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06.05.2013 Views


 [Revista
Humanizarte
Año
5
No
8





ISSN:
2145‐129X]
 trata y, a través de ella, por su contribución que había dado a la construcción del continente y, en el caso colombiano, por su inserción en la ciudadanía, aunque con los límites que Díaz señaló en la entrevista a El Liberal citada anteriormente. Esto nos remite a otro problema fundamental para entender la manera peculiar en que estos dos grupos construyeron su identidad: la multiplicidad de pertenencias que sus miembros se atribuyeron y que articulaban la pertenencia étnico-racial (“negra” en el caso del Club Negro de Colombia; “afro” en el caso del Centro de Estudios Afrocolombianos) con la identidad nacional. De hecho, en ambos grupos se puede entrever el intento de salir de esa condición que, a finales del siglo XX, la antropóloga Nina S. de Friedemann definió “invisibilidad” (Friedemann, 1984 y 1992) y que se expresaba justamente en la negación de la historia y de la actualidad de los africanos “negros” y de sus descendientes en América (Friedemann, 1984: 70-71), para asimilarlos en el término genérico de “ciudadano” (Friedemann, 1992: 28). Por el contrario, tanto el Club Negro como el Centro de Estudios Afrocolombianos intentaron proponer a la gente negra como un sujeto diferenciado, pero dentro de un ideal nacional en el cual gozaba de derechos ciudadanos (casi) plenos. En el caso del Club Negro, esto se expresó en la afirmación de la existencia de “valores negros” que habían actuado en la vida del país, en la denuncia de la escasa participación de la población negra en la sociedad colombiana y en la petición de que el Estado se encargara de solucionar ese problema (El Liberal, 22 de junio de 1943). Sin embargo, se exaltó al mismo tiempo a Colombia como un país igualitario en lo que tenía que ver con las relaciones raciales, en el cual el racismo estaría ausente, llegando a proponerla como un ejemplo para aquellos países, como los Estados Unidos, en que el problema de la discriminación racial se expresaba de manera institucionalizada (El Tiempo, 27 de junio de 1943). La aparente contradicción expresada en estas ideas tenía que ver justamente con las diferentes implicaciones que tenían las dos identidades en que se reconocían los miembros del Club Negro de Colombia: la de “negros” y la de “colombianos”. 
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 Como “negros”, ellos afirmaron su pertenencia a un grupo que históricamente había sido víctima de la esclavización pero que, aunque no participara plenamente de la vida nacional, con la independencia y con la abolición de la esclavitud había sido equiparado a los demás ciudadanos; como “colombianos”, afirmaron su pertenencia y su adhesión a un sistema fundado teóricamente en la igualdad de sus componentes raciales. De allí, la negación del racismo como problema que afectaba a la gente negra, dado que la ideología del mestizaje sobre la cual se fundaba el país era considerada antitética a ello. Al mismo tiempo, la articulación de estas dos identidades llevó a una puesta en cuestión implícita de la misma ideología del mestizaje y de la absorción de la diferencia en el concepto de “ciudadanía” que ella implicaba (Friedemann, 1992; Wade, 1997; Cunin, 2003), así como a la afirmación de la existencia de grupos peculiares, en este caso de la gente negra, que tenían problemáticas propias y que estaba marginalizada en la vida de la nación. Sin embargo, el reconocimiento de la existencia de problemáticas peculiares que afectaban a la gente negra no se tradujo en la afirmación de la existencia de especificidades culturales de ese grupo. Ninguno de los pocos documentos producidos por el Club Negro hace referencia a este aspecto. La dificultad de pensar en la gente negra como un grupo que tuviera expresiones culturales propias se puede deducir del texto de una ponencia que Natanael Díaz presentó en la Cámara de Representantes en 1945, año en que fue elegido por primera vez en el Congreso. Al defender el proyecto para la creación de colonias escolares en el sitio arqueológico de San Agustín, él criticó el eurocentrismo que caracterizaba la cultura colombiana, atribuyéndolo a un “sentimiento de inferioridad” que afectaba al país en ese ámbito. Inspirándose en los movimientos indigenistas que en esa época reivindicaban “el valor del indio y de sus culturas”, definió a San Agustín como el lugar “donde reposa nuestro pasado (…) que testifica elocuentemente cómo las gentes que habitaron antes de la historia estas tierras, habían realizado una cultura”, añadiendo, más adelante que “de esos indios 
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trata y, a través de ella, por su contribución que había dado a la construcción del<br />

continente y, en el caso colombiano, por su inserción en la ciudadanía, aunque<br />

con los límites que Díaz señaló en la entrevista a El Liberal citada anteriormente.<br />

Esto nos remite a otro problema fundamental para entender la manera peculiar en<br />

que estos dos grupos construyeron su identidad: la multiplicidad de pertenencias<br />

que sus miembros se atribuyeron y que articulaban la pertenencia étnico-racial<br />

(“negra” en el caso del Club Negro de Colombia; “afro” en el caso del Centro de<br />

Estudios Afrocolombianos) con la identidad nacional. De hecho, en ambos grupos<br />

se puede entrever el intento de salir de esa condición que, a finales del siglo XX, la<br />

antropóloga Nina S. de Friedemann definió “invisibilidad” (Friedemann, 1984 y<br />

1992) y que se expresaba justamente en la negación de la historia y de la<br />

actualidad de los africanos “negros” y de sus descendientes en América<br />

(Friedemann, 1984: 70-71), para asimilarlos en el término genérico de “ciudadano”<br />

(Friedemann, 1992: 28). Por el contrario, tanto el Club Negro como el Centro de<br />

Estudios Afrocolombianos intentaron proponer a la gente negra como un sujeto<br />

diferenciado, pero dentro de un ideal nacional en el cual gozaba de derechos<br />

ciudadanos (casi) plenos. En el caso del Club Negro, esto se expresó en la<br />

afirmación de la existencia de “valores negros” que habían actuado en la vida del<br />

país, en la denuncia de la escasa participación de la población negra en la<br />

sociedad colombiana y en la petición de que el Estado se encargara de solucionar<br />

ese problema (El Liberal, 22 de junio de 1943). Sin embargo, se exaltó al mismo<br />

tiempo a Colombia como un país igualitario en lo que tenía que ver con las<br />

relaciones raciales, en el cual el racismo estaría ausente, llegando a proponerla<br />

como un ejemplo para aquellos países, como los Estados Unidos, en que el<br />

problema de la discriminación racial se expresaba de manera institucionalizada (El<br />

Tiempo, 27 de junio de 1943).<br />

La aparente contradicción expresada en estas ideas tenía que ver justamente con<br />

las diferentes implicaciones que tenían las dos identidades en que se reconocían<br />

los miembros del Club Negro de Colombia: la de “negros” y la de “colombianos”.<br />


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