Algunos Diestros que Lidiaron Miuras - Fiestabrava
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torero <strong>que</strong> pasa rápidamente por los ruedos,<br />
logra la consideración más elevada <strong>que</strong><br />
diestro alguno pudo soñar, y muere a los veinticinco<br />
años, en plena gloria, sin conocer la<br />
tristeza de un fracaso, sin advertir el menor<br />
síntoma de decadencia. Puede así decirse<br />
<strong>que</strong> si ejemplar fue su vida torera, mayor<br />
ejemplaridad logró su muerte, <strong>que</strong> completa<br />
el ciclo de su actividad taurina sin un fallo,<br />
con perfección de mito.<br />
JOSELITO (el Gallo) y los toros de MIURA.<br />
Es innegable <strong>que</strong> Joselito (el Gallo)<br />
pudo siempre con todos los toros, incluidos<br />
los de Miura, pese a <strong>que</strong> con su peculiar temperamento,<br />
de siempre soliviantaba haciendo<br />
con ello más agresivos a los toros <strong>que</strong> lidiaba,<br />
pero le sobraban facultades para dominarlos.<br />
El mismo Belmonte lo declaró una vez con<br />
frase bien expresiva: «Nunca lo vi inferior a<br />
ningún toro.» Las faenas memorables de<br />
José con los célebres «toros de la muerte»<br />
llenan muchas páginas de su vida de torero.<br />
Pero tal vez fue en la plaza de Valencia donde<br />
Joselito realizó su más famosa hazaña con<br />
reses de la no menos famosa vacada.<br />
Tenía el torero formulado con su amigo<br />
don José Suai, empresario levantino, el<br />
contrato de por vida, de torear en el coso de<br />
la calle de Játiva, la última corrida de cada<br />
temporada matando él solo seis toros. Toreó<br />
los años primeros reses de Contrera y de<br />
Cámara, con las <strong>que</strong> obtuvo triunfos apoteósicos.<br />
Durante la lidia del toro <strong>que</strong> cerró la<br />
corrida segunda, de un grupo de belmon-tista<br />
-no hay <strong>que</strong> olvidar <strong>que</strong> Belmonte se hizo en<br />
la plaza de Valencia y allí tenía innumerable<br />
seguidores-, <strong>que</strong> los había en la ciudad del<br />
Turia a legiones, salió esta frase clara y terminante<br />
como un reto: «Todo eso está muy<br />
bien, pero con toros de Miura.»<br />
Joselito suspendió por unos segundos<br />
la faena y miró al sitio de donde había partido<br />
la enojosa recomendación. Acabó la corrida,<br />
y vestido de torero todavía llamó al hotel, a su<br />
amigo el empresario. Acudió éste presuroso<br />
MIURA - 2002<br />
y oyó de labios de Gallito esta orden, a la <strong>que</strong><br />
no precedió ninguna palabra de saludo:<br />
-José, el año <strong>que</strong> viene, si Dios quiere,<br />
me traes seis toros de Miura.<br />
-Pero... -balbució Suai. -Seis toros de<br />
Miura, o ahora mismo <strong>que</strong>da rescindido<br />
nuestro contrato. Y no se habló más del<br />
asunto.<br />
La cordialidad y la campechanía del<br />
coloso, ensombrecidas hasta entonces por<br />
la molesta objección de los belmontistas<br />
valencianos, volvió al ánimo de José cuando<br />
<strong>que</strong>dó allí acordado de forma definitiva <strong>que</strong> al<br />
año siguiente irían a la plaza de Valencia seis<br />
toros de Miura, para <strong>que</strong> los matara Joselito.<br />
Y llegó el día de la corrida. Una expectación<br />
inmensa había llenado Valencia por<br />
completo la tarde antes de la función, cuando<br />
fueron expuestos en la misma plaza los seis<br />
hermosos ejemplares miureños <strong>que</strong> iban a<br />
lidiarse. Eran grandes, de poderosas<br />
defensas y preciosa lámina. Huelga decir <strong>que</strong><br />
las entradas se acabaron totalmente la víspera<br />
misma. Hecho el paseíllo, José miró<br />
desde el burladero al sitio de la plaza de donde<br />
el año anterior había partido el reto. Allí estaban<br />
los «enemigos.» Y él, con los seis miuras.<br />
Empezó la corrida. Desde la iniciación misma<br />
Joselito llevó la lidia a un tren fantástico, hasta<br />
el extremo de <strong>que</strong> el toro primero lo cogió de<br />
manera espeluznante al comienzo de la faena<br />
de muleta. José se fue superando en cada<br />
toro. Le cortó las orejas a los lidiados en<br />
segundo y cuarto lugares. Banderilleó al<br />
tercero, al cuarto y al quinto, y en toda la corrida<br />
fue haciendo gala de un poderío inmenso.<br />
¡Una tarde de apoteosisl Salió el último, y en<br />
cuanto tocaron a matar, Gallito cogió la<br />
espada y la muleta y se encaminó con paso<br />
firme de rey, con la montera en la mano y la<br />
sonrisa en el semblante, al sitio donde estaba<br />
el grupo de intransigentes belmontistas. Y les<br />
dijo lo siguiente:<br />
-Buenas tardes, señores. Vengo a devolverles<br />
el guante. ¡Va por ustedes!<br />
La multitud, en pie, tributó a José una<br />
ovación atronadora. Hizo el coloso a este toro<br />
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