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Algunos Diestros que Lidiaron Miuras - Fiestabrava

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de..., y terminó como con un epifonema<br />

redondo, dando mayor énfasis a la palabra<br />

<strong>que</strong> falta aquí, <strong>que</strong> dejo inédita, aún con el<br />

riesgo de ser tildado de cursi o timorato, para<br />

no caer en la literatura aI uso para la <strong>que</strong> los<br />

vocablos de contenido más deleznable son<br />

una nota de estilo.<br />

Como el guardacalles <strong>que</strong> cito había<br />

muchos belmontistas y muchos gallistas. Los<br />

aficionados de las nuevas generaciones no<br />

compren-derán nunca estas incidencias de<br />

la Fiesta. Están formados en otra mentalidad<br />

<strong>que</strong> estimo superior a la <strong>que</strong> yo viví. En<br />

realidad, de verdad, los problemas del toreo,<br />

todas las secuencias del toreo, deben ser<br />

tomadas como son en realidad. Sólo hay una<br />

cosa en el toreo <strong>que</strong> me merece a mí un gran<br />

respeto: Torear bien. Sencillamente por<strong>que</strong><br />

creo <strong>que</strong> es una de las cosas más difíciles<br />

<strong>que</strong> el hombre puede lograr hacer.<br />

Efectivamente, éste había cursado<br />

desde Madrid un telegrama a Daniel Herrera<br />

(6) en el <strong>que</strong> le decía simplemente: «Avisa<br />

<strong>que</strong> voy a torear los miuras.» Por la noche, el<br />

ambiente taurino de la ciudad se caldeó en<br />

proporciones inquietantes. Las discusiones<br />

fueron subiendo el tono de la violencia en todas<br />

las tertulias donde habitualmente se hablaba<br />

de temas de la Fiesta y aún en las más<br />

sosegadas y comedidas cruzáronse apuestas<br />

formales en pro y en contra de la llegada<br />

a Sevilla de Juan Belmonte, tal como había<br />

sido pregonada.<br />

Al día siguiente, desde temprano,<br />

había un gran barullo en los andenes de la<br />

plaza de Armas, a la llegada del expreso de<br />

Madrid. Este barullo convirtióse en ovación<br />

delirante cuando todas las miradas<br />

convergieron en la escuálida figura de Juan,<br />

<strong>que</strong> aparecía en una de las ventanillas del<br />

primer coche-cama del tren. A<strong>que</strong>lla ovación<br />

se cortó en seco y como por ensalmo, cuando<br />

MIURA - 2002<br />

al descender Belmonte del tren, la multitud<br />

observó el estado en <strong>que</strong> el torero llegaba.<br />

Apoyado en el hombro de un amigo inició los<br />

primeros pasos con evidente gesto de dolor...<br />

¿Así venía Juan a matar dos toros de Miura<br />

de imponente presencia... ? ¿Ignoraba <strong>que</strong><br />

iba a torear con Joselito el Gallo y Rodolfo<br />

Gaona, ambos en pleno dominio de facultades...?<br />

Los más sinceros comentaron con<br />

melancolía « ¡Se podía haber <strong>que</strong>dado en<br />

Madrid! »<br />

Juan salió de la estación y se dirigió a<br />

su domicilio. Por toda la ciudad corrió la<br />

noticia de <strong>que</strong> venía inútil y <strong>que</strong> su gesto<br />

presentándose en tal estado a torear la corrida<br />

de Miura, no había sido jamás igualado por<br />

nadie en la historia de la tauromaquia. Esto<br />

fue hecho circular naturalmente por el bando<br />

belmontista. El gallista puso en marcha otra<br />

versión enteramente distinta. Juan había<br />

venido a impedir con su presencia <strong>que</strong> fuera<br />

su nombre sustituído en la corrida de Miura,<br />

como había sido en las anteriores y obligar<br />

de esta manera a matarla a Joselito y Gaona,<br />

mano a mano, con lo <strong>que</strong> aumentaba la ración<br />

de toros de cada uno... ¡Una gran jugada...!<br />

Con este ambiente se abrieron las puertas<br />

de la plaza a la hora prevista por la autoridad.<br />

Los primeros grupos <strong>que</strong> ocuparon el<br />

graderío, iniciaron discusiones y peleas. A<br />

medida <strong>que</strong> las localidades íbanse cubriendo<br />

entraba más en el ámbito de la plaza el clima<br />

estupendo en <strong>que</strong> a<strong>que</strong>lla función entró por<br />

entero. Pocas veces en el curso de la crónica<br />

general del toreo sevillano, notóse en una<br />

corrida de toros clima semejante. Tal vez<br />

nunca. A los acordes de una música <strong>que</strong><br />

parecía complicada también en a<strong>que</strong>l lío,<br />

desfilaron las cuadrillas, capitaneadas por<br />

Gaona, José y Juan. En medio de los dos ,<br />

fornidos, esbeltos, eufóricos, la enclen<strong>que</strong><br />

figurilla de Belmonte aparecía más achicada.<br />

(6) Daniel y Armando Herrera, especialmente el primero, fueron amigos y consejeros de Juan<br />

desde los comienzos de éste por la senda de la torería. Tenían por los alrededores de la plaza<br />

de toros un negocio de transportes con carros o algo así, con el <strong>que</strong> a fuerza de trabajo y<br />

seriedad mercantil hicieron una buena fortuna. Andando el tiempo, Daniel y Annando Herrera<br />

entraron a formar parte de la empresa de Sevilla, juntamente con Belmonte y Eduardo Pagés.<br />

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