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la aldea encantada - Dirección Cultural UIS - Universidad Industrial ...

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FERNANDO CRUZ KRONFLY<br />

Profesor titu<strong>la</strong>r de <strong>la</strong> <strong>Universidad</strong> del Valle<br />

Facultad de Ciencias de <strong>la</strong> Admistración<br />

Doctor Honoris Causa en Literatura <strong>Universidad</strong> del Valle<br />

Escritor, ensayista.<br />

Director Grupo de Investigación Nuevo Pensamiento<br />

Administrativo<br />

LA ALDEA ENCANTADA<br />

Colección Bitácora


Colección BITÁCORA<br />

N° 6<br />

<strong>Dirección</strong> <strong>Cultural</strong><br />

<strong>Universidad</strong> <strong>Industrial</strong> de Santander<br />

Rector. Jaime Alberto Camacho Pico<br />

Vicerrector Académico. Álvaro Gómez Torrado<br />

<strong>Dirección</strong> <strong>Cultural</strong>. Luis Álvaro Mejía Argüello<br />

Impresión:<br />

División Editorial y de Publicaciones <strong>UIS</strong><br />

Comité Editorial<br />

Armando Martínez Garnica<br />

Serafín Martínez González<br />

Luis Alvaro Mejía A.<br />

Bucaramanga, junio de 2008<br />

<strong>Dirección</strong> <strong>Cultural</strong> <strong>UIS</strong><br />

Ciudad Universitaria Cra. 27 calle 9.<br />

Tel. 6846730 - 6321349 Fax. 6321364<br />

divcult@uis.edu.co<br />

Bucaramanga, Colombia<br />

Impreso en Colombia


LA ALDEA ENCANTADA<br />

“...<strong>la</strong> modernización de una sociedad puede ser descrita<br />

bajo el punto de vista de una racionalización cultural y<br />

social.”<br />

Jürgen Habermas<br />

Teoría de <strong>la</strong> Acción Comunicativa<br />

La <strong>aldea</strong> donde transcurren los hechos en Cien Años<br />

de Soledad, de García Márquez, es una <strong>aldea</strong> todavía<br />

<strong>encantada</strong>. Esta afirmación requiere una explicación<br />

preliminar. Cuando hablo de <strong>aldea</strong> <strong>encantada</strong>, más allá<br />

de <strong>la</strong> eventual belleza formal de <strong>la</strong> frase y del mundo<br />

de fascinación que anuncia, lo que quiero significar<br />

es que en el lugar donde ocurren los acontecimientos<br />

de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> que nos ocupa no se ha producido aún<br />

lo que Max Weber denomina el desencantamiento<br />

de <strong>la</strong>s imágenes del mundo (Max Weber. Economía<br />

y sociedad, 1.968), rasgo inequívoco que caracteriza<br />

<strong>la</strong> mentalidad y <strong>la</strong> cultura modernas en Occidente.<br />

Todos los estudios sobre el ingreso de Occidente en <strong>la</strong><br />

modernidad coinciden en que, quizás <strong>la</strong> característica<br />

más notable de <strong>la</strong> mente moderna, es <strong>la</strong> secu<strong>la</strong>rización<br />

y <strong>la</strong>icización de <strong>la</strong>s operaciones del pensamiento y de<br />

<strong>la</strong> cultura, mediante un agudo y extendido proceso<br />

3


de desencantamiento del mundo, según reg<strong>la</strong>s y<br />

normas de tipo racional. En este orden de ideas, si<br />

<strong>la</strong> <strong>aldea</strong> donde suceden los hechos y <strong>la</strong>s historias de<br />

Cien Años de Soledad se encuentra <strong>encantada</strong>, esto<br />

significa que allí no ha ocurrido <strong>la</strong> secu<strong>la</strong>rización de<br />

<strong>la</strong> cultura y que sus personajes y los acontecimientos<br />

se deben entender inscritos en una etapa de <strong>la</strong> historia<br />

de <strong>la</strong> humanidad anc<strong>la</strong>da, en razón de sus mitos, en <strong>la</strong><br />

pre-modernidad mental y cultural.<br />

Este anc<strong>la</strong>je en <strong>la</strong> pre-modernidad no debe, sin<br />

embargo, preocupar a <strong>la</strong> literatura, puesto que en<br />

muchas ocasiones se convierte en c<strong>la</strong>ve de encanto<br />

de ciertas obras que han llegado hasta nosotros en el<br />

siglo XX o que han hecho parte significativa de él.<br />

Jürgen Habermas, siguiendo de cerca los pasos de<br />

Max Weber (Jürgen Habermas: Teoría de <strong>la</strong> acción<br />

comunicativa, 1.989), define <strong>la</strong> modernidad como<br />

<strong>la</strong> época histórica en que ocurre un agudo proceso<br />

de racionalización de todas <strong>la</strong>s esferas de <strong>la</strong> vida.<br />

Esta racionalización se expresa a través de un eje de<br />

cálculo racional de medios y de fines que aglutina<br />

alrededor suyo <strong>la</strong> práctica de <strong>la</strong>s artes, <strong>la</strong> filosofía, <strong>la</strong><br />

economía, el derecho, <strong>la</strong> política y todas <strong>la</strong>s demás<br />

actividades humanas, entre el<strong>la</strong>s <strong>la</strong> ciencia y <strong>la</strong> técnica<br />

en cuanto nuevos escenarios del ejercicio de <strong>la</strong> razón,<br />

según normas, rigores metodológicos y principios<br />

predeterminados. En <strong>la</strong> modernidad, <strong>la</strong>s artes ya<br />

no se perciben como el resultado espontáneo de <strong>la</strong><br />

simple inspiración y posesión de <strong>la</strong>s musas sobre el<br />

creador, sino más bien como el producto calcu<strong>la</strong>do<br />

4


de medios idóneos y de técnicas racionalmente<br />

elegidas para producir un resultado intencional.<br />

Leonardo Da Vinci estudia <strong>la</strong> anatomía humana con<br />

el detenimiento de un relojero y <strong>la</strong> pintura, en general,<br />

ingresa en el mundo de <strong>la</strong> perspectiva geométrica y en<br />

<strong>la</strong> consecuente matematización del espacio pictórico.<br />

Descartes somete <strong>la</strong> filosofía al imperio de <strong>la</strong> razón y<br />

desde entonces el “amor a <strong>la</strong> sabiduría” de los griegos<br />

debió pasar por <strong>la</strong> duda metódica y <strong>la</strong> construcción<br />

racional de sus presupuestos. La economía, en manos<br />

de los mercaderes y de <strong>la</strong> burguesía emergente, pasó<br />

a convertirse en una actividad sometida al cálculo<br />

económico del tiempo eficaz, tal como describe con<br />

exactitud Alfred Von Martín en sus estudios sobre<br />

el renacimiento en Florencia. (Alfred Von Martin:<br />

Sociología del Renacimiento, 1980) Las normas<br />

jurídicas ya no fueron el resultado del capricho del<br />

gobernante de turno sino que debieron plegarse a<br />

<strong>la</strong>s exigencias de <strong>la</strong> racionalidad, en cuanto normasmedio,<br />

eficaces para generar y consolidar como un fin<br />

el orden social. Y hasta <strong>la</strong> política, con Maquiavelo,<br />

fue concebida como una práctica humana, demasiado<br />

humana, sometida a <strong>la</strong>s leyes del cálculo racional y de<br />

los métodos eficaces para producir resultados prácticos,<br />

quedando de este modo inscrita en una lógica mundana<br />

según <strong>la</strong> cual el fin justifica los medios. Finalmente,<br />

<strong>la</strong> astronomía, una de <strong>la</strong>s aventuras científicas más<br />

notables y apasionantes de <strong>la</strong> época, debió con<br />

Copérnico atreverse a matematizar el espacio, antes<br />

denominado Cielo, para derivar conclusiones fuertes,<br />

capaces por sí mismas de empezar a configurar lo que<br />

algunos pensadores, como Thomas Kuhn denominan<br />

5


con propiedad <strong>la</strong> Revolución Copernicana (Thomas<br />

Kuhn: La revolución copernicana, 1981) Copernizar<br />

<strong>la</strong> mirada pasó a significar, desde entonces, el ingreso<br />

de <strong>la</strong> humanidad occidental en un nuevo paradigma,<br />

mediante una profunda ruptura en <strong>la</strong> cosmovisión<br />

tradicional del mundo, conducente a una obligada<br />

resignificación en los términos de lo que ya estaba dicho<br />

de otro modo, en fin, volver a barajar en condiciones<br />

racionales todo el universo de <strong>la</strong> cultura. Se trata ahora<br />

del ingreso de Occidente en <strong>la</strong> modernidad mental,<br />

sometida a exigencias de racionalidad que antes no<br />

existían. Una racionalidad que ahora formu<strong>la</strong> leyes,<br />

e<strong>la</strong>bora teorías, exige pruebas, diseña experimentos<br />

y demanda rigor de método y consensos rigurosos en<br />

los procedimientos de <strong>la</strong> mente.<br />

Sin embargo, al tiempo que en “el centro” moderno<br />

del mundo Occidental estaba ocurriendo este proceso<br />

de secu<strong>la</strong>rización cada vez más agudo, conducente<br />

al desencantamiento de <strong>la</strong>s imágenes del mundo,<br />

algunas áreas geográficas y culturales resistían<br />

oponiendo su religión y su mitología, su magia y su<br />

hechicería. El proceso de globalización económico y<br />

cultural que actualmente se impone en el mundo no<br />

ha sido el único ni el más importante en <strong>la</strong> historia. La<br />

cristianización, debe entenderse como un proceso de<br />

globalización cultural y de los sentimientos humanos<br />

asociados a determinadas creencias religiosas,<br />

propuesta que conquistó desde el medio oriente al<br />

Occidente europeo y a través suyo a sus colonias de<br />

ultramar. De igual manera, <strong>la</strong> modernidad mental<br />

y cultural fue una propuesta que Occidente le hizo<br />

6


al resto de <strong>la</strong> humanidad, que terminó por seducir<strong>la</strong><br />

y conquistar<strong>la</strong>, al menos en el ámbito de <strong>la</strong>s élites<br />

intelectuales librepensadoras y esco<strong>la</strong>rizadas, de<br />

mente secu<strong>la</strong>r. Surgen entonces nuevos modos de<br />

pensar y de vivir denominados “civilizados”. La<br />

propuesta racionalista terminó por imponerse en <strong>la</strong><br />

educación esco<strong>la</strong>r, primaria y secundaria, así como en<br />

<strong>la</strong> formación superior, arrancadas ahora al dogma y al<br />

control de <strong>la</strong> iglesia. La disputa que el pensamiento<br />

<strong>la</strong>ico y secu<strong>la</strong>r le p<strong>la</strong>nteó al pensamiento confesional<br />

religioso, respecto del aparato esco<strong>la</strong>r y universitario,<br />

hace parte de <strong>la</strong> historia de Occidente y de manera<br />

un tanto trágica de nuestra historia nacional. Si algo<br />

caracterizó etapas enteras de <strong>la</strong> historia política e<br />

ideológica de este país colombiano, fue el combate que<br />

en su momento debieron librar los sectores liberales<br />

librepensadores durante los siglos XIX y XX por<br />

contro<strong>la</strong>r <strong>la</strong> educación, en manos de <strong>la</strong>s aristocracias<br />

de papel fuertemente conservadoras ligadas al<br />

aparato de <strong>la</strong> Iglesia. Y, todo, porque el proyecto<br />

de modernización técnica y de modernidad mental<br />

y espiritual, en cuanto un nuevo modo de pensar y<br />

de vivir <strong>la</strong> existencia, debía pasar, ante todo, por el<br />

circuito educativo. Si no era a través de <strong>la</strong> educación<br />

formal, parecía imposible proponerse con seriedad un<br />

proyecto político y social de modernidad mental y de<br />

modernización técnica e instrumental.<br />

Pero, mientras este proceso de modernización se<br />

extendía por <strong>la</strong>s ciudades de mayor contacto con<br />

los centros modernos, dinámicos y contagiosos,<br />

en nuestras <strong>aldea</strong>s alejadas continuaban vigentes el<br />

7


encantamiento del mundo, <strong>la</strong> mentalidad mágica y<br />

religiosa, los mitos y <strong>la</strong> hechicería, el poder de los<br />

augurios y <strong>la</strong> causalidad primaria no sometida a <strong>la</strong>s<br />

normas y reg<strong>la</strong>s que impone <strong>la</strong> ciencia.<br />

América Latina, se ha dicho ya de manera suficiente,<br />

es un continente culturalmente híbrido y plural. Para<br />

el caso colombiano, nuestra conformación étnica y<br />

cultural se deriva de tres núcleos básicos. El núcleo<br />

hispánico, cristiano católico, no sólo premoderno sino<br />

anti-moderno. El núcelo aborigen, mítico-mágicohechicero.<br />

Y, finalmente, el núcleo africano, míticomágico-hechicero,<br />

también. ¿Qué tantas cosas y de<br />

qué características podrían esperarse de este hibridaje<br />

por coexistencia de culturas tradicionales y arcaicas,<br />

tan distante de <strong>la</strong> modernidad prototípica racionalista,<br />

qué tantas derivaciones en el terreno de <strong>la</strong> creatividad<br />

y <strong>la</strong> cultura? Pero, además, hacia los inicios del<br />

siglo XIX, con <strong>la</strong> revolución de independencia, el<br />

comienzo de <strong>la</strong> vida republicana y <strong>la</strong>s influencias de<br />

<strong>la</strong> Ilustración y del pensamiento filosófico-político<br />

revolucionario francés e inglés, nuestro país tuvo<br />

un nuevo núcleo cultural de influencia, en este caso<br />

moderno, que vino a sumarse al hibridaje anterior,<br />

tornándolo más complejo y seductoramente más<br />

inédito. Este nuevo componente de modernización<br />

y de modernidad comprende <strong>la</strong> economía capitalista,<br />

dominada por el cálculo y <strong>la</strong> racionalidad productiva<br />

instrumental adecuada a fines y medios eficaces, por<br />

<strong>la</strong> racionalidad política democrática al menos en sus<br />

formas y apariencias, por <strong>la</strong> agitación intelectual<br />

en los colegios y universidades, por el proceso de<br />

8


urbanización y el impacto sobre <strong>la</strong> sociedad y <strong>la</strong><br />

cultura del libre pensamiento, todo lo cual impone<br />

a <strong>la</strong> sociedad en su conjunto una nueva dinámica en<br />

términos de modernización del aparato productivo<br />

y de <strong>la</strong>s instituciones, así como de modernidad<br />

desde el punto de vista de una mentalidad secu<strong>la</strong>r<br />

y <strong>la</strong>ica, des<strong>encantada</strong>. Entre tanto, <strong>la</strong>s <strong>aldea</strong>s que<br />

se fueron quedando por fuera de esta lógica social<br />

de modernización instrumental y de modernidad<br />

mental, terminaron ensimismadas en medio de su<br />

ais<strong>la</strong>miento mítico, mágico, agorero, hechicero y una<br />

cierta cuota de religión. Hablo de <strong>aldea</strong>s mucho más<br />

ais<strong>la</strong>das que solitarias, donde <strong>la</strong> soledad se expresa<br />

fundamentalmente bajo <strong>la</strong> forma de alejamiento del<br />

“epicentro” civilizador y de abandono a su suerte en<br />

condiciones culturalmente endogámicas; hablo de<br />

marginalidad respecto de los procesos de modernidad<br />

y modernización, así como de natural asombro cuando<br />

ocurre el contacto exporádico con <strong>la</strong> civilización y los<br />

avances de <strong>la</strong> técnica que vienen de lejos, en medio de<br />

estruendos y conmociones que parecen terremotos. En<br />

estas <strong>aldea</strong>s, <strong>la</strong> visión de <strong>la</strong> vida humana permanece<br />

anc<strong>la</strong>da en el mito, <strong>la</strong> magia, los augurios y <strong>la</strong>s<br />

premoniciones, <strong>la</strong> predestinación y el asombro. Se<br />

trata, en fin, de <strong>aldea</strong>s donde no ha ocurrido todavía y<br />

quizás no ocurrirá jamás el desencantamiento de <strong>la</strong>s<br />

imágenes del mundo.<br />

Este es el universo encantado que gobierna <strong>la</strong> lógica<br />

mental de los personajes que circu<strong>la</strong>n por los corredores<br />

de esa gran casa de medio-locos y de chif<strong>la</strong>dos, que es<br />

Cien Años de Soledad.<br />

9


La chif<strong>la</strong>dura es, en consecuencia, el tema que se<br />

impone y que sigue.<br />

La medio-locura humana, <strong>la</strong> chif<strong>la</strong>dura y el despiste<br />

pueden derivarse en ciertos casos del anacronismo,<br />

ya sea por anticipación visionaria del sujeto o por<br />

atraso mental o simbólico del mismo respecto de <strong>la</strong><br />

época que le haya tocado en suerte. En ambos casos<br />

nos encontramos de<strong>la</strong>nte de un sujeto re<strong>la</strong>tivamente<br />

desajustado en re<strong>la</strong>ción con <strong>la</strong>s coordenadas mentales<br />

de su tiempo. Cada época tiene su propio criterio de<br />

normalidad. Desde este punto de vista, suele tener<br />

consecuencias imprevisibles vivir mentalmente en<br />

épocas históricas pasadas que no corresponden a <strong>la</strong>s<br />

lógicas del presente, situarse por fuera de <strong>la</strong> actualidad<br />

del mundo, existir un tanto al revés en el tiempo<br />

equivocado. Don Quijote es uno de estos buenos<br />

ejemplos de anacronismo mental que <strong>la</strong> literatura nos<br />

ofrece. Si el hijo imaginario de Cervantes hubiera<br />

existido en el tiempo de <strong>la</strong> caballería y en medio de<br />

su vigencia histórica, no habría sido medio-loco sino<br />

por el contrario un gran caballero andante con todos<br />

sus pergaminos en reg<strong>la</strong>. La chif<strong>la</strong>dura de Quijote,<br />

lo que equivale a decir sus “quijotadas”, derivan<br />

principalmente del anacronismo de sus andanzas y<br />

sistema de valores, de sus propósitos y proyectos fuera<br />

de época, en cuanto vive en un tiempo mental que<br />

no le corresponde porque, simplemente, ya no existe.<br />

Ya para los días de nuestro personaje, el universo<br />

mental y simbólico de <strong>la</strong> caballería había pasado de<br />

moda. Este desajuste de época, por anticipación o por<br />

rezago, es una de <strong>la</strong>s señales más significativas que<br />

10


se deben tener en cuenta en el momento de identificar<br />

los rasgos mentales decisivos de ciertos personajes en<br />

<strong>la</strong> historia de <strong>la</strong> literatura universal. Los personajes<br />

anacrónicos, que cabalgan con un pie puesto en una<br />

época y con el otro en un tiempo diferente, resultan<br />

encantadores porque nos permiten situarnos en <strong>la</strong>s<br />

coordenadas del tiempo y del espacio con una sonrisa<br />

en los <strong>la</strong>bios pero también con una lágrima en <strong>la</strong><br />

esquina de los ojos, todo esto al mismo tiempo y en un<br />

mismo movimiento. ¿Debo recordar ahora, acaso, a<br />

Charles Chaplin? Deseo hacer énfasis, efectivamente,<br />

en los sentimientos que despierta el personaje que<br />

encarna, su actitud desajustada de<strong>la</strong>nte del mundo que<br />

le estaba tocando vivir. Pienso, además, en voz alta y<br />

para ustedes, que este es parte del secreto profundo<br />

de Franz Kafka y de Federico Nietzsche, cada uno<br />

en lo suyo, en momentos en que <strong>la</strong> modernidad<br />

en su carrera faústica (Marshall Berman: Todo lo<br />

sólido se desvanece en el aire, La experiencia de <strong>la</strong><br />

modernidad,1.991) estaba dejando atrás el tejido de<br />

valores del siglo XIX e imponiendo los rigores del<br />

inicio del Siglo XX, en cada caso. Pero, sobre todo,<br />

es <strong>la</strong> situación de Shakespeare, en el momento en que<br />

el Renacimiento está dando vida a un nuevo tipo de<br />

hombre que se busca a sí mismo en <strong>la</strong> contradicción<br />

de su espíritu, que se descubre como consecuencia<br />

del principio de individuación y de autonomía del<br />

sujeto que <strong>la</strong> modernidad ha puesto en marcha,<br />

tal como lo sugiere Harold Bloom en sus estudios<br />

sobre Shakespeare (Harold Bloom: Shakespeare, <strong>la</strong><br />

invención de lo humano, 2.001)<br />

11


En <strong>la</strong> <strong>aldea</strong> <strong>encantada</strong> que es Cien Años de Soledad,<br />

todo resulta anacrónico y por lo tanto bastante<br />

medio-loco. Decir que un universo real y mental es<br />

anacrónico, significa que casi todo lo que allí sucede<br />

pertenece a un tiempo que no se corresponde con el<br />

tiempo presente. Ni en cuanto al mundo de los objetos<br />

cotidianos en uso ni, sobre todo, en cuanto al universo<br />

de los procesos mentales, en este caso en desuso por<br />

cuenta de <strong>la</strong> modernización instrumental y de <strong>la</strong><br />

modernidad racionalista del pensamiento. Para juzgar<br />

un mundo como anacrónico, sin que esto signifique<br />

un juicio negativo de valor, hay que situarse en un<br />

universo real y mental que esté “actualizado” en el<br />

tiempo y en el espacio respecto del mundo que está<br />

siendo juzgado y poder de esta manera llevar a cabo<br />

<strong>la</strong> comparación de época. Esta especie de tras<strong>la</strong>pe del<br />

tiempo bajo <strong>la</strong> forma de anacronismo, crea un cierto<br />

delirio. La locura de los personajes que deambu<strong>la</strong>n<br />

por los corredores, <strong>la</strong>s calles y los patios en esta<br />

portentosa nove<strong>la</strong> que es Cien Años de Soledad, es<br />

vista como tal a partir de <strong>la</strong> manera como desde <strong>la</strong><br />

cultura des<strong>encantada</strong> que hoy habitamos, juzgamos<br />

como extraños y encantadores los acontecimientos<br />

y <strong>la</strong>s lógicas que los gobiernan en <strong>la</strong> <strong>aldea</strong> <strong>encantada</strong>.<br />

El encantamiento de <strong>la</strong>s imágenes del mundo sólo se<br />

percibe y se puede valorar como tal desde “afuera” de<br />

él mismo, es decir desde el desencantamiento secu<strong>la</strong>r<br />

y <strong>la</strong>ico que lleva a cabo <strong>la</strong> modernidad. El modo<br />

como en Macondo es visto y representado el hielo<br />

podría ser un buen ejemplo de lo anterior. Que es <strong>la</strong><br />

misma manera como ocurre <strong>la</strong> representación mental<br />

de <strong>la</strong> técnica y sus productos a lo <strong>la</strong>rgo de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>.<br />

12


Los avances de <strong>la</strong> ciencia y de <strong>la</strong> técnica son vistos<br />

en <strong>la</strong> <strong>aldea</strong> <strong>encantada</strong> desde un mundo simbólico<br />

premoderno, desde un sistema mental encantado que<br />

se asombra y que atrapa y re-inscribe lo nuevo en lo<br />

mítico-mágico tradicional.<br />

Es quizás esta circunstancia <strong>la</strong> que conecta Cien<br />

Años de Soledad con <strong>la</strong> idea de lo que somos los<br />

colombianos desde el punto de vista de <strong>la</strong> antropología<br />

cultural, parcialmente o nada desencantados todavía<br />

en sectores enteros de <strong>la</strong> pob<strong>la</strong>ción, inmigrantes<br />

míticos, mágicos, agoreros y religiosos desp<strong>la</strong>zados<br />

desde <strong>la</strong>s <strong>aldea</strong>s aún culturalmente <strong>encantada</strong>s, rumbo<br />

a <strong>la</strong>s ciudades donde se habrán de descomponer,<br />

debido a <strong>la</strong> marginalidad y a <strong>la</strong> miseria urbanas, en<br />

delincencia y desesperanza. Néstor García Canclini<br />

hab<strong>la</strong> en estos casos <strong>la</strong>tinoamericanos de hibridaje<br />

cultural (Néstor García Canclini: Culturas híbridas,<br />

1990) para dar cuenta de <strong>la</strong> coexistencia sin conflicto<br />

en nosotros de varios mundos mentales. Universos<br />

mentales superpuestos, entre los cuales quiero<br />

destacar, incluso, el racionalista “a <strong>la</strong> brava”, que<br />

se deriva de los procesos de esco<strong>la</strong>ridad formales y<br />

obligados, y que termina coexistiendo con los mundos<br />

míticos, mágicos, religioso y agoreros provenientes<br />

de <strong>la</strong>s tradiciones culturales, todavía absolutamente<br />

vigentes.<br />

¿Qué sucede, entonces, a una cultura y a una mente,<br />

cuando el encantamiento y el desencantamiento<br />

coexisten y se dan <strong>la</strong> mano en una misma unidad<br />

mental, en medio de un tiempo mental pasado que sin<br />

13


embargo hace parte sustancial de nuestro presente,<br />

ahora “mass-mediático” y de alguna manera un<br />

tanto alucinado, cargado de mensajes hedonistas y<br />

consumistas dirigidos a <strong>la</strong>s masas marginales que no<br />

tienen siquiera con qué comprar una lenteja? Vivir,<br />

disfrutar <strong>la</strong> contemporaneidad televisiva es una buena<br />

forma de sacarle el cuerpo a <strong>la</strong>s exigencias racionalistas<br />

de <strong>la</strong> modernidad, con todo lo que esto significa en<br />

términos de <strong>la</strong>s pérdidas que, respecto el principio<br />

de <strong>la</strong> esperanza, trae consigo el desencantamiento<br />

moderno.<br />

Sin embargo un lector, cualquiera que él sea, culto<br />

o no, desencantado o no, cuando se sumerge en <strong>la</strong>s<br />

páginas de Cien Años de Soledad, lo primero que<br />

advierte es que allí todo sucede de un modo que le<br />

permite re-conocerse y des-conocerse al mismo<br />

tiempo, es decir volverse a conocer en <strong>la</strong> distancia<br />

de lo que un día fue él mismo o fueron sus padres,<br />

así ese pasado hubiese sido el de su propia infancia<br />

superada. Leer Cien Años de Soledad, desde<br />

cierto punto de vista adicional, dejarse llevar por su<br />

maravillosa lógica primaria donde impera <strong>la</strong> inocencia<br />

del mundo, representa igualmente un cierto retorno<br />

al estadio infantil, en el sentido del encantamiento<br />

que domina a todo ser humano a esta edad de oro.<br />

Las cosas ocurren como si dentro de todo lector<br />

contemporáneo hubiese, en estado de resistencia<br />

<strong>la</strong>rvada, una zona mental nunca suficientemente<br />

racionalizada, jamás des<strong>encantada</strong> del todo, que se<br />

resiste al desencantamiento. Zona interior un tanto<br />

a-histórica, donde ocurre el feliz desencuentro con esa<br />

14


otra parte del psiquismo humano del hombre moderno<br />

o simplemente contemporáneo, cuando entra en<br />

contacto con <strong>la</strong> obra de arte que le propone un mundo<br />

medio-loco contrario a su racionalidad normalizada.<br />

Que es lo que sucede con <strong>la</strong> lectura de Cien Años de<br />

Soledad, donde sucede esa extraordinaria experiencia<br />

empática de <strong>la</strong> zona no des<strong>encantada</strong> del lector, con<br />

aquel<strong>la</strong> “racionalidad desquiciada” que gobierna<br />

<strong>la</strong>s conductas y los acontecimientos en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong><br />

emblemática de García Márquez.<br />

He vuelto a leer hace apenas unas pocas semanas<br />

Cien Años de Soledad y he podido comprobar en<br />

mí mismo lo que estoy diciendo. Resulta de nuevo<br />

encantador introducirse en este mundo de mediolocos<br />

por anacronismo, donde hasta <strong>la</strong>s mujeres<br />

aparentemente sensatas y que parecen tener sus pies<br />

bien puestos en <strong>la</strong> tierra se muestran chif<strong>la</strong>das de otro<br />

modo, en cuanto saben enfrentar lo peor como si lo<br />

más extraño y catastrófico hubiera sido ya anunciado<br />

desde siempre y el<strong>la</strong>s lo estuvieran esperando como<br />

quien sólo aguarda el cumplimiento sin asombro<br />

de <strong>la</strong> premonición. Un mundo que ya no podría<br />

considerarse a plenitud el nuestro, donde todavía<br />

domina <strong>la</strong> mentalidad <strong>encantada</strong> y donde <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones<br />

de causalidad entre los hechos y sus consecuencias<br />

se encuentra gobernada por los mitos intactos, <strong>la</strong><br />

mentalidad agorera y hasta <strong>la</strong> magia. Encantador,<br />

pienso, porque algo debe conservar uno todavía de<br />

todo esto en términos de añoranza de una edad de<br />

oro mítica y de necesidad de asombro, no obstante<br />

el agudo proceso de racionalización de <strong>la</strong> existencia<br />

15


en que cada quien se encuentre comprometido para<br />

fines prácticos y productivos. El alquimista, tanto<br />

como sus búsquedas y sus sueños, como ya se sabe,<br />

no pertenecen ya a nuestro tiempo y por lo tanto<br />

devienen absolutamente anacrónicos, vistos desde<br />

nuestro presente realista y “científico”. El alquimista<br />

pertenece por derecho propio a épocas pasadas, cuando<br />

no era visto como un despistado sino como un hombre<br />

de ciencia; y, sin embargo, lo encontramos ejerciendo<br />

a destiempo su oficio en <strong>la</strong> <strong>aldea</strong> <strong>encantada</strong>, en cuyo<br />

taller se consume ensimismado al experimentar con<br />

<strong>la</strong> materia, mientras <strong>la</strong>s mujeres de <strong>la</strong> casa cumplen<br />

con su obligación de mantener <strong>la</strong> dinámica doméstica<br />

con los pies en <strong>la</strong> tierra, esperando y enfrentando los<br />

desastres anunciados como si no estuviera sucediendo<br />

nada extraño alrededor. Entre tanto árabes, indios y<br />

gitanos recorren <strong>la</strong>s páginas de <strong>la</strong> <strong>aldea</strong> <strong>encantada</strong><br />

con su cabeza y su sistema de valores en otra<br />

parte, en una extraña mezc<strong>la</strong> de mentalidades y de<br />

temporalidades históricas cuyo componente común<br />

no es exactamente el de <strong>la</strong> modernidad des<strong>encantada</strong><br />

sino el de <strong>la</strong> pre-modernidad <strong>aldea</strong>na, mítica-mágicaagorera-religiosa.<br />

Pero, hay algo extraordinario aquí, algo que es quizás<br />

lo único que sin querer conecta los acontecimientos y<br />

los personajes de Cien Años de Soledad con el tiempo<br />

y con <strong>la</strong> realidad presentes. Hablo del permanente<br />

tono de fracaso que rodea los acontecimientos, del<br />

derrumbe de los principales emprendimientos, de<br />

<strong>la</strong> derrota de los experimentos del alquimista cuyo<br />

único éxito se reduce a <strong>la</strong> fabricación de pescaditos<br />

16


de oro, de <strong>la</strong> estruendosa inutilidad de todo. Nada<br />

sale como ha sido previsto. Lo que se espera de un<br />

modo ocurre del otro, incluso al revés o de manera<br />

absolutamente inesperada. Cuando se trata de<br />

precipitar un acontecimiento se produce lo contrario.<br />

La causalidad real se impone a veces imp<strong>la</strong>cable ante<br />

los ojos del lector, que presencia desde su asiento <strong>la</strong><br />

locura de los personajes que viven, piensan y actúan<br />

en otro mundo mental encantado, pero a quienes <strong>la</strong><br />

realidad les presenta en todo momento para su cobro<br />

<strong>la</strong>s facturas. Desde este permanente cobro de cuentas,<br />

por medio de los reiterados fracasos y acciones inútiles,<br />

es que podemos advertir también <strong>la</strong> chif<strong>la</strong>dura de los<br />

personajes encerrados en un mundo cuyo contenido<br />

principal no es tanto <strong>la</strong> soledad, que no existe entre<br />

ellos mismos, sino más bien su radical ais<strong>la</strong>miento<br />

por anacronismo en el tiempo y en el espacio, respecto<br />

de <strong>la</strong> modernidad y los procesos de civilización que<br />

dominan en el “otro mundo” que existe más allá de <strong>la</strong><br />

ciénaga infinita y que en Macondo muchos presienten.<br />

Los acontecimientos de <strong>la</strong> <strong>aldea</strong> <strong>encantada</strong>, en realidad,<br />

no están afectados por <strong>la</strong> soledad propiamente dicha, a<br />

no ser que por soledad se entienda el disloque mental<br />

de los personajes en cuanto al espacio y el tiempo. En<br />

Cien Años de Soledad no hay, ciertamente, soledad.<br />

Lo que sí podemos encontrar es desconexión total<br />

respecto del tiempo presente, racionalista, secu<strong>la</strong>r y<br />

desencantado.<br />

Ha llegado el momento de hab<strong>la</strong>r de <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción de<br />

causalidad racionalista, propia del mundo que <strong>la</strong><br />

modernidad algún día se propuso desencantar.<br />

17


La mente des<strong>encantada</strong> suele pensar <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción de<br />

causalidad en términos racionales. Si me levanto de<br />

<strong>la</strong> cama y mientras me despierto sentado introduzco<br />

mi pie derecho en <strong>la</strong> pantuf<strong>la</strong> izquierda, <strong>la</strong> mente<br />

des<strong>encantada</strong> interpreta el acontecimiento como una<br />

equivocación sin importancia y nada más. Entonces<br />

procede a poner <strong>la</strong> fantuf<strong>la</strong> equivocada en su lugar<br />

y punto. No queda flotando en el aire ninguna<br />

sospecha de nada, ninguna premonición. Pero <strong>la</strong><br />

mente <strong>encantada</strong>, presa de <strong>la</strong> racionalidad agorera,<br />

de inmediato supone que se encuentra en presencia<br />

del anuncio de un acontecimiento extraordinario. Si<br />

de repente en una clínica des<strong>encantada</strong> por <strong>la</strong> ciencia<br />

médica nace un niño con co<strong>la</strong> externa, es decir con<br />

algunas vértebras adicionales de coxis, o viene al<br />

mundo con un dedo de más, <strong>la</strong> mentalidad racionalista<br />

propia de <strong>la</strong> ciencia médica explica el hecho como un<br />

fenómeno genético derivado de <strong>la</strong>s informaciones y<br />

órdenes erradas del DNA; en cambio, <strong>la</strong> mentalidad<br />

mítica <strong>encantada</strong> interpreta <strong>la</strong> situación como un<br />

castigo por años esperado, consecuencia del incesto<br />

o de <strong>la</strong> vida descarriada en que se han sumergido <strong>la</strong>s<br />

criaturas. Esto significa que de<strong>la</strong>nte de un mismo hecho<br />

de <strong>la</strong> naturaleza, existe <strong>la</strong> posibilidad de levantar, al<br />

menos, una doble interpretación: <strong>la</strong> mítica-agorera<br />

y <strong>la</strong> racionalista. La literatura, entonces, se da sus<br />

licencias y elige los mundos mentales humanos que<br />

más le interesan, y es tal vez por esta misma razón<br />

que se convierte en el instrumento más penetrante de<br />

<strong>la</strong>s complejas realidades humanas, de <strong>la</strong>s culturas en<br />

su hibridaje y de <strong>la</strong>s mentalidades colectivas, de sus<br />

grietas y complejidades. Veamos esto de otro modo:<br />

18


Estambul, de Orhan Pamuk, premio Nobel de literatura<br />

en el año 2.006, es <strong>la</strong> reconstrucción espléndida de<br />

<strong>la</strong> cultura y de <strong>la</strong>s formas de pensar y de vivir que<br />

dominaron durante cierto tiempo en aquel<strong>la</strong> ciudad<br />

ahora en derrumbe, cuya esencia identitaria es <strong>la</strong><br />

amargura, <strong>la</strong> me<strong>la</strong>ncolía y el tono crepuscu<strong>la</strong>r de<br />

los espíritus por causa de aquel esplendor perdido.<br />

Estambul, según el autor Nobel hijo de Turquía,<br />

representa de algún modo <strong>la</strong> resistencia del pasado<br />

esplendor en <strong>la</strong> derrota del presente, el desconcierto<br />

y <strong>la</strong> amarguna de <strong>la</strong> mentalidad colectiva estambulí<br />

en medio de semejante escenario, <strong>la</strong> quiebra de los<br />

sueños del pasado otomano, de los anacronismos<br />

simbólicos respecto de una contemporaneidad que<br />

se impone y que todo lo ap<strong>la</strong>sta. Este poderoso y<br />

conmovedor efecto literario lo advierte de inmediato<br />

el atento lector al sumirse en aquel<strong>la</strong>s maravillosas<br />

páginas y no tarda en atribuirlo a los juegos y a<br />

los desencuentros del tiempo, al anacronismo de<br />

lo que está siendo agobiado por <strong>la</strong> lógica real de <strong>la</strong><br />

actualidad, todo lo cual equivale a su vez a los juegos<br />

de <strong>la</strong> cultura como entrecruzamiento de mentalidades<br />

que se enfrentan, mientras al mismo tiempo resisten y<br />

agonizan coexistiendo.<br />

El mundo del Occidente racionalista, frío, eficaz y<br />

de cierta manera aburrido, donde todo cuanto sucede<br />

se encuentra atado a <strong>la</strong> previsibilidad y el cálculo<br />

racional, es tal vez el que más disfruta de Cien Años<br />

de Soledad, y debe andar por ahí <strong>la</strong> c<strong>la</strong>ve de su éxito<br />

entre los buenos lectores y de su “boom” editorial por<br />

todas partes, sobre todo en los paises industrializados.<br />

19


Las mentes ordenadas y cartesianas de Occidente,<br />

dominadas por <strong>la</strong> razón y el cálculo que todo lo tornan<br />

previsible, des<strong>encantada</strong>s por efecto de <strong>la</strong> ciencia, <strong>la</strong><br />

técnica y <strong>la</strong> rutina que imponen <strong>la</strong> racionalidad y <strong>la</strong><br />

previsibilidad, al leer <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> entran en un recreo<br />

infantil fascinante donde lo insólito es posible y donde<br />

nada ocurre de <strong>la</strong> manera como <strong>la</strong> razón “normal”<br />

puede sentarse a esperarlo. Este absoluto desorden<br />

de todo, esta aguda inutilidad en el esfuerzo, este<br />

perturbador sinsentido resultan encantadores en un<br />

mundo como el actual, gobernado por el principio de<br />

<strong>la</strong> eficacia, de los rendimientos netos traducibles en<br />

asientos contables y por el ethos de lo útil. En <strong>la</strong> <strong>aldea</strong><br />

<strong>encantada</strong> los mejores emprendimientos terminan en<br />

el fracaso, en lo contrario de lo previsto, casi siempre<br />

con efectos al revés de como se los espera. El tiempo<br />

se muerde <strong>la</strong> co<strong>la</strong>, es cíclico y no se parece en nada<br />

al tiempo lineal que domina el mundo moderno<br />

(Michael Palencia-Roth: Gabriel García Márquez: <strong>la</strong><br />

línea, el círculo y <strong>la</strong>s metamorfosis del mito, 1983)<br />

Nada más fascinante que <strong>la</strong> chif<strong>la</strong>dura, es cosa que ya<br />

conocemos desde Quijote. Y de nuevo debo insistir<br />

en que es el fracaso absoluto de los emprendimientos,<br />

esa manera de moverse a ciegas en redondo y sin <strong>la</strong><br />

menor posibilidad de romper el círculo del tiempo<br />

y del espacio y trazar <strong>la</strong> línea del horizonte para <strong>la</strong><br />

acción futura, lo que a mi parecer conecta mejor<br />

este mundo de chif<strong>la</strong>dos y despistados, a través del<br />

contraste, respecto del universo del lector y el sentido<br />

de realidad en que éste se encuentra insta<strong>la</strong>do.<br />

Ciertas mujeres, que en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> parecen encarnar<br />

el orden y <strong>la</strong> sensatez, sólo consiguen transmitir<br />

20


esta característica en razón de su carácter práctico,<br />

aunque nunca por su pertenencia a un mundo mental<br />

realmente desencantado y moderno. El<strong>la</strong>s también<br />

permanecen presas del mismo encantamiento que<br />

encandi<strong>la</strong> a sus hombres, a pesar de que en razón de<br />

su he<strong>la</strong>do pragmatismo parezcan sensatas. En Cien<br />

Años de Soledad, estas mujeres de que hablo son <strong>la</strong><br />

antena a tierra atada a <strong>la</strong>s patas de los hombres que<br />

aman y que andan comprometidos en sus chif<strong>la</strong>duras<br />

por el mundo cerrado y endogámico de Macondo. Con<br />

paciencia infinita, el<strong>la</strong>s los dejan hacer sus chif<strong>la</strong>duras<br />

inútiles casi sin inmutarse y con resignación de sabias,<br />

porque desde su comienzo, según el<strong>la</strong>s, el mundo<br />

se encuentra predestinado a que suceda lo que debe<br />

suceder, en círculo, a ciegas.<br />

Epílogo.<br />

En el año de 1.968, por ciertas circunstancias del<br />

destino recalé en Cartago, en el extremo norte del<br />

Valle del Cauca, donde me desempeñé durante año y<br />

medio como Juez de <strong>la</strong> República. No había pasado<br />

un mes de mi llegada cuando conocí a un personaje<br />

bastante maduro y serio, responsable y buen esposo<br />

y padre de familia, propietario de <strong>la</strong> papelería más<br />

acreditada y tradicional de <strong>la</strong> ciudad. Me invitó a un<br />

café y nos pusimos una cita al caer <strong>la</strong> tarde de aquel<br />

mismo día, en el café Marovi. Quince días después<br />

me convidó a su casa, de patio central y corredores<br />

en<strong>la</strong>dril<strong>la</strong>dos, en medio de un impenetrable secreto<br />

que de verdad me intrigó. Yo adivinaba que este<br />

21


personaje quería confesarme algo que tenía atrancado<br />

en el pecho. Al entrar a <strong>la</strong> sa<strong>la</strong>, su esposa me atendió<br />

con dulce de mamey servido con galletitas de sal.<br />

Al rato el<strong>la</strong> desapareció de <strong>la</strong> escena y don Gabriel<br />

me pudo decir al oído lo que el<strong>la</strong> ya sabía: “Sígame,<br />

doctor, que deseo mostrarle algo”. Pasamos por un<br />

corredor, donde había un pastor alemán amarrado<br />

de una cadena a <strong>la</strong> pata de una vieja mesa que hacía<br />

<strong>la</strong>s veces de escritorio, refugio de papeles arrugados<br />

y documentos viejos cargados de polvo. Luego<br />

desembocamos en un angar, apenas iluminado. “Estoy<br />

haciendo un avión”, me dijo, inclinándose encima<br />

de mi oído. Yo no había leído todavía Cien Años<br />

de Soledad, aunque sí Pedro Páramo, de don Juan<br />

Rulfo. Corría el mes de febrero de 1.968. Entonces<br />

Don Gabriel quitó de encima del aparato <strong>la</strong> te<strong>la</strong> de<br />

lona que lo cubría. Yo quedé estupefacto. Le dimos<br />

una vuelta en redondo al aparato y me dijo: “como<br />

puede observar, ya estamos próximos a terminar,<br />

no faltan sino los últimos detalles de <strong>la</strong> co<strong>la</strong>”. En<br />

ese instante eran <strong>la</strong>s siete y media de <strong>la</strong> noche y ví<br />

entrar al angar a un hombre moreno, f<strong>la</strong>co, espigado,<br />

bicicleta en mano. Se acercó a saludar y en el acto lo<br />

reconocí: era Palomino, el fotógrafo de <strong>la</strong> calle real,<br />

que tenía <strong>la</strong> colección más completa de imágenes de<br />

los muertos de <strong>la</strong> época de <strong>la</strong> violencia de los años<br />

cincuenta en <strong>la</strong> zona del norte del Valle del Cauca,<br />

casi todos degol<strong>la</strong>dos, dob<strong>la</strong>dos sobre <strong>la</strong> hierba.<br />

Durante el día, Palomino atendía su casa fotográfica<br />

y en <strong>la</strong> noche ayudaba a don Gabriel en lo del avión.<br />

Imagínense ustedes lo que estaba sucediendo en mi<br />

cabeza racional. El fotógrafo se sirvió él mismo una<br />

22


taza de café humeante y fresco, de un termo que había<br />

dispuesto encima de una pequeña mesa de trabajo y<br />

se fue hasta <strong>la</strong> trompa del avión, desde donde con un<br />

ojo cerrado miró hacia <strong>la</strong> co<strong>la</strong>. En el angar se produjo<br />

un silencio de hielo. Entonces Palomino dijo: “Don<br />

Gabriel, pienso que este avión todavía está muy<br />

<strong>la</strong>rgo”. Don Gabriel encendió un cigarrillo Pielroja<br />

y dijo, con una calma aterradora que me cortó <strong>la</strong><br />

respiración: “entonces vamos a cortarle un pedazo”.<br />

Serrucho en mano, Palomino se tras<strong>la</strong>dó hasta <strong>la</strong> co<strong>la</strong><br />

del aparato y le cortó un pedazo de aproximadamente<br />

un geme. Luego regresó a <strong>la</strong> trompa, cerró de nuevo<br />

un ojo y dijo: “parece que ahora sí estamos en lo que<br />

estamos”. No estoy inventando nada, señores, esto lo<br />

presencié y se quedó para siempre en mis recuerdos.<br />

Jamás, hasta hoy, escribí nada sobre este episodio,<br />

por temor posterior a ser considerado un copista de<br />

García Márquez o una especie de Isabel Allende con<br />

pantalón. Pero falta algo más:<br />

Tres meses más tarde el avión estaba listo para ser<br />

vo<strong>la</strong>do. En realidad, se trataba de un p<strong>la</strong>neador. Don<br />

Gabriel me pidió que hab<strong>la</strong>ra con un amigo, piloto de<br />

fumigación, para ver si se animaba a vo<strong>la</strong>r y a dar unas<br />

cuantas vueltas sobre <strong>la</strong> ciudad. Era Jorge Döering,<br />

padre de Maria Helena Döering, estrel<strong>la</strong> actual de <strong>la</strong><br />

televisión. Jorge era boliviano, de origen alemán, y se<br />

le medía a lo imposible. Fuimos con el piloto a ver el<br />

aparato y mi amigo le dio <strong>la</strong> aprobación. “Si me mato,<br />

ustedes responden”, dijo con humor. Yo empezaba a<br />

tener miedo. Llegó el día del vuelo. Y fue apenas en<br />

ese momento que todos nos vimos enfrentados a <strong>la</strong><br />

23


aterradora realidad que nos pasaba <strong>la</strong> cuenta de cobro<br />

mediante <strong>la</strong> presentación de sus facturas, como ocurre<br />

en Cien Años de Soledad: el aparato no cabía por <strong>la</strong><br />

puerta.<br />

Por aquellos días cayó en mis manos un ejemp<strong>la</strong>r<br />

de Cien Años de Soledad. La historia de este avión<br />

y de los personajes re<strong>la</strong>cionados con <strong>la</strong> aventura de<br />

alzar vuelo sobre <strong>la</strong> torre de <strong>la</strong> iglesia parecía una<br />

más de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> mágica. Don Gabriel, hablo del<br />

propietario de <strong>la</strong> papelería, por supuesto y no del<br />

escritor, era una especie de Melquíades descendiente<br />

del General Pinto, combatiente de <strong>la</strong> Guerra de los<br />

Mil Días. Tenía de su propiedad una papelería, y se<br />

estaba ayudando de un fotógrafo para hacer entre los<br />

dos un avión. Vuélvanse ustedes a imaginar el asunto,<br />

a representarse con <strong>la</strong> imaginación el escenario. En<br />

donde yo, racionalista y desencantado, materialista<br />

y en aquel entonces buen lector de filosofía alemana<br />

y de autores existencialistas, ayudé a conseguir y a<br />

motivar el aviador, como un cómplice. Sólo <strong>la</strong> imagen<br />

del aparato de<strong>la</strong>nte de <strong>la</strong> pequeña puerta por donde no<br />

cabía ni <strong>la</strong> trompa, nos hizo a todos descender a <strong>la</strong><br />

dura realidad.<br />

Apenas siete meses después, una mañana de finales<br />

de septiembre, cuando iba rumbo a mi despacho<br />

en el Juzgado, observé <strong>la</strong> p<strong>la</strong>za central de <strong>la</strong> ciudad<br />

alfombrada de pájaros muertos. No estoy inventando<br />

nada, señores. Quedé estupefacto. Me senté en<br />

una banca del parque y me dispuse a escuchar los<br />

comentarios de los lustrabotas y de <strong>la</strong> gente alrededor.<br />

24


Yo no comprendía nada de cuanto estaba pasando,<br />

pero hacía esfuerzos racionales por entenderlo. Los<br />

lustrabotas hab<strong>la</strong>ban del anuncio evidente de una<br />

catástrofe y los vendedores de lotería lo confirmaban<br />

todo con el movimiento afirmativo de sus quijadas. Sus<br />

mentes agoreras habían conectado el acontecimiento<br />

con un desastre que de esta manera tan evidente se<br />

anunciaba. Según ellos, Cartago estaba ahora en<br />

<strong>la</strong> mira de <strong>la</strong>s fuerzas del destino. Un periodista<br />

despistado había corrido ya a <strong>la</strong> casa cural, para<br />

recoger el punto de vista del cura, pero lo encontró<br />

distraído en <strong>la</strong> operación mágica de transformación<br />

del vino en sangre y del pan en carne viva. La dueña<br />

del restaurante de <strong>la</strong> esquina, donde yo tomaba los<br />

alimentos, consideró como cierto lo mismo que todos<br />

los demás decían y partió en carrera, huyendo de <strong>la</strong><br />

visión de los pájaros muertos, no sé hacia dónde. Fui<br />

al café de <strong>la</strong> otra esquina y el comentario era general:<br />

Tarde o temprano Cartago iba a ser destruído.<br />

Algunos ya se habían puesto a beber cerveza y a<br />

esuchar músicas tristes. Caminé hacia el almacén<br />

veterinario y me encontré con un amigo agrónomo,<br />

que me explicó lo sucedido mediante los argumentos<br />

racionales que yo esperaba: <strong>la</strong>s tierras cercanas, a<br />

<strong>la</strong> redonda de <strong>la</strong> ciudad, habían sido sembradas con<br />

granos de cereal envenenados, porque los miles<br />

de pájaros estaban arruinando los cultivos y <strong>la</strong>s<br />

cosechas. Durante el día anterior <strong>la</strong>s aves estuvieron<br />

comiendo de aquellos granos envenenados c<strong>la</strong>vando<br />

sus picos en los surcos y al caer <strong>la</strong> noche vinieron<br />

a dormir en los frondosos árboles del parque. Ya en<br />

<strong>la</strong> madrugada habían empezado a caer como piedras<br />

25


por el suelo. La explicación racional desbarataba el<br />

augurio y <strong>la</strong> premonición, pero pocos en el pueblo<br />

<strong>la</strong> admitieron. De aquellos hechos hace ya treinta y<br />

ocho años y Cartago todavía está ahí, sin que hubiera<br />

sucedido nada semejante a un terremoto, salvo el del<br />

narcotráfico, que es otro tipo de terremoto. Pero de<br />

estos acontecimientos hab<strong>la</strong>remos otro día.<br />

26

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