Algunos Diestros que Lidiaron Miuras - Fiestabrava

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MIURA - 2002 Dando un salto llegamos al día (20- 11-1918) en que Juan embarcó en Santander con rumbo al Perú, y en Lima hizo su presentación el 20 de diciembre. Le acompañaban los diestros españoles Fortuna, Chiquito de Begoña y Alcalareño. Nueve corridas toreó en Lima esa temporada, que dió por terminada el 12 de febrero. Sus actuaciones fueron brillantísimas. En esa ciudad conoció a la que había de ser su esposa. Hubiera celebrado su boda inmediatamente, pero tenía el compromiso de actuar en Venezuela; pasó a Panamá y allí le organizaron una corrida que toreó con Chiquito de Begoña, y toreó en Caracas tres corridas, pasando la mayor parte del tiempo en el rancho del general Juan Vicente Gómez, el famoso dictador, y dejó allí amistades y recuerdos imborrables. En Panamá, Juan se reunió con su esposa y emprendieron su viaje de novios a Buenos Aires, y de allí a Nueva York. No regresó a España hasta el otoño del año siguiente. Y el (02-02-1919) comenzó su campaña en España, pero ya Juan no era el mismo, porque el público y él perdieron el necesario calor para que se dieran aquellas añoradas actuaciones, especialmente de los que habían hecho de él un legendario protagonistas de una tragedia, que cada vez amenzaba más, como felizmente acaeció, con el desenlace de una feliz comedia burguesa. El año 1920 le impresionó fuertemente la tragedia de Talavera, donde murió Joselito, que le dio sombra a toda la temporada y desvió la atención de todo lo que no fuera el recuerdo del gran torero muerto. Para Belmonte, su constante com-pañero y, sobre todo, su compartidor de riesgos y violencias en el ruedo, la desgracia fue enormemente sensible. Y aún así se presentó Juan en la Feria de Abril de Sevilla, donde ya se vio con más responsabilidad, pero acompañada de un deseo de demostrar que la impresionante desgracia no había amilanado su espíritu. Toreó esa temporada 68 corridas y estoqueó 140 toros. 124 El (20-10-1920) salió de nuevo para Lima (Perú), para cumplir contratos verdaderamente espléndidos: 30.000 pesetas por corrida. Cuatro toreó en Perú, desde donde pasó a México para torear seis corridas con escasa fortuna. En Sevilla comenzó la temporada de 1921, donde una vez terminado sus compromisos, en los que toreó 69 corridas, volvió a México contratado para torear cinco corridas... pero a ambos lados del océano Atlántico el publicó comenzó a enfriarse... tal vez porque ya no ofrecía esa sensación de patetismo, anunciando al volver a Lima nuevamente, su deseo de retirarse. Dicho retiro, él lo justificó así: «Había llegado en el toreo a un momento de crisis. Los públicos eran cada vez más duros para conmigo, y yo sentía un cansancio y un desánimo que me incitaban a abandonar aquella lucha en la que ya llevaba tantos años.» Su retirada no produjo la impresión que hubiera sido justa. «Procuré apartarme todo lo posible de las sugestiones toreras», dijo poco tiempo después. En 1924, como un dato curioso, se presentó en varias plazas como rejoneador. El 26 de agosto de ese año toreó en Zumaya, en una fiesta organizada por el pintor Ignacio Zuloaga, gran amigo del diestro. El ganado, de don Antonio Pérez Tabernero, fue nervioso y duro, y Belmonte fue cogido y resultó con una cornada que tardó en curar dos meses. En noviembre de 1924 volvió Belmonte a embarcar con dirección a Lima. Se celebraba aquel año las fiestas del Centenario de la Independencia del Perú, y el contrato era tan saludable que, según confesó, alejó su escrúpulo de que le acusaran por la falta de seriedad de reaparecer como torero precisamente en la ciudad donde había anunciado su retirada. Sus honorarios fueron de 500.000 pesetas por siete corridas. Toreó ocho... dejando aquí su biografía; si bien en 1926 toreó 45 corridas, con grande éxito, incluyendo algunas en la plaza de toros de Madrid.

Y ya solo resta ofrecer algunos puntos de vista sobre el toreo de Belmonte. Hasta su llegada, el toreo era de carácter exclusivamente defensivo. Todos los movimientos y esfuerzos estaban encaminados a matar al toro, a aquellos animales prácticamente silvestres, poderosísimos, de mucho peso, trapío y sentido, que había que lidiar, porque no eran aptos para un arte de dominio, sin que los lidiadores pudieran presentar finas figuras, porque había que estar atentísimos de todos los movimientos e intenciones de los animales. Ese tipo de lidia, en las que los capotes grandes eran fundamentales para vencer a las reses, requería de unas fuertes piernas por parte de los toreros. Era el único y más seguro recurso. Después, cuando los toros fueron permitiendo, debido a una constante selección, un toreo ligeramente más artístico, comenzó la lidia a mostrar más efectos plásticos y con estos los toreros aparecieron con mayor majestad o gallardía ante los toros, donde fueron esenciales el movimiento de unos brazos fuertes. El arte de dominar a los toros pasó de las piernas a los brazos, apareciendo la lidia del toro con mayor belleza. El toro se va acercando más a la figura del torero. Con Belmonte la lidia del toro, de un toro ya más altamente seleccionado, pasó del brazo al movimiento ágil y virtuoso de las muñecas, que ya permitió, colocando los brazos próximo al cuerpo del torero, ceñirse el toro a la figura del torero, en aproximaciones inverosímiles, entrando las faenas en el campo de lo patético y de la más espectacular emoción. El codilleo, el torear con los brazos muy próximos al cuerpo, como acabo de decir, lo llevó Belmonte a tal depuración y técnica, que de defecto pasó a ser virtud. No era ya el movimiento instintivo de defensa del torero, que en lo que cree ventaja encuentra el mayor riesgo, sino el meditado sistema de tener siempre al toro a la menor distancia posible del cuerpo en el momento central de las suertes. Esa increíble aproximación le provocó muchos achuchones y muy pocas MIURA - 2002 cogidas graves, especialmente con los toros de Miura. De esas suertes, la verónica y la media verónica son las típicas que Juan practicaba con la capa, y, sobre todo, esta última sigue esperando aún quién la mejore, y puede quedar como canon de la realización de este remate. Con la muleta, el pase natural y el de pecho los dio Juan irreprochablemente, si bien rara vez toreó en redondo y al natural. En los molinetes, hizo la innovación de darles como remate del pase cambiado por bajo, con personalidad inconfundible y efecto extraordinario en el público. En adornos, sin excluir de ellos estas suertes últimas, solía pecar por subrayar su aspecto melodramático; pero no es dudoso que arrebataba al público con sus alardes. Belmonte demostró que la plástica del toreo no era estática, sino dinámica, y en el ritmo de ese dinamismo creemos que está el verdadero secreto del estilo de Belmonte. La lentitud con que practicaba las suertes, el temple con que las llevaba a cabo eran admirables y nadie le ha superado en este aspecto. Le dio a las suerte una esencia espiritual. Su gran triunfo consistió en influir en este aspecto de su arte de modo extraordinario en Joselito, que en los últimos años de su vida llegó a emular a Juan, toreando con su temple incomparable. Resumiendo al modo que los hizo don José María de Cossío, sobre el arte de Belmonte, el arte depurado y magistral de sus últimos años, que es el que debe contar para su gloria, siendo un deber proclamar su personalidad excelsa de torero, renovador de estilo de ejecutar las suertes, al par que reconocer su influencia desgraciada en los de más aspectos de la lidia. Y ciertamente, si sus imitadores o influídos han renunciado a salvar sus propias personalidades y sólo pueden aspirar a miméticamente representar el arte único de Juan, no es temerario afirmar que el arte taurino, para lo que así le conciben, se encuentra en un callejón sin salida, del que sólo podría salvarles, y ello lo reconoció el 125

MIURA - 2002<br />

Dando un salto llegamos al día (20-<br />

11-1918) en <strong>que</strong> Juan embarcó en Santander<br />

con rumbo al Perú, y en Lima hizo su presentación<br />

el 20 de diciembre. Le acompañaban<br />

los diestros españoles Fortuna, Chiquito<br />

de Begoña y Alcalareño. Nueve corridas toreó<br />

en Lima esa temporada, <strong>que</strong> dió por terminada<br />

el 12 de febrero. Sus actuaciones fueron<br />

brillantísimas. En esa ciudad conoció a la <strong>que</strong><br />

había de ser su esposa. Hubiera celebrado<br />

su boda inmediatamente, pero tenía el<br />

compromiso de actuar en Venezuela; pasó a<br />

Panamá y allí le organizaron una corrida <strong>que</strong><br />

toreó con Chiquito de Begoña, y toreó en Caracas<br />

tres corridas, pasando la mayor parte<br />

del tiempo en el rancho del general Juan<br />

Vicente Gómez, el famoso dictador, y dejó allí<br />

amistades y recuerdos imborrables.<br />

En Panamá, Juan se reunió con su<br />

esposa y emprendieron su viaje de novios a<br />

Buenos Aires, y de allí a Nueva York. No<br />

regresó a España hasta el otoño del año<br />

siguiente. Y el (02-02-1919) comenzó su<br />

campaña en España, pero ya Juan no era el<br />

mismo, por<strong>que</strong> el público y él perdieron el<br />

necesario calor para <strong>que</strong> se dieran a<strong>que</strong>llas<br />

añoradas actuaciones, especialmente de los<br />

<strong>que</strong> habían hecho de él un legendario protagonistas<br />

de una tragedia, <strong>que</strong> cada vez<br />

amenzaba más, como felizmente acaeció,<br />

con el desenlace de una feliz comedia<br />

burguesa.<br />

El año 1920 le impresionó fuertemente<br />

la tragedia de Talavera, donde murió Joselito,<br />

<strong>que</strong> le dio sombra a toda la temporada y<br />

desvió la atención de todo lo <strong>que</strong> no fuera el<br />

recuerdo del gran torero muerto. Para<br />

Belmonte, su constante com-pañero y, sobre<br />

todo, su compartidor de riesgos y violencias<br />

en el ruedo, la desgracia fue enormemente<br />

sensible. Y aún así se presentó Juan en la<br />

Feria de Abril de Sevilla, donde ya se vio con<br />

más responsabilidad, pero acompañada de<br />

un deseo de demostrar <strong>que</strong> la impresionante<br />

desgracia no había amilanado su espíritu.<br />

Toreó esa temporada 68 corridas y esto<strong>que</strong>ó<br />

140 toros.<br />

124<br />

El (20-10-1920) salió de nuevo para<br />

Lima (Perú), para cumplir contratos verdaderamente<br />

espléndidos: 30.000 pesetas por<br />

corrida. Cuatro toreó en Perú, desde donde<br />

pasó a México para torear seis corridas con<br />

escasa fortuna. En Sevilla comenzó la<br />

temporada de 1921, donde una vez terminado<br />

sus compromisos, en los <strong>que</strong> toreó 69<br />

corridas, volvió a México contratado para<br />

torear cinco corridas... pero a ambos lados<br />

del océano Atlántico el publicó comenzó a enfriarse...<br />

tal vez por<strong>que</strong> ya no ofrecía esa<br />

sensación de patetismo, anunciando al volver<br />

a Lima nuevamente, su deseo de retirarse.<br />

Dicho retiro, él lo justificó así: «Había<br />

llegado en el toreo a un momento de crisis.<br />

Los públicos eran cada vez más duros para<br />

conmigo, y yo sentía un cansancio y un<br />

desánimo <strong>que</strong> me incitaban a abandonar<br />

a<strong>que</strong>lla lucha en la <strong>que</strong> ya llevaba tantos<br />

años.» Su retirada no produjo la impresión <strong>que</strong><br />

hubiera sido justa. «Procuré apartarme todo<br />

lo posible de las sugestiones toreras», dijo<br />

poco tiempo después.<br />

En 1924, como un dato curioso, se<br />

presentó en varias plazas como rejoneador.<br />

El 26 de agosto de ese año toreó en Zumaya,<br />

en una fiesta organizada por el pintor Ignacio<br />

Zuloaga, gran amigo del diestro. El ganado,<br />

de don Antonio Pérez Tabernero, fue nervioso<br />

y duro, y Belmonte fue cogido y resultó<br />

con una cornada <strong>que</strong> tardó en curar dos meses.<br />

En noviembre de 1924 volvió<br />

Belmonte a embarcar con dirección a Lima.<br />

Se celebraba a<strong>que</strong>l año las fiestas del<br />

Centenario de la Independencia del Perú, y el<br />

contrato era tan saludable <strong>que</strong>, según<br />

confesó, alejó su escrúpulo de <strong>que</strong> le acusaran<br />

por la falta de seriedad de reaparecer<br />

como torero precisamente en la ciudad donde<br />

había anunciado su retirada. Sus honorarios<br />

fueron de 500.000 pesetas por siete corridas.<br />

Toreó ocho... dejando aquí su biografía; si bien<br />

en 1926 toreó 45 corridas, con grande éxito,<br />

incluyendo algunas en la plaza de toros de<br />

Madrid.

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