Qué Hacer?”, de Lenin
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Vladimir Ilich Lenin encima de las “docenas de inteligentes”; que glorificaban el “puño musculoso” de la masa, incitaban (como Most o Hasselmann) a esta masa a acometer acciones “revolucionarias” irreflexivas y sembraban la desconfianza respecto a los jefes probados y firmes. Y el socialismo alemán ha crecido y se ha fortalecido gracias únicamente a una lucha tenaz e intransigente contra toda clase de elementos demagógicos en su seno. Pero en el período en que toda la crisis de la socialdemocracia rusa se explica por el hecho de que las masas que despiertan de un modo espontáneo carecen de jefes suficientemente preparados, desarrollados y expertos, nuestros sabihondos nos dicen con la perspicacia de Ivánushka: 187 “¡Mala cosa es un movimiento que no viene de la base!”. “Un comité compuesto de estudiantes no nos conviene porque es inestable”. ¡Completamente justo! Pero la conclusión que se deduce de ahí es que hace falta un comité de revolucionarios profesionales, sin que importe si son estudiantes u obreros las personas capaces de forjarse como tales revolucionarios profesionales. ¡Ustedes, en cambio, sacan la conclusión de que no se debe estimular desde fuera el movimiento obrero! En su ingenuidad política, no se dan cuenta siquiera de que hacen el juego a nuestros “economistas” y a nuestros métodos primitivos. Permítanme una pregunta: ¿Cómo han “estimulado” nuestros estudiantes a nuestros obreros? Únicamente transmitiéndoles los retazos de conocimientos políticos que ellos tenían, las migajas de ideas socialistas que habían podido adquirir (pues el principal alimento espiritual del 176 ? QUE HACER? estudiante de nuestros días, el marxismo legal, no podía darle más que el abecé, no puede darle más que migajas). Ahora bien, tal “estímulo desde fuera” no ha sido demasiado grande, sino, al contrario, demasiado pequeño, escandalosamente pequeño en nuestro movimiento, pues no hemos hecho más que cocernos con excesivo celo en nuestra propia salsa, prosternarnos con excesivo servilismo ante la elemental “lucha económica de los obreros contra los patronos y el gobierno”. Nosotros, los revolucionarios de profesión, debemos dedicarnos, y nos dedicaremos, a ese “estímulo” cien veces más. Pero precisamente porque eligen esta abyecta expresión de “estímulo desde fuera”, inspira de modo inevitable al obrero (por lo menos al obrero tan poco desarrollado como ustedes) la desconfianza hacia todos los que les proporcionan desde fuera conocimientos políticos y experiencia revolucionaria, y que despierta el deseo instintivo de rechazarlos a todos, proceden ustedes como demagogos, y los demagogos son los peores enemigos de la clase obrera. ¡Sí, sí! Y no se apresuren a poner el grito en el cielo a propósito de mis “métodos” polémicos “exentos de camaradería”! Ni siquiera se me ocurre poner en tela de juicio la pureza de sus intenciones; he dicho ya que la ingenuidad política también basta para hacer de una persona un demagogo. Pero he demostrado que han caído en la demagogia, y jamás me cansaré de repetir que los demagogos son los peores enemigos de la clase obrera. Son los perores, porque excitan los malos instintos de la multitud y porque a 177
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encima <strong>de</strong> las “docenas <strong>de</strong> inteligentes<strong>”</strong>; que glorificaban<br />
el “puño musculoso<strong>”</strong> <strong>de</strong> la masa, incitaban (como Most o<br />
Hasselmann) a esta masa a acometer acciones “revolucionarias<strong>”</strong><br />
irreflexivas y sembraban la <strong>de</strong>sconfianza respecto a los<br />
jefes probados y firmes. Y el socialismo alemán ha crecido<br />
y se ha fortalecido gracias únicamente a una lucha tenaz e<br />
intransigente contra toda clase <strong>de</strong> elementos <strong>de</strong>magógicos<br />
en su seno. Pero en el período en que toda la crisis <strong>de</strong> la social<strong>de</strong>mocracia<br />
rusa se explica por el hecho <strong>de</strong> que las masas<br />
que <strong>de</strong>spiertan <strong>de</strong> un modo espontáneo carecen <strong>de</strong> jefes suficientemente<br />
preparados, <strong>de</strong>sarrollados y expertos, nuestros<br />
sabihondos nos dicen con la perspicacia <strong>de</strong> Ivánushka: 187<br />
“¡Mala cosa es un movimiento que no viene <strong>de</strong> la base!<strong>”</strong>.<br />
“Un comité compuesto <strong>de</strong> estudiantes no nos conviene<br />
porque es inestable<strong>”</strong>. ¡Completamente justo! Pero la conclusión<br />
que se <strong>de</strong>duce <strong>de</strong> ahí es que hace falta un comité<br />
<strong>de</strong> revolucionarios profesionales, sin que importe si son<br />
estudiantes u obreros las personas capaces <strong>de</strong> forjarse como<br />
tales revolucionarios profesionales. ¡Uste<strong>de</strong>s, en cambio,<br />
sacan la conclusión <strong>de</strong> que no se <strong>de</strong>be estimular <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
fuera el movimiento obrero! En su ingenuidad política,<br />
no se dan cuenta siquiera <strong>de</strong> que hacen el juego a nuestros<br />
“economistas<strong>”</strong> y a nuestros métodos primitivos.<br />
Permítanme una pregunta: ¿Cómo han “estimulado<strong>”</strong><br />
nuestros estudiantes a nuestros obreros? Únicamente<br />
transmitiéndoles los retazos <strong>de</strong> conocimientos políticos<br />
que ellos tenían, las migajas <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as socialistas que habían<br />
podido adquirir (pues el principal alimento espiritual <strong>de</strong>l<br />
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estudiante <strong>de</strong> nuestros días, el marxismo legal, no podía<br />
darle más que el abecé, no pue<strong>de</strong> darle más que migajas).<br />
Ahora bien, tal “estímulo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> fuera<strong>”</strong> no ha sido <strong>de</strong>masiado<br />
gran<strong>de</strong>, sino, al contrario, <strong>de</strong>masiado pequeño, escandalosamente<br />
pequeño en nuestro movimiento, pues no hemos<br />
hecho más que cocernos con excesivo celo en nuestra<br />
propia salsa, prosternarnos con excesivo servilismo ante<br />
la elemental “lucha económica <strong>de</strong> los obreros contra los<br />
patronos y el gobierno<strong>”</strong>.<br />
Nosotros, los revolucionarios <strong>de</strong> profesión, <strong>de</strong>bemos<br />
<strong>de</strong>dicarnos, y nos <strong>de</strong>dicaremos, a ese “estímulo<strong>”</strong> cien veces<br />
más. Pero precisamente porque eligen esta abyecta expresión<br />
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obrero (por lo menos al obrero tan poco <strong>de</strong>sarrollado como<br />
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<strong>de</strong>s<strong>de</strong> fuera conocimientos políticos y experiencia<br />
revolucionaria, y que <strong>de</strong>spierta el <strong>de</strong>seo instintivo <strong>de</strong> rechazarlos<br />
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<strong>de</strong>magogos son los peores enemigos <strong>de</strong> la clase obrera.<br />
¡Sí, sí! Y no se apresuren a poner el grito en el cielo a<br />
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Ni siquiera se me ocurre poner en tela <strong>de</strong> juicio la<br />
pureza <strong>de</strong> sus intenciones; he dicho ya que la ingenuidad<br />
política también basta para hacer <strong>de</strong> una persona un <strong>de</strong>magogo.<br />
Pero he <strong>de</strong>mostrado que han caído en la <strong>de</strong>magogia,<br />
y jamás me cansaré <strong>de</strong> repetir que los <strong>de</strong>magogos son los<br />
peores enemigos <strong>de</strong> la clase obrera. Son los perores, porque<br />
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