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Algunos Diestros que Lidiaron Miuras - Fiestabrava

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<strong>que</strong> a la muleta, <strong>que</strong> apenas veía. Al rematar<br />

uno de los muletazos <strong>que</strong>dó el toro sin<br />

atender al engaño y al parecer dominado, y<br />

Joselito, pensando <strong>que</strong> debía dejarle refrescarse,<br />

se alejó de su terreno para arreglar la<br />

muleta.<br />

Al distanciarse de él entró en la zona<br />

en <strong>que</strong> el toro percibía los objetos, y se arrancó<br />

rapidí-simamente sobre el espada. Éste le<br />

marcó la salida con la muleta, pero el toro,<br />

fijo en el objeto, al llegar al diestro no podía,<br />

por su defecto visual percibir el movimiento<br />

de la muleta, y enganchó a Joselito,<br />

volteándole. Le levantó del suelo por la pierna<br />

izquierda, en la <strong>que</strong> le infirió un puntazo corrido;<br />

pero el cuerpo en el aire cayó sobre el<br />

otro pitón en el momento en <strong>que</strong> el toro tiraba<br />

su derrote, metiéndole toda el asta en el<br />

vientre, asestándole una cornada mortal.<br />

Debió entrar muerto en la enfermería, si bien<br />

sus más próximos y fieles (Parrita, Blan<strong>que</strong>t)<br />

no renunciaban <strong>que</strong> dirigiera a ellos sus últimas<br />

palabras.<br />

En la enfermería pusieron los medios<br />

del caso para reanimarle; pero apenas<br />

pudieron hacer sino certificar su defunción.<br />

La impresión en toda España fue enorme.<br />

La gente se resistía a creer la noticia. En los<br />

medios más distantes de la torería la triste<br />

nueva conmovió a todos. En la enfermería de<br />

la plaza se veló a<strong>que</strong>lla noche su cadáver. Al<br />

siguiente día se le condujo a Madrid, y en el<br />

comedor de su casa de la calle de Arrieta<br />

estuvo expuesto al público.<br />

Su entierro en Madrid y en Sevilla,<br />

adonde se le trasladó, tuvo caracteres de duelo<br />

excepcionales. Un desbordamiento de cariño<br />

al torero <strong>que</strong> había venido a ser algo representativo<br />

y mimado de todos los españoles<br />

podría haberle compen-sado, si hubiera sido<br />

posible <strong>que</strong> le gozara, de la soledad <strong>que</strong> el<br />

día 2 de a<strong>que</strong>l mismo mayo lamentó con su<br />

gran amigo don José María de Cossío. Las<br />

pompas fúnebres, el aluvión de elogios póstumos,<br />

la desolación de los aficionados, no<br />

es posible ni enumerarlos, ni ponderarlos dignamente.<br />

Cierto <strong>que</strong> aun <strong>que</strong>daba vivo el otro<br />

MIURA - 2002<br />

gran diestro <strong>que</strong> con él llenó la época más<br />

gloriosa <strong>que</strong> jamás ha tenido la historia del<br />

toreo; pero la muerte de Joselito cerraba este<br />

ciclo glorioso y presentaba al recuerdo tal<br />

cúmulo de hazañas taurinas, de noble pasión,<br />

de arte y de sabiduría, <strong>que</strong> claramente<br />

columbrábamoslo <strong>que</strong> después, con perspectiva<br />

más adecuada, nadie ha puesto en duda:<br />

<strong>que</strong> a<strong>que</strong>lla desgracia era el hito final de un<br />

glorioso periodo en la historia de la tauromaquia.<br />

Jugó en él Joselito el primer papel, no<br />

tan sólo por su arte incomparable, sino por la<br />

responsabilidad y participación a <strong>que</strong> su<br />

carácter y el de su toreo le obligaban. Por<strong>que</strong><br />

Joselito fue, sobre todo, el torero dominador,<br />

el diestro eje de una época, la antena<br />

alrededor de la cual giraba el torbellino de la<br />

fiesta taurina, y ello desde su aparición en los<br />

ruedos. Trazar su semblanza torera es lo más<br />

fácil y lo más complicado <strong>que</strong> puede<br />

intentarse. Lo más fácil, por<strong>que</strong> bastaría decir<br />

<strong>que</strong> ha sido el lidiador de toros más grande<br />

de todos los tiempos. Lo más difícil, por<strong>que</strong><br />

caracterizarle en todos los momentos de la<br />

evolución de su arte y en todos los rasgos de<br />

su toreo es empresa más <strong>que</strong> ardua.<br />

La cualidad suya más eminente fue,<br />

sin duda, su vocación por la profesión torera,<br />

a la <strong>que</strong> se entregó sin reservas desde los<br />

catorce años de edad. Vivió sólo para los<br />

toros, habló tan sólo de toros y a los toros<br />

supeditó todas sus expansiones, costumbres<br />

y deseos. Gozar con la integridad con <strong>que</strong> él<br />

gozó la satisfacción de dominar plenamente<br />

su profesión, fue placer digno de un gran ambicioso,<br />

aun<strong>que</strong> acaso incomprensible para<br />

caracteres menos enteros y graves. A tal<br />

placer subordinó todos los, en su<br />

comparación, frívolos <strong>que</strong> la vida podía ofrecer<br />

a su juventud aureolada de popularidad y<br />

simpatía.<br />

En intuición taurina, manifiesta desde<br />

el tiempo en <strong>que</strong> toreaba becerros, nadie ha<br />

podido aventajarle. Ella le señalaba sin fallos<br />

el camino o sistema para dominar cuantos<br />

toros salían por los toriles, y así esta nota de<br />

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