Qué Hacer?”, de Lenin
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Vladimir Ilich <strong>Lenin</strong><br />
raíces profundas en la multitud; porque no son un<br />
centenar <strong>de</strong> bobos, sino una docena <strong>de</strong> inteligentes<br />
quienes actúan. Siempre es fácil que una docena <strong>de</strong><br />
hombres caiga en la boca <strong>de</strong>l lobo; pero cuando la<br />
organización engloba a la multitud, cuando todo<br />
viene <strong>de</strong> la multitud, ningún esfuerzo, sea <strong>de</strong> quien<br />
sea, podrá <strong>de</strong>struir la obra (pág. 63).<br />
La <strong>de</strong>scripción es justa. Ofrece un buen cuadro <strong>de</strong><br />
nuestro primitivismo. Pero las conclusiones son dignas <strong>de</strong><br />
Rabóchaya Mysl por su falta <strong>de</strong> lógica y <strong>de</strong> tacto político. Son<br />
el colmo <strong>de</strong> la insensatez, pues el autor confun<strong>de</strong> la cuestión<br />
filosófica e histórica social <strong>de</strong> las “raíces profundas<strong>”</strong> <strong>de</strong>l<br />
movimiento con una cuestión técnica y <strong>de</strong> organización:<br />
cómo luchar mejor contra los gendarmes. Son el colmo<br />
<strong>de</strong> la falta <strong>de</strong> tacto político, porque, en lugar <strong>de</strong> apelar a<br />
los buenos dirigentes contra los malos, el autor apela a la<br />
“multitud<strong>”</strong> contra los dirigentes en general. Son un intento<br />
<strong>de</strong> hacernos retroce<strong>de</strong>r en el terreno <strong>de</strong> la organización,<br />
<strong>de</strong> la misma manera que la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> sustituir la agitación<br />
política con el terrorismo excitante nos hace retroce<strong>de</strong>r<br />
en el sentido político.<br />
A <strong>de</strong>cir verdad, me veo en un auténtico embarras <strong>de</strong><br />
richesses, 186 sin saber por dón<strong>de</strong> empezar el análisis <strong>de</strong>l<br />
galimatías con que nos obsequia Svoboda. Para mayor claridad,<br />
comenzaré por un ejemplo: el <strong>de</strong> los alemanes. Nos<br />
negarán uste<strong>de</strong>s, me imagino, que su organización engloba<br />
a la multitud, que entre ellos todo viene <strong>de</strong> la multitud y<br />
que el movimiento obrero ha aprendido a andar solo. Sin<br />
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?<br />
QUE HACER?<br />
embargo, ¡cómo aprecia esta multitud <strong>de</strong> varios millones<br />
<strong>de</strong> hombres a su “docena<strong>”</strong> <strong>de</strong> jefes políticos probados, con<br />
qué firmeza los sigue! Más <strong>de</strong> una vez, los diputados <strong>de</strong> los<br />
partidos adversos han tratado <strong>de</strong> irritar en el Parlamento a<br />
los socialistas, diciéndoles:<br />
¡Vaya unos <strong>de</strong>mócratas! El movimiento <strong>de</strong> la clase<br />
obrera no existe entre uste<strong>de</strong>s más que <strong>de</strong> palabra;<br />
en realidad, es siempre el mismo grupo <strong>de</strong> jefes el<br />
que interviene. Año tras año, <strong>de</strong>cenio tras <strong>de</strong>cenio,<br />
siempre el mismo Bebel, siempre el mismo<br />
Liebknecht. ¡Vuestros <strong>de</strong>legados, supuestamente<br />
elegidos por los obreros, son más inamovibles que<br />
los funcionarios nombrados por el emperador!.<br />
Pero los alemanes han acogido con una sonrisa <strong>de</strong> <strong>de</strong>sprecio<br />
estas tentativas <strong>de</strong>magógicas <strong>de</strong> oponer la “multitud<strong>”</strong><br />
a los “jefes<strong>”</strong>, <strong>de</strong> atizar en ella malos instintos <strong>de</strong> vanidad, <strong>de</strong><br />
privar al movimiento <strong>de</strong> soli<strong>de</strong>z y estabilidad, minando la<br />
confianza <strong>de</strong> las masas en la “docena <strong>de</strong> inteligentes<strong>”</strong>. Los<br />
alemanes han alcanzado ya suficiente <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong>l pensamiento<br />
político, tienen suficiente experiencia política<br />
para compren<strong>de</strong>r que, sin “una docena<strong>”</strong> <strong>de</strong> jefes <strong>de</strong> talento<br />
(los talentos no surgen por centenares), <strong>de</strong> jefes probados,<br />
preparados profesionalmente, instruidos por una larga<br />
práctica y bien compenetrados, ninguna clase <strong>de</strong> la sociedad<br />
contemporánea pue<strong>de</strong> luchar con firmeza.<br />
También los alemanes han tenido a sus <strong>de</strong>magogos, que<br />
adulaban a los “centenares <strong>de</strong> bobos<strong>”</strong>, colocándolos por<br />
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