Algunos Diestros que Lidiaron Miuras - Fiestabrava

año el toreo de capa, en el que se mostraba
más desigual, le domina, y lancea, puede decirse
sin riesgo de ser desmentido por quien
entonces le viera, como el que mejor.
La competencia con Belmonte no
apasiona como los primeros años, y el deseo
de los aficionados es verles torear juntos, no
por espíritu de emulación o disputa, sino por
complementarse en la plaza sus estilos y ser
sumamente beneficiosa, a uno y a otro, la mutua
compañía. Aquel año hubo de prestar el
servicio militar, haciéndolo como soldado de
cuota en el tercer regimiento de Zapadores
Minadores, de guarnición en Sevilla. A partir
de aquél, todos los años tomó parte en la
becerrada que se celebraba en el cuartel el
día de San Fernando.
En la temporada de 1918 toreó menos
que en las anteriores. Por un percance sufrido
en Zaragoza, en pleno mes de mayo, dejó de
torear una media docena de corridas y otras
10 por caer enfermo en San Sebastián
durante el mes de agosto, a más de suspenderse
varias en el de octubre a consecuencia
de la epidemia de gripe que azotó aquel año
a España. Con todos estos inconvenientes
alcanzó la cifra de 81 corridas, habiendo ajustado
105. Ningún año fue mayor que éste la
responsahilidad de Joselito desde su primer
puesto del escalafón torero.
Belmonte, recién casado, no toreó durante
1918 en la Península, y Joselito tuvo que
sostener todo el interés de la Fiesta llenando
con su trabajo el vacío del trianero. Don Ventura,
resumiendo aquella temporada, dejó
escrito: «Con veintitrés años de edad y seis
de espada de alternativa parece haber llegado
a la estación del logro y de la madurez... No
es posible en manera alguna estar más cerca
de los toros que lo que él lo está; no es posible
dominar más a los comúpetos, sean grandes
o chicos, duros o blandos, tuertos o derechos;
no es posible arrimarse más, ni
hacerle más cosas al toro... El final de su
última campaña será memorable. No tuvo en
todo el año quien le disputara los aplausos, y
para que no se le creyera dormido v
MIURA - 2002
abandonado a la comodidad se hizo la
competencia a sí mismo y acabó la temporada
electrizando a los públicos.» Tan sólo el
revisterismo profesional, venal e insaciable,
traía y llevaba a veces su nombre para hacer
reparos a su arte con grotescas pretensiones
hipercríticas y con crónicas amarillistas.
El (18-06-1918) la junta general del
Montepío de Toreros le nombró su presidente,
dedicando a este cargo, al par de honor y de
responsabilidad grandes desvelos. Aquel
invierno de 1918 a 1919 pasó por el dolor insuperable
de perder a su madre. Falleció
Gabriela Ortega el 25 de enero. Sintió Joselito
intensísimamente su orfandad y en todo lo que
quedaba del invierno no volvió a pensar en
toros. Rescindió un contrato hecho con la empresa
de Lima, y mostrando su sentido de
responsabilidad se hizo cargo de la ganadería
de Benjumea, de la que debía entregarse
en aquellos tristes días, acto que no quiso demorar
uno solo, delegando en su amigo Juan
Soto para que liquidara rápidamente aquel
asunto, que le contrariaba ocuparse en
aquellos momentos, perdiendo lo que fuera y
sin otra mira que atender a sus compromisos.
Impresionó esta conducta a los demás
ganaderos andaluces, que le dieron toda
clase de facilidades, ofreciéndole sus dehesas
y cerrados para que, sin preocupaciones
de arrendamientos, pudiera hacerse cargo de
la ganadería sin causarle perjuicios.
El año 1919 comenzó la temporada
en Barcelona, el día 16 de marzo, dando la
alternativa a Ignacio Sánchez Mejías, su
cuñado. La campaña tuvo la misma altura
artística que las anteriores. El 1 de mayo, un
toro de Benjumea le cogió e hirió al rematar
un quite en la plaza de Madrid, por cuya causa
perdió de torear 18 corridas.
El (08-06-1919) reapareció en la Feria
de Algeciras. Antes, en abril, había apasionado
a todos en la Feria de Sevilla, en la que
Joselito, abandonando la plaza de La
Maestranza, había toreado en la nueva
Monumental, de tan efímera vida. El último día
de la Feria de Pamplona fue acometido de
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