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Algunos Diestros que Lidiaron Miuras - Fiestabrava

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MIURA - 2002<br />

propio Juan, una desigualdad en los estilos<br />

de embestir de los toros <strong>que</strong> obligaría a volver<br />

a cánones de lidia <strong>que</strong> nunca debieron olvidarse<br />

y <strong>que</strong> a Juan Belmonte nunca<br />

interesaron. Juan Belmonte, hay <strong>que</strong> decir<br />

para terminar, merece <strong>que</strong> se agoten todos<br />

los adjetivos en su loor; pero su escuela, su<br />

influencia, en realidad se concepción de la<br />

lidia, no pueden aceptarse sin discusión.<br />

B) La Jornada más Espléndida y Triunfal<br />

del Belmontismo.<br />

Siguiendo fiel y textualmente la crónica<br />

de don Enri<strong>que</strong> Vila, transcribo lo <strong>que</strong> dejó<br />

escrito en las páginas 102 a la 111 de su<br />

interesante libro: MIURA: Cien años de<br />

gloria y de tragedia:<br />

«Ya hemos hecho mención en otras<br />

páginas de la memorable corrida del toros de<br />

Miura <strong>que</strong> se corrió en la plaza de Sevilla, el<br />

día (21-04-1914). Y decimos <strong>que</strong> esta función<br />

marcó en a<strong>que</strong>lla época auténticamente<br />

gloriosa la Fiesta Nacional, el mayor<br />

exponente de emoción <strong>que</strong> aportó a la misma,<br />

la lucha entre gallismo belmontismo (5). Juan<br />

<strong>que</strong> había resultado cogido cinco días antes<br />

en la plaza de Murcia, faltó a las tres corridas<br />

de la feria celebradas con anterioridad, dos<br />

de las cuales, debería haber toreado él mismo.<br />

Ningún gallista creyó en la herida de Murcia,<br />

a pesar de <strong>que</strong> se sabía ciertamente <strong>que</strong><br />

el trianero estaba enfermo en la capital de España.<br />

Se hizo por toda Sevilla una campaña<br />

realmente feroz sobre el miedo de Belmonte<br />

a los toros de Miura, en el cual se hacía basar<br />

la ausencia de Juan de a<strong>que</strong>lla feria famosa.<br />

La tarde del día 20, mientras se jugaba en La<br />

Maestranza el lote de Santa Coloma, para el<br />

<strong>que</strong> Paco Madrid sustituyó a Belmonte, un<br />

126<br />

amigo íntimo de éste hizo circular por el<br />

tendido la especie de <strong>que</strong> «Terremoto», -ya<br />

había empezado Juan a ser llamado entre el<br />

pueblo de esta manera-, venía al día siguiente<br />

para torear la corrida de Miura. En la misma<br />

plaza se inició la lucha entre partidarios y<br />

adversarios de Juan. Los belmontistas batían<br />

palmas atronadoras a medida <strong>que</strong> la noticia,<br />

cual «reguero de pólvora», iba prendiendo en<br />

todos los sectores de la plaza. De forma <strong>que</strong><br />

la ansiedad se adueñó de todos. Unos para<br />

aplaudir; otros para denostar. «¡Mentira,<br />

mentira...!» gritaban hasta enron<strong>que</strong>cer los<br />

grupos de gallistas como <strong>que</strong>riendo poner con<br />

sus exclamaciones un di<strong>que</strong> al propósito de<br />

Juan Belmonte.<br />

Ahora bien, el día <strong>que</strong> Belmonte<br />

toreaba un toro no había quien contuviera la<br />

avalancha mantenida a raya por las irregularidades<br />

de Belmonte hasta <strong>que</strong> fue definitivamente<br />

consolidada la teoría de hacer el toreo.<br />

El día <strong>que</strong> Belmonte toreaba un toro, dijo una<br />

vez el Gallo: Nos llegaba a todos el agua al<br />

cuello. Sólo a mi hermano José le llegaba a<br />

la cintura. El naufragio era por los belmontistas<br />

tan admirablemente explotado, <strong>que</strong> su<br />

campaña al aire duraba hasta <strong>que</strong> Juan toreaba<br />

otro toro. Con frecuencia, meses.<br />

Podría citar ejemplos colosales de la<br />

pasión de a<strong>que</strong>lla lucha. Había en Sevilla un<br />

guarda-calles ya viejo, nacido en la calle de la<br />

Feria, pero <strong>que</strong> prestaba sus servicios en un<br />

sector céntrico de la ciudad, <strong>que</strong> una noche<br />

en <strong>que</strong> varios gallistas, quizás por bromear,<br />

hablaron largamente de Bel-monte mientras<br />

tomaban una copas en el bar de la esquina,<br />

se plantó ante el grupo y sin más preámbulos<br />

soltó esto:<br />

«Por si lo de Belmonte lo han dicho<br />

ustedes para <strong>que</strong> lo oiga yo, oigan ustedes<br />

esto: Todo el <strong>que</strong> no es belmontista es un hijo<br />

(5) Los aficionados jóvenes <strong>que</strong> no vivieron a<strong>que</strong>lla lucha no podrán nunca hacerse una idea<br />

de su encono, de su pasión y de su intransigencia. Sin duda ninguna, la beligerancia gallista<br />

se bañaba con frecuencia en el triunfo, y no tenía, como si dijéramos, moral de derrota, como<br />

los miembros cristianos de una Morisma. En cambio, los belmontistas estábamos bien<br />

acostumbrados a perder -como los miembros de la Turquía en La Morisma de Zacatecas y de<br />

Villena-, no en silencio, pero si con cierta moral.

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