iniyhxh POT<br />
d jnnato y profundo seniido de camaraderia q-ue lo caracteriza1:a.<br />
<strong>La</strong>s gentes estaban z.costux%das a esia<br />
-. .<br />
ahiwta coniianza que !es ~rspecszbe el aiici~~~o dcxtor,<br />
y se hnmaban con su trato. E I vez; no \7cnia solo:<br />
-&as QI, el padre Carmelo, trayuilp, hundido en el<br />
I .<br />
zgua sensa de su propi0 esp?ritu: P~TFCLIR e! ah2 Ge<br />
-.-
LA SANGRE Y LA ESPERAMZA 11s<br />
Dies encarnada en im hombre ccli sotanas, esptgado,<br />
de c<strong>la</strong>ros ojos.<br />
-;Cararnba! --chill6 el doctor con voz mda, de<br />
pueblo-. iFig&rense, vine a vcr a un enfermo, erei<br />
que se 1x2 iba .... Entre este “gallo” y yo, Is libbramos de<br />
que “esiirara <strong>la</strong> pata” -prosiguiir, L?dica~llio a1 cl6rigo,<br />
que se habia sentado muy compungido en <strong>la</strong> sil<strong>la</strong><br />
Gue le ofreci6 mi hermana-. i$d tal, unos rezos,<br />
unos aceites y unas inyeccioneitas, y salvado e1<br />
muerto!..,”<br />
Feia como un loco el doctor. EX pa&e Czrmelo no<br />
podia aguantar <strong>la</strong> risa ante <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras y <strong>la</strong> degria<br />
sueltas del rn6dico.<br />
-;Este doctor, este doctor -comentaba ec~l voz<br />
de I*Q~C~ ~zGc~~-- no se le quita nunca Lo "rib"!<br />
--;Cierto es --agreg6 el doctor E~Ps-- wi? le TObamos<br />
rrn aha a Dim O 21 diablo! .... iQu6 VFZI?QS a hace4c<br />
.... ;Es nuesfra misibn! ....<br />
.I<br />
Eabie Uegado <strong>la</strong> hora de once. TT li madre S~~VLO<br />
de ylue-m errmanadas. Fraile y doctor EO se Gmisieron<br />
a ocupzr un <strong>la</strong>rga? entre 10s tranviarics.<br />
--jPuchas, ni;;ia, 6iue bc,is bueaas <strong>la</strong>s r-.-~p~a?adas!<br />
.I<br />
-no a mi madre el m&dico, con su habikxa3 ;avia:ii!sd.<br />
-iSi no sirviera ysra hpces Fkn dgo de ccmcr,<br />
mejor ace <strong>la</strong>s “emp!v.rnara”, pues, doctor! --repus0 mi<br />
madre. carcajeando dulcemente.<br />
. -<br />
---; YO no tz dejaria que :as empluxal-as, niiia! --le<br />
asegur6 61, hacienda crujir entre sus dientes un horde<br />
tostado de ernpanada.<br />
.
u2 NICOMEDES GUZMAN<br />
-iNi yo menos! -objet6 el cua, poniendo en jue-<br />
go su sonrisa pura y led<br />
Los tranviarios estaban en silencio. Masticaban SO-<br />
<strong>la</strong>mente. No hahia motivo, por lo demk, para que in-<br />
tervinieran. Apenas el tio Bernabd, que tenia mAs-con-<br />
fianza con el doctor y el clCrigo, <strong>la</strong>rgaba sus puyas, de<br />
vez en ve;. Todos reian a coro. Un humor de bril<strong>la</strong>ntes<br />
qui<strong>la</strong>ies se afirmaba en 10s Iabios del hombre. <strong>La</strong> ale-<br />
gria, como yegua de carrousel, giraba entre <strong>la</strong>s pare-<br />
des del cuarto.<br />
--iEste cornpadre, este compadre! 4 ijo mi pap&<br />
-iEsie Perro se va a morir, y Dios libre a 10s<br />
santos de su presencia! -brcsme6, riendo como una<br />
viejz~ campana el doctor, mientras se disaba !a crerlda<br />
barba.<br />
-iSi Dhs no Zibra a 10s santos de este hombre<br />
-arguy6, entrando a1 terreno de <strong>la</strong>s hromas el padre<br />
Carmelo-, yo iraiaria de ir en su defensa! iA este ma-<br />
quinista hay que conjmarlo! -carcaje6 con sana pi-<br />
cardia.<br />
Hubo un <strong>la</strong>rgo alboroto de gargantas.<br />
-iMe jodi6, curita Carmelo, me jodi6, no m6s! -<br />
chill6 el tic, raschndose una oreja.<br />
Pero <strong>la</strong> cosa no par6 en pa<strong>la</strong>bras so<strong>la</strong>mente. El<br />
doctor sal& tocar <strong>la</strong> guitarra, y habl6 con mi madre pa-<br />
ra que se eonsiguiera una en el vecindario:<br />
-iSi, nGa, consiguete, una vihue<strong>la</strong> por ahi! iEs el<br />
prirnero de Mayo, por <strong>la</strong> pucha! -se disculp6-, jQus<br />
se jodm mis enfermos hoy dia!<br />
9
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 113<br />
Era un m6dico extraordinario. Seguramente, no<br />
tenia ya m6s enfermos que asistir. De tenerlos no ha-<br />
bria asomado <strong>la</strong> nariz por nuestro cuarto. <strong>La</strong> medici-<br />
na era su alma. Su humanidad desprendiase de todos<br />
ws poderes a travks de su actuaci6n profesional. Pa-<br />
recia vivir para su profesih. Su actividad no se limi-<br />
taba a atender a quienes lo habian solicitado a1 Dispen-<br />
sario. Concjencia y sentimiento integros a1 servicio<br />
del universo s6rdido del barrio, el doctor Rivas, her-<br />
manaba a su capacidad cientifica, sus condiciones de<br />
hombre verdadero dispuesto siempre a1 cumplimiento<br />
de sus responsahilidades. Diariamente, 61 estaba junto<br />
a todos 10s que precisaban de su asistencia. <strong>La</strong>s viejas,<br />
10s jbvenes, 10s chiquillos, lo esperaban.<br />
-Que mi marido est5 enfermo, doctor ..<br />
--Que mi pa@, doctor Rivas ....<br />
-Mi hermanita, doctorcito ...<br />
-+De a116 soy, de all6 soy! -exc<strong>la</strong>maba 61, y endilgaba<br />
su paso cansado, sesenth, hacia 10s cuartos.<br />
A su espalda quedaban <strong>la</strong>s pupi<strong>la</strong>s h~medas, admirando<br />
su voluntaria po breza externa, manifiesta alli,<br />
en sus pantalones parchados. desflecados en <strong>la</strong>s bastil<strong>la</strong>s,<br />
y en su paletci, exponiendo su vejez en el brill0<br />
verdoso de <strong>la</strong> te<strong>la</strong>.<br />
Era el doctor, como un gran coraz6n y un gran<br />
cerebro. A cambio, no obtenia <strong>la</strong> moneda material justamente,<br />
sino aIgo m6s consistente, de m6s humma<br />
significacibn: una moneda m6s autCntica, de alta ley espiritual:<br />
el agradecimiento trkmulo, el beso sincero so-<br />
8.--<strong>La</strong> <strong>sangre</strong> y <strong>la</strong> <strong>esperanza</strong>.<br />
.
114 NICOMEDES GUZMAN<br />
bre <strong>la</strong>s manos, <strong>la</strong> limpia 1Agrima retoiiada de todos 10s<br />
humildes pero verdaderos corazones.<br />
-Si, nifia, consiguete una vihue<strong>la</strong> por ahi! -ha-<br />
bia dicho esta vez a mi madre.<br />
Y <strong>la</strong> guitarra no tard6. <strong>La</strong> voz del viejo doctor lle-<br />
n6 el cuarto de notas chilenas, aleando en 10s versos<br />
de una tonada:<br />
,<br />
“Yo no canto por cantar,<br />
ni por tener buena voz,<br />
yo canto por quit= penas<br />
de este pobre coraz6n ....”<br />
<strong>La</strong> admiraci6n borboteaba en <strong>la</strong>s pupi<strong>la</strong>s. El mk-<br />
dico tocaba maravillosamente. Sus dedos, sabiamente<br />
Agiles, pulsaban <strong>la</strong>s cuerdas con destreza de artista. <strong>La</strong><br />
emoci6n bullia en 10s corazones.<br />
“<strong>La</strong> niujer que quise YO<br />
se fu-5 para no volvcr,<br />
compadre, desde aquel dia<br />
no pienso en ni una mnjer ....”<br />
-iYo lo he dicho siempre! -exc<strong>la</strong>m6 el tio Ber-<br />
nab&, por lo ha+--. iTodos 10s medicos son como un<br />
pelo de verija ante el doctor Rivas! ....<br />
El cura reia. Hab<strong>la</strong>ba muy poco. Pero el hecho<br />
aqudl de estar con nosotros, expresaba ya todo lo que<br />
sus pa<strong>la</strong>bras cal<strong>la</strong>ban. En m&s de una ocasi6n se ech6<br />
a1 gaznate unos sorbos de vino. El padre Carmelo era<br />
otro hombre, servidor consciente del hombre.
IA SANGRE Y LA ESPERANZA 115<br />
-iDios es grande -habia dicho una vez-, pero<br />
como ministro suyo, no me interesa tanto repetir lo que<br />
ha dicho tanta boca hiphita, sino obrar como un hom-<br />
bre de bien en su divino nombre!<br />
Ahora, celebraba como todos, a su colega m6dico.<br />
En realidad, ambos se apreciaban mutuamente coin0<br />
corresponde a 10s colegas y a 10s amigos. Doctor y cu-<br />
ra andaban encontr6ndose en <strong>la</strong> casa de 10s enfermos.<br />
-iNi mellizos que fukramos! -objetaba a veces<br />
el doctor Rivas-. iA donde llego yo que no aparezca<br />
tambi6n <strong>la</strong> sombra del cura! -tenninaba, chanceando.<br />
“Ya me VOY pos ems campos y ;A&&!,<br />
a buscar yerba de olvido y dejarte<br />
a ver si vihndome ausente pndieras<br />
eon re<strong>la</strong>cih a otSo tiempo, acordade ....”<br />
* El doctor estaba de veras entusiasmado. Los pe-<br />
queiios tragos que habia bebido, lo achispaban.<br />
-iChile me joroba a mi! --exc<strong>la</strong>m6, de repen-<br />
te- jL0 llevo en <strong>la</strong> <strong>sangre</strong>! jY cantando, me parece<br />
que lo abrazo!<br />
-iQu6 doctor 6ste! iPuchas lo raro que es eso?<br />
-alegaba el tio BernabL. iC6mo si ~610 ust6 fuera<br />
chilens! iNo sea egoista, pues! . . iY0 dig0 que tengo<br />
peg6 a mi tierra entre cuero y carne, como <strong>la</strong>s <strong>la</strong>rtijas!<br />
iJa. ja, ja! ....
CAPITULO SEXTO<br />
L A H O N R A<br />
&@i% OS DlAS CAIAN perezosos, con 16-<br />
&&@<br />
~zd grimas de neblinas y de lluvias. El<br />
otoiio se alzaba a b a <strong>la</strong> vera de <strong>la</strong><br />
vida con el fatalism0 doloroso de todos 10s abandonados.<br />
Y era como si en <strong>la</strong> voz de <strong>la</strong>s campanas, precisas<br />
para decir su pa<strong>la</strong>hra matutina, desperdigara, a veces,<br />
el otofio, sus desamparados cantos de ciego sin <strong>la</strong>zarillo.<br />
Ahora atardecia. El barrio pobre era como una flor<br />
caida en pktalos de bruma. Cuchillos de cobre atravesaban<br />
el aire, hiriendo 10s tejados. <strong>La</strong>s paredes desconchadas,<br />
y 10s vidrios de <strong>la</strong>s ventanas smgraban al<br />
contact0 de sus certeros filos.<br />
-Espkrame, Enrique . -habiame pedido Sergio<br />
L<strong>la</strong>nos-. Quiero hab<strong>la</strong>r contigo.
118 NICOMEDES GUZW<br />
Habiamos estado jugando a <strong>la</strong> “barra”. Y el tiem-<br />
PO se habia pasado entre carreras y gritos:<br />
-iHay barra?<br />
-Si, hay barra.. . Disparhhamos como unos endemoniados.<br />
-i Preso! ....<br />
-iMi&chica, se me torci6 una pierna!<br />
Desde hacia &as, L<strong>la</strong>nos retraido por naturaleza,<br />
se mostraba alejado de <strong>la</strong>s entretenciones nuestras. Esta<br />
vez tampoco jugci, por supuesto.<br />
-iEspdrame, quiero conversar contigo! Voy a buscar<br />
10s libros .... -habiame insinuado, mientras yo me<br />
mojaba <strong>la</strong> cara para limpiar<strong>la</strong> de sudor.<br />
Luego, caminAbamos por BuInes.<br />
-Yo no s6 en qud payasadas anda el Quilo con<br />
el Turnio .... -habia comentado el Chueco, a1 vernos<br />
partir juntos.<br />
-No le hagai cas0 a ese pendejo Es una porque-<br />
ria .... -me habl6 L<strong>la</strong>nos.<br />
-Per0 es un compaiiero.<br />
-Eso no quita que sea una porqueria. Es el m6s<br />
jodido de todos. Por tdo se bur<strong>la</strong>, todo lo echa a <strong>la</strong><br />
risa TI? eres m6s chic0 que yo y que 10s otros, mira<br />
Quilo Pero tienes m6s d’esto -dijo, e indic6 <strong>la</strong> ca-<br />
kza-. A ellos no podria decide n ab porque lo echa-<br />
rian a <strong>la</strong> risa .... Resulta que me ha salido un chancro<br />
en <strong>la</strong> “pichu<strong>la</strong>” .... -termin6 amargamente.<br />
-iEh? .. LUn chancro? ....
LA SANGRE ;U LA ESPERANZA 119<br />
Trat6 de recordar: “Si<strong>la</strong>bario de <strong>la</strong> ram” ‘‘Gono-<br />
rrea”. "Chancre". Era un folletito que habia encontra-<br />
do sobre el ve<strong>la</strong>dor. “iQu6 es gonorrea, mamb?” Se<br />
asombr6 mi madre ante mi curiosidad. “iQu6 chiqui-<br />
110 intruso!” iEs una enfermedad de <strong>la</strong>s ufias!”, repusq<br />
arrebathdome el folleto, y guardhdolo.<br />
-iNo sabes, hombre? .... El chancro es un grano<br />
que pegan <strong>la</strong>s putas .... -me ac<strong>la</strong>r6 el Turnio- .... Le<br />
jode a uno <strong>la</strong> <strong>sangre</strong> ....<br />
Yo estaba asombrado.<br />
-iPuchas!.<br />
-Me lo peg6 <strong>la</strong> Etelvina .... Una de <strong>la</strong> casa.<br />
-iTe lo peg6? ....<br />
-iC<strong>la</strong>ro, pos, Quilo! El<strong>la</strong> andaba detr6s de mi <strong>la</strong><br />
mar de tiempo .... Yo me le arrancaba .... Pero una no-<br />
che que me levant6 a miar a oscuras, el<strong>la</strong> me sinti6 y<br />
sali6 de su pieza .... Estaba desnudita .... Me agarr6 ....<br />
“Cabro leso”, me decia Y me jodi6. No pude arran-<br />
cbele.. . .<br />
Habiamos llegado a Sari Pablo. <strong>La</strong> zarabanda de<br />
ruidos era ensordecedora.<br />
-jMira, mira, Quilodrh! ....<br />
<strong>La</strong> sombra espesaba el aire. OteC hacia donde me<br />
indicaba Sergio: agazapados, temerosos, el sefior Car-<br />
mona, nuestro profesor, y <strong>la</strong> seiiorita Amanda, <strong>la</strong> gro-<br />
fesora de trabajos manuales, se escurrian por una<br />
puerta. No me pareci6 nada de extraordinario eso.<br />
-jV= a “tirar”! -exc<strong>la</strong>m6 con toda convicci6n,<br />
Sergio-. iVan a tirar!
120 NICOMEDES GUZMAN<br />
-<br />
Sobre <strong>la</strong> puerta que se habia tragado a 10s maes-<br />
tros, un aviso luminoso comenz6 a pestaiiear, como un<br />
ojo guiiiado en bur<strong>la</strong> a todos 10s transehtes:<br />
-i Qu6 joder! -hablC, incrddulo, recordanda <strong>la</strong><br />
humildad del sefior Carmona, sus pantalones deshi<strong>la</strong>chados,<br />
sus zapatos torcidos, rubricando su pobreza de<br />
. maestro proletario.<br />
-iSe quieren, y tienen que hacerlo! -explic6 co-<br />
mo un hombre mayor, Sergio L<strong>la</strong>nos. iTodo el mundo<br />
tira, no debian haber m6s que camas! iAll6 en <strong>la</strong> ca-<br />
sa, 10s hombres y <strong>la</strong>s mujeres no hacen m6s que Cso!<br />
Bai<strong>la</strong>n, toman y se acuestan .... iPuchas! ....
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 121<br />
2<br />
Llegud a <strong>la</strong> casa medio aturdido. Me habia hecho<br />
el prop6sito de encontrar aquel “Si<strong>la</strong>bario de <strong>la</strong> raza”.<br />
Soportd con descaro, y hasta con insolencia, 10s retos<br />
de mi madre por <strong>la</strong> tardanza.<br />
-jEste chiquillo, Dios mio, me va hacer salir ca-<br />
nas verdes! -grit6, desesperada.<br />
No me castig6, sin embargo. Per0 m6s tarde me<br />
acus6 a mi padre, quien se desafor6 tambidn en gritos<br />
de reprensih:<br />
-iTu madre es tu madre, carajete! iTienes que<br />
obedecerle! iA d6nde vamos, caramba? iNi hombre<br />
grande que fueras! iQu6 miis ir6 a ser despuds! iOtra<br />
queja que me dd tu madre, y te voy a sacar <strong>la</strong> mugre<br />
a azotes! ....<br />
Elena a h no llegaba. Varias noches hacia que se<br />
atrasaba tambi6n en sus regresos. Mi padre estaba fran-<br />
camente malhumorado. Se sent6 a <strong>la</strong> mesa a escribir.<br />
Tenia que entregar unas notas del Consejo para el pe-<br />
ri6dico de <strong>la</strong> Federaci6n.<br />
Mi madre ya estaba sirviendo <strong>la</strong> comida cuando<br />
regres6 Elena. No sd qu6 tenia de extraiio mi hermana.<br />
Estaba como transfigurada. Sus grandes, ex6ticos y<br />
dukes ojos caf&, que en <strong>la</strong> noche parecian negros, dis-<br />
pensaban un tr6mulo resp<strong>la</strong>ndor de ternura.<br />
Martina chil<strong>la</strong>ba golpeando <strong>la</strong> mesa, resistidndose<br />
a comer. Mi madre pus0 <strong>la</strong> correa sobre el hule, al <strong>la</strong>-<br />
do del florero. Era el lenitivo a nuestras resistencias,
122 NICOMEDES G U Z U<br />
cuando nos negribamos a cucharear el caldo. Elena se<br />
despoj6 del abrigo lentamente, y se sent6 a <strong>la</strong> mesa.<br />
Mi padre <strong>la</strong> miraba con ojos de bistd. Mi madre,<br />
silenciosa, estaba preocupada de Martina, que, refunfufiando,<br />
tomaba ahora <strong>la</strong> sopa. Era un caldo de avena<br />
bastante sabroso. Me senti satisfecho trag6ndolo todo,<br />
no tanto por lo agradable que estaba, sin0 porque,<br />
sabia que, con ello, resarcia en parte a mi madre de<br />
sus malestares.<br />
S610 despuds que mi mam6 sirvi6 el cafk empezarm<br />
a dilucidarse ciertas cosas.<br />
--;<strong>La</strong> nifiita est6 pololeando, jno? .... -habl6 decididamente<br />
mi padre a Elena, con un poco de ironia.<br />
Mi madre atendi6.<br />
-i Guillermo! -exc<strong>la</strong>m6, asombrada.<br />
<strong>La</strong> muchacha tenia <strong>la</strong> vista baja, pegada a <strong>la</strong> superficie<br />
temblorosa del obscuro liquid0 que llenaba su<br />
taza, Inconscientemente, hacia bolitas, amasando, nerviosa,<br />
sobre <strong>la</strong> mesa, <strong>la</strong>s migas de una marraqueta. Mi<br />
padre no dijo ni una pa<strong>la</strong>bra m6s. Esperaba <strong>la</strong> respuesta<br />
hermktico, grave, reconcentrado, sufriendo<br />
acaso.<br />
Mi mam6, sorprendida, estaba atenta, por su parte,<br />
a lo que dijera Elena. El<strong>la</strong>, por fin, pudo hab<strong>la</strong>r.<br />
Habia palidecido. Sus ojos estaban hhedos.<br />
-jSi -replie6 con trCmu<strong>la</strong> voz-, estoy pololeando!<br />
No podria neglrlo .... Sd que usted me divis6 con<br />
u * 7)<br />
el esta tarde, desde el cam....
124 NICOMEDES GUZMAN<br />
poeta! iNo seas romhtica! .... iUna mujer no puede vivir<br />
de versos, jme oyes? ....<br />
-Puede ser. ... ---habl6 Elena-. Muchos hombres<br />
pueden honrarse de ser obreros .... Pero no s610 el trabajo<br />
del obrero es motivo de honra, pap &...<br />
-Realmente, Elena .... Mira, hija, no voy a restringir<br />
tus derechos, ;me oyes? Sigue, si lo quieres, con<br />
tu poe ta.... Despu6s de todo creo que no es un mal muchacho<br />
ese Abel Justinian0 .... Debo reconocerlo .... Pero,<br />
me agradaria que evitaras encontrarte m6s con 61 ....<br />
Se levant6 el hombre. Su serenidad era aparente.<br />
En el fondo, estaba rabioso. Se advertia su esfuerzo por<br />
dominar sus impulsos. Es posible que concediera raz6n<br />
a <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras de Elena. Pero, en su espiritu, sin<br />
duda, el encono habia enraizado sus ma<strong>la</strong>s yerbas hondamente.<br />
Se pus0 <strong>la</strong> gorra.<br />
-Te pido una cosa, hija .... --dijo a Elena, antes de<br />
jrse a1 Consejo-.<br />
iNo des que hab<strong>la</strong>r!<br />
Y antes que Elena le respondiera, ironiz6:<br />
-Llega m5s temprano .... No te atrases con tu<br />
poeta. ...<br />
Y sax6 impetuosamente, haciendo un mohin de<br />
f astidio.<br />
-jElena -exc<strong>la</strong>m6 mi madre-, creo que tu pa-<br />
PA tiene raz6n! iEres muy chiquil<strong>la</strong>, hija! ....<br />
El<strong>la</strong>, mi hermana, se mordia un dedo. Estaba tris-<br />
te, preocupada. Mas, nada perdia su belleza bruna, al<br />
dejar traslucir sus sentimientos.
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 127<br />
-iVirgen Santisima, Virgen del Carmen, ayGdame,<br />
Virgencita linda!<br />
A Armando no lo habian encontrado por ningtin<br />
<strong>la</strong>do. Pero cuando fui, como acostumbraba, a dar una<br />
vuelta por el departamento del tio Bernabc5, me encontr6<br />
a1 muchacho, oculto alli, aguaitando por una<br />
rendijas hacia <strong>la</strong> galeria. <strong>La</strong> seiiora Lucha favorecia<br />
a1 muchzcho en esta oportunidad, sin pesar el compromiso<br />
que le significaba ocultarlo, atendiendo a que kl<br />
knia <strong>la</strong> pens& en su casa.<br />
%1 tio Bernabd, debe Iiaber advertido <strong>la</strong> imorrecci6n<br />
del procedimiento de su mujer, pues, en cuanto<br />
lleg6 del servicio, <strong>la</strong>rg6 a Armando, poco menos que<br />
a puntapigs<br />
-i&d te est& figurando, yo no soy alcahuete de<br />
nadie! Si hiciste alguna payasada, pague <strong>la</strong>s consecuencias,<br />
pues, el nifiazo ....<br />
El muchacho ~0g6 infitilmente:<br />
-jDon Bernab6, me van a llevar ?reso, ddjene<br />
estar aqui, por <strong>la</strong> tarde!<br />
-iNo, jovencito, no, dig0 que no soy alcahuete de<br />
nadie! IAprenda a ser responsalde! El hombre tiene<br />
que hacerse responsable de cualquier cosa que haga<br />
en <strong>la</strong> vida .... IP’ajuera, p’ajuera! ....<br />
- i Don Bernabk! ... .<br />
-iNo hay caso, Armando, mhdate cambiar hrego,<br />
que si no, te sac0 a patadas! ....<br />
Armando casi lloraba. Pero todos sus ruegos fueron<br />
infructuosos. Se vi6 obligado a salir.
128 NICOMEDES GUZMAN<br />
En <strong>la</strong> noche se sup0 que ya lo habian detenido. Y<br />
al &a siguiente, pese a <strong>la</strong> oposicicin de <strong>la</strong> tisica, el<br />
Juez decidici que Armando y Antonieta se casaran.<br />
<strong>La</strong> seiiora Rita no cabia en su arrugado cuero y<br />
en medio de su gozo. se deshacia en gestos y agrade-<br />
cimientos para con sus santos. Besaba 10s pies del Cris-<br />
to que se alzaba sobre <strong>la</strong> cabecera de su cama y llora-<br />
ba exc<strong>la</strong>mando:<br />
-iSefior misericordioso! .... iGracias, mi Seiior, por<br />
haber salvado <strong>la</strong> honra de m’hija! .... iGracias, Sefior! ....<br />
4<br />
Yo queria estar bien con mi madre. Y lleguk temprano<br />
aquel<strong>la</strong> tarde.<br />
--Se est5 ordenando el viudito .... -me dijo con<br />
soma <strong>la</strong> sefiora, sob6ndose el vientre.<br />
Se quej6, luego. Pai.ecia estar enferma.<br />
No dije nada. Abri un cuaderno. Y me puse a hacer<br />
<strong>la</strong> tarea que me habian dado en <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>. El<strong>la</strong><br />
siguici quejiindose.<br />
-i&uk le pasa, mamh?<br />
Me molestaba su dolencia. Sus quejidos parecian<br />
morderme <strong>la</strong> nuca.<br />
-Nada, hijo, no me pasa nada ....<br />
-No le pasa nada, y se est5 quejando --cornentk,<br />
y continuk <strong>la</strong> tarea.<br />
,Los gemidos de mi madre bai<strong>la</strong>ban sobre mis nervios.
LA SAMGRE Y LA ESPERANZA 129<br />
Desde <strong>la</strong> calle, venian 10s silbidos de mis compa-<br />
fieros. Me l<strong>la</strong>maban. Apresurb <strong>la</strong> tarea. Y pedi permi-<br />
SO a mi madre para salir. Nunca creo que el<strong>la</strong> me per-<br />
miti6 salir a <strong>la</strong> calle con tanta facilidad. Hasta me pa-<br />
rece que le agradd mi solicitacih. Habia estado <strong>la</strong>van-<br />
do. Y tenia empapada <strong>la</strong> pollera. Un liquido como de<br />
piedad o comprensidn comenzd a deslizhseme por el<br />
sentimiento.<br />
-Usted est6 enferma, m ad --dije a <strong>la</strong> mujer an-<br />
tes de salir.<br />
-iNo, hijo, no, no, anda a jugar, no m6s!<br />
A pesar de <strong>la</strong> facilidad con que en esta ocasi6n me<br />
dejaba salir, de buena gana no lo hubiera hecho. El<strong>la</strong><br />
estaba phlida, ojerosa, y <strong>la</strong> convicci6n de que un mal<br />
<strong>la</strong> aquejaba, me retuvo otro momento m& en <strong>la</strong> pieza.<br />
-Yo s6 que est6 enferma .... --le habl6 otra vez.<br />
-No, hijo, si no tengo nada ....<br />
Sali preocupado. Pero 10s juegos permitieron que<br />
me dvidara pronto de el<strong>la</strong>.<br />
Cuando volvi a comer, mi madre estaba en cama<br />
ya, y no dejaba de dolerse.<br />
-iM’hija querida! --exc<strong>la</strong>maba, agarrgndose de<br />
10s brazos de Elena-. iMhija querida, por Dios!<br />
Me a<strong>la</strong>rm& No quise comer. No logre, sin embar-<br />
go, evitar <strong>la</strong> oMigaci6n que tenia de acostarme tem-<br />
prano. Me inquietaba encogido bajo <strong>la</strong>s s6banas por 10s<br />
quejidos dolorosos de mi madre. Comenzaba a intuir<br />
10 que ocurriria.<br />
9-h <strong>sangre</strong> y <strong>la</strong> <strong>esperanza</strong>.<br />
-
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 131<br />
agua caliente. Mi hermana, seguramente, ya habia ha-<br />
b<strong>la</strong>do con <strong>la</strong> seiiora Lucha, pues el<strong>la</strong> y su regimiento<br />
de chiquillos estuvieron luego a buscarnos a Martina<br />
y a mi. A pesar de mis chillidos y de 10s gritos de mi<br />
hermana pequeiia, fuimos llevados a1 departamento de<br />
mi tio.<br />
-iCal<strong>la</strong>ditos, cal<strong>la</strong>ditos! -nos hab<strong>la</strong>ba <strong>la</strong> sefiora<br />
Lucha, tratando de calmarnm-. ical<strong>la</strong>ditos, que <strong>la</strong><br />
mam6 les va a comprar un hermano!<br />
A mi me acostaron con Mara. No me hizo esta vez<br />
ninguna morisqueta. Lejos de eso se atrac6 a mi, ba-<br />
jo <strong>la</strong>s ropas.<br />
-iEst& calientito! -me dijo, quedamente, hume-<br />
decidndome <strong>la</strong> oreja con su aliento.<br />
Y se pus0 a tocarmc. Tenia <strong>la</strong>s manos muy suaves.<br />
Yo palp6 tambiCn sus’muslos. Sus carnes eran tibias,<br />
apretadas.<br />
-iNo, ad! .... -me susurr6 el<strong>la</strong>, y se desabroch6<br />
el calz6n.<br />
<strong>La</strong> felicidad de nuestras manos era felicidad, tam-<br />
bidn, de nuestros pequefios corazones.<br />
Cortando <strong>la</strong>s si<strong>la</strong>bas, el tio leia a su mujer, un cua-<br />
dernillo de “El vengador”, con una voz potente que<br />
bien podria oirse desde <strong>la</strong> calle. Era un capitulo de fo-<br />
lletin que al dia siguiente <strong>la</strong> seiiora Lucha iria a con-<br />
tar a todas <strong>la</strong>s comadres, con sus naturales aspavien-<br />
tos. Los dem6s chiquillos roncaban.<br />
Como desde el fondo de un suefio, me tocaban 10s<br />
oidos, a momentos, 10s dolorosos quejidos de mi madre.
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 133<br />
-Le sali6 <strong>sangre</strong> de <strong>la</strong>s narices a mi pap B... -min-<br />
ti6 mi hermana, antes que yo dijera nada, advirtiendo<br />
mi curiosidad por aquel liquid0 medio enrojecido, y<br />
preserv&ndose ante cualquiera suspicacia de mi parte.<br />
&!le agri6 aquel<strong>la</strong> mentisa. Le hubiera gritado a mi<br />
hermana en pleno rostro:<br />
-iMentira, mentira, yo lo sk todo!.<br />
Pero hi cobarde. Actu6 en mi esa consciente y<br />
deliberada cobardia necesaria frente a tantas cosas de<br />
<strong>la</strong> existencia.<br />
DespuQ de <strong>la</strong>varme, tom6 apenas el desayuno que<br />
me sirvi6 Elena. El olor a medicinas, que llenaba todo<br />
el cuarto, y que saturaba hasta el pan, me asque6. Tu-<br />
ve que esforzarme para evitar <strong>la</strong>s arcadas.<br />
El pequeiio hermano era un tremendo llor6n. Ha-<br />
bfa empezado de nuevo su inconsciente l<strong>la</strong>nto sin l&-<br />
grimas. Su ingreso a nuestra familia no me producia<br />
ninguna alegria. A1 contrario, tenia rabia. Nunca, has-<br />
ta aquel instante, me habia afectado tanto el descaro<br />
de una mentira. Me dolia acaso en el fond0 que mi<br />
hermana fuera capaz de mentir asi. -<br />
Me repelieron sus falsas pa<strong>la</strong>bras tan intensameb-<br />
te como me repelia el olor a medicinas.<br />
Ceiiudo, hundido en mi mismo, me encasquet6 el<br />
“yoque”, tom6 mis libros, y sali para el colegio.
PAN CAMDEAL<br />
OM0 LLEGO? tY de dbnde? Na-<br />
die lo sabia. Y acerca de su origen,<br />
<strong>la</strong>s comadres de 10s alrededores des-<br />
ataban <strong>la</strong> lengua en sinntlmero de suposiciones. Era<br />
bajo. De un porte exagerado en su pequeiiez por <strong>la</strong><br />
pronunciada curva de <strong>la</strong> espalda. Y rengueaba, arras-<br />
trando casi <strong>la</strong> pierna derecha, por donde, al parecer,<br />
el pobre ya empezaba a morirse. Tenia un ojo bizco.<br />
Y miraba extraiiamente, muy alzados 10s pzirpados,<br />
arrugado el cefio, como mollejas de paw, esforzfindose<br />
por mantener erguida <strong>la</strong> cabeza vencida por 10s rebel-<br />
des nervios del cogote. Vestia un pantalbn raido, un<br />
sac0 harinero negro de mugre, habilitado sencil<strong>la</strong>men-<br />
te como camiseta, y un viejo y haraposo capote de<br />
1
136 NICOmDES GUZMAN<br />
guardiAn, cuyo color primitivo debia sufrir much0 ba:<br />
jo <strong>la</strong> grasa, <strong>la</strong> tierra, 9 10s tantos ingredientes que lo<br />
ocultaban a <strong>la</strong> retina. Usaba una gorra de tranviario,<br />
gastada y deforme, que le cubria hasta <strong>la</strong>s orejas.<br />
Amaneci6 una mafiana dormido entre 10s vagabundos<br />
y 10s perros que habian convertido en hogar el espacio<br />
que dejaba una mural<strong>la</strong> y <strong>la</strong> esca<strong>la</strong> de acceso a<br />
<strong>la</strong> galeria. Covacha fgtida a humedad y a orines de gato<br />
aqu6l<strong>la</strong>, no era dificil en el dia distinguir a 10s bien<br />
nutridos piojos, que, inconformes del cuerpo natal, habian<br />
emigrado, abandon5ndos.e sobre <strong>la</strong>s tab<strong>la</strong>s carcomidas,<br />
en donde se les veia moverse lentamente, arrastrando<br />
el peso de su gordura, como pequefios y cansados<br />
bueyes, inctilmente empefiados en encontrar el<br />
c6lido refugio de un pliegue.<br />
Amaneci6 alli, digo, bajo el crujido seco de 10s<br />
peldafios, que no cesaban de protestar por <strong>la</strong> impiedad<br />
energica de 10s pasos proletarios que subian o bajaban.<br />
Era el invierno ya. Per0 hacia una azul y vibrante<br />
ma5ana. Un sol de espeso or0 pulia <strong>la</strong> escarcha b<strong>la</strong>nquisima<br />
que <strong>la</strong> noche habia extendido sobre <strong>la</strong>s calles.<br />
Los aleros lloraban gruesas <strong>la</strong>grimas enmohecidas,<br />
como estremecidos por un scbito jdbilo de presos en’<br />
libertad. En 10s eucaliptus del dep6sito de tranvias 10s<br />
gorriones se peleaban en loca zarabanda de chillidos,<br />
desprendiendo con sus saltos y aleteos, <strong>la</strong>s flores de vigoroso<br />
y saludable olor.<br />
Yo, por ~SOS dias, andaba con una tos que me lle-
LA SANGRE Y LA ESPEFWNZA 137<br />
vaba el diablo. E inducido por mi madre, iba en busca<br />
de algunas flores caidas. Conocia <strong>la</strong> propiedad medici-<br />
nal del eucaliptu. Y cuando mi madre me lo insinu6,<br />
yo no trepid6 en salir en busca del remedio para po-<br />
nerlo en mi desayuno, y combatir <strong>la</strong> maldita tos que<br />
no dejaba de martillearme 10s pulmones.<br />
Casi siempre que yo bajaba a esa hora, echaba un<br />
vistazo al miserable y tiiioso hacinamiento de chiqui-<br />
110s y perros, que tiritaba junto a <strong>la</strong> esca<strong>la</strong>, en medio<br />
de quejas y rasquidos.<br />
Fu6 aqui en donde vi por primera vez a aquel cu-<br />
rioso hombrecillo. Dom’a profundamente un sueiio bo-<br />
quiabierto que le descubria unos dientes de animal,<br />
grandes, amarillos.<br />
El frio de <strong>la</strong> mafiana era brutal. en sus Fmpefios<br />
por alcanzar 10s huesos. <strong>La</strong>s mandh<strong>la</strong>s se descontro7<br />
<strong>la</strong>ban a momentos, a1 impulso de 10s tiritones. Atra-<br />
ves6 <strong>la</strong> cane, corriendo, con <strong>la</strong> extrai5a presencia del<br />
desconocido en mi cerebro. De <strong>la</strong> cocineria vecina ve-<br />
nia el alegre chirrido de <strong>la</strong>s sopaipil<strong>la</strong>s, fri6ndose.<br />
Grupos de haraposos proletarios se formaban en algu-<br />
nas puertas. Pasaba un tranvia con <strong>la</strong> bul<strong>la</strong> estridente<br />
de su ferreteria. Salt6 <strong>la</strong>s barras de hierro que res-<br />
guardan el canal. Mi tos fu6 como un saludo para 10s<br />
dos compaiieros, Tito y Alfredo, que, bajo 10s Brboles,<br />
se llenaban 10s bolsillos de fragantes flores. Temb<strong>la</strong>-<br />
ban sus carnes enrojecidas y erizadas por 10s azotes<br />
hclementes del aire de hielo.
138 NXCOMEDES GUZMAN<br />
--jAmanecistes mejor de <strong>la</strong> tos, jno? ....<br />
Tito reia, sorbiitndose 10s mocos.<br />
-iY que hay? .... iAhi tienes! .... -&c<strong>la</strong>m&, con<br />
una rabia reciitn nacida, berrehdome sobre el Animo.<br />
Su risa me molest6 enormemente. El volvi6 a reir.<br />
Su hennano lo acompaii6, insinuando:<br />
-bane& mejor de <strong>la</strong> tos, el cabro, y “bochero”<br />
tambiCn, jno? ....<br />
-TendrA ganas de calentar el cuerpo .... Ja, ja, ja ....<br />
Los cordiales <strong>la</strong>zos de amistad que nos =‘a a 10s<br />
chiquillos del barrio, no era impediment0 para que, de<br />
vez en cuando, algunos nos batihramos a moquete Hm-<br />
pio. Nuestras peleas eran animadas por <strong>la</strong> chiquil<strong>la</strong>da<br />
y celebradas por 10s hombres que nunca faltaban por<br />
alli, entregados a <strong>la</strong>s <strong>la</strong>bores del z6ngano. A veces, en<br />
10s dias de pago de 10s tranviarios, vencedores y ven-<br />
cidos en tales pugi<strong>la</strong>tos, recibian de maquinistas y co-<br />
bradores, como recompensa, dieces y chauchas que se<br />
gastaban en comh en compra de turrones, churros,<br />
dukes chilenos o morocho.<br />
Los hermanos mil<strong>la</strong>, con quienes acababa de en-<br />
contrarme, tenian tanta fama de buenos camaradas co-<br />
mo de animadores de reyertas. Cuando estaban de hi-<br />
mo, no les costaba mucho concertar Unas mantas pe-<br />
leas. <strong>La</strong> <strong>sangre</strong> ‘abundaba en algunas oportunidades.<br />
No obstante, por lo general, 10s contendores quedaban<br />
tan amigos como antes.<br />
Esta maiiana, encontrAbame yo francamente aris-<br />
co, y ellos, a1 parecer, en caluroso trance de molestar.
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 139<br />
--<br />
Si no se hubiera avivado en mi cerebro el recuerdo de<br />
aquel hombre que dormia junto a <strong>la</strong> esca<strong>la</strong>, seguramen-<br />
te nuestro encuentro habria terminado en puiietes.<br />
-Hace harto frio para calentar el cuerpo -dije,<br />
tratando de reir-, pero allA en'<strong>la</strong> esca<strong>la</strong>, hay algo que<br />
ver .... Vamos para all5 ....<br />
Vaciaba en mis bolsillos <strong>la</strong>s b<strong>la</strong>nquiwas y pegajo-<br />
sas flores que cogia. Y pensaba en lo divertido que se-<br />
ria lograr introducir algunas entre 10s dientes de aquel<br />
viejo. B<strong>la</strong>nqueaha <strong>la</strong> gruesa he<strong>la</strong>da sobre 10s terrenos<br />
y el pasto, crujiendo ghlidamente bajo nuestras pisa-<br />
das.<br />
-iQu6 hay en <strong>la</strong> esca<strong>la</strong>? -inquiri6 Tito, rofdo<br />
por <strong>la</strong> curiosidad.<br />
4eguro que no ser5 un li6n -intervino Alfre-<br />
do-, porque si lo juera, el cabro vendria miis que<br />
mojado .... Ja, ja, ja ....<br />
El chic0 continuaba en vena de sacar de quicio.<br />
-iD6jense de leseras, y vamos para aU6!<br />
Salt6 <strong>la</strong>s barra's. Los hennanos me siguieron.<br />
El viejo roncaba afin. Y subiendo algunos escalo-<br />
nes y afirm6ndonos en <strong>la</strong> baranda grasienta, nos dimos<br />
a <strong>la</strong> entretenci6n de <strong>la</strong>nzarle cocos de eucaliptu, qi-<br />
diendo el pulso a fin de dar en el vacio de su boca<br />
abierta. Los menudos golpes, no tardaron en desper-<br />
tarlo.<br />
-iCaraju! -dijo.<br />
Se desperez6 lentamente. L m perros se sacudie-<br />
ron a su <strong>la</strong>do. No intentamos ocultarnos a su vista.
LA SAKGZE Y LA ESPERAPJZA 141<br />
-<br />
de sus m6s hondos estratos humanos, estremecidos aca-<br />
so por un sufrimiento de eternidad. Su ojo normal, sal-<br />
picado de <strong>sangre</strong>, era ahora en su mirada como un pu-<br />
fial mel<strong>la</strong>do.<br />
-iNo peguen m6, niiios, no peguen ma! ....<br />
Mis dos compaiieros, zamarreados por un espanto '<br />
sfibito, saltaron como sirnios 10s pocos escalmes que<br />
habian trepado, y huyeron desaforadamente, dejando un<br />
reguero de verdes y b<strong>la</strong>ncas flmes. A1 salir a <strong>la</strong> cane<br />
estuvieron a punto de botar a una vieja que pasaba. Yo<br />
hubiera huido tambiCn. Pero una extraiia fuena pare-<br />
cia atornil<strong>la</strong>rme a mi sitio. Aferrado a <strong>la</strong> baranda, mi<br />
vista se desprendi6 de mis compaiieros, que arranca-<br />
ban con 10s harapos a1 aire. 'Y se apeg6 de nuevo a <strong>la</strong><br />
curiosa figura del hombrecillo. Ogros y brujas, monta-<br />
ban estrel<strong>la</strong>s y mangos de escoba en mi cerebro, vagan-<br />
do en un firmamento sin fin.<br />
-~$ub. mira til? iQu6 mira? .... LQuere pegar tam-<br />
bihn? LQuere pegar? iTfi, nifio giieno, no pega! iNo<br />
pega nifio giieno!<br />
<strong>La</strong> bril<strong>la</strong>nte hi<strong>la</strong>cha de saliva le subia y le bajaba,<br />
colgando desde su <strong>la</strong>bio caido, purulento. Se diria que<br />
una arafia invisible pendiera del delgado hilo, empe-<br />
6ada en el tejido de una te<strong>la</strong> fant6stica. Su mirada<br />
era indefinible en este instante. No s4 si tierna. 0<br />
amarga. 0 reprensiva.<br />
Arrastrando una pierna, rengueb lentamente hasta<br />
<strong>la</strong> baranda.
142 NICOADCDES GUZMAN<br />
--<br />
-iDe vera! jT& niiio giieno, no pega, no pega!<br />
LCierto?<br />
No me alcanzaba el rostro. Quiso acariciarme <strong>la</strong> rodil<strong>la</strong>,<br />
<strong>la</strong>deando <strong>la</strong> cabeza como un zorzal, para poder<br />
mirarme hacia arriba. Yo evitd <strong>la</strong> caricia. <strong>La</strong> piedad<br />
que me invadfa era incapaz de dominar <strong>la</strong> repulsi5n.<br />
Los chiquillos ovil<strong>la</strong>dos mAs alG, a 10s pies del extraiio,<br />
comenzaron a despertarse en medio de rasquidos<br />
y sonoros bostezos. <strong>La</strong>s legaiias y <strong>la</strong>s mechas terrosas<br />
ve<strong>la</strong>ban sus miradas. Uno se levant6 y se pus0 a<br />
orinar ahi mismo, casi encima de 10s compaiieros. Los<br />
perros se sacudian, <strong>la</strong>mihndose <strong>la</strong>s rojas grietas de <strong>la</strong><br />
ti&.<br />
-iTC, ni6o gueno, no pega, no pega, jno?!<br />
-iEnrique! .... i iEnrique!! ....<br />
Mi madre l<strong>la</strong>maba desde arriba. Su voz me remeci6.<br />
FuB como si de pronto despertara de un suego que<br />
ya endilgaba hacia <strong>la</strong> pesadil<strong>la</strong>.<br />
- j Mam6aa ? .<br />
. . .<br />
De dos en dos peldaiios lleguk arriba.<br />
-iMandarte a ti es como mandar a <strong>la</strong> tortuga, En-<br />
rique, por Dios!<br />
No dije nada. Casi inconscientemente miraba ve-<br />
nir desde el fondo de <strong>la</strong> galeria al “Cabeza de Tope” con<br />
6u pesado andar de oso. Ardian 10s fuegos en <strong>la</strong>s coci-<br />
nas. E<strong>la</strong>ncos vahos de vapor se levantaban desde <strong>la</strong>s te-<br />
teras. Una mujer, en enagua, tiritona, se peinaba jun-<br />
to a <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ve de agua, 10s rollizos brazos desnudos, a<br />
<strong>la</strong> vista <strong>la</strong> pe<strong>la</strong>mbre negra de 10s sobams. Contra el sol
144 NICOMEDES GUZW<br />
<strong>la</strong>s patas en 10s tarros, luchando por <strong>la</strong> propiedad de<br />
algtin hueso. 0 ahoghdose poco menos con alguna pa-<br />
pa rancia. Los chiquillos 10s an+aban a <strong>la</strong> camorra.<br />
-El Tirifilo tiene macanudos dientes .... A d6nde<br />
le pega a tu perro un tarasc6n que no le saca el cue-<br />
ro....<br />
-iA very Tirifilo! .... iPch, pch, pch! ....<br />
Pero, lejos de hacer caso, Tirifilo se ech6 junto a<br />
<strong>la</strong> cuneta a triturar un hueso, sin descuidar a un “fox-<br />
terrier” que, con 10s ojos floridos de hambre, le hacia<br />
guardia gratuita.<br />
Eulogio, el basurero, arriba del carretbn, <strong>la</strong>s pier-<br />
nas hundidas en <strong>la</strong> basura fhtida, vaciaba 10s tarros,<br />
goIpehdolos en el fondo endrgicamente. Despuds 10s<br />
<strong>la</strong>nzaba contra <strong>la</strong>s piedras de <strong>la</strong> acera, sin ninguna pie-<br />
dad para <strong>la</strong>s <strong>la</strong>tas amohadas y carcomidas ni <strong>la</strong> m5s<br />
mera consideraci6n para <strong>la</strong>s protestas y rec<strong>la</strong>mos de<br />
sus duefios.<br />
Todos 10s negocios, cuartos y conventillos se va-<br />
ciaban de chiquillos, mujeres desgrefiadas y twos re-<br />
pletos de desperdicios. Habia gritos. Insultos. Puyas.<br />
Un niuchach6n tiraba un agarr6n a <strong>la</strong>s nalgas prietas<br />
de una niiia crecidita, con bel<strong>la</strong>s protuberancias ergui-<br />
das de &io en el pecho. El aire apestaba a podredum-<br />
bre, a pobreza. <strong>La</strong> miseria parecia celebrar su diecio-<br />
cho enarbo<strong>la</strong>ndo en 10s cuerpos sus pabellones de ha-<br />
rapos.<br />
El calret6n se habia ido, tirado por 10s machos<br />
obedientes a 10s insultos de Eulogio. Y nosotros mante-
146 NICOMEDES GUZMAN<br />
como si todo su ser se encontrara roido por una terri-<br />
ble hambre de tranquilidad. Nosotros no le oiamos. Y<br />
le enloqueciamos con nuestros golpes, saltos y aullidos.<br />
&atnos mas verdaderas bestezue<strong>la</strong>s endemoniadas.<br />
+Paren <strong>la</strong> bul<strong>la</strong>, des, paren <strong>la</strong> bul<strong>la</strong>! ....<br />
&Que cosas pasarian por el coraz6n de ese hom-<br />
bre? ;Vaya alguien a saberlo! Nosotros s610 tuvimos<br />
real noticia de sus Egrimas, que, inmensas y continua-<br />
das, rodaron por su rostro, sorteando 10s tajos que el<br />
cuchillo de 10s &os habia abierto entre <strong>la</strong>s cerdas que<br />
lo ensombrecian. Fud una pathtica noticia aqudl<strong>la</strong>, -una<br />
impresionante noticia que nos enmudeci6 de pronto,<br />
que ahog6 como por arte de magia el desenfreno de<br />
nuestros-gritos y movimientos. Los dedos c6lidos y<br />
tersos de una humanidad nunca sentida debieron alle-<br />
garse a1 coraz6n de nuestra infancia. De otro modo, no<br />
hubidramos cal<strong>la</strong>do.<br />
En medio de un desconcierto inaudito, comenya-<br />
mos a repartirnos hacia nuestras casas.<br />
Los gorriones cantaban. El frio persistia, duro,<br />
obstinado, imp<strong>la</strong>cable, haciendo bril<strong>la</strong>r sus cortantes<br />
pufiales. En 10s eucaliptus el viento cosechaba espesos<br />
y saludables olores, renovando el h&lito malsano con<br />
que 10s desperdicios pob<strong>la</strong>ron el ambiente. El cielo era<br />
un enorme trino azul. El sol firme, atldtico, musculo-<br />
so, sobre sus b<strong>la</strong>ndas y firmes ojotas, era un noble y<br />
august0 roto paleando or0 sobre <strong>la</strong> calle.
LA SRNGRE Y LA ESPERANZA 147<br />
2<br />
iC6mo lleg6? iY d6nde? Nadie lo sabia. <strong>La</strong>s CO-<br />
madres, sin embargo, ponian en camp&a <strong>la</strong> imagina-<br />
ci6n. <strong>La</strong> verdad era que el viejo se habia incorporado<br />
a <strong>la</strong> humanidad del barrio, compuesta de chiquillos,<br />
de obreros, de heroicas hembras, de rateros, de pros-<br />
titutas. Nadie, repito, tenia noticias exactas suyas. Per0<br />
un dia, estima<strong>la</strong>do por unos tragos que alguien le dis-<br />
pens6, desatando torpemente <strong>la</strong> lengua, habl6 de obs-<br />
curas cosas del norte, de unas minas, de un apaleo le-<br />
gal en que le habian quebrado el espinazo. Fu6 una<br />
vaga historia que nadie quiso creer. Lo cierto y ele-<br />
mental era que estaba entre nosotros, que se nutria<br />
comiendo en este y aquel p<strong>la</strong>to, ligand0 su necesidad<br />
a <strong>la</strong> piedad de 10s vecinos, y que dormia alli, junto a<br />
<strong>la</strong> esca<strong>la</strong> de <strong>la</strong> galeria, entre 10s vagabundos y 103 pe-<br />
nos, entre voraces piojos y sueiios sin <strong>esperanza</strong>, pa-<br />
sando s610 <strong>la</strong> vida, hundido er- <strong>la</strong> amarga atm6sfera de<br />
sus sentimientos.<br />
Todos le conocfan. Per0 el h6bito de su presencia,<br />
hacia que se le olvidara, a medida que el tiempo ade-<br />
<strong>la</strong>ntaba sus trancos. Ocurri6, sin embargo, un hecho,<br />
que lo incorpor6 de nuevo al sen0 de 10s comentarios<br />
cotidianos: una mafiana amaneci6 durmiendo en com-<br />
paiiia de una mujer. <strong>La</strong>s comadres llenaban <strong>la</strong> galeria<br />
con sus voces:<br />
-iGueno con el Pan Candial! iHabr6se visto!<br />
Lo imaginaban todo. Se hacian cruces, pensando
148 NlCONlEDES GUZMAW<br />
en 10s &os y en <strong>la</strong> invalidez del viejo. Luego, se des-<br />
plomaron todos 10s castillos en <strong>la</strong> imaginacidn: <strong>la</strong> mu-<br />
jer, apenas una nifia de trece aiios, era hija de Pan<br />
Candial, segitn 61 mismo decld, con <strong>la</strong> torpeza de su<br />
lengua estropajosa. Era una bel<strong>la</strong> chica, con una me-<br />
lenita graciosa, de una palidez armonizada por dimi-<br />
nutas pecas, y estaba encinta.<br />
Pan Candial, rengueaba, feliz, pe<strong>la</strong>ndo 10s dientes<br />
como un animal contento, llevando del brazo a su hi-<br />
ja. Su ojo normal se abria en cordiales luces de ter-<br />
nura.<br />
-iM’hija tendr6 un niiio! iY0 agiielo! iQu6 tal? ....<br />
jY0 aguelo! Ja, ja, ja ....<br />
Accionaba, se echaba atrb. Su <strong>la</strong>bio acucharado<br />
temh<strong>la</strong>ba. Rdia <strong>la</strong>deando much0 <strong>la</strong> cabeza para fijnr<br />
mejor su mirada en quienes le escuchaban.<br />
-jAh, m’hija tendr5 un nifio!<br />
Bril<strong>la</strong>ntes hilos de saliva pendian de su boca. Ex-<br />
hibia a <strong>la</strong> pequeiia como a un objeto maravilloso. El<br />
orgullo le hinchaba el pecho. Un desprejuicio admira-<br />
ble lo honraba en su idiotez. Acariciaba a <strong>la</strong> hija. <strong>La</strong>s<br />
mujeres se indignaban, mirando el vientre empinado<br />
de <strong>la</strong> chica. Se rascaban <strong>la</strong> cabeza. Se acomodaban <strong>la</strong>s<br />
horquil<strong>la</strong>s en el moiio. Se pasaban el dorso de <strong>la</strong> ma-<br />
no por <strong>la</strong> nark<br />
-iY el padre? iD6nde est6 el padre de <strong>la</strong> guagua?<br />
-inquirian, zahirientes.<br />
<strong>La</strong> chica se apretaba a1 viejo, doblegando 10s ojos
,<br />
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 149<br />
confundidos. <strong>La</strong> inquietud del hijo en el vientrecillo,<br />
le aca<strong>la</strong>mbraba <strong>la</strong>s visceras, hacihdo<strong>la</strong> morderse.<br />
-iE3 padre, es milico! .... iSe juk! .... iY0, pap6 y<br />
agiielo! .... ;Si, pap6 y agiielo! .... iLind0, lindo niiio! ....<br />
-respondia el viejo con toda naturalidad.<br />
<strong>La</strong> felicidad del pobre era incomprensible. No alcanzaba<br />
a1 corazdn ni menos al cerebro de <strong>la</strong>s comadres,<br />
que se iban con un caos en <strong>la</strong> cabeza. El que el<br />
viejo admitiera tal situacih, lo justificaban con su idiotez.<br />
Sin embargo, algo d s <strong>la</strong>s complicaba. iDe d6nde<br />
habria sacado Pan Candeal esa hija? <strong>La</strong> chica no vestia<br />
como <strong>la</strong>s dem6s nii?as del barrio. Habia ademis, un<br />
aire de distinci6n en toda el<strong>la</strong>. <strong>La</strong> vida de Pan Candeal,<br />
despuks de todo, era un enigma. Y <strong>la</strong>s vecinas, acaso<br />
hasta sufrieran tratando de descifrarlo.<br />
<strong>La</strong> pequefiia-futura madre, sigui6 viviendo con el<br />
viejo. <strong>La</strong>s venas de un heroism0 grandioso atravesaban<br />
<strong>la</strong> carne de su vida, dignific8ndo<strong>la</strong>. Yo y mis<br />
ocho &os nos emocionamos muchas veces al encontrar<strong>la</strong><br />
sentada en uno de 10s peldafios de <strong>la</strong> esca<strong>la</strong>, llorando<br />
a lentas 16grimas sus dolores htimm. <strong>La</strong>s negras mechas<br />
de su chasquil<strong>la</strong> demasiado <strong>la</strong>rga, se pegalsan a.<br />
su frente como en una actitud solidaria a su hondo y<br />
precoz sufrimiento. Sus pechos, pequefios y delicados,<br />
temb<strong>la</strong>ban, abrihdose tal vez, como flores, por dentro,<br />
para recibir 10s tempranos golpes 14cteos.<br />
El barrio <strong>la</strong> olvid6 casi, hasta aquel<strong>la</strong> madrugada<br />
en que sus gemidos despertaron a una vecina, y luego<br />
a otra, y a 10s hombres, y a casi todos.
150 NICOMXDES GUZMAN<br />
A <strong>la</strong> lumbre cobriza de una ve<strong>la</strong> llorona, sobre <strong>la</strong>s<br />
tab<strong>la</strong>s carcomidas y piojosas, el hijo palp6 <strong>la</strong> primera<br />
dureza del mundo. Sangre. Quejidos. El doloroso mi-<br />
<strong>la</strong>gro hurgaba en el sentimiento de los rapaces vaga-<br />
bundos, agrandcindoles 10s ojos legaiiosos, levant6ndo-<br />
les 10s pArpados soiiolientos en el asombro y el horror.<br />
Los perros paraban <strong>la</strong>s orejas, pe<strong>la</strong>ban 10s dientes, se<br />
lengiieteaban el hocico. Pan Candeal, con <strong>la</strong>s manos<br />
en<strong>sangre</strong>ntadas, m6s rebeldes que nunca 10s nervios<br />
del cogote, <strong>la</strong>s pupi<strong>la</strong>s saltadas, temb<strong>la</strong>ba como un ro-<br />
ble nuevo, zamarreado por <strong>la</strong> tormenta. Se habia qui-<br />
tado el capote y, aterido, sufria en su impotencia pa-<br />
ra acal<strong>la</strong>r 10s berridos del reci6n nacido, a quien apre-<br />
taba contra su pecho, envuelto en <strong>la</strong> piojosa prenda.<br />
<strong>La</strong> chica, con el rostro desencajado, se retorcia en <strong>la</strong><br />
agoda. Murid luego, en medio de desgarradoras qu6-<br />
jas, en 10s momenta en que dos mujeres despeinadas,<br />
y apenas vestidas, <strong>la</strong> tomaban para llevar<strong>la</strong> a un<br />
cuarto.<br />
El frio crispaba <strong>la</strong>s manos, se rnesaba 10s cabellos:<br />
se desesperaba, afuera, sobre <strong>la</strong> vereda. <strong>La</strong> c<strong>la</strong>ridad<br />
de <strong>la</strong> amanecida se afirmaba en <strong>la</strong> fragancia vigorosa<br />
de 10s eucaliptus. Sonaba <strong>la</strong> sirena del depbito de<br />
tranvias. L m carros salian con el traqueteo pesado y<br />
chirriante de su ferreteria. Por aUi, un gallo bati6 <strong>la</strong>s<br />
a<strong>la</strong>s, y cant6 virilmente, a cor0 con otros camaradas le-<br />
janos. Los maquinistas y cobradoras tranviarios, que<br />
salian esca<strong>la</strong> abajo, precipitadamente, apenas tenian
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 151<br />
tiempo para imponerse del hecho, y endilgaban al tro-<br />
te, dep6sito adentro.<br />
Pan Candeal se habia portado como un padre, co-<br />
mo un abuelo, o como un hombre, simplemente. Pur0<br />
e integro en su idiotez, <strong>la</strong> <strong>sangre</strong> que manchaba sus<br />
manos, tenia amplia y autorizada voz para deck su<br />
comportamiento. Sereno en el trance, sup0 salvar <strong>la</strong><br />
vida del pequeiio, ayudando a bien parir a <strong>la</strong> niiia.<br />
AI15 el destino maldito que se llev6 el Cltimo sop10 de<br />
su heroism0 de pequefia hembra, al cercenar su existen-<br />
cia recien frutecida sobre <strong>la</strong>s arriscadas tab<strong>la</strong>s.<br />
&a ya el dia c<strong>la</strong>ro cuando un guar& f<strong>la</strong>co y<br />
tartamudo vino en busca de Pan Candeal. Un dia tras-<br />
pasado de azules nervios. El sol, roto grandioso, se<br />
descubria mostrando <strong>la</strong> espesa y rubia pe<strong>la</strong>mbre de su<br />
pecho.<br />
El viejo debia sentir que sus brazos eran cada vez<br />
mPs b<strong>la</strong>nda y tierna hamaca para <strong>la</strong> fragilidad del nie-<br />
to. Pausadas y enormes 16grimas se le enredaban entre<br />
<strong>la</strong>s cerdas del rostro. Y sollozaba con roncos sollozos<br />
de hombre, cuando hub0 de ceder el recien nacido a<br />
<strong>la</strong> piedad de una vecina caritativa. Estuvo <strong>la</strong>rgo rat0<br />
con su ojo normal c<strong>la</strong>vado en el rostro de <strong>la</strong> pequefia<br />
parturienta muerta.Cogi6 luego su gorra. Se <strong>la</strong> puso.<br />
Y sali6, rengueando, <strong>la</strong>deada <strong>la</strong> cabeza, perdido el ojo<br />
turnio.<br />
El guardib no asegur6 a1 detenido. Y camin6 jun-<br />
to a 61, adaptando sus <strong>la</strong>rgos pasos al lent0 renguear<br />
del viejo.<br />
’
152 NICOMECES GUZMAN<br />
Con <strong>la</strong> piedad, y acaso tambihn con <strong>la</strong> admiraci6n<br />
temb<strong>la</strong>ndo en <strong>la</strong>s pupi<strong>la</strong>s, todos contemp<strong>la</strong>ron su ale-<br />
jamiento, hasta que autoridad y detenido, se perdieian<br />
en <strong>la</strong> esquina de Mapocho con Bulnes, hacia <strong>la</strong> Bri-<br />
gada.<br />
Alguien envolvi6 en hojas de diario el cadAver de<br />
<strong>la</strong> chica, mientras venia el carro de <strong>La</strong> Morgue. <strong>La</strong><br />
guagua berreaba sin descanso. Los peldaiios chilIaban<br />
bajo el paso de <strong>la</strong>s mujeres que se encaminaban a sus<br />
cuartos.<br />
Y 10s chiquillos nos quedamos abajo para espantar<br />
10s perros, que se obstinaban en <strong>la</strong>mer 10s coigulos de<br />
<strong>sangre</strong> esparcidos por el suelo.
154 MCOMEDES GUZMAN<br />
lo, como dedos de pluma, comellzaron a agitar en el ai-<br />
re sus trbmu<strong>la</strong>s sonrisas b<strong>la</strong>ncas. Era un acontecimien-<br />
to. Y de todos 10s hogares se asomaban 10s rostros cu-<br />
riosos a constatar el hal<strong>la</strong>zgo del tiempo.<br />
-i&d tremendo frio! .... Afff .... Afff ....<br />
Sobibase <strong>la</strong>s manos mi madre. Tiritaba. Per0 tin<br />
aleteo de alegria vivificaba sus facciones medio ajadas.<br />
Habiame mandado a arreg<strong>la</strong>r 10s zapatos. Y con <strong>la</strong>s ro-<br />
tas chancletas que me habia puesto, <strong>la</strong> seiiora no me<br />
permiti6 ir a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>.<br />
-Puedes repasar tus tareas de divisih -propus0<br />
mi madre en <strong>la</strong> maiiana. Este mes te sacaste un dos<br />
en aritmbtica .... -me advirti6 en seguida.<br />
Consecuente con esto, habia estudiado gran parte<br />
de <strong>la</strong> maiiana. <strong>La</strong> nevaz6n de <strong>la</strong> tarde, me sirvib en-<br />
tonces como distraccihn. Mi madre, despubs de darme<br />
el.caf6 de <strong>la</strong>s once, me exigi6 que siguiera el estudio.<br />
Yo ansiaba salir a <strong>la</strong> calle. Desde nuestro balc6n ha-<br />
bia divisado a algunos de mis compafieros, haciendo un<br />
mono de nieve. Mas, no fub posible que realizara mis<br />
deseos.<br />
-Est& demasiado resfriado .... -army6 mi madre<br />
ante mis insistencias.<br />
-iPor qu6 no me deja, mamA! ....<br />
-icon ems zapatos, no, caramba! ....<br />
--jMadaa!. . . .<br />
-Dig0 que no, Enrique, dig0 que no ....<br />
Mis lloriqueos obligaron a mi madre a descolgar<br />
<strong>la</strong> correa.
LA SANGRE Y LA ESF'ERANZA 155<br />
-iEsta pobre pasa siempre con hambre! , -ex-<br />
c<strong>la</strong>m6, aludiendo a <strong>la</strong> tira de cuero-. iNo cuesta nada<br />
darle de comer! ....<br />
,3610 entonces dejd de majaderear. Estuve amurra-<br />
do todo el resto del dia. Y s610 <strong>la</strong> llegada de mi padre<br />
regul6 mi Animo. Venia he<strong>la</strong>do. Con <strong>la</strong> nariz roja de<br />
&do. Sobre sus hombros, <strong>la</strong> nieve parecia haMrsele po-<br />
sad0 a puiiados<br />
-iQuC tremenda nevada! iPera fortificante! Ai-<br />
jo alegremente, tosiendo un poco.<br />
Yo me precipitd a 61. Su capote rezumaba un olor<br />
a humedad. Saqud <strong>la</strong> nieve de sus hombros y <strong>la</strong> vacid<br />
en una taza. Mi madre me di6 un poco de az&xr y ca-<br />
ne<strong>la</strong> molida. Martina y yo dimos cuenta prontamente<br />
de el<strong>la</strong>, revuelta, como si fuera hebdo.<br />
-Eso le va a hacer mal a estos chiquillos -habia<br />
objetado el hombre, despojhdose del capote.<br />
-Dkjalos ... iQu6 mal les puede hacer! .... -repu-<br />
so mi mam&<br />
--Ben Rim -habli mi padre, reticentemente.<br />
No le gustaba discutirle a su mujer. Si lo hacia;<br />
en todo caso, el<strong>la</strong> ganaba <strong>la</strong> partida. El determinaba<br />
siempre call=, riendo generalmente.<br />
-Esta mujer habrfa servido para tinterillo . . 40-<br />
mentaba a veces mi padre, sin dar importancia a 10s<br />
pequecos cambios de pa<strong>la</strong>bras.<br />
Se sent6 junto a1 fuego el hombre. Me puse a ju-<br />
gar con su p<strong>la</strong>ca de bronce, que 61 mismo habia tirado<br />
mbre <strong>la</strong> mesa.
156 NICOMEDES GUZMAN<br />
+Deja ese niunero, hombre! .... -me reconvino.<br />
Per0 se despreocup6 al momento de mi para preguntar<br />
por Elena.<br />
-No ha llegado a h .... --contest6 mi mamS.<br />
-A &a hay que hacerle una para dil<strong>la</strong>.... Se est4<br />
atrasando demasiado.. . ,<br />
-Es cierto.. . -habl6 <strong>la</strong> mujer-. iEso queria pedirte<br />
yo! .... iLe he advertido muchas veces que llegue<br />
mBs temprano, y no me hace caso! ....<br />
-El compaiiero poeta <strong>la</strong> tiene con <strong>la</strong> cabeza ma<strong>la</strong>....<br />
4 j o mi padre, preocupado.<br />
C e atrasa <strong>la</strong>s mBs de <strong>la</strong>s noches .... Sale a <strong>la</strong> seis<br />
de <strong>la</strong> fAbrica .... Y llega casi a <strong>la</strong>s nueve ....<br />
-iCarajo, quC chiquil<strong>la</strong>!<br />
Se calentaba <strong>la</strong>s manos junto a1 brasero. Su rostro<br />
se habia ensombrecido. Y <strong>la</strong>s mgas de su frente se<br />
ahondaron. \<br />
+Si sigue asi, no sC que va a ser de esta mocosa!<br />
+asi llorique6 mi madre, revolviendo <strong>la</strong> comida que<br />
humeaba en <strong>la</strong> ol<strong>la</strong>, sobre el fuego ....- jN0 sB que va a<br />
ser de esta muchacha!. ..<br />
Afuera se sentfan llegar 10s carros a guardarse. Mi<br />
padre sac6 un libro del estante y se pus0 a hojearlo.<br />
Queda evadii sus obscuros pensamientos con <strong>la</strong> lectura.<br />
Per0 le era imposible.<br />
-Realmente.. . . -recalc6 mBs tarde, como consecuencia<br />
de todos sus pensamientos- iEs necesario hacerle<br />
una paradil<strong>la</strong> a Elena!<br />
Se atuzaba inconscientemente el bigote. Su mujer
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 157<br />
ya habia servido <strong>la</strong> comida. Y 10s p<strong>la</strong>tos en <strong>la</strong> mesa,<br />
despedian un vapor de calle hbeda, asoleada.<br />
EstAbamos cuchareando, cuando entr6 Elena. Veda<br />
nevada tambih, a pesar de su paraguas. En sus<br />
mechas negras, algunas motas b<strong>la</strong>ncas parecian flores.<br />
Bes6 a mi padre. Se mostraba muy contenta. El frio<br />
se diria que no le afectaba. Se sent6 a <strong>la</strong> mesa. Mas,<br />
no quiso comer. Sac6 unos papeles y se pus0 a hojear-<br />
10s. Eran versos, escritos a mAquina. mens advertia en<br />
el silencio el e o contrario a el<strong>la</strong> que alentaba en 10s<br />
padres. Observaba a ratos con 10s ojos bajos. Tentaba<br />
mantenerse indiferente. Pero, poco a poco, fud mani-<br />
feshdose su nerviosidad. Termin6 por dec<strong>la</strong>rar que<br />
se iba a acostw.<br />
-Bien, pues, seiiorita .... -le objet6 duramente mi<br />
padre-. Bien, pues. jPero, antes, me va a oir UMS pa-<br />
Jabras!<br />
El<strong>la</strong>, que se habia levantado para dirigirse SI <strong>la</strong><br />
cama, se volvi6 con violencia.<br />
-0igo.. . . -bisbise6; temerosa, mordi6ndose 10s<br />
<strong>la</strong>bios.<br />
-Te hemos encargado que llegues & tempra-<br />
no ...<br />
Mi padre quen'a mostrarse sereno. Sin embargo,<br />
su voz acusaba 10s sentimientos de encono que enca-<br />
britaban su coraz6n. Elena call6. Se mordia un dedo.<br />
Era este un h6bito suyo cuando estaba distraida o ner-<br />
viosa. Pestaiie6 unos segundos. Luego, fij6 sus pre-<br />
ciosos ojos en mi padre. Habia much0 de sGplica, de
158 NICOMEDES GUZMAN<br />
ruego, algo como solicitacih piadosa de aveja maltratada,<br />
en <strong>la</strong> mirada de mi hermana. Un leve per0 doloroso<br />
c<strong>la</strong>mor de comprensih irrumpia en sus pupi<strong>la</strong>s<br />
bril<strong>la</strong>ntes.<br />
-i Si! .... -musit6, apemas.<br />
+Per0 no obedeces! -<strong>la</strong> increp6 ahora mi padre,<br />
sin dominar ya el impetu de <strong>la</strong> exasperacih. -No obedeces,<br />
caramba .... iQuC te est& figurando? ;.Somos<br />
monos nosotros, acaso? ....<br />
Mi inadre deseaba mantenerse a1 margen. Tal vez<br />
le doliera tambih el reto del marido a <strong>la</strong> hija. Se retir6.<br />
E hizo mmo si atizara el brasero.<br />
-icontesta -seguia mi padre-, contesta! iQuC<br />
te figuras, Elena? ... iParece que ya no tuvieras casa!<br />
-Disculpe, pap5 .... -habl6 muy quedo <strong>la</strong> muchacha-.<br />
Disculpe, pero. .. .<br />
+Per0 ... iqud?, caramba! .... iEse “tio” te tiene<br />
loca! iSabes tii quien es? .... iSabes I5 qud intenciones<br />
tien? contigo? .... I<br />
-iPapQ! ....<br />
-iNada, nada, carajo! .... iVas a terminar todo con<br />
CI! .... iNo es posible que esto siga! ....<br />
-iPero, pap&! ....<br />
-iQuC pero, qu6 pero .... ! ....<br />
Retoiios de 1Agrimas apuntaban bajo <strong>la</strong>s <strong>la</strong>xgas pestaiias<br />
de mi hennana. No dejaba de morderse el dedo.<br />
Sus pechos palpitaban como movidos por una secreta<br />
e intima angustia. No hablrj nada m5s.<br />
-iYa sabes, pues -recalc6 el hombre-, no m5s
-<br />
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 159<br />
!legadas tarde! .... iY que &so se acabe, mamba! iLl-0<br />
de cosas, uno, carajo, y que todavia tenga que ocupar .<br />
se de esto! ....<br />
Se acod6 en Ia mesa. Hun136 <strong>la</strong> cabeza entre <strong>la</strong>s<br />
manos. Elena sollozaba.<br />
- j PapB! . . . -le habl6 dulcemente.<br />
-iNada, nada, no quiero disculpas! --;grit6 el hombre,<br />
alzando <strong>la</strong> cabeza. iNi una pa<strong>la</strong>bra m6s!<br />
Habia palidecido. Di6 un pui5etazo en <strong>la</strong> mesa. Mi<br />
madre se acerc6 a 61.<br />
-iM 'hijo! ... -le habl6 con suavidad, tratando de<br />
calmarlo-. jSi no es para tanto!<br />
El se levant6. Se ca16 el capote y <strong>la</strong> gorra.<br />
-Voy a una conferencia del compafiero Recaba.<br />
men (1) .... --explic6, y se fu6, mascando su c6lera.<br />
Mi madre sali6 a <strong>la</strong> galeria, tras 61. Me dolian en<br />
pleno coraz6n 10s sollozos de Elena. Me sobresalt6, de<br />
pronto, el golpe seco de sus zapatos contra el entab<strong>la</strong>do<br />
del piso.<br />
Mi madre regred al cuarto. Se acerc6 a1 lecho en<br />
que mi hermana sollozaba.<br />
-Tu padre tiene raz6n, hija ... -le habl6 con dul-<br />
' ma, acaricihdo<strong>la</strong>.<br />
-iUstedes no comprenden esto -1agrime6 mi hermana-,<br />
no pueden comprenderlo! . . ._<br />
(1) Luis Emilio Recabamen, lider mPximo de <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se cbrers<br />
chilena. FalleciG el 19 de diniembre de 1924. El autor pre-'"<br />
para una biografia suya.
I60 NICOMEDES GUZMAN<br />
-Acaso te comprendamos de mgs, hija ... Trata de<br />
obedecer, es newsario. Hay que evitarle rabias a tu<br />
padre, hija.. . . Anda con tantas preocupaciones siem-<br />
PI-€%...<br />
Yo empezaba a cabecear a <strong>la</strong> oril<strong>la</strong> de <strong>la</strong> mesa. A<br />
medio filo del suefio, oia 10s sollozos de mi hermana,<br />
como afanosos duendes de pena, horadando <strong>la</strong>s frias<br />
piedras del aire.<br />
2<br />
<strong>La</strong>s calles y 10s tejados amanecieron Virgenes de<br />
nieve, bajo un sol'fuerte, carnoso, que arrancaba a1<br />
dia fustazos de enceguecedora reso<strong>la</strong>na. El frio se sentia<br />
como escofina sol<strong>la</strong>mando el cuerpo. Los ancianos<br />
eucaliptus parecian haber encanecido de pronto, y chorreaban,<br />
como 10s aleros, gruesos hilos de nieve derretida.<br />
Crujian <strong>la</strong>s capas b<strong>la</strong>ncas al paso lento de unas<br />
cmretas chillonas, tiradas por bueyes babosos y sufrientes<br />
.<br />
El tio Bernab6, a pesar del frio, andaba en mangas<br />
de camisa, barriendo <strong>la</strong> esca<strong>la</strong>.<br />
-$arajo <strong>la</strong> gente cochina! iC6mo si no hubiera<br />
esrmsado! iSe mean y se hacen todo aqui, por <strong>la</strong> chita!<br />
.... -alegaba, arrastrando con <strong>la</strong> escoba, de peldaiio<br />
en peldaiio, unos restos de v6mito y unos excrementos<br />
*midi0 secos.<br />
-iEstos carajos son 10s cochinos! -rug% cuando<br />
c
-<br />
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 161<br />
]leg6 abajo, posando 10s ojos sobre el hacinamiento de<br />
chiquillos dormidos junto a <strong>la</strong> esca<strong>la</strong>.<br />
-iLevAntense, porquerias! jLevAntense, cochinos'<br />
I Los chiquillos comenzaron a desperezarse entre<br />
gemidos. Daban dientes con diente. El ti0 10s mir6<br />
compasivamente. Uno de 10s chicos se alz6 rascAndose<br />
<strong>la</strong>s greiias. Tom6 su caj6n lustrador, que tenja a un<br />
<strong>la</strong>do, y sali6, hundiendo, a tiritones, 10s pies en <strong>la</strong> nieve<br />
de <strong>la</strong> vereda.<br />
-iPuchas! --chill&-. iEsta porqueria quema! ...<br />
Su aliento b<strong>la</strong>nqueaba ea el aire de hielo.<br />
Los otros escalofrientos fijaban <strong>la</strong>s pupi<strong>la</strong>s en el<br />
hombre, asustados, humil<strong>la</strong>dos, doloridos.<br />
<strong>La</strong> piedad del tio se expres6 &ora no ya por 10s<br />
ojos sin0 en sus pa<strong>la</strong>bras:<br />
-iNo se levanten na, moh!. .. iPem, puchas, no<br />
me jodan <strong>la</strong> esca<strong>la</strong>, hombres! ....<br />
Pan Candeal habia salido en libertad hacia dias.<br />
Pero no estaba am. Lo que le habia ocurride despertci<br />
un sentimiento serio de caridad en miis de alguien. Asi,<br />
<strong>la</strong> seiiora JesGs, mayordma del conventillo vecino, le<br />
permiti6 que, por <strong>la</strong>s noches, se cobijara en una expesebrera<br />
que existia a1 fondo del amplio sitio. junto<br />
a unas matas de membrillo. El, no se kizo de rogar. t6<br />
alli, atardeciendo, iba a matar su amargura con el sue-<br />
50.<br />
Al salir hacia <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>, encontr6 a Pafi Candeaf<br />
en <strong>la</strong> puerta del almac6n. Estaba muy raro. Deciah que<br />
estaba enloaueciendo. Habia tomado ahora el h6bito de<br />
1l.-<strong>La</strong> <strong>sangre</strong> y <strong>la</strong> <strong>esperanza</strong>.
162 NICOMEDES GUZMAN<br />
~~ ~<br />
seguir a 10s chiquillos. Andaba armado de un palo. Y<br />
lo b<strong>la</strong>ndia, gritando, como quien mea un pi50 de<br />
bestias:<br />
--;Ah, cabro, ah, cabro maikso!<br />
Su voz era m6s ronca, guardaba ecos tenebrosos<br />
de caverna.<br />
Ekta vez me sigui6 a mi.<br />
-iAh, cabro, ah, cabro! -me gruiiia.<br />
Hui, atemorizado.<br />
-iNo me joda, no me joda! . -le grit&<br />
A m6s de alguien le habia alcanzado en alguna<br />
oportunidad un golpe suyo. Y era de temerle. Daba,<br />
<strong>la</strong> impresi6n de odiar de veras a 10s muchachos. De su<br />
nieto, no se acordaba. El pequefio seguia en poder de<br />
una vecina de buena voluntad. A su crianza contribuian<br />
todas <strong>la</strong>s mujeres de <strong>la</strong> galeria que estaban <strong>la</strong>ctando,<br />
mientras el padre Carmelo consegda un lugar<br />
para el chico en <strong>la</strong> Casa de kuQfanos.<br />
Cor14 desaforadamente por Garcia Reyes.<br />
-iQu6 te pasa? -me detuvo el Chueco Avilh.<br />
+Pan Candeal, oooh, que no deja tranquil0 a<br />
nadie!<br />
Yo acezaba. De tras de un poste, Pam Candeal ca-<br />
teaba, con el ojo normal di<strong>la</strong>tado.<br />
-iVoy a fregarlo! -4ispuso el Chueco.<br />
Se acerc6 a 61 y empez6 a bur<strong>la</strong>rse, toreAndolo:<br />
-Viejo bruto .._. Viejo bruto ....<br />
El, cateaba y cateaba, pendiente del instante pro-<br />
picio para descargar el palo. Rengueando, se precipi-
LA SANGRE Y LA ESPEEANZA 163<br />
t6, de improviso, sobre mi compafiero. Este le escabu-<br />
116 el cuerpo, y le sujet6 el arma en el aire. Fh seguida<br />
le hizo 'una zancadil<strong>la</strong>, que ech6 a1 viejo a1 suelo<br />
nevado, donde qued6 revolc6ndose.<br />
-iCaruju! iCaruju! --chil<strong>la</strong>ba, tratando de levantarse-.<br />
jCaruju, cabro mafioso, caruju!<br />
A1 Chueco se le desarticu<strong>la</strong>ban de risa 10s huesos.<br />
-iAd hay que hacerlo! .. iViejo jodido, no m&! .<br />
Yo no podia reir. Sentia mucha 16stima por el<br />
hombre. Me desagrad6 <strong>la</strong> actitud de mi compaiiero.<br />
Ahora se sentia llorar a1 viejo. Reci6n lograba levantarse,<br />
chorreando nieve derretida por 10s bordes del<br />
-<br />
capote.<br />
-jA6san akan, cabro mafioso, no m6s!<br />
-jDe veras, de veras --dije a mi camarada-,<br />
abusan mucho con este viejo! ..<br />
-iPero 61 embroma tambidn pos!<br />
-Hay que dejarlo . Dicen que est6 loco ..<br />
-<strong>La</strong> <strong>la</strong>ya de loquito .... -habl6 el Chueco-. Es un<br />
viejo zorro .. Se hace el enfermo ....<br />
-No,<br />
fermo!<br />
hombre, qu6 se va a hacer! jSi est6 en-<br />
En Andes, nos alcanz6 Rojitas:<br />
-LSaben? iSaben?<br />
-iNo, oooh! iQu6? ..<br />
-iDesayGnense! j iDesayfinense!! ...<br />
Nos pas6 una hoja de diario:
-iEl Turnio, por <strong>la</strong> pucha! iPobm cabro! -exc<strong>la</strong>-<br />
mC, incrgdulo.<br />
-iPuchas <strong>la</strong> payas6! -objet6 el Chueco Avilbs- .<br />
iY yo que jodia tanto a este pobre cabro! iQuC payak!<br />
-iQuC va a ser payas6 esto! -aleg6 Rojitas-.<br />
iQuiCn iba a pensarlo, tan cal<strong>la</strong>do que era el Turnio!<br />
En <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>, <strong>la</strong> sorpresa fuC mayor. Se formaban<br />
@-UPS.<br />
-iQuC es enfennedad social? -inquiri6 el Sapo.<br />
+Chitas, “cartucho”, oooh! .... -le grit6 el Chue-<br />
co-. iCuando tengai mujeres vai a saber! ....<br />
Intervinieron 10s profesores. Nos quitaron <strong>la</strong> hoja<br />
de peri6dico. A causa de el<strong>la</strong>, el colegio se estaba re-
LA SANGRF, Y LA ESPERANZA 165<br />
volucionando. Venian 10s muchachos de 10s cursos superiores.<br />
-iTienen un h6roe 10s del tercero, por <strong>la</strong> chita!<br />
iUn hkroe putoi Ja, ja, ja ... -gritaba, en son de bur<strong>la</strong>,<br />
uno del sexto.<br />
-jQd hab<strong>la</strong>i vos, F'raile, qu6 hab<strong>la</strong>i! iEl Turnio<br />
no le besaba <strong>la</strong>s p&tas a 10s frailes como vos! -le au-<br />
116 el Chueco, dhdole un empell6n al muchacho del.<br />
gaducho que se bur<strong>la</strong>ba.<br />
Le decian Fraile porque solia ayudar misa 10s domingos<br />
en Andacollo.<br />
<strong>La</strong> campana de c<strong>la</strong>ses apag6 <strong>la</strong> za<strong>la</strong>garda. Eh <strong>la</strong> revisi6n<br />
del aseo, el Chueeo pag6 su mal trato a Pan<br />
Candeal: el seiior Cannona lo mand6 a casa a <strong>la</strong>varse<br />
el cuello.<br />
-iPem, seiior!.<br />
-jNa'da de seiior aqui! ... iA <strong>la</strong> casa, jovencito, y<br />
ligerito de vuelta!<br />
-jChute de mierda! -le oi por lo bajo a1 Chueco,<br />
en tanto salia,<br />
Yo estaba medio oprimido. En verdad, se echaha<br />
de menos <strong>la</strong> apagada presencia del Turnio L<strong>la</strong>nos<br />
Mientras entrhbamos a <strong>la</strong> sa<strong>la</strong>, me lo imaginaba pPlido<br />
graniento, timido, y no sd por qu6 me parecia que el<br />
rumor de <strong>la</strong> nieve derretida al escurrirse por el caiio<br />
vecino a <strong>la</strong> puerta de nuestra sa<strong>la</strong>, era su propia risa<br />
Asi mismo deberia estar riendo ahora, apufialeado, en<br />
<strong>la</strong> muerte, con una risa he<strong>la</strong>da, risa b<strong>la</strong>nca, risa de nieve,<br />
escalofriante.
166 NICQMEDES GUZMAN<br />
El seiior Carmona habl6 <strong>la</strong>rgamente del Turnio.<br />
Dijo cosas que, pese a mis empefios, no pude entender.<br />
Algunos reian. El seiior Carmona termin6 diciendo:<br />
--Son &as, cosas de <strong>la</strong>s cuales no se puede ha<br />
b<strong>la</strong>r a ustedes con c<strong>la</strong>ridad .... A trav6s de 10s aiios co-<br />
nocerh ustedes &stas y tantas cmas m5s que ya debe-<br />
rfan saber .... En fin .... -call6, y abri6 un texto de zoo-<br />
logia para empezar <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se.<br />
‘ Pas6 un <strong>la</strong>rgo rato antes que yo atendiera. Me acor-<br />
daba del Turnio y sus pa<strong>la</strong>bras de aquel<strong>la</strong> tarde. Y<br />
veia tambidn a1 sefior Carmona, encogido, del brazo<br />
de <strong>la</strong> sefiorita Amanda, entrando al hotelucho Me pa-<br />
recia increl’ble todo.<br />
-....y ahora nos corresponde hab<strong>la</strong>r de <strong>la</strong>s Colum-<br />
binas .... Avecil<strong>la</strong>s .... -oia como en sueiios.<br />
“Avecil<strong>la</strong>s, avecil<strong>la</strong>s”. iNo eran una especie de ~<br />
avecil<strong>la</strong>s el seiior Carmona y <strong>la</strong> seiiorita Amanda, in-<br />
troducihdose a1 “Hotel Chileno”? i Ah, <strong>la</strong> obscurd<br />
miseria del seiior Carmona, sus pantalones parchados<br />
abolsonados en el fxaste y sus zapatos, ritbricas de PO.<br />
breza!<br />
3<br />
<strong>La</strong> noche se avecinaba con 10s demonios del frio<br />
batiendo sus agudos pufiales. <strong>La</strong> tarde, desbordante de<br />
sol, habia estado tibia, estimu<strong>la</strong>nte, grata. &ora que<br />
<strong>la</strong>s sombras empezaban a mewdear por 10s ramaies de<br />
10s eucaliptus, y <strong>la</strong>s primeras estrel<strong>la</strong>s agitaban a1
-<br />
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 167<br />
viento celestial sus cabellos de aluminio, el aire era como<br />
un Anima reci6n suelta arrancando todos 10s pelos<br />
de ias pantorril<strong>la</strong>s. ia 1<br />
\<br />
Habia logrado bur<strong>la</strong>r &vvigi<strong>la</strong>ncia de mi madre.<br />
Y me obstinaba en <strong>la</strong> puerta de calle, tratando de avistar<br />
a algh compaiiero. No veia a hinguno. En cambio,<br />
si, vi venir a Elena en compaiiia de alguien. Caminaban<br />
lentamente. Y 10s distingui muy bien, a pesar<br />
de <strong>la</strong>s sombras y de <strong>la</strong> gente que se agrupaba frente<br />
a una cocineria, y que casi 10s ocultaban a <strong>la</strong> vista.<br />
LPor que me escurri? No sd. En verdad no podria<br />
precisar si fud por curiosidad o por miedo a que<br />
Elena me de<strong>la</strong>tara de que estaba en <strong>la</strong> calle. El cas0<br />
es que me arrincond en un peaueiio hueco, te<strong>la</strong>rafioso,<br />
hediondo a orines y a excremento, apegAndome a <strong>la</strong>s<br />
tab<strong>la</strong>s, casi debajo de <strong>la</strong> esca<strong>la</strong>.<br />
-;Te dejo aqui! . . . .-exc<strong>la</strong>m6 el hombre, cuando<br />
hubieron llegado.<br />
-Podrias quedarte otro ratito -le insinu6 mi<br />
/<br />
hermana, tiernamente.<br />
-Si lo deseas, preciosa .... -musit6 61 con un<br />
pequeiio temblor en <strong>la</strong> voz.<br />
-$onto!<br />
Se sinti6 un <strong>la</strong>rgo beso.<br />
-iNo me beses asi, por favor, por favor, no!<br />
Yo tenia un miedo tremendo. Mas no el suficiente<br />
como para que vencieFa a mi curiosidad. Me asomC.<br />
Ellos estaban apegados a <strong>la</strong> puerta. No podian verme.<br />
Todavia tenian juntas <strong>la</strong>s bocas. Tuve <strong>la</strong> impresi6n’de
168 NICOMEDES GUZMAN<br />
que se bebian o de que se devoraban. Me di6 rabia.<br />
Hubiera saltado y 10s hubiera apartado. Tenia ganas<br />
de araiiar. Se me ocurria que El& era mi &&e. No<br />
s6 por qu6, y que otro que no era mi pa&, <strong>la</strong> besaba.<br />
-iElena, ipor qu6 vine a conocerte ahora? 41jo<br />
61 corno para si mismo, como con rabia.<br />
Volvi6 a besar<strong>la</strong>. <strong>La</strong> boca del muchacho se arrastraba<br />
por todo el rostro de el<strong>la</strong>. Buscaba el cuello. Y<br />
el seno.<br />
+NO, Abel, por Dios, no vaya a venir almien?<br />
-iNo importa, Elena, aunque viniera alguien, no<br />
importa!<br />
Le habia desabrochado <strong>la</strong> blusa. Y besaba alli, como<br />
acezando.<br />
Tocaba todo su cuerpo por sobre <strong>la</strong>s ropas, con pa-<br />
si&, casi desesperado.<br />
-iElAib!<br />
+No, no, no me toques ahi, me duele todavia!<br />
-iElena!, . _.<br />
Tenian <strong>la</strong>s bocas juntas otra vez. Algo como fuego<br />
contenido parecia querer estal<strong>la</strong>rme en el pecho. Gotas<br />
de vinagre se me escurrian a1 coraz6n. <strong>La</strong> rabia, no era<br />
sin embargo, superior a mis temores. No podia salir.<br />
De hacerlo, habria saltado sobre el hombre. Y le hubiera<br />
despedazado el rostro.<br />
-iAbel, si supieras ccimo sufro!<br />
-iElenita, :,y (yo?! .... iEres adorable, no lo crei<br />
nunca! iSeguir conmigo, a pesar de todo!
170 NICOMEDES GUZMAN<br />
? \<br />
pa<strong>la</strong>bras. Tocaba el rostro de Abel, levemente. Y fud.<br />
el<strong>la</strong> quien lo be& ahora. Los <strong>la</strong>bios de mi hermana<br />
desprendianse de toda su ternura, sin ruido, oprimiCndose<br />
contra- el rostro varonil.<br />
-iElenita! i iElenita!!<br />
El<strong>la</strong> se apoy6 en el hombro de su amante. Y <strong>la</strong><br />
senti otra vez sollozar. El le oprimia el rostro contra<br />
si, beshdole 10s cabellos. Luego, le ah6 <strong>la</strong> cabeza, y<br />
<strong>la</strong> bed <strong>la</strong>zgamente en 10s ojos.<br />
-iEres maravillosa, Elenita! iTendremos que saber<br />
ser enteros! iTe lo adverti, Elena, antes! iTendrAs<br />
que sufrir much0 por mi!<br />
-i i i Abel!!!. . . .<br />
-iOjalA me haga digno de tu sufrimiento, Elena!<br />
iVenir a conocerte ahora, Elenita! ;Venir a conocerte<br />
ahora!<br />
Su voz era baja, pero ronca, amarga.<br />
-;Tonto, no te preocupes!<br />
El<strong>la</strong> lo besaba de nuevo. Le tocaba el rostro como<br />
a un ser extraordinaria<br />
-iMe maravil<strong>la</strong>s, Elena! -habl6 61 con voz bri<br />
l<strong>la</strong>nte, esplendmosa de emoci6n.<br />
-;OjalA que siempre sea ad!<br />
-iRealmente, Elenita, eres maravillosa! iY0 quc<br />
crei encontrar en ti, apenas una aventura, mira c6mo<br />
estoy junto a ti! iNo sabes lo extraordinaria que ereq<br />
Elena! iSi supieras dmo se me descubre <strong>la</strong> vida en<br />
ti!, ..
LA SANGRE Y L A ESPERANZA I71<br />
-iTengo que subir yay Abel! ... . i iMira, puede ve -<br />
nir mi pap5!! jLe tocaba “corta” hoy! ..<br />
+Qu6 importaria que vihiera! ... iPodria explicarle!<br />
i Acaso 61 comprendiera!<br />
-iNo Abel, no lo conoces tfi! iNo sabes c6mo me<br />
decia anoche que debia terminar contigo! jY sin saber<br />
<strong>la</strong> verdad! ... iN0, Abel, serfa imposible! . . iAndate<br />
luego, ahora te lo pido! ...<br />
-iBien, preciosa, adicis! ...<br />
- j Tonto, hasta luego! ...<br />
-iNo olvides, Elena, tienes que escribirme!<br />
-jBlvidarlo, Abel, ohidado! ...<br />
SP besaron por Gltima vez, profundamente, apretadamente.<br />
Yo no tenia ya rabia ahora. No s& que efecto<br />
me habian producido <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras suyas. Me sentia<br />
abrumado, transformado. Tenia <strong>la</strong> impresi6n de ser yo<br />
el hombre que se iba. Mi hermana, afirmada en <strong>la</strong> baranda,<br />
10 sigui6 con <strong>la</strong> vista, hasta que atraves6 <strong>la</strong> ca-<br />
Ile y desapareci6 a1 alcance de sus pupi<strong>la</strong>s.<br />
-i Abel! .... ;-&bel!! ....-m usit6 como una pequeiia<br />
abandonada, y senti un sollozo.<br />
<strong>La</strong> esca<strong>la</strong> solloz6 tambiCn levemente bajo <strong>la</strong> rApida<br />
ascensi6n de su paso. Se habian separado a tiempo. Va<br />
rios tranviarios entraron de improviso, discutiendo. Y<br />
mi mamB grit6, descle arriba:<br />
-;Enrique! .... i ;Enrique!! ....<br />
EsperE! que me l<strong>la</strong>mara una vez m5s para s’ubir.<br />
-iAqui estoy, mamacita! ....<br />
Pretendia evitar 10s retos. Pero, antes de presen-<br />
-
172 . NICOMEPES GUZMAN<br />
tarme a el<strong>la</strong>, kstos se hicieron’ presentes en sus <strong>la</strong>bios:<br />
-;Este chiquillo condenado, Seiior, este chiquillo!<br />
.... -se doli6 mi madre-. iD6nde estabas, pergenio!<br />
;Por Dios! .. . --En el “despacho” -menti tranqui<strong>la</strong>mente, friamente.<br />
Mi madre entd conmigo al cuarto. Mir6 a Elena<br />
que se despojaba del abrigo en ese instante.<br />
-iOtra vez tarde, Elena! .... -le habl6.<br />
No habia intento de reprensi6n en sus pa<strong>la</strong>bras.<br />
Habia s610 un atisbo de reconvenci6n, de recuerdo a<br />
una cosa necesaria.<br />
- i Trabajh sobretiempo, mamA!.. ..<br />
Sorprendia a El- en otra mentira. Ahora <strong>la</strong> justificaba.<br />
Se me ocurria que edbamos compitiendo.<br />
-iNo eras t6 <strong>la</strong> que estaba all6 abajo, Elena? --<strong>la</strong><br />
interrog6 mi madre, observhdo<strong>la</strong> fijamente.<br />
-iNo, mam$ sttbi altiro, no me detuve abajo! ....<br />
-iAh!, -dijo mi madre, siempre incrhdu<strong>la</strong>.<br />
Y sali6 a <strong>la</strong> galeria a sop<strong>la</strong>r el brasero.<br />
A Elena debe haberle dolido mentir. Se qued6<br />
pensativa un instante. Y se mordi6, como de costum-<br />
bre, el indice. Sus <strong>la</strong>bios temb<strong>la</strong>ron. Martina se peg&<br />
a sus polleras, gimoteando. <strong>La</strong> muchacha no <strong>la</strong> habia<br />
besado como era su h6bito. Apenas le toc6 10s bucles,<br />
y fuC a atender a <strong>la</strong> guagua, que habia empezado a Ilo-<br />
rar en su cama. No <strong>la</strong> tom6. Se pus0 a mecer<strong>la</strong> so<strong>la</strong>-<br />
mente. Le cantaba; pero, todo parecia hacerlo incons-<br />
cientemente. Estaba abstraida, lejos de nuestro cuarto.
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 113<br />
Como <strong>la</strong> guagua no cal<strong>la</strong>ra <strong>la</strong> alz6 de <strong>la</strong> cuna, y me-<br />
cidndo<strong>la</strong> en sus brazos, ahora, fud a sentarse cerca de<br />
<strong>la</strong> mesa. Fij6 10s ojos en <strong>la</strong> lhpara. Una polil<strong>la</strong> revo-<br />
loteaba alrededor del tubo. <strong>La</strong> luz se quebrb en dos<br />
liigrimas que se libertaron de sus phrpados y que el<strong>la</strong><br />
enjug6 r5pidamente..<br />
Yo salf. Me sentia otra vez abrumado.<br />
El<strong>la</strong>, mi hermana, cantaba en ese instante:<br />
“No se me olvida cuando en tus brazos<br />
al darte un beso, mi aha te di ....”<br />
Era una vieja canci6n que estaba habituada a en-<br />
tonar mi madre. Elena <strong>la</strong> cantaba con una voz suave,<br />
liviana, tibia. Me agradaba oir<strong>la</strong>.<br />
‘‘iPor quk se fuemn aqueUas horn<br />
c6mo soii6?”<br />
De pie en el vano de <strong>la</strong> puerta, me sdntfa feliz,<br />
con 10s ojos fijos en el chisperio del brasero que so-<br />
p<strong>la</strong>ba mi madre. Mi oido estaba alerta a <strong>la</strong> canci6n de<br />
mi hermana:<br />
“LPor qu6 se fueron y acaso nunca<br />
podrh volver?” ....<br />
-Andate para adentro, Enriquito ....<br />
De suponer mi madre <strong>la</strong> felicidad que romperfa<br />
con sus pa<strong>la</strong>bras, seguramente se habria abstenido de<br />
hab<strong>la</strong>rme.<br />
Entr6.
574 NICOMEDES GUZMAN<br />
E1 bruto de <strong>la</strong> tristeza me olisque6 el corazbn,<br />
cuando vi a mi hermana, enjugbdose 10s ojos.<br />
<strong>La</strong> obscuridad rumiaba en 10s rincones, tras 10s<br />
muebles.<br />
4<br />
Pasaron varios &as antes de que nos avisaran que<br />
se realizarian 10s Iunerales del Turnio L<strong>la</strong>nos. El direc-<br />
tor habia dispuesto que 10s alumnos de su curso acom-<br />
pafi6ramos 10s restos a1 cementerio. Se le vel6 en <strong>La</strong><br />
Mor-me. De alli tamhikn parti6 el cortejo. El atacid lo<br />
llevaron cuatro compaheros. A1 mismo tiempo se ve-<br />
rificaron 10s funerales de <strong>la</strong> prostituta acuchil<strong>la</strong>da por ’<br />
61. Tras su atacid, iban muchas mujeres haraposas y<br />
pintarrajeadas. No hab<strong>la</strong>ban. Iban hundidas en negros<br />
pensamientos. Algunas junto a1 carrito que conducia<br />
el ata6d, se enjugahan 10s ojos.<br />
-ison todas putas! .... -me habl6 a1 oido, Rojitas,<br />
codeindome.<br />
Adentro, casi a1 fondo del cementerio, se separa-<br />
ron 10s cortejos. Los cadAveres quedarian en distintos<br />
patios .<br />
Me sentia trsgicamente impresionado. Algunos de<br />
mis compafieros char<strong>la</strong>ban. Mas, aunque lo deseaba,<br />
me era imposible enro<strong>la</strong>rme a sus conversaciones. Era<br />
<strong>la</strong> primera vez que entraba a1 cementerio. Y <strong>la</strong> extra-<br />
iia mansedumbre del ambiente, y su silencio pulido por<br />
<strong>la</strong> voz tranqui<strong>la</strong> de 10s Qrboles, el olor vegetal, resino-
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 175<br />
so, que llenaba el aire, me embotaban. Hubiera querido<br />
conversar, hab<strong>la</strong>r algo. Pero una mano fria 9 cruel<br />
me apretaba el coraz6n.<br />
De vuelta, traia en mis ofdos, el doloroso quejido<br />
del atatld, un quejido hueco, de tambor suelto, que<br />
exhal6 <strong>la</strong> madera a1 ser golpeada por 10s terrones y pe-<br />
I hscos.<br />
El seiior director habia preparado un discurso para<br />
ser leido por uno de 10s compafieros, en <strong>la</strong> tumba<br />
del condiscipulo. Le correspondi6 leerlo al Chueco<br />
Avilk. El no tenia el menor deseo de hacerlo. <strong>La</strong>s pa<strong>la</strong>bras<br />
que ley6, fueron de pura f6rmu<strong>la</strong>. No hub0<br />
emoci6n en su voz. Ley6 friamente, como 10s niiios<br />
leen un trozo de historia, por ejemplo. Los maestros<br />
tambib enseiian a ser higcritas. <strong>La</strong> estupidez humana<br />
vestia sus mejores ga<strong>la</strong>s en 10s renglones del discurso.<br />
j<strong>La</strong> necesaria estupidez humana!<br />
En mis ojos a6n palpitaba <strong>la</strong> vis& de un cuerpo<br />
de mujer, un cuerpo gordo, fofo, babeando en <strong>la</strong> tierra<br />
recidn echada sobre el atafid. Y de un-cuerpo de perro,<br />
araiiando 10s pedruscos No habia en ellos m5s<br />
que <strong>la</strong> miserable diferencia del porte. <strong>La</strong> madre de<br />
Sergio y el animalillo, se identificaban trAgicamente, y<br />
en aquel instante de despedida, eran a1 igxal dos animales<br />
giiniendo su desesperaci6n por un ser querido.<br />
Todo esto me heria.<br />
Afuera, de nuevo encontramos a <strong>la</strong>s prostitutas.<br />
Subieron en el mismo tranvia que nosotros. Y reian.<br />
Con risas estruendosas, risas que querian ser lenitivo<br />
.
176 N1CC)MEDES GUZMAN<br />
a <strong>la</strong> clesgracia, y que resultaban algo asi como 8ijeras<br />
triturando el sentimiento. A<strong>la</strong>s de paradoja. Toscas<br />
plumas de angustia, intentando remedos de olvido.<br />
Brumas he<strong>la</strong>das ocultando <strong>la</strong> arboleda interna de <strong>la</strong>s<br />
Egrimas.<br />
Es cierto que yo era un niiio. Per0 algo incom-<br />
prensible y terriblernente cruel, me aguijoneaba el<br />
pecho.<br />
Nos dieron asueto por <strong>la</strong> tarde, en prueba de due-<br />
lo y en memoria del compafiero ido. Me pas6 vagahdo<br />
por el barrio. Molestando a 10s perms. Metidndome a<br />
10s conventillos, 2 camorrear con 10s demis mucha-<br />
chos No sB si era rabia lo que me aquejaba. 0 si pe-<br />
na. Queria si, desasirme, por instint% de todos mis<br />
sentimientos.<br />
LleguC tarde a <strong>la</strong> casa. No sd qu6 cara Ilevarfa. El<br />
hecho es que mi rnadre no me reprendi6.<br />
-iEst6s tan phlido, iquB te pasa?! .... -inquiri6,<br />
inquieta, intrigada.<br />
-Nada, nada .... --chill&<br />
Y me plxse a reir a carcajadas.<br />
-iHijo, hijo! .... -grit6 acerchdoseme y agarrh-<br />
dome por 10s hombros. iQud tienes t6, qud tienes? ....<br />
Quiso darme agua. Se <strong>la</strong> rechacd.<br />
-;No quiero! -aulld, y sali puerta afuera.<br />
Ya era de noche. En ia calle no habia ninguno de<br />
mis compaiieros. Parpadeaban <strong>la</strong>s luces del dep6sito.<br />
Habia un olor hiunedo a sombra. Olor a invierno aper-<br />
cancado. Olor a charca sin estrel<strong>la</strong>s.
.<br />
.<br />
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 177<br />
Los hombres pasaban mudos, bovinos, ciegos, an6nimos.<br />
Pan Cadeal se allegci a mi. No le hui. En <strong>la</strong> sombra,<br />
me mir6 fijamente. Su ojo normal era como un alfiler<br />
amargo.<br />
-iT6 solo, niiio gueno! iTii solo gueno! -me hab16<br />
como tal ve~ pudo haberme hab<strong>la</strong>do mi madre.<br />
No percibi su fetidez. Su miseria no valia en aquel<br />
instante. No podia valer. Su voz y sus manos Asperas,<br />
tocAndome <strong>la</strong> barbil<strong>la</strong>. me fueron como <strong>la</strong> vida, como<br />
un t6nico para dar 10s primeros pasos de regreso a mi<br />
mismo.<br />
El anciano se fud. Estuve aiin <strong>la</strong>rgo rato en <strong>la</strong><br />
puerta, junto a <strong>la</strong> esca<strong>la</strong>. Comenzaban a llegar 10s vagabundos<br />
a dormir. Obreros, maquinistas y cobradoras<br />
entraban, indiferentes. No sentia 10s tranvias que regresaban<br />
al descanso, ni veia <strong>la</strong>s luces que decuraban<br />
<strong>la</strong> calle en caravanas de gigantes 1uciCrnagas bulliciosas.<br />
Treph <strong>la</strong> esca<strong>la</strong> a1 fin. Elem. ya venia en mi busca.<br />
-iEstaba abajo! .... -respondi apenas a una preanta<br />
suya.<br />
En el departamento del ti0 Bernabd, 10s chiqui-<br />
110s entonaban un himo:<br />
“Viva <strong>la</strong> unih<br />
h uni6n social....” ....<br />
Antes de entrar a nuestro cuarto, en el que mi<br />
madre me esperaba rnujr preompada, vi en el aire li-<br />
12.-<strong>La</strong> <strong>sangre</strong> y <strong>la</strong> <strong>esperanza</strong>.
178 NICOMEDES GUZMAN<br />
bre m6s all6 de <strong>la</strong> galeria, UXB vislumbre rojiza. Se oia<br />
&ora un ruido estruendoso de metales sin temple. Y<br />
unos gritos ininteligibles. <strong>La</strong> locura de Pan Candeal se<br />
intensificaba. No era Qsta <strong>la</strong> primera noche en que se<br />
le oia golpear desesperadamente en <strong>la</strong>s <strong>la</strong>tas mohosas<br />
que hacian de puerta en su vivienda, y cantar engo-<br />
rrosas canciones que semejaban aullidos de bestias he-<br />
ridas.<br />
A su zarabanda respondian ahora 10s perros del<br />
barrio.<br />
Bajo <strong>la</strong> obscuridad de <strong>la</strong> noche, 10s l<strong>la</strong>ntos cki-<br />
nos eran como un desenfreno de pasiones reprimidas.<br />
Arrol<strong>la</strong>do luego en <strong>la</strong> cama, mudo, seco de pa<strong>la</strong>-<br />
bras, tiritando ante <strong>la</strong>s saetas del frio, todavia sentia<br />
yo, m6s all& de 10s himnos vibrantes y marciales de 10s<br />
hijos de mi tio, el cor0 doloroso de 10s perros, ulu<strong>la</strong>in-<br />
do a <strong>la</strong> noche, llorosa de presagios, a1 rabo de <strong>la</strong> locu-<br />
ra del viejo Pan Candeal, desencadenada en voces sin<br />
luz y golpeteo inarm6nico de <strong>la</strong>tas.<br />
Aquello era trhgico. Si. Pero era tambih como<br />
una expresi6n profunda de vida sin hipocresias, libran-<br />
do una cruenta batal<strong>la</strong> con <strong>la</strong>s sombras.<br />
iEl cor0 de 10s perros! iEl cor0 de 10s perros!
“ICs smazgo y es ddce en <strong>la</strong>s noches invernales,<br />
escuehar cerca del fuego que palpita y del humo,<br />
a1 son de <strong>la</strong>s campanas que cantan en <strong>la</strong> bruma.<br />
10s Iejanos recuerdos lentamente detrarse<br />
<strong>La</strong> campana Mzada %CARLOS BAUDELAIRE
RUTAS DE AGUA<br />
“iQuk cordura y quk conocimiento, oh<br />
’<br />
[mujer, en <strong>la</strong> palma de tus manos!<br />
iQu6 no pueda yo contemp<strong>la</strong>r<strong>la</strong>s sin que se<br />
[escape de el<strong>la</strong>s una paloma!<br />
. , . . . . . . , . . .,.<br />
. , . .<br />
;Oh, bel<strong>la</strong>, grave y pura columna del hogar!”<br />
Nihumin LUBICZ MILOSZ<br />
0 PIENSO EN el musgo que mis<br />
manos de niiio arrancaron a puiia-<br />
dos de muchas cunetas eternamen-<br />
te hfimedas y sombrias, y de tantas mural<strong>la</strong>s antiguas,<br />
de cara a1 sur, condenadas a1 dolor de una profunda<br />
y fria soledad sin ruda ternura de sol. Pienso en ese<br />
musgo, y tengo <strong>la</strong> sensaci6n de una verde y llorosa<br />
suavidad, que es lo mismo que mfisica oida antafio por<br />
1<br />
. .
184 NICOMJ3DES GUZMAN<br />
un sentido de inocencia. Acaso yo exagere. Pero es que<br />
10s ojos de mi madre. como 10s de todas <strong>la</strong>s verdaderas<br />
madres, afinearon en mis dias de infancia tantas finas<br />
raices de luz, que no puedo; por menos que exaltar su<br />
recuerdo, asocihlolo a todo detalle o realidad del pa-<br />
sado que, aunque pequefio e intrascendente, resulta hoy<br />
<strong>sangre</strong> vital en <strong>la</strong>s corrientes de mis vena evocativas.<br />
Si m6s de una vez el rescoldo ancho y puro, SUS-<br />
tentador de emociones que debieron tener su origen<br />
en <strong>la</strong>s plumas m6s cttlidas del sentimiento, I<strong>la</strong>me6 en<br />
Ias pupi<strong>la</strong>s de mi madre, sop<strong>la</strong>do por algtin viento de<br />
ira, mientras 10s azotes escaldaban mis pantorril<strong>la</strong>s<br />
tembleques y mi l<strong>la</strong>nto desorbitado rec<strong>la</strong>maba una por-<br />
ci6n de piedad, es precis0 entonces que yo piense en<br />
el musgo, como en todo grato tiempo fenecido, porque,<br />
icdnta historia de angustia y de luz hay en su exis-<br />
tencia vegetal, que me ha parecido <strong>la</strong> misma historia<br />
de humanos nudos que inform6 <strong>la</strong> C<strong>la</strong>ra realidad espi-<br />
ritual de mi madre, p<strong>la</strong>smada en amargura, en l<strong>la</strong>gosa<br />
vida que <strong>la</strong> incomprensih de 10s hijos exasper6 en<br />
tanto <strong>la</strong>pso inocente?<br />
Y s610 asi es posible alcanzar el descubrimiento<br />
de 10s perennes retofios apuntados en su coraz6n, como<br />
dedos de callosa y ajada epidermis que, de tanto ejer-<br />
cicio en experiencias de vida, bubidranse tersificado<br />
para <strong>la</strong> entrega de sus poderes de ternura.<br />
Un hombre puede cualquier dia mirarse <strong>la</strong>s ma-<br />
nos. Aqui encontrar6 acaso el reflejo de su lucha a<br />
travds de tanta muchedumbre de horas transcurridas
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 185<br />
J<br />
en medio del aroma profundo de hierro fundido que<br />
es.<strong>la</strong> vida. Puede tambikn mirarse al coraz6h. Y he<br />
aqui que el azogue de su sinceridad, estar5 pronto a<br />
<strong>la</strong> exposicih de sus canallerias. Yo no me atrevo a<br />
ello, porque, iquk hay de m6s grade, a veces, que<br />
sentirse bueno a fuerza de vivir en conciencia de es-<br />
tar ligado a semejantes y familiares de vertical gesto<br />
humano? Esta conciencia, que, naturalmente, infunde<br />
cuerpo a1 orgullo, puede ser una raz6n euf6rica de<br />
existencia, Pero es tambikn una de nuestras mas gran-<br />
des bel<strong>la</strong>querias. Asi, y todo, deliberadamente, quiero<br />
ser un canal<strong>la</strong>, a costa de enorgullecerme del clima de<br />
bondad que, en esencia, atemper6 mi infancia, emana-<br />
do del transparente predio materna<br />
2<br />
Aquel<strong>la</strong> tarde, llovfa a mares. Lluvia gruesa, vital,<br />
lluvia como yegua encabritada, coceando, piafando. El<br />
viento afi<strong>la</strong>ba sus cuchillos contra <strong>la</strong>s ca<strong>la</strong>minas de <strong>la</strong>s<br />
casas miserables y contra 10s otros pequeiios cuchillos<br />
que eran <strong>la</strong>s hojas de 10s pinos, viejos trillizos aposen-<br />
tados frente a <strong>la</strong>s desconchadas mural<strong>la</strong>s del Patrona-<br />
to. Graznaban <strong>la</strong>s campanas de Andacollo ante el afiin<br />
endernoniado del viento. Era uno de esos dias en que<br />
10s <strong>la</strong>cerantes gritos de 10s trenes se oyen a trav& del<br />
aire chorreante como sordos c<strong>la</strong>mores de viudas sin<br />
herencia.<br />
Yo, por entonces, no iba abn a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>. Y mi<br />
.
186 NICOMEDES GUZMAN<br />
hermana no trabajaba todavia. El Gnico cuarto que era<br />
nuestra casa, no conocia el silencio, que parecia andar<br />
huyendo de nuestra humildad, de tanto sortear 10s va-<br />
gidos del nuevo vhtago, ingresado a nuestra familia<br />
meses antes de este tiernpo de crudas alternativas.<br />
Vidamos en <strong>la</strong> calle Paz, que extendia su existen-<br />
cia de baches y de barro, abierto entero el rostro pro-<br />
letario a <strong>la</strong>s bofetadas del invierno. El canal vecino fun-<br />
dfa su bullente fogosidad de agua, en haraposos rui-<br />
dos, a1 torrente celeste de incesantes chorros.<br />
Elena ensayaba ya sus aiios en funcimes de pe-<br />
quefia nodriza, meciendo junto al brasero a Adriana,<br />
que se adormia a1 gutural canto de mi hermana ma-<br />
yor, a <strong>la</strong> ’leve cancicin de <strong>la</strong> tetera casi himiente y a1<br />
rumor cortante de <strong>la</strong> lluvia y del viento. Martina dor-<br />
mitaba en su silleta de brazos cerca de el<strong>la</strong>. Yo, en el<br />
suelo, juhto al fuego tambien, recortaba “monos” de<br />
una revista, mientras mi madre, en el pasadizo, tiritan-<br />
do, se contraia, gibada sobre <strong>la</strong> artesa, <strong>la</strong>vando nuestra<br />
ropa para el domingo.<br />
El frio he<strong>la</strong>ba nuestra profunda soledad circuida<br />
de himnos de agua.<br />
<strong>La</strong> tetera <strong>la</strong>rg6 el hervor. Y era el instante de pre-<br />
parar el cafC de <strong>la</strong>s once. Elena se levant6, avanzci has-<br />
ta <strong>la</strong> cuna, y, depositci, cuidadosamente, en el<strong>la</strong>, el pe-<br />
quefio merpo de <strong>la</strong> guagua, cubrihdolo en seguida,<br />
sin dejar de. arrul<strong>la</strong>r. <strong>La</strong>s tijeras se me desprendieron<br />
en ese momento de <strong>la</strong>s manos, sonando contra el bor-<br />
de del brasero.
LA SANGRE Y LA ESPEWZA 187<br />
-iSchittt! -me susurr6 E~CXEL,<br />
abriendo tamafios<br />
ojos.<br />
Un grato y frutal olor se sum6 a1 rancio y hhe-<br />
do h5lito del cuarto cuando mi hermana dej6 caer el<br />
agua hirviendo en el tiesto en que el caf6 de higo y<br />
trig0 esperaba remojarse. Mi madre, castafieteando 10s<br />
dientes, empapados 10s viejos zapatos del tragin, entr6<br />
sechdose <strong>la</strong>s encarrujadas manos. Sus brazos delga-<br />
dos y enrojecidos, desp& un vago vapor b<strong>la</strong>nque-<br />
cino.<br />
-iHRvAntate, Enriquito! -me dijo con tembloro-<br />
sa voz-. iEsti tan hbedo el suelo! Alii est5 tu si-<br />
Ileta.<br />
En efecto, <strong>la</strong> humedad del tiempo traspasaba hasta<br />
<strong>la</strong>s tag<strong>la</strong>s arriscadas del piso. Pero mis cortos aiios de<br />
entonces sabian gozarse ya en entrenamientos de so-<br />
berbia y rebeldia.<br />
+No quiero! -grit&<br />
-iQu(l es eso, Enrique? ....<br />
NLi madre me levant6 a <strong>la</strong> fuerza, zamarrebdome.<br />
Tenia 10s brazos frios y dsperos de poros erizados. Yo<br />
chil<strong>la</strong>ba como un rat6n. Me sent6 violentamente en <strong>la</strong><br />
silleta de paja. Mi soberbia se mordi6 alli, sobre el .<br />
asiento, I<strong>la</strong>meando a trav6s de mis ojillos sus fuegos<br />
precoces.<br />
-Camina a1 pan, Elena .... -habl6, en seguida, <strong>la</strong><br />
seiiora.<br />
Mi hermana recibi6 <strong>la</strong>s monedas que le a<strong>la</strong>rgaba<br />
mi madre, y sali6 por <strong>la</strong> puerta del pasadizo, 6cogi6n-
188 MICOMEDES GUZMAN<br />
en<br />
--__l_l_<br />
dose, en un infitil intento de precaverse del frio. Mi<br />
madre se qued6 junto a1 fuego, pensativa. Tenia el moiio<br />
caido. U 10s ojos dulcemente tristes. Yo, Enrique,<br />
cerca de el<strong>la</strong>, senti c6mo <strong>la</strong> soberbia se me evadia ante<br />
su presencia pura de mujer. Un instinto de comprehsivo<br />
cachorro se imponia en mi corazh. Y pestafieaba,<br />
pestaiieaba frente a el<strong>la</strong>, sintiendo <strong>la</strong>tir su tristeza junto<br />
a mi exiguo universo infante. Era el<strong>la</strong> una mujer.<br />
Una extraordinaria mujer con 10s zapatos empapados,<br />
con el de<strong>la</strong>ntal tambibn empapado sobre el vientre y<br />
10s pechos tibios, con <strong>la</strong>s manos encarrujadas, reb<strong>la</strong>ndecidas<br />
por el desmanche, con 10s brazos enrojecidos de<br />
frio, con el moiio un poco caido, con 10s ojos tristes.:..<br />
Era mi madre. Yo pestaiieaba, reclinada <strong>la</strong> cabeza. Podia,<br />
indudablemente, ser lo mismo un 60 o un pequefi0<br />
perro.<br />
El<strong>la</strong> sorprendi6 mi atenci6n. En <strong>la</strong> sombra del cuarto,<br />
acrecentada por el dia de plomo, su tristeza brill6<br />
en sus ojos alumbrados por el <strong>la</strong>tido rojo del rescoldo.<br />
Se alz6. Se ace& a mi. ~<br />
-iHijo!.. .. --exc<strong>la</strong>mb.<br />
Y me bes6 el rostro entero. Me hundi6 <strong>la</strong> diestra<br />
<strong>la</strong> cabellera.<br />
-i Hi jo!.. . .<br />
Sentia en sus <strong>la</strong>bios y en su mirada esa tibieza<br />
tierna y maravillosa, esa tibieza Gnica de pluma incon-<br />
cebible que dulcemente condena al niiio o a1 hombre<br />
a <strong>la</strong> sal temblorosa de <strong>la</strong> 16grima. iQuC podia deck<br />
yo en ese instante? Nada. Absolutamente. Mas. llora-<br />
.
190 NICOlMEDES GUZIb”<br />
tretenia tirdndole 10s pelos a1 Mimi, nuestro gato, que<br />
habia regresado hacia poco rato, quiz6 de qu6 ins6lita<br />
correria en medio del agua cortante. El animal estaba<br />
como esponja. Y el frio lo hacia indiferente a <strong>la</strong> indo-<br />
lencia de mis manos. Tiritaba, roncando levemente, co-<br />
mo un chiquillo dormido.<br />
3<br />
‘*ma Paremd” era popu<strong>la</strong>risima en <strong>la</strong> calle Mapo-<br />
cho y sus ramajes, por lo menos en una extensi6n de<br />
diez madras. Beata de apretados qui<strong>la</strong>tes, sus <strong>la</strong>bores<br />
se reducian a visitar al cura a primera hora, a echar un<br />
suefiecito en <strong>la</strong> sacristia de <strong>la</strong> parroquia y a recorrer<br />
calles, a <strong>la</strong> caza de cincos y dieces para el hogar de<br />
Dios. Era, ademb de pequeiia y seca y espectralmen-<br />
te pslida, prestamista de dinem a1 veinte por ciento.<br />
Tocaba tambiPn el arpa. Y en m6s de una fiesta pro-<br />
letaria, sus manos se hicieron Qgilmente nEas para<br />
arrancarle cuecas a <strong>la</strong>s cuerdas de tal instrumento.<br />
--jSi en su juventud hizo su gloria en una casa<br />
de “chimbirocas” ... . -exc<strong>la</strong>m6 alguien una vez, alu-<br />
diendo a el<strong>la</strong>.<br />
Pero, <strong>la</strong> caracterizaba aGn otra condici6n. Es el<br />
cas0 que, debido a quiz6 qud fal<strong>la</strong> fisiol6gica, en lo me-<br />
jor de sus caminatas <strong>la</strong>s piernas se le irresponsabili-<br />
zaban, y se precipitaba a1 suelo. A veces, lograba apo-<br />
yarse en alguna mural<strong>la</strong>, cogerse del brazo de quien<br />
pasara en ese precis0 instante. En todo caso, si no en-
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 191<br />
contraba apoyo, para eso estaba <strong>la</strong> experiencia. El h k<br />
bito <strong>la</strong> habia ejercitado de tal manera, que llegado el<br />
caso, se derrumbaba a1 suelo, con una suavidad de vio-<br />
lets. Alli, sobre <strong>la</strong>s piedras se quedaba hasta que pa-<br />
saba algtin transehte.<br />
-iPbreme! --ordenaba, con voz de acero, impe-<br />
, riosa.<br />
Nadie podia negarse, porque <strong>la</strong> maldici6n se convertia<br />
en vibora en su espinazo. Casi tdos <strong>la</strong> conocian,<br />
de manera que, a travCs del tiempo, el barrio se<br />
habia acostumbrado ‘a sus violentos modos. De tal<br />
suerte, muchas veces, antes de recibir <strong>la</strong> orden, ya estaban‘a<br />
su <strong>la</strong>do para levantar<strong>la</strong>.<br />
Pesaba como oro. Y mgis de aldn rotito “niiio”, le<br />
a<strong>la</strong>rgb, a1 alzar<strong>la</strong>, 10s dedos rudos hasta 10s pechos<br />
secos.<br />
:--iMira, mano <strong>la</strong>rga, no m6s! Aecia el<strong>la</strong>, ronca<br />
y sentenciosamente.<br />
4<br />
El oiento gemia. El agua, sobre 10s techos, pare-<br />
cia hacerse cada vez m6s espesa. Mi madre habia w-<br />
truiado ya <strong>la</strong> ropa y <strong>La</strong> amontonaba, siempre en el pa-<br />
sadizo, en un Dan tiesto de <strong>la</strong>t6n. <strong>La</strong> guagua dom’a.<br />
El tiempo ere0 que se ocultaba bajo 10s catres como<br />
un <strong>la</strong>dr6n arrepentido. Elena zurcia unos calcetines de<br />
mi padre. Mi otra hermanita se ba<strong>la</strong>nceaba amarrada<br />
a su pequefia sil<strong>la</strong> de brazos, siguiendo el ritmo de un
192 NICOPLEDES GUZPAAN<br />
-<br />
canto gutural, descolorido, que se convertia en una<br />
“eme” infinita, a trav& de sus <strong>la</strong>biecitos paliduchos.<br />
<strong>La</strong>s mechitas rizadas le danzaban en <strong>la</strong> frente, ocul-<br />
thdole casi el azul-vagabundo de sus pupi<strong>la</strong>s ino-<br />
centes.<br />
Ahera, bajo <strong>la</strong> pesada lluvia, hosca de sombras,<br />
algixn carretcin pasaba, quej6ndose como un hombre<br />
herido. Su conductor espantaba el hielo, con una can-<br />
ci6n voceada como a pujos, roncamente:<br />
“Agua que no has de beber<br />
dejali correr, dejali, dejali ....<br />
<strong>La</strong>, <strong>la</strong>, <strong>la</strong>, <strong>la</strong>, de beber,<br />
<strong>la</strong>: <strong>la</strong>, L, <strong>la</strong>, <strong>la</strong>, dejali, deja16 ....”<br />
En <strong>la</strong>s puertas de <strong>la</strong>s casas vecinas, se oian a me-<br />
nudo, golpes severos. Silbidos profundos horadaban el<br />
cuerpo del aire chorreante. Eran 10s maridos, que re-<br />
gresaban de <strong>la</strong>s <strong>la</strong>bores. Uno de 10s golpes, toc6 nues-<br />
tra puerta.<br />
-Tu padre .... --dijo cilidamente mi mad a<br />
Elena.<br />
-Si, mi pap L... -recalc6 mi hermana, dejando el<br />
trabajo, y alzhdose.<br />
El viento, armado de filosos cuchillos, se preripi-<br />
t6 a1 cuarto cuando <strong>la</strong> puerta fu6 abierta. Yo desaten-<br />
di mis recortes, botando <strong>la</strong>s tijeras. FijC mis ojos de<br />
perrillo en <strong>la</strong> puerta, pronto a ir al encuentro de mi<br />
padre. Pero, no era 61. Era don Recaredo, nuestro sub-
LA SANGRE Y LA ESPERAM7A 193<br />
mendador, que Veda borracho y se habia equivoca-<br />
do de puerta. Dijo unos cuantos disparates contra 61<br />
mismo, y se fu6.<br />
No tardamos en sentir <strong>la</strong>s vociferaciones de don<br />
Recaredo, el crujido de 10s muebles y 10s a<strong>la</strong>ridos de<br />
su mujer, a quien, en su inconsciencia, golpeaba y pa-<br />
teaba. Nuestro cuarto ternb<strong>la</strong>ba. Nosotros estAbamos<br />
imperttirritos. Acostumbrados a este fenbmeno, que se<br />
producia <strong>la</strong>s mss de <strong>la</strong>s noches, ya no nos importaba.<br />
El h&bito era como el padrino de nuestra serenidad.<br />
Luego, cuando <strong>la</strong> harcadas y 10s v6mitos desannaran a<br />
nuestro vecino, hab<strong>la</strong> de aparecer por el pasadizo dofia<br />
Eufemia, su mujer, toda descompuesta, llorosa, con el<br />
pelo en desorden, 10s vestidos sueltos, a hab<strong>la</strong>r con mi<br />
madre. .<br />
-iSefiora <strong>La</strong>urita, por favorcito, convideme con<br />
un poquito de bicarbonato!<br />
Esto era <strong>la</strong> de siempre. Y siempre mi madre esta-<br />
ba pronta a1 servicio. Ahora, se sec6 <strong>la</strong>s manos con el<br />
de<strong>la</strong>ntal, y fud a <strong>la</strong> cocina en busca del calmante.<br />
-- j Aqui tiene!<br />
-iTantas gracias, seiiora <strong>La</strong>urita, tantas gracias,<br />
qu6 Dios <strong>la</strong> bendiga! .... iSiempre tan guena ustd! ....<br />
Atravesando el pasadizo, se meti6 a SIX. cuarto. El<br />
marido refunfufiaba, hipando. MGs tarde, repuesto con<br />
el remedio que le di6 <strong>la</strong> esposa, habia de estar de nue-<br />
VO, pateando 10s trastos y a <strong>la</strong> mujer, que c<strong>la</strong>maba a<br />
tdos 10s santos por su salvaci6n:<br />
13-h <strong>sangre</strong> y ka <strong>esperanza</strong>.
194 NICOMEDES GUZMAN<br />
-iSefiorcito, por Dios, virgen santisima, no s6ai<br />
salvaje, Requito lindo! iPor Dios, Sefiorcitof .... ;No<br />
se& malo, Requito! .... I<br />
Cuando el cansancio agot6 a1 matrimonio -a1<br />
hombre de golpear,~ patear y a <strong>la</strong> mujer de damar y<br />
dolerse-, un silencio de 6nimas en meditaci6n se aposent6<br />
en 10s dominios de nuestros vecinos. De afuera,<br />
entre el intenso y profundo $etreo de <strong>la</strong> lluvia y el<br />
viento, y entre el parloteo doliente de 10s pinos trillizos,<br />
vinieron fuertes y apretados retazos de voces. Lejos,<br />
ad16 un perro. De rato eh rato, <strong>la</strong>s voces y <strong>la</strong>s<br />
exc<strong>la</strong>maciones de afuera, comemaron a hacerse m6s<br />
nitidas y perceptibles. Y en un deseo momenthneo del<br />
agun bulliciosa, un tragaluz de nuestra pieza, di6 salvo<br />
conduct0 a varios dihlogos inquietantes:<br />
+Hay que sacar<strong>la</strong>, hay que sacar<strong>la</strong>! .... iSujete este<br />
palo, compaiierito, sujete este palo! .... iCuidado, no<br />
vaya a soltarloL. i<strong>La</strong> corriente tira como demonio!<br />
<strong>La</strong> voz era nerviosa, precipitada.<br />
-iA ver, a ver, otro “gallo” que agarre este garfio!<br />
iEh, hermanito, eh, que se nos va el bulto! ....<br />
-iCarajo, cuidado!<br />
-iNo hay cuidado ya! ;El garfio est4 pescao de <strong>la</strong>s<br />
pretinas! ....<br />
-jCorriente’l diablo! .... iHij’una gran puta! .... iTira<br />
mhs rejuerte!<br />
Mi madre estaba atenta. Elena se pus0 de pie.<br />
---iAlguien se ha caido a1 canal, mamacita! -exc<strong>la</strong>m4<br />
y sal% precipitadamente.
-.- ,<br />
LA SANGRE Y LA ES”ZA 195<br />
I _I_<br />
-iEsta chiquil<strong>la</strong>! ....<br />
3% madre sali6 tras el<strong>la</strong>. Y por supuesto, <strong>la</strong> curiosidad<br />
de mis estrechos aiios, no iba a quedarse am,<br />
junto al fuego, en suspenso. El viento y el agua, que<br />
volvian a desenfrenar su furia, me rnoquetearon el rostro<br />
con una frialdad de manos difuntas.<br />
Eajo <strong>la</strong> lluvia, <strong>la</strong> curiosidad y <strong>la</strong> inquietud, cubrian<br />
de indiferencia a 10s vecinos frente a 10s mil demonios<br />
del invierno, que andaban sueltos en 10s baches y empapaban<br />
<strong>la</strong>s vestiduras raidas. Agrupados ante 10s<br />
a<strong>la</strong>mbres combados, apunta<strong>la</strong>dos con fierros y <strong>la</strong>tas<br />
mohosos, que resguardaban el. correntoso canal, hombres,<br />
mujeres y chiquillos hacian suyo el peligro que<br />
corria aqrd cuerpo, que algunos luchaban PO, * arrebatar<br />
a <strong>la</strong> muerte. Palm e improvisados garfios, sostenian<br />
ya en el aire el bulto chorreante.<br />
-iYa, hermanito, ya hermanito, h5gale empefio a<br />
bajar!<br />
<strong>La</strong> gente se hizo a un <strong>la</strong>do. Y un hombre salt6 <strong>la</strong><br />
a<strong>la</strong>rnbrada. Apyand~ un pie en el borde de una de<br />
<strong>la</strong>s tab<strong>la</strong>s de1 puente carcomido, que en ese espacio<br />
reemp<strong>la</strong>zaba a <strong>la</strong> vereda, se agarr6 con una mano de<br />
un a<strong>la</strong>mbre, y con <strong>la</strong> otra di6 caza a1 cuerpo que vaci-<br />
<strong>la</strong>ba encima del agua.’<br />
-iCarajo, carajo! .... -rugici-. iSe va a rajar el<br />
vestido!<br />
Dos hombres de 10s de arriba, lo sujetaban de un<br />
brazo.
196 NICOMEDES GUZM"<br />
-iPCsque<strong>la</strong> de <strong>la</strong> pretina, compaiiero! i<strong>La</strong> preti-<br />
nay hermanito!. ...<br />
-;Por <strong>la</strong> midchica, no aguanta, tampoco! iSe des-<br />
abroch6! ;No suelten 10s garfios! ;Si no, <strong>la</strong> vieja se va<br />
al diablo! .... .;Cuidado, cuidado, que <strong>la</strong> corriente se <strong>la</strong><br />
come!<br />
-;Y'estb firme otra vez, aghe<strong>la</strong> del cogote, her-<br />
XlXlXlO!<br />
-iY'estd, que baje otro!<br />
Se descolg6 otro hombre. Vaci<strong>la</strong>ndo sobre <strong>la</strong> negra<br />
y retorcida corriente, tiraron el cuerpo hacia arriba.<br />
Varias firmes manos 10 aseguraron en el aire.<br />
-iQu&n sera, por Diosito! .... icaerse al agua con<br />
@st43 frio!<br />
--;Qu6n serfi! ....<br />
El cuerpo ya estaha sobre <strong>la</strong>s tab<strong>la</strong>s raquiticas del<br />
puente. <strong>La</strong> obscuridad mord& 10s rostros. Per0 9as ve- -<br />
cinas, sin reconocerse unas a otras, identificaron en seguida,<br />
a <strong>la</strong> semi ahogada.<br />
-;Si es ma ParemB, Seiior!<br />
+ma Parem&!<br />
....<br />
No sal€an de su estupor.<br />
-!Si era Ra Paremd!<br />
-iLlBven<strong>la</strong> a mi cuarto! -ofreci6 mi madre.<br />
Xadie se hizo rogar. Dos hombres dzaron el cuerpo<br />
desti<strong>la</strong>nte.<br />
-!Era que hubiera si0 sal siauiera! .... iasf habrfa<br />
bajao algo de peso! .... -rib U ~ Q de ellos.<br />
Se conocfa que ya en otra ocasi6n le habfa cornspondido<br />
tomar<strong>la</strong>.
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 191<br />
Rieron algunos, con esas risas comunes, opacas y<br />
cortantes que nuca faltan en medio de un instante de<br />
tragedia.<br />
.All& junto a nuestro brasero, en el cual <strong>la</strong> tetera<br />
runruneaba, compitiendo con el Mimi, que huy6 es-<br />
pantado parando 10s pelos y <strong>la</strong> co<strong>la</strong>, qued6 el cuerpo<br />
inanimado de Na Parem6. <strong>La</strong> vieja tenia el rostro ver-<br />
doso, y <strong>la</strong>s mechas albas se le pegaban a <strong>la</strong>s orejas y<br />
a1 cogote. Residuos de excrement0 humano y cieno se<br />
adherian a sus ropas empapadas. En <strong>la</strong>s tab<strong>la</strong>s arris-<br />
cadas, el agua terrosa, corria desprendiendose de <strong>la</strong>s<br />
ropas como de una esponja. Una mujer comenz6 a so-<br />
bajear el vientre de <strong>la</strong> victirna. Borbotones de espeso<br />
Zfquido afloraron a sus <strong>la</strong>bios amoratados.<br />
Mi madre habia hecho salir a casi todos 10s curio-<br />
sos Los pocos que quedaban tuvieron que refugiarse<br />
en e! pasadizo. Yo tambign, con mi hermana mayor,<br />
fuirnos obligados a abandonar el cuarto. El rniedo co-<br />
memaba a rasgu6arme el pecho. Tenia <strong>la</strong> cabeza po-<br />
b<strong>la</strong>da de nemas im6genes. Y me puse a llorar. Mi her-<br />
mana me conso<strong>la</strong>ba infitilmente, acarici6ndome y be-<br />
sAndome. Los cuerpos de 10s hombres, en <strong>la</strong>s somhrm<br />
del pasadizo, trashumaban un olor caliente a hume-<br />
dad y a sudor. Hacia el patio, entre <strong>la</strong> obscuridad em-<br />
papada de Iluvia, yo esperaba de un momento a otro,<br />
ver aparecer rojas y peludas pupi<strong>la</strong>s, con patas, como<br />
<strong>la</strong>s mafias, que debian venb a devorarme. Cosas que<br />
no vi nunca. Pero que rebotaban en mi cerebro redu-<br />
eido, corno pelotas de goma ardiente.
19s NICQMEDLS GUZMAN<br />
Me tranquilict5 s610 cuando pudirnos volver a h<br />
pieza.<br />
A .ma Parem6 <strong>la</strong> habian vestido con unas ropas de<br />
mi madre. Sobre uno de 10s lechos, articu<strong>la</strong>ba, vuelta<br />
m6s o menos en si, pa<strong>la</strong>bras que nadie entendia. Se es-<br />
peraba que, de un instante a otro, viniera <strong>la</strong> ambu<strong>la</strong>n-<br />
cia de <strong>la</strong> Asistencia PGblica.<br />
-iQuC querrh decir? -se preguntaban <strong>la</strong>s veci-<br />
nas.<br />
-iC6mo se habrA qu6ido a1 agua! ....<br />
<strong>La</strong>s dudas que vagaban por 10s cerebros y el ai-<br />
re del cuarto como polil<strong>la</strong>s atontadas, se alumbraron,<br />
de pronto, de trdmu<strong>la</strong> estupefacci6n. ma Parem6 aca-<br />
baba de pronunciar un nombre:<br />
--iPadre Carmelo!<br />
Habia agregado algo que no se entendi6. Per0 que,<br />
repetida <strong>la</strong> frase, dej6 en suspenso toda exc<strong>la</strong>maci6n<br />
de <strong>la</strong>s mujeres, e hizo cambiar miradas reticentes de<br />
ironfa a 10s hombres.<br />
-;Yo lo quero tanto a ust6!<br />
<strong>La</strong>s hembras se apretaron en torno del iecho. Sus<br />
ojos bril<strong>la</strong>ban de expectaci6n. Los pechos les vibraban.<br />
-iSer,i posible? ....<br />
-iY por qu6 no va a ser? ....<br />
ma Paremd se agit6 en <strong>la</strong> cama. Levant6 una pier-<br />
na. Luego, una mano. Pierna y mano volvieron en se-<br />
guida, precjpitadamente a su sitio anterior. El cuerpo<br />
qued6 de nuew imwhil, muerto. SElo una especie de<br />
nudo en <strong>la</strong> garganta, le subia y le bajaba.
LA SANGRE Y LB ESPERANZA 199<br />
--iQud cosas ocurren!<br />
-iC6mo puede ser? ....<br />
-iVaya, por qud no! .... -argument6 roncamente<br />
un hombre, y <strong>la</strong>nz6 una carcajada redonda, bril<strong>la</strong>nte.<br />
+MGs respeto! .... -hinu6 otro, masticando <strong>la</strong><br />
risa.<br />
-iSi! -afirm6 rigurobmente mi mamA-. iM&<br />
respeto! El momento no es para reir. Acaso sea mejor<br />
que se vaym.<br />
Los dos chistosos salieron.<br />
ma Parem6 se movi6 otra vez. Se alz6. Qued6 sen-<br />
tada, afirm6ndose en 10s brazos, echados hacia atrh.<br />
Temb<strong>la</strong>bn. Tenia el rostro crispado. Tras <strong>la</strong>s bolsitas<br />
de came que 10s afios habian colgado bajo sus ojos, pa-<br />
recia tener dos sapos inquietos que no dejaban de pa-<br />
talear. <strong>La</strong>s pupi<strong>la</strong>s se le saltaban.<br />
--iSi, si, padre, padrecito Carmelo, perdbneme, pa-<br />
dre Carmelo, per0 yo lo adoro! iPerdbname, perd6na-<br />
me, Dios mio!<br />
Cay6 de nuevo en letargo. Per0 su inmovilidad no<br />
obst6 ahora para que siguiera pronunciando, como des-<br />
de el fondo de un suefio lejano, quedamente, silencio-<br />
samente, entrecortadamente:<br />
-iSi, Dios mio, si el padre Carmelo no me quere,<br />
YO voy a morirme! iUst6 debe quererme, pndrecito<br />
Carmelo!<br />
<strong>La</strong>s mujeres se<br />
en sus ojos una luz<br />
-iPobre vieja!<br />
mostraban deso<strong>la</strong>das. Pero habia<br />
de rnalicia.
<strong>La</strong> lluvia seguia cayendo, cada vez con mayor im-<br />
petu. El viento ulu<strong>la</strong>ba como un arriero loco, perdido<br />
en una noche montai5esa. <strong>La</strong>s campanas de Andacollo,<br />
a1 golpe del viento, bien podian estar- riendo <strong>la</strong>grimo-<br />
samente como novias en el goce de <strong>la</strong> primera pose-<br />
si6n o bien podian estar llorando por quiz5 que ausen-<br />
cia de tiempos pecadores.<br />
Y aqui, dentro de nuestro cuarto, mientras en el<br />
coraz6n de <strong>la</strong>s mujeres <strong>la</strong> piedad se cubria 10s ojos y<br />
10s ofdos alejhdose de su dominio, que ya pertenecfa<br />
a <strong>la</strong> picara p<strong>la</strong>nta de <strong>la</strong> maldad, <strong>la</strong> inconsciente pa<strong>la</strong>-<br />
bra de ma Parem6, era como un rio de agua triste, cl<strong>la</strong>-<br />
mando por un mar imposible:<br />
-iDe veras, padre Carmelo, yo lo quero! iPor<br />
Dios. qu’erame un poco uste!<br />
Cualquiera imaginaci6n viva, pudo haber presen-<br />
ciado en su predio interno convertido en sacristia, en-<br />
tre un hurno de incienso y una lluvia de agua bendita,<br />
<strong>la</strong> mistica y espigada figura del buen padre Carmelo,<br />
tr6mu<strong>la</strong>mente indiferente a <strong>la</strong>s sfiplicas de una vieja<br />
que se aferraba a sus piernas, regando de 16grimas 10s<br />
pliegues de su raida sotana, en tanto <strong>la</strong>s decrkpktas pa-<br />
<strong>la</strong>bras, viudas de mocedad, goteahan en el aire oloroso<br />
a imposible, <strong>la</strong> dolencia de una pasi6n sin destino.<br />
+Padre Carmelo, tiene que a-marme ust&, tiene<br />
que Nnarme ust6! ....<br />
-iPapbuuu!. .. jPapliuuu! .... -se anunci6 <strong>la</strong> am-<br />
bu<strong>la</strong>ncia.<br />
Y el eco en <strong>la</strong> distancia, rompiendo <strong>la</strong> lejana ur-
LA SAN'GRE Y LA ESPERAN'ZA ' 201<br />
-<br />
&embre de agua, remed6 con sus f<strong>la</strong>utines empapados:<br />
-i Papduuu! .... iPaphUu!<br />
El cabo Cifuentes, un guardih vecino que <strong>la</strong> ha-<br />
bia hecho l<strong>la</strong>mar, venia sobre una de <strong>la</strong>s pisaderas.<br />
Recikn ahora tom6 nota del hecho.<br />
--iIntcnto de suicldio! .... -pronunci6, mientras<br />
garrapateaba el parte.<br />
--i .... por amor! .... -termin6 <strong>la</strong> frase una vecina,<br />
entre compungida y burlesca ajusthdose <strong>la</strong> pretina de<br />
<strong>la</strong> pollera.<br />
-$'or lo que sea, seiiora! 4ijo severamente el<br />
guardih- iNo se meta ust6 en lo que no le Lipor-<br />
ta! .... -iNo se enoje, pues, mi cabito!<br />
Movia <strong>la</strong>s caderas <strong>la</strong> mujer y 10s ojos del cab<br />
tuvieron un brill0 extraiio.<br />
5<br />
S610 cuando <strong>la</strong> ambu<strong>la</strong>ncia se hub0 ido. Y no ha-<br />
biendo nada que curiosear, los circunstantes tambi6n<br />
se fueron, mi madre vino a caer en alga extraordina-<br />
rio y fatal.<br />
-iElenita, Elenita! -grit&. iNos han robado ell<br />
tiesto con <strong>la</strong> ropa! ....<br />
-; Mamacita! ....<br />
Mi madre, Iloriqueando, sali6 con <strong>la</strong> Ihpara d<br />
pasadizo. No habia ni sefias de <strong>la</strong> ropa reci6n <strong>la</strong>vada.<br />
Alli, en una de <strong>la</strong>s orejas de <strong>la</strong> artcsa, como muestra<br />
de <strong>la</strong> <strong>la</strong>bor que habia ocupado a mi madre toda aque-<br />
.
LA SANGRE Y LA ESPERlLNW 203<br />
j6 del abrigo mojado, y como de costumbre, a h cumdo<br />
sus zapatos y sus pantalones se encontraban pasados<br />
de lluvia, me columpi6, senthndome sobre el empeine<br />
de uno de sus pies, y tomhndome ambas manos<br />
por detr6s de <strong>la</strong> pierna.<br />
Cuando uno pueb<strong>la</strong> esa regi6n azul y rosa de <strong>la</strong><br />
nifiez, en' que <strong>la</strong>s amarguras casi no cuentq pese a<br />
que ya est6n como ratas hambrientas roydndonos obstinadamente<br />
el corazhn, no se es m6s que un simple cachorro,<br />
un cachorrillo de hombre, o de perro, o de Ip6n<br />
acaso. Nunca vivimos m6s en funci6n de animales que<br />
entonces, y es quidn sabe s6o en el l<strong>la</strong>nto o en <strong>la</strong> risa.<br />
que nos definimos como niiios.<br />
Pues, mientras mi padre, afirmado con una mano<br />
a <strong>la</strong> peril<strong>la</strong> de uno ae 10s catres, y con <strong>la</strong> otra aseguraba<br />
mis brazos aferrados a su pierna, sostenidndome<br />
en el aire en delicioso vaivdn, mi risa, que por esos<br />
aiios; bien podia ser tambien gorjeo, definia mi existencia<br />
de niiio, de autdntico niiio, de verdadero nEo.<br />
Desde el momento en que mi padre se habia anunciado,<br />
mi madre aparent6 tranquilidad. Su conciencia<br />
de esposa era lo bastante C<strong>la</strong>ra como para evitarle, por<br />
lo menos en 10s misrnos momentos de su llegada, el conocimiento<br />
de aquel<strong>la</strong>s cosas que despuds del duro<br />
trabajo cotidiano fueran aumentar sus naturales preocupaciones<br />
de esposo y padre.<br />
Despuds de atenderme, columpiiindome y acaricikdome,<br />
el hombre fu6 hacia su mujer. Era mucho
204 NICOMEDES GUZl"<br />
mis alto que el<strong>la</strong>. Parecfa un fornido espino junto a<br />
una patagua nueva.<br />
+&ut5 dice mi vieja? ....<br />
<strong>La</strong> bed en <strong>la</strong> frente; Mi hermana, evitando ser vis-<br />
ta, a h se enjugaba algunas 15grhas majaderas. <strong>La</strong><br />
ternura de mi padre, siempre que salia o llegaba, bus-<br />
caba <strong>la</strong> comprensi6n de EU esposa, en <strong>la</strong> misma forma.<br />
No era una mera fbrmu<strong>la</strong> estfipida <strong>la</strong> actitud suya.<br />
Era como una manifestacibn de human0 y profundo<br />
afecto, luminoso saldo de amor que <strong>la</strong> pasi6n de 10s<br />
primeros afios de matrimonio estableci6 para 10s dias<br />
del futuro. Habria bastado mirw 10s ojos de aquel<br />
hombre en ese instante, para intimar con su sinceridad<br />
anchamente proletaria. Mi madre recibia estos gestos<br />
con simple apostura de mujer ya ejercitada en <strong>la</strong> ma-<br />
ternidad, y que habiendo encontrado en 10s hijos un<br />
destino para amarrar sus mejores sentimientos, admira<br />
y &ere en el compai5ero de sus dias, al padre de ellos.<br />
Era un anor singu<strong>la</strong>r el suyo. Un amor que, acaso, ga-<br />
nhdole tiernpo al propio tiempo, encontr6 el molde<br />
preciso donde plegar sus a<strong>la</strong>s para precaverse de tor-<br />
mentas inGtiles. Un amor sencillo, humilde como trig0<br />
o como pan. Y como trigo o domo pan entibecido por<br />
dones de azules reflejos este<strong>la</strong>res.<br />
-zQud dice mi vieja? -habia indagado 61, acom-<br />
pafiando una caricia.<br />
E' el<strong>la</strong>, conteniendo <strong>la</strong> amargura, e intentando una<br />
sonrisa:
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 2Qs<br />
-iLo de todae <strong>la</strong>s noches, pues, hijo! iQuC de no-<br />
vedad habia de decir? ....<br />
Debe haberle dolido mentir. Per0 <strong>la</strong> raz6n de <strong>la</strong><br />
mentira, y el tono dulce con que <strong>la</strong> pronunci6, <strong>la</strong> sal-<br />
vaban. Pellizc6 tiernamente <strong>la</strong> nariz de mi padre. Le<br />
golpe6 un brazo. Y fu4 a cubrir a Martha, <strong>la</strong> otra hi-<br />
jay que se habia quedado dormida junto a1 profundo<br />
suefio de <strong>la</strong> guagua. El hombre se qued6 mirhdo<strong>la</strong>.<br />
Alguna duda debi6 inspirarle su intuici6n. F’uC hacia<br />
Elena, y <strong>la</strong> acarici6, hariCndole bai<strong>la</strong>r <strong>la</strong> melena gra-<br />
ciosa, confirmando seguramente sus dudas frente a 10s<br />
ojos llorosos de mi hermana. No dijo nada, sin embar-<br />
go. §e sentb, meditabundo, acodtindose en <strong>la</strong> mesa. Ti-<br />
ritaba a6n.<br />
-iCorre hacia a d el brasero, Chinita! .... -pidi6 a<br />
E3ena.<br />
-i Papacito! ... .<br />
Me acerquk a 61. Me sentf feliz cuando me sent6<br />
en sus rodil<strong>la</strong>s. El silencio hizo guardia por <strong>la</strong>rgo rato<br />
en el cuarto. El hervor de <strong>la</strong> tetera, que nunca estaba<br />
, ausente de encima del brasero, era como <strong>la</strong> respiracih<br />
del propio silencio. Mi madre, para llenar el tram0 de<br />
tiempo que restaba para comer, despert6 a <strong>la</strong> guagua,<br />
y le di6 el pecho.<br />
Seguia lloviendo sin descanso. El viento, Si, habia-<br />
se inmovikado. Y un tren que pasaba cuadras mh<br />
all& hizo sentir su “chiquichaca” asordinado a travks<br />
de <strong>la</strong> lluvia, hermanhdolo a instantes, a varios luen-<br />
OS a<strong>la</strong>ridos, de esos que, en <strong>la</strong> infancia, ejercitaron mi
206 NICOMEDES GUZMAN<br />
corazcjn en <strong>la</strong> experiencia de no s6 que penas incom-<br />
preusi bles.<br />
De hombre, y a1 ritmo de alguna arrugada mtisi-<br />
ca oida otrora, uno puede sentirse asaltado por tants<br />
cuchillo de recuerdos que hay que despedazar para<br />
evitar <strong>la</strong> l&gima inconsciente. Pero cuAnto m6s<br />
acero se tiene que- quebrar en el sentimiento, toda vez<br />
que <strong>la</strong> noche tiende a llevarnos, a desgarrones, un tro-<br />
zo de vida, en <strong>la</strong> sinfonia tormentosa que es el ulu<strong>la</strong>n-<br />
te sollozo de 10s trenes.<br />
No tardamos en estar todos en torno a1 comedw9<br />
tragando <strong>la</strong>s “pantrucas”, guiso que mi madre prepara-<br />
ba admirablemente. Humeaban 10s p<strong>la</strong>tos sobre el hule<br />
cacaraiiado, de dibujos diluidos ya por el roce del es-<br />
tropajo. El gat0 iiauqueaba, rasguiiando <strong>la</strong>s patas de<br />
<strong>la</strong>. si1L;ts. Mi padre cuchareaba, herrnktico de pa<strong>la</strong>-<br />
bras. Tenia tal vez, <strong>la</strong> seguridad de algh suceso mo-<br />
lesto. Rero cal<strong>la</strong>ba. Su paciente domini0 lo hacia mor-<br />
derse acaso, interiormente; mas, no seria 61 quien in-<br />
dagara. S610 en el instante de beber el 4 6, mi madre<br />
se decidi6 a informarlo:<br />
--iGuillermo! 4ijo.<br />
Guillermo, mi padre, alz6 <strong>la</strong> vista. Trataba de mos-<br />
trarse trariquilo, per0 una lija de exasperaci6n pulia<br />
sus pupi<strong>la</strong>s. Mi madre vacil6 otro instante atin.<br />
-jHab<strong>la</strong> luego, vieja!<br />
En <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras, <strong>la</strong> impaciencia del hombre salic5<br />
a medir definitivamente sus pasos por el cuarto.
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 207<br />
--iNos han robado, hijo! -continu6 el<strong>la</strong>, con voz<br />
trCmu<strong>la</strong>.<br />
--in?.... iHab<strong>la</strong> c<strong>la</strong>ro, mujer, hab<strong>la</strong> c<strong>la</strong>ro!<br />
--iQue nos han robado, te digo, Guillermo! iNos<br />
han robado toda <strong>la</strong> ropa reci6n <strong>la</strong>vada!<br />
El hombre se mordij. Retir6 <strong>la</strong> taza vacia. Hundi6<br />
<strong>la</strong> cabeza en sus manos grandotas, morenas, de venas<br />
hinchadas, que yo tantas veces me entretuve en<br />
ap<strong>la</strong>star con mis dedillos inquietos.<br />
-iCarajo! --dijo al fin-. iAsi cs que nos han dejado<br />
desnudos? ....<br />
--Ad es, hijo ....<br />
Mi madre lloraba de nuevo, sorbi6ndose a instantes<br />
<strong>la</strong>s narices. Mi pap6 se mes6 10s cabellos. Mundi6<br />
otra vez <strong>la</strong> cabeza entre <strong>la</strong>s manos. Y despuds:<br />
+Per0 es posible, <strong>La</strong>ura? .... 4ijo con voz ronca,<br />
arrastrada, COMO un ofidio herido, golpeada por una<br />
leire lvz de extralia <strong>esperanza</strong>--. iPero es posible, <strong>La</strong>ura?.<br />
i.C6mo fud, vieja? .... iHab<strong>la</strong>! ....<br />
El<strong>la</strong> se enjug6 10s ojos.<br />
-A Na Parem6 <strong>la</strong> sacarm casi ahogada del canal..<br />
. <strong>La</strong> atendimos aqui, hijo. En <strong>la</strong> confusi6n se habr6n<br />
llevado el tiesto con <strong>la</strong> ropa ....<br />
-2.Has averiguado algo?<br />
-No, nada. Los que se <strong>la</strong> llevaron, no iban a hacerlo<br />
para poner<strong>la</strong> a <strong>la</strong> vista ....<br />
-jPero no es posible, <strong>La</strong>ura! iNo tienen ojos ustedes,<br />
entonces? .... iT6, Elena, c6mo te descuidaste si<br />
tu mami estaba ocupada? ....
208 WICOMXDES GUZW<br />
SaflO! ....<br />
-iC6mo iba a pensarlo, papacito, c6mo iba a pen-<br />
Mi hermana lloraba tambidn.<br />
Yo me entretenia en pe<strong>la</strong>r el hule, activando pnis<br />
dedos bel<strong>la</strong>cos. Mi padre me a<strong>la</strong>rgci un manottin.<br />
-iQuB es eso, Enrique?<br />
Trat6 de esquivar ' el golpe. Per0 me precipitd al<br />
melo. Cai sabre el Mid que arranc6 como alma endiab<strong>la</strong>da,<br />
no sin antes rasguiiarme una pierna.<br />
-iMaEioso!<br />
Me levant6 mi padre. Pero el l<strong>la</strong>nto no habia de<br />
acabkseme sin0 con el sueiio. El hombre estaba enrabiado.<br />
Mientras mi madre me desvestia, sin conso<strong>la</strong>rme,<br />
puesto que comprendia <strong>la</strong> justa raz6n del castigo,<br />
yo vi a mi pap& ponerse <strong>la</strong> gorra, y ca<strong>la</strong>rse el capote<br />
mojado.<br />
-iHijo, no salgas, andas esti<strong>la</strong>ndo, <strong>la</strong> lluvia te<br />
pede hacer mal!<br />
Mi mamb trat6 de contenerlo. Mas, fu6 infitil. El<br />
era testarudo, persistente en sus decisiones.<br />
-iEs necesario, <strong>La</strong>ura, es necesario, in0 lo ves? ....<br />
iVoy 8 dar cuenta a <strong>la</strong> Brigada, siquiera? iHabia de<br />
pil<strong>la</strong>r a estos desgraciados!<br />
-iHijo, acu&tate, mejsr!<br />
-iRobar a 10s pobres, carajo, robarle a uno! ....<br />
<strong>La</strong>s sGplicas de mi madre fueron inctiles. Mi padre<br />
se envolvi6 el cuello con una chalina, se subih el<br />
embozo del capote sobre el<strong>la</strong> para sujetar<strong>la</strong>, y salid
--i Vuelvo altiro! -exc<strong>la</strong>m6, hacihdole frente a<br />
<strong>la</strong> lluvia, ya en <strong>la</strong> calle.<br />
En el cuarto de nuestros vecinos, habia movimiento<br />
de nuevo. Desde <strong>la</strong> ramaz6n de mi l<strong>la</strong>nto, senti de<br />
pronto golpear nuestra puerta del pesadizo. Abri6 Elena:<br />
que ya se preparaba para echarse a <strong>la</strong> cama. Era<br />
doiia Eufeinia.<br />
-iPermiso, permiso, vecinita!<br />
Enty6 a pie descalzo, con el pel0 caido, tiritando<br />
como una quiltra, bajo el abrigo del marido, que<br />
habia colocado encima de <strong>la</strong> camisa:<br />
-jPerd6neme doiia <strong>La</strong>urita, perdbneme! i Per0 este<br />
Reca eslri tan mal de <strong>la</strong> “guata”! iUn “pistiiiito” de<br />
bicarbonato. vecinita, por favor!<br />
Mi madre, generalmente tranqui<strong>la</strong> y serena, no pudo<br />
esta‘vez suprimir un tic de molestia. Se enjug6 10s<br />
ojos. SalM c? <strong>la</strong> cocina. Ya de vuelta, dofia Euieniia recibi6<br />
de sus manos un pequezo envoltorio.<br />
---i Gracias, vecinita! -pronunci6 <strong>la</strong> mujer, sacudida<br />
por 10s tiritones.<br />
Mi madre esperaba que se fuera ya. Pero el<strong>la</strong> se<br />
queds; como una idiota, mirthdo<strong>la</strong> fijameote. Por fin<br />
habl6:<br />
-i ’stg 110rando ustd, dofia <strong>La</strong>urita! i ~ U 1; 6 pasa,<br />
por Diosito, dofia <strong>La</strong>urita?..,.<br />
Se entrometi6 Elena:<br />
-iNOS robaron <strong>la</strong> ropa, sefiora, nos robaron <strong>la</strong><br />
ropa!<br />
+Por Diosito, Seiior, iles robaron <strong>la</strong> Fopa?! ....
-;Si, sefiora, nos robaron <strong>la</strong> ropa! -recalc6, sed<br />
camente, mi madre.<br />
--i€Iabr&se visto condenados igual! iVenir a robarle<br />
a un pobre!<br />
-Asi son <strong>la</strong>s cosas, pues, seiiora. iPero, de polil<strong>la</strong><br />
les ha de servirl --sentenci6 mi pobre mam6, a quien,<br />
por entre 10s <strong>la</strong>grimones deshechos en mis pestaiks. yo<br />
veia circuida de rayos de p<strong>la</strong>ta.<br />
<strong>La</strong> lluvia azotaba s6dicamente <strong>la</strong>s ca<strong>la</strong>minas de <strong>la</strong><br />
techuriibre. <strong>La</strong> vecina no dejaba de tiiitar.<br />
-iDe veras, vecinita, que les sirva de polil<strong>la</strong>!<br />
--iY remendar tanto rnis tiras, Sefior, ,para esto!<br />
-se doli6, por decir algo mi madre.<br />
Se notaba a ]as c<strong>la</strong>ras que <strong>la</strong> presencia de <strong>la</strong> vecina<br />
le pesaba. Felizmente, el<strong>la</strong> decidi6 he. -iEstoy entumia, VOY -<br />
a he! .... iGracias. vecinita!<br />
iY perdone! .... ;Que Dios permita que le aparezcan<br />
sus ropitas' iAfff! .... iAfff! .... iHasta maiiana, dofia<br />
<strong>La</strong>urita!. . ;41 ver<strong>la</strong> desaparecer, ausentes de ruido sus pisa<br />
das, me <strong>la</strong> imagine en el fond0 informe de mi espiritu,<br />
un Qnima, de ksas que ya el decir de <strong>la</strong>s comadres, comenzaba<br />
a incorporar al mundo de mis supersticiones.<br />
Sus mechas sueltas fueron como un fatidico residuo<br />
humano que qued6 siendo objeto de mis pupi<strong>la</strong>s cerradas<br />
antes de dormirme. Y entre esas mechas, antes de<br />
entrar a <strong>la</strong> estancia borrosa del suefio, recuerdo haber<br />
vkto aparecer una nark ganchuda, roja, que se arriscab<br />
como up<strong>la</strong> serpiente, oteando quiz5 que invisibles<br />
press.
CAPITULO SEGUNDO<br />
L A C O R R E A<br />
MANECIO UN BELLO dia.<br />
El glorioso sol, como un chivato<br />
a<strong>la</strong>do, triscaba por 10s techos, agi-<br />
tando su suave pe<strong>la</strong>je de choclo en saz6n. <strong>La</strong> he<strong>la</strong>da<br />
mordia <strong>la</strong>s aceras con sus frios dientecillos de beste-<br />
zue<strong>la</strong> pertinaz. Pesados carretones pasaban, a crujidos,<br />
a saltos, sobre <strong>la</strong>s ondu<strong>la</strong>ciones de <strong>la</strong> calle, quebrando<br />
el crista1 de <strong>la</strong>s pozas, y ap<strong>la</strong>stando el barro endure-<br />
cido por <strong>la</strong> noche de hielo. Acezaban 10s caballejos,<br />
golpeando el suelo con <strong>la</strong> energia propia de <strong>la</strong> <strong>la</strong>bor<br />
reci4n empezada. El,aire, tr6mulo de metal so<strong>la</strong>r, con-<br />
denshba el aliento de 10s animales, eircuyendo sus ca-<br />
bema atontadas, de aureo<strong>la</strong>s b<strong>la</strong>nquecinas. Alguna to-<br />
1<br />
.
212 NICICOMEDES GUZM<br />
- ____-<br />
nada escapaba de una bow sin dientes, intentando un<br />
vuelo desa<strong>la</strong>do:<br />
“Cuando sali de mi casa<br />
dos cosas no rnh sentia:<br />
<strong>la</strong> “cal<strong>la</strong>na” en que tostaba .<br />
y <strong>la</strong> pieira en que mo Ea....”<br />
De por all6, otro conductor, huasqueando cruel-<br />
mente a su. best<strong>la</strong>, de pie, equilibrhdose como por mi-<br />
<strong>la</strong>gro en el pescante del vehiculo destarta<strong>la</strong>do, en man-<br />
gas de camisa, rojo de frio, voceaba como un condena-<br />
do:<br />
“Yo que te @stay queriendn<br />
hace un giien tiempo ga<br />
y por quererte tanto<br />
me estoy murieudo, lirh....”<br />
-+Pa ust6 es <strong>la</strong> cand6n, caddto ’e cielo! ....<br />
<strong>La</strong> muchacha que pasaba, jmaldito el cas0 que hi<br />
zo a1 requiebro! \-<br />
<strong>La</strong>s eampanas disciplinadas de Andacollo ya esta-<br />
ban cump!iendo <strong>la</strong> <strong>la</strong>bor matutina. Y alguna beata, de<br />
riguroso luto, CQRIO un sarmentoso dedo que <strong>la</strong> noche<br />
heredara a <strong>la</strong> maiiana, pasaba anuncihdose con <strong>la</strong> so-<br />
najera hueca de sus zuecos.<br />
Como yo para nada dtil servia en <strong>la</strong> casa, era na-<br />
tural que me levantara uno de 10s primeros. El frio no<br />
me acobardaba. Menos, cuando <strong>la</strong>s po<strong>la</strong>inas y el palet6<br />
de gruesa <strong>la</strong>na que me hahia confeccionado Elena, erm<br />
una defensa casi infranqueable contra <strong>la</strong>s ufias acera-
<strong>la</strong> corteza de uno de 10s troncos. Alli habia un corazbn<br />
atrevesado por un cuchillo. No acertaba a comprender<br />
nada. Y s610 cuando muchos aiios despuCs,<br />
junto a <strong>la</strong> tibieza de un cuerpo amado, deberia estar<br />
yo grabando en <strong>la</strong> arena de una p<strong>la</strong>ya kjana el nombre<br />
de una mujer inolvidable, habria de caer en <strong>la</strong> c<strong>la</strong>ridad<br />
de un enigma sentimental, como el que guard6<br />
aquel de'los pinos trillizos, que alzaron hasta hace PO-<br />
CO su heroism0 vegetal frente a <strong>la</strong>s derruidas mural<strong>la</strong>s<br />
del Patronato, como frente a <strong>la</strong>s barbas mismas de 10s<br />
&as ancianos.<br />
Los alumnos del Patronato, herian el aire, en el<br />
ancho patio del colegio, con <strong>la</strong> algazara de sus chillidos.<br />
Mi madre me sorprendi6 cuando me disponia a<br />
atisbar por <strong>la</strong>s rendijas que, sobre el cahal mismo, que<br />
atrevesaba todo el patio, dejaba el tab<strong>la</strong>je que en ese<br />
trecha recmp<strong>la</strong>zaba a 10s murallones. Adentro habia<br />
columpios, escaleras y argol<strong>la</strong>s colgantes para ejercicios<br />
gimx8stico;, en 10s que <strong>la</strong> chiquil<strong>la</strong>da desencadenaba,<br />
al ritmo del loco vaiven, sus gritos y risotadas.<br />
Uegar alli, era una de mis pequeiias <strong>esperanza</strong>s.<br />
--i Enrique! ....<br />
Sabia que mi madre me habia visto. Per0 no atendia<br />
a su I<strong>la</strong>mada.<br />
-i iEmiqd!<br />
Emique no queria tener oidos para <strong>la</strong> voz de su<br />
madre.<br />
.-i i $?nrique!!! .... ilUira, mocosillo condenado! ....<br />
E3 susto me mor&6 ahora <strong>la</strong> nuca. Mi madre atra
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 215<br />
vesaba <strong>la</strong> calle. Entonces me prepark para evitar <strong>la</strong> pil<strong>la</strong>da.<br />
Cuando estuvo cerca de mi, cornenck a moveme<br />
.i<br />
de un <strong>la</strong>do a otro.<br />
-iQu6 es eso, Enrique, por Dios? ....<br />
El juego, en el que se me saltaba el coraz6n, presintiendo<br />
<strong>la</strong> azotaina o 10s palmetazos, dur6py &cos<br />
seguEdos.<br />
-iQu6 nifio &e, Sefior! jYa amaneci6 Dios!<br />
Un niero descuido de mi madre, y apreti. nalgas,<br />
saltando sobre <strong>la</strong>s pozas, hcmdikndome en el barro,<br />
salpichdcme entero. Ne col6 en <strong>la</strong> pieaa coma un eonejo<br />
asustado. Corri hasta mi padre, que aim estaba en<br />
cama. Este dia le toeaba “corta”. El no hizo el menor<br />
gesto que me fuera una promesa de defensa. Con <strong>la</strong>s<br />
<strong>esperanza</strong>i rsostradas, le grit6, sin embargo:<br />
--jPapacito, papacito!<br />
Mi mam5 fuB por <strong>la</strong> correa, que siempre mantenia<br />
sujeta de un c<strong>la</strong>vo, detrss de una de <strong>la</strong>s puertas. Yo me<br />
aferraba a <strong>la</strong> colcha, c<strong>la</strong>mando defensa a mi paps. Pero<br />
cuando lo v! todo perdido, le hui a mi madre, corriendo<br />
alrededor de <strong>la</strong> mesa. <strong>La</strong> poca agilidad suya,<br />
le impedia alcariiiame. Mas, mi padre, tosiendo, se L-<br />
vanth en calzoncillos, me agarr6 de 10s pantalones.’U<br />
me pus0 a disposiei6n de 10s ~otes.<br />
--il\/Pamaeita linda, marnacita linda!. I.<br />
-jChas! idhas! iChas! --!a comea caia en mi tr%<br />
te y en mis canil<strong>la</strong>s eomo un pajarraea inacensabk, obstinaclc<br />
en picoteanne.<br />
--:Toma, asi, eondenado, para que aprendas!
216 NSCOMEDES GuznmFi<br />
-iMamacita, mamacita, si no lo voy a hacer nunquita<br />
&! ,. jNunquita! ....<br />
--iEa. ya est5 bueno! .... iYa est6 bueno, mujer! ....<br />
A pesar de <strong>la</strong> insinuaci6n de mi padre <strong>la</strong> ley fisiea<br />
de 10s cuerpos en movimiento, no iba a prostituirse<br />
en <strong>la</strong> mano de mi madre. Y <strong>la</strong> correa estuvo pbr unos<br />
cuantos se.gundos mh, aperrada con el desayuno que<br />
le era mi cuerpo.<br />
-iAsi, para que aprendas! -rubric6 el 6ltimo<br />
azote, mi madre.<br />
RefregQndome 10s ojos, me arrinconk por ahi, a<br />
masticar el odio sordo que en ese instdnte se me engrifaha<br />
desde el pecho, contra mis padres. No sabia que<br />
pensar de ellos. Pero 10s odiaba. Es decir, no 10s odiaba<br />
verdaderamente. En realidad aquello no era odio,<br />
sin0 simple amor de hijo, inocente amor resentido; m6s<br />
e<strong>la</strong>ro, ammr propio dolido por <strong>la</strong> amargura de un instante.<br />
Ai rat0 despues, Enrique, el pequeiio animalucho<br />
que Chillerrno y <strong>La</strong>ura tenian por hijo, no se<br />
acoydaria de 10s azotes. Sin embargo, <strong>la</strong> madre, todavia<br />
derramaria silenciosas 1iigrima.s de pesadumbre. De<br />
veras, todo castigo que mi madre inflingi6 justamente<br />
a 10s hijos, hoy pienso que fuk como un desgarr6n que<br />
Bizo a su propio coraz6n.<br />
Viitndome tranquilo, mi padre me l<strong>la</strong>m6, luego,<br />
desde su lecho.<br />
--E nrique .....<br />
Fui hnsta 61 enrol<strong>la</strong>ndo un delgado aIambre en una<br />
cmetil<strong>la</strong>. Nzis manos no podian estar quiets.
218 NICOMEDES GUZMAN<br />
2<br />
El robo de <strong>la</strong> noche anterior, habia imposibiiitado<br />
a mi mam6 para mudarnos de ropa como el<strong>la</strong> acostum-<br />
braba. Aquel mismo dia, como yo estuviera salpicado<br />
de barro, se tuvo que conformar con esperar que Pste<br />
se secara, para sacudirlo con una escobil<strong>la</strong>.<br />
Mi papi, a1 levantarse para salir a cumplir con &I<br />
servicio, re sinti6 mal. Tosia ferozmente. Y un agudo<br />
dolor a <strong>la</strong> espaldq casi le impeciia erguirse. <strong>La</strong> rnoja-<br />
da de: dia y <strong>la</strong> noche precedentes, hacia su efecto. Des-<br />
PUGS de trabajar horas y horas en <strong>la</strong> p<strong>la</strong>taforma de uno<br />
y otro tranvia, vehiculos que, por entonces no tenian<br />
parabrisas, frente a <strong>la</strong> lluvia y a1 viento, de 10s que<br />
infitilmente se guarecian oponikndoles un gran paa-<br />
guas ycle ajmtaban de modo propicio peso siempre ine-<br />
ficaz; despuPs de trabajar horas de horas, pisando so-<br />
bre el agua que se apozaba inclemente bajo sus pies,<br />
empaprindolos. cal6ndolos de frio hasta 10s huesos, 110<br />
era extra50 que 10s esforzados trabajadores tranviarios<br />
de aquel entonces se sintieran agarrados de pronto por<br />
alcgGn mal que, de ran solo remezh, les despachara el<br />
alma a <strong>la</strong> otra vida.<br />
El cumplimiento del deber era una de <strong>la</strong>s divisas<br />
de mi buen padre. Y era estricto hasta <strong>la</strong> exageraci6n<br />
en 10 re<strong>la</strong>cionado sobre todo con el trabajo.<br />
--jhda a pedir permiso, hijo! -le insinu6 mi ma-<br />
dre-. iNo trabajes hoy dia, es mejor que te quedes en<br />
ccama!
LA SANGRB Y LA ESPEXANZA 219<br />
---jVaya, <strong>La</strong>ura, parece que no te dieras cuenta de<br />
lo que nos significa <strong>la</strong> phpdida de un dia de trabajo! jY<br />
ahora, especialmente, que tenemos que rehacer <strong>la</strong>s mu-<br />
das! .... jNo, m’hijita, cualquier cosa, menos perder de<br />
trabaj ar !<br />
Se envolvi6 10s pies con papeles, antes de ponerse<br />
10s calcetines. Mi madre le pas6 10s zapatos. El calor del<br />
%rasero 10s habia medio arriscado. El hombre 10s es<br />
tuvo flexibilizando antes de coloc6rselos. Hizo que su<br />
mujer le prendiera algunas hojas de diario en <strong>la</strong> es-<br />
palda, entre <strong>la</strong> camiseta y <strong>la</strong> camisa. Se acomod6 el uni-<br />
forme. Y rnuy peinado. Y bien atuzado el bigote una<br />
vez ca<strong>la</strong>do el abrigo, estuvo listo para salir. Mi madre<br />
lo miraba con ojos extrafios. El estaba p6lido. Ahogaba<br />
<strong>la</strong> tos, para no a<strong>la</strong>rmar a <strong>la</strong> esposa. Y mordia, estoy<br />
seguvo de ello, 10s ayes, cada vez que el dolor le pun-<br />
zaba <strong>la</strong>s espaldas. Es posible que 61 mismo se diera<br />
cuenta de <strong>la</strong> necesidad de quedarse en cama. Pero ha-<br />
bia alli cuatro chiquillos, uno en <strong>la</strong> cama, otro en <strong>la</strong><br />
silleta. otro -yo--, tramando maldades, otro en <strong>la</strong> es-<br />
cue<strong>la</strong> y una paciente y tierna hembra: cinco organis-<br />
mos pendientes de su esfuerzo y de su lucha.<br />
Se encasquet6 <strong>la</strong> gorra. Se despidi6 carifiosqente.<br />
Y se fuC. A1 caminar, se irgui6 bien para disimu<strong>la</strong>r sus<br />
malestares. Yo me qued6 llorando. Era un llor6n sem-<br />
piterm. <strong>La</strong>s 16grimas me asaltaban por cualquiera fu-<br />
tiha. Esta vez, mi padye no pudo eolumpiarme en su<br />
piema. <strong>La</strong> causa era suficiente para que se me anima-<br />
*a <strong>la</strong> pena en el coraz6n.
220 NICOMEDES GUZW<br />
iY de grandes, que de cogas no se tienen que sa<br />
portar, haciendo un guiiiapo de risa de cada hgrimci8<br />
que pretenda arranchsenos!<br />
.
CAPITULO TEncERo<br />
GARRAS<br />
ARIOS DIAS CAYERON como pe-<br />
sadas piedras, trizando <strong>la</strong>s turbias<br />
pozas del tiempo. Cartas de obscu-<br />
. ra significaci6n saltaron al rect&&o humilde de nues-<br />
tra pobre vida. <strong>La</strong> lluvia se habia ensa6ado de nuevo<br />
sobre <strong>la</strong> ciudad. Y nuestro barrio parecia hundirse, ti-<br />
ritando como un viejo decrhpito, bajo el peso de 10s<br />
lfquidos rebencazos celestiales. El viento ulu<strong>la</strong>ba, a ve-<br />
ces, rehansndose <strong>la</strong>s a<strong>la</strong>s en <strong>la</strong>s ca<strong>la</strong>minas mohosas de<br />
<strong>la</strong>s casas gihadas y de los ranchos. Y de pasada mor-<br />
&a el corazh de <strong>la</strong>s- campanas y <strong>la</strong>ceraba el cuerpo<br />
de 10s hermanos pinos, que c<strong>la</strong>maban por una estrel<strong>la</strong><br />
para sus confidencias vegetales.<br />
Mi padre, en el lecho, se esforzaba por olvidar sus<br />
dolencias, fijando su voluntad en <strong>la</strong>s pAginas de dgh<br />
1
222 NICOMEDES GUZMAN<br />
libro, de 10s tantos que pob<strong>la</strong>ban 10s anaqueles de un<br />
pequeiio estante ubicado en un rinc6n. Sobre el ve-<br />
<strong>la</strong>dor, se api<strong>la</strong>ban 10s frascos con “tomas” y una taza<br />
de tilo que reciCn le habia preparado mi madre, hu-<br />
meaba, semejando <strong>la</strong> b<strong>la</strong>nca y floreada chimenea de<br />
quiz& que fAbrica extraordinaria.<br />
+Deja <strong>la</strong> lectura, m’hijo, por favor! -pedfa mi<br />
madre-. i<strong>La</strong> fiebre te est6 comiendo y te hace mal!<br />
El hombre <strong>la</strong> mir6 desde el lecho, con una pura<br />
mirada de comprension. Estaba pAlido, ojeroso, trhu-<br />
lo. Abatido fisicamente. Per0 tenia el espfritu integro.<br />
Y sus pupi<strong>la</strong>s eran lo bastante expresivas como para<br />
contener y demostrar <strong>la</strong> verdad de su realidad intema.<br />
-iCal<strong>la</strong>, <strong>La</strong>ura, m’hija! iSi t6 supieras lo bien que<br />
me hace todo est0 que leo! iNunca se comprende me-<br />
jor que en rnomentos como estos <strong>la</strong> importancia de 10s<br />
libros! ;Yo no sd que seria de 10s pobses hombres si<br />
no existieran 10s libros ni quienes 10s hicieran!<br />
Su voz era tranqui<strong>la</strong>, luminosa, entera.<br />
-iTe alteras, Guillenno! iMejor es que dejes de<br />
leer! ;Newsitas estar tranquilo, viejo!<br />
+Deja, deja, mujer, no seas majadera! iMira lo<br />
que es esto: belleza de pensamiento desde el titulo mis-<br />
mo: “<strong>La</strong> conquista del pan”!<br />
-iPeFo, hijo, ese libro lo has leido no SC cuAntas<br />
veces!<br />
--iY cada vez parece m6s grande!. is610 10s grm-<br />
des libros, <strong>La</strong>ura pueden leerse much veces! iDQja-<br />
me tranquilo, mujer! ....
---_I --<br />
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 223<br />
--<br />
En mi cabeza qued6 rondando el titulo: "<strong>La</strong> conq&ta<br />
del pan".<br />
Pasado un rato, POT asociaci6n de ideas, sin tener<br />
hmbre siquiera, dije a mi madre:<br />
-Pan, mamA.....<br />
-iA esta hora no hay pan, mafioso, no mAs! .<br />
4 j o secamente <strong>la</strong> seiiora.<br />
-+Yo quero pan!<br />
Ohid6 <strong>la</strong> entretenci6n que en aquellos momentos<br />
me distraia y concentre todas mis energias en <strong>la</strong> solicitaci6n:<br />
-iUn pedacito de pan, mamacita!<br />
--iDale "un pedazo de pan a ese chiquillo! iQuC<br />
mocoso fregado!<br />
Mi padre habia desatendido el libro. U esper6 que<br />
mi mamA me diera el pan. Martina, atada a su silleta<br />
de brazos, empez6 tambih a c<strong>la</strong>mar:<br />
---iTero tan! iTero tan, mamA! ....<br />
-jPero, hombre, no malenseiies a 10s chiquillos!<br />
-reaccionb mi madre.<br />
-iUn pedacito de pan! -gritaba yo.<br />
.-iTan, tero tan! iTan, mamatita! ....<br />
Los c<strong>la</strong>mores de Martina se apoyaban en el cayado<br />
debilucho de un l<strong>la</strong>nto mon6tono y sin IAgrimas.<br />
Pero, <strong>la</strong>s 16grimas que no lloraba Martina, habia<br />
de Uorar<strong>la</strong>s mi madre. L<strong>la</strong>nto silencioso, sangrante,<br />
que le arranc6 sollozos cortantes, despubs que nos re-<br />
-io a ambos chiqujUos un pequeiio y 6nico trozo
de pan que encontr6 en el tarro donde acostumbrah<br />
. a guardarlo.<br />
---iPor <strong>la</strong> mierda! --grit6, revolvihdose en el lecho<br />
el hombre-. iQu6 mierda es estar enfermo!<br />
'41 guard6 el libro debajo de <strong>la</strong> almohada.<br />
KO hacia mucho rat0 que habiamos tomado desa<br />
yuno. Yo, <strong>la</strong> verdad, no tenia hambre. Y mientras<br />
Martha masticaba su trocito de marraqueta, yo escurri<br />
el mio, porque lo hall6 duro, por una rendija de<br />
uno de 10s guardapolvos, en un descuido de mi mam6.<br />
En el lecho. alrxn mi padre ruia, mordiPndose, revolviCndose:<br />
-iTener que estar en <strong>la</strong> cma sin ganar un diez!<br />
<strong>La</strong> esposa lloraba todavia, sin decir nada, pe<strong>la</strong>ndo<br />
papas en una pa<strong>la</strong>ngana.<br />
2<br />
-LTiene, que irse a1 hospital, hombre. Su cas0 necesita<br />
atenci6n especial.<br />
-LPero qu6 puedo tener de tan grave, doctor?<br />
-iNo se haga el ingenuo, hombre! -exc<strong>la</strong>m6 el<br />
medico, medio ironizando-. iTiene dec<strong>la</strong>rada una pulmonia<br />
quc no si? por qu4 no se lo ha llevado ya!<br />
<strong>La</strong>s manss de mi madre y <strong>la</strong>s carnes de sus me@-<br />
Das, temb<strong>la</strong>bsn a espaldas del doctor. Su garganta,<br />
desde hacia rato ya, estrujaba un sollozo.<br />
-Voy a pedirle una ambu<strong>la</strong>ncia .... -advirti6 et<br />
doctor, despidihdose.<br />
I
LA SANGRE Y LA ES”W 2%<br />
Ido ya, el enfermo se irguici en <strong>la</strong> cama.<br />
--jEh, qu6 tal? .... iEnfermarme ahora por h... ! ....<br />
Se mordi6, miriindome. Habia reprimido una pa<strong>la</strong>bra<br />
gruesa por mi so<strong>la</strong> presencia. Se mesh 10s cabellos.<br />
Estaba verdaderamente exasperado. No lo habia visto<br />
nunca asi. Tuve <strong>la</strong> impresi6n de que nunca m6s en <strong>la</strong><br />
vida. su rostro, desde aquel instante, habria de animiir.<br />
una sonrisa.<br />
-iTener que enfermarse uno, caramba!<br />
<strong>La</strong>nzaba puhetazos a1 colch6n. Estaba fuera de si.<br />
<strong>La</strong> serenidad habia huido hasta de sus uiias.<br />
-iCarajo, venir a enfermarme ahora, carajo!<br />
3’116 preeiso que interviniera mi madre:<br />
-iPero, m’hijito, qu6 sacas con alterarte! iTe puede<br />
haeer miis mal! iC.blmate, Guillermo!<br />
-iPero, <strong>La</strong>ura, caramba, parece que se te hubiera<br />
cerrado <strong>la</strong> mollera y no comprendieras! ....<br />
+Qui& no comprende eres th! iT6, si, tienes cerrada<br />
<strong>la</strong> mollera, m’hijito! iEstiis detestable, jsabes?!<br />
iN0 reflexionas! jTe estb rebajando, Guillenno! ;TI&<br />
tan tranquilo, tan sereno, siempre! ....<br />
Mi madre habia descubierto un arms para vencer<br />
BUS resistencias y exasperaciones: el amor propio de!<br />
hombre.<br />
--iPero, jno ves, <strong>La</strong>ura, que estoy como un pem<br />
acorra<strong>la</strong>do? iLos leones de 10s circos no se sentiriin como<br />
yo, mujer!<br />
-iPero, m’hijo querido, eso es lo que tienes quo<br />
mmprender! iNecesitas ir a1 hospital, y te vas!<br />
15-~a <strong>sangre</strong> y <strong>la</strong> esperaaza. I
--iY ustedes se mueren de hambre mientras Ianto,<br />
c<strong>la</strong>ro!<br />
-iQl;e hombre, quk hombre! jSi no es para tanto,<br />
m’hijof iNo hagas mAs trAgica <strong>la</strong> situacihn, hombre!<br />
-iPero, vieja! iCarajo que son cortas <strong>la</strong>s mujeres!<br />
P&i madre se desesperaba. Estaba a punto de <strong>la</strong>r-<br />
gar f.1 I<strong>la</strong>nto.<br />
-:Est& enfermo, hijo, y grave! i<strong>La</strong> soluci6n es el<br />
hospital! i’JX siempre has‘sido valiente, y ahora acobardas’<br />
iBonito viejot iEs una situaci6n a <strong>la</strong> que tienes<br />
que saberle hacer frente, no hay mi%!<br />
?or lzrgo rato, mi pdre estuvo hundido, el &50<br />
feamente fruncido, cavi<strong>la</strong>ndo. El momento no era para<br />
l<strong>la</strong>ntos. Sin embargo, mi pobre mam6 no aguant6<br />
miis, y se apret6 a1 pecho de su marido, sin fuerzas ya<br />
para contener <strong>la</strong> lluvia trkmu<strong>la</strong> de sus sentirnientos.<br />
E! hombre <strong>la</strong> oprimi6, tembloroso, contra sf. Le<br />
beg6 10s cabellos. Los ojos. <strong>La</strong> frente. <strong>La</strong> volvi6-a apegar<br />
a su pwho. Y dijo como para 61 mismca:<br />
--iEstaba siendo un esttipido! jNo tengo m6s que<br />
isme!<br />
<strong>La</strong> nuez, en el cogote, se le inquietaba. Parecia<br />
tragar saliva. Pero era que reprimia el dolor de su espiritu<br />
que ya habia perdido integridad, contaminzdo<br />
pr el mal disico Ea fiebre le habia puesto rojo el ros-<br />
f<br />
tro. Y <strong>la</strong> tupida barba de tres dias ce6ia a su aspecto,<br />
el cslendario de una edad increible.<br />
Mi madre se levant6. Ya no lloraba. Parecia ha-<br />
besse fortificado despuks de aquel breve ar-ranque de
trataba de encontrar. re<strong>la</strong>ci6n entre el zumbido de <strong>la</strong><br />
tetera casi Mente y el rumor que 10s trenes hacian<br />
por Ias noches, al pasar por <strong>la</strong> via no lejana.<br />
Adriana, en su CUM, anhima, distante, dormfa su<br />
celeste ~qeiio de &gel. De pronto, record6 que mi papb<br />
no me habfa columpiado antes de irse. Tuve gande<br />
echar mis <strong>la</strong>grimones. Mas, me olvide de ellos, gracias<br />
a <strong>la</strong> llegada del W, que posefa buena co<strong>la</strong>, bue<br />
pa9 orejas y buen pe<strong>la</strong>je para entretencih da.<br />
El cuarto estaba lleno de sombras.. <strong>La</strong> lluvia insistfa<br />
con sus pisadas de p6talos sin vida. Y nuestros<br />
corazones, se M a que tenian acentos de leves guitamas<br />
afinando sus cuerdas, para un aria inmediata de<br />
angllstia
Elena se paseaba como una ma&, meciendo n <strong>la</strong><br />
peque%a, mientras le cantaba inWlmente:<br />
‘%%+a quapca hda<br />
no quiere dormir,<br />
porque no le hen<br />
flores del jard in,...”<br />
3chsss .... Schsss .... Schsss .... -continuaba-. $a-<br />
lle, mi linda, si ya viene <strong>la</strong> mamita! Schsss .... Schsss ....<br />
jYa viene <strong>la</strong> mamita, jno?! ....<br />
Yo me sentia habitante de un mundo extrafh. <strong>La</strong><br />
obscuridad Is envolvia -todo. S610 el rescoldo, en medio<br />
de 13 pieza, era corn0 un rojo pQrpado soiioliento, nu-<br />
triendo <strong>la</strong> sombra de un leve resp<strong>la</strong>ndor. Los ojos del<br />
Mimi, que m5s de una vez c<strong>la</strong>varon en 10s mios 10s<br />
verdes pLliiales de sus miradas, arreabap mi coraz6n<br />
hack hoscos potreros de miedo. El hedor del cuarto<br />
cerrado, habiase dob1egid.o a <strong>la</strong> fragancia saluda5le del<br />
caf6 que recikn E’lena habiame dado. ME! quedaba un<br />
trocitc de pan ah. V saborejbalo como pudiera ha-<br />
berlc, becho e1 gat0 mismo.<br />
-j Cal<strong>la</strong>dita, guaguita linda! iYa, pues, m’hijita<br />
querida! Schsss.. .. Schsss (.... Schsss .... ;!hitito, tutito,<br />
preciosa!<br />
EXena tenia una maravil1.osa condici6n de madre.<br />
Mi instinto de hijo advertiamelo. Muchas veces me go-<br />
d. zdurrni6ndome en su falda y apegando mi rostro<br />
goloso de tiernos calores a su pecho en que una nueva<br />
vida comenzaba ya a defhirse en dos brotes duros y<br />
promisores.
--<br />
LA SANGRE Y LA ESPERPLNZA 233<br />
pr pura f6rmu<strong>la</strong>. Se sentia chorrear el agua de 10s<br />
paraguas. LTiw luz de _cobrizos destellos bati6 su aba-<br />
nico desde <strong>la</strong> Empara. El Mimf fiauqueaba, enarcando<br />
<strong>la</strong> co<strong>la</strong>.<br />
-Asiento.... --ofreci6 mi madre a 10s hombres-.<br />
Van a perdonar ustedes, pero 10s chiquillos quedaron<br />
solos .... iEsta Elenita es tan miedosa! .... iNi pensarlo<br />
que les iba a abrir! ....<br />
En el fondo, seguramente, estaba feliz de <strong>la</strong> acti-<br />
tud de <strong>la</strong> hija.<br />
-iNo importa, sefiora, comprendo! iQuiz4s quienes<br />
puedan venir en su ausencia a golpear <strong>la</strong> puerta, e6<br />
tando 10s niiios solos! .... iEs mejor que no abran! .... iY<br />
dmo dej6 a1 compaiiero? ....<br />
Mi madre se qued6 pensativa, ensimismada.<br />
-i Guillermo estA mal! .... -pronunci6, luego, amar-<br />
ga y <strong>la</strong>c6nicamente, sacando el paiiuelo de su bolsillo.<br />
--iVaya, seiiora, y tan buen compafiero que es<br />
QuildrGn!..,. jEnfermarse, caramba! .... jNo sabe lo<br />
que pierde <strong>la</strong> organizad6n con su enfermedad! ....<br />
-iQd vamos a hacerle, Rogelio! -exc<strong>la</strong>m6 mi<br />
madre, con falsa resignaci6n-. ;Primera vez que Gui-<br />
nenno se enferma!<br />
-Bueno, seiiora, nosotros venfamos de parte del<br />
Consejo a hab<strong>la</strong>r con 61.<br />
E3 l<strong>la</strong>mado Rogelio, era un hombre maduro, alto,<br />
cordial. El otro, parecia ser hijo suyo. Ambos vestian<br />
el uniforme tranviario.<br />
-Podrfan ir a1 hospital, mafiana, pues, Rogelio.
234 NICONIEDES GUZMAN<br />
_----I- -<br />
-En redidad .... En realidad .... Pero podemos decirle<br />
a usted tambi@n, desde luego, <strong>la</strong> razh de esta Vi<br />
sita .... <strong>La</strong> cosa es cuesti6n econ6mica .... Y creo que le<br />
interesa mhs a usted que a 61 ....<br />
-E<strong>la</strong>ble, no mas, Rogelio.<br />
-Usted sabra que en el Consejo tenemos algunos<br />
Eondos para soeorros de 10s socios cuando se enferman.<br />
Pues, a eso venia yo. Anoche, en reunibn, se acordi,<br />
entregar dos pesos diarios para el compaiiero Quilodr5n.<br />
Poca cosa es, pero usted sabe, el Consejo acaba<br />
de fundarse, y no alcanza para mh..<br />
Mi madre se quedd meditabunda. Vaci<strong>la</strong>ba tal vez<br />
en aceptar el ofrecimiento. Orgullosa y rebelde, dentro<br />
de toda su humildad, acaso se sintiera humil<strong>la</strong>da.<br />
El compaiiero comprendi6.<br />
--Si esto es cosa de acuerdo, sefiora. Para eso el<br />
compafiero paga sus cuotas todas <strong>la</strong>s quincenas. Es una<br />
cosa de obligaci6n que a1 que se enferme, el Conseja<br />
time que ayudarlo. Nosoiros venimos a avisarle y a<br />
entregarle el dinero por 10s dias que el compaiiero ha<br />
estado sin trabajar.<br />
A b vacil6 mi madre. Pestaiieaba. Mas, acept6, por<br />
fin.<br />
-Traten en todo cas0 de hab<strong>la</strong>r con Guillenno,<br />
maiiana, en el hospital .... Yo en todo caso, le hare sa-<br />
ber &to. Qued6 en San Vicente. Pero qued6 en <strong>la</strong> Sa-<br />
<strong>la</strong> de emergencia, nada m6s .... Mafiana le darh cama<br />
def initiva. ...<br />
-<br />
.
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 235<br />
- ~-___- -<br />
-IrA una comisi6n a visitarlo mafiana, compaiie<br />
ra .... Bueno, nos vamos....<br />
Se levantayon. Habia una andha satisfacci6n en el<br />
mstro de 10s hombres, a1 retirarse. El m6.s joven sac6<br />
una moneda de su bolsillo, y me <strong>la</strong> did.<br />
--iNo lo acostumhre a mal, joven! 4ijo mi ma-<br />
dre.<br />
Se dieron <strong>la</strong> mano. Yo estaba radiante con mi<br />
chaucha.<br />
--;Hasta luego, seiiora! ....<br />
-;Haski luego! ....<br />
--Hasta luego, muchas gracias ....<br />
Ekna, recih, habia logrado hacer cal<strong>la</strong>r a <strong>la</strong> pe-<br />
quegue<strong>la</strong>. Mi madre se acostcj junto a el<strong>la</strong>, para darle<br />
el'pecho. Yo, jugando con <strong>la</strong> bril<strong>la</strong>nte moneda, haci4n-<br />
do<strong>la</strong> rodar por el piso, sentia rezongar a <strong>la</strong> mamonci-<br />
P<strong>la</strong>, mientras se hartaba en 10s pechos gr5vidos de mi<br />
buena madre.<br />
Antes de acostarnos, Elena y yo bebimos una taza<br />
de cafd, que nos sirvi6 <strong>la</strong> seiiwa. Esa noche no habia<br />
comida.<br />
MBs tarde, a obscuras, entre el repiqueteo de <strong>la</strong><br />
I!uvia incesante y el golpe de viento rabioso, habria de<br />
sentir yo hurgar en el cuarto, <strong>la</strong>s manos profundas de<br />
10s sollozos y suspiros, movidas como invisibles pero<br />
humanas luces en <strong>la</strong> obscuridad doliente del aire.
\<br />
L E ONTINA<br />
ESPERTl3 AQUELLA MAmANA<br />
a1 golpe de 10s brances parroquia-<br />
les. <strong>La</strong>s campanas echaban al aire<br />
desbordante de sol su repicar cascado, como risa de<br />
hembras histhricas. Por el tragaluz ahado sobre <strong>la</strong><br />
puerta de calle de nuestro cuarto, <strong>la</strong>s manos de un cie-<br />
10 profundo inundaron de azul mis pupi<strong>la</strong>s. En un h-<br />
gulo, uno de 10s buenos amigos pinos, a<strong>la</strong>rdeaba,-mos<br />
&ando un puiio verde.<br />
Me qued6 atento a1 son de <strong>la</strong>s campanas. E insen-<br />
siblemente, me evadi hacia un trecho de nuestra vida<br />
pasada. A un trecho de mafiana como tantas en que<br />
Martina y yo, disputamos el derecho a disfrutar de <strong>la</strong><br />
compaiiia paterna. Mi madre terminaba siempre por<br />
tras<strong>la</strong>darnos a ambos al lecho de su “viejo”. Y allf,<br />
junto a su calor, como dos perros nuevos dispensando<br />
1
LA SANGRE P LA ESPERANZA 239<br />
Eran esos instantes que bien podian tener <strong>la</strong> sig-<br />
nificaci6n de <strong>la</strong>s lucibrnagas. Pero, ~7a habian ocurri-<br />
do. Ya eran propiedad exclusiva del pasado. Ahora, en<br />
aquel otro instante, nada mhs que <strong>la</strong>s c<strong>la</strong>ras manos ex-<br />
tendidas del cielo. Y un verde pufio vegetal. .<br />
2 .<br />
Me levant& En <strong>la</strong> calle, el aire, entumecido, des-<br />
percudia en caliente or0 sils manos. El sol golpeaba con<br />
sus pezuiias todo el pecho dcscanchado de casas y ran-<br />
chos de cara a1 oriente. Mas, mi padre estaba en el hos-<br />
pital.<br />
-iConvidame pan!<br />
Frente a mi estaba Leontina, <strong>la</strong> Tina, como le de-<br />
cian, ulia chica de unos diez afios, hija de quidn sabe<br />
qui& peio que paraba, a veces, en <strong>la</strong> casa de nuestra<br />
vecina, doiia Eufemia. I<br />
-jConvidame un pedacito de pan! -repiti&<br />
Yo, sentado a nuestra puerta, hacia bai<strong>la</strong>r un pie.<br />
<strong>La</strong> mird de reojo, apretando mi pedazo de pan en 3a<br />
diestra. Lo estaba comiendo de a miguitas.<br />
-j R'<strong>la</strong>aa! .... -dije.<br />
Y segui echhdome migas a <strong>la</strong> boca. El<strong>la</strong> estaba<br />
descalza. Tenia unos pies casposos, rojos. Unas manos<br />
hinchadas de sabaiiones. Era legaiiosa, de crenchas tie-<br />
zas. Y vestia unas tiras que en algtin tiempo deben ha-<br />
ber sido de<strong>la</strong>ntal o vestido. Tiritaba, castaiieteando los<br />
dientes.<br />
4
240 NICOMEDES GUZMAP? -<br />
-;Dame pan! .... -pidi6 ah. iUn pedacito, no miis,<br />
pa probarlo!<br />
,Yo le a<strong>la</strong>rgu6 una pequefia corteza tostada. P<br />
cuando iba a recibirme<strong>la</strong>, <strong>la</strong> retir6. Repeti esto varias<br />
veces. <strong>La</strong> veia desesperarse. Y gozaba. Acaso 6sta fu6<br />
mi primera canalleria consciente. Sabia que el<strong>la</strong> sufria.<br />
Por fin, ridndome, tir6 el trocito de pan a una poza.<br />
Tal vez crei que el<strong>la</strong> iba a rescatarlo del agua. Per0<br />
no fu6 asi.<br />
-iNo sehi mezquino! iDame un pedazo! ....<br />
<strong>La</strong>s pupi<strong>la</strong>s, perdidas entre 10s phados supuran-<br />
tes, se le alumbraban de anhelos. <strong>La</strong> enga66 un rat0<br />
ab. Y termind dhdole <strong>la</strong> mitad de mi pedazo de pan.<br />
Se lo comi6 rhpidamente. Se sent6 a mi <strong>la</strong>do. Asomd<br />
<strong>la</strong> cabeza hacia adentro del cuarto.,<br />
-iMira -me dijo-, dame el otro pedazo, y te ha.<br />
go una cosita!<br />
Se atrac6 a mi y me tom6 uqa pierna. Yo temb<strong>la</strong>-<br />
ba, pestaiieando, pestaiieando. iLe daria o no mi pan?<br />
Estuve un rat0 dudando. Debo haberme decidido a no<br />
dhselo, porque, en un descuido, el<strong>la</strong> me lo arrebatb.<br />
Y huyci, corriendo como una gallina, y se ocult6 en<br />
uno de 10s pasajes cercanos. FuC raro que yo no llora-<br />
ra. Mi madre estaba en <strong>la</strong> cocina y no se impuso de<br />
nada. El sol se acurrucaba junto a mis pies, lo mismo<br />
que un gato, ronroneando. <strong>La</strong>s charcas se emocionaban<br />
de cielo y oro. Y pasaban silbando 10s carretoner&,<br />
huasqueando, de pie en sus vehiculos saltones, 10s ca-<br />
ballos famClicos, esmirriados.
LA SANGRE Y LA E spmZA 2$a<br />
Guard6 por un rat0 el secreto ‘deseo de avistar otra<br />
vez a Leontina. En un descuido de mi madre, fui a dar<br />
una vuelta a 10s pasajes que quedaban hacia atrh de<br />
huestra casa. Volvi rApidamente. No <strong>la</strong> habia visto por<br />
ninguna parte.<br />
Cuando regres6 Elena del colegio, se dedic6, a es-<br />
condidas de mi madre, que estaba en <strong>la</strong> cocina, a <strong>la</strong>-<br />
varme y a limpiarme 10s zapatos, pues, habiame en-<br />
contrado, ‘feliz. confeccionando adobes sin molde en<br />
una poza.<br />
En <strong>la</strong> cocina estaba mi madre muy pensativa. Es-<br />
to no era extrafio: pasaba asi desde que mi padre cay6<br />
enfermo. Sus ojos estaban rojos. Seguramente habia 10-<br />
rado mucho.<br />
-iQd le pasa, mamA? ,...<br />
Elena <strong>la</strong> besrj.<br />
-iNada, m’hijita!<br />
Eas papas estaban sin pe<strong>la</strong>r ah. Apenas <strong>la</strong> tetera<br />
hervia en el fuego. Elena so pus0 a mondar <strong>la</strong>s papas.<br />
Yo salt Por frente a <strong>la</strong> casa, pasaban dos guardianes<br />
de a caballn. Yo !es temia a esta especie de uniforma-<br />
dos. Pero en <strong>la</strong> puerta de nuestra casa me sentia se-<br />
N O .<br />
-iPaa “soliiio”, paco soliiio! -1es grit&, hacibn-’<br />
doles una morisquetas.<br />
Ellos reian a carcajadas. Sus trajes eran como pro-<br />
fundas carcajadas azules, en medio de <strong>la</strong> calle llena &<br />
Sol.<br />
Martha, que jugaba inadvertida en el patio,<br />
>6.-<strong>La</strong> <strong>sangre</strong> y <strong>la</strong> <strong>esperanza</strong>.
arra.stra:zdo sas patitas de pol<strong>la</strong>, y comenz6 a corretear,<br />
hurgando en todas <strong>la</strong>s cosas a su alcance.<br />
Asf, se acerc6 <strong>la</strong> hora de almuerzo. Elena pus0 10s<br />
p<strong>la</strong>tos. Y mi madre, toda compungida, entr6 con <strong>la</strong><br />
ol<strong>la</strong> humeante. Yo golpeaba <strong>la</strong> mesa con mi cuchara.<br />
-;Estate tranquilo, hijo! iQu6 bul<strong>la</strong> es esa? ....<br />
;,Par qu6 se mordfa mi madre? A momentos, su<br />
boca se fruncia, tambi6n y daba <strong>la</strong> impresi6n de una<br />
ehiquil<strong>la</strong> que fuera a llorar. Mi hermana mayor esta5a<br />
silenciosa, inm6vil en su sil<strong>la</strong>.<br />
Mi mam6 vaciaba el cuchar6n en 10s p<strong>la</strong>tos. Sentia<br />
un olor de comida que no conocia. Elena seguia silenciosa.<br />
Y asi, en silentio, comenz6 a comer. Yo tambiCn<br />
quise hacerlo. Per0 no pude.<br />
-iEstA ma<strong>la</strong>! -grit&<br />
Mire a mi madre, ensoberbecido.<br />
-iCome esa comida, Enrique!<br />
-~NQ quero! -chill6 ahora.<br />
-~Qu6 es eso, Enrique? .... iCaramba, no m&! ....<br />
Mi mamA fu& a descolgar <strong>la</strong> correa. Estaba condenado<br />
ya a comer <strong>la</strong>s papas con chicharrones. Hice un<br />
esfuerzo. Mas, el caldo se me devolvia. Era imposible<br />
qui lo comiera. Nnnca se habia hecho esta extrafia comida<br />
en casa. A Elena, despu& de haberse comido casi<br />
todo el contenido del p<strong>la</strong>to, <strong>la</strong>s harcadas comenzarcn<br />
a virarle el estrjmago. Tuvo que salir a1 patio.<br />
Mi madre, tras de mi, tir6 <strong>la</strong> correa en <strong>la</strong> mesa, y<br />
se apoy6 en mis d&iles hombros. <strong>La</strong> morriiia me mantenia<br />
en un hermetismo agio y seco. Gacha <strong>la</strong> cabeza<br />
-.
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 243<br />
-__ - ._I_<br />
no hacia sino pestaiiear y morderme. Senti de sfibito<br />
algo como un crujido de gozne sin aceite. 6) como un<br />
hip0 seco. Era un sollozo ahogado. E2 fruto del sollozo<br />
no tard6: gotas lentas, pesac<strong>la</strong>s, como arvejas de azo-<br />
gue, se hundieron en <strong>la</strong> reducida <strong>la</strong>guna de mi p<strong>la</strong>to,<br />
donde <strong>la</strong>s papas cocidas eran como <strong>la</strong> superficie pe<strong>la</strong>da<br />
de nuestras vidas, y 10s chicharrones, <strong>la</strong> crispaci6n de<br />
nuestros grises dfas deso<strong>la</strong>dos.<br />
3<br />
. Allf culmin6 <strong>la</strong> angustia de esos dim.<br />
- -iEsta tarde no vas a ir a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>! .... -dijo mi<br />
madre a Elena, llorando ah.<br />
Mi hermana se sinti6 muy molesta. Le dolia fdtar<br />
a sus estudios. Estaba en sexto aiio. Mi madre se quit6<br />
del anuiar el anillo de matrimonio y se lo entreg6 en-<br />
vuelto en un trocito de peri6dico.<br />
-iAnda a San Pablo, -le dijo-, pide diez pesos!<br />
-Bueno, mam5 ....<br />
-iVamos, Elena? .... --.propuse yo.<br />
-Si, 116valo .... ---aprob6 mi madre.<br />
Salimos.<br />
El sol, cantaba en el aire, corm un zorzal exhtico,<br />
<strong>la</strong>deando <strong>la</strong> rubia cabeza de oro. MAS all& de Mapocho,<br />
<strong>la</strong> calle reia a tredhos, contrayendo el espejo de <strong>la</strong>s po-<br />
zas, que, de czra a1 cielo, descubrian el sarro verde<br />
del ICgamo que 10s dias sin agua habian acumu<strong>la</strong>do co-<br />
mo continentes vegetales en <strong>la</strong> superficie liyuida. co-
244, NICOMEDES GUZMAN<br />
rrfa ese tramo de tiempo inundado de luz y de tibieza,<br />
con que el invierno se tafx<strong>la</strong> el pecho: el “veranito de<br />
Sm Juan”.<br />
Vagabundos y hoja<strong>la</strong>teros tomaban el sol en <strong>la</strong>s<br />
veredas, raschdose o comiendo sus “bguches” de<br />
“picante”, remojados con vino de a treinta el litro. El<br />
cuei-po de Elena --c6lido fruto en agraz- l<strong>la</strong>maba poderosamente<br />
<strong>la</strong> atenci6n. Y <strong>la</strong>s groserias resba<strong>la</strong>ban por<br />
* 61 desde <strong>la</strong>s bocas desdentadas, como lenguas secas.<br />
San Pablo ardia de humanidad y de ferreteria en<br />
movimiento: perca<strong>la</strong>s, tiras, golpe azul de tranvias en<br />
galope. Alli, en <strong>la</strong> esquina de Cumming, <strong>la</strong>s agencias<br />
se anunciaban:<br />
”El C6ndor”.<br />
‘%a Victoria”.<br />
Apretujamiento de gritos, de rec<strong>la</strong>moa. Mujeres,<br />
hombres, chiquillos y perros, en que <strong>la</strong> miseria asoma-<br />
ba, pe<strong>la</strong>ndo sus dientes de chacal.<br />
Continuamos hasta Baquedano. AUi estaba <strong>la</strong> Ca-<br />
sa de Pdstamos y Niontepio “<strong>La</strong> EstreUa <strong>La</strong>cre”. Ha-<br />
bia menos gentes. Per0 tanta o m b miseria que gente.<br />
Y perros tambien, que olian todas <strong>la</strong>s piernas y que<br />
paraban <strong>la</strong> pata donde mejor les p<strong>la</strong>cia. El olor espeso<br />
de <strong>la</strong> naftalina se confundia con el de <strong>la</strong> creolina con<br />
que reci6n habian regado el pis0 y con el hedor de 10s<br />
cuerpos sebosos. Los paquetes se alineaban en el me-<br />
sh.<br />
-iA ver --de& un espafiol-, ezta pollera,<br />
4 cdmto ? !
-Ocho.... -pronunci6 <strong>la</strong> voz humilde de una mujer<br />
.<br />
--~Ezth loca, sefiora? .... iNo ze vaya tan alto! ....<br />
iCuatro, ya, cuatro!<br />
-Este .... Gueno ....<br />
-iA ver, jezta colcha can eztos zapatos? ....<br />
-Q uinc e....<br />
-jNo, diez le damos!... .<br />
-Deme doce ....<br />
-No .... Diez ....<br />
-Gueno....<br />
Un hombre gibado, sin afeitarse, hediondo a vino<br />
y a causeo, enh-6 sadndose el paletci. Se abri6 paso entre<br />
<strong>la</strong> gente, se acerc6 al mesh y fir6 <strong>la</strong> prenda.<br />
-LE&, iior, p5seme cine0 pesos por esto! ....<br />
-iC6mo ze conoze que eztiis con el cuerpo rnalo!<br />
.... -rib el espaiiol.<br />
-Apdrele, iior ....<br />
-iTe vaz a aguantar un poco! .... i.Zi no, te vaz? ....<br />
El hombre no hablb ds. El cuerpo alcoholizado<br />
le temb<strong>la</strong>ba.<br />
Otro espaiiol, que sacudh dillgentemente unog eseaparates,<br />
cant6:<br />
“Zi <strong>la</strong> reina de Ezpaiia rnuriera<br />
Carlos Quinto volviera a rebar,<br />
eorreria <strong>la</strong> zangre ezpclrio<strong>la</strong><br />
eomo eorren 1% o<strong>la</strong>a del mar..-”<br />
<strong>La</strong> timidez de mi hemana a<strong>la</strong>rg6 <strong>la</strong> espem.
-iEa, tb, zaga<strong>la</strong>, ;qu6 tram? ,... -habl6, de repente,<br />
el espaiiol del medn, advirtiendo recihn a Elena.<br />
-iDiez pesos! .... 4ijo Elena, a<strong>la</strong>rghdole el anillo.<br />
El hombre tom6 de un caj6n una lima y <strong>la</strong> pas6<br />
por el interior de <strong>la</strong> alhaja. Luego, <strong>la</strong> prob6, aplich<br />
dole un pincelito untado en hido.<br />
+Nueve pezos! ....<br />
Elena vacil6.<br />
--jNo, 4jo, por fin-, diez! ....<br />
El hombre carcajd. Y dirigihndose al que llenaba<br />
llos boletos:<br />
+Una asgol<strong>la</strong> de dieziocho diez pezos! -le grit&<br />
Elena estaba radiante.<br />
Ya afuera, respir6 con inmensas ganas el aire pum.<br />
Tenia grandes deseos de masticar algo y poder tragarlo.<br />
<strong>La</strong>s tripas me sonaban. Mi saliva era espesa, ligosa,<br />
dulce.<br />
Cortando calles en dg-zag, volvimos a <strong>la</strong> casa. Los<br />
charcos verdosos se calentaban como <strong>la</strong>gartos a1 sol<br />
sos<strong>la</strong>yado. Ya era tarde para que mi ma6 pudiera<br />
ir a ver a1 esposo.<br />
Comimos con ansia <strong>la</strong>s huevos fritos que nos dib<br />
nuestra buena madre. En el rostro de <strong>la</strong> seiiora, aleteaban<br />
plumas luminosas y transparentes de tranqui-<br />
Wad.<br />
4 '<br />
Cumdo sali de nuevo a callejear, aguait4ndole el<br />
ojo a mi madre y a n6 hermana, el &a se estaba yendo
en lentas marafias de nubes vioEceas. Sonaban <strong>la</strong>s campanas<br />
levemente. Y hacia el campo. m.5~ all6 de <strong>la</strong> li<br />
nea f6rrea y del rfo, <strong>la</strong>s manos de <strong>la</strong> nieb<strong>la</strong> envolvian<br />
10s pastos, <strong>la</strong>s zarzamoras y 10s 5<strong>la</strong>n-10~ sin hojas. A<br />
lo lejos, punteaba una guitarra. Y un ternero, en algh<br />
establo del alrededor, c<strong>la</strong>maba por su madre. <strong>la</strong>stimeramente,<br />
con voz de nifio extraviado:<br />
-Maaa .... maaa! .... -se oh, c<strong>la</strong>ramente.<br />
Leontina Ueg6 ahora con tardos pasos. Veda rnh<br />
entiimida que nunca.<br />
+,Tenis pan? ....<br />
+Sf, si tengo!<br />
-iCu61 es?, ...<br />
-iVoy a buscarlo!<br />
Fui a <strong>la</strong> pieza. Elena sa& al pasadizo. Y mi mamh<br />
estaba en <strong>la</strong> cocina. Sobre <strong>la</strong>.mesa hbia varios panes.<br />
Tom6, o mejor, rob6 una marraqueta.<br />
Me sent4 con el<strong>la</strong> entre <strong>la</strong>s manos, esperando que<br />
Leontina <strong>la</strong> rec<strong>la</strong>mara. No tard6 en hacerlo.<br />
--iDQme<strong>la</strong>! -me grit6, 6vida.<br />
Yo'reia. Pensaba repetir <strong>la</strong> escena de <strong>la</strong> m h .<br />
Per0 esta vez no permitiria que me <strong>la</strong> ambatam.<br />
-KO te <strong>la</strong> voy a dy, -dije.<br />
--iSi, dAme<strong>la</strong>, iqueris? ....<br />
-iNO!....<br />
Se impacientaba. SP desesperaba. <strong>La</strong> noche habitaba<br />
ya el aire. Y <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s se prendian como tocadas<br />
por una varil<strong>la</strong> mhgica. Xombres y mujeres pa- ban, de vuelta de <strong>la</strong>s <strong>la</strong>bores.
-;Dame <strong>la</strong> marraqueta! -suplic6 Leontina.<br />
Yo me habia sentado sobre el pan.<br />
- jlVIira, dgmelo! -seguia suplieando el<strong>la</strong>.<br />
Se sent6 a mi <strong>la</strong>do. Y como en <strong>la</strong> m&ana, me tom6<br />
<strong>la</strong> pierna. Cor& <strong>la</strong> mano hacia arriba.<br />
--;Dame el pan! -rog6, todavia-. Y te hago 10<br />
que te dije “enta” maiiana.<br />
Yo no recordaba nada. Esperk. Mi instinto acaso<br />
oteara alguna novedad necesaria a su precocidad. El<strong>la</strong><br />
aventurci m6s aim <strong>la</strong> diestra por mi muslo. Apret6. SUS<br />
dedos hurgaron luego. Yo reia. <strong>La</strong> calle estaba solitaria.<br />
Invadida de sombras lechosas. <strong>La</strong> neblina del fondo<br />
se habia encaminado hacia ac6. Hacia 10 alto, <strong>la</strong>s<br />
estrel<strong>la</strong>s, sin embargo, se mostraban intactas. El paso<br />
de urn tren hizo crujir el esqueleto del caserio.<br />
-2Te gusta? .... -me habl6 a1 oido.<br />
Yo no dije nada. Reia so<strong>la</strong>mente.<br />
-iT6came tG <strong>la</strong> pierna! -+ne su.wrr6 despacito,<br />
con mucha ternura.<br />
-iTrae <strong>la</strong> mano!<br />
Su muslo era suave, caliente, duro. Su came nueva<br />
debia ser b<strong>la</strong>nca. Mis &os no hab<strong>la</strong>ban. Pero trataron<br />
de imponerse abiertamente, de algo que pudiera<br />
ser goce, vitalizando de tremu<strong>la</strong> audacja mi mano en<br />
trance de aventura. El<strong>la</strong> no tenia calzones.<br />
Adentro, en el cuarto, se oyeron pasos.<br />
-i Wjame! .... --chill6, a<strong>la</strong>rmada, Leontina, levan-<br />
Sndose.<br />
Yo refa.
-Much0 gusto, compaiiera .... 4ijo el camarada<br />
Bustos, aprethdole <strong>la</strong> mano a mi madre y alzhdose<br />
w poco <strong>la</strong> visera de <strong>la</strong> gorra, per0 sin descubrirse.<br />
Tenia una voz francamente ronca, madura de afec-<br />
to y cordialidad.<br />
-Asiento, asiento .... --ofreci6 mi madre.<br />
-Hoy estuvimos a ver al compaiiero Quilodrh ....<br />
4ijo Rogelio, mientras ambos se sentaban-. iES-<br />
i% bastante repuesto ya!<br />
<strong>La</strong> susceptibilidad de mi madre di6 paso a UM<br />
afectaci6n que el<strong>la</strong> no pudo disimu<strong>la</strong>r. Acaso dedujera<br />
un reproche en <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras del compaiiero Rogelio. Y<br />
dobleg6 <strong>la</strong> cabeza.<br />
-iSi, 4ijo con lentitud-, a mi me fu6 imposi-<br />
ble ir a verlo hoy!<br />
-Nosotros necesit6bamos ir a hab<strong>la</strong>r con 61. Co-<br />
mo director de <strong>la</strong> Mesa del.Consejo tenia que imponer-<br />
se de algunas irregu<strong>la</strong>ridades ocurridas en estos dIas.<br />
-+Ah, jsi?! ....<br />
-Lo peor es que una de esas anormalidades 10s<br />
afecta a ustedes directamente, -pronunci6 el l<strong>la</strong>mado<br />
Bustos, con su voz recia.<br />
-No me explico .... -dijo mi madre.<br />
-Como no tuvimos oportunidad de ver<strong>la</strong> a usted<br />
en el hospital -continu6 el presidente del Consejo-,<br />
bemos venido a su casa .... Usted necesita saberlo tam-<br />
bi6n ....<br />
-No veo para qu6 tenga que saber yo cosa9 del<br />
Consejo ....
___ --I_-<br />
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 253<br />
-iVaya! -exc<strong>la</strong>m6 Bustos-. Pasa que el compa-<br />
Sera tesorero, un hombre de gran confianza que te-<br />
niamos, ha desaparecido con todos 10s fondos.<br />
-iPero, por Dios! -pronunci6 mi madre, con to-<br />
no de <strong>la</strong>mento. ,<br />
--Y <strong>la</strong> ayuda del Consejo a1 compaiiero Quilodrh<br />
ya no se podr6 seguir efectuando.<br />
-jNo importa! 4 ijo mi madre, esfonhdose por<br />
ocultar tras sus pa<strong>la</strong>bras, <strong>la</strong> trascendencia que tenia<br />
para el<strong>la</strong> <strong>la</strong> supresi6n de esa ayuda-. iQu6 se le va<br />
a hacer!<br />
-iY qui& iba a pensarlo, seiiora, -prosigui6<br />
Bustos-, tantos &os que conocia yo a Rivera, el te-<br />
sorero! Era un buen hombre, muy entusiasta por <strong>la</strong>s<br />
cosas de orden colectivo. FUC: uno de 10s organizadoses<br />
y fundadores del Consejo.<br />
-iPerO, Bustos, hombre -10 interrumpi6 Roge-<br />
lio-, hay tantos factores que en un momento determi-<br />
nan 10s gestos de un hombre!<br />
-iYo poelria justificar a Rivera, oiga, compaiiero<br />
Rogelio, porque estaba a1 tanto de todos sus problemas<br />
econ6micos! jPero no justifico su falta de sinceridad<br />
para dar una explicacidn, m5s a h cuando era bastan-<br />
te amigo mio! .... i<strong>La</strong> falta de sinceridad mata tantos<br />
valores, compafiero! El compaiiero Rivera era un hom-<br />
bre necesario en nuestro trabajo del Consejo, y si se<br />
hubiera sincerado con nosotros, acaso le hubieramos<br />
buscado una soluci6n al asunto.<br />
-iQd vamos a hacerle! 4 j o el compaiiero Ro-
-<br />
gelio-. iDespuds de todo, realmente, fuC cohde para<br />
explicarse, y se mostrci, de veras, irresponsable! .... ilk<br />
fin!. ...<br />
--iFrancamente, da pena perder por una estupi-<br />
dez como esta a un buen compaiiero! --objet6 Bus-<br />
b--. El trabajo que realizaba, vale mil veces m&s<br />
que <strong>la</strong> porqueria de pesos que se llev6. Ni con esa por-<br />
quer‘a de dinero, pagar& tampoco el desmoralizamiea<br />
fo que causar5 el hecho en muchos compafieros .... En<br />
fin, iqud diablos, seiiora! -prosigui6, dirigibndose a<br />
mi madre-. iHemos cumplido con comunicarle estu!<br />
Hab<strong>la</strong>ron otras cosas lijeras. Y se despidieron.<br />
-Por voluntad 4ijo Rogelio antes de que mi<br />
mamA cerrara <strong>la</strong> puerta-, 10s del gremio no nos que-<br />
damos, seiiora ....<br />
2<br />
M buena madre estuvo pensativa por <strong>la</strong>rgo rato.<br />
Por <strong>la</strong> calle, como el filo de un relhpago, pas6 el au-<br />
%do de un tren.<br />
En el cuarto de nuestros vecinos, no hacia mucho<br />
rato habia habido una pelea m6s voluminosa que <strong>la</strong>s<br />
habituales. Ahora, ei silencio reinaba en sus dominios.<br />
Pero lo raro era que doiia Eufemia no hubiera venido<br />
por el “pistiiiito” de bicarbonato. Sin embargo, no tar-<br />
d6 en anunciar<strong>la</strong> una de <strong>la</strong>s puertas del pasadizo.<br />
--iSe puede, secora <strong>La</strong>urita?<br />
Mi madre tenia ya <strong>la</strong> costura entre sus manos-<br />
-Pase no m6s, 4 j o .
--<br />
LA SANGRE Y LA ESPERANWI. 255<br />
Era realmente dofia Eufemia. No venia, si, a pedir<br />
bicarbonato. Ante <strong>la</strong> puerta, se me figur6 ua espec<br />
tro: tan desfigurada estaba. Tenia 10s ojos hundidos,<br />
cas1 tapados por <strong>la</strong>s mechas revueltas. Y entre ellos,<br />
<strong>la</strong> nariz aparecia m6s aguileiia. Sus <strong>la</strong>bios entreabiertos<br />
dejaban escapar un hilillo bril<strong>la</strong>nte de saliva. Camind<br />
lentamente hasta mi madre. Tenia <strong>la</strong>s manos<br />
crispadas. Estaba en camisa. Y un pecho casi seco, con<br />
un pez6n como ombligo le colgaba por 10s bordes clel<br />
escote.<br />
-,$abe? 4ijo con voz desatentada, ronca-, Reca<br />
se me juC, vii~o curao con <strong>la</strong> otra, me peg6 como a<br />
una perra, y se juC ....<br />
Mi madre <strong>la</strong> mir6 con 16stima. Se levant6 y le<br />
ofreci6 su pafiuelo de rebozo.<br />
-iSiCntese, seiiora, y abriguese!<br />
Se me imagin6 mucho m6s un Qnima, cuando, sen<br />
tada, inconscientemente, comenz6 a calentarse <strong>la</strong>s manos<br />
sobre el rescoldo, frothdose<strong>la</strong>s con gozo.<br />
-iSi, se juC -sigui6 diciendo, tr6gicamente-. <strong>La</strong><br />
otra es bonita, ee pinta, y se reia de mi, se reia mucho,<br />
como una loca. Estaba cur6 tarnish, y se levantaba<br />
<strong>la</strong>s polleras, me lo mostraba todo. iEs muy bonita,<br />
y b<strong>la</strong>nca! <strong>La</strong> agar& del cogote, quise matar<strong>la</strong>. Reca me .<br />
<strong>la</strong> quit6, me pati6 y se ju k....<br />
Gesticu<strong>la</strong>ba como una enagenada. Se <strong>la</strong>rg6 a llorar<br />
con sollozos que semejaban graznidos, con 16grimas<br />
irreprimi bles.<br />
0
256 NICOMEDFS GUZMAN<br />
--iCAlmQse, cAlm@se, seiiora! .... -le decia mi ma-<br />
&e.<br />
-iY el<strong>la</strong> era tan bonita -seguia hab<strong>la</strong>ndo d&<br />
Eufemia-, el<strong>la</strong> era tan bonita! iAh, si una pudiera pintarse<br />
y ser bonita!<br />
De pronto, <strong>la</strong> vecina se me imagin6 una chiquil<strong>la</strong><br />
Sus pa<strong>la</strong>bras parecian provenir de un mundo adolescente.<br />
Era como si sus anhelos y dolores de <strong>la</strong> pubertad<br />
estuvieran aflorando ahora por cada poro de su organismo<br />
aniqui<strong>la</strong>do.<br />
+Per0 no era a esto que yo venia! -grit6 de improviso<br />
<strong>la</strong> vecina, renovando sus &rima+. iNo era a<br />
esto que yo venia! Yo queria pedirle perdbn, vecinita,<br />
pedirle perd6n Ust6 es tan regiiena, y yo tan ma<strong>la</strong> ....<br />
Yo quero que nie perdone -supUc6.<br />
Se levant& Evit6 el obstAculo del brasero. Y se<br />
ech6 a 10s pies de mi madre. El rebozo se precipit6 d<br />
suelo. <strong>La</strong> mujer que& en camsa, otra vez, con <strong>la</strong> seca<br />
y fea- teta al aire. Se abraz6 a sus piernas.<br />
-iYO quero que ustC me perdone! -exc<strong>la</strong>maba.<br />
Mi madre intentaba levantar<strong>la</strong> infitilmente. El<strong>la</strong>,<br />
pegada a sus piernas, seguia pidiendo perdh.<br />
-+Per0 de quC <strong>la</strong> voy a perdonar yo, seiiora?<br />
Mi madre no salia de su extraiieza, de su estupor.<br />
+Si es que ust6 no sabe, vecinita, ust6 no sabe!’<br />
Mi madre se impacientaba. Trataba de levantar<strong>la</strong><br />
&ora violentamente.<br />
+No s6 quC quiere decirme! 4 j o secamente,
EA SANGRE Y LA ESPERANZA 257<br />
aganrhdo<strong>la</strong> por 10s sobacos. iNo sd qud quiere deckme,<br />
sefiora! ;LevSntese y tranquilicese!<br />
-iPerd6n, perdbn, dofia <strong>La</strong>urita! jY0 soy tan ma<strong>la</strong>,<br />
yo quero que me perdone!<br />
-jLev6ntese, no sea niiia!<br />
-is$, me levantark! jPero perd6nome ustd, seiiora!<br />
2<br />
--;Si no tengo de quC perdonarIa, no tengo de<br />
qud! . . . .<br />
-iEs que ustd no sabe, vecinita! iVa a perdonar-<br />
me, cierto?<br />
Era verdaderamente una chiquil<strong>la</strong> en su actitud.<br />
Una chiquil<strong>la</strong> histdrica, en camisa, huesuda, con una<br />
teta descubierta, con <strong>la</strong>s mechas sueltas.<br />
-j§i 4ijo mi madre-, <strong>la</strong> voy a perdonar! iQu6<br />
de tan malo ha hecho usted?<br />
Dofia Eufemia se sent6 de nuevo. Mi madre <strong>la</strong> arre-<br />
bozci. Despuds de un interval0 en que 10s sollozos aho-<br />
gaban el silencio, y en el que mi madre se sentia roi-<br />
da por <strong>la</strong> impaciencia, <strong>la</strong> vecina habl6:<br />
-jEs que yo ...., es que yo 4ijo con mucho PS-.<br />
fuerzo, y entre suspiros-, yo le rob6 su ropa, vecinita! ”<br />
iPerd6neme ustd, perd6neme ust6, soy muy rema<strong>la</strong>! .<br />
El estupor a<strong>la</strong>rgaba <strong>la</strong>s facciones de mi madre.<br />
iSeria posible? §e encar6 a doiia Eufemia, agarrhdo-<br />
<strong>la</strong> de 10s hombros huesudos.<br />
-kAsf es que fud usted? .... iAsi es que habia sido<br />
Itted?. . . .
2!23 MZCOMEDES GUZMAN<br />
--jhTo tengo perdcjn de Dios, vecinita, no tengo<br />
lperd6n de Dios!<br />
Recuperada mi madre de <strong>la</strong> sorpresa. se dej6 vencer<br />
por 10s brazos de <strong>la</strong> alegria. Habia enf<strong>la</strong>quecido<br />
mucho en esos &as. Y sus rasgos angulosos parecieron<br />
' iluminarse. LSeria posible?<br />
-iY quk hizo <strong>la</strong> ropa? ~Quk hizo de mis tiras,<br />
vecina? -indag6 anhe<strong>la</strong>nte.<br />
-EstBn ahi todavia .<br />
Doiia Eufemia se levant6. El pafiuelo se despren-<br />
di6 de sus hombros y qued6 colgando del respaldo de<br />
<strong>la</strong> sil<strong>la</strong>. Entre <strong>la</strong>s mechas, 10s ojos le saltaban como<br />
queriendo huirle de <strong>la</strong>s 6rbitas. Crisp6 <strong>la</strong>s manos. Tem-<br />
b<strong>la</strong>ba como una brizna aventada. <strong>La</strong>s ligrimas cornen-<br />
zaron a reptarle por <strong>la</strong>s mejil<strong>la</strong>s marchitas, lo mismo<br />
que lluvia garahateando 10s vidrios sucios de una ven-<br />
tana. Los sollozos hacian osci<strong>la</strong>r su teta exangiie, so<strong>la</strong><br />
y triste, que acaso llorara tambikn, desde el ojo negro,<br />
seco y estbril del pezcjn, invisibles ligrimas por 10s in-<br />
fantes nunca amamantados.<br />
-iSi -repiti6 doiia Eufefia, con voz ronca, sub-<br />
terrBnea-, si, <strong>la</strong> ropa est5 ahi, estA ahi, y tiene gusa-<br />
nos, y arafias, y te<strong>la</strong>s, debajo del catre! iPero, el<strong>la</strong> era<br />
honita, y se pintaba! &a ropa tiene gusanos! iY <strong>la</strong> otra<br />
es linda y va a tener un hijo de Reca! iTenia lindas<br />
piernas!. . ..<br />
-iCilmase, seiiora, cilmase!' Aecia mi mama,<br />
remccikndo<strong>la</strong>. '<br />
-i<strong>La</strong> ropa! .... iY es linda, tendri un hijo, y ge
NICONIEDES GUZMAN<br />
bfa ser en ese instante una inagotable y curiosa pande-<br />
reta de madera.<br />
--iPero, seiiora, cPlmase, drnase! iQu4 es esto,<br />
se5ora, quk es esto!<br />
El l<strong>la</strong>nto de <strong>la</strong>s pequeiias no se daba tregua. Elena<br />
tambibn lloraba ahora, y yo, respirando dificultosa-<br />
mente, con <strong>la</strong> cabeza bajo todos 10s cobertores, sintien-<br />
dome m4s rath que nunca bajo <strong>la</strong> pata de un gato,<br />
iquc? iba a destaparme! No s4 cuPntas brujas galopaban<br />
en el firmamento infimo de mi cerebro, montando sus<br />
escobas legendarias.<br />
Fuk <strong>la</strong> llegada de don Recareda, <strong>la</strong> que nos libr6<br />
de <strong>la</strong> trjgica presencia de doiia Eufemia. S610 recih<br />
me atrcvi a destaparme. El hombre sinti6 10s gritos de<br />
su mujer, y se precipit6 a nuestra pieza. Estaba borra-<br />
cho. Se bamboleaba. Per0 ah el alcohol no vencia<br />
SUL sentidos.<br />
--iQuk hace aqui esta porquerfa? -rugi6 hacien-<br />
do crujir 10s raigones de US dientes. &Que hace %qui<br />
esta mierda?<br />
<strong>La</strong> agarr6 ferozmente de 10s brazos.<br />
-iPerdone, sefiora, perdone! -habl6 a mi ma-<br />
&e-. iPerdone a esta loca!<br />
<strong>La</strong> comenz6 a arrastrar. <strong>La</strong> mujer pataleaba y au-<br />
I<strong>la</strong>ba. Sus dos tetas a1 aire sobre el escote de su cami-<br />
sa pulgueada parecian hacer girar dos negras y dolo-<br />
ridas pupi<strong>la</strong>s, desde 10s fruncidos y esteriles pezones.<br />
Se los corni6 <strong>la</strong> sombra del pasadizo. M[i madre cerr6<br />
<strong>la</strong> puerta. Y mientras tranquilizaba a <strong>la</strong>s pequefias, aca-
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 261<br />
riciando a <strong>la</strong> una y d6ndole el pecho a <strong>la</strong> otra, tendida<br />
de costado sobre su lecho, no cesaban en el cuarto de<br />
nuestros vecinos, 10s aullidos humanos:<br />
-iToma, toma, mierda, toma, mierda, jodida!<br />
-jRequito lindo, Requito lindo, no me peguis &,<br />
Seiiorcito, virgencita!<br />
-iToma, toma, de pura caliente te jodis 10s ’‘iier-<br />
vos” .... ;Toma, mierda!<br />
Cuando todo hub0 quedado‘ en silencio -en el<br />
cuarto vecino, 10s gritos y c<strong>la</strong>mores; y en el nuestro, el<br />
gimoteo y el refunfurio de 10s hermanos chicos, y Ele-<br />
na sepult6 su curidsidad en el sue%, mi madre, aun-<br />
que quiso continuar su costura, no pudo hacerlo. §us<br />
nervios, exaltados con el suceso reciente, <strong>la</strong> obligaron<br />
a buscar <strong>la</strong> calma en <strong>la</strong> b<strong>la</strong>ndura tibia del lecho.<br />
Bajo <strong>la</strong> noche, un tren pasaba con su murmullo de<br />
tiempo en fuga. Son6 su <strong>la</strong>rga voz filosa. Y ya <strong>la</strong> nos-<br />
talgia por eosas incomprensibles, abri6 en mi corazh,<br />
bajo <strong>la</strong> sombra densa, llena de rojas y verdes pupi<strong>la</strong>s,<br />
un cauce para un lento fluir de horas deso<strong>la</strong>das. Y a m<br />
antes de hilvanarme a un mundo subconsciente, pob<strong>la</strong>-<br />
do de 16grimas sin p6rpados, de sollozos sin pecho, de<br />
<strong>sangre</strong> sin venas, de estrel<strong>la</strong>s sin firmamento, de muje-<br />
res sin hijos y de hombres sin testiculos, hube de pe-<br />
sar sobre mi sentimiento de nfio <strong>la</strong> gravitaci6n vibran-<br />
te de un grito con que <strong>la</strong> calle hizo <strong>la</strong> cruz a sus fan-<br />
tasmas:<br />
--;Tortil<strong>la</strong> calinteee! ii<strong>La</strong> t oma calinteee!!. .
SAL-4 DE HOSPITAL<br />
ABIA UOVIDO COPIOSm-<br />
TE. Y el viento, vuelto a <strong>la</strong>s anda-<br />
das, apretando <strong>la</strong>s met5licas carnes<br />
de <strong>la</strong>s campanas, y cabeceando contra el pecho de 10s<br />
hernianos pines, taconeaba por 10s tejados, con <strong>la</strong>s me-<br />
lenas al desgaire. Aquel dia, no obstante, se abri6 el<br />
ojo caliente de un bril<strong>la</strong>nte sol, riendo por 10s hbitos,<br />
corn0 en actitild c6mplice de <strong>la</strong> pequefia felicidad que<br />
nos esperaba.<br />
Almorzamos muy temprano. Y apenas estiivo mu-<br />
dada <strong>la</strong> guagua, y Elena nos hub0 baiiado, puesto m-<br />
pa limpia, y lustrado 10s zapatos a Martina y a mf, y<br />
haber hecho otro tanto con el<strong>la</strong> &ma, mi madre se<br />
puso su verdoso traje saste, y' salimos.<br />
-iPweces un espejo, Enriquito! iA ver cuBnto b<br />
1
va a ciurar <strong>la</strong> limpieza! -habiame dicho Elena, a1 tiem-<br />
go de colocarme el sombrerito de paja que me guarda-<br />
ban para <strong>la</strong>s salidas extraordinarias.<br />
Alguien me habia rega<strong>la</strong>do im globo de goma con<br />
pito. Y yo iba muy ufano, sin preocuparme d6nde pi-<br />
saba.<br />
El hospital estaba~ Zejos. Pero nos iriamos a pie.<br />
Era una maravillosa tarde dorninical. El sol estaba m h<br />
Agil que nunca. Era el invierno todavia. Mas, <strong>la</strong> prima-<br />
vera ya estaba asomada a algunas tapias suburbanas,,<br />
y d fondo de <strong>la</strong> calle, m5s all5 de <strong>la</strong> linea y del rio, so-<br />
bre <strong>la</strong>s zarzamoras, estal<strong>la</strong>ndo en <strong>la</strong>s ramas tiernamen-<br />
te rosas de 10s durazneros.<br />
Junto a <strong>la</strong> via fhrrea, 10s basurales y 10s so<strong>la</strong>res,<br />
inquietaban su cuerpo de tierra y desperdicios, a tra-<br />
vhs de <strong>la</strong>s venas correntosas de 10s pastos. <strong>La</strong>s adole-<br />
centes ortigas levantaban sus vegetales cuerpos vellu-<br />
dos, en fresca intimidad con 10s yuyos, restel<strong>la</strong>ntes de<br />
amaril<strong>la</strong>s voces. Tnmediatas a 10s rieies, <strong>la</strong>s ve<strong>la</strong>s encen-<br />
didas dentro de casuchas construidas con <strong>la</strong>tas moho-<br />
sas, y <strong>la</strong>s humildes cruces de madera carcomida noti-<br />
ciaban el sentimiento pasajero, de 10s “finados” que<br />
encontraron <strong>la</strong> frontera de sus dias bajo el acero en-<br />
sordecedor de 10s trenes.<br />
El hwnilde Parque Centenario estaba invadido por<br />
burros de l<strong>la</strong>gosos pe<strong>la</strong>jes, que pastaban, rebuznando<br />
a ratos, 57 de zaparrastrosos vagabundos, hoja<strong>la</strong>teros y<br />
recolectores de trapos y papeles. Hombres y mujeres,<br />
tendidos en <strong>la</strong>s yerbas nuevas, baja 10s rirboles corpu-
-<br />
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 265<br />
lentos, apenas hojecidos, junto a sus sacos vacios, bo-<br />
rrachos los m6s, masticaban sus cebol<strong>la</strong>s, o sus morta-<br />
de<strong>la</strong>s, o sus candeales de quemadas cortezas. Oculth-<br />
dose tras 10s troncos miis gruesos, algunas parejas se<br />
besaban tochdose ansiosament:! 10s cuerpos. Parvadas<br />
de chiquillos andaban a1 aguaite de 10s besos y caricias.<br />
Botel<strong>la</strong>s y tarros, mostraban <strong>la</strong> carcajada morada del<br />
vino, entre <strong>la</strong> chepica y <strong>la</strong> manzanil<strong>la</strong> verdegueantes.<br />
El rio, alli eerca, azotaba <strong>la</strong>s piedras con el visco-<br />
so chicote de sus aguas. Su rumor se estiraba en-el aire<br />
como <strong>la</strong> lengua de un ahorcado.<br />
Mi paso de cortos afios era escaso para seguir a<br />
mi madre y a mi hermana. funbas iban cargadas. <strong>La</strong><br />
una con Martina. <strong>La</strong> otra con <strong>la</strong> guagua. Fuera del pa-<br />
quete de comistrajos que mi madre llevaba a mi pap&<br />
Tenian que andar despacio para evitar mi cansancio.<br />
Yo, inconscientemente, abusaba de su paciencia y me<br />
detenia a observar cualquiera futileza: una mujer que<br />
orinaba con todas <strong>la</strong>s nalgas a1 aire, juntqun tronco;<br />
un .burro que corria rebumando tras su hembra; una<br />
chica que se rascaba el sex0 pe<strong>la</strong>do tirada cerca de una<br />
acequia, o acaso una florcita que me pareciera extra- .<br />
iia, G una mariposa prematura posada encima de una<br />
briu<strong>la</strong>.<br />
-iEste chiquillo de moledera! -protestaba mi ma-<br />
dre. jllpbrate, Enrique!<br />
Yo iba ya con 10s zapatos y <strong>la</strong>s piernas salpicados<br />
de barro. Por gusto, pisaba en <strong>la</strong>s pozas pequefias.<br />
--jEste chiquillo, Se5or!<br />
&
Era como el desenfreno con que <strong>la</strong> propia angustia, en<br />
un intento de piedad hacia 10s ~ombres, quisiera libertarlos<br />
hacia un cielo terrestre donde siquiera <strong>la</strong> animalidad<br />
en contrara satisfaccibn.<br />
Y lo conseguia.<br />
Ea desheredad estaba alli con sus raidas sotanas<br />
y su skquito de fantasmas desdentados, apadrinando el<br />
impulso hacia el falso y iinico goce abierto a un mundo<br />
de sombras y sin cauces: su propio tormento, revestido<br />
de un derecho a divertirse, a emborracharse, a jugar,<br />
que equivddria, acaso, como a1 derecho a matarse.<br />
2<br />
Comedores. Jardines. Patios friolentos de &boles.<br />
Uno. Dos. Tres pabellones.<br />
Ryi, Sa<strong>la</strong> “San Juan”.<br />
Camas. Enfermos. Visitas. Monjas. Y por sobre to-<br />
do, el espeso, obstinado y fastidioso olor a medicinas,<br />
a clinica. Quejidos. Pa<strong>la</strong>hras acezantes. LBgrimas.<br />
cama 11.<br />
Yo vi <strong>la</strong> cabeza de mi pa&e, <strong>la</strong>deada, atenta a <strong>la</strong><br />
entrada nuestra, como un zonal escuchando el rumor<br />
de <strong>la</strong>s lombrices bajo <strong>la</strong> tierra.<br />
Cod a su cama<br />
-iPapacito!.. .. iPapacito! ....<br />
-iNegro querido! .... jMi “giieiii” , mi giieiii! ....<br />
Ya estaba junto a nosotros mi mam6 y hermanos.<br />
Hub0 salludos. Besos. Caricias. Por el <strong>la</strong>rgo silencio que
e sigui6 a todas nuestras manifestaciones, <strong>la</strong> aregria fn-<br />
tima de 10s corazones dej6 correr lentamente <strong>la</strong> tibie-<br />
za de <strong>la</strong>s m6s puras IAgrimas. El rostro de mi padre<br />
se contraia en barbudas muecaS, que no podria decirse<br />
si eran atisbos de risa o gestos frustrados de dolor. Lo<br />
que fuera; alli estaba el agua de sus ojos, buscando <strong>la</strong><br />
maraiia de 10s pelos faciales para refugiar su ternura.<br />
Elena miraba a nuestro padre como alucinada. Sus<br />
<strong>la</strong>bios delgdos tenian temblores de emoci6n.<br />
Si Dios todavia existia por ese tiempo, debo haber-<br />
lo visto yo por <strong>la</strong>s pupi<strong>la</strong>s mojadas de mi padre, que<br />
no dejaba de acariciarmq<strong>la</strong> nuca con su diestra gigan-<br />
tona, callosa y calentuja.<br />
Mi madre habia sentado a Martina al borde del<br />
lecho. Elena sotenia a h en sus brazos a <strong>la</strong> guagua que<br />
corn5nzaba a ehil<strong>la</strong>r. Mi mam6 se <strong>la</strong> pidi6 para dark<br />
el pecho. Viviamos ese momento pequefio per0 profun-<br />
do de felicidad que es <strong>la</strong> compensaci6n de <strong>la</strong>s ausen-<br />
cias amargas. Creo que estAbamos luminosos.<br />
-iMe siento nuevo! .... -exc<strong>la</strong>maba mi padre.<br />
Y cu misma voz reve<strong>la</strong>ba c6mo <strong>la</strong> vida estaba de<br />
nuevo invadiendole <strong>la</strong>s arterias de salud. Eiena miraba<br />
al hombre que era su padre, con anchas pupi<strong>la</strong>s, con<br />
profundas pupi<strong>la</strong>s, sin secretos de amor, con <strong>la</strong>s misnas<br />
pupi<strong>la</strong>s tibiamente penetrantes con que <strong>la</strong> pupi<strong>la</strong> de <strong>la</strong><br />
violeta debe atender a1 rocio. No hab<strong>la</strong>ba. Restregaba<br />
ahora su rostro contra una mano del hombre que el<strong>la</strong><br />
misrna sostenia, y se dejaba acariciar con tr6mu<strong>la</strong> sa-
270 NICOMEDES GUz1\6AN<br />
-<br />
a nr:estro corazrin ljnicamente <strong>la</strong>s miradas de <strong>la</strong>sma-<br />
dres.<br />
FormAbamos una humanidad apalrte entre toda<br />
esa humanidad de visitas y enferinos que alentaba en<br />
<strong>la</strong> Sa<strong>la</strong> “San Juan”.<br />
Una palpitaci6n de vida en lucha gravitaba en el<br />
aire, animada por 10s ayes <strong>la</strong>stimeros de dos enfermos,<br />
al extremo del recinto. El silencio buscaba el refugio<br />
de 10s hiancos ve<strong>la</strong>dores. Pa<strong>la</strong>bras apuradas por <strong>la</strong> emo-<br />
ci6n y risas contenidas surgian ade<strong>la</strong>nthdose a1 en-<br />
cuentro de su propio eco en <strong>la</strong> esmdtadas paredes<br />
hospitdarias.<br />
-iEsth m6s f<strong>la</strong>cos ustedes! -observ6 mi padre,<br />
frunciendo el cefio.<br />
-Realmente, --confirm6 mi madre-, creo que es-<br />
tamos m6s f<strong>la</strong>cos .... Tu ausencia es demasiado dura ....<br />
-justifie6 en seguida.<br />
El hombre se mordiri. Sus ojeras parecieron pro-<br />
Fimrlizaxe m6s ah.<br />
--jCaramba --casi rugby moviendo <strong>la</strong> cabeza-,<br />
caramba!<br />
-jViera, papacito, crimo corrian 10s burros en el<br />
Parque! -tercik yo entusiasmado de improvise, pen-<br />
diente de mantener ligada <strong>la</strong> atenci6n a mi exigua per-<br />
sona.<br />
-&En el Parque? .... -dijo mi padre extraiiado--.<br />
iCuAndo? 1Qu6 Parque? -&dag6 sobre <strong>la</strong> misma.<br />
--;El Centenario, pues! --zcSar6, E2ena.
LA SANGRE .Y LA ESPERANZA 271<br />
-iPero, jes que se vinieron a pie?! .... iEs que no<br />
hay carros?<br />
Se agit6 sentado en <strong>la</strong> cama.<br />
-iSi no es para tanto, hombre! -pronunci6 riendo<br />
confusamente en intenci6n tranquilizadora, mi madre.<br />
-iPero, de tan lejos, carajo, tener que venirse a<br />
pie! iCarajo, cui5ndo estard bien! ....<br />
Su catre crujia, como compenetrado de sus propios<br />
impetus.<br />
-iNo te desesperes, viejo! iNo veo qud de particu<strong>la</strong>r<br />
tenga el venirse a pie! Enriquito aprovech6 el sol ....<br />
<strong>La</strong> tarde est6 linda ....<br />
-iQud sol ni que tarde linda! iEl hecho es que se<br />
vinieron a pie! iTremenda caminata, por <strong>la</strong> pucha! ....<br />
jUno no debia enfcrmarse nunca!<br />
Los enfermos del extreino no dejaban de quejarse.<br />
Uno estaba atendido por varios familiares y amigos. El<br />
otro se encontraba solo, rumiando sus dolores como un<br />
toro, ahoghdose en prolongados ayes.<br />
Mi padre se hahia tranquilizado.<br />
-Ese que se queja es un estucador -dijo-. Se<br />
cay6 de un andaniio, est6 machucado entero, por dentro,<br />
y no ha dejado de chil<strong>la</strong>r desde que lleg6 ayer.<br />
-jY no le han hecho nada? -pregunt6 mi mamil.<br />
--No hub0 visita del doctor ayer .... Ahi tend& que<br />
estar jodido hasta ma5ana ....<br />
-&e convido huesillos, oiga once?
,<br />
272 NICOMEDES GUZMAN<br />
Era un viejecito seco, de bril<strong>la</strong>nte calva, sin dimtes,<br />
el que hab<strong>la</strong>ba. Sus familiares acababan de irse.<br />
Sobre su ve<strong>la</strong>dor se api<strong>la</strong>ban <strong>la</strong>s frutas.<br />
-iM& ratc, compafierito -le dijo riendo mi pap&-,<br />
m6s rato!<br />
-Como quiera, once....<br />
Ri6 el anciano. Me pel6 <strong>la</strong>s encias. Y se pus0 a cantar,<br />
despacito, con lengua estropajosa:<br />
“Dame tu mana, paloma m’a,<br />
w,<br />
para subir a1 tranvia<br />
que est5 ’ cayendo <strong>la</strong> Neve fria,<br />
ay ....”<br />
. -El hospital tiene un pder -comenth mi pa-<br />
&e-: establece <strong>la</strong> comprensi6n entre 10s hombres ....<br />
Todos parecen unirse como por instinto contra <strong>la</strong> muer-<br />
te .... Mira, <strong>La</strong>ura, aquel enfermo de <strong>la</strong> cama ocho, Ile-<br />
g6 poco antes que yo. Estuvo peleando a cuchil<strong>la</strong>, ma-<br />
t6 a1 otro y kl qued6 con <strong>la</strong>s tripas afuera .... Lo ziir-<br />
cieron. Y asi como tli lo ves, es un gran compaiiero, to-<br />
do lo que le traen 10s amigos Bo comparte con 10s en-<br />
fermos .... Cuando salga, tiene que ir a parar a.1a ‘“a-<br />
pacha” .... El mismo‘ se vanagloria de sus macanudeces,<br />
en el trabajo, en <strong>la</strong> casa y era <strong>la</strong> calle .... Dice que no<br />
le aguanta pelo en el lomo a nadie.... Es m bolinero<br />
que, por poco, no anda con <strong>la</strong> cuchil<strong>la</strong> en <strong>la</strong> ore@ ....<br />
Y ahi lo tienes t6, tranquilo, buen camarada .... jEs in-<br />
crel’ble! .... Como un hermano de todos ....
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 278<br />
Mi madre miraba hacia su lecho. El hombre con-<br />
versaba a grandes voces con 10s amigos que lo rodea-<br />
ban. Algunos vestian deshi<strong>la</strong>chados palet&. Llevaban<br />
un sac0 harinero a modo de bufanda. Calzaban alpar-<br />
gatas.<br />
El vecino de mi padre, el viejo calvo y desdenta-<br />
do, seguia a6.R su mon6tono pero gracioso canto:<br />
“Yo me cash con ust6,<br />
ag .<br />
pa dormir en &ens. cw,<br />
ay,<br />
J ahora me sale con que,<br />
aY,<br />
el cdch6n no ti&e ha,<br />
dame tu mano, paloma mia,<br />
ay ... ?’<br />
Por el medio de <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> pasaba una mujer pie-<br />
sa, arrebozada con un gran pafiuelo agujereado y des-<br />
colorido. Llevaba en brazos a una guagua gimoteante.<br />
El moiio casi deshecho le colgaba por encima de <strong>la</strong> nu-<br />
ca. Entre <strong>la</strong>s crenchas, una horquil<strong>la</strong> se le ba<strong>la</strong>nceaba<br />
a punto de caer. Los zapatones de hombre, ajados y<br />
embarrados, demasiado grandes para sus pies, le arras-<br />
traban, sonando como zuecos a cada paso. Tras el<strong>la</strong>,<br />
aferrada a <strong>la</strong> perca<strong>la</strong> de su pollera, sorbibndose <strong>la</strong>s na-<br />
rices rojas de frio, una chica con el crheo rasurado,<br />
marcaba en el piso sus pasos diminutos, entumidos,<br />
corn0 bai<strong>la</strong>ndo, a punto de soltar el l<strong>la</strong>nto. <strong>La</strong> mujer<br />
JR.-<strong>La</strong> <strong>sangre</strong> y <strong>la</strong> <strong>esperanza</strong>.<br />
.
miraba e incpuiria en todos 10s rostros. Chocheando,<br />
se volvi6. No habia encontrado a su enfermo. Golpeae<br />
do, desatentado, <strong>la</strong>s paredes, lleg6 a <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> el l<strong>la</strong>nto<br />
amargo de <strong>la</strong> chica, cuando hubieron salido.<br />
Mi padre Erunci6 10s <strong>la</strong>bios. Se quedci pensativo,<br />
gacha <strong>la</strong> cabeza.<br />
-Es <strong>la</strong> mujer de un enfermo que estaba en <strong>la</strong> cama<br />
cinco 4ijo al fin-. Tenia una pierna gangrenada.<br />
Se ‘ta cortaon. Se fu6 pocos dias despuCs que yo Heguct,<br />
sin avisarle a <strong>la</strong> mujer .... Queria dejar<strong>la</strong> .... Era un<br />
bxachin medio loco ....<br />
-iSf, si 4ijo mi madre- aquel pe<strong>la</strong>do picado de<br />
we! $3, si!....<br />
-El mismo.<br />
--Buena cosa. ... --coment6 apenas, mi madre, en-<br />
rol<strong>la</strong>ndo en el indice de su diestra un fteco de <strong>la</strong> cob<br />
&a-. iTantas cosas que ocurren! ....<br />
Su rostro se iluminci de pronto. Habia recordado<br />
&0:<br />
+Fighate, viejo, apakeci6 nuestra ropa! i<strong>La</strong> tenia<br />
doEa Eufemia, fidrate, viejo!<br />
<strong>La</strong> alegria se mostr6 en desnudo cuerpo en 10s ojos<br />
de mi padre.<br />
-iNo sabes &mo me alegro, m’hija! iEso de <strong>la</strong> toera<br />
algo que me tenia mb que preocupado! iY demo<br />
iu6? iC6mo supiste? ,...<br />
Mi madre terminaba de contarle a1 marido 10 5usedido<br />
en <strong>la</strong> otra noche, cuando una comisi6n de tranviarios<br />
biz0 su entrada a h sa<strong>la</strong>. Venian a ver a WI pa
-I___<br />
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 275<br />
pa. Eran cinco. Entre ellos, estaba el compaiiero Bus-<br />
tos, es decir, el presidente, y Rogelio. Dos de 10s otros,<br />
deben haber sido muy amigos de mi padre, pues 10<br />
abrazaron con mucha efusibn, y se mostraron felices<br />
de estrechar su mano. Tenian 10s rasgos duros, curti-<br />
dos. Uno se apellidaba Ampuero y el otro Elgueta. El<br />
quinto, hid presentado a mi pap& Le decian el “Ma-<br />
ma”. Y era grandote, arqueado de giernas, y presenta-<br />
ba <strong>la</strong>s huel<strong>la</strong>s de una quemadura en todo un <strong>la</strong>do de <strong>la</strong><br />
cara. En este <strong>la</strong>do no posefa pelos, y el cutis aqui apa-<br />
recia fruncido y hol<strong>la</strong>do.<br />
Conversaron mucho del Consejo.<br />
Pero, de repente, el compaiiero Ampuero desen-<br />
volvib un paquete. Traia una toal<strong>la</strong> y Gtiles de afeitar.<br />
-iEsta es “Toledo” purita! --dijo a mi padre,<br />
mostrhdole <strong>la</strong> navaja-. ;Te voy a hacer una afeitada<br />
GO~Q Dios manda!<br />
Precisamente cuando terminaba de afeitarlo, en-<br />
hi, a <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> una muchacha de b<strong>la</strong>nco, batiendo una<br />
camsad<strong>la</strong>.<br />
-;<strong>La</strong> hora, ]<strong>la</strong> hora! .... -grit&<br />
El “Mama” antes de que nos retir6ramos, hizo una<br />
propasicirjn a mi padre, en tono muy explicit0 y ca-<br />
mercial.<br />
-iComo YO SOY SdO, compafiero, he podido ju-<br />
tar alguna p<strong>la</strong>tita! .... jEstan’a en condiciones de €ad&<br />
tarle algo con un pequei5o inter& .... jCreo que le con-<br />
vendria!
276 NICORdEDES GUZMAN<br />
Todos 10s compafieros se molestaron ante el gesto<br />
del hombre.<br />
Mi madre se mordi6. El rostra de mi padre, azuh-<br />
do en su palidez por <strong>la</strong> reciente afeitada, se contrajo.<br />
Tembl6 su boca en <strong>la</strong>s comisuras.<br />
Call6. Per0 no tard6 en ade<strong>la</strong>ntar sus pa<strong>la</strong>bras:<br />
-iNO, mi amigo, gracias 4 j o lentamente, pen><br />
con energ<strong>la</strong>--, prefiero no aceptar pr6stamos.<br />
E! "Mama" se confundi6. Su rostro se torn6 rojo.<br />
Comprendi6 muy a <strong>la</strong>s c<strong>la</strong>ras que aquel habfa ddo un<br />
instante muy impropio para p<strong>la</strong>ntear su negocio.<br />
Yo me habfa acostumbrado a <strong>la</strong> presencia de mi<br />
padre. Y me fuC duro despedirme de 61. Sin embargo,<br />
haIda que retirarse. Trat6 de sopdar <strong>la</strong>s 16grimas,<br />
mientras lo besaba y me dejaba besar el rostro por 61.<br />
Mas, me fu6 imposible.<br />
-iGiieiii, Giiefii, p6rtate bien! ....<br />
Mi madre, Elena y el hombre mismo, heron, si,<br />
bastante crueles con su sal interna. Los ojos le b&-<br />
ban, mas habia en sus rmtros un heroism0 de pArpados<br />
librando una cruenta ofensiva contra el cuchillo de 10s<br />
sentimientos.<br />
-<br />
j Hasta luego!<br />
-Ha& muy pronto, cttrnara da.... iQue ojd6 est6<br />
luego con nosotros!<br />
-iHasta luego, viejo! ....<br />
+Que siga mejorando, compaEiero! ....<br />
<strong>La</strong>s manos rudas se chocaban con <strong>la</strong> palma tosca,<br />
callosa y franca de mi-padre. Salimos todos, confun-
LA SANGRE Y LA ESPERANZA ,277<br />
dihdonos con <strong>la</strong> caravana de visitas que se retiraba.<br />
En este instante entr6 un hombre de h<strong>la</strong>nco, arrasbn-<br />
do un carrito esmaltado. Iba en busca del estucador,<br />
que acababa de dejar de dolerse y quejarse para siem-<br />
pre, solo, abandonado, sin afectos.<br />
A1 volver <strong>la</strong> vista por una dtima vez hacia <strong>la</strong> ca-<br />
ma once, entre <strong>la</strong>grimones mis pupi<strong>la</strong>s captaron junto<br />
con el rostro querido de mi padre, <strong>la</strong> tristeza sombrfa<br />
de tanta facci6n suspensa ya de'<strong>la</strong> ausencia hosca y<br />
forzada sobre 10s lechos p&lidos.<br />
Desde el fondo de <strong>la</strong> sa<strong>la</strong>, <strong>la</strong> imagen de San Juan<br />
Bautista, presidia <strong>la</strong> tristeza de aquellos hombres, per-<br />
dida tras <strong>la</strong>s flores y <strong>la</strong>s ve<strong>la</strong> encendidas.
CAP3"LO OCTAVO<br />
IAS DE SUAVE pe<strong>la</strong>je so<strong>la</strong>r gdo-<br />
paron a <strong>la</strong> vera de nuestra humilde<br />
existencia. Verdes <strong>la</strong>gartijas nuevaq<br />
garmpateaban ]as desconchadas mural<strong>la</strong>s del Patrona-<br />
to, en <strong>la</strong>s que <strong>la</strong> humedad habia alimentado Ieves de-<br />
13110s de pasto. Adentro, en el ancho patio, <strong>la</strong>s malvas,<br />
<strong>la</strong>s ortigas y 30s yuyos, se adherian en fiesta de juqw<br />
vegetales a 10s gritos de bestezue<strong>la</strong>s sueitas de 10s chi-<br />
quill03 en recreo. Los pinos tenfan <strong>la</strong> cazum actitud<br />
de 10s ancianos, sabios en <strong>la</strong>nces de vida: una reveren-<br />
cia a1 viento, una pa<strong>la</strong>bra tierna a <strong>la</strong> brisa, una mirada<br />
cordial d cornpa6ero sol, pen, iquk vitalidad en reser-<br />
va para el abrazo profundo de h primavera, para <strong>la</strong> PO-
280 XICOMEDES GUZMAN<br />
I.___ ___-<br />
sesi6n gozosa de ~US b<strong>la</strong>ncos y apretados muslos, para<br />
el desenfreno del heso a1 pie de <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s.<br />
Nada de extraordinario creo que habria ocumdo<br />
aquel<strong>la</strong> tarde, si mi madre no se hubiera puesto a amasar<br />
despubs de almuerzo 37, luego, ayudada- por Elena,<br />
a hacer sopaipil<strong>la</strong>s, aderezadas can amarillo zapallo. De<br />
por si este hecho, sobre todo en <strong>la</strong> bpoca de estricta<br />
economfa por que atravesibamos, era extraordinario.<br />
Pero, realmente, fu4 como <strong>la</strong> antesa<strong>la</strong> del verdadero<br />
acontecimiento que el tiempo nos reservaba para m8s<br />
tarde,<br />
<strong>La</strong> "vieja" de mi padre, estaba extremadamente<br />
mntenta. Su a'legria inusitada, acaso en el fondo, me<br />
a<strong>la</strong>rmara. Yo <strong>la</strong> veia, entregada por entero a su tarea,<br />
mover tas manos en maestros movimientos de amasijo,<br />
y <strong>la</strong> oia cantar anfigpas canciones de su pasado adolesxnte<br />
y que, desde mucho tiempo ha, no animaban el<br />
gesto de sus <strong>la</strong>bios:<br />
"Yo sabes del aha <strong>la</strong>s horns de luto,<br />
na -ah que sufro so cruel por tu amer ...."<br />
Tenia una bel<strong>la</strong> voz. Pob<strong>la</strong>da de dulces inflexio-<br />
Res. <strong>La</strong> felicidad estaba alli, a pesar de <strong>la</strong> tristeza del<br />
canto, acodada en su corazhn, mostrando sus vestidu-<br />
ras azules a1 sentimiento, a travCs de 10s versos que su<br />
garganta hi<strong>la</strong>ba: .<br />
"aumenta mi &do. nlinuto a minute,<br />
f ' ~<br />
ma-ge rilescio, mi acerb0 dolor..
2 NICONLEDES GUZMAN<br />
~ --<br />
Elena trataba de calmarme. SaU a <strong>la</strong> puerta de<br />
calle. Leontina, comiendose su pedazo de marraqueta,<br />
me hizo bur<strong>la</strong>. Luego, me <strong>la</strong>nz6 <strong>la</strong> carretil<strong>la</strong>, y me dijo:<br />
-Te <strong>la</strong> doy. Te sirve pa un carretmcito.<br />
Ahora, yo hubiera abrazado a <strong>la</strong> chiquil<strong>la</strong>. Tuve<br />
deseos de que se sentara junto a mi, en el umbral. De<br />
haber ocurrido esto, seguramente le habria tocado 10s<br />
muslos con todo agrado.<br />
-iTh, Tinita, ven!<br />
-iNo, me voy! ....<br />
Y se fu6, realmente, arrastrando sus pies casposos<br />
en <strong>la</strong> vereda dispareja. No dejaba de masticar. A ra-<br />
tos saltaba. <strong>La</strong>s mechas plomizas y piajosas, intenta-<br />
ban vokirsele.<br />
3<br />
hochecia ya cuando se detuvo a nuestra puerta<br />
un victoria desvencijado. En 61 venia mi mami acompaiiada<br />
del esposo. Parecia increible aqu6llo. He aquf<br />
<strong>la</strong> raz6n del. acontecimiento extraordinario de <strong>la</strong>s sopaipil<strong>la</strong>s.<br />
Mi padre era muy aficionado a el<strong>la</strong>s, y su esposa<br />
habia querido sorprenderlo con tal golosina<br />
El hombre venia muy f<strong>la</strong>co y pfido.<br />
Y sin em-<br />
bargo, animoso. Nosotros le rodeamos. &tab feliz.<br />
Sus manos dispensaban ternura a cada rostro de sus<br />
hijos. No hub0 saludos de pa<strong>la</strong>bras. Un silencio her-<br />
mCtico estableci6 entre nosotros apretadm tramas de
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 2s<br />
acercamiento y comprensi6n, mientras lentas liigrixna~<br />
de jfibilo nos rebalsaban 10s phrpados.<br />
Mi padre reia, sin poner tampoco barrera a 1%<br />
Ihgrimas, en tanto nosotros nos disput5bamos sus ma-<br />
nos y su atenci6n. El hombre era en aquel instante<br />
como un ser extraordinario, lleno de luz. NOS miraba<br />
profundamente, como si nos viera por <strong>la</strong> primera vez<br />
en <strong>la</strong> vida. Observaba el cuarto. Parecia alucimdo.<br />
Acaso considerara extraiio encontrarse de nuevo en<br />
su hogar. No hab<strong>la</strong>ba. Pero decia lo suficiente y<br />
mucho m5s por 10s ojos, con el gesto.<br />
Mi madre le pus0 en 10s brazos a Adriana. El no<br />
se cansaba de admirar a <strong>la</strong> pequeiia.<br />
Suspir6.<br />
Y habl6 a1 fin:<br />
LCuando <strong>la</strong> llevaste al hospital, <strong>la</strong> pergenia pare-<br />
ce que no estaba tan gordita .... Est& linda, jsabes? ....<br />
--coment6.<br />
<strong>La</strong> pequeiia reia, gorgeando. Manoteaba. Los ho-<br />
yuelos que <strong>la</strong> risa formaba en sus mejil<strong>la</strong>s, acentuaban<br />
su encanto.<br />
-i A&! .. . .<br />
Yo me abrazaba a una de <strong>la</strong>s piernas de mi pa-<br />
dre. El comprendi6 mis anhelos. Devolvi6 <strong>la</strong> wag-'<br />
a mi mami. Se levant6 del borde del lecho en que<br />
estaba sentado. Y se di6 a columpiarme, se& su<br />
BQbito.<br />
-A mi tam& .... A mi tam& .... -chil<strong>la</strong>ba Marti-
na, con su cilida vocecil<strong>la</strong> mel<strong>la</strong>da por <strong>la</strong> lima del<br />
I<strong>la</strong>nto.<br />
Mi padre h columpi6, a su vez. Pero, estaba demasiado<br />
dbbil, y se cans6 al momento. Al terminar<br />
<strong>la</strong> entretenei6n , acezaba mucho. Y tosi6 <strong>la</strong>rgamente.<br />
Mi madre lo hizo acostarse.<br />
Miis tarde, desde <strong>la</strong> mesa, lo vi masticar <strong>la</strong>s sopaipil<strong>la</strong>s<br />
pasadas en almibar de chancaca, con una satisfacci6n<br />
que hacia retozar <strong>la</strong> felicidad en el rostro de<br />
mi madre.<br />
-iQu& buena idea, <strong>La</strong>ura, esta de hacer sopaipi-<br />
I<strong>la</strong>s! -exc<strong>la</strong>m6 con <strong>la</strong> boca llena-. jE&h como se<br />
pide!<br />
Y se re<strong>la</strong>mia el bigote, gozoso.<br />
Nuestro cuarto estaba lleno de calo~ ahma. En<br />
reslidad, poco hada en esta noche reci&n entrada el<br />
rescoldo del brasero contra el frio, que asentaba sus<br />
navajas en el aire, porque un calor interno, un calor<br />
intima, . dispensaba sus brazos musculosm a lnuestro<br />
sentimiento. Alli estaba nuestro padre, de welta, y<br />
<strong>la</strong> klicidad determinaba en nuestros corazones florecmientos<br />
de cordiales lumbres.<br />
En medio de <strong>la</strong> mesa, <strong>la</strong> IAmpara agitaba sus dedos<br />
cobrizos. Yo coda <strong>la</strong>s sopaipil<strong>la</strong>s con una fruicibn<br />
mimal, que obligaba a mi madre a l<strong>la</strong>marnie <strong>la</strong> atencitin:<br />
---iPero, Enriquito, no seas puerco!<br />
FA atdbar ponia pegajosas mis manus y Hli rostra.<br />
*
.<br />
238 NICOMEDES GUZMAN<br />
inminencia de un viaje sin vuelta, justamente cuando<br />
<strong>la</strong>s campanas de Andacollo, arrodil<strong>la</strong>ban sus pa<strong>la</strong>bras<br />
en un lento l<strong>la</strong>mado evocador de incienso y de cirios<br />
encendidos.<br />
El tiempo, en 10s terrenos de mi corhzbn, colma-<br />
ba de ternores mis sentimientos, ejecutando raras mu-<br />
sarGas con sus dedos deformes, 'sannentosos. Sen-<br />
tiame perdido, acorra<strong>la</strong>do, en medio de brumas inmi-<br />
sericordes. <strong>La</strong> angustia de mojados ojos, aferrada al<br />
xostro de mi madre y de mi hermana, <strong>la</strong> tr6gica con-<br />
tensi6n de sus sollozos, <strong>la</strong> crispacibn de su margum,<br />
acercaban negros fantasmas a mis dominios infantes,<br />
donde el hombre ya arafiaba, buscando g6rmenes para<br />
el tormenta de sus soledades futuras.<br />
S610 una <strong>esperanza</strong> parecia alumbrar <strong>la</strong> bruma de<br />
mi coraz6n, y esta <strong>esperanza</strong> est5 aU de pie, en el su-<br />
frimiento de mi padre, sufrikiento sin pa<strong>la</strong>bras, sin<br />
&rimas, sufrimiento heroic0 de var6n, que circuia sus<br />
ojos de violsceas profundidades y le fruncia <strong>la</strong> frente,<br />
en arrugas de cien afios.<br />
Debiendo estar en cama para terminar su conva-<br />
lescencia, mi padre hakiase levantado. Alli, en su sil<strong>la</strong><br />
de totora, <strong>la</strong> lucha de todos sus dias debe haberse de-<br />
tenido para conquistar <strong>la</strong> moneda m6s dura. Porque<br />
si generalmente el medio se hace d6cil a <strong>la</strong> <strong>la</strong>rga vara<br />
10s verdaderos luchadores, yo pregunto cuhta potcn-<br />
cia de energia necesitamos para hacerle frente a nus-<br />
tra propia angustia, a nuestro tormento, para peleade<br />
un trecho de dominio a nuestra Kgrima, y qu6 mor-
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 289<br />
dedura de gerros ciegos tenemos que infligirle a nues-<br />
tro coraz6n para cercenar muchas veces el brote por-<br />
fiado del sollozo.<br />
No.<br />
Decir que mi madre lloraba, y que mi hermana<br />
lloraba, es casi infitil. Pero no est5 de mAs decir que<br />
c<strong>la</strong>maban a Dios, a1 indigno Dios que siempre nos habia<br />
ahadonado.<br />
-iQuP he lzecho yo, Seiior, para que me lleves<br />
a m’hijita? iQu6, Dios mio, qu6, que? iMhijita que-<br />
rida !. . ..<br />
Se abrazaba a1 cadciver mi pobre mam6. Y su<br />
cuerpo entero se retorcia, estremecihdose en un si-<br />
bito desconcierto nervioso.<br />
-iDios mio, m’hijita querida!<br />
Atardecia.<br />
Un sol esplendoroso condecoraka de cobre ardien-<br />
te el pecho de 10s ’hermanos pinos, despidihdose. Y en<br />
el campanario de Andacollo, trbmu<strong>la</strong>s a<strong>la</strong>s de kronce<br />
buscaban el socaire ici5tiI de1 viento.<br />
Martina gemia, tironeando <strong>la</strong>s polleras de mi<br />
madre.<br />
--iN<strong>la</strong>matita, mamatita!<br />
--;Mi preciosa querida, por quP tuviste que irte!<br />
-Tan, tan, tan! ....<br />
Visagras mohosas, amargamente mohosas, irreme-<br />
diablemente mohosas, parecian rechinar en <strong>la</strong> garganta<br />
de mi madre.<br />
-iSefior!<br />
19.-<strong>La</strong> <strong>sangre</strong> y <strong>la</strong> <strong>esperanza</strong>.<br />
.
Mi padre se levant6. El dolor reprimido, su impotencia<br />
para reparar un hecho sin remedio, lo exasperaron:<br />
-iYa, pues, mujer, -grit6 violentamente-, ya,<br />
pues, qu6 sacas con desesperarte asi!<br />
AM e <strong>la</strong> mujer del lecho. El moiio se le habia<br />
desliecho a el<strong>la</strong>. Y 10s haces de cabellos rodaron por<br />
su espalda. Se abraz6 al marido.<br />
-jHijo querido, c6mo es posible esto!<br />
El <strong>la</strong> apret6 contra su pecho. Estaba livido. Y se<br />
mordia.<br />
-iCarajo! -rug%- iCarajo!<br />
Pero, ni una 16grima. Ni una so<strong>la</strong> I&rirna. Era<br />
un animal grandote y entero, un animal admirable<br />
vencihdose a si mismo.<br />
.<br />
-jYa, pes, mujer! -grit6 de nuevo, renreciendo<br />
a su compaiiera-.<br />
iQu6 es esto!<br />
--iMarnatita, mamatita! -gemia Martha.<br />
Lejos, bajo <strong>la</strong> sombra suburbana, que aleaba vacil<strong>la</strong>ndo<br />
sobre el caserio, oy6se <strong>la</strong> mkiea clueca de un<br />
organilh. Era como un agua turbia de manos mordidas<br />
por agudos guijarros.<br />
-iDios mio, Dies m’o! ....<br />
-iYa est6 bueno, pues, mujer! --c<strong>la</strong>m6 otra vez<br />
mi padre, sin dejar de remecer a <strong>la</strong> esposa. iYa est5<br />
bueno, pes?<br />
Afuera, en fa calle, cerca de nuestra puerta, una<br />
VQZ de f<strong>la</strong>rrta, canthi:
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 2%<br />
madre, el l<strong>la</strong>nto y <strong>la</strong> angustia cobrarian su raci6n de<br />
amargo pan en medio del coraz6n de <strong>la</strong> familia.<br />
El vacio tormentoso que <strong>la</strong> muerta dej6 en nu-<br />
tro humilde hogar, se hacia profundo hasta en <strong>la</strong> voz<br />
de <strong>la</strong>s eampanas o hasta en <strong>la</strong> canci6n de 10s pinos que<br />
heron como 10s compaiieros de tanto <strong>la</strong>tido de nuestra<br />
vida.<br />
<strong>La</strong> primavera, entonces, habia llegado intitilmente<br />
para nosotros. Per0 estaba, pero existia en <strong>la</strong>s arterias<br />
de 1% horas, en <strong>la</strong> premura de 10s segundos, y era una<br />
briosa heinbra para el galope gomso del tiempo.
%M herramientas a Is espalda y el pan bajo el brazo:<br />
i& Cl? ;Es el hombre! iSe ha Iwantado! Y el eterno deber.<br />
Hrabi6ndeale engidn y r Ia mano dosa, sale a1 encuentro de su Ctia
LA RISA<br />
1<br />
NA! .... iDOS! .... iTFtES! ....<br />
-iPuchas, se mO pas6 una! ...<br />
iCgzaia tfi! ...<br />
-jSe me pas6, se me pad! ...<br />
--i Pafff! ... iPafff! ....<br />
.<br />
Chascaba el agua a 10s golpes de 10s garfiao.<br />
-iPafff!.... iPafff! ....<br />
-iQd payasi! .... iQu6 payasl! ....<br />
EstGbamos a <strong>la</strong> oril<strong>la</strong> del canal. El liquid0 barroso,<br />
mastrando desperdicios, entre ramas, papeles y trozos<br />
de excremento, nos traia <strong>la</strong> verde y amaril<strong>la</strong> cara riente<br />
de <strong>la</strong>s dscaras de sandias y melones. A pie pe<strong>la</strong>do, desgreiiados,<br />
en mangas de camisa, manejiibamos nuestros<br />
garf ios .
300 NICORfJ3DES GUZMAN<br />
--iPafff!....<br />
-iAl pelo, oooh, dos dtiro! ....<br />
A veces fallhbamos. &y pocas. Casi hvariablemen-<br />
te, 10s golpes eran certeros. Y <strong>la</strong>s chscaras salian ensar-<br />
tadas en 10s a<strong>la</strong>mbres, sucias y chorreantes.<br />
Era un juego muy entretenido. Ganaba quien, des-<br />
puCs de cierto tiempo, lograba cazar mayor ncmero de<br />
dscaras. El agua sdtona nos mojaba casi enter-. Per0<br />
nos sentiamos felices.<br />
-iEh, Rufo, anda a tirar <strong>la</strong>s dscaras a <strong>la</strong> otra es-<br />
quina!. . . .<br />
-<br />
j Aphate, Rufito! ....<br />
Rufo era un pequefio vagabundo de piemas torci-<br />
das. Agarraba <strong>la</strong>s c6scaras recolectadas, despuCs de<br />
amontonar<strong>la</strong>s, y apoyando <strong>la</strong> rumba en su pecho, sorste-<br />
nibndo<strong>la</strong> por debajo, zafaba hacia <strong>la</strong> esquina de Bulnes,<br />
y comenzaba a devolver<strong>la</strong>s al canal, de una en una.<br />
Los brazos no se daban descanso. Por 10s rostm,<br />
el agua barrosa corria como en hi<strong>la</strong>zas de Iluvia, con-<br />
Sundida con <strong>la</strong> transpiracih.<br />
El verano a nuestro alrededor llenaba el aire de c b<br />
Gentes rumores. <strong>La</strong>s horas tostadas y terrosas piafaban<br />
a nuestro <strong>la</strong>do, como yeguas en celo.<br />
Nin& Santo lograba librarme de <strong>la</strong> azotaina si mi<br />
madre me sorprendia en este juego. No e ra pocos loa<br />
muchachos que se habian precipitado a1 agua por su<br />
causa, ahoghcbse sin remedio. El canal abierto a1 cie-<br />
lo en todo un trecho frente al defisito, se enceguecfa msS<br />
d& metihdose bajo <strong>la</strong>s casas, y s60 calles mAs abajo,
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 301<br />
de rato en rato, honraba sus aguas con reflejos de eielo.<br />
El chiquillo que cayera por una abertura, no teda es-<br />
peranzas de salir con vida.<br />
Sin embargo, el peligro no arredraba a nadie. Y <strong>La</strong><br />
aventura de este juego, en el que cualquier envi6n exa-<br />
gerado significaba <strong>la</strong> despedida de <strong>la</strong> existencia, nos ocu-<br />
paba tardes de tardes, incansablemente.<br />
No pocas veces mi madre me hizo probar el sabor<br />
picante de <strong>la</strong> correa en <strong>la</strong>s piernas per esta podia mia.<br />
Pero, <strong>la</strong> entretencibn era demasiado tentadora.<br />
Estando en vacaciones, mis horas y <strong>la</strong>s de todos 10s<br />
palomil<strong>la</strong>s, abrian !os brazos en un gesto de liberacih<br />
para el cual no valian <strong>la</strong>s reprimendas ni 10s azotes.<br />
Si no el canal, el rio.<br />
Menguado de aguas, repartido en venas azules de<br />
tanto contener eielo, el Mapocho y su ancho lecho de<br />
piedras y de arena, nos acogia tambien en muchas tar-<br />
des en que el calor, como un mosco gigante de rum-<br />
nes, agitAbase en el aire plornizo de sol estival y polvo<br />
dado.<br />
Corrian nuestros gritos en el viento, en pugna de<br />
velocidad con 10s certeros pefiascazos. <strong>La</strong>s <strong>la</strong>gmijw,<br />
coleando, nos huian. Y <strong>la</strong>s <strong>la</strong>ngostas zumbaban como<br />
aviones en miniatura, rebanando <strong>la</strong> luz con sus finos<br />
serruchos.<br />
2<br />
Aquelh tarde, 10s pies hasta 10s tubillos en <strong>la</strong> tierra<br />
caliente, llegamos al puente de Bulnes: A lo lejos, enbe
ias maracas de zarzas, --el cerro de Renca como fendo-<br />
10s murallones chatos y demuidos del Cementerio<br />
Col6rieo y e! Puente de <strong>la</strong> MBquina, azotaban <strong>la</strong><br />
vista tras <strong>la</strong>s vibraciones del aire caldeado.<br />
Mugia el rio famklico, como un toro ciego estremeciendo<br />
<strong>la</strong>s costillzs de sus aguas.<br />
Se oia cantar a 10s areneros, paleando ripio dentro<br />
de 10s hoyos que el propio tes6n abrici a sus p<strong>la</strong>ntas.<br />
Cantos retorcidos. Cantos sudados. I-Xumeantes de cansancio.<br />
Viejos cantos olor a vino y a esGabeche.<br />
Los vi<strong>la</strong>nos se peleaban 10s dom-inios del aire seco,<br />
en que <strong>la</strong>s energias estivales bullian, en apretados e intensos<br />
rurnores de siesta.<br />
Algunos chiquillos se desnudaron, Se aIssi6 el lfqaido<br />
cuerpo del rio para dar cabida a 10s humanos cuerpos<br />
morenos. Un griterio infernal colm6 10s vientos.<br />
<strong>La</strong>s pups y <strong>la</strong>s grose?-ias se dahan de cabezadss. El qgua<br />
se ccinvcrtia ahora en proyectil en Ias manos ahuecadas<br />
de !os bGistac. Brji<strong>la</strong>han !cs escurridiaos et crpos, sem~<br />
.-- i o - ~ 30 .,,ovi%ies objetos de gseda vidriada.<br />
For arriba del guerite pasaban carretones areneros.<br />
Silbaban 10s conductores huasqueanda a<br />
clPbi!es, pujantes. Dos muchachas se quedaron extasia-<br />
dzs, conteinp<strong>la</strong>ndo el espectficulo d.e <strong>la</strong> chicr.iiil<strong>la</strong>da des-<br />
nuda. Vno de 10s muchachos se pus0 a convidar<strong>la</strong>s:<br />
-iBajen, no mh! jHay donde escrsger! ii'-
I<br />
-<br />
LA SANGRE U LA ESPERANZA 303<br />
El<strong>la</strong>s reian. Risas frescas. Anchas. Campesinas. <strong>La</strong><br />
baranda del puente era ra<strong>la</strong> de tab<strong>la</strong>. Y desde abajo<br />
podia apreciarse <strong>la</strong> potencia de 10s apretados muslos j6-<br />
venes y tostados.<br />
--iAqui tambien hayi-grit6 una, taphdose <strong>la</strong> bo-<br />
ca fresca para acaUar <strong>la</strong>s carcajadas-. iAqd tambih,<br />
'y bueno! ....<br />
Y se golpeaba <strong>la</strong>s nalgas duras.<br />
Sus pasos fugitivos sonaron en el entab<strong>la</strong>do del<br />
puente con ecos de pandereta. Nuestras groserias hs<br />
persiguieron hasta que <strong>la</strong> ribera sur del rio <strong>la</strong>s mordi6,<br />
oculthndo<strong>la</strong>s. Todavia, antes de desaparecer, el<strong>la</strong>s; fres-<br />
cas, sanas, vitales, golpehnse <strong>la</strong>s nalgas, despidihdose.<br />
Entre 10s chiquillos, <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras procaces urdieron<br />
<strong>la</strong>s m6s audaces aventuras. Cada uno tuvo en aquel mo-<br />
mento su historia, en <strong>la</strong> que una mujer maraviliosamerr-<br />
te condescendiente, desprendiase de sus mejoses trigos<br />
de hembra. Primas ircreiblemente sabias en <strong>la</strong> entrega,<br />
primas con carnes de flotranca, surgian de entre <strong>la</strong>s vo-<br />
ces infantiles, ostentando <strong>la</strong> belleza Bspera y madura de<br />
sus cuerpos expertos.<br />
Se reian. Bril<strong>la</strong>ban 10s ojos precoces. <strong>La</strong> imagina-<br />
ci6n competia, creando gratos <strong>la</strong>nces de amor, tras <strong>la</strong>s<br />
puertas, bajo 10s catres, en 10s excusados, en <strong>la</strong> obscuri-<br />
dad te<strong>la</strong>rai5osr; de 10s rimones. <strong>La</strong> fiebre de <strong>la</strong>s sabrosas<br />
historias, no tad6 en sazonar sus frutos: 10s mayores ,:e<br />
10s muchachos cmvinieron en realizar una competea,ja<br />
Y ante <strong>la</strong> expectacih de 10s m6s pequefios, dieron sueitta<br />
a <strong>la</strong> masturbacibn, haciendo apuestas inverosimiles. go-
804 NICOMEDES GUZMAN<br />
<strong>la</strong>nd0 venci6, rechinando 10s dientes. Apenas pudo po-<br />
nene 10s harapos. Yo lo veia tambalear.<br />
-: Puchas-reia-, me siento jodido!. ...<br />
Se sent6 en una piedra y se agarr6 <strong>la</strong> cabeza a &lor,<br />
manos.<br />
-iPuchas, pa qud lo harfa!-se doli6, pe<strong>la</strong>ndo loa<br />
dientes, riendo nerviosamente-. iMe da vuehas a-<br />
beza!<br />
Estaba muy phlido, El otro experimentaba lo mis-<br />
mo. Pero se a-gantaba. §e anim6 a deeir, sin embargo:<br />
--;Chitas que jode esto!<br />
Todos vestidos ya, echamos a caminar ria arriba.<br />
Por entre unas zanamoras terrosas, apareci6 el ajado<br />
rostrcr del rancho del Viejo de 10s Perros. Cerca de una<br />
de <strong>la</strong>s mural<strong>la</strong>s a punto de derrumbarse, el homo se<br />
alzaba eon un penacho de humo. Los perros, <strong>la</strong>drando,<br />
saliei*on a olisquearnos. SaltAbamos sobre <strong>la</strong>s piedras,<br />
entre risas y ehillidos destemp<strong>la</strong>dos. Zumbaban <strong>la</strong>s ?an-<br />
gostas, cwtando el aire a ras de nuestras orejas. <strong>La</strong> i-~’-<br />
boleda del Parque Centenario, parecia doblegarse a <strong>la</strong><br />
bruma de <strong>la</strong> tarde caldeada, en que <strong>la</strong> tierra se &ria<br />
que aeezaba como <strong>la</strong>s <strong>la</strong>gartijas, batiendo sobre su cuer-<br />
po Finw len,guas de nerviosos vapores. A lo lejos, per-<br />
didas en <strong>la</strong> atm6sfera gris, <strong>la</strong>s chirneneas de <strong>la</strong>s fhbri-<br />
cas opacaba mbs a h <strong>la</strong> luz con <strong>la</strong>s miasmas de <strong>la</strong>s<br />
entrafias indwtriales, desflechdose en revueltas hu-<br />
maredas, contra <strong>la</strong> mole pdtrea del cerro San GristShal.<br />
-iQuEt calor, por <strong>la</strong> puta!--exc<strong>la</strong>m6 alguien.
--<br />
LA SANGRE -Y LA ESPEXANZA 365<br />
-iEl baiio parece que m'hizo pior!--chill6 otro chiquillo.<br />
Era <strong>la</strong> opini6n de todos. El calor era tremendo. Sin<br />
embargo, nos djvidimos en dos bandos para realizar una<br />
guerra de pedradas. Unos nos quedamos a1 <strong>la</strong>do stir del<br />
rio. Y 10s otros, rnetidndose hasta <strong>la</strong> rodil<strong>la</strong> en el agua,<br />
se ubicaron a1 Iado norte. Era una pelea encarnjzada.<br />
Luego, dos de nuestros compaiieros estaban con <strong>la</strong> cabeza<br />
rota. No cejiibamos. <strong>La</strong>s piedras silbaban en eI<br />
aire como pequefios obuses. Se trataba de cansarnos<br />
mutuamente hasta que uno de 10s dos bandos desertara<br />
de <strong>la</strong> lucha, o huyera. El cansancio empez6 luego a estrujarnos<br />
10s euerpos. Retrocediamos. A nuestro <strong>la</strong>do,<br />
cerca de 10s basurales, medio perdidas entre <strong>la</strong> maleza,<br />
<strong>la</strong> tierra y <strong>la</strong>s piedras, habia abandonadas varias ealderas<br />
de locomotoi-a. Obsi.uras, costrosgs de moho, semejaban<br />
monstruos petrifieados. Metibndonos a el<strong>la</strong>s, o<br />
parapethndonos tras su mole, quedcibamos fuera del alcance<br />
de <strong>la</strong>s pedradas enemigas. Aseguramos ayui nv.estras<br />
posiciones.<br />
El aire apestaba a excremznto humano, a orines, a<br />
basuras podridas. Batallones de moscas per_'orabcn <strong>la</strong><br />
espesura de 10s olores. Nuestro chivateo era infernal. .<br />
Los gritos y 10s aleridos groseros, roda5an, sin ecos,<br />
ap<strong>la</strong>stados, tostados por el fuego de <strong>la</strong> tarde. El sudor<br />
nos pegaha <strong>la</strong>s ropas a1 cuexpo. Teniamos el rostro rojo,<br />
mojado, desti<strong>la</strong>ndo Jluvia sa<strong>la</strong>da.<br />
De pronto, en lo mejor de nuestra lucha, el Rufo<br />
nos distrajo:<br />
20 -<strong>La</strong> sai-4- E y <strong>la</strong> csperama.
---jVengm a ver, vengan a ver, un muerto, un<br />
muerto!-esc<strong>la</strong>snaba, asomando <strong>la</strong> mbeza por UI ori€icio<br />
de <strong>la</strong> caldera mAs lejana.<br />
Crehos cpe habri-ia cafdo dguno de nuestros camarac<strong>la</strong>s.<br />
Corrimos hacia Rufo.<br />
Tendido en el interior de <strong>la</strong> caldera, habia un horn..<br />
he muerto, en calzoncillos apenas, lleno de tajos. Tenia<br />
<strong>la</strong>s tripas caidas a un <strong>la</strong>do del vientre y sus <strong>la</strong>bios<br />
abiertos descsabrian unos torcidos dientes cariados. No<br />
hedia 261-1. Debieron haberlo matado esa misrna tarde.<br />
- -- i Qu4n sdt? i Chit as!<br />
Rodedbamos <strong>la</strong> mole de hierro, asomando <strong>la</strong> cabeza<br />
por el portillo. Los del otro bando corrian ya chapoteando<br />
POT una de <strong>la</strong>s angostas venas del rio. Pronto estuvieron<br />
junto a nosotros. Los recolectores de desperdicios<br />
que escarbaban en 10s basurales, corrieron tanbign a<br />
consta<strong>la</strong>r el hsl<strong>la</strong>zgo. Zumbaban como abejorros <strong>la</strong>s<br />
moscas en el aire. Voldbanse 10s harapos de <strong>la</strong>s esmirriadas<br />
mujeres en <strong>la</strong> camera. Los chiquillos casi desnudos,<br />
trotaban, perdidos casi en 10s desperdicios sueltos. Ruiw<br />
10s eerdos negros y gordinflones, grufiendo. <strong>La</strong> algazara<br />
era general.<br />
---iQ&a lo habr-5 matado!<br />
--is@ cns85aron con 61! iA deinde le ibsn a meter<br />
mAs Ipufml&s! ....<br />
-iSi es Aniceto, el hoja<strong>la</strong>tero!-adIC, de repente<br />
una mujer-. jSi es Rniceto! .... jSi es tu hermano! .... -<br />
concluyi., bablhdole a ma muchachita enclenque que<br />
gemia por asomaxse a1 orificio.
LA SANGRE Y LA ESPEMZA 307<br />
<strong>La</strong> chica palideci6 intensamente. Le &eron pasada<br />
y pudo mirar a1 interior. Aquel debia ser realmente su<br />
hermano, pes, se pus0 a gemir como una perra, con<br />
10s ojos desorbitados. Se rasgufiaba <strong>la</strong>s manos, tiritando<br />
como si tuviera frio.<br />
Una vieja “cachurera” mand6 a uno de sus chiqui-<br />
- llos a buscar guardianes a <strong>la</strong> Erigada. El chic0 sali6 disparado,<br />
seguido por varios de sus compaiieros. A ratos,<br />
corriendo, daban <strong>la</strong> impresi6n de desaparecer en medio<br />
de 3as basuras podridas, entre 10s cerdos que arrancaban<br />
grufiendo<br />
-iLo mat& yo, lo mat6 yo!<br />
Todos 10s ojos volviQonse hacia el sitio en que<br />
im~mpian aquel<strong>la</strong>s voces.<br />
-iYo tenia que matarlo, yo, yo, nadie m6s?<br />
Un <strong>la</strong>rgukucho cincuenton, cubierto de tiras y restos<br />
de saeos, sin afeitar, de erizada cabellera b<strong>la</strong>nca, sa-<br />
E6 de un matorral. Atrompcmdo 10s <strong>la</strong>bios, movia 10s<br />
Erazos y seguia gritando:<br />
--jUo tenia que matarlo, yo, no m&?<br />
Se aced. Parecia loco. <strong>La</strong>s tiras se le eatreabrfan,<br />
dejando a <strong>la</strong> vista el colgajo costroso de un sex0 siB-<br />
Utico.<br />
Todos retrocedieron’ante su avance. El reia. Sus<br />
carcajadas caian, rodando en el aire, como bo<strong>la</strong>s de<br />
hierro candente en un tiesto con agua.<br />
-iJa, ja, ja! iTen.k aue matarlo yo! iJa, ja, ja! iyQ<br />
no m&! ....<br />
Sus risas ckamuscaban el sentimiento de 10s pre-
308 NICOMEDES GUZMAN<br />
sentes. Todos se habian retirado a prudente distancia.<br />
Los hombres pestaiieaban, en actitud defensiva, terniendo<br />
que el desconocido 10s atacara. Le qiledb el<br />
campo libre. El no hizo sin0 meterse a <strong>la</strong> caldera en<br />
que se encontraba <strong>la</strong> victima. Desapareci6 en el orificio<br />
un instante. Sus carcajadas rebotaban en <strong>la</strong>s paredes<br />
del hueeo methlico, como en el vientre de una campana<br />
sin temple. Reapareci6 en se.guida, sin abandonax<br />
<strong>la</strong> risa. Levant6 algo sanguinolent0 y verdoso en su<br />
diestra negra. Era un trozo de intestino. Realmente, el<br />
hombre debia estar loco.<br />
-iYo tenia que matarlo! iJa, ja, ja! iY0, yo! iSe<br />
pes& a mi hija! i<strong>La</strong> tehgo all&! iY0 tenia que matarlo,<br />
yo, yo, no mAs! ;Carajo, se pesc6 a mi hija! iVengan,<br />
vengan!<br />
Abandon6 €a tripa y salt6 fuera del hueco.<br />
-iVengaan, vengan! .... iJa, ja, ja! -siguici-. PO-<br />
bre rn’hija! .... iVengan, vengan! ....<br />
Se ale$ No dejaba ahora de pedir:<br />
-i Vengan, vengan!. ...<br />
Se hundi6 en el matorral. Algunos hombres se en-<br />
caminaron hacia all&, cautelosamente. Fui tambih con<br />
algunos cornpai5eros. Era cierto. Perdida entre el ma-<br />
torral de zarzamoras, habia una pocilga pequefia, cons-<br />
truida con <strong>la</strong>tas y pedazos sueltos de <strong>la</strong>drillo. <strong>La</strong>s <strong>la</strong>-<br />
gartijas huian asustadas sobre 10s pobres materiales de<br />
<strong>la</strong> vivienc<strong>la</strong>. El hombre, agachado bajo <strong>la</strong> teehumbre,<br />
cuya dtwa no pasaria m5s arriba de su pecho, mob-<br />
traba el cuerpo de <strong>la</strong> hija, tendido en el suelo pe<strong>la</strong>do,<br />
-
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 309<br />
tieso, muei-to, apenas cubierto por tm trao grasiento<br />
y deshi<strong>la</strong>chado de frazada. Su rostro niveo, con 10s<br />
dientes a1 aire, mostrfibase a Ie luz de una ve<strong>la</strong> cho-<br />
rreante, pegada encima de una piedra. Sus <strong>la</strong>bios es-<br />
taban negros de golosas moscas.<br />
-iVean, vean! iNo ven, no ven! iSe <strong>la</strong> pesc6 y me<br />
<strong>la</strong> mat6! jCarajo!<br />
Ya no rib el hombre. Gruesas gotas de sudor le co-<br />
m'an por <strong>la</strong> frente, rodindole hasta <strong>la</strong> bazba, donde iu-<br />
cian, en hennandad con <strong>la</strong>s 14grimas, como rocfo en-<br />
redado en extraiio musgo de azabache.<br />
Aquello parecia un suefio. Mas, era cierto. El sol<br />
quemaba, sol<strong>la</strong>mando el cuerpo bajo <strong>la</strong>s xopas. Por 10s<br />
rostros, <strong>la</strong> transpiracih coda, como vertidndose de in-<br />
visibles caiios.<br />
Lejos, cantaban y silbaban 10s carretoneros, ani-<br />
mando a <strong>la</strong>s bestias, alegremente.<br />
Me retird. Me siguieron varios compaiieros. <strong>La</strong>s <strong>la</strong>-<br />
gartijas hacian genir <strong>la</strong>s briznas a su huiciizo paso. Una<br />
manada de burros, corrfa'por un f<strong>la</strong>nco del rio. Atra-<br />
vesamos 10s basurales, en'los que <strong>la</strong> <strong>la</strong>bor de 10s reco-<br />
lectores habfase reanudado en parte, escarba que te<br />
escarba, tras el hal<strong>la</strong>zgo del hueso, de <strong>la</strong> tira, del vi- .<br />
, drio, o del fierro mohoso. <strong>La</strong>s moscas se cruzaban co-<br />
mo en racimos por <strong>la</strong> modorra del aire. Los desperdi-<br />
cios podridos exha<strong>la</strong>ban sus hedores espesos, embotm-<br />
tes.<br />
Salt4bamos <strong>la</strong> linea dd ferrocarril, bajo el rever-<br />
bero hiriente del sof, cuando nos cruzamos con bs
310 NICOMEDES GUZMAN<br />
guaxrhanes que, junto con 10s chiquillos que heron cn<br />
su busca. corrian hacia el lugar del suceso.<br />
Volviamos impresionados. Pasaba m hoja<strong>la</strong>te- 10 tojo,<br />
arrastrando un sartal de enlosados rotos, abol<strong>la</strong>dos<br />
-iFarece que a 1st gente le Ssta andarse matando!<br />
-dijo uno de 10s muchachos, esbozando tzna sonrisa<br />
Ya de vuelta a nuestra calle, nos fuimos a <strong>la</strong>s verdulerias<br />
en bwca de “cascareo”. Lldbamos asi a 10s<br />
desperdicios de sandias y melones y, a eshs mismas frutas<br />
deweltas por falta de saz6n o sabor a 10s vendedores.<br />
Los verduleros nos <strong>la</strong>s daban.<br />
Algunos muchachos se comian Za pulpa extray&<br />
do<strong>la</strong> con <strong>la</strong> mano. Les confa el jugo por h barbrL.<br />
R,eian 10s roskos sudados. .<br />
Pero <strong>la</strong> verdadera razitn de que fuQamos en btisca<br />
del cascareo era nuestro juego del canal. El Rufo,<br />
nuestro ayudante, se pasaba el dorso de <strong>la</strong> diestra por<br />
<strong>la</strong>s narices, sorbia, y salia con 10s montones de rfiscaras<br />
hasta <strong>la</strong> esquina de Bulnes con Mapocho. Ac6, jimto<br />
a1 Gltimo portjn del depbsito, sentados a1 borde del<br />
canal, nosotros esper6barnos ]as c6scaras con 10s garfios<br />
alex-ta. El cequi6n bufaba, rnordiendnnos 1% piernas.<br />
- i Paff f ! . i Pdff ! . . .<br />
-i Pafff! .... iPafff! ....<br />
+Agarre dos altiro! iEstoy “pine”! .... iChitas! ....<br />
+Pal%!. .. iPa-fff!<br />
....
-iPuchas, este jodido del Rufa <strong>la</strong>s est6 e&aazdo<br />
muy Xigero! ....<br />
-i Pafff!. . . .<br />
-iR!kjor, oooh, asi se pmeban 10s pehes! ....<br />
-i Pafff! .... iPafff!..,.<br />
El jfibilo alivianaba el aire. <strong>La</strong>s gotas saltonas de<br />
agm, nos he<strong>la</strong>ban el sudor. A nues-tra espalda el vera..<br />
no se golpeaba el pecho con su dura pata tostada. El<br />
crep&seulo asomaba su rosiro viol6ceo bas Zos tejados,<br />
como un pirata a <strong>la</strong> borda de un barco, apretando en-<br />
tre 10s dientes un Gltimo y hembrow c~tchillo de<br />
SOL<br />
3<br />
-iSalvaje, salvaje, queris matarme, dvaje!<br />
Eas angustiosas vows ar~aban <strong>la</strong>s paredes de <strong>la</strong><br />
galeria.<br />
-iJa, ja, ja!<br />
Ya <strong>la</strong> gente se agrupaba ante <strong>la</strong> puerta cemada del.<br />
cuarto de Rufino. Relojero, grabador y rnaquinista<br />
tranviario, Rufino era pequeiio, f<strong>la</strong>co, encogido. Cambiaba<br />
de compaiiera cada uno o dos meses. Todas se<br />
le iban despu6s de sopwtar sus borsaeheras y malos<br />
tratos. Pero en seguida, reponia<strong>la</strong>s. <strong>La</strong> anterioy, habiarre<br />
envenenado, bebiendo un frasco de Acid0 de 10s que<br />
61 usaba en sus trabajos de grabado.<br />
<strong>La</strong> que tenia ahora, era firme para 10s golpes y no<br />
muy fAcllmente se dejaba dominar por G?. Ciesto que
312: MICOMEDES GUZM.AN<br />
-I<br />
10s mAs de 10s dias, de madrugada cas& llegaba a gol-<br />
pear nuestra puerta.<br />
-jSefiora <strong>La</strong>ura, unas hojitas, unas hojitas pa 10s<br />
ojosr<br />
Mi madre poseia, colgada a nuestro balc6n. entre<br />
yedras, cardenales y otras diversas especies de p<strong>la</strong>n-<br />
Cas, una mata de “espue<strong>la</strong> de galbn”. Eran hojas de es-<br />
ta p<strong>la</strong>nta <strong>la</strong>s que solicitaba. Y mi madre no se <strong>la</strong>s iha<br />
a negar. Mi, tarde se <strong>la</strong> *ia salir de compras con <strong>la</strong>s<br />
hojas pegadas bajo 10s pbrpados o en <strong>la</strong>s sienes. Pero<br />
antes que el poder curath del vegetal hiciera su efec-<br />
to sobre 10s machucones, ya 10s puiios de Rufino se los<br />
revivian en el rostro.<br />
-iEste hombre, Seiiorcito, me va a matar!<br />
-iD6jelo, vecinita, es un salvaje! iHay tantos<br />
hombres giienos por ahi que pueden querer<strong>la</strong>! iUst6 no<br />
es naita ’e pior! ....<br />
--iI\Jo, no puedo dejarlo, no puedo, vecina!<br />
Aquel<strong>la</strong> noche, <strong>la</strong> pelea era mis dura. Chillidos,<br />
golpes, vociferaciones, groserias, se atropel<strong>la</strong>ban en el<br />
tragaluz, buscando salida a <strong>la</strong> galeria, Cristina, aunque<br />
pitaba como si <strong>la</strong> mataran, parecia no estar dispuesta<br />
a ceder. El hombre se enfurecia mis ante sus resisten-<br />
cias.<br />
-iMe vai a matar, salvaje, me vai a matar!<br />
--iDe veras, <strong>la</strong> va a matar, debian ir a buscar<br />
guardianes! -hab<strong>la</strong>ba una hembra fofa, de carries<br />
abundosas y colgantes.
LA SANGRE Y LA ESPERANZA<br />
--.fie veras, hay que traer guardianes! --opin6<br />
otra . Alguien abri6 <strong>la</strong> puerta. El hombre y <strong>la</strong> mujer lu-<br />
ehaban en el lecho furiosamente. <strong>La</strong>s ropas desordena-<br />
das estaban caidas en el piso. <strong>La</strong> mujer, bajo el horn<br />
bre, manoteaba, lo rasguhaba, gritando y petaleando,<br />
deseosa de desasirse.<br />
-jTe tengo que joder. te tengo que joder, miCcEi-<br />
ca! -roncaba el borracho y le buscaba el rostro con<br />
10s puiios.<br />
De pronto, un a<strong>la</strong>rido filoso de Cristina rasg6 el<br />
reducido espacio del cuarto. Se levant6 el hombre. Estaba<br />
descompuesto, desgrefiado. Parecia un demonio.<br />
De su <strong>la</strong>bio inferior se escurria un hilillo de <strong>sangre</strong>.<br />
<strong>La</strong> mujer se alz6 tras 61.<br />
-jBmto, salvaje, -chil<strong>la</strong>ba con <strong>la</strong> mano en un<br />
oido-, me comiste una oreja: me <strong>la</strong> comiste, animal,<br />
me <strong>la</strong> comiste, chancho! ....<br />
<strong>La</strong> <strong>sangre</strong> corria por entre sus dedos. En <strong>la</strong> refrie..<br />
ga Rufino le hahia alcanzado <strong>la</strong> oreja con 10s dientes.<br />
El hombre se paseaba por el cuarto como un simio, acerando,<br />
bufando. De repente, envuelto & saliva sanguinolenta,<br />
escupi6 el trozo de 16bulo.<br />
-jSalvaje, salvaje -seguia chil<strong>la</strong>ndo Cristina.<br />
Y como una fiera se precipit6 contra el borracho<br />
de nuevo, y comenz6 a golpearle el pecho. El parecia<br />
no sentir. Sus costil<strong>la</strong>s sonaban a 10s golpes, como tabIas<br />
trizadas.
314 NICOMEDES GUZMAN<br />
-iMe comiste <strong>la</strong> oreja, bruto! -no cesaba de do-<br />
lerse Cristina.<br />
El borracho se habia detenido. Dejaba a su muier<br />
que lo castigara. Pero, de improviso se abraz6 a el<strong>la</strong>.<br />
--iCristina, Cristinita m’a, perdhname! --exch-<br />
m6-. jPer&n, mi perrita!<br />
Y <strong>la</strong> besaba, gimiendo, en todo el rostro. JJa s~n-<br />
gre no dejaba de manar de <strong>la</strong> oreja chdena de <strong>la</strong> hem-<br />
bra. Una saibita emoci6n <strong>la</strong> conmovi6. Y ya no hizo<br />
sino responder a1 abrazo.<br />
Xi 61 ni el<strong>la</strong> se daban cuenta de <strong>la</strong> presencia de<br />
10s vecinos. Y cuando lleg6 <strong>la</strong> policia, 10s encontrci alli,<br />
en medio del cuarto enmohecido por <strong>la</strong> luz debilucha<br />
de <strong>la</strong> Ihpara, qucrihdose con apretados besos y aban-<br />
donadas Irigrimas, sin preocuparse de <strong>la</strong> <strong>sangre</strong> que de-<br />
nunciaba a 10s ojos de tdos !a audacia de unos dientes<br />
caniba’les.<br />
-~Qu6 es lo que pasa aqui? iQud es lo que pa-<br />
sa ?-<br />
El cabo,policial se meti6 al cuarto sin magores<br />
prelimbulos. Sus pa<strong>la</strong>bras parecieron despertar del mhs<br />
romjntico sueGo a 10s extrafios enamorados. Rufino se<br />
sobresalt& Se pas6 precipitadamente el dorso de u:ia<br />
mano por 10s ojos.<br />
--jAqui no pasa nada, no pasa nada, carajo! --vG-<br />
cifer6-. iAqui no pasa nada!<br />
--iSi, aqui no pasa nada! --confirm6 <strong>la</strong> mujer, goC<br />
peando el suelo con un pie, para hacer mjs energicas<br />
sus pa<strong>la</strong>bras-. iVriyanse, v5y;mse!
316 NICOMXDES GTJZMAN<br />
penso. Habia allf hombres, ruidos de botel<strong>la</strong>s, pa<strong>la</strong>bras<br />
gruesas, palmoteos, ha<strong>la</strong>gos, besos, caricias. Y eritre to-<br />
do, una luz, es decir, dos luces que hacian una so<strong>la</strong>: <strong>la</strong><br />
risa de <strong>la</strong>s hermanas: Ana y Gracie<strong>la</strong>.<br />
Yo apenas <strong>la</strong>s habia visto alguna vez lejana, a dis-<br />
tancia. Sabia que eran rubias. Vi entonces competir a1<br />
sol con sus cabelleras. Sabia que eran altas, de cim-<br />
breante paso, de potentes caderas. Pero, <strong>la</strong>s of reir.<br />
Desde entonces, siempre que pude, me <strong>la</strong>nd a <strong>la</strong> cam<br />
del fruto de sus gargantas.<br />
~ iPor que? jQu6 sd yo! Mas, es cierto. .<br />
Allf, apegado a <strong>la</strong> mural<strong>la</strong>, como un pequefio delincuente,<br />
cuktas veces me estuve soportando el peso<br />
de tanta voz promiscua por <strong>la</strong> posesicin de una, de una<br />
so<strong>la</strong> moneda desprendida de su alegria. Creo que, de<br />
mayor, Ang6lica habria reido asi.<br />
Esta noche aprovech6 el descuido de mi madre,<br />
que estaba preocupada de lo que acababa de ocurrir<br />
en <strong>la</strong> pieza de Rufino, y abandon6 10s pasos hacia donde<br />
el tiempo reservaba un resquicio de extraordinaria<br />
luz a mi espiritu. Me apes6 a <strong>la</strong> pared. <strong>La</strong> puerta del<br />
cuarto diez estaha semi abierta. Habia mC voces que<br />
de costumbre, mis miisica. Y sin duda, d s caricias.<br />
Se oia m canto:<br />
"Margaritina rnia,<br />
no digas nada a nadie,<br />
que nuestro amnr es c m<br />
que sdlo debe saber<strong>la</strong> el aim...."<br />
Y a1 final, <strong>la</strong> risa, <strong>la</strong> querida risa de una de eI<strong>la</strong>s,
I<br />
--<br />
LA SANGRE Y LA ESPERANZZA<br />
/<br />
317<br />
-<br />
envolviendo el aire como en una red 'melodiosa. Me<br />
sentia feliz en medio de aquello.<br />
De pronto, una mujer que sale. No me vi6. Estaba<br />
borracha. Se tambaleaba un poco. Se ah6 <strong>la</strong>s polleras.<br />
Su calzcin rod6 casi hasta sus tobillos. <strong>La</strong> vi encucli-<br />
I<strong>la</strong>rse. Sus muslos gruesos, firmes, albeaban en <strong>la</strong> sombra.<br />
Sonaron 10s orines sobre el entab<strong>la</strong>do. Y algo<br />
m6s ...., diderente a su risa, desde luego. Pens4 que<br />
aguello no podia ser. Pero, era, realmente ....<br />
iSi, <strong>la</strong> muerte de una pequefia ilusibn!<br />
No podia moverrne. Me di6 miedo. Acaso le pareciera<br />
mal mi presencia. Sus muslos albeaban en <strong>la</strong><br />
sombra. Deberia tener un bello cuerpo, b<strong>la</strong>nco, suave.<br />
Y dos tibios pechos vibrantes. iMe importaba s6lo una<br />
cos en ese momento! iSu risa habia fallecido! No corn- '<br />
prendia ccirno una mujer que riera asi como el<strong>la</strong> y su<br />
hermana, pudiera hacer todo lo que <strong>la</strong>s demk El<strong>la</strong> se<br />
alzaba. Se ajust6 10s calzones. Se acomod6 <strong>la</strong>s poIleras.<br />
Seguia tambalecindose. Deseaba fervientemente<br />
que se entrara. Cuando lo hizo, hui a saltos hacia UPStro<br />
cuarto.<br />
<strong>La</strong> galeria temblequeaba. No repar6 en <strong>la</strong>s mujeres<br />
que, como brujas <strong>la</strong>midas por'<strong>la</strong>s L<strong>la</strong>mas, segnifan<br />
6us postreros rnenesteres.<br />
Ya no me interesaria por el metal de <strong>la</strong>s gargantas<br />
de Ana y Gracie<strong>la</strong>. Lo hico que para mi habia de puro<br />
en el<strong>la</strong>s, habia fenecido. Sus risas fueron prostitutas<br />
tambidn desde aquel instante.<br />
Es cierto. Un nEo pede perfectamente no ser un<br />
mtbpido. Per0 sed siempre inhumane. .<br />
*
?<br />
LA ABUELA<br />
OR ESTQS DIAS lleg6 a nuestra<br />
casa mi abue<strong>la</strong>. Era <strong>la</strong> madre de mi<br />
madre. Mi abuelo, su marido, un<br />
viejo fornido, trabajadorazo, recio acn para el chzo<br />
y <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>, de firme p<strong>la</strong>nta para <strong>la</strong> conquista de 10s caminos,<br />
es decir un chileno, habia fallecido hacia poco<br />
de una enfermedad indefinible. Los mCdicos dijeron<br />
que era tilus, otros que una fiebre recientemente descubierta.<br />
Es posible que haya sido tifus o virue<strong>la</strong>, pues,<br />
por estos &as estas enfermedades andaban haciendo <strong>la</strong><br />
de <strong>la</strong>s suyas en 10s barrios pobres.<br />
Mi abue<strong>la</strong>, despuPs de casi toda una vida dedicaaa<br />
a <strong>la</strong> <strong>la</strong>bor de <strong>la</strong>. artesa, comenzaba a sentir ya 10s<br />
1<br />
c
520 NICOMEDES GUzlMAN<br />
remezones de <strong>la</strong> muerte, a travCs de una maldita par&-<br />
lisis que le mordia cada hora su organismo.<br />
-iCuAndo me llevar6 Dios! -suspiraba <strong>la</strong> po-<br />
bre-. iCuhdo me llevar6 el Seiior!<br />
Alli, en su sil<strong>la</strong>, sentada, per0 siempre apoyada en<br />
un mango de escoba que le servia de bastdn, al cud<br />
el<strong>la</strong> habia pedido que le colocara una punta de c<strong>la</strong>vo<br />
para que no resba<strong>la</strong>ra en <strong>la</strong>s tah<strong>la</strong>s, se pasaba 10s dias,<br />
tiritando, suelta <strong>la</strong> mandibu<strong>la</strong>, batiendo <strong>la</strong> lengua, co-<br />
mo rezando o cantando sin entonaci6n ni pa<strong>la</strong>bras.<br />
-iCuAndo me llevar6 el Seiior! aecia.<br />
Por <strong>la</strong>s noches, mi abue<strong>la</strong> rezaba el rosario. Y, ge-<br />
neralmente, Elena, si no mi madre, debia acompaiiar<strong>la</strong><br />
De io contrario, el I<strong>la</strong>nto, en su perenne anhelo de re.<br />
galias, irrumpfa como si un cielo vasto y lluvioso hu-<br />
biera tomado posesi6n de sus ojos; lentos <strong>la</strong>grimones,<br />
garrapateaban sus Gccidas mejil<strong>la</strong>s, efi que <strong>la</strong>s finas<br />
venas eran como rojos cabelilos, ap<strong>la</strong>stados caprichosa-<br />
mente entre cuero y came.<br />
Toda vez que asistia a1 esfuerzo desplegado por<br />
mi madre, para sostener<strong>la</strong> y encaminar<strong>la</strong> cuando lo ha-<br />
cia inenester una necesidad imperiosa, era de imaginar-<br />
se a <strong>la</strong> pobre anciana en sus tiempos mbs o menos mo-<br />
zos, protagonizando <strong>la</strong>s Bgiles historias de vida que yo<br />
conoci de propios <strong>la</strong>bios y de 10s de quien me ech6 a1<br />
mundo.<br />
Era realmente increible su estado de hoy, puesto<br />
que mi abue<strong>la</strong> habia sido una de esas tantas hembras
322 NICOMEDES GUZMAN<br />
]El hornbye rib, nerviosamente.<br />
-+Me jodi6, seiiora, me jodi6 no miis!.... +%io, y<br />
enfund6 el arma.<br />
En medio del silencio de tados, <strong>la</strong> vieja -no scrfa<br />
rcdmente vieja pos entonces-, sali6 apyando af<br />
marido. Nadk se atrevi6 a levantarle rn6s <strong>la</strong> voz.<br />
Esta historia corri6 por todo el pueblo de Codema,<br />
por Machali, y esos alrededores.<br />
-iQUB hembra se gasta ust6, no Jos6 Maria! -16<br />
decian 10s amigos y conocidos a mi abuelo-. iCUidad0<br />
con dejar<strong>la</strong> viuda, mire que se <strong>la</strong> pelean, no!<br />
Mi abueIo reia, mientras otros exc<strong>la</strong>maban:<br />
-$on Ra Lucinda no hay quien pegue!<br />
Ni aquel mismo brujo, ub tal Bustamante, uno ylte<br />
dommia sobre una de <strong>la</strong>s tapias del cementerio, y que<br />
hacia salir chicha de 10s Arboles y de <strong>la</strong>s varas de to-<br />
peadura, y que cuando le daba <strong>la</strong> gana, desnudaba por<br />
encantamiento a <strong>la</strong>s niiias en 10s bailes, pudo nada nun-<br />
ca con mi abueIa, aunque <strong>la</strong> amenaz6, porque el<strong>la</strong> no<br />
le quiso vender una oveja muy regalona que poseia.<br />
Esto es algo de <strong>la</strong> vida de Lucinda, mi abue<strong>la</strong>, es-<br />
ta misma paralitica de que he hab<strong>la</strong>dq y a @en habia<br />
que ayudar en dodos sus menesteres<br />
2<br />
A <strong>la</strong> vera de 10s dias, mi abue<strong>la</strong> era realmente<br />
como una Gia malcriada. Yo y Martha, debo confe-<br />
sarlo, abus6bamos de su in.i.alidez. MuC3has veces le<br />
....
-<br />
LA SANGFLE Y LA ESPERANZA 323<br />
amebati5 el palo de sostbn, y me <strong>la</strong>nc6, burlbdome de<br />
el<strong>la</strong>, a jinetearlo, dando vueltas a <strong>la</strong> mesa. Me gozaba.<br />
No se me quitaba lo bestia. Mi madre, por supuesto,<br />
era ajena a todo esto. Yo estaba tan acostumbrado a<br />
hs IAgrimas'de mi abue<strong>la</strong>, que no me conmovian.<br />
Cuando sabiamos que poseia algh dinero, Martha y<br />
yo nos apresurAbamos a atender<strong>la</strong>.<br />
-LQuiere que le <strong>la</strong>ve 10s pies, agiielita? -me<br />
ofrecia.<br />
-iNo, yo, agiielita! .... -ofreciase Martha, tratan-<br />
do de imponbeme.<br />
-iLAvamelos tu! -me decfa-. Me est& ardiendo<br />
mucho. ...<br />
--iCuAnto me va a pagar? ....<br />
-Un diez, pues, hijito ....<br />
--KO se 10s <strong>la</strong>vo por un cinco, agiielit a... Por um<br />
cinco --gritaba Martina.<br />
--;Para otra vez! Ahora me 10s <strong>la</strong>va Enriquito -<br />
decia fentamente <strong>la</strong> abue<strong>la</strong>.<br />
Si mi madre entraba y nos sorprendia en negocies<br />
eon el<strong>la</strong>, 10s azotes eran seguros. Cada vez que nos<br />
veia encuclil<strong>la</strong>dos ante el <strong>la</strong>vatorio, listos a senrir a <strong>la</strong><br />
abue<strong>la</strong>, mi madre, le encargaba, y le insistfa:<br />
-iCuidadito, madre, con darle p<strong>la</strong>ta a estos moco-<br />
m!<br />
El<strong>la</strong> no decia nada. No nos acusaba, pues, temia<br />
que tomhamos represalias en contra suya y no <strong>la</strong> sir-<br />
vi6ramos, Eramos una fuerza. EXa sabia muy bien que<br />
BU invalidez precisaba de nosotros.
324 NICOMEDES GUZW<br />
Cuando no tenia dinero, pasaban muchos dias, sin<br />
que nos ofreciQamos a lo que el<strong>la</strong> necesitaba. Tenia<br />
que quejarse:<br />
-jTanto que me duelen 10s pies! iL4venmdos, chi-<br />
quillos!. , . .<br />
Despuks de mucho rah se decidia alguno de POS-<br />
otros. Significaba que ya habiamos transado. MAS de<br />
alguna pequeiia cosa de su propiedad, pad a mis ma-<br />
nos a cambio de cualquiera ayuda.<br />
Sus anteojog, que no tenia para qu6 usar, me inte-<br />
resaron mucho. Y como nunca quisiera tratarlos, ,se<br />
10s rob6 un dia y les saquk un cristal. MAS tarde el<strong>la</strong><br />
10s vi6. Y sucedi6 lo que me esperaba: que vidndobs<br />
inservibles, me 10s ofreci6 <strong>la</strong> primera vez que necesi-<br />
t6 de mi.<br />
<strong>La</strong> mAquina proyectora de pelicu<strong>la</strong>s que esperaba<br />
fabricar con 10s vidrios de aumento, aprovechando unos<br />
engranajes de reloj que el<strong>la</strong> misma me habia rega<strong>la</strong>do,<br />
no me result6 nunca. Y 10s vidrios se me quebrarcm<br />
tratando de ajustarlos a 10s huecos rectangu<strong>la</strong>res del<br />
caioncito que esperaba convertir ea aparato cinemato-<br />
grsfico.<br />
Los dias de mi abue<strong>la</strong> eran de verdad sin esperan-<br />
za. Es decir, si, tenfan una <strong>esperanza</strong>: Dios o d ciello.<br />
En todo caso, aqui en <strong>la</strong> tierra, en nuestro cuarto, en<br />
tre <strong>la</strong> familia, <strong>la</strong>s prostitutas, 10s rateros, 10s evang6li-<br />
cos, 10s trabajadores todos, en medio de <strong>la</strong> lucha de 10s<br />
hombres, el tiempo ya no tendria Ihparas para abm-<br />
brarle <strong>la</strong> negrs ruta. Y acaso fuera mefor, muchas ve-
326 NICOMEDES GUZMAN<br />
1% madre, moviendo kt cabeza, y riendo casi, <strong>la</strong> mi-<br />
rcj hacer durante <strong>la</strong>rgo rato. Despub, gravemente, un<br />
poco severa:<br />
-jMadre, por Dios, si alguien <strong>la</strong> viera en &so,<br />
iquk cxee usted que diria?! -le hablb.<br />
El<strong>la</strong>, <strong>la</strong> vieja, se ruboriz6 como una nifia. Su ms-<br />
tro, de color subido corrientemente, alcanz6 casi a1 tin-<br />
te del granate. Disirnul6. DTo queria creer que mi ma-<br />
dre <strong>la</strong> hubiera sorprendido.<br />
-iSi no hago nada, niiia! -negci.<br />
--iPero ;,&mot madre?! .... iSi acabo de ver<strong>la</strong>! iCb-<br />
mo es posible que haga eso?<br />
Mi abue<strong>la</strong> se compungi6 toda. Su rosttro di6 <strong>la</strong> im-<br />
presi6n de aprefarse y fruneime luego, como una cica-<br />
kiz. Y le estd<strong>la</strong>rnn de golpe <strong>la</strong>s Egrirnas. Sollmos igud<br />
que graznidos le arrancaban del pecho seco.<br />
-jPor Djositr: --clijo entrecortamente, vaci<strong>la</strong>ndo -,<br />
por Diosito, bbtame, niiia, bbtame, anda a echarme a1<br />
hospicio!<br />
--iPeW, madre, no diga eso! $To ve que tengo ra-<br />
z6n en lo que le &go?<br />
-iPor que no me llevarh Dios? -exc<strong>la</strong>m6 mi<br />
abue<strong>la</strong> ahora, llorando casi a gritos-. iSeiior, Sefior-<br />
cito!<br />
Mi rnadxe se desespraba por esto.<br />
Movi6 <strong>la</strong> cabieza, amargada. Quiso acercarse a el<strong>la</strong><br />
para conso<strong>la</strong>r<strong>la</strong>. Mas, se arrepintib. Su rostro habia em-<br />
b<strong>la</strong>nquecido. Su gesto era indefinible. No poclr;a decir-<br />
se si era encono o pens <strong>la</strong> que <strong>la</strong> asistia &ora. No ha-
LA SANGRE Y LA ESPERANZA m<br />
blb nada mhs. En silencio y lentamente, se dirigi6 s<br />
cum del pequeiio, que habia despertado y empezaba<br />
a. Ilorar.<br />
Tras su paso, siguieron rodando 10s solloz~s de <strong>la</strong><br />
abue<strong>la</strong>. El mango de escoba que usaba a guisa de bsst6n,<br />
golpeaba Ias tab<strong>la</strong>s, a1 ritmo de su brazo loco, con<br />
ese mismo eneyante sonido de dura coyuntura que<br />
producen 10s perros a1 ahuyentarse <strong>la</strong>s pulgas.<br />
4<br />
El otoiio estaba ya a <strong>la</strong>s puertas de <strong>la</strong> ciudad. Pe-<br />
ro el calor no se espantaba. U estaba aqui, en el ros-<br />
tro de mi abue<strong>la</strong> precipitbdose en continuas per<strong>la</strong>s<br />
de transpiraci6n. Sin poder aquietar 10s saltos de su<br />
brazo, el<strong>la</strong> apegaba sus ojil!os a 12 nada, soportando si-<br />
lenciosa, apenas acezando, los impetus calientes de los<br />
6ltimos dias estivales.<br />
Yo <strong>la</strong>braba un palo, mel<strong>la</strong>ndo el cuchillo cocinero<br />
de mi madre. Quer$a hacer un casco de barco,<br />
-iLe traen una guagua para que <strong>la</strong> "santigue"!<br />
--entr6 diciendo mi mamA a mi abuelita.<br />
-iAh?<br />
-iUna sefiora, rnadre, que tiene a <strong>la</strong> guagua en-<br />
ferma! jQuiere aue se <strong>la</strong> santigiie!<br />
-jA ver! jQue <strong>la</strong> entre, pues! -hinu6 con vot<br />
cascada mi abue<strong>la</strong>.<br />
Entr6 una mujer pequeiia, humilde. Vestia un de-<br />
htat de vichi, raido, tras cuyas roturas veianse 10s
328 NICOMXDES GUZMAN<br />
parches de fa pollera do <strong>la</strong>na. <strong>La</strong>s grandes manchas<br />
que <strong>la</strong> prefiiez hahia dejado en su rostpo, acentuaban<br />
su edad. Una pasividad me<strong>la</strong>nc6lica emanaba de sus<br />
pupi<strong>la</strong>s chlidas. En sus brazos morenos, ajados, desnu-<br />
610s hasta el codo, traia a1 hijo, enduelto eh un rebozo<br />
apolil<strong>la</strong>do, verdoso.<br />
-iAqui e&! -exc<strong>la</strong>m6 con voz lloriqueante <strong>la</strong><br />
mujer, descubriendo a1 nifio ante mi abue<strong>la</strong>.<br />
Roncaba <strong>la</strong> guagua haciendo girar <strong>la</strong>s pupi<strong>la</strong>s me-<br />
dio ente<strong>la</strong>das. El ojito izquierdo le <strong>la</strong>grimeaba. Daba <strong>la</strong><br />
impresi6n de que iba a ahogarse. Mi abue<strong>la</strong> pidi6 que<br />
le colocaran a1 nifio en <strong>la</strong> falda y se lo afirmaran. Sa-<br />
c6 un crucifijo de bronce que colgaba desde el cuello<br />
en su seno. Y comenz6 a rezar cosas que no se le en-<br />
tendiao. Apenas podia oirseIe <strong>la</strong> ligera pronunciaci6n<br />
de <strong>la</strong>s eses y algunas vocales. Con <strong>la</strong> imagen en <strong>la</strong> dies-<br />
tra, hacia, a1 mismo tiempo, cruces en el &e, sobre el<br />
rostro del enfermo.<br />
<strong>La</strong> operaci6n dur6 apenas unos pocos minutos..<br />
+Era “mal”! -exc<strong>la</strong>m6 mi abue<strong>la</strong>, temblorosa-<br />
mente.<br />
Cuando “santigi<strong>la</strong>ba”‘1e era fkil determinar si ha-<br />
bian “ojeado” a <strong>la</strong> guagua o si <strong>la</strong> aquejaba alguna otra<br />
enfermedad cosriente. Si era lo- primer0 le dolia a mi<br />
abue<strong>la</strong> el <strong>la</strong>do del corazbn, y el ojol izquierdo le lloraba<br />
abundantemente, mientras el phrpado. palpit6bale co-<br />
mo un sapo aghico. El mal parecia trasmutarse a su<br />
organismo, y transpiraba copiosamente.<br />
Debido a esto, mi pobre abue<strong>la</strong> temia santiguar-<br />
-
-<br />
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 329<br />
Pero, cuando el cas0 llegaba no era capaz de oponerse.<br />
-iSi una sabe hacer esto, no tiene por qu6 negar-<br />
se! -exc<strong>la</strong>m6 en alguna oportunidad en que mi madre.<br />
le observ6 <strong>la</strong> inconveniencia que para el<strong>la</strong> era realizar<br />
el conjuro.<br />
<strong>La</strong> guagua que reci6n le habian traido, despu6s del<br />
rezo, dej6 de roncar. El ojo ya no le <strong>la</strong>grime6. Y se<br />
quedS profundamente dormida.<br />
-iParece un mi<strong>la</strong>gro! -habl6 emocionada, casi<br />
llorando, su madre-. iParece un mi<strong>la</strong>gro, abuelita!<br />
iQue Dios <strong>la</strong> bendiga! ;Gracias!<br />
Envolvi6, ayudada por mi madre al nEo, y salid,<br />
triste, hundida, pero llena de <strong>esperanza</strong>.<br />
Mi abue<strong>la</strong>, m6s loco que nunca su brazo paraliti-<br />
co, limpihhase el 050, del que no dejaban de manarle<br />
<strong>la</strong>s 16grimas. Rec<strong>la</strong>m6 el bast6n que habia tomado yo<br />
para limpiarb de grasa alli donde lo apretaba su ma-<br />
no y pidi6 a mi madre que le &era <strong>la</strong> “esencia”.<br />
-iParece que tuviera alfileres en el corazbn! -se<br />
quej6.<br />
El verano habia <strong>la</strong>nzado a <strong>la</strong> pieza, por el balchn,<br />
una abeja que espiraleabaen el aire con zumbidos de<br />
runriul. En <strong>la</strong> calle se oian gritos estridentes de chi<br />
quillos. Habian abierto el grifo de <strong>la</strong> esquina y se em-<br />
papaban, haciendo saltar el agua, presionando en <strong>la</strong><br />
boca de bronce. El calor sofocante arrancaba serpien-<br />
tes de pesadil<strong>la</strong> de <strong>la</strong> tierra. Rumores de hierros cas-<br />
tigados, anchos rumores de trabajb, venian desde 10s
330 NICOIVEDES GUZMAN<br />
c<br />
talleres de <strong>la</strong> Compafiia. Un gilguero, en <strong>la</strong> galerfa, can-<br />
taba alegremente a <strong>la</strong> vida, desde su prisih colgante.<br />
A <strong>la</strong> distancia sonaba el cuerno de un he<strong>la</strong>dem.
ELENA<br />
“...un ~QCO menos que un &gel, un po@o<br />
mais que una nor ....”<br />
<strong>La</strong>lta LUBICZ MEQS2.<br />
OS CHIQUILLOS BAN ya a <strong>la</strong><br />
escue<strong>la</strong>, mordiendo con avidez k<br />
pulpa amaril<strong>la</strong> de 10s membrillos.<br />
<strong>La</strong>s moscas cardumeaban atontadas por el aire. Era el<br />
otofio una vez m&. Nuestra vida rie<strong>la</strong>ba lentamente.<br />
Sin embargo, habia como un profundo olor de hie..<br />
rro en fiisibn en <strong>la</strong> intimidad de nuestra casa.<br />
MQs &I, en <strong>la</strong> galeria. M5s all&, en el vecindario.<br />
Y mL 1ejos sen, atravesando <strong>la</strong>s fronteras del barrio,<br />
Ioe dias eran como frutos secos, como viejos y amargos<br />
1
332 NICOMEDES GUZMAM<br />
descarozados, imposibles hasta para el domini0 de<br />
10s mls poderosos colmillos.<br />
Golpe a golpe, haciendo eco a1 campanario de An-<br />
dacollo, <strong>la</strong> existencia marcaba su ritmo de reconcen-<br />
trada, de acendrada hcha, estrujandv el c0razi.n de los<br />
hombres, exprimiendo, a gotas, un zumo de kgrimas<br />
y <strong>sangre</strong>.<br />
<strong>La</strong> frente alta y limpia. <strong>La</strong> frente obscura y cana-<br />
Da. <strong>La</strong> fi-ente sombria y fatalista. Todas <strong>la</strong>s frentes, y<br />
su sudor, tenian una base firme de pupi<strong>la</strong>s mostraido<br />
una humanidad y una verdad a <strong>la</strong> lumbre del mundo.<br />
Era el otoiio una vez mAs. Y era <strong>la</strong> vida.<br />
2<br />
-iElena! -habl6 mi padre.<br />
.<br />
El<strong>la</strong>, mi hermana, pAlida, dulcemente enaienada,<br />
alz6 10s ojos puros, que pudieran ser lo mismo de oveja<br />
o de mujer. El libro que tenia sobre <strong>la</strong> mesa, se cem6<br />
de golpe. Pestaiie6. No habl6 nada. Esper6 anhe<strong>la</strong>nte.<br />
<strong>La</strong> voz del padre, no tard6 en buscar su entendimiento:<br />
-No es primera vez que hab<strong>la</strong>mos de &to .... jNo?<br />
.... 4ijo con calma el hombre, esforzbdose por mentir<br />
serenidad-. jTant0 que te hemos pedido que termines<br />
todo lo que hay entre t~ y ese muchachc! .... iNo<br />
es cierto?<br />
-Si, papd! .... -repuso el<strong>la</strong>, fpunciendo 10s ojos,<br />
preocupada.
I-<br />
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 333<br />
-jb has prometido, Elena, y no lo has hecho,<br />
ipor quc??<br />
Elena ca.116. Bajb <strong>la</strong> vista. Se mordia el indice. Es-<br />
te gesto suyo le daba un dire de ingenuidad, de nifia re-<br />
galona. Pero, a pesar de ello, de veras, sentia <strong>la</strong>tir su<br />
corazbn atorrnentado junto a mi corazbn. Me doli=<br />
<strong>la</strong>s garras de su sentimiento en medio del pecho. El si-<br />
lencio era duro. De piedra inhoradable. F’rio. Pero, lle-<br />
no de luz. -4lzado de esca<strong>la</strong>s para <strong>la</strong> comprensi6n.<br />
Mi padre se mordia. Miraba de reojo a <strong>la</strong> hija. Se<br />
pasaba <strong>la</strong> mano por <strong>la</strong> aspereza de <strong>la</strong> b.arba crecida.<br />
Sobre el hule, al borde de,<strong>la</strong> mesa, de stibito, dos<br />
goterones golpearon, como apagando en un chirrido el<br />
rescoldo de a ha que gonducian desde 10s ojos de mi<br />
hermana.<br />
--iNo hab<strong>la</strong>s, Elena, no hab<strong>la</strong>s! -grit6 mi padre.<br />
Es posible que su grito-fuera una reacci6n a1 do-<br />
lor que le produjeron 10s golpes de <strong>la</strong>s IGgrimas sobre<br />
el huh Mi madre, a un <strong>la</strong>do, obsevaba, encogida, su-<br />
- frlente.<br />
-iQui. sacm’a con hab<strong>la</strong>r, pap&! Ajo, despacio,<br />
con lentitud, Elena, acariciando el rostro duro de mi<br />
padre con <strong>la</strong> tersa b<strong>la</strong>ndura de sus pupi<strong>la</strong>s mojadas. .<br />
-; Elena! .. . -De veras pap4 ....iQ u6 sacm’a con hab<strong>la</strong>r? .... Es<br />
cierto, no he terminado con 61 .... Quisiera agradarlo,<br />
pero no puedo ....<br />
El hombre se mordi6, sus dientes crujieron. Palidd6,<br />
y golpe6 cruelrnente <strong>la</strong> cubierta de <strong>la</strong> mesa.
334 NICOMEDES GUZMAN<br />
-iNo puedes, dices? -aull&. !Per0 vas a hacer-<br />
lo! jN0 quiero que haya Dada m&s entre t15 y Justinia-<br />
no! ;Ya est4 bueno, caramba! LO quieres que me en-<br />
care yo con &I?<br />
-iPapi, Lpor que no quiere comprender?! ....<br />
-<br />
j Mira, Elena, te comprendo demasiado? Deseo<br />
evitarte males.,.. ‘CTn individuo podr6 ser todo lo gran-<br />
de que tfi quieras, per0 hay procederes que pueden ha-<br />
cer desconfiar de 61 $ demustrarnos su incorrecci6 n....<br />
-jPero, papA! ....<br />
Un viento de sGplica movi6se en <strong>la</strong>s pupi<strong>la</strong>s mojn-<br />
dae de mi hermana.<br />
-/.Qu6 clirias tit, EIena. si ese hombre hiera ca-<br />
Mado *<br />
kin temblor casi imperceptible se anunci6 en 1%<br />
rnejil<strong>la</strong>s y en 10s <strong>la</strong>bios de Elena. Su h<strong>la</strong>nto se derram6<br />
copioso, ahora. Se apoy6 en <strong>la</strong> mesa, moviendo <strong>la</strong> ca-<br />
beza entre <strong>la</strong>s manos, mientras gemia:<br />
--jNo, no? no! ....<br />
-iVas a terminax con Justiniano, Elena! iVas a<br />
ter!-iinPr, joyes?! .... ;No quiero nada con 61, carajo! ....<br />
Los ojos de mi padre ardian. Mi madre, hemsti-<br />
ea. tenia el rostro livido. Parecia llorar mucho, amarga-<br />
-mente, de OJOS adentro. <strong>La</strong> luz de <strong>la</strong> 16mpwa. refa.<br />
Ahera, 10s carros traqueteaban, campaneando. Los gri-<br />
tos de 10s chiquillos y de 10s maquinistas, reptaban co-<br />
mo angui<strong>la</strong>s afadas por el aire. Los sollozos desespera-<br />
dos de Elem. fundianse en su propia wledad de alma.
LA. SANGRE Y LA ESPERANZA 3%<br />
3<br />
iC6mo olvid6 Elena aqu&llo? No sd. El hecho es<br />
que, fehente, fui yo quien lo encontr6 una maiiana.<br />
Era un envoltorio de cartas o borradores de cartas, y<br />
un poema algo ajados. Hub0 un instante en que deter-<br />
&& entregiirselos. Y no SC por qu6 m6s tarde decidi<br />
lo mntrario.<br />
Ahora me alegro, a pesar de <strong>la</strong> enome preocupa-<br />
ci6n que, por entonces, debo haber wasionado a mi<br />
buena y querida hermana.<br />
“Mi Abel adorado:<br />
‘ 4<br />
“Anoche, afirmada en <strong>la</strong> baranda de <strong>la</strong><br />
“ esca<strong>la</strong>, te vi atravesar <strong>la</strong> calle. Te detuviste unos ins-<br />
“tantes y despuhs de un breve momento de deliberaci6n.<br />
te deeidiste, y seguiste hacia abajo. Amado mfo,<br />
‘I te l<strong>la</strong>m6, pero tan bajo, que hi no me okte. Subi die<br />
‘I pidamente <strong>la</strong> esca<strong>la</strong> y me asom6 al balcbn. Esperaba<br />
verte una vez m6s. Per0 ya habias pasado. ImaginAn-<br />
“dote te segui con <strong>la</strong> mirada y con toda mi &a. Mi<br />
u<br />
mam6 me hizo una prepunta, y tuve que mentirle. No<br />
I‘ sk. DespuQ de todo lo que ocurri6, me sentia extra-<br />
“Ea, como en el aire.<br />
“En varias ocasiones me has dicho que<br />
<strong>la</strong> vida es dura y que debemos esperarlo t do de elh<br />
.
LA SANGRE Y LA’ESPERANZA 337<br />
“ estuve un rato, tratando de oh miisica en <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> en<br />
sr que se hace este curso, pero no oi nada. He traiado<br />
“ leer y no me puedo conccntrar en <strong>la</strong> lectura. Ni afin<br />
“a ti te habia escrito antes, aunque hubiera podido<br />
‘‘ hacerlo con tranquilidad, pues, cuando Ilegu6 a <strong>la</strong> ca-<br />
46 sa, mi mam& no estaba y Enrique se encontraba ju-<br />
“gando en <strong>la</strong> calle. Mi hermano es un condenado ca-<br />
$1<br />
que te voy ;I dz? Pero, no puede ser de otro modo.<br />
“Tengo que cont6rklo, si PO, iquSn me ayudark y<br />
‘‘me dal-ia vabr en lo que debo hacer?<br />
‘%ace mos mornentos, atardeciendo,<br />
I‘ cuande venfa de estar contigo, y volvia a <strong>la</strong> fAbrica<br />
Ma m’ie:-ar mi hwa, despuks del permiso que me di6<br />
ia jefa, divid una sombra familiar. Era mi madre<br />
que me esperaba. Eabia senido a dejanne un paque-<br />
41 .1<br />
“te. Necesitaba que yo, cuando saliera, lo llevara a<br />
cierta parte. Pregunt6 por mi, y . como le contestaran<br />
‘‘ que yo no estaba, vohi6, per0 de nuevo recibi6 1z<br />
“ misrna respuesta. En vista de est0 decidi6 esperar*me<br />
“ has& CUXI~G Ilegara. Cuando <strong>la</strong> reconoci, no me ate<br />
“moric6, por el contrario senti que me invadia una<br />
I‘ gran tranquilidad, serenidad m6s bien dicho (siem-<br />
“pre que debo pasar por situa.ciones dificiles, me pasa<br />
14 . EO mismo), y me acerquC hash donde estaba el<strong>la</strong>. En<br />
10s primems moy.entos me Ea% enojada. Desl;u&<br />
“ emocionada, con pena, j7 por Gltimo se ea116 y perma-<br />
“ nrciaos como diez minutos, mudas, ais<strong>la</strong>das comple-<br />
“ tamente del itledio que nos rodeaba, -pensando y pen-<br />
‘‘ sando §6 que sufre horriblemente porque el<strong>la</strong> y mi<br />
“pdi-t? lo e&n suponiendo todo, y no sB guC voy a<br />
“ hacer para evitar esto. Entre otras cosas dijo que iba<br />
I‘ a pedir a mi jefa que no ne dejara sdir y que le iba<br />
“a eontar 3 mi padre lo ocurrido. No lo dijo si, con un<br />
tono que indicara decisi6n. Ademb, le preocupa tan-<br />
“ to mi padre que no creo que le vaya a dar este mal<br />
#<br />
rato.<br />
-
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 339<br />
“Como ves, amado mio, todo est5 suce-<br />
’‘ diendo mSs rhpido de Io que imagidbamos -y creo<br />
“que Io hico que queda por hacer es decirselo todo<br />
“lo mAs pronto que pueda. iC6mo? No s6. Pero no<br />
.‘ voy a perder ocasi6n. iOjalA comprendan!<br />
“Abora te escribo, presintiendo que<br />
“serh muchos 10s dias que no te vea. ContCstame,<br />
&I iquieres?<br />
“Recibe muchos besos de tu Elena que<br />
“ te adora.”<br />
“Ah1 adorado:<br />
7<br />
“iC6mo no recordar, querido, todas<br />
‘‘ aqu6l<strong>la</strong>s dukes horas pasadas contigo, y toda aquol<strong>la</strong><br />
grandiosa naturaleza que nos rodeaba? Pero, creo. te<br />
U<br />
olvidaste de un lugar, jrecuerdas? el Parque viejo,<br />
‘I el Centenario, donde estwimos, atardeciendo, ya de<br />
“ vuelta. jSerfa <strong>la</strong> falta de lw. y de sol que te hizo ol-<br />
“ vidwlo?<br />
“Los dias que pedi permiso en <strong>la</strong> f5bri-<br />
“cz me han hecho mucho bien. Re veras te dig0 que<br />
“me sentfa cansada, con un cmsancio en el cual s61a<br />
tc<br />
ti4 eras mi alegrfa. Es duro el trabajo, pro, crbeine,<br />
l<<br />
desde que te ccmoz~o qu6 diferente es para mi esa<br />
‘‘ dureza.<br />
Cf<br />
“Amorcito mio, en tu carta me pides<br />
que te rliga cubdo quiero que me veas. Abel adora-<br />
\<br />
i<br />
\
U<br />
do, bien sabes tii que siempre quiero que est& con-<br />
“migo, y que mi mayor felicidad seria estar siempre<br />
(‘ contigo. jPero t4 mejor que mdie sabes cu5ndo pue-<br />
u<br />
LA SANGRE Y LA ESPERANZA aw<br />
'' aheddores. Por esto, no quiero asegurarte nada pa.<br />
'' ra el s6bado.<br />
"Estoy, sin embargo, mi amado, pensan-<br />
" do en e1 dia en que te ver6, a pesar de que todo me<br />
" dice que no debo verte mhs, que no tengo derecho a<br />
" tu amor, que te debes a otros seres, y muchas otras<br />
"cosas que es mejor que no te diga.<br />
"Abel mio, dale rni's besos a 10s peque-<br />
" 50s (tengo <strong>la</strong> sensaci6n de que he visto a Rebequita,<br />
qIJ6 virtud te di?<br />
SZb rnis Ifigrimas J' el p5lido silencio<br />
de nni restro."<br />
<strong>La</strong> oraci6n tuya<br />
ANGEL CRUCHAGA SANTA MARIA<br />
Yo me mir6 <strong>la</strong>s manos tantas veces<br />
eon <strong>la</strong> ccmriench puesta en mi pasado.<br />
En el<strong>la</strong>s vi ardei- siempre <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ma de <strong>la</strong> vi&,<br />
intima y l~inzinosti. Acierto apasionado<br />
este mio a1 decirte que ha caido<br />
en el<strong>la</strong>s ma estrel<strong>la</strong>: tu ternma,<br />
Iiana de luz que, en sa desteuo,<br />
ham hoy de voz y <strong>sangre</strong> recia am-
344 NICOMEDES GUZMAN<br />
Tti lo bus dieho. Y es cierto, mmpaiiera.<br />
Callosa es mi pa<strong>la</strong>bra ilusionada.<br />
h misma estrel<strong>la</strong> que naci6 en tu origem<br />
no Iogmria nunca suavizar<strong>la</strong>.<br />
Porque, de cierto explieo, el<strong>la</strong> es <strong>la</strong> hija<br />
de un curaz6n nudoso. iMi pa<strong>la</strong>bra<br />
eurti6 su pie1 en lingue de sileneio<br />
y en duro hierro de invernales albas!<br />
;&Ut5 terquedad! Perdona, cornpailera<br />
-Mi historia es de sudor y de trabajo.<br />
Y en mi triste ciudad de sol herido<br />
es,.de vcrdad, tu vida mi descanso.<br />
Hablute de <strong>la</strong>ureles y palomas<br />
nunra nuble mi voz. Sean 10s altos<br />
elemextoa humanos, en presente y futuro,<br />
cal y ouaci6n terrestres cuando te hablo<br />
No sabria expliearte de qu6 eterno<br />
pais vino mi esyiritu a encontrarte<br />
ni qu6 materia, untaiio, hogar seria<br />
de esb ruda rudeza que, a! amarte,<br />
me haee l<strong>la</strong>mar estre1<strong>la</strong>.a tu ternura,<br />
y fe, liana de luz. Sobre <strong>la</strong> tarde<br />
anuncirui 10s martillos en el yunque del tiempo.<br />
el mi!agro armoniosa de tu <strong>sangre</strong> y mi <strong>sangre</strong>.<br />
6 4 ~ ~ :<br />
11<br />
Abel 3USTE"O<br />
"DespuCs de muchos dias de ausencia,<br />
H<br />
me acerco o h vez a ti. Tengo una Erie de cosas que<br />
I
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 34!4<br />
‘( coritarte, pero s610 quiero hab<strong>la</strong>rte de lo m6s impor-<br />
I’ tante, y es que he vuelto a mi decisi6n de temiinar.<br />
“Mis causas son <strong>la</strong>s mismas que te expuse, agregadas<br />
“al hecho de que mi pap6 est6 muy tranquil0 y no<br />
“ quiero, POT nindn motivo, dale un disgusto, espe-<br />
“cialmente ahora que lo noto tan cansado y agotado,<br />
“El trabajo y <strong>la</strong>s preocupaciones del Consejo y del<br />
“Partido, que le quitan mucho tiempo de sueiio, le<br />
“ han creado un estado tan deprimente, que me inquie-<br />
“ ta me asusta. No s6 por quC se me ocurre que si<br />
I‘ supiera <strong>la</strong> realidad de todo, morirfa.<br />
“Th siempre me has dicho que algh<br />
‘( &a lo sabria, y no quiero que esto suceda.<br />
“Antes de terminar te pido que me per-<br />
“dcmes todo el mal y <strong>la</strong> pena que te habrd causado.<br />
‘ I Pero t6 sabes que &a no habria sido mi actitud en<br />
otras circunstancias. Adem6s creo que cuando pasen<br />
“algunos aiios y 10s pequefios est& grandes, tal vez<br />
I‘ agradezcas esta determinacih m’a.<br />
“Cuando cress oportuno, mis bien dicho,<br />
cuando se te presente <strong>la</strong> ocasih, pidele perdirn a<br />
eel<strong>la</strong>, en mi nombre, por todo el sufrimiento que le<br />
“habr6 causado. T~ bien sabes que si no te hubiera<br />
querido tanto, no lo haby<strong>la</strong> hecho.<br />
“Nada mb, y a&&, antes que me ven-<br />
“za <strong>la</strong> idea de arrepentirme,<br />
“Elena”.
F A N T A S IM A S<br />
' 1<br />
A CESANTiA EN <strong>la</strong> zona del sali-<br />
tre era pavorosa. <strong>La</strong> capital parecia<br />
estremecerse bajo el paso de <strong>la</strong> hu-<br />
manidad misera y hambrienta que 10s trenes arroja-<br />
ban sobre su cuerpo duro y frio. Los harapos hacian<br />
muecas en <strong>la</strong>s calles, muecas con sebo y piojos, con<br />
Lzantos de nii;,os y tetas exangiies de hembras aniqui<strong>la</strong>-<br />
das. Los suburbios, bajo el otoiio, frente a <strong>la</strong> mirida<br />
turbia del tiempo, arrugaban el cefio, estiraban su osa-<br />
menta crujiente, abierto el pecho franc0 a <strong>la</strong>s cabeza-<br />
das locas de io5 &as. A1 rescoldo rebelde de sp Cora&<br />
los albergues mostraban su cuerpo horrible de falso<br />
hogar.<br />
- Fuera. del Coliseo de 10s Tranviarios, en nuestro
-<br />
348 NICOA~DES GUZMfXN<br />
barrio, otro albergue, por Libertad adentro, abria su<br />
vientre obscuro y l<strong>la</strong>goso a <strong>la</strong> humil<strong>la</strong>ci6n de 10s tra,<br />
bajadores. Dias de dias y noches de noches, <strong>la</strong> angus-<br />
tia quebr6 alli sus estrel<strong>la</strong>s calcinadas. Hombres, mu-<br />
jeres, madres, esposos, hermanos, hijos, en un solo haz<br />
de tiras y de mugre, de asquerosos parrisitos y 2e OT-<br />
ganismos esmirriados, buscaban alli, parad6gicamente,<br />
el lucero lurninoso de un destino.<br />
2<br />
El guardia pase6base como un patrh omnipoten-<br />
te. Sus bigotes ralos, de punta, c<strong>la</strong>vaban el aire. Y sus<br />
ojos oblicuos, de caliente y filosa mirada, hzcian ver<br />
en su semb<strong>la</strong>nte el rostro agrio de un gat0 en celo. Sua<br />
pasos golpeaban en <strong>la</strong> vereda como 10s de un caballo<br />
desatentado.<br />
En <strong>la</strong> cuneta frente a1 galph de cara agrietada y<br />
de rota techumbre enmohecida, algunos asi<strong>la</strong>dos ca-<br />
lentahan su miseria, entreghdo<strong>la</strong> a <strong>la</strong> mano piadosa de<br />
un cobrizo sol otoiial. Corrian 10s chiquillos aventando<br />
sus harapos y sus voces desorbitadas. Los m6.s peque-<br />
50s se arrastraban, gateando, alrededor de sus madres,<br />
embarrhdose, con 10s cueros a1 aire, ,sucios de excr'e-<br />
mento seco IC& trastes anioratados, recogidos como gu-<br />
sanos rnedrosos, 10s pequegos sexos entumecidos. Un<br />
viejo, de l<strong>la</strong>gosas piernas, se despiojaba <strong>la</strong> camisa. No<br />
mataba a 10s overos y crudes parbitos Con un cari-<br />
iio anciano, con un cariiio lento, casi con ternura, a*-
'<br />
350 NICOlKEDES GUZMAlrJ .<br />
--<br />
galeria. Se dolian. Hab<strong>la</strong>ban hasta por 10s codos. El<br />
crimen hakitaba todas <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras. Chil<strong>la</strong>ban 10s diarios,<br />
arrughdose en <strong>la</strong>s manos tosca; y sebosas. Ha.<br />
bian matado a un hombre. Lo habian descuartizado.<br />
Abandonada, so<strong>la</strong>, arrodil<strong>la</strong>da, Ilorando por 10s miembros<br />
compaiieros, sangrante, se encontr6 una de sus<br />
pierms en un kiosko municipal. Luego, se descubri6 el<br />
tronco, tras una tapia, en camiseta, sin cabeza, sin ojos,<br />
sin brazos, sin piernas, y solo tambiCn y peludo, con<br />
<strong>la</strong>s i&grimas encadenadas a 10s sollozos frios, muertcw<br />
en medio del pecho.<br />
<strong>La</strong> tinta de <strong>la</strong>s imprentas, tenia color de <strong>sangre</strong>.<br />
Olor de podrida carne humana. Con gusanos de infernales<br />
ojos. Ye apercancada ternura.<br />
El otoi5o rodaba. Los dias rodabm. Y rodaba mi<br />
infamia, acumu<strong>la</strong>ndo fantasmas, y uEas, y coamillos en<br />
<strong>la</strong> Eruma del coraz6n.<br />
--iQu4 lo iba a matar <strong>la</strong> rnujer! .... iNo puede<br />
sex-! ....<br />
-iAsf dicen 10s diarios! .... iPple, <strong>la</strong> rnujer no po-<br />
CFS i:ia:?rlo, comadrita, jc6mo se Ie ocurre?<br />
--iDictm que un doctor! iLOS c~rtes no son de<br />
cuchillo! .... iTiene que haberlos herho un mhdico, un<br />
hombre que sepa cortar carne de hombre! iUn mi.dico,<br />
uno que sepa operar! ....<br />
Los diarios hab<strong>la</strong>ban, hab<strong>la</strong>ban, gritaban mediante<br />
el alquitr6n de sus tintas. Engaiiaban, C O ~ Q siempre,<br />
B chiilidos negros, a chillidos sucios de himcresia, de<br />
convendonalismos. <strong>La</strong> mentira chomada de dinero in-
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 351<br />
mundo asomaba su pupi<strong>la</strong> idame por <strong>la</strong>s pupi<strong>la</strong>s de<br />
cada pa<strong>la</strong>bra impresa.<br />
iEl crimen! iEl crimen!<br />
Si. existia el crimen cometido con una soga en el<br />
cogo”,e de up, hombre. Y con bisturi. Y con talent0 pro-<br />
fesimal. Sobre 61 existia tambi6n <strong>la</strong> mentira. El dinero<br />
con !os huesos a1 aire. <strong>La</strong> mentira y el dinero, con sus<br />
pobres esqueletos hediondos. Pero a <strong>la</strong> intuicirin popu-<br />
!a7 nc se 13 engaiiaba. No podia engaii&rse<strong>la</strong>. Y el nom-<br />
h e de! cridnn! em rnalclecido en plena cara misera-<br />
blemente arist6crata, en pleno coraz6n cobarde, <strong>la</strong>ticn-<br />
do junto a <strong>la</strong> inmunda cobarclia de 10s peri6dicos y de<br />
toda una casta. Y es que a1 pueblo no se le engaiia. No<br />
puede engaiihsele. Porque el pueblo es agua, y sal, y<br />
harjna de verdad.<br />
Rodaba el otoiio. Y rodabdn 10s Ctias, al borde de<br />
mi infancia.<br />
El clima trAgico, rojo, sangriento, el clima con vis-<br />
ceras colgmdo, y con ulcerosos ojos muertos que ere6<br />
aquel tan bul<strong>la</strong>do hecho de policia, como fu4 el del<br />
‘‘suplexentero’’ descuartizado, pes6 dura y negramente<br />
en 10s estadios breves de mi corazh.<br />
<strong>La</strong>s noches cafan. Y yo me estaba al borde de el<strong>la</strong>s,<br />
cthuyentando emas, objetos y motivos de sobresalto.<br />
Caminaba sintiendo manos he<strong>la</strong>das que se aferraban a<br />
mis brazos. Voces de Bnimas llenando de podridos acei-<br />
tes verbales rnis oidos. Ojos sin p._zp;<strong>la</strong>s, repletos de 15-<br />
grimas petrificadas, c<strong>la</strong>vando su dolor en <strong>la</strong> corteza,<br />
k&-m<strong>la</strong> de mi .;enti-miento.
xi2 NICOMEDES G U Z U<br />
iVivia atormentado! En trance de l5grimas que no<br />
podia, que me era infitil llorar.<br />
4<br />
-LVive aqui una sefiorita que se l<strong>la</strong>ma Elena?<br />
<strong>La</strong> voz partia de entre unos <strong>la</strong>bios secos, aposen-<br />
tados en gesto de cansancio bajo una graciosa nark<br />
respingada, y bajo unas azules pupi<strong>la</strong>s llorosas y ex-<br />
presivas de sentimientos amargos.<br />
-Si, -replic6 mi madre-, per0 el<strong>la</strong> no est&.<br />
-No importa -habl6 lentamente, con dolor, <strong>la</strong><br />
desconocida-, me interesa mAs hab<strong>la</strong>r con su madre.<br />
-Soy yo .... -indic6 inquieta, anhe<strong>la</strong>nte, mi mam5.<br />
-Lusted?.... iVaya! .... iNo me lo hubiera imagi-<br />
nado! .... -exc<strong>la</strong>m6 sorprendida <strong>la</strong> recien llegada.<br />
Mi madre <strong>la</strong> habia hecho entrar y le habia ofreci-<br />
do asiento. Y el<strong>la</strong>, toda confusa y dolorida, trataba de<br />
encontrar <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras indispensables para allegarse a<br />
su compxnsi6n. Era jcven, de belleza sombreada por<br />
el sufrimiento.<br />
-Seiiora -empez6 dicieado, pellizdndose nervia-<br />
samente <strong>la</strong>s manos-, perd6neme usted, per0 no he PO-<br />
dido evitar esta visita. Acaso se extrafie usted, pero te-<br />
nia que' venir ....<br />
-iNo <strong>la</strong> comprendo! .... -<strong>la</strong> interrumpi6 mi ma&e,<br />
cada vez m6s a<strong>la</strong>rmada.<br />
-jSOy <strong>la</strong> mujer de Abel Justiniano! .... -continu6
LA SAN'GRE Y LA ESPERANZA 353<br />
el<strong>la</strong>, con voz vaci<strong>la</strong>nte, midiendo ya el dolor que sus<br />
pa<strong>la</strong>bras allegarian a1 coraz6n materno.<br />
-iEs posible? .... iPero es casado el? -indag6 mi<br />
madre, palideciendo.<br />
El crep6sculo habiase ido hacia rato. '6' <strong>la</strong> luz de<br />
<strong>la</strong> Empara guiiiaba sus ojos rojos a <strong>la</strong>s polil<strong>la</strong>s. <strong>La</strong> voz<br />
de mi mabe pareci6 arrodil<strong>la</strong>rse a 10s pies metQicas<br />
de <strong>la</strong> lsmpara, extraiia, deso<strong>la</strong>da, triste.<br />
-iLo siento tanto, seiiosa! .... iPero, si, 61 es mi<br />
marido, tenemos dos hijos! ....<br />
Hubo en seguida un silencio negro, apretado. agrio.<br />
<strong>La</strong> Empera estiraba 10s <strong>la</strong>bios pintarrajeados, ino-<br />
via 10s ojos, sarciistica. Carcajeaba, retorcia, bath <strong>la</strong><br />
lengua caliente, cobriza. Manoseaba 10s rostros hundi-<br />
dos en el agua del dolor.<br />
-iQui6n iba a pensarlo? iSer casado! iQu6 malo<br />
ha sido! iEngaiiar a Elena!<br />
--iParece que el<strong>la</strong> lo sabe, sefiora! jPerdhome,<br />
yo no debia haber venido!<br />
--iEst& en su derecho, sefiora! .... -habl6 con toda<br />
el a ha mi mam& iEst6 en su derecho! iC6mo iba yo<br />
a pensar esto? iPero, me parece que han terminado<br />
todo! ....<br />
-iNo, seiiora, no han terminado! iYo' no debia *<br />
haber venido! iPeYQ, si usted supiera lo que sufro! iSi<br />
usted supiera. seGora! -continu6, sacando un p~ue-<br />
lo para secar el l<strong>la</strong>nto, que ya se le derramaba incon-<br />
tenible.<br />
-;Pop D~os! -exc<strong>la</strong>m6, deselsperada, mi madre-.<br />
23.-<strong>La</strong> <strong>sangre</strong> y <strong>la</strong> <strong>esperanza</strong>.
354 . NICOMEnES GUZMAN<br />
iPor Dios! iY tanto que le hemos pedido a Elena que<br />
rompa eon todo eso! iPor Dios, Seiior, por Dios, que<br />
chiqiil<strong>la</strong>!. . nlii madre tam-poco pudo resistir <strong>la</strong>s 16grimas, que<br />
le corrieron copiosamente por el rostro, mientras movia<br />
deso<strong>la</strong>da <strong>la</strong> cabeza.<br />
Se hizo de nuevo el silencio. <strong>La</strong> 15mpara fruricia<br />
su ceiio luminoso. Aleteaban, locas, <strong>la</strong>s polil<strong>la</strong>s a su alrededor.<br />
Una arafia que trepaba, como vo<strong>la</strong>ndo, por <strong>la</strong><br />
mural<strong>la</strong>, se refugi6 tras el calendario.<br />
--iNo sf, seiiora, perdhnerne! ... -exc<strong>la</strong>m6 por fin,<br />
desconso<strong>la</strong>da, <strong>la</strong> esposa de Justinian-. iyerdbneme,<br />
pero era imposibk que le evitara este dolor! .... iPerdbnerne,<br />
pcro yo no puedo sufrir asi, queria pedirle<br />
que hiciera algo! ....j Si supiera c6mo lo quiero a &l!<br />
jY0 ya no puedo soportar esto, no puedo ya, no praedo<br />
ya, seiiora! jEe sufrido tanto, tanto! .... iY0 le ruego<br />
que haga algo! .... iEl es mio, lo quiero tanto, tanto! ....<br />
jYo no puedo mAs! ....<br />
<strong>La</strong>s lbgrimas, en su rostro, rodaban como ancia-<br />
ncs goterones, con herrurnbre de sufrido coraz6n.<br />
<strong>La</strong> luz de <strong>la</strong> 16rnpara se arradill6 ante 10s rostros<br />
mojados de <strong>la</strong>s mujeres. tendiendo <strong>la</strong>s manos angustio-<br />
sas, pordiosera de quiz5 qu6 brillos humanos para su<br />
Rho.<br />
5<br />
En <strong>la</strong> comida, un silencio de hierro apretaba 10s<br />
sentimientos. Nli padre, sombrio, duro, hosco, apenas<br />
....
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 355<br />
consumi6 <strong>la</strong> mitad de <strong>la</strong> sopa. Ya lo sabfa, y Elena sos-<br />
pechosa de todo, tragabs 10s fideos como en <strong>la</strong> luna,<br />
como perdida a trav6s de calles celestiales. Sus ojos ba-<br />
jos, apenas, se alzaban para tratar de confirmar 10 SU-<br />
cedido, en el l<strong>la</strong>nto obscuro de mi madre, que no ce-<br />
saba de sollozar, mientras daba <strong>la</strong> comida a Martina.<br />
Guillerrno, el padre, tamborile6 como de costum-<br />
bre sobre el hule. Se mordia. <strong>La</strong>s pupi<strong>la</strong>s le l<strong>la</strong>mearon.<br />
-j Elena! .... -rompi6 par fin, con voz de acero<br />
mordido de moho-. iNo lo hubiera creido nunca! ....<br />
-iQuC, papti?<br />
Mi hermana presentia lo sucedido. Per0 prefirid<br />
mostrarse extraiiada,<br />
+No seas cinica, no seas chica, nunca lo hubie-<br />
ra cceido, hija, Elena! jSeguiste con ese Justiniano, sa-<br />
biendo que cza casado!<br />
El<strong>la</strong> palideci6 de sizbita<br />
-iTe das cuenta del mal que has hecho? ii.Te das<br />
cuenta?! jNo lo pens6 nunca! ....<br />
El<strong>la</strong> se ah6 Estzba demudada. Temb<strong>la</strong>ba Los <strong>la</strong>-<br />
bios vibrPbanle.<br />
-i Pap&!. .. . -gimi&.<br />
Intent6 irse a1 lecho. Per0 mi padre, ah5nUose<br />
tamlikn, <strong>la</strong> retuvo violentamente.<br />
-i iTe das cuenta?! .... iiTe das cuenta, mierda?' .<br />
Ya no podia hab<strong>la</strong>rle con serenidad. En tumulto,<br />
su rabia Ee volc6 en el aire y en el coraz6n de mi hermana.<br />
FuC todo un trope1 de voces descontro<strong>la</strong>das, fi<br />
lma, hirientes Remeci6 a EIena
-iBestia, salvaje! .... iEacer eso! .... jTant0 que te<br />
pedimos que evitaras Qso! ....<br />
Sujeta por <strong>la</strong>s manos recias del hombre, mi hermana<br />
era como una pobre brizna temblequeante.<br />
-i Sinvergiienza! .... iEres una chancha, Elena! ....<br />
El pahcdazo chasque6 como un azote en pleno<br />
rostro adolescente.<br />
-i Cinica! ....<br />
<strong>La</strong>s crudas pa<strong>la</strong>bras parecieron hundir a h m6s a<br />
mi herrnana en el suelo. Caida alli junto a <strong>la</strong> gruesa pa-<br />
ta de uz1 catre, sus sollozos eran como gemidos de pe-<br />
rra pariendo. No podria describir el sufrimiento que<br />
me corroia <strong>la</strong>s venas. iTan grande cosa y tan pobre co-<br />
sa que me parecia Elena, sobre <strong>la</strong>s tab<strong>la</strong>s, solloaando,<br />
caidas por <strong>la</strong> frente sus mechas negras, temb<strong>la</strong>ndo, irre-<br />
mediablernente humil<strong>la</strong>da, insultada, al aire 10s duros<br />
muslos morenos!<br />
Yo no tenia 16grimas en aquel instante. Pero un<br />
fuego corn0 lija me gote6 desde 10s-ojos hacia adentro.<br />
Mi madre lloraba a1 borde de <strong>la</strong> mesa su pena inevi-<br />
table.<br />
-~Qu6 habrd hecho yo, Seiior! .... iQ& habr6 he-<br />
cho, para sufrir asi! ....<br />
Mi abue<strong>la</strong>, hembtica, mordiendo a dura encia el<br />
sufrimiento, se alz6 como a saltos. Su bast6n sonajea-<br />
ba fuerternente en el piso, a1 ritmo de su brazo loco.<br />
No pidi6 ayuda a nadie. Afirm6 el paso. Y lentamente,<br />
lentamente, como arrastrbdose, se acerc6 a1 sitio en
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 359<br />
Garrudas manos se estiraban desde el silencio nocturno,<br />
para aprisionar mi destino. Y tenia anhelos de<br />
arrant=, de huir lejos, donde <strong>la</strong>s ancianas estrel<strong>la</strong>s decapitadas<br />
que me rondaban <strong>la</strong> vida, no tocaran mi inquietud.<br />
Camin6 hasta el escusado.<br />
El temor me hincaba sus colmillos cada vez con<br />
mAs crudeza. Abri <strong>la</strong> puerta de <strong>la</strong> caseta. Dos manos<br />
3irmes me atraparon 10s brazos. Quise gritar. Mas, el<br />
terror me enmudeci6. El Anima o el fantasma que me<br />
agarraba, no pasaba de ser una mujer.<br />
-i Enriqml .... ---=e habl6, dulcemente.<br />
Era Antonieta.<br />
'Irate de huh. Per0 el<strong>la</strong> me retenia demasiado<br />
fuerte.<br />
-iD&jame! -gemi.<br />
-jEnrique, no te vayas! .... -me rog6-. iTonto! ....<br />
-agreg6 con h~meda ternura. .<br />
Su aliento tibio pareci6 deslizhseme por todo el<br />
cuerpo. Me tom6 con ambas manos <strong>la</strong> cabeza. Y peg6<br />
sus <strong>la</strong>bios carnosos a 10s mios. <strong>La</strong> carne pulposa de su<br />
boca me quem6. Su lengua era dulce. Sabia. Me &err&<br />
a su cuerpo abundoso, como quien se aferra a una 61tima<br />
y hica <strong>esperanza</strong>.<br />
-iTontito! -me SUSU~~ el<strong>la</strong>-. iTe me quen'as<br />
ir!.... .<br />
Se habia desnudado 10s pechos y me apret6 <strong>la</strong> cabeza<br />
ccntm ellox Le ardian tr.6mhente. Y sintien-
m NICOMEDES GUZMAN<br />
--<br />
do contra mi rostro su palpitar de palomas, yo no st5<br />
si fU6 pena a gozo lo que me invadi6.<br />
<strong>La</strong> sombra me ocultaba el rostro, el cuerpo todo<br />
de <strong>la</strong> mujer. Pero me bastaba su calor, su temblor ardiente,<br />
enervante. De pronto crei sentir de nuevo el<br />
regreso de todos mis temores recientes. Mas, el hAlito<br />
de psi6n que advenia a mi organismo, en el contact0<br />
de <strong>la</strong> boca, de <strong>la</strong>s manos, de <strong>la</strong>s tibias tes de <strong>la</strong> hembra,<br />
me ahuyentaron todo sentimiento deprimente, y<br />
ya no hi sino un pequeiio hombre torpe, inexperto, tocando,<br />
apretando, rasguiiando acaso, <strong>la</strong> carne de fuego,<br />
estremecida. iPor qud lo bacia? No s6. Una fuerza<br />
de instinto infundfame audacia. Y hasta el olor de<br />
<strong>la</strong> came experimentada, el olor leve y tibio de mujer<br />
t r a a a 7 e:-e axi<strong>la</strong> mojada, cerraba en ese<br />
instante el paso de mi vida, hacia todo lo qye no hem aquel<strong>la</strong> tremo<strong>la</strong>ci6n, aquel<strong>la</strong> tibieza, aquel<strong>la</strong> ternura<br />
desencadeaadas en tacto y besos.<br />
El<strong>la</strong> gemia casi imperceptiblemente. Yo no comprendia.<br />
-iT6came m4s, t6came ds, Emique! .... iAQuf,<br />
aqui!. .. .<br />
Me encamin6 <strong>la</strong> diestra temblorosa. El miedo regres6<br />
a mi. Me desconcertd. Tent6 huir. Mas, el<strong>la</strong>, me<br />
apret6 de nuevo contra si. §us b<strong>la</strong>ndos pechos eran como<br />
un rescoldo. Antonieta parecia estar loca.<br />
-LPor que no serk mhs grande, Enrique? .... POP<br />
quB no ser6s mAs grande? -gimi6 tristemente.<br />
Yo no <strong>la</strong> comprendia.
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 361<br />
#<br />
Per0 sus 16grimas golpearon mi frente. Y comen-<br />
26 ahora a acariciarme como si fuera su hijo, como s6lo<br />
mi madre me habia acariciado. iQud tendria Antonieta?<br />
De pronto, sintiendo sus lGgrimas, todos 10s fantasnias<br />
se reintegraron a mi coraz6n. Y <strong>la</strong> <strong>sangre</strong>. y<br />
10s desorbitados ojos, y 10s miembros doloridos y crispados<br />
del "suplementero" muerto, estuvieron de nuevo<br />
dl6, volteando en mi cerebro.<br />
El<strong>la</strong> lloraba. Yo hubiera huido. Mas, no, no podia.<br />
Y no hice m6s que descansar de mis temores en<br />
un silencioso l<strong>la</strong>nto sin sollozos sobre <strong>la</strong> caliente ternura<br />
de aquel<strong>la</strong>s tetas, perdidas en una cruenta soledad<br />
sin <strong>la</strong>bios de hijo, en una viscosa soledad que acaso<br />
s610 yo espantara en aquel momento de alepe angustis.<br />
iEl macho habia estado recidn golpeando a <strong>la</strong>a<br />
puertas de mi infancia con duros pufios, con peludas<br />
manos nerviosas de hinchadas venas! Llorando sohre<br />
los <strong>la</strong>tidos de un coraz6n esperanzoso de maternidad,<br />
fiai otra vez el niiio, el mismo niiio extraviado de <strong>la</strong><br />
ternura de <strong>la</strong> mujer que lo pariera y que descubria de<br />
s3bito un seno abierto para desasirse de sus amarguras<br />
infnntes!<br />
-- - 1 Antonieta, Antonieta! ....<br />
Dej6 el<strong>la</strong> mi cuerpo. Dejd yo su cuerpo. Senti frio.<br />
-iEs hnando! .... -me susurr6, atemorizada. como<br />
acezando.<br />
--i Antonieta, Antmieta, qu6 mujer de mierda! .....<br />
jhtonieee .... ta! ....
362 XICOMEDES GUZMAN<br />
--<br />
-iNo digas nada de esto! .... -me habl6 pcr blti..<br />
ma vez el<strong>la</strong>, besindome con pasi6n-. jNo vayas a decir<br />
nada! ....<br />
U yo, silencioso, sin podcr hab<strong>la</strong>r, solo, m6s ~olo<br />
que numa, crei experimentar por leves segundos el dolor<br />
trernendo de <strong>la</strong> eternidad rondar sobre mi corazbn.<br />
Viejas, musgosas campanas, roncas, arrugadas campanas<br />
volteaban alrededor de mi dma.<br />
Y sali como un diminuto bruto, olisqseando en <strong>la</strong>s<br />
sombras, lo mismo que un perro ciego. Me senti tan<br />
pohrc cosa, tan minima brima, tan pisoteado escarabajo,<br />
que hubiera arrancado a1 limite del infinito a<br />
golpearme el desgraciado coraz6n contra el semb<strong>la</strong>nte<br />
de im lucero calcinado.<br />
Y a mi espalda, arrastrhdose, como una oruga de<br />
hielo 10s gritos del marido exasperado:<br />
-jMujer jodida! .... i Antonieee .... ta! .... iEn quC te<br />
demoras tanto! .... jHasta al escusado hay que mandar.<br />
te a trato a ti ahora! .... ;Antonieee .... ta! ....<br />
<strong>La</strong> muchacHa tenia raz6n<br />
iPor qui no seria yo m6s grande? Sus pa<strong>la</strong>bras<br />
eran abejorros borrachos de enormes cuerpos mutza-<br />
dos, vo<strong>la</strong>ndo a topetones en mi cerebra<br />
<strong>La</strong>s,ve<strong>la</strong>s de <strong>la</strong>s Animas, desde sus refugios de hoja<strong>la</strong>ta,<br />
alzaban a lo alto luces espectrales. Se oian &gar<br />
10s fdtimos carros de “ahorrado”. Y de improviso, 10s<br />
tarros de Pan Canded. y sus destemp<strong>la</strong>dos chillidos,<br />
surgieron, despertando en <strong>la</strong> noche el CO~Q tr5gico de<br />
10s perros.<br />
-
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 363<br />
Los fantasmas, arrastrando en el aire sus m6s obs-<br />
curas ga<strong>la</strong>s, emergieron a1 horde del tiempo, moviendo<br />
ius sigilosas patas de extraiias serpientes.<br />
7<br />
LA <strong>la</strong> luz de cuhtos dias uno termina por encontrarse<br />
a ;sf mismo?<br />
A <strong>la</strong> luz de ning6n dia. Porque egJa luz difusa de<br />
--------+_1_nuestros<br />
propios temores <strong>la</strong> que nos defineiLuz llena<br />
de tent5culos horrendos. Pero luz alentando el paso de<br />
nuestro destino.<br />
iY0 no sd. por qu6 me siento mb 90 mismo,<br />
cuanh apego mi atenci6n a1 doloroso recuerdo de<br />
aquel doliente cor0 de perros proletarios, con arestin<br />
p pulgas, con tifia y palos sobre el espinazo, llorando<br />
a <strong>la</strong> ~MAI~ y a sus himas, a <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s y a1 Dios<br />
de <strong>la</strong>bios despectivos, <strong>la</strong> cotidiana y so<strong>la</strong>pada angurtia<br />
de <strong>la</strong> bestia, que es como <strong>la</strong> angusitia de 10s mAs ainohados<br />
cuchillos, o como <strong>la</strong> angustia de <strong>la</strong>s alondras sin<br />
ojos, sin a<strong>la</strong>s y sin garganta!<br />
8<br />
-,&%de estabas? ...<br />
).<strong>la</strong>bia golpeado a nuestra puerta. Y era mi madre,<br />
con 10s pArpados hinchados, con <strong>la</strong> vcn todavia llena<br />
de sollozos, quisn me interrogaba.<br />
-i Ad! ....
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 365<br />
-iTarde, tarde, muy tarde, camaradas! .... -1es<br />
l.<strong>la</strong>m6 Ba atenci6n el compafiero Bustos.<br />
-i<strong>La</strong> pensibn, camarada! .... iNo nos daban nunca<br />
de comer! ....<br />
-iAqui no hay disculpas que valgan, no hay dis-<br />
culpas que valgan! .... -ronc6 seriamente mi padre<br />
Los recidn llegados echaron <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras de Quilo-<br />
dr6.n a !a broma y salud5ronlo riendq como a todas.<br />
-iBueno, camaradas, abrimos <strong>la</strong> sesihn! .... -ha-<br />
b16 con su voz ancha Eustos, golpeando sobre <strong>la</strong> mesa.<br />
-Puedes acostarte .... -me habl6 mi madre.<br />
-M&s rata.. --le respondi yo con indiferencia.<br />
El recuerdo de <strong>la</strong> tibia abundancia carnal de .Intonieta<br />
me llenaba ahora el sentimiento de un pausado<br />
flujo de ternezas leves.<br />
-jTodos, sabemus -exc<strong>la</strong>m6 Bustos---, todos sabemos<br />
a1 mofivo que nos trae aqui! Sabemos que <strong>la</strong><br />
huelga de 10s panaderos es inminente .... Ellos est69 en<br />
sus derechos .... Sabemos tambidn que el par0 de adhesi6n<br />
de 10s ferroviarios, de 10s carpinteros, de 10s ehoferes<br />
y de muchos gremios trabajadores, es una aetitud<br />
justa y de eriorme trascendencia por lo que significa<br />
en cuanto a eonciencia de c<strong>la</strong>se y en lo que el gesto<br />
tiene corn0 lealtad y comprensi6n hacia 10s camaradas<br />
del pan. E'rente a esto, nuestro Consejo no puede,<br />
se me ocurre? rnantenerse indiferente .... Nuestro espiritu<br />
de federados nos exige participar en este movi..<br />
miento .... Bfrezco <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra sobre esto ....<br />
-<strong>La</strong> pa<strong>la</strong>bra, camarad a,...<br />
'
366 NICOMEDES GUZMAN<br />
-Tiene <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra el camarada QuilodrAn ....<br />
Se oyeron unos suspiros. Eran de Elena Mi padre<br />
debi6 oirlos tambikn, porque antes de hab<strong>la</strong>r, lo vi en-<br />
sombrecerse, arugado el ceiio. Se rehizo no obstmte;<br />
instantheamente.<br />
-iDebemos ir a <strong>la</strong> huelga, camaradas! .... -&jo<br />
con reciedumbre-. No deben caber aqd vaci<strong>la</strong>cio-<br />
nes .... Debemos ir a <strong>la</strong> huelga .... Recordernos c6mo en<br />
nuestra huelga del aiio pasado contamos sin condicio-<br />
nes con el apoyo de tanta organizaci6n proletaria, in-<br />
clusc; de gremios alejados de <strong>la</strong> Federacih. .. Federal<br />
mente, si asi podemos decir, estamos obligados a adhe-<br />
rhos a1 mommiento que proyectan 10s panaderos.. .<br />
--Ofrezco <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra, compafieros .... --dijo Bustos<br />
cuando mi padre hubo terrninado.<br />
-<strong>La</strong> pa<strong>la</strong>bra, compaiiero ....<br />
-Diga no m6s, camarada Briceiio ....<br />
-Compaiieros, creo que no se trata aqui de pm-<br />
cipitaciones -hahl6 el l<strong>la</strong>mado Briceiiq uno de 10s<br />
que acababan de Llegar, alzAndose <strong>la</strong>s piernas de 10s<br />
pantalones, desde <strong>la</strong>s rodilleras-. <strong>La</strong> presi5n ablerta<br />
que el gobierno est4 ejerciendo sobre 10s trabajadores,<br />
nos obliga a estudiar nuestra posici6n en el movimiento<br />
que se acerca, con calma. No significa esto que vaya-<br />
mos a posponer nuestros principios revolucionarios. Lo<br />
que hay es que una actitud precipitada podria atraer<br />
<strong>la</strong> atenci6n hacia nuestras actividades, y eso no nos<br />
mviene .... Yo estoy con <strong>la</strong> huelga, compaiieros, uem
368 NICOMXDES GUZMAN<br />
acuerde <strong>la</strong> huelga para estar junto a 10s panaderos des-<br />
de el primer moniento, si ellos se levantan..,.<br />
-iPida <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra, pues, compaiiero! .... -rib Bus-<br />
tos- i<strong>La</strong> disciplina, <strong>la</strong> dis-iplina! ....<br />
-iYo estoy con el camarada EernabC!. .. --wguy6<br />
otro con nerviosas pa<strong>la</strong>bras.<br />
'-<strong>La</strong> pa<strong>la</strong>bra, compaiiero Bustos.. . .<br />
-Hab<strong>la</strong> el compaiiero Quilodrh ....<br />
-Pues, compaiieros, realmente es necesario con-<br />
siderar <strong>la</strong>s opiniones del compai5ero Briceiio ... Tiene<br />
61 toda <strong>la</strong> raz6n .... El gobierno nos est5 traicionando ....<br />
flo reconocerlo, serfa estiipido .... §in embargo, ocurre,<br />
como ha dicho mi compadre Bernab6, que nuestro are-<br />
mio, por su importancia y pur su fueaa misma, est6<br />
obligado a htervsnir en el movimiento, en cuanto 10s<br />
compakieros panaderos rompan fuego .... Somos uno de<br />
10s mAs fuertes eonglomerados de trabajadores. Bien<br />
podrianos obrar como indica el compafiero Bdceiiio..<br />
Y gremi:b1mente, como entidad imica, dariamos una no-<br />
ta de mediida y prudencia muy de aeuel-do eon nw-s-<br />
tros intereses .... Pero existen tambih 10s intereses de<br />
otron zcabajadores, m&s all6 de nosotros mismos .... Ellos<br />
hecesitadn de nuestro apoyo, si se levantan en huel-<br />
ga .... Como nosotros necesitaremos del suyo en cual-<br />
quier ir,stante .... <strong>La</strong> verdad es que nuestra moral y<br />
nuestros mismos intereses gremiales, a pesar de todo,<br />
rtcs e:;gerz q.ie cstei,:~.; con 10s ca-m.redas de pana:de-<br />
rias en cumto su movimier"lia se inicie ....<br />
. -De acuerdo, compaiiero .... De acuerdo ....
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 3%<br />
--iEso es, otra forma de adhesi6n nos haria apareeer<br />
ddbiles! ....<br />
-iSilencio, silencio! .... -grit6 el camarada Bustos.<br />
Martina se despert6, asustada, Ilorando. Mi madre<br />
fud hacia el<strong>la</strong>.<br />
Yo comenzaba a dormitar en mi sil<strong>la</strong>. <strong>La</strong>s ps<strong>la</strong>bras<br />
de <strong>la</strong> discusi6n se convertian en discos rojos en mi cerebra<br />
Discos como ojos, que se precipitaban contra<br />
mi conciencia lo mismo que pAjaros hambrientos sobre<br />
un sapo indefenso .... B<strong>la</strong>ncos pechos de mukr, con<br />
rosados y erectos pezones, giraban luego en mi imaginaci6n<br />
mordida de suefio, en un vertiginoso volteo<br />
de pesadil<strong>la</strong>.<br />
“Compa5cros ....”. “icamaradas!”. “;<strong>La</strong> huelga, <strong>la</strong><br />
huelga, <strong>la</strong> huelga!” ....<br />
No recuerdo si fu6 mi madre, <strong>la</strong> que me encami-<br />
n6 hacia el lecho y si me fui a 61 por si solo. Tampoco<br />
recucrdo si me desvesti personalmente. El hecho es<br />
que, cuando despert6 en <strong>la</strong> cama y cuidadosamente ta-<br />
pado, afuera, en <strong>la</strong> calk, habia-campaneos de carros,<br />
y gntos, y silbidos. No pude precisar si eran 10s carros<br />
de guardja 10s que se estaban guardando. 0 si era ya<br />
-<strong>la</strong> madrugada y se estaba verificando <strong>la</strong> sdida de 10s<br />
servicios.<br />
En cualquier cas0 10s hombres, reunidos alrede-<br />
dor de 1% mesa antes de dom-imx, todavia 110 SP iban.<br />
24.-<strong>La</strong> <strong>sangre</strong> Y <strong>la</strong> <strong>esperanza</strong>.
510 NICOMEDES GUZMAN<br />
Char<strong>la</strong>ndo despacio, bebian el caf6 que les habia ser-<br />
rido mi madre<br />
En el leciio de Elena, aun persistia el dolor, y 10s<br />
suspiros rondaban alrededor de <strong>la</strong>s cosas y de IRS des-<br />
paciosas pa<strong>la</strong>bras. cornu vagabundos con hanibre ante<br />
UII escaparate de comistrajos. Sonaban <strong>la</strong>s tazas. Reian<br />
<strong>la</strong>s cucharas. Insensiblemente, volvi a echar 10s pasos<br />
del espiritu por 10s firmamentos del sueiio.<br />
Despert6 en seguida. -<br />
Todo estaba obscuro. Lleno de una obscuridad pee<br />
sada de ca<strong>la</strong>bozo. TratC de verme <strong>la</strong>s manos. No pude.<br />
Era como <strong>la</strong> sombra misma. Tuve miedo. Y me pare-<br />
cia no existir. Me sentia terriblemente solo Dolorma-<br />
mente solo. Por est0 me extra56 de pronto <strong>la</strong> compa-<br />
Sa de mi madre, que estaba junto a mi lecho, vestida<br />
con un sayal, toda b<strong>la</strong>nca. B<strong>la</strong>nca <strong>la</strong> risa misma. B<strong>la</strong>n-<br />
co el pelo. B<strong>la</strong>ncos 10s colmillosde lobo que en aque1<br />
instante poseia. Estaba extzitica, inconocible. Pero te-<br />
nia Ja certeza de que era el<strong>la</strong>. Si, mi madre. 0 <strong>la</strong> an-<br />
gkistia de mi madre. 0 el dnima ti.6gica de mi poke<br />
madfe, que en esta noche <strong>la</strong> libertaba piadosamente pa-<br />
ra darle tranquilidad siquiera en e1 sueiio Digo, es-<br />
taba extraiia, &aha extAtica, sin movirnientos, sin pa-<br />
<strong>la</strong>bras. Llena de risa, si, de una rka de madera apolil<strong>la</strong>-<br />
da. c de hierro, fsia, gdida, espectral.<br />
iPobre madre mia!<br />
Fero yo era un perro. Un perro que, de pronto,<br />
reiase a Ieclridos. Un ~PITQ que, quericndo reir, no po-<br />
dh hacerlo. Xi siquiera gemis. Un perro que lloraba
osa, se paraban 10s atornaso<strong>la</strong>dos insectos en 10s pezones<br />
negros de tanta mordedilra de hijos. 'd vo<strong>la</strong>ban.<br />
'6/ +&an <strong>la</strong>s ii<strong>la</strong>riposas. Y se bur<strong>la</strong>ban de mi, sacando<br />
una lengua de culebra, viscosa. Transpiraba copiosa-<br />
.mente, y el sudor me corria a chorros por el cuerpo<br />
grasoso.<br />
Miraba <strong>la</strong>s mariposas. Pero cuando volvi 10s ojos<br />
a1 rostro de mi madre, alli, donde estuvo su risa &Eda,<br />
de espectro, faltaban <strong>la</strong>s carnes, y una ca<strong>la</strong>vera roja<br />
me pe<strong>la</strong>ba 10s dientes cariados riendo con risa sonora<br />
y bestial. Mechas desordenadas le tapaban casi <strong>la</strong>s 6r.<br />
bitas vacias, y reia, reia, con risa arrnada de agujas,<br />
y bayoretas, para herirme en plena angustia.<br />
Un nudo comenz6 a subirme desde el est6mago. Y<br />
sentia que mi cabeza era un cohete inmenso, inmediato<br />
al estallido No podia m5s..El terror me hind sus<br />
dientes de cocodrilo fam6lico. El nudo me habia Zlegado<br />
;i <strong>la</strong> garganta, y se me apretaba. Queria gritar. Pexo<br />
el gito no lograba superar <strong>la</strong>s amarras del pensamieiit<br />
0. Deseaba reventar. Aspas de inrnensos molinos,<br />
castigaban en rapidisimo volteo <strong>la</strong> atm6sfera de mi cercb-o.<br />
U hahria estal<strong>la</strong>do. si no logro, al fin, aul<strong>la</strong>r, como<br />
un presidfario a quien f<strong>la</strong>ge<strong>la</strong>ran:<br />
-i Mamh!. ... i Mamaaaa.. .. mamacitaaa!. ...<br />
Despert6 de verdad. Estaba destapado en <strong>la</strong> cama.<br />
Mi madre, a<strong>la</strong>rmada, encendi6 <strong>la</strong> ve<strong>la</strong>.<br />
Y<br />
--iIIijo, hijo! .... iQu6 te pasa, m'hijo? ....<br />
SUS plw-<strong>la</strong>s pe<strong>la</strong>das sonaron en <strong>la</strong>s tab<strong>la</strong>s. <strong>La</strong>s ropas<br />
de ~ lecho estaban desordenadas. Parecia hahelm
TA SANGRE Y LA ESPERANZA E71<br />
wsirnido una lucha con el sueiio. 3Il cerebro me salta-<br />
ba camo un sapo. Y el ccraz6n querfa arranc5rseme.<br />
Transpiraba. El terror adn se desbordaba de mis ~5r-<br />
paLos.<br />
Sin embargo, ahora, junto a mi, estaba el<strong>la</strong>, mi<br />
madre, duke, tierna, querida, por sobre todos mis te-<br />
mores.<br />
-iQui. te pasaba, m’hijito? ....<br />
Me liberti, del miedo bajo sus besos y sus manos<br />
tibias. ,Casi no lo creia. Pensaba que acaso en ese ins-<br />
tate precisamente soiiara. iEr= tan dukes <strong>la</strong>s manos<br />
de I.;.,:( madre, tan c6lida su mirada, tan tibios sus be-<br />
SQS suaves, de polen, levisimos! Me apret6 contra su<br />
coraz6n. Y llori. alli, llord mucho, no si. cuAnto, hasta<br />
alcanzar otra vez una vecindad de inconsciencia.<br />
-iM’hijito querido! ... .<br />
--jQuiz& qui. pesadil<strong>la</strong> tenia ese niiio hija! .... !Pa.<br />
rece que se orin6 en el sueiio! .... -habl6, entrecorta-<br />
damente mi abue<strong>la</strong>.<br />
-iEs cierto -dijo mi ma&- aquf est4 <strong>la</strong> poza! .,.<br />
--;Dbjalo aue se duenna, mujer, no lo inquietes<br />
m6s!<br />
Felizmente, mi madre no atendi6 a <strong>la</strong> insinuacih<br />
de mi paps. Elena tambien estaha junto a mi, ahora. Y<br />
sentfa su respiracidn c&lida, hermanada af aliento de<br />
mi madre, dolida de suspiros.<br />
-;Si quiere me acuesto con 61, md!. . --pmpu-<br />
so mi hemana.
374 NICOMEDES GUZMAN<br />
-<br />
, I<br />
-,KO, --grit6 desde su sueiio vatci<strong>la</strong>nte mi pap&--,<br />
no, "esd' no tjene derecho a nada! ....<br />
Elena no respondi6. <strong>La</strong>rg6 un l<strong>la</strong>nto indido, rengo,<br />
amargo.<br />
Mi mamB debe haber asentido a lo que el<strong>la</strong> propuso,<br />
porque senti, en seguida, su cuerpo terso 9 cor-<br />
'dial meti6ndose bajo <strong>la</strong>s s6banas y ropas uue me cubrian.<br />
Ya en <strong>la</strong> carna, Elena me alis6 el pelo. Y me npegS<br />
a su seno.<br />
Una felicidad am1 me habit6 <strong>la</strong>s venas, y record6<br />
con fruici6n mi mi% temprana infancia, cuando me<br />
adormia apegado a aquel mismo seno, reciCn creado<br />
por el brotecer de 10s primeros atisbos maternales.<br />
Hacia rnucha tiempo 'que no experimentaba <strong>la</strong><br />
transparente felicidad de aquel instante.<br />
iU pensar que era feliz, allegado a1 sufrirniento de<br />
mi hermana, sintiendo a1 voraz sufrimiento morderle<br />
el corazbn, lentamente, como a un ritmo quedo y lenl<br />
to de misticos bronccs!<br />
Y fu6 corn0 si me dunniera mecido entre dos<br />
amas sentimentales: mi profunda y tibia soledad y el<br />
amargo sufrimiento de Elena, cuyos suspiros oia yo en<br />
su pecho, en su misma acongojada raiz, en su mismo<br />
desamparado origen, mucho antes de que el tacto del<br />
aire y <strong>la</strong> sombra 10s estrujara entre <strong>la</strong> crispaci6n<br />
frfa de sus dedos descarnados.<br />
R'QJh)TECb2 ?JtnCKmk<br />
",5c%:o&! CHlLUVh
El depbsito, como en <strong>la</strong> huelga pasada, estaba res<br />
guardado por <strong>la</strong> policia. <strong>La</strong> calle Mapocho, en toda<br />
aquel<strong>la</strong> cuadra, apestaba a guano.<br />
Eas rnujeres se inquietaron. El<strong>la</strong>s no estaban con<br />
estas cosas. El aire revolucionario <strong>la</strong>s atemorizaba. <strong>La</strong>s<br />
llenaba de mieda<br />
-iEste hombre, Sefior -se quejaba mi madre-,<br />
yo no s6 que iri a ser de 611 .... -mientras dividia llna<br />
pelota de masa en trozos que m6s tarde se convertirfan<br />
en -panes.<br />
Est0 ocurria en todas <strong>la</strong>s casas. No habia pan. Y<br />
era preciso suplir su falta con sopaipil<strong>la</strong>s, o con desa-<br />
bridos bolIos cocidos en <strong>la</strong>s cocinas, sobre <strong>la</strong>tas, o bien,<br />
con duras tortil<strong>la</strong>s doradas a1 rescoldo de 10s braseros.<br />
E! tifzs y Ia virue<strong>la</strong>, por esos dias, recrudecian.<br />
Los camiones de 12 Direcci6n de Sanidad, saltaban por<br />
his calles, arrancando de 10s hogares a 10s enfermos.<br />
Los eonveofilios se vaciaban de habitantes, en deses-<br />
gerada huida. <strong>La</strong> inquietud y <strong>la</strong>s 16grimas conquista-<br />
ban dominios en mitad del pecho humano.<br />
Pero encima de todo, por sobre todo, <strong>la</strong> inquietud,<br />
el dolor, <strong>la</strong> angustia, 10s brillosos carbones de <strong>la</strong> fe, <strong>la</strong><br />
dstica de <strong>la</strong> <strong>esperanza</strong>, derrambbanse en gritos lle-<br />
nos de luz:<br />
-;Viva <strong>la</strong> Federacih Obrera de Chile! ....<br />
-; Viva! ....<br />
<strong>La</strong>s calles temb<strong>la</strong>ban.<br />
Un humo azul de rebeldia se desflocaba en 10s<br />
&s. Rechinaban 10s dientes. Se agitaban como rojas
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 377<br />
bancleras 10s corazones, desnudando todas sus fibras de<br />
ilusionadas. Un tiempo de lhparas, de soles que se<br />
disputaban el derecho a dispensar sus mejores tibie-<br />
cas, barria con <strong>la</strong> bruma de <strong>la</strong>s inquietudes femeni-<br />
nas, amasaba con el ahogo de 10s enfermos, calcinaba<br />
10s huesos de <strong>la</strong> cobardia.<br />
2<br />
-~Los polvos olorosos! .... jLos polvos olorosos! ....<br />
Ofreciendo a gritos sus mercancias y tocando su<br />
cornetin, atravesaba por <strong>la</strong> galeria el hombre vestido<br />
de fakir.<br />
-iLos polvos olorosos! ....<br />
El turco, tras 61, chil<strong>la</strong>ba por su cuenta:<br />
-i<strong>La</strong> feiiierta fa <strong>la</strong> ‘yascona! .... ;Lo feine fa lo<br />
fiojo! ....<br />
Reian 10s rostros adolescentes de <strong>la</strong>s muchachas,<br />
-i<strong>La</strong>s bolsas olorosas! .... i<strong>La</strong>s boIsas olorosas! ....<br />
iA chaucha 10s ricos polvos! .... i<strong>La</strong>s bolsas fragantes! ....<br />
Habia huelga. Habia tifus. Y habia virue<strong>la</strong>.<br />
Pero, <strong>la</strong>s nifias siempre se empolvaban. Y <strong>la</strong>s bol-<br />
sas, de manos del fakir, pasaban como por encanto, a<br />
manos de <strong>la</strong>s muchachas.<br />
Era sAbado. Dia de pago de-10s obreros. <strong>La</strong> ga-<br />
leria, en <strong>la</strong> tarde de este dia, se invadia de char<strong>la</strong>ta-<br />
nes, de comerciantes. Los “semanales” con sus lonjas<br />
de perca<strong>la</strong>s y tocuyos, no descuidaban sus ventas.<br />
Y 10s agentes de nove<strong>la</strong>s por entrega, iban de pieza en<br />
pieza, repartiendo sus impresas mercancias.
378 NICOMEDES GUZMAN<br />
-<br />
-iNo s610 de pan vive el hombre, pues, secora! ....<br />
Aecia un agente espinillento a mi mam5-. iVea m-<br />
ted; sefiora, esta es <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> m6s leida de este siglo!<br />
A toda costa queria convencer a mi madre de que<br />
se suscribiera a1 folletin: “Abandonada en <strong>la</strong> noche de<br />
su boda”. Le habia dejado, dias antes, el cuadernillo<br />
de muestra, con 16minss de colores, por debajo de <strong>la</strong><br />
puerta, y ahora ponia toda su capacidad persuasiva en<br />
el negocio.<br />
-;Si es una linda nove<strong>la</strong>, una linda nove<strong>la</strong>, <strong>La</strong>ura!<br />
.... -1leg6 a<strong>la</strong>rdeando <strong>la</strong> seiiora Lucha con el hijo<br />
m6s pequeiio en brazos, sucio, de bucles tiesos de co.<br />
mida seca-. iPor esta porqueria de giielga es que<br />
Bernab6 no me ha podido seguir leyendo!. .<br />
-iLos polvos olorosos! .... i<strong>La</strong>s bolsas olorosas! ....<br />
El fakir volvia con sus gritos y 10s sonidos destemp<strong>la</strong>dos<br />
de su cometin. Los chiquillos, desarrapados,<br />
mugrientos, andaban a su siga, riendo, tironehdole 10s<br />
pantalones verdes, de abolsadas piernas. Un ‘kernanal”<br />
voI& tamhien, tras el turco de 10s peines.<br />
Afuera, <strong>la</strong> huelga ardia. Los gritos braceaban en <strong>la</strong><br />
calle. <strong>La</strong>s ventas no rendian esta vez como otros stibados.<br />
Habia un poco de desconso<strong>la</strong>ci6n en 10s gritos meclnicos<br />
del turco:<br />
-iLo feine fado fiojo’ i<strong>La</strong> feineta fa <strong>la</strong> yascona! ....<br />
Lejos, se escuchaba <strong>la</strong> mhica de un organillo, golpeteos<br />
de bombo y tintinear de cascabeles.<br />
<strong>La</strong> seiiora Lucha intent6 evadirsele al semanal<br />
Hacia esto siempre, para evitar el pago de <strong>la</strong> cuota.<br />
.
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 379<br />
__<br />
-iNo se esconda, seiiora, no se esconda, si ya <strong>la</strong><br />
.+.<br />
vi!... iPor cuhto le hago el recibo? iPor cuhnto, sefiora?<br />
--iHay guelga, casero, hay giielga! .... -rib, chi<br />
camente, <strong>la</strong> mujer.<br />
-iPei.o, seiiora! .... jC6mo es posible! ...<br />
-is{, iior, si no hay p<strong>la</strong>ta! iNo sabe que hay<br />
giielga?. ... .<br />
Y se meti6 a1 dephrtamento. El hombre guard6, deso<strong>la</strong>do,<br />
el talonario. Y baj6 <strong>la</strong> esca<strong>la</strong> con sus floreadas<br />
lonjas de trapos.<br />
Era sAbado. Los hombres discutian y gritaban en<br />
<strong>la</strong>s calles, frente a <strong>la</strong>s armas mismas de <strong>la</strong> policia.<br />
3<br />
<strong>La</strong> noche lleg6 hosca, sin estrel<strong>la</strong>s, llena de aris-<br />
tas, semejante a caprichoso desecho de cantera. El frio<br />
ejercitaba sus puiiales. Mas, 10s hombres no 10s sen-<br />
tian.<br />
Ardian 10s Animos.<br />
ReciGn se habia disuelto un mitin organizado por<br />
10s panaderos y 10s tranviarios ante <strong>la</strong>s rejas del de-<br />
p6sito. Los a<strong>la</strong>ridos y <strong>la</strong>s protestas ampu<strong>la</strong>ban el vien-<br />
to de <strong>la</strong> calle. Remecian 10s harapos de 10s eucaliptus.<br />
Los carabineros y <strong>la</strong>nceros, prontos a cualquier ata-<br />
que, afirmaban 10s pies en 10s estribos. Los caballus<br />
coceaban, tascando el freno. Los jinetes, odiosos, pare-
cian tambih tascar sus instintos despiertos e insoletes<br />
al horde de su don de autoridad.<br />
Los agentes se repartian por <strong>la</strong>s calles del barrio,<br />
provocando. <strong>La</strong> traici6n del gobierno a sus propios electores,<br />
era evidente. Se pretendia alterar 10s Animos,<br />
romper con <strong>la</strong>- serenidad de 10s trabajadores, alentar<br />
desmanes, para dar lugar a <strong>la</strong> represibn sin tapujos.<br />
Fu6 uno de esos agentes el que lleg6 detrAs del<br />
“Sebote”. El muchacho delincuente tenia <strong>la</strong> obsesi6n<br />
de 10s “tiras”. ‘u’ m8s de alguna vez me top6 con 64<br />
mientras subia a saltos <strong>la</strong> esca<strong>la</strong>, huyendo:<br />
-iLos tiras, cabro, 10s tiras! ....<br />
Esta vez, no alcanz6 a gritar. El primer0 de 10s<br />
cinco ba<strong>la</strong>zos por <strong>la</strong> espalda, le decapit6 <strong>la</strong> voz en un<br />
ahogo de <strong>sangre</strong>.<br />
Fu6 <strong>la</strong> semil<strong>la</strong>.<br />
Los tiros descontro<strong>la</strong>ron a 10s hombres.<br />
-+Mataron a un compGero, mataron a,un compa- .<br />
Cero! .... -grit6 un civil.<br />
-i Carajo! . .. .<br />
-iCompafieros, camaradas, nos provocan! ....<br />
-i Queren boche estos mierdas! ... .<br />
No habia ya manera de contener <strong>la</strong> lucha. Los fogonazos<br />
acuchil<strong>la</strong>ban <strong>la</strong> negrura de <strong>la</strong> noche. Resba<strong>la</strong>ban<br />
10s cabaks en <strong>la</strong> humedad de su propio excremento.<br />
Saltaban aullidos. Vociferaciones. Un grupo de<br />
maquinistas salia de <strong>la</strong> galeria armado de machetes y<br />
-<br />
palos.
LA SANGRE Y LA ESPXRANZA 351<br />
_._. - -<br />
Fur5 algo &pido. Fulminante. <strong>La</strong> bataho<strong>la</strong> era infernal.<br />
Hui C Q ~ O un gat0 huye de un perro a esconderme.<br />
Ahajo quedahn 10s tiros, <strong>la</strong>s imprecaciorres, <strong>la</strong><br />
acci6n de <strong>la</strong>s <strong>la</strong>nzas, de <strong>la</strong>s carabinas, de 10s machetes,<br />
de 10s palos, de 10s puiios.<br />
Desde el cuarto se oia un tumulto ensordecedor,<br />
un rio de gargantas humanas se precipitaba por <strong>la</strong> ca-<br />
Ile, potente, arrol<strong>la</strong>dor, brutal.<br />
Mi madre se paseaba por el cuarto, gimoteante,<br />
mordiBndose. Martina lloraba. Elena no atenia a nada,<br />
aferrada a 10s barrotes de uno de 10s catres<br />
Cuando ya el tumulto de voces hubo pasado, y por<br />
<strong>la</strong> calle se oia solo el paso de 10s hombres, y sus insultos<br />
ais<strong>la</strong>dos, mientras, huian, seguidos por <strong>la</strong> autoridad,<br />
Ileg6 iili padre a golpes con <strong>la</strong> puerta.<br />
--;<strong>La</strong>ura, <strong>La</strong>ura, abre mujer! ....<br />
Entraron 41 y Rustos. Un trope1 de zapatos rdaba<br />
For <strong>la</strong> galeria, en precipitada huida.<br />
-iPero. Grxillermo, por Dios! .... -chill6 mi madre,<br />
soltando el l<strong>la</strong>nto.<br />
---;Paps, papacito! .... -exc<strong>la</strong>m& Elena.<br />
Los dos hombres acezaban. <strong>La</strong> <strong>sangre</strong> coda de <strong>la</strong>s<br />
narices y de una mano de mi padre. Bustos tenia el<br />
crAneo roto. Traia <strong>la</strong> gorra en <strong>la</strong> diestra. ,<br />
, -iSi no es nada, mujer, si no es nada! .... iEsk3<br />
carajos, mierda, estos carajos! jQu6 pensarh! ....<br />
Yo m:! afemaba a <strong>la</strong>s piernas de mi pap& Tenia <strong>la</strong><br />
convicci6n de que se iba a morir. Ya Elena le <strong>la</strong>vaba
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 38s<br />
_I .- -<br />
nudos de <strong>la</strong>s bestias. De pronto, alguna voz suelta, sal-<br />
kba tambih <strong>la</strong> raya de <strong>la</strong> aparente tranquilidad.<br />
Luego, se oyeron pasos por <strong>la</strong> galeria. Algunos<br />
hombres volvian a1 campo de <strong>la</strong> refriega.<br />
---iNo se <strong>la</strong> llevaron muy pe<strong>la</strong>da 10s carajos! ~JUII-<br />
f~ a 10s compaiieros quedaron botados varios milicos!<br />
-habl6 con tono de satisfacci6n Bustos.<br />
--iEmbromarnos asi, por <strong>la</strong> pucha! .... iNo hay de-<br />
recho! .... jEs increible! ....<br />
"I padre se desat6 <strong>la</strong> venda que le habia coloca-<br />
do Elena. Se <strong>la</strong>v6 de nuevo <strong>la</strong> mano.<br />
--;Hay que irse con cuidado, camarada! iQue no<br />
nos vayan a ver! .... Tiene todo chorreado de <strong>sangre</strong> el<br />
palet ci.... -dijo mi padre a su compaiiero.<br />
-iEs cuesti6n de que vamos con suerte! .... iL0<br />
que es yo, no cejo! .... Hay que encontrarse con 10s di-<br />
rigentes de 10s panaderos ...,<br />
-iNo salgan, por favor, no salgan, por Dios! -rod<br />
gaba mi mahe.<br />
-iDkjate de tonterias, mujer! iTenemos que salir<br />
y lo vamos a hacer! ....<br />
-iN~ salga, pap6, no salga! .... -rog6 tiernarnente<br />
Elena a SII padre.<br />
El hombre <strong>la</strong> mir6 profundamente. Se le hab: <strong>la</strong> eva-<br />
dido 3;a el encono en contra de <strong>la</strong> hija. Le acarici6 <strong>la</strong><br />
barbil<strong>la</strong>.<br />
-iNo hay miis rernedio! .... -le habl6-. iDejar a<br />
10s compaiieros, ahora, no, vc, ni pensarlo! .... iTenemos<br />
que sah! ....
.LA SANGRE Y LA ESPEZ3ANZA 385<br />
110 <strong>la</strong> bufanda. Los dos maquinistas se mostraban €ran-<br />
camente serenos, a pesar de <strong>la</strong> gravedad de 10s hechos.<br />
Asi salieron.<br />
Desde el balcbn, entre nuestras IAgrimas, 10s vi-<br />
mos alejarse por Garcia Reyes hacia San Pablo, con-<br />
versando, como si nada hubiera ocurrido.<br />
- jEstos hombres, Sefior, estos hombres, cualquier<br />
&a 10s matan! -exc<strong>la</strong>m6, enjughdose <strong>la</strong>s lAgrimas mi<br />
mamA antes de cerrar el balc6n.<br />
<strong>La</strong> noche a<strong>la</strong>rgaba sus aristas tdtricas. Pan Can-<br />
deal tocaba sus <strong>la</strong>tas al fondo del sitio vecino. Afuera,<br />
esca<strong>la</strong> abajo, se oian comentarios:<br />
-jPohre “Sebote”! .... -dijo alguien con voz do-<br />
lorida--. jL0 matarorl como a un perro! ....<br />
Pan Candeal llenaba <strong>la</strong> noche de sonajera. Y !os<br />
perros comenzaban su doliente concierto.<br />
-<br />
4<br />
Dos dias despuds, tras <strong>la</strong>s angustias de mi madre,<br />
lleg6 mi pap& Venia feliz, acompaiiado del compadre<br />
Bernab6.<br />
-jMaiiana salimos al trabajo! -dijo abrazando a<br />
mi madre.<br />
Todos nos haciamos solidarios de su j6biIo.<br />
El movimiento habia sido ganado por 10s panaderos.<br />
-iUn triunfo de <strong>la</strong> unidad, caramba, de h unidad<br />
*
@mente! Aecia mi pap6 palmoteAndole <strong>la</strong> espaldg<br />
al ti0 BernabQ.<br />
Se tom6 el caldo que le sirvi6 mi madre, con an.<br />
sia de aiios.<br />
-AI fin voy a descansar un poco de preocupacio,<br />
nes, -coment6 el<strong>la</strong>, sinceramente contenta.<br />
Elena, meditabunda y triste como de costumbre,<br />
tenia '10s ojos bril<strong>la</strong>ntes de IAgrimas, Miraba a su pa-<br />
dre como si nunca lo hubiera visto, como si recihn lo<br />
conociera. El reia, con un fideo colgtindole del bigote.<br />
-iUsted ve, compadre, usted ve, cbmo, pese a 10s<br />
gobiernos traidores. y pese a todo, se triunfa! i<strong>La</strong> ver-<br />
dad es que el pueblo parece no necesitar sin0 de buenos<br />
dirigentes que pongan su esfuerzo a1 servicio de <strong>la</strong><br />
unidad! jLos lideres, una vez que se levantan a costi-<br />
Uas nuestras, dvidan a1 pueblo! ....<br />
-iEs cierto, compadre, el pueblo triunfar6 solo! ....<br />
-reealc6 el tio.<br />
---;No tenemos mb que defender nuestras or@-<br />
nizaciones y afirmar bien 10s estribos! .... iCaraj0, que<br />
buen caldo! .... i<strong>La</strong> tortil<strong>la</strong>, no m&, estA un poco desa-<br />
Brida!<br />
-iMa&na habrd pan ya, pues, compadre. no se<br />
aflija! --carcaje6 el tio con su garganta de cascabel des-<br />
temp<strong>la</strong>do.<br />
<strong>La</strong> tarde estaba llena de luz. El sol rompia <strong>la</strong> bru-<br />
& y asomaba hacia <strong>la</strong> tierra uniw cobrks griedejas<br />
de pelm chamuscados.
LA SANGRE Y LA ESl’ERANw 381<br />
<strong>La</strong>s albergues, como bedias grises, e~mo<br />
enormes<br />
asnos de pie1 sangrante, mgs all6 de 10s conventillos,<br />
parecian <strong>la</strong>merse <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>gas a <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>ntas callosas del<br />
otofio. En sus visceras podridas, 10s hombres mataban<br />
<strong>la</strong>s horas, a <strong>la</strong> caza del piojo y del mendrugo limosnea-<br />
do. Los “rotos” pampinos, esmirriados por <strong>la</strong> espera<br />
de dias, que ya se a<strong>la</strong>rgaban en &os, humil<strong>la</strong>ban SI<br />
existencia en el v6rtice macabro de una cesantia far-<br />
zada, en que el harapo era como si pretendiera cobrar<br />
territorios para toda <strong>la</strong> eternidad, y en el que <strong>la</strong> bes-<br />
tia recluia lo humano a1 triste reinado de su pezuiia<br />
torva. <strong>La</strong>s mznos trabajadoras podian estirarse inlitil-<br />
mente <strong>esperanza</strong>das tras una herramienta de trabajo.<br />
El derecho m6s inalienable se perdia ya para <strong>la</strong> hon-<br />
ra del hombre. Pero, se estimu<strong>la</strong>ba el derecho al piojo.<br />
Se animaba el hrioito a <strong>la</strong> humil<strong>la</strong>cih. <strong>La</strong>s calles se<br />
dolian, lloraban por 10s ojos Enguidos de 10s chiquillos<br />
hambrientos, expertos en estirar 10s dedos pedigiieiios,<br />
en alzar <strong>la</strong> voz en una conquista de piedad y nrisepieor-<br />
dia.<br />
Mas, no habia surco para h iuminosa SerniI<strong>la</strong> del<br />
sudor.<br />
Era el otorio.<br />
Pero, era tambih k vida.<br />
_+
<strong>La</strong> huelga habia triunfado. El Animo colectivo era<br />
propicio. Se prestaba el instante para que 10s alberga-<br />
dos salieyan a <strong>la</strong> calle, en exigencia de trabajo a 10s<br />
poderes gubernativos. <strong>La</strong> situaci6n se hacia ya insos-<br />
. tenible y 10s gremios organizados estaban dispuestos a<br />
coadyuvar <strong>la</strong> acci6n de 10s cesantes.<br />
Aquel<strong>la</strong> tarde, 10s albergues se vaciaron. Elemen-<br />
tos de diversas entidades popu<strong>la</strong>res, acompaf5arian en<br />
su empresa a 10s trabajadores en receso.<br />
Por Rulnes, sali6 a <strong>la</strong> A<strong>la</strong>meda <strong>la</strong> caravana de d-<br />
bergados de nuestro barrio. <strong>La</strong> arteria principal me-<br />
tropolitana parecici ensancharse para soportar <strong>la</strong> ava-<br />
<strong>la</strong>ncha de haraposos. /<br />
Hombres arrastrando el cansancio de sus <strong>la</strong>rgos dias<br />
inactivos. Mujeres de rostros doloridos, de algodono-<br />
sos pechos pesadamente saltones, de dob! .e g a d os mo.<br />
iios, con’ 10s pequeiios a <strong>la</strong> rastra, en brazos u ovil<strong>la</strong>-<br />
dos germinando en el agrio crjintaro del vientre. Chi-<br />
quillos de terrosas cabelleras, de rostros ennegrecidos<br />
por aiiejas mugres. Todos, en fi<strong>la</strong> de parias, marcha-<br />
ban a1 encuentro de una pa<strong>la</strong>bra para encender su es<br />
peranza. Alli, marchando, hab<strong>la</strong>ndo, gesticu<strong>la</strong>ndo, eran<br />
como extraiios animales desnutridos, buscando una ra-<br />
z6n de vida. Vo<strong>la</strong>ban sus tiras azotando el rostro seco<br />
del otoiio, bajo 10s &boles en orfandad de hojas. De<br />
10s tranvias asornaban 10s rostros asombrados ante el
SANGRE Y LA ESPEIZANZA 389<br />
~ LA<br />
___- __<br />
macalsro especthculo de aquellos chilenos de <strong>la</strong> pampa<br />
en paso. de desarnparo.<br />
Ade<strong>la</strong>nte, <strong>la</strong>s mujeres se dieron de pronto, al<br />
santo:<br />
Era un canto triste, obscuro, deso<strong>la</strong>do. <strong>La</strong>s u6as<br />
de una angttstia autgntica de corazhn, se asomaban en<br />
cada verso, en Enguida y triste meloda:<br />
<strong>La</strong>s voces dispares, muti<strong>la</strong>ban <strong>la</strong> mmisica. Mas, el<br />
dolor y <strong>la</strong> amargulra del verso se hincaban en 30s sen-<br />
timientos como <strong>la</strong>ncetas de abejas furibundas.<br />
Los perros, f<strong>la</strong>cuchos, pringosos, de pe<strong>la</strong>jes roidos<br />
por <strong>la</strong> tiiia, trotaban a 10s f<strong>la</strong>ncos de <strong>la</strong> caravafna. OBs-<br />
queando aqui y all&, a1 pie de 10s postes y 10s &boles,<br />
paraban <strong>la</strong> pata con desgano. A1 final, ilgunos tran-<br />
viarios, char<strong>la</strong>ban.<br />
Yo no me explicaba por quQ mi padre me habia<br />
traido a1 mitin. nlri rnadre se habfa opuesto. No obs..<br />
+ante, cedi6 luego, a €a determinaci6n del hombre.
destal de <strong>la</strong> estatua, un hombre joven c<strong>la</strong>maba lpor<br />
que se le oyera:V<br />
-i Compaiieros, camaradas!. ... Compafieras, ven-<br />
go, vengo aqui, hash ustedes, camaradas, a nombre de<br />
<strong>la</strong> Liga Pro-Ayuda a 10s Trabajadores del Salitre! ....<br />
No soy yo, camaradas, un hombre extraiio a vuestros<br />
padecimientos, camaradas .... Albergado como ustedes<br />
en otro tiempo, supe de <strong>la</strong> humil<strong>la</strong>ci6n tremenda que<br />
en cuerpo y coraz6n vosotros tambiCn hoy, queridos<br />
camaradas, estbis sufriendo ....<br />
Habl6 de muchas cosas amargas. <strong>La</strong>s mujeres llo-<br />
raban. <strong>La</strong>s Egrimas iundian su sal a <strong>la</strong> sal del sudor.<br />
Fuertes ap<strong>la</strong>usos rubricaron <strong>la</strong>s dolorosas pa<strong>la</strong>bras del<br />
hombre.<br />
Fu6 entonces, despuCs de 10s ap<strong>la</strong>usos, cuando se<br />
anunci6 el discurso de Abel Justiniano. Mird a mi pa-<br />
dre. Le costaba a 61 superar<strong>la</strong> fuerza de sus nervios<br />
Palideci6 cuando el muchacho alz6 su 'figura sobre <strong>la</strong><br />
tribuna. Se mordia. Se mostraba rabioso entre toda<br />
e& multitud de hombres y mujeres de ojos y ofdos ex-<br />
pectantes.<br />
-iCamaradas, compaiieros .... !....<br />
<strong>La</strong>s pa<strong>la</strong>bras de Justiniano, a medida que Iler,a-<br />
ban 10s segundos, heron serenando a mi padre. Fu6<br />
vencido por el<strong>la</strong>s. Y termin6 por ir asintikndo<strong>la</strong>s con<br />
leves movimientos de cabeza.<br />
Sin embargo, un destino de fatalidad se estiraba<br />
eonio una boa, desperezhdose, sobre <strong>la</strong>s vidas alli con-<br />
glomeradas. Empezaban a llegar gmesos piquetes de
LA SANGRE Y LA ESPEIRANZA 393<br />
A 1<br />
arid os.<br />
Imprecaciones.<br />
Nadie se explicaba <strong>la</strong> acf5tud de <strong>la</strong>s autoridades.<br />
Algunos hombres desprendidos del tumulto trataron de<br />
hufr. Pero, cayeron ahi mismo con <strong>la</strong>s cabezas despe<br />
dazadas. <strong>La</strong> indignaci6n alter6 a 10s hombres. <strong>La</strong> in-<br />
tentona de masacre estaba e2 evidencia.<br />
-iBmtos, chanchos! ....<br />
--;ll’<strong>la</strong>ricones! ... i Traidores! .....<br />
El odio deformaba <strong>la</strong>s facciones esmirriadas. Los<br />
guardianes seguian en su <strong>la</strong>bor de brutales ta<strong>la</strong>dros<br />
espoleando a <strong>la</strong>s cabalgaduras.<br />
-iDispersarse, desgraciados! .... ci Dispersmse! ....<br />
-gritaban ahora, corriendo cu<strong>la</strong>tazos a granel.<br />
Piafaban <strong>la</strong>s bestias, a 10s requerimientos salvajes<br />
de <strong>la</strong>s riendas y <strong>la</strong>s espue<strong>la</strong>s, pateando, atropel<strong>la</strong>ndo.<br />
-iDispersarse, disgersarse, &pido, mierdas! ....<br />
iRApido, desgraciados! ....<br />
, <strong>La</strong>s mujeres aul<strong>la</strong>ban, rodando con 10s hijos, es.<br />
tal<strong>la</strong>ndo en l<strong>la</strong>nto. El griterio, <strong>la</strong>s vociferaciones. inva-<br />
dian 10s aires ensordeciendo. Por otro <strong>la</strong>do se oian nue-<br />
vos disparos.<br />
-iAqui, camarada! .... i Aqd! .... -grit6 Rogelio a<br />
mi padre---. i Estos maricones nos quieren matar! ...<br />
Habia un trecho descuidado por <strong>la</strong> policia. Mi pa-<br />
dre me arrastr6. Pero era imposible salir. No cesaban<br />
de chil<strong>la</strong>r <strong>la</strong>s rnujeres, alzando a sus hijos, c<strong>la</strong>mando<br />
piedad. Los cu<strong>la</strong>tazos llow’an. Se doblegaban <strong>la</strong>s cabe-
3% NICOMEDES GUZW<br />
zas de 10s chiquillos, convertidas en bdsas de <strong>sangre</strong>,<br />
a 10s golpes.<br />
-i Seiior! ..., iPiedad! ....<br />
- -iSalvajes, chanchos! .... jTraido~S! ....<br />
-i Desgraciados! ....<br />
-iQ& me matan, Seiior! ....<br />
-j Por Dios, estos salvajes! ....<br />
Una ava<strong>la</strong>ncha de hombres loa6 abrirse paso. Y<br />
huy6 en masa, maldiciendo. Ahora si, mi padre gudo<br />
comer. Y me arrastr6 casi en el re. Temia caer. Una<br />
bestia galopaba tras de nosotros. Se oian sus duros cas-<br />
cos contra el pavimento. Se alzaba una carabina enci.<br />
ma de nuestras -cabezas. Son6 un golpe seco, horrible,<br />
en <strong>la</strong> espalda de mi padre. Se quejci el hombre, con<br />
una queja que fui? como un rechimamiento. Pero no se<br />
detuvo.<br />
Lejos, junto a un poste, interrumpimos nuestra ca..<br />
rrera. Alli estaba Rogelio.<br />
-i Compaiiero! ....<br />
Sostuvo a mi padre. PAlido, tdmulo, el hombre<br />
se quejaba como im animal. Un borbotcjn de qangre<br />
le aflorci en 10s <strong>la</strong>bios.<br />
-jDesgraciados, maricones! .... -aullcj Rogelio.<br />
<strong>La</strong> muchedumbre se clispersaba ahora. Se ens&-<br />
ban 10s salvajes golpeando a <strong>la</strong>s mujeres y a 10s chi-<br />
quillos. No habia piedad. En el suelo, sobre 10s duros<br />
adoquines, 10s cuerpos inocentes, se desangraban con<br />
10s crrineos abiertos, pisoteados.<br />
Al.gunos albergados sacaban a relucir sus cuchillos.
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 395<br />
Un caballo se derrumb6 con <strong>la</strong>s trips colgando. Alli<br />
mismo cay6 el nortino, reventada <strong>la</strong> cabeza a golpes de<br />
cu<strong>la</strong>ta. Un grupo de mujeres huia por el <strong>la</strong>do sur de<br />
<strong>la</strong> A<strong>la</strong>rneda, desesperadamente. LOS guardianes pare-<br />
cian gozarse en su persecuci6n, enarbo<strong>la</strong>ndo <strong>la</strong>s carabi<br />
nas. Dos o tres mujeres cayeron. <strong>La</strong>s patas de 10s ca-<br />
ballos dieron trAgica cuenta de el<strong>la</strong>s. Los disparos, to-<br />
davia atronaban el espacio:<br />
-iPum, pum! ....<br />
En ligeros minutos, el comicio fuC disuelto defiti-<br />
vaniente.<br />
De 10s albergados, y de 10s trabajadores que les<br />
acompaiiaban, no restaban m b que una porci6n de ca-<br />
dhveres: entre guaguas, chiquillos mayores, hombres y<br />
mujeres con 10s crAneos despedazados, con los harapos<br />
empapados de <strong>sangre</strong>, pr6ximo material de carga para<br />
el carro de <strong>La</strong> Morgue.<br />
Los heridos fueron trasgortados rhpidarnente, en<br />
ambu<strong>la</strong>ncias de <strong>la</strong> Asistencia Pfiblica.<br />
<strong>La</strong> autoridad y <strong>la</strong> traici6n habian triunfado. Y sus<br />
personeros estaban alli, sudorosos, 1impiAndose <strong>la</strong>s<br />
Irentes, satisfechos del deber cumplido, altos en sus<br />
cabalgaduras estornudantes.<br />
Un nuevo borbot6n de <strong>sangre</strong>, tras tosidos v que-<br />
jidos ahogados, habiase precipitado desde 10s <strong>la</strong>bios de<br />
mi padre.<br />
-iMe jodieron estos mierdas! .... -habl6 ape-<br />
taphdose <strong>la</strong> boca con el paiiuelo.<br />
Pero se negb a ir a <strong>la</strong> Asistencia.
396 NICOMEDES GUZMAN<br />
En un victoria, partimos hacia <strong>la</strong> ma.<br />
Grupos de albergados, merodeaban cerca del si-<br />
ti0 del suceso. Su amargura y sus tiras, eran como el<br />
simbolo de su <strong>esperanza</strong> desvalida.<br />
30 me sentia extrafio, como en el aire. No llora-<br />
ba. Estaba seco de liigrimas. Mas, <strong>la</strong>s pupi<strong>la</strong>s se me<br />
desbordaban en im6genes de <strong>sangre</strong>, de infantes, de<br />
mujeres y de hombres miserable y cobardemente ma2<br />
sacrados.<br />
<strong>La</strong> autoridad habia triunfado. Era un bello triun-<br />
fo. Podian reir ahora. Los guardianes podian alzar el<br />
pecho arrogante, orgullosos de su gloria.<br />
-iY pensar -habl6 sombria y roncamente Roge-<br />
lio-. y pen- que fuimos nosotros mismos 10s que di-<br />
mos poder a 10s que nos atropel<strong>la</strong>n! iTraidores, mal-<br />
ditos!. . . .<br />
Mi padre tosia. Los czscos de 10s caballejos,que<br />
tiraban el victoria, marcaban sobre 10s adoquines de<br />
<strong>la</strong> calle una mtisica hueca de matraca.<br />
-;Si, traidores -habl6 mi padre, sostenihdose<br />
el paiiuelo en <strong>la</strong> boca-, traidores! .... iY creamos m <strong>la</strong><br />
democracia, y apoyemos con nuestra fuerza a 10s ma.<br />
ricones de <strong>la</strong> politica! .... iSe especu<strong>la</strong> con nuestra hon-<br />
radez! .... iY nosotros siempre con <strong>la</strong> fe puesta en 10s<br />
que saben engaiiarnos con miis bel<strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras! .... iTrai-<br />
dores! ....<br />
Tosi6 m a vez m& mi padre.<br />
-iS, de veras -corrobar6 RogeliG, se abusa de<br />
nuestra homadez, de nuestra sinceridad! .... Gastamos
LA SANGRE Y LA ESFERANZA<br />
-__<br />
397<br />
-<br />
nuestra fe creyendo en promesas y programas- ... iPer-<br />
demos el tiempo, cuando lo hico que merece nues-<br />
tra fe es <strong>la</strong> Revolucibn! ....<br />
7<br />
Al dia siguiente, el barrio se atron6 de a<strong>la</strong>ridos:<br />
-iAbajo 10s “comeguaguas”! ....<br />
-iAbajo 10s comeguaguas! ....<br />
<strong>La</strong>s mujeres se desparramaban por <strong>la</strong>s calles, con<br />
sus tiras y sus 16grimas a <strong>la</strong> rastra, gritando a todos<br />
10s vientos, para el oido de 10s asesinos y del mundo:<br />
- i Rbaj o 10s comeguaguas! ... .<br />
-iAba jo 10s comeguaguas!. .. .<br />
Y 10s vientos respondian a <strong>la</strong> aspiraci6n de <strong>la</strong>s<br />
hembras miserables, alistando sus m6s sonoros dari-<br />
nes.<br />
-j Abajo 10s comeguaguas! ....<br />
-jAbajo 10s comeguaguas! ....<br />
Por muchos dias, 10s guxdianes no se atrevieron<br />
a andar solos por el barrio. <strong>La</strong>s mujeres albergadas ha<br />
bianse convertido en fieras. Dispuestas a1 crimen para<br />
vengar el tremendo crimen.<br />
Y m6s de una madrugada se sup0 de al&n poli-<br />
da, encontrado con <strong>la</strong>s tripas al aire, tirado a <strong>la</strong> oril<strong>la</strong><br />
de ma ameta.
LA ESBERANZA<br />
LOS DIAS rodaron con 10s ojoa<br />
cerrados, fam6licos, trAgicos. <strong>La</strong> virue<strong>la</strong><br />
y el tifus azotaban sin piedad -<br />
<strong>la</strong>s horas de 10s h"obres. El sol andaba como un potro<br />
- ciego, cabeceando contra 10s &-boles y <strong>la</strong>s mural<strong>la</strong>s,<br />
perseguido obstinadamente por 10s Gbanos de <strong>la</strong> bru-<br />
Ma.<br />
-jTe jodieron, no mb, Guillermo, hombre! -le<br />
dijo el doctor Rivas a mi padre-. iSuavecito el cu<strong>la</strong>tazo<br />
que te di6 ese carajo! -ironiz6 en seguida.<br />
--iPero qu& es lo que tengo, doctor? I-i Hable, no<br />
ds! .... 4ijo mi padre, anhiindose a si dsmo.<br />
-iuM lesi6n pralraonar, hombre! iUm lesi6n pui-<br />
=on=!.. . .<br />
1
\<br />
400 NICOMEDES GUZMAN<br />
-kEs grave, doctor? -interrog6, anhe<strong>la</strong>nte mi<br />
madre.<br />
-jNo tan grave, niiia, si tu marido se cuida! .... iSe<br />
necesita un descanso <strong>la</strong>rgo! ....<br />
-jPero, doctor, puchas, carajo, no me embrome! ...,<br />
-iMira, Guillermo, hombre te voy a decir, est0<br />
.no es cosa de ahora! TG, de a poco, te has venido jodiendo.,..<br />
Tus trabajos gremiales, tus trasnochadas, te<br />
nstaban haciendo mal ....<br />
-iNo embrome, doctor! ....<br />
-jLo que oyes, hombre! .... iEl cu<strong>la</strong>tam ese no hizo<br />
m& que apresurar algo que tenia que suceder! ....<br />
-iNo pQede ser, doctor, no puede ser! -ronc6<br />
mi padre-. i Necesito trabajar, doctor! ....<br />
-iMira, Guillermo, viejo, no sacas nada con chil<strong>la</strong>r!<br />
iQu6date tranquilito en cama hasta que yo te di.<br />
ga!<br />
-jQuC jodienda, doctor!<br />
-iMira, viejo, si en unos quince di'as no empiezas<br />
a notar mejoria con 10s remedios de esta receta, te<br />
voy a conseguir cama en el hospital!<br />
-iPero, jes para tanto, doctor, es para tanto?! ....<br />
-habl6, lloriqueante, mi madre-. jEs para tanto?.. .<br />
-No, niiia, no te inquietes. En el hospital se le<br />
po&A atehder mejor que aqui. Vamos a probar primer0<br />
aqui en <strong>la</strong> casa.<br />
El silencio zurci6 10s <strong>la</strong>bios maternos. Mi padre<br />
tenia <strong>la</strong> vista baja. Se sentia oprimido.<br />
--Nada de arnarguras, viejo .... Con un empeiiito,<br />
-
I -CI_<br />
LA SANGRE P LA ESPERANZA 401.<br />
_-<br />
te vas a quedar nuevo .... --carcaje6 el doctor-. jHasta<br />
luego! .... -se despidi6, tomando su maletin.<br />
Estuvinos <strong>la</strong>rgo rat0 pensativos, junto al lecho de<br />
mi pap&<br />
<strong>La</strong> voz deso<strong>la</strong>da del hombre, cod el silencio:<br />
-iBtra vez embromado, carajo, otra vez embro-<br />
mado! iNo hace tres aiios que me jodi, y ahom, de nue-<br />
vo, a <strong>la</strong> cama!<br />
Mi madre lloraba.<br />
-iSerA de Dios que asi sea! A jo, dolorosamen-<br />
te resignada.<br />
-iQU6 Dios, carajo, venganme con Dios, encima<br />
de todo! ....<br />
El bast6n de <strong>la</strong> abue<strong>la</strong>, como siempre, golpeaba el<br />
piso lo mismo que un perro-raschdose. Miraba hacia<br />
nuestro <strong>la</strong>do con sus ojos medio ente<strong>la</strong>dos: Parecia no<br />
pensar ni pronunciar nada. Per0 yo sabia que cstaba<br />
rezando.<br />
Volvia para nosotros otro tiempo de nieb<strong>la</strong> y de<br />
I5grimas.<br />
2<br />
' Ante sus padres,. Elena se mostr6 indiferente,<br />
cuando ley6 en prirnera piigina de un diario aquel<strong>la</strong><br />
maiiana:<br />
26.-<strong>La</strong> s a p y <strong>la</strong> <strong>esperanza</strong>.<br />
%IBtfoTECA. R'ACIOMA$.<br />
mECcfw4 CHfEW
Xi una Ugrima. Solhente UR leve temblor de <strong>la</strong>-<br />
bios. Sin embargo. a escondidas, no fud so<strong>la</strong> m a <strong>la</strong> vez<br />
que yo <strong>la</strong> sorprendi enjug6ndose 10s ojos. Se torn6 ta-<br />
citurna, rn% que de costumbre, y parecia llena de te-<br />
mores. Cada vez que se <strong>la</strong> hab<strong>la</strong>ba sobresaltAbase. El<strong>la</strong>,<br />
nena siempre de una simple y triste temura, mostr6-<br />
base ahora poseida de una angustia que se reve<strong>la</strong>ba en<br />
cada uno de sus gestos.<br />
Ayuel<strong>la</strong> noche, si, mi rnaare <strong>la</strong> mrprendi6 sollo-<br />
zando. <strong>La</strong> seiiora aprovech6 aquel<strong>la</strong> uportunidad para<br />
hab<strong>la</strong>r<strong>la</strong>:<br />
--i{E!ena, -le dijo-, no has sacado nada con ocul-<br />
tar lo que te pasa?
LA SANGRE Y LA ES€"ZA 403<br />
Mi hermana se le encar6 violentamente. Los ojos<br />
parecian salthrsele.<br />
-No & qu6 quiere deck, ma&...<br />
-iNo ganas nada con negar, Elena! .... ijm v a ~<br />
a tener un hijo!! ....<br />
Mi padre, se esperaba esa escena. Seguramente,<br />
estaba de acuerdo con mi mami para provocar<strong>la</strong>. Se<br />
modraba sereno, atento a <strong>la</strong> respuesta de <strong>la</strong> hiia. Sufria<br />
tal vez, per0 nada se suponia en su semb<strong>la</strong>nte,<br />
fuera del mal que lo aquejaba. Elena se qued6 con hs<br />
pa<strong>la</strong>bras en suspenso. Se mordfa el indice, ingenuamente,<br />
tristemente, temb<strong>la</strong>ndo. El instante se hacia embarai-oso<br />
ya, cuando se decidi6 a1 alzar <strong>la</strong> vista. De s&bit0<br />
sinti6 menoscabado su derecho a ser madre, y aitrj<br />
con <strong>la</strong>s entrafias, con 10s pechos, con todo el coramjn,<br />
dignamente:<br />
-;Si, si, voy a tener uh hijo! .... ii Y lo tendrS? ....<br />
Y aferr6 sus manos a <strong>la</strong> cabeza, llorando con una<br />
amargura espinosa, doliente.<br />
Fu6 como un orgulloso desafio de hembra.<br />
Frente a 61 espere ver reaccionar tercamente a<br />
mi padre, mmo tantas veces lo habia hecho. Hub0 otro<br />
silencio <strong>la</strong>rgo. Y s610 cuando Elena ah6 10s ojos llorosos,<br />
sollozante, extrafiada de que no se <strong>la</strong> condenara,<br />
el hombre se desprendi6 de sus pa<strong>la</strong>bras:<br />
-iSi, Elena, vas a tener ese hijo! .... --exc<strong>la</strong>m6<br />
con voz profunda, sufriente, de hombre sol<strong>la</strong>mado en<br />
pleno gecho.
404 NXCOMEDES GUZMAN<br />
-iGuillermo -grit6 mi madre-, no puede ser,<br />
joyes?, no puecie ser! ....<br />
Y se precipit6 hacia 61.<br />
Mi padre no <strong>la</strong> atendi6. %cas0 fuera <strong>la</strong> primera<br />
vez en <strong>la</strong> vida que mi padre no tomara en cuenta a m<br />
compafiera.<br />
-iElena, Elenita -habl6 tiernamente a mi hermana,<br />
con esa ternura tan suya, cglida y ronca.<br />
&Ti hermana no lograba salir de su estupor. Fu6<br />
hacia el, no obstante.<br />
Quedaron frente a frente, mirhdose 10s rostros<br />
tristes: $1, sentado en el lecho; el<strong>la</strong>, de pie a su oril<strong>la</strong>.<br />
-iSi, Elena, aunque te parezca extraiio, soy yo<br />
el que quiero que tengas ese hijo! .... -confirm6 el<br />
hombre rotundamente, pero con metales tiernos sicmpre<br />
en <strong>la</strong> voz.<br />
<strong>La</strong> atrajo hacia si. <strong>La</strong> bes6 <strong>la</strong>rgamente en <strong>la</strong> frente.<br />
+He sufrido mucho por todo lo que te ha pasado,<br />
Elena! .... iHiciste mal, muy mal! iPero, te has portad0<br />
como mujer, ahora sobre todo! iNo te creia tan<br />
mujer, hija! .... i iA4ereces ese hijo!! ....<br />
No habia risa en el rostro de mi padre. Pero m a<br />
secreta satisfaccibn, una profunda alegria parecia inundarlo,<br />
en el instante de pronunciar aquel<strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras.<br />
-iPapA!. ...<br />
El<strong>la</strong>, Ia hija, no bes6 a1 padre. Lo mir6 so<strong>la</strong>mente<br />
con una hondura alumbrada de emoci6n.<br />
-iSi, -repiti6 todavia &I---, vas a tener ese hijo! ....<br />
-iNo puede ser, Guillermo! -insisti6 mi maclrc.
EA SANGIIS Y LA ESPZRANZA 405<br />
-iNo? ~Por qud no puede ser? --exc<strong>la</strong>m6 mi<br />
padre.<br />
-iNo comprendes, %uillermo? .... tNo compyendes?<br />
.... j<strong>La</strong> gente! .... iParece que no supieras c6mo es! ....<br />
-i&ui! me importa a mi <strong>la</strong> gente! iEsa gente que<br />
~ dices, m5a, <strong>La</strong>ura .... !<br />
- j Pero, Guillermo! ....<br />
-iEs que le debo algo? .... iEs que le debemos algo<br />
a esa gente? .... -interrog6 con sarcasm0 mi padre-.<br />
;,Es le ~ ~rc--e estoy en <strong>la</strong> cama esa gente trabaja para<br />
mi? .... iSi no fuera por el Consejo .... ! iCarajo! iNo,<br />
<strong>La</strong>ura, qubdate con esa gente, sigue intereshndote por<br />
sus lenguas! .... iElena va a tener ese hijo! .... Si el<strong>la</strong> no<br />
lo quisiera, <strong>La</strong>ura, <strong>la</strong>s cosas cambiari an....<br />
- i No comprendes, Guillermo!.. ..<br />
-iSi, si comprendo, <strong>La</strong>ura, tus esdpulos .... No<br />
tienen razbn de ser....<br />
-iMe confundes, m’hijo! .... iN0 si! qui! te pasa! ....<br />
Mi padre sonrib.<br />
Cerca de <strong>la</strong> mesa, el bast6n de mi abue<strong>la</strong> castigaha<br />
el suelo, incesantemente, como un perro contumaz<br />
dando batida a Ias pulgas. Elena lloraba en el hombro<br />
del padre. El se mostraba feliz. Y algo como 16grimas<br />
tambibn se escurrian por 10s pelos de su rostro.<br />
3<br />
-<br />
j Enrique Quilodriin!<br />
Me senti desconcertado.
-Te est& namando, cabro .... LO no queris pkta?....<br />
-me habl6 un obrero grandote, peludo, batiendo<br />
10s Iabios abultados.<br />
Los demtis reian.<br />
+Si es que tiene miedo pique va a tener que<br />
(4<br />
pagar el piso”! ....<br />
-i iEnrique Quilodrh!! ....<br />
El pagador asomaba <strong>la</strong> cabeza fuera del mesh.<br />
Yo me acercaba ahora timidamente.<br />
+Chitas, cabro, oooh, ni rico que fueras! .... jT0revisa<br />
el sobre! Son cinco pesos ....<br />
Mi mano temb<strong>la</strong>ba. Temb<strong>la</strong>ban mis <strong>la</strong>bios. Temb<strong>la</strong>ba<br />
todo. Me emocion6 profundamente percibir aquel<br />
dinero. No & qu6 de extraiio le encontraba a todo<br />
aquello. A <strong>la</strong>s cosas mismas. A mis camaradas de trabajo.<br />
--;Chitas que soy sentimental! LPuchas, cabrito!<br />
-me habl6 el obrero peludo, manosehdome <strong>la</strong> nuca,<br />
despuds de encender un pitillo.<br />
<strong>La</strong> verdad es que yo estaba a punto de llorar.<br />
--jAhora, a pagar el piso, pues, hermanito! ....<br />
No me daba cuenta exacta de lo que significaba<br />
aquello. Suponia que tenia que invitarlos a beber algo,<br />
para celebrar aquel primer sueldo. Pero, tenia <strong>la</strong><br />
seguridad tambikn, de que mi edad, me dejaba fuera<br />
del compromiso.<br />
Fu6 asi, en efecto. Despuks de embromarme durante<br />
un rato, mientras camin5bamos por Mapocho, 10s<br />
compaiieros me golpearon <strong>la</strong> espalda.
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 4w<br />
--__ -<br />
-iNo te asustfs, cabrito! jN0 tenis pa quP pagar<br />
piso, vos! iQu6 hacimos nosotros con cinco pesos de<br />
chicha, omh! .... iY con este frio! ....<br />
Reian a ctircajadas gigantonas, francas, camaradas.<br />
Me separt5 de ellos en Cueto.<br />
Habia trabajado cinco dias en aquel<strong>la</strong> fundici6n.<br />
--Me gustaria trabajar .... Mi pap& est5 jodido, de<br />
veras.... -le habia dicho al Chueco AvilPs, no sP por<br />
qu6, acaso sin darme cuenta de <strong>la</strong> significacibn de mis<br />
pretenciones.<br />
-Oye, mira, Quib, jsabis que mi ti0 te podria<br />
ocupar en su taller? ....<br />
Me interest5 verdaderamente.<br />
-iH&b<strong>la</strong>le, Chueco! ....<br />
El tio de AvilPs era un hombronazo de anchas es-<br />
paldas, gibado, de voz ronca, simp&tico.<br />
-Ven mafiana, si quieres .... Te voy a pagar un pe-<br />
so al dia....<br />
Me sentia musculoso, ancho, recio, como un hom-<br />
bre grande. Estaba feliz.<br />
No dije nada en mi casa. <strong>La</strong>s reprensiones, por es-<br />
ta Ppoca, comenzaban a dolerme muy de veras, y de-<br />
cidi atrasar lo m6s posible 10s retos que podia des-<br />
pertar <strong>la</strong> actitud que habia arrostrado.<br />
Ahora, trepaba <strong>la</strong> esca<strong>la</strong> de <strong>la</strong> galeria. Mi intran-<br />
quilidad torniibase temblor. El corazbn se me agitaba<br />
como un pabellh azotado por un viento ipacundo. <strong>La</strong><br />
esca<strong>la</strong> se quejaba. EntrP encogido, temeroso, sin saber<br />
qud decir.
408 ‘NICOMEDES GUZMAN<br />
En nuestro cuarto estaba el doctor Rivas. Habia<br />
examinado recidn a mi padre.<br />
-iNo hay caso, viejo, no hay caso, vas a tener<br />
que hospitalizarte!<br />
-iNo me embrome, doctor, por <strong>la</strong> pucha! ....<br />
-:Lo siento, hombre! iPero, tiene que ser asi!<br />
-i&u6 joder! .... -rugi6 el hombre.<br />
-Ma<strong>la</strong> pita, viejo .... Pero son cosas naturales,<br />
hombre. No creas que ser6 <strong>la</strong>rgo el tratamiento.<br />
-En todo caso, doctor. Usted sabe, mi gente ....<br />
Yo necesito trabajar .... No voy a estar toda <strong>la</strong> vida a<br />
costil<strong>la</strong>s del Consejo .... No, doctor, esto es muy embromado<br />
para mi ....<br />
-iMira, viejo, serhate, no te desesperes! .... Es<br />
una coea irremediable, no sacas nada con alteracte ....<br />
--Si, lo comprendo, doctor .... Pero es que cuando<br />
uno se sabe responsable, esto es jodido ....<br />
-Esa misma responsabilidad te obliga a ponerte<br />
en tratamiento .... iY no sigamos en esto, viejo, que no<br />
sacamos nada! .... iTe vas a1 hospital, y listo! .... -termin6<br />
el doctor, palmote6ndole un hombro a mi padre.<br />
Mi mar& lloraba en silencio, a 10s pies del catre.<br />
Elena estaha peinando a mi abue<strong>la</strong>.<br />
-j Chita que est& quedando “encach5” viejita!<br />
--exc<strong>la</strong>m6 ahora el doctor, cordialmente, yendo has&<br />
mi abue<strong>la</strong>, aparentando alegria.<br />
El<strong>la</strong>, <strong>la</strong> vieja, ri6 con su risa afiosa de matraca.<br />
--;Este doctor, este doctor! --dijo, despacio.<br />
Mi padre estaba hundido en el lecho. Y mb que
410 MCOMEDES G UZW<br />
Saludaba a1 padre Carmelo, que no tard6 en pa-<br />
sar hacia el interior de <strong>la</strong> galeria. Iba, sin duda, a ver<br />
a <strong>la</strong> tisica, <strong>la</strong> madre de'Armando, que se habia agra-<br />
vado por esos dias.<br />
Los sollozos de mi madre, me dolian en pleno pe-<br />
cho. Mas aquel dolor cruel que me golpeaba, huy6 azo-<br />
tado por <strong>la</strong> reprensi6n paterna.<br />
--i'cTno jodido, todo jodido, y el jovencito faltando<br />
a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>! jVen acS, Enrique! .... -me grit6 el horn<br />
bre.<br />
En <strong>la</strong> voz ruda se le vaciaba toda <strong>la</strong> rabia, desper-<br />
tada por su transitoria impotencia para trabajar.<br />
Me acerqu6. Mis temores recrudecieron. Temb<strong>la</strong>-<br />
ba, pestaiieando.<br />
-i Enrique! .... -sigui6 perorando mi padre, lleno<br />
de ira, con <strong>la</strong>s pupi<strong>la</strong>s convertidas en cuchillsc.<br />
iD6nde has estado yendo? iD6nde? iEres un indolen-<br />
te! iPor qu6 no has ido al colegio?<br />
Mi madre se me habia acercado. Yo no decia na-<br />
da. Hermktico con <strong>la</strong> cabeza baja, no sabia realmente<br />
qu6 replicar. Mi padre esperaba una respuesta mas-<br />
cando <strong>la</strong> c6lera.<br />
Mir6 por fin a mi madre. No dije nada. No podia<br />
deck una so<strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra. Un nudo tembloroso se me<br />
apretaba cruelmente en <strong>la</strong> garganta como una garra<br />
Ech6 :a mano al bolsillo.<br />
Y a<strong>la</strong>rm6 el dinero a mi madre.<br />
Un <strong>la</strong>rgo silencio nos corroy6 el sentimiento a to-<br />
aos<br />
'
-_<br />
LA SANGRE Y LA ESPERANZA 4ll<br />
<strong>La</strong>s pa<strong>la</strong>bras, de existir, se habrian ahogado a1 ins-<br />
tante. Tampoco me atrevi a mirar. Habia, si, un rechi-<br />
namiento de hierros sentimentales en ese universo pe-<br />
que50 de vida encuadrado en <strong>la</strong>s paredes de nuestro<br />
cuarto; un rechinamiento de hierro viejo, un bullir si-<br />
lendoso de <strong>sangre</strong>, una lenta trasmutacidn de emocio-<br />
ciones.<br />
Debia ser mi abue<strong>la</strong> <strong>la</strong> que hab<strong>la</strong>ra. S6o el<strong>la</strong>.<br />
Su voz se alz6, pisando <strong>la</strong>s aristas de cada uno de,<br />
sus afios, frondosa, florida de humanidad.<br />
+Tenis que persignarte con esa p<strong>la</strong>ta, <strong>La</strong>ura! ....<br />
iEs <strong>la</strong> primera p<strong>la</strong>ta garb por tu hijo! ....<br />
Y mi madre se persign6.<br />
Yo no podia soportar el peso de mis sentimientos.<br />
Eas Egrimas se me aferraban ya a <strong>la</strong>s pestai5as.<br />
Sali. Tras de mi, el pecho de un hombre, pareci6<br />
liberarse de un moho tormentoso en un sollozo grue-<br />
so, crujiente, sollozo de acero desvalido que tap% <strong>la</strong><br />
mentira azul de mi infancia.<br />
Afuera, xn5s a114 de <strong>la</strong> esca<strong>la</strong>, <strong>la</strong> calle parecia mAs<br />
ancha. El sol pateaba 10s Ambitos, desencadenando su<br />
instinto de espeso 01-0. No habia otofio en aquel mo-<br />
mento. El aire estaba lleno de rumores. Como agua.<br />
Como 130. Oloroso a <strong>sangre</strong> confortante de eucaliptu. El<br />
mediodia lucia el pecho robustamente azul de un cielo<br />
puro, sin nubes, sin brumas.<br />
Debia haber hombres en <strong>la</strong> calle. Chiquillos. Mu-<br />
jeres. Pero mi vida <strong>la</strong> senti de pronto, sujeta so<strong>la</strong>mente<br />
a mis manos g a mi coraz6n. No ya 10s temores. No ya
412 NICOMEDES GUZMAN<br />
nada que no fuera esa fuerza grandiosa de hierro cho-<br />
rreando fuego, vida y estrel<strong>la</strong>s en 10s moldes del tra-<br />
bajo.<br />
MirC mis manos. Manos de palmas con ampol<strong>la</strong>s<br />
secas, donde el callo cobraba ya sus dominios. .Y no vi<br />
nada, nada, sino el reflejo del sol, concentrando su no-<br />
+le existencia en 10s espejos calientes que me rodaron<br />
de 10s ojos, cobardes ya para lucharle al sentimiento.<br />
F I N<br />
Santiago (CHILE), invierno 1940 - irivierno 1941.
Capitulo Tercero.<br />
Garras 221<br />
Capitulo Cuarto.<br />
Los compaiieros .......... ............................ 229<br />
Capitulo Quinto.<br />
Leontina ........................................................ 237<br />
Capitulo Sexto.<br />
Los pechos estdriles .................................. 251<br />
Capitulo Sbptimo.<br />
Sa<strong>la</strong> de, Hospital ............................................. 263<br />
Capitulo Octavo.<br />
iHAcele, Pancho Panul! ................................... 279<br />
TERCERA PARTE<br />
Suceden dias rojos .......................................... 295<br />
Capitulo Primero.<br />
<strong>La</strong> risa .................................... ...: ............. 299<br />
Capitulo Segundo.<br />
<strong>La</strong> abue<strong>la</strong> .......................................................... 319<br />
Capitulo Tercero.<br />
Elena ...................................................... 331<br />
Capitulo Cuarto.<br />
Fantasmas ............ ...................................... 347<br />
Capitulo Quint&<br />
<strong>La</strong> <strong>sangre</strong> ............... : ........................................ -375<br />
Capitulo Sexto.<br />
<strong>La</strong> <strong>esperanza</strong> ............................................... 399<br />
bprenta Santo Doming0 1645, Santiago<br />
I