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poemas del Sol - Grupo América

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inti<strong>poemas</strong> <strong>del</strong> <strong>Sol</strong><br />

Desde el centro mestizo <strong>del</strong> planeta<br />

entre heredades blancas,<br />

y humanas curvaturas negras,<br />

alzan su historia las nacionalidades étnicas.<br />

Dedico este libro a todo el país.<br />

Los sitios <strong>del</strong> sol<br />

El mundo<br />

agua que desjunta simas y montes<br />

sepultando sobre algas el paso <strong>del</strong> silencio<br />

petrifica en un pajonal, espejo <strong>del</strong> <strong>Sol</strong><br />

toda la rubia cabellera de la tierra.<br />

Orilla reciente, cinturón de mundo<br />

ciñes en el anca de la Isla tu mansura<br />

cimbras con la espuma <strong>del</strong> canto, un secreto de ola<br />

y en el piélago<br />

tu secreto de aire.<br />

Cortas con tu filadura y transparencia<br />

una ciencia de océano junto al cauce <strong>del</strong> viento<br />

sapiencia de aire para el acorde <strong>del</strong> alga.<br />

<strong>América</strong> se puso de alba en tu archipiélago<br />

cuando a medio mar, desde la lejura <strong>del</strong><br />

agua<br />

descubrían la savia de la isla,<br />

savia al aire, verdor de espesura y vida;<br />

descubrían tu antigua virginidad.<br />

Y el continente a su vez escrutaba un extraño<br />

arribo<br />

41


y les miraba recelada, lejanamente; a medio sol.<br />

al grito de “Tierra” invocaron ellos tu nombre<br />

y en la hazaña velera erizaron tu Totém.<br />

A la llegada fantasmal <strong>del</strong> barco<br />

las nativas azoradas ofrendaban al<br />

forastero frutas desde el regazo desnudo<br />

las Nativas hacedoras de la historia india<br />

y en la inocente desnudez caminaban siervas de<br />

sol<br />

en el encanto de la piel y la hermosura<br />

en el encanto de la piel desnuda.<br />

Era la mansedumbre de la hembra en la<br />

isla combativa y paradisíaca.<br />

<strong>América</strong> amaneció lívida aquel día.<br />

y el siglo se vistió de audacia.<br />

El hambre <strong>del</strong> oro bajo el Inca herido<br />

la sed de piel ardiente sobre la india yerta.<br />

Era de alta piedra tu sillar, y tu signo era de<br />

piedra<br />

sillería y siembra, himno y costumbre<br />

Creencias de combate y canto<br />

acompañadas de vida para la oración <strong>del</strong> hueso.<br />

La momia triste, en posición de nacimiento<br />

Y en una “vasija de barro” y de cristal<br />

cristal de toda la insepulta ausencia<br />

cristal de fe en la permanencia de la arena<br />

se rejunta callada y absorta una bocina<br />

para yantar en la existencia común.<br />

Y así llegando a la Tierra de los Mudos<br />

al hombro el ajuar de su viaje<br />

atravesaban el puente de los Abismos<br />

hecho con cabellos de hombre y de mujer.<br />

En cuclillas, recogido, el yerto vive<br />

ora su compañía loca de fantasma y gloria<br />

ora su razón de sueño, eternidad de polvo<br />

42<br />

43


ceñido el poncho entero<br />

que fue color y signo,<br />

y abierta la brecha <strong>del</strong> alma en la herida ciega<br />

con el alma India en un <strong>Sol</strong>dios perpetuo.<br />

* * *<br />

Aquí<br />

el intenso sol más cercano <strong>del</strong> planeta.<br />

Aquí<br />

el poema de <strong>Sol</strong>.<br />

* * *<br />

Y otras piras nos cuentan<br />

abiertas en el mismo suelo…<br />

El carbono en la médula <strong>del</strong> tiempo.<br />

Los amantes de Sumpa<br />

estrechan su abrazo hacia la arcilla<br />

como ateridos ante un tiempo venidero<br />

amantes proféticos hacia una historia de conquista.<br />

Osamentas nonomilenarias de un libre amor<br />

como símbolos de un paraíso terrenal americano<br />

Pareja sola de un propio ancestro.<br />

¿O un Adán y Eva antecesores de una Antártida<br />

cercana?<br />

el viejo Sur <strong>del</strong> mundo.<br />

Amantes hasta el hueso<br />

abrazo blanco<br />

duro abrazo de metal y calcio<br />

abrazo de otra suerte.<br />

* * *<br />

Las hojas saludan al Viento <strong>del</strong> verano.<br />

En el medio <strong>del</strong> universo<br />

44


el sol se reproduce en días.<br />

45<br />

POEMA CONTINUO<br />

He aquí que marcho<br />

hacia el principio <strong>del</strong> mundo.<br />

La máquina vocifera su aire frío<br />

La isla cabalga hacia nosotros<br />

El mar es una fragua de onda.<br />

Marino el mar está en el bronce.<br />

La tierra, un lagarto adormecido.<br />

El pájaro inmenso que nos vuela<br />

se hace ave inmensa y toma brisa<br />

mientras los arbustos de verde virgen<br />

anuncian en su desierto, vida antigua.<br />

Son los soldados que vigilan la explanada<br />

fieles a su polvo y a su sed.<br />

El hombre ha abierto una zanja de humo y sol<br />

para vaciar en ella su estandarte de asfalto<br />

y recoger la ciencia mientras va aturdido el siglo.<br />

Aquí, hasta el silencio respira un alma ignota<br />

y aquí anida el misterio de la vida, en un secreto<br />

vivo.<br />

Y la pluma dura <strong>del</strong> pájaro de hierro ciego<br />

parece aquí sentir su origen.<br />

y revive en el ojo negro su brazo de hélice<br />

bajo el párpado encristalado que avisora y se<br />

remira.<br />

Baltra es una tarda ola muerta en piedra<br />

Donde una mujer desciende hecha ave de ala larga<br />

que avanza desde el centro a entregarnos la<br />

explanada.<br />

Paso abierto de ágil garza.<br />

46


seno fruto en manso y sol,<br />

sabedora de su origen libre, canto,<br />

enmorenando la dorsura <strong>del</strong> Edén.<br />

Baltra espejismo<br />

Brillla el pulso de la arena<br />

ala atada a su distancia.<br />

¡vibra en su temblor de viento!<br />

cofres pandora a donde las aves se posan a beber el<br />

vuelo.<br />

El primer pájaro, punto ajeno, nos vigila.<br />

Momentos de roca navegan en la mano azul<br />

amamantadas de quietud y siglo entero.<br />

Un pinzón, escondido el azul en el lomo<br />

nos saluda desde su mansura virgen.<br />

El ala desciende apenas al tiento<br />

como queriendo perpetuarse dialogando.<br />

El barco, a la par, está manso.<br />

anda quieta el agua desde su alba<br />

Y el agua zarpa, en verde y calma.<br />

Caballos de frío y de sal<br />

va despertando la barca.<br />

Blonda tela de agua larga<br />

corcovea en la lanzada<br />

Plenilunio, pleniespuma.<br />

Islotes de monstruo y nombre<br />

van acechando en la ruta.<br />

La gaviota recoge en el lomo<br />

un brillo de sol marino.<br />

Ancla el agua en la paciencia<br />

su densura de colmena.<br />

El <strong>del</strong>fín tiende en el vértigo<br />

su nostalgia brava,<br />

galope que bate y siente<br />

su potencia de alga.<br />

Tibio cuerpo timonero<br />

derrama en ola todo el verso.<br />

Roca dormida<br />

Tiburón de soledad y mimetismo<br />

va liberándose <strong>del</strong> piélago,<br />

islote brumoso y amplio<br />

bocanada huracanera<br />

hambre de mar vienes alzando<br />

47


oca <strong>del</strong>fín, estatua tiempo.<br />

Y el barco va remedando<br />

tu bruma y tu movimiento.<br />

Peces de muerte lejana<br />

encallaron en tu puerto.<br />

Destino de tiempo y piedra<br />

y mansura marinera.<br />

Alcatraces de alma blanca<br />

y renombre cancionero.<br />

Peces de amor y celo.<br />

Canción de agua y cadencia<br />

sensualismo trasnochador:<br />

lobos marinos de hijo negro<br />

van danzando el cuerpo entero<br />

entre su dedo y su palma.<br />

…Y nos conversan de su viento<br />

Saurio de mansos repletos<br />

en lo negro y en lo viejo.<br />

Ojos de lumbre adentro<br />

y voces de reptilero.<br />

El caracol rojientero<br />

y el traicionero alacrán<br />

desde el idilio y el templo<br />

templo piedra y agua verso<br />

nos van tatuando de tiempo.<br />

Lagartija en piel de hierro<br />

y relumbre pernoctera…<br />

El cangrejo tiende un puente<br />

para su cuerpo sendero.<br />

Y el alacrán bajo el trecho<br />

de la piedra y el destierro<br />

amarilla su luz de luna<br />

en el arma y en el gesto.<br />

Foca en quiebro y alma en beso<br />

alargas lo manso y lo denso<br />

y nos dices <strong>del</strong> amor tierno<br />

en tu sabia canción deseo.<br />

48<br />

49


Gaviota de larga estela<br />

en tu pico iluminado<br />

reúnes la noche en vela<br />

para yantar tu largueza.<br />

Lisas de plancton fuera<br />

van azulando el azul.<br />

Cactus lentos en la alcurnia<br />

de la flor ya lagartera<br />

Ojos de piel gitana<br />

en el reptar de la infancia.<br />

Manos de larga sombra<br />

tienden las uñas telúricas,<br />

timoneando…<br />

Dinosaurio fuiste un día…<br />

Tu cola quieta se alarga triste.<br />

El tiburón blanco, lejos<br />

va amainando la penumbra<br />

y el silencio de la bruma<br />

para posar su alimento.<br />

Yerbecilla roja en vivo<br />

Pájaro de alto negro<br />

entre tu cuello agorero<br />

va el rojo y va tu celo.<br />

Su veneno los corales lanzan<br />

y amainan las gaviotas su aire vuelo.<br />

Patillas de rojo y palma<br />

bajo el blancor que <strong>del</strong> pecho<br />

agrisan su miel de luna.<br />

En la vergüenza lejana<br />

rostro bruno y de distancia.<br />

Bifurcan la mano en calma<br />

y el bigote pensador<br />

Aúllan, denso el pecho<br />

en la vieja piel de amor.<br />

Arrullan el tiempo en celo<br />

sensuales como la flor.<br />

La iguana amiga <strong>del</strong> alga<br />

desfoga su sal pasión,<br />

de una pasión que ha partido<br />

en el tiempo y en la voz.<br />

El excremento vertido<br />

recuenta y recuenta el siglo.<br />

50


La gaviota dulcinera<br />

cubre su rostro y su huevo<br />

en el plumaje perpetuo.<br />

El sexo en el vientre de las rocas.<br />

Aquí, la piel <strong>del</strong> cactus es de lagarto la piel<br />

y el ala entera es sol y es viento.<br />

Y un lobo marino macho<br />

el poderoso<br />

recibe el canto <strong>del</strong> agua<br />

y se remira el negro aguaje.<br />

Apacienta su harén de piedra<br />

cuando la foca se rasca el beso.<br />

Piel de bronce y agua en brillo<br />

va acerando en cuerpo lleno.<br />

Pelícanos con sus dedos de aire<br />

sobre la roja flora en tiempo eterno.<br />

Isla azul en agua y cielo<br />

¡cuida tu iguana de color inmenso!<br />

El alacrán trepará la piedra<br />

y la foca verterá su ignoto miedo.<br />

Como después de una batalla los espinos en cruz<br />

desierto de higuana verdeazul…<br />

Agua mansa y espumera<br />

detén tu verde y tu piel<br />

amante de sombra y celo.<br />

Ya el barco abriendo su brecha<br />

se mece, cuando la nube<br />

hecha <strong>del</strong>fín prisionera<br />

nos va siguiendo en su alto.<br />

Ya el rumbo está viajero<br />

y el timonel va derecho.<br />

El mar se rompe en el cristal veteado<br />

la paz perdura en el extenso viento<br />

y el barco conversa con el pez<br />

hélice a hélice y brazo a brazo.<br />

La foca aduerme su magnitud de ala<br />

y el ave estará paciendo<br />

51<br />

52


su manía de ola.<br />

El agua<br />

noche oscura la onda.<br />

La Iguana detiene en el rostro<br />

su memoria inmensa<br />

que el siglo ha empequeñecido.<br />

Una sonrisa de amargor y queja<br />

se resigna en el paso <strong>del</strong> tiempo<br />

Seguirás por tiempo y piedra<br />

atrofiando tu sonrisa muerta.<br />

La recua de hombre y masa<br />

ha hecho sucumbir un grillo<br />

que, alargando el miedo en la antena<br />

se enflorece en rama ajena<br />

apretujando su pie en las hojas.<br />

Sta. Cruz, isla de sombra<br />

y de mujer en oro<br />

dorando azul.<br />

La tortuga acorralada<br />

en el pie de la bravura<br />

hecho lento y pensador.<br />

Una lagartija remeda su bucle<br />

al rojo retinto <strong>del</strong> pájaro amigo<br />

aquél<br />

el de rojo y celo.<br />

El cactus repta su raíz<br />

imitando el abrazo corto de la iguana.<br />

La saliva centenaria<br />

cara serpiente, concha brusca.<br />

El sexo progenitor<br />

se ha paralizado en piedra.<br />

La caricia rocallosa<br />

encurvada en la demora.<br />

Gestador y al tiento<br />

la rebusca atento<br />

adormilado en la hora<br />

<strong>del</strong> amor intacto.<br />

Desdentada y desamada, la tortuga reanda larga.<br />

El tiempo anda en sigilo<br />

hecho carne bajo la valva quieta.<br />

53


Y la roca se ama, amontonada en alga.<br />

Y la piedra desmadeja su rumbo rocoso<br />

e imita en la fronda la curvatura relámpaga<br />

que curva y recurva el viejo fruncimiento:<br />

galápago y piedra amistan en el sueño.<br />

El pajarillo compañero<br />

sobre el Delfín volandero<br />

Corona <strong>del</strong> Diablo<br />

El flamenco eleva su pirueta suelta<br />

y el picotero flamea sobre el barco piedra.<br />

Piratería dormida en la roca viva,<br />

barco piratería.<br />

Y el agua emana su color ver<strong>del</strong>uz<br />

descansada en el remanso agreste.<br />

Blanquea la sal, y el cactus ora.<br />

Se obscurece la cueva, y el ave amaina.<br />

El cactus cruz vela su asombro<br />

y el alcatraz sorbe el horizonte.<br />

Blanquea en sol y canto<br />

el piquero enmascarado.<br />

La manada se despliega en voladura<br />

Todo clamor de alas<br />

una fragata lontanera<br />

va en la música breve<br />

encolmenando la cría azul.<br />

Y el agua nos sigue sombra<br />

en su actitud <strong>del</strong>finera.<br />

Espuma de perla brava<br />

…!arboladura blanqueando!<br />

Los flamingos sermonean<br />

su alta luz enamorada<br />

rosa<strong>del</strong>a rosatierna<br />

de silencio y pastoreo<br />

rosacalma flaminguera, enancha tu negro vuelo.<br />

La naturaleza toda ha hecho su cita.<br />

Y el nido redondo como un huevo<br />

encueva su viento y su sol<br />

La manta Raya dormidera<br />

pace su amplia hoja<br />

henchida en el cristal.<br />

54<br />

55


El cangrejo espera al agua<br />

inmerso en su color.<br />

Un albatros remeda en el vuelo<br />

el reflejo <strong>del</strong> agua ver<strong>del</strong>uz.<br />

El espino iluminado hace un crepúsculo<br />

y<br />

dora su lava de oro.<br />

Y la miel ha dibujado en el tronco<br />

una leyenda de pájaro muerto.<br />

El patillo enfila en el agua<br />

su búsqueda de pienso,<br />

pienso obscuro, nutricio.<br />

El ave de pie azul<br />

ruge su cascarria<br />

cuando un mar de fondo<br />

me replica sordo<br />

para dejarme aquí<br />

hasta sentirme pájaro.<br />

El pico desplumador<br />

se alarga en firme<br />

cuando el blancor acude<br />

entre el descalzo pie de azul.<br />

Pintada hasta la sombra,<br />

pincel de magia.<br />

Y el mar, viejo guardián <strong>del</strong> secreto<br />

los cuida y los repinta con su verde<br />

Ver<strong>del</strong>uz.<br />

Y aquí hasta el suelo es nido.<br />

Piquero acompañado<br />

de color gorjeo.<br />

Desde el acantilado lejano el vuelo venía<br />

atravesando solitario toda la mar.<br />

Venía hacia mi soledad.<br />

Y virgen de miedo, el pájaro<br />

se posó casi a la sombra de mi rumbo.<br />

Mi estilógrafo de poeta roza apenas su pico de<br />

aire<br />

trasvasando mutuamente él su ciencia y yo mi<br />

verso.<br />

56


El ojo redondo como un mundo<br />

y la gaviota en gris.<br />

Un cangrejo sigiloso escucha el resoplido<br />

y fuga su aire intenso en el color sonoro.<br />

El albatros macho esgrime su paternidad.<br />

Es aquí donde ha corrido <strong>del</strong> hombre<br />

la mínima esencia natural que resta.<br />

De todas partes <strong>del</strong> globo se han concentrado aquí<br />

alargándose el mensaje misionero<br />

en el idioma que el hombre desentiende<br />

las pocas razas milenarias<br />

que se abochornan y amansan mutuamente.<br />

Refugio solidario a la memoria<br />

de donde saldrán pasado el siglo<br />

especies nuevas a repoblar el universo.<br />

Se fue llevando su mismo cuerpo<br />

se fue llevándolo lejos.<br />

La luna hecha alma barca<br />

sobre un negror de nube madre<br />

y cuna.<br />

(Poema escrito en una invitación de la Casa de la<br />

Cultura Ecuatoriana y la editorial Colombiana<br />

“Círculo de Lectores” al poeta, en épocas en que<br />

era periodista <strong>del</strong> diario El Tiempo de Quito, durante<br />

el Encuentro Latinoamericano de Escritores, cuando<br />

hicieron viaje entre las islas en el compacto barco<br />

Calicuchima, en diciembre de 1978, financiados por<br />

el Gobierno).<br />

57<br />

58<br />

por la calle Maldonado


El Churrasco nos acompaña.<br />

La tristeza palabreando<br />

en este bar de la ausencia.<br />

Con tenedores de fleco<br />

en la carne anochecida<br />

el aguacate siempre verde<br />

un tomate rojo como un diablo<br />

con la blancura <strong>del</strong> arroztrigo<br />

Germen que no fue niño<br />

por la premura <strong>del</strong> siglo<br />

Pepinillo caminero<br />

de la sombra de su verso<br />

redondo como un destierro<br />

Vaina lumbre en la simiente<br />

cuando te vieron entera<br />

Zanahoria rosa turbia.<br />

Yantando estarán en el páramo…<br />

POEMAS INDIGENAS<br />

Levanta tu fulgor, ¡otavalo puro!<br />

alza tu voz, de tradición y fuego,<br />

Como el Sangay no cesa en el siglo<br />

distantemente, Volcán de luces<br />

de imponer su furia de color.<br />

El valle <strong>del</strong> amanecer.<br />

1981<br />

Vas trenzando el tiempo indígena<br />

Otavaleño milenario<br />

¡y alzas tu sitio en Shigras y paños rojos!<br />

Repintando el monte y el color…<br />

¡Alta está tu voz de colorido vivo!<br />

Desentrañas en la tierra<br />

hasta el último pincel de la semilla.<br />

Los ojos se hieren en ver tanta púrpura<br />

Cuando tu pueblo se invade de baile y de belleza.<br />

Retocada hasta la última hebra <strong>del</strong> anaco entero<br />

refilo dorado y largo, la fimbria<br />

redondo como una fiesta.<br />

Y sobre la tierra , el monte retaceado<br />

vas ordenando, Zuletera sola.<br />

59


En tu sedentario ser, Ser telúrico<br />

¡alzas tu voz de tradición y fuego!,<br />

Imbayo puro.<br />

Otavala desterrada a servir sus hermosuras<br />

¡Hombre trenzado, hembra bella, india entera!<br />

Y la incógnita <strong>del</strong> humano innumerable<br />

¿La moneda se hubiese endiosado en tu tiempo?<br />

Tu moneda cobriza y repujada.<br />

¿O hubiese sido un símbolo de trueque<br />

sin valorarse en ambición?<br />

Como el peso <strong>del</strong> oro<br />

equiparado a otro peso de la manzana…<br />

¡Danza en el verso agreste, Salasaca<br />

danza tu verso agreste!,<br />

y pon tu cinturón trenzado<br />

en la noria blanca de la raza tuya<br />

traje y largo de innata costumbre.<br />

¡Ancho pueblo lejano, te saludo!<br />

Revibra el fulgor al latido <strong>del</strong> Tambor<br />

en donde se arrincona el aire de los siglos.<br />

El pingullo va enarbolando la ronda de<br />

baile firme<br />

¡Y danza su verso el Salasaca<br />

su verso agreste danza!<br />

El Saraguro viste el duelo negro de Atahualpa.<br />

Y muchas razas pasaron<br />

y aún siguen quedando<br />

y seguirán<br />

de valle en valle<br />

coronadas de nombres y edades<br />

épica la leyenda <strong>del</strong> épico imperio<br />

cotidiano Imperio de comunal siembra<br />

de comunal lengua para una sóla cosecha.<br />

diversa la palabra.<br />

Sabiduría <strong>del</strong> hombre mismo en el hambre humana<br />

ansia que trasciende y vela desde el surco cierto<br />

para colmar de fruto a todo el mediodía<br />

60<br />

61


y a todo el hombre dar la siembra toda.<br />

De negro el Zaraguro<br />

va tomado de la historia.<br />

Y el entierro <strong>del</strong> niño se agiganta<br />

en la danza buena y larga.<br />

Con la muerte se fue<br />

en la ronda decían, iban diciendo.<br />

Trasquilando el borrego para tejer la vida.<br />

A Caras de Piedra<br />

Hualbitaguas y Chachis,<br />

Secoyas y Schiris,<br />

los Incas invadían.<br />

Y los cuatro Ordenamientos Schyris conocieron.<br />

Triste fue la hora, el tiempo débil. Y triste la<br />

indígena Caída.<br />

El imperio dividido; grano a grano hacían su historia<br />

y esperaban llegar por mar y cielo un dios que no<br />

palparon<br />

y buscaban redimirse en su bravura paso a paso<br />

aunados en un Rey de paz que no alcanzaron a<br />

engendrar.<br />

Y Eran, y hacían contigo diosas luna<br />

lumbre de un mar perpetuo y renacido.<br />

Mientras en el siglo aprendías sereno<br />

Shuara, leyendero <strong>del</strong> Fuego<br />

de la diáspora abriendo su vacío con el rayo solar<br />

que impactaba su viaje luz en la Asteroide<br />

crecida en la noche<br />

rompiéndose la eternidad de un reflejo <strong>del</strong><br />

dios <strong>Sol</strong> durmiente<br />

en el punto viajero y luciente que va haiendo de<br />

Hembra en el cielo.<br />

Pueblo libre, nunca subyugado ante incas o<br />

europeos.<br />

El color tejido y retejido bulle al día<br />

escalando todas las arcillas en terrazas de siembra<br />

engavillando la rodada, sabiamente hiriéndola.<br />

Y el viejo secreto <strong>del</strong> arado en las pendientes<br />

corrigiendo, al aguacero, su tendencia de erosión.<br />

Tejían con el arco iris en la mano.<br />

Y está el ancestro de la quinua.<br />

Al llamado germinante <strong>del</strong> beso de la tierra<br />

62


y la semilla, durado el barbecho y el descanso,<br />

el agua nueva culebrea en el surco.<br />

Ventea al horizonte un poncho brillando el grano<br />

grabado de siempre un sabio kipu; quipos dormidos<br />

signo de historia que reescribió la cuenta, y la letra,<br />

en una angustia de lluvia, anudando la cuerda.<br />

Cósmico el instinto, india la palabra.<br />

Y con la Mitología se esparcía la lluvia, y el<br />

mito inspiró las siembras<br />

Y la mitología entera se hizo ritmo…<br />

Vendría la danza perpleja ante un nuevo mundo<br />

Y fue el baile mestizo de las Chamizas…<br />

Y en la congregación indígena estaba el ritmo.<br />

Y fue la fiesta fugante ante el caído ancestro<br />

fue vaciar la historia misma en el pomo de la<br />

Chicha<br />

era la tristeza herida, la tristeza misma.<br />

LOS PALOS ENCEBADOS<br />

El castillo de mayo, entre carrizos,<br />

zigzagueaba al sol,<br />

encumbrada la punta de alto, cucaña fiestera<br />

el pingo encebado<br />

cual palo mayor,<br />

en medio de todo el sigse que al parque enancha.<br />

Cuando de sudor y polvo, pulsa,<br />

un hijo de la fiesta dominguera<br />

a trepar como un grillo en medio <strong>del</strong> clamor<br />

y ganar la ronda <strong>del</strong> festejo<br />

toda enmazorcada de gallo vivo y alumbrando al<br />

viento;<br />

El mazorcal enhiesto se defiende colgante en luz<br />

y ante la audacia <strong>del</strong> niño indiano<br />

se desgrana en el azul redondo,<br />

y la muchedumbre recibe en el puño<br />

los granos nuevos que predicen la cosecha.<br />

64<br />

63


Y gallo y pluma desvuelan,<br />

en turbación alada.<br />

El Danzante refugia en la máscara<br />

su angustia de siglo y territorio.<br />

Y aún ahora los indígenas puros son invadidos<br />

la conquista Fría<br />

el colono se escritura las tierras de la Tribu<br />

hora es ya <strong>del</strong> gobierno en <strong>del</strong>imitar los sitios,<br />

las extensiones.<br />

Visualizar los demás linderos Indios.<br />

Y no decía de un coloniaje en mina negra, o de<br />

Frontera.<br />

Sepamos de un diálogo filosófico humano con el<br />

universo <strong>del</strong> aborigen<br />

Con su selva y su Oriente<br />

y reinvindiquemos así el reconocimiento que de<br />

mestizos debemos.<br />

Está en el Trueque indiano la sabiduría de su<br />

calma.<br />

La banda ofrenda un Puro claro<br />

sangre transparente que la caña dona,<br />

y antecede al son de la tromba alegre.<br />

El Caporal indígena en media danza<br />

lleva puesto el Casco <strong>del</strong> soldado fenecido<br />

es el vencimiento de la raza<br />

contra el invasor rugiente, entrampado;<br />

caído en la noche<br />

caído en el silencio de la venganza india.<br />

Y desde la altura desciende ya, salvando el hambre<br />

el aveser que escaló al pingo canastero.<br />

Y el campo entero recoge el mensaje solitario<br />

cuando invade la distancia en su visión lejana<br />

la encumbrada silueta en alto que se asola intacta,<br />

desolada.<br />

La Vaca Loca se atufa<br />

el disfraz en pos <strong>del</strong> mito.<br />

Ya el torpedo lleva su viaje de fulgor<br />

a desplegar en el aire la misión de ruido<br />

anunciando a toda su poblada<br />

que está vencido el castillo de la fiesta.<br />

65<br />

Barrio de SantaAna-día 31


EL HIELO VIVO<br />

Las casitas blanquean en el tapial empajado<br />

Casita rojipinta entre paramal y quemado.<br />

En el color y la siembra va paciendo la ponchada<br />

toda Suya y toda enhiesta.<br />

La portada vista al monte se a<strong>del</strong>gaza…<br />

“el Hato” rejunta la borregada.<br />

Azul de nieve te he querido<br />

Azul de nieve me has llegado.<br />

Los penachos van azulando la historia <strong>del</strong> Cayambe<br />

forman surcos y senderos<br />

como si manos incaicas fueran tapiando…<br />

¡Caminos de lenta sombra<br />

caminos blancos que el monte añeja<br />

caminos de hielo verde!<br />

Nieve pura<br />

que vives <strong>del</strong> frío y <strong>del</strong> frío te nutres<br />

que vas yantando la altura<br />

y elevas tu pico Santo a cosquillear la<br />

nube acechante<br />

que te vigila, te cubre y cuida<br />

te alberga con su manto inmenso<br />

y Sabiamente eterna viene desde la cumbre<br />

a velar de tu vida y de tu infancia.<br />

Y tras de ti está aguaitando el infinito.<br />

Y bajo el hielo azul<br />

el agua corre<br />

deja oir su bullicio de niño<br />

agua que el sol no ve<br />

agua ennevada.<br />

Que toda la nube nocturna<br />

nube de nieblas,<br />

Va apaciguando el peligro <strong>del</strong> paso indefenso<br />

cuando la grieta abre su gran boca de muerto<br />

y consume en el hambre suya la plegaria humana<br />

66<br />

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que muere sin morir el congelado nervio.<br />

Hay un labio de sol que te lame y espejea<br />

que te va dorando en lo blanco de tu alma quieta.<br />

Y así va despejando al monstruo de color;<br />

Refulge el hombre en la blancura franca.<br />

El alud resuena en el deshielo<br />

con toda la ronca plenitud de su soledad, y encierro.<br />

Y el lecho virgen que el Inca no pisara<br />

enverdece en hielo su sendero<br />

hacia una alcoba intacta de agua y viento.<br />

Y voy monte arriba<br />

en busca de la niebla mía.<br />

Y el monte no me deja trepar a la encañonada<br />

pone todo el guardían de su niebla<br />

látigo tenaz<br />

y me pide dejar su guarida virginal<br />

camino de un cielo de hielo reperdido,<br />

senda entunelada por la Nieve perpetua.<br />

Glaciares latentes que el hombre no arribara<br />

estalactitas el aire va tejiendo en la cumbre<br />

con las densuras <strong>del</strong> frío que el cierzo acarrea y<br />

trae<br />

cuando se congela un instante de aire para<br />

eternizarse en hielo.<br />

El agua se azulea en la vieja cristalería que<br />

rueda como un manto.<br />

Y mirando la nieve altísima y blanca<br />

unas monjas parecen sentir que el cielo no ha<br />

estado tan lejos…<br />

y loan al Autor <strong>del</strong> estallido <strong>del</strong> Big bang, el gran<br />

ruido<br />

cuyo eco hasta ahora se oye golpeando las galaxias<br />

nacido desde el punto universal que estuvo quieto en<br />

el tiempo.<br />

Se creyó que era paso de palomas en la Antena.<br />

Acaso seremos envueltos en un gran remolino de la<br />

gravedad?<br />

O la expansión de hoy hacia el equilibrio?<br />

Los huecos negros, las pérdidas, las despérdidas<br />

Las teorías hacia la desconcentración <strong>del</strong> universo.<br />

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Los pliegues <strong>del</strong> agua se ondulan en la<br />

palabra invertebrada <strong>del</strong> hielo<br />

azul, azul de hondura y de frío.<br />

Ya la niebla sube a pulso<br />

blanqueando y azulando la eternidad <strong>del</strong> hielo vivo.<br />

Y el sol abre en la magia <strong>del</strong> reflejo<br />

todo un cuento de hielo encastillado<br />

castillo en duende de agua nueva.<br />

La Chuquiragua, y la flor <strong>del</strong> frío<br />

que recurva su mano buena, recurvada<br />

y guarda su flor que la desenrosa al <strong>Sol</strong>, la<br />

desenrosca.<br />

Y guarda bajo su piel de lana<br />

la savia que se abriga y brinda el ansia.<br />

El sol bajo la niebla es una moneda de plata intacta.<br />

La torada pace comiendo frío…<br />

Este país amado que reconozco<br />

El sol cae su bola de fuego como en un cepo.<br />

La bravura <strong>del</strong> Cañari<br />

regentea la poblada.<br />

Colorido de enseñanza<br />

en lo ancestral de la tierra.<br />

Yerbabuena cantadora<br />

de la techumbre a la pena.<br />

Innúmera teja yerta<br />

sobre el pilar de la infancia,<br />

sombrerero, el techo rojo<br />

Muro <strong>del</strong> Inca<br />

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ó “Pedrerío”<br />

(INGAPIRCA, Jatun Cañar, Domingo<br />

26 de marzo de 1978, 12 m.)<br />

Alto Cañar.<br />

a Eduardo Borja, paciente<br />

testigo de versos escritos en el lugar.


de la mazorca y la raza<br />

haciendo sombra en el polvo<br />

a la misma sombra yantera.<br />

templo <strong>del</strong> <strong>Sol</strong><br />

Mural de arcilla y siglo<br />

horadando, nochera<br />

la paz, de antigua llanura.<br />

Surco de barro y piedra<br />

cuadrerío de la guerra.<br />

Industria de lejanías<br />

y palabra de atalayero.<br />

Corredumbre curva y sabia<br />

graderío hacia la nube<br />

redon<strong>del</strong> de fiesta en celo<br />

columbrando la atadura<br />

de la distancia y la hondura.<br />

El altar <strong>del</strong> <strong>Sol</strong> no tiene sombra.<br />

parameando<br />

La lomura en crin dormida<br />

sobre la piedra partida<br />

¡Apátrida de tu lumbre y rayo<br />

cuando llegó la esclavía!<br />

Potro de vieja pesadumbre<br />

en perpetua espera <strong>del</strong> brinco<br />

va simulando la tapia,<br />

peña bronca y tapialera<br />

Caballo de piel de paja<br />

sobre cangagua viajera,<br />

cerco de gris y dureza.<br />

Cana que piensa y angustia<br />

cada vez que el humo aprieta.<br />

Blanquerío y cancionero<br />

sobre la lumbre <strong>del</strong> suelo.<br />

Caminillo que apacigua<br />

senda longeva, y sueño<br />

de la más ajena tumba.<br />

cuestionario <strong>del</strong> rostro<br />

Inca de voz y entierro<br />

taladrando la pencura<br />

con el ceño de la bruma<br />

70<br />

71


y la pavura <strong>del</strong> gesto.<br />

Recortada la ósea dentadura<br />

sonrisa quebrada y pura<br />

en laberíntica duna.<br />

Rostro de piedra y viento,<br />

inca de pensamiento<br />

y páramo, de amargura.<br />

Hay una lágrima de templo<br />

refugiada en tu desierto.<br />

Padeces un cristal en tiempo<br />

tumba erguida a la llanura.<br />

Elípticas tus sabias manos<br />

escalan la quijada decidida<br />

desgarrando tu silueta pura<br />

que reclama su sembradura.<br />

El aire descorre la sombra<br />

fugadora de la roca.<br />

Miras al hombre nacido<br />

en el eco de la lejura.<br />

Tus ojos están cerrados<br />

fruncido el ceño, penando<br />

la yerta voz que dejara<br />

la impotencia de la flecha<br />

y la quejumbre de la afrenta.<br />

Ceño triste y perdido<br />

en la añoranza <strong>del</strong> tiempo<br />

Piedra, peñón y destierro<br />

¡llora tu soledad el hueso!,<br />

Inca viejo y perpetuo.<br />

El Cañari sometido hacía el templo <strong>del</strong> Inca<br />

Redon<strong>del</strong> de arcilla dura<br />

entre la angustia <strong>del</strong> regreso.<br />

Vas entornando tu siglo<br />

en la premura <strong>del</strong> viento<br />

De piedra, te hicieron tiempo<br />

en la calvicie <strong>del</strong> céfiro.<br />

Retocaron tu textura<br />

amarillenta de frío,<br />

gris en surco vertido.<br />

Te nombraron osadías<br />

bosquejada la templura…<br />

Hacia la luna partieron<br />

72


tus siluetas de humo tierno<br />

y tu oración de cortejo,<br />

novia núbil de aguacero negro<br />

virgen consagrada al <strong>Sol</strong>.<br />

Así dijeron al tiempo<br />

dame lumbre y dame cierzo<br />

para plañir en el hueso<br />

la ocre tumba de lo muerto.<br />

¡Dame tu verso ovejero<br />

mitad lumbre y mitad tiempo!<br />

Y así pasaron diciendo<br />

¡somos la altura <strong>del</strong> viento!<br />

Chozón partido en destierro<br />

Peñón adusto y sincero<br />

Paz de antigua bravía.<br />

Lomura de cierzo blanco<br />

Despeñadero perdido<br />

mujer de inca realeza.<br />

Poderío en Andas quieto.<br />

Memorial<br />

73<br />

(Hacia las costas de San Lorenzo, 1978)<br />

La nota musical de agua<br />

al soplo<br />

en el cántaro de barro.<br />

Venus de Valdivia que vino marinamente.<br />

Quemadores <strong>del</strong> maíz verde, y envenenador<br />

Creadores <strong>del</strong> fruto amarillo.<br />

La olla de los Vikingos.<br />

Cien duelas en dormidera<br />

esperan al vagón.<br />

La máquina profunda<br />

adolece su voz de brío<br />

su viaje negro<br />

blanquinegro<br />

de túnel y alba.<br />

74


Su viaje largo<br />

lento fierro<br />

de piel pesada.<br />

Y la riel de sendas<br />

desgarra su astilla eterna<br />

cuando vibra el polvo<br />

hijo de la tierra a fondo<br />

en la tristeza maltrecha.<br />

Hierro y piedra se han fundido<br />

amistando hora a hora<br />

en la medera yerta.<br />

Cuesta arriba el caminillo zigzaguea<br />

cuesta arriba me hala su silencio.<br />

Cuesta arriba su misterio me enajena<br />

y me abre hoja a hoja su secreto.<br />

A cuatrocientos Cayapas los esclavos negros<br />

sacrificaban<br />

de roca y mar viniendo<br />

liberados ya por el ímpetu <strong>del</strong> piélago y su oleaje.<br />

Cuatrocientos Cayapas perecieron.<br />

La dormidera <strong>del</strong> trago negro jadeaba en medio de<br />

la fiesta<br />

fiesta negra, midiendo la fiesta India.<br />

La rumba nueva los mareaba<br />

anzuelo de serpiente negra<br />

y uno a uno los indígenas caían.<br />

Fueron degollados en sangre, ebrios de yerba loca<br />

extraña mezcla y danza erótica.<br />

Liberados vinieron <strong>del</strong> mar los hombres negros<br />

barrridos por la oleada que enmudeció al<br />

barco blanco<br />

cuando se hundió el grito <strong>del</strong> Forastero encapotado<br />

en hierro<br />

cerca ya a invocar nuevamente el himno de Tierra<br />

y volcados con la vista a la orilla en sueño.<br />

Hombres y mujeres negros rompían sus amarras al<br />

tiempo y al Siglo<br />

y fueron con hambre de mar ahogando sus días en<br />

la batida <strong>del</strong> remo vivo<br />

braceando el brazo negro, remo vivo<br />

y zambullendo sus sombras negras en el perfil <strong>del</strong><br />

agua al sol<br />

75


hasta dominar mar y tierra en su oscura mirada de<br />

venganza negra.<br />

A cuatrocientos Cayapas sepultaron,<br />

celosos de aparentar una hospitalidad extraña<br />

enfermos aún de su vieja esclavitud recién vencida.<br />

Ciegos en el furor de la sangre<br />

se enardecieron y sepultaron sangre buena de indio<br />

sangre casi nervio, casi fibra era. Sangre antigua.<br />

Enmorenado el indio; el Negro se hizo costa y tierra<br />

y nació el pescador eterno, el de la mar y el<br />

fuego desvelado de la noche<br />

el pescador sigiloso,<br />

y el amor de la pescadora que espera lenta el<br />

fruto de la red<br />

el amor de la pescadora mía, amante nuestra de la<br />

piel <strong>del</strong> agua<br />

de la piel tan suave y húmeda como la ola recurvada<br />

en la sal, y la demora<br />

en la piel redonda y buena, en la piel de la amante y<br />

pescadora<br />

Y de viaje en viaje cargando<br />

sobre la madre el fruto <strong>del</strong> Indígena<br />

un niño duerme, desde el Schyri…<br />

A recorrer lema y destino:<br />

herencia guerrera<br />

y sucumbir en el páramo su ancestro.<br />

¡Duerme tu tiempo tierno<br />

niño indio y moreno,<br />

que vendrá por tí la Patria<br />

a pedirte, Sombra<br />

el olvido de tu Imperio!<br />

Inca y Scyri heredaban el siglo de un<br />

sagitario falso.<br />

Hermandad serena y triste<br />

esperaban el <strong>del</strong>irio <strong>del</strong> Dios<br />

en los mensajeros de un Viracocha cósmico,<br />

y se les dio la sangre y el ruido<br />

amontonada sobre su humana sangre.<br />

76<br />

77


Y como descarnándose, jinete y<br />

grupa descendieron<br />

trayendo la noticia de un diverso y nuevo Dios<br />

Más grande y humano que los dioses nautas<br />

que arribaban.<br />

A voz de “hereje” fue tomado preso…<br />

Siete guandos de oro a Cajamarca ascendían<br />

bautizó al Inca la Cruz desconocida<br />

el Chasqui volvía de voz en voz diciendo<br />

viendo sacrificar al sagrado Hijo <strong>del</strong> <strong>Sol</strong><br />

que remoliendo remolían con el arma,<br />

con garrote Vil en mano y ya sin alma en<br />

la mirada<br />

así estaban matando<br />

dijo llegando la Mensajera de las Zarzas<br />

y en Saraguro a media plaza<br />

dijo diciendo, dijo<br />

-¡él “Anocheció en la mitad <strong>del</strong> día”!<br />

Que en un principio vino la Cruz sin Cristo<br />

y seguida la espada.<br />

Un diálogo universal de tierra a tierra<br />

no dijeron al Indiano<br />

y le impusieron el orden y la vida<br />

desconociéndole sus milenios de maíz y sangre.<br />

Desterraron el amaranto, sepultaron la quinua<br />

a cambio traían el azúcar, el trigo<br />

y borraban la humana rebeldía dando muerte.<br />

Pero vieron los secretos <strong>del</strong><br />

anestésico ají…<br />

Trajeron el piojo también<br />

que hizo ladrar al perro silente y mordedor.<br />

Y en el tiempo americano aún no se<br />

inventaba la Mentira.<br />

únicamente se luchaba con la rabia.<br />

Y se le negó inteligenciar la filosofía y<br />

la historia <strong>del</strong> otro lado <strong>del</strong> mar<br />

que al inicio la aceptó el Inca con respeto<br />

diciendo eran los que la llevaban mensajeros<br />

de los dioses<br />

mas la Biblia no estaba en idioma de entender<br />

ni al oído ni a la vista.<br />

78


La riel extiende su viejo frío<br />

El túnel peligra denso<br />

Un gallo agita al viento su blancor<br />

y enorgullece en canto su color.<br />

El cañaveral adusto frunce el ceño<br />

y deslumbra en el viento toda la quebranza.<br />

Cabellera de verde, en nostalgia amplia.<br />

Cañaveral gitano de pacer sombrío<br />

dame de tu viento amigo<br />

que repasas y repasas en la multitud de siembra.<br />

Blando cañaveral, mo<strong>del</strong>a tu ola tensa<br />

y anochécete en tí mismo<br />

en la oscuridad de tu entraña atardecida.<br />

Tu ansiedad de árbol te alarga, te amansa y resplandece.<br />

Va tu amplitud hija <strong>del</strong> viento<br />

hecha onda larga y pena oculta<br />

Va tu lentitud de firmamento<br />

y tu longevidad de sueño.<br />

El tren, lagarto rojo<br />

se escuda y desempolva<br />

Un atardecer abre su boca<br />

niebla arriba,<br />

bordoneado en oro<br />

y en silencio.<br />

Luego un túnel verde<br />

nos invade en la sombra.<br />

Arboles de selva, cazados<br />

amontonan su muerte en la tara.<br />

Los hombres aduermen<br />

su magnitud de niños.<br />

Toda la niebla se asombra<br />

de la minúscula luz<br />

que vagabundea en la alcoba.<br />

Lluvia de mar nos recorre<br />

en la distancia perpleja.<br />

La gente discurre en la noche<br />

su sapiencia pasajera.<br />

Yo desnudo la honda tarde<br />

79<br />

80


en la quimera serena.<br />

La vela se santifica<br />

en su redoma de sombra:<br />

Negror inquieto.<br />

El insecto parpadea<br />

su agonía de ala enferma.<br />

Y la luz sigue amasando<br />

una esperanza de verso.<br />

La nube vibra el reflejo<br />

de la estela iluminada<br />

La jaiba pace su color<br />

hecha largo y aire en el correr <strong>del</strong> brinco.<br />

Su cueva propia, inconfundible<br />

se obscura en onda fosa.<br />

Los cocoteros amarillan la cría de agua<br />

La red descansa su resol de muerte.<br />

El mar ha traído una muñeca desmembrada<br />

desde su tesoro azul.<br />

La canoa enfamiliada<br />

afirma timón y remo<br />

negra la barca, negra la piel.<br />

El sol, ojo redondo, se desnuda en frío<br />

y las nubes relamen su fulgor.<br />

Y las nubes desdibujan monstruos titánicos<br />

en sonámbula amplitud marina.<br />

La locomotora roja<br />

cangrejo inhóspito<br />

aparece en la vendimia.<br />

Se aventura en la riel.<br />

Como deja él su cueva, hacia la arena.<br />

Mujeres negras, hombres negros venían<br />

desde el viaje perpetuo <strong>del</strong> tren<br />

a escudarse en el agua.<br />

Colgados venían de la rejilla de un vidrio veloz<br />

mano sobre mano, pie sobre pie, cuerpo a cuerpo<br />

venían.<br />

De vida en vida viniendo,<br />

peligrando quedar hechos sombra<br />

en el túnel abierto como una boca de hambre<br />

a la tierra.<br />

81


Hechos ascuas de tanto apretujarse al vidrio repleto<br />

o tendidos sobe el techo resolado<br />

hora tras hora de distancia y viento.<br />

Pájaro y selva<br />

van transparentando el ocaso.<br />

La isla abre sus ramas al viento nuevo<br />

braceando en alto abrazo.<br />

Las rocas aprietan su pie<br />

de oro y sombra:<br />

La piel enamorada al monte.<br />

Ya el azul bate un agua dura.<br />

el proceso <strong>del</strong> lnca<br />

Y Pachacámac exhortó al Cotopaxi la víspera<br />

anunciando la llegada en la unficación <strong>del</strong> Teos<br />

por eso los indianos no defendieron sus cinco mil<br />

vidas.<br />

Pero el hombre blanco no supo invocar el mensaje<br />

nuevo<br />

el mensaje <strong>del</strong> otro lado <strong>del</strong> mar.<br />

No supo decirlo.<br />

Y vinieron a tomarse las tierras, ya no a<br />

descubrirlas.<br />

La línea roja a humana altura<br />

tendría color de sangre para el oro puro<br />

para rayar el monto de esa muerte.<br />

Rayar el peso de oro, y plata<br />

las diez y ocho onzas de una antigua Libra.<br />

La intriga y la confusión <strong>del</strong> indio Calicuchima<br />

celoso de los ruegos secretos <strong>del</strong> esposado<br />

a los que ni siquiera dio oídos el extranjero<br />

así mató a Huáscar Inca sin orden de mando<br />

que Atahualpa hermano de sangre estaba preso.<br />

82<br />

83


Hasta la palabra fría <strong>del</strong> español más muerte trajo.<br />

Harta la abundacia<br />

escogieron el Oro<br />

y despreciaron la Plata.<br />

Sólo dejaron el joyal de Huaynacápac<br />

que el Inca preso había ordenado lo dejasen.<br />

Era el cadáver que una mujer viva abaniqueaba<br />

pacientemente.<br />

Y en el centro de la <strong>América</strong><br />

el Cometa presagiaba la catástrofe<br />

y ordenaba la misión al azteca Moctezuma.<br />

El oro los enloqueció a media trocha<br />

y entre sí los europeos reñían como mozos.<br />

El mayor tesoro <strong>del</strong> mundo fulguraba en un<br />

repartido rescate.<br />

Rumiñahui y otros indios<br />

devolvían a la tierra la minería dorada.<br />

Repartiéronse el oro<br />

y la plata<br />

y embarcaban parte<br />

pesando el mar.<br />

El mundo blanco tuvo envidia de la España.<br />

Doce millones de pesas de oro,<br />

marcó la balanza de la sangre.<br />

Inventaba su voz de celos el intérprete<br />

celos por mujer india<br />

y parecía como que hablasen en tres<br />

lenguas.<br />

Cuando el Jefe blanco,<br />

el Analfabeto, que no todos firmaron la causa<br />

desconoció el nombre de su propio Dios<br />

grabado en la uña fornida de Atahualpa<br />

montó en desprecio el Inca<br />

mas una lanza verde en el cielo anunció su muerte.<br />

La misma lucidez de altura, heraldo de morir<br />

84


en quince soles proféticos antes <strong>del</strong> vasto crimen.<br />

Presagio tuvo el Inca.<br />

Junio de 1985<br />

intipac poema de un <strong>Sol</strong> étnico taquicuna runa<br />

cocha india<br />

Ancha el abra va amainando la plenitud de la cima<br />

Monte arriba va queriendo la mansedumbre <strong>del</strong><br />

agua.<br />

El instante va sintiendo en el Tiempo su senectud<br />

Todo en surco va espejeando su magnitud el<br />

oleaje,<br />

Seno a seno va sombreando la emboscada de monte<br />

y sombra a sombra va quedando la voz que<br />

entierra el aguaje.<br />

Nube a nube va cerrando de soledad el sol viejo<br />

Peña a peña va calveando la blanquedad de la<br />

tierra<br />

y lumbre a lumbre va gimiendo la pasividad una<br />

estrella.<br />

Te hicieron de una erupción de ti misma<br />

y apenas me vas dejando el volcán de tu silencio.<br />

Dos vetas de amor te dieron,<br />

Una en el agua sombra, y otra<br />

en la sombra misma.<br />

Amamantaste la una, y la otra<br />

va aquenando sus ansias marinas.<br />

Santo lago de sendas y cuí. Laguna grande.<br />

En el siglo te supieron de Inca y agua mitayera<br />

Y aún orillas un mensaje de lo vivo y de<br />

agua adentro,<br />

que va surtiendo <strong>del</strong> fondo en un tejido de brillo<br />

que va partiendo <strong>del</strong> viento en un vibrante quejido;<br />

85<br />

86


y en todo el retorno, la voz <strong>del</strong> mitayo se<br />

a<strong>del</strong>gazaba en el céfiro…<br />

Aún así tu onda empeña su temblor de vidrio<br />

temiendo un paso agreste que destruya el<br />

eco turbio,<br />

buscando un ojo duro que rescate la honda flecha<br />

cuando un pie de viaje y polvo huelle al tiento<br />

y un pasado de piel firme se detenga en el suelo.<br />

El quinde vino <strong>del</strong> arco iris<br />

era el cabello <strong>del</strong> sol.<br />

Alma de cuerda guitarresca tienes<br />

y perfil inquieto,<br />

casi en decir de lirio.<br />

Agua lirio y lirio ajeno<br />

ya te acuden casi yertos.<br />

Hosca muerte en el <strong>del</strong>irio<br />

cuando la voz desde el fondo<br />

ha partido.<br />

Schyri, lirio, agua y viento<br />

en un tacín de martirio.<br />

Nido de erranzas tienes<br />

y pétalo por momento.<br />

Pienso de tiempo vives<br />

y tiempo de experimento.<br />

Sangre en la noche acude<br />

y paso de querimiento.<br />

Voces de piedra rayan el alba<br />

y fuga un hijo de Inca quieto.<br />

La madre mece en el agua<br />

un seno atento de hijo y sexo.<br />

Y el Scyri desentierra su voz de grito<br />

y en su mirar deshecho va pereciendo.<br />

Y así, me voy temiendo<br />

que el agua tiene secreto adentro.<br />

Cerca de tí, está el lago de la sangre.<br />

Y voy padeciendo, el alma<br />

en el error que un día repleto<br />

acodillaron tu trigo eterno<br />

y enmorenaron tu duelo enfermo.<br />

87


¡Ah, hijo de Inca e Inca viejo<br />

tu atávica historia despojar quisieron.<br />

Tu tiempo han herido<br />

pero no lo han muerto!<br />

La madre se fue tejiendo<br />

una lumbre de hijo entero.<br />

Y el cabizbajo mirar yaciendo<br />

nos va encogiendo el silencio.<br />

¡Hijo de Schyri, Inca Viejo,<br />

tus tiempos han herido<br />

pero no han muerto!<br />

* * *<br />

En la cordura de La Concordia<br />

alza su pálida mano viva<br />

el Caldo de Menudencias<br />

última ofrenda que el gallo deja<br />

en el atardecer de la Merienda.<br />

Cuicocha<br />

Y el grillo, hace tricolor su ronda lerda<br />

en la luminaria incandescente <strong>del</strong> planeta<br />

mientras el hombre llora su ambición pequeña<br />

en medio de este bello Universo, estrella y<br />

Tierra.<br />

MAGIA<br />

Abril 1979.<br />

Un pájaro humano<br />

descarga su mochila de vida<br />

y enancha el ala en el vuelo.<br />

¡<strong>Sol</strong>itario el mar te recibe<br />

88<br />

26-VII-81<br />

89


en su ancha ala larga<br />

en su copa de ola inmensa!<br />

Este verdor insigne<br />

que me lleva al agua.<br />

Este plantío abochornado<br />

que se mece en alga,<br />

alga y brisa..<br />

Esta pasión de selva<br />

pena aquí su desvarío<br />

perdida en la tierra acogedora.<br />

Esmeraldas<br />

río de agua ancha y caminante<br />

llevas en tu lomo la huella de la espuma<br />

y de tu vientre.<br />

Para cruzarte el alma fría<br />

hace falta trasnocharte<br />

y abrevarte el rumbo.<br />

Te dejaré silente y denso<br />

y te buscaré en el piélago<br />

náufrago tú de una ola hambrienta.<br />

Una intensidad de siembra<br />

holgazanea en la montaña<br />

Piel de espiga<br />

se libera en viento<br />

Crin de monte<br />

rescata la luz<br />

de la entraña de la tierra,<br />

y pone el fruto<br />

en el verdor más ínfimo.<br />

Piel entera<br />

monte y pueblo.<br />

El cielo marino se ilumina<br />

y se hace a la mar la distancia.<br />

El monte abre una brecha<br />

y el pájaro cruza<br />

su sabiduría de agua.<br />

El sol<br />

teodolito y piedra<br />

se ha trizado en un ala de nube,<br />

90


ahogándose ya en su océano<br />

monstruo eterno.<br />

Una mariposa negra<br />

negrea su descarrío<br />

e intenta cambiar su pluma leve<br />

con un paso de jaiba loca<br />

enamorada su obscuridad<br />

de la obscura cueva nauta.<br />

Y los hombres<br />

cangrejos pintados el vientre,<br />

desbordan su multitud<br />

ajenos a la inmensidad que les asorda.<br />

Oh! mar, amadamente bueno,<br />

te cantaré en la onda<br />

con mi palabra<br />

quebrada y hundida por tu canto.<br />

Hay un desamor<br />

en el amor de la ola.<br />

Hay una inquietud<br />

en la quietud <strong>del</strong> alba.<br />

Hay un tardo tul<br />

azulando en el sereno seno.<br />

La arena fuga su intensidad de espuma.<br />

Y he aquí<br />

que tu agua intenta hacerse mar.<br />

Y el mar<br />

intenta hacerse agua.<br />

Y es que vas muriendo<br />

ola a ola<br />

tu esmeralda sacra.<br />

Llevas el color <strong>del</strong> mar pequeño<br />

y tu ansiedad de firmamento.<br />

Cuesta abajo<br />

sucumbiendo<br />

en tu viaje de destino y sal.<br />

Esmeralda y río, Río luz.<br />

Y de tu sonoridad lacustre<br />

el agua endulza la sal inmensa.<br />

91


92<br />

Pluma de océano<br />

Súa<br />

aleteo ínfimo<br />

momento de piélago que olvidó ser.<br />

Plumilla apenas <strong>del</strong> gran brazo blanco,<br />

y de su mano playera.<br />

Aquí dejaste de ser pájaro, pez<br />

y te amainaste en agua.<br />

Aquí eres piel vaciada<br />

<strong>del</strong> monstruo sordo<br />

que se renombra en alba.<br />

Que se abochorna en la profundidad <strong>del</strong> alga.<br />

Aquí eres sólo un titubeante lago<br />

que no tuvo cauce, y vino a beberte,<br />

¡Oh! grande mar<br />

un trozo de alma y labio.<br />

Aquí eres marino y mujer<br />

casi madre<br />

en tu dulcedumbre larga.<br />

El pájaro recrea<br />

su horizonte de sal<br />

en el insomnio fiel de la cazcarria.<br />

Hogar de parda soledad<br />

en la lumbre <strong>del</strong> pez y de la barca.<br />

Palmeras niñas<br />

elefantes nacidos<br />

con su color puro aún<br />

desconcertadas e ingenuas<br />

mueven sus orejas de palma<br />

El gris hecho luz.<br />

Y el canto <strong>del</strong> gallo<br />

hecho eco<br />

va horadando la paz.<br />

Mocedad de selva<br />

canción herida en el aire por la eternidad.<br />

Y la piel<br />

repite en el monte<br />

su hazaña verde tul.<br />

93


Pueblopuerto<br />

Santo Domingo<br />

Ciudad esquina<br />

donde el país se divide en cuatro.<br />

Llevas coronada tu estrella de viaje<br />

y con tu girasol de nombres<br />

manejas los rumbos <strong>del</strong> camino.<br />

Envía tu mano, gigante y pequeña<br />

por la ruta de la muerte<br />

y por la senda de la vida.<br />

A unos das el ancho mar<br />

a otros, la serranía.<br />

De tu sola esquina se despiden<br />

los viajeros de la muerte<br />

y los viajantes de la vida.<br />

Llevas cuatro lumbres como cuatro vientos.<br />

Marcas los destinos <strong>del</strong> agua y de la tumba<br />

<strong>del</strong> mar y la montaña.<br />

Obscurecido con la sombra <strong>del</strong> silencio<br />

está tu día.<br />

Bordoneado por la huella de la noche.<br />

Vela tu guía sonámbula el don <strong>del</strong> trecho<br />

Y tus gentes ven partir<br />

la vida hacia la muerte<br />

la muerte hacia la vida.<br />

Los colores <strong>del</strong> circo ventanean<br />

y han sacado a secar sus risas mascaradas<br />

en este sol de lluvia que humedece la alegría.<br />

La ciudad está casi de Domingo.<br />

Que la misma lluvia ha mojado para todos<br />

como agua santa que rociara el cerro.<br />

Ahoguemos la palabra en todos los caminos.<br />

94<br />

Y la araña esotérica de los Colorados<br />

viene en veces con la noche.<br />

Magamente va viniendo.


Tatatambo<br />

fábrica de niebla<br />

hondonada y humo.<br />

Tienes forma de mujer.<br />

Neblinas que como un fantasma van surgiendo.<br />

La cascada descuelga una mujer de sexo blanco.<br />

Y tu Orquídea florece en luz<br />

entre la vieja roca gris…<br />

El poema de los cuatro caminos.<br />

PIEDRAS EN LUZ<br />

Eras el sitio que el centro <strong>del</strong> sol señaló.<br />

Cerca al ombligo <strong>del</strong> mundo<br />

vieron bañados de calor los pajonales:<br />

Desde lo alto el indio columbraba<br />

elegía con su dedo índice los lugares<br />

Su cabellera larga ondeaba al viento sobre la<br />

voz de la mujer<br />

Así Quitumbe sembraba tu choza en aguas.<br />

Y ante los invasores marinos<br />

a quienes no dio crédito de dioses<br />

Rumiñahui te escondió en el fuego de la<br />

historia pura.<br />

Las piedras que nuevamente cimentaron, son las<br />

mismas<br />

Las torres se iluminan<br />

como dos pechos anchos<br />

en toda la Plaza Grande.<br />

Veleta al viento el Galloaurora de la catedral<br />

Una senda de altura blanca<br />

en la noche se desliza:<br />

pájaros de vuelo quedo<br />

van deteniendo su marcha de gloria<br />

en la plazuela <strong>del</strong> tiempo.<br />

Y me van diciendo lentos<br />

toda una lumbre de cielo<br />

95<br />

96


altor en celo<br />

sobre este polvo alegre, y saleroso.<br />

Quito ronda entre la noche.<br />

La cuesta de los suspiros<br />

la Parada de la veintycuatro<br />

la Mamacuchara<br />

Santo Domingo, avenidaycalle, La Concepción…<br />

Una magia de luz<br />

se esconde entre tus cúpulas.<br />

La lluvia se viene<br />

como un monstruo marino, nuboso<br />

sobre la ciudad en sol.<br />

Pomasqui en lontananza, centro citadino <strong>del</strong><br />

mundo<br />

Cumbre adentro están los pueblos.<br />

En el Centro antiguo de la tierra<br />

se alza el pucará de Rumicucho, vieja<br />

línea.<br />

En medio de toda la Americúa<br />

Tierra de los Viejos y los Años;<br />

año treintamil de historia y Vida<br />

de tierra y vida.<br />

La tola indígena<br />

puntiaguda y sola<br />

mira desde el monte al monte<br />

Mirador desde el entierro y la tumba de los<br />

guerreros caídos<br />

shiris heroicos que vigilaban la siembra<br />

cuando el inca invadía<br />

cuando el español vencía<br />

y refundaba la ciudad<br />

con el artesonado de la piedra.<br />

El puente en la niebla dura, vuelve de lumbres<br />

grillos color de trigo,<br />

vidrio a vidrio tu luz entre la sombra.<br />

97


Quito ronda en la noche.<br />

El monte negro se ha puesto un collar de luces<br />

y cual pez de un mar de aire, adormecido<br />

recoge su frente<br />

instinto insumergido en el poder <strong>del</strong> polvo<br />

espectro de monte y de cautivo<br />

Serenidad azul<br />

que la cornisa escucha<br />

Sabedora de relumbre y lluvia<br />

Y el arco se absorbe y repliega<br />

en la piedra casi humana<br />

que se une y desune en la calleja.<br />

Pasillos, Sanjuanes, Pasacalles, Albazos…<br />

Yaravíes…<br />

Plaza temprana de muchedumbre y alba<br />

sigilosamente entornas el torreón sonoro<br />

y retumba la campana su eco largo<br />

Llevas ceñido el cetro blanco<br />

insignia de sueño y tiempo viejo.<br />

Y el monje en la madrugada…<br />

Quito ronda luz entre la noche.<br />

Tirón de niebla<br />

la bocanada antigua de Guápulo<br />

valle abajo recoge el latido de la ciudad<br />

redoble de paz. Aire a aire remiro el planeta<br />

que como un surco me va dando su quimera verde<br />

y voy camino <strong>del</strong> verso, huérfano de luz<br />

tomado de una plenitud que extraño, y soy.<br />

Buscaré el poema<br />

sobre la lluvia larga<br />

Cuando toda la montaña<br />

se aventure en mi alma.<br />

Cuando todo el ser de piedra<br />

detenga en las esquinas su oración; Artista<br />

obrero de todas las tardes, y de todos los muros<br />

Obrero y artífice <strong>del</strong> Quito mágico<br />

de todas sus cuestas, y todas sus mestizas<br />

99<br />

98


herencias<br />

de todas sus soledades que hechizaron la piedra y<br />

el alba.<br />

de todas aquellas mujeres de negro y de manta.<br />

Era el juego de los Aguinaldos.<br />

El hombre te ha hecho en todas sus edades<br />

madura la miseria, ancha el hambre de tenerte.<br />

El Cara te hacía en barro, paja y roca<br />

oro y sol, oro y Templo, te hicieron<br />

penas de amor en tu balcón pusieron.<br />

Te vistieron de <strong>Sol</strong>, y de nocturna soledad.<br />

Y te dieron<br />

Tiempo<br />

y Tiempo.<br />

Parameando<br />

Quito se desparrama en luz<br />

cumbre abajo, en la montaña intacta.<br />

(Plaza de Santo Domingo, 11 p.m.)<br />

el Cinco<br />

Y la gente<br />

madura de fiesta…<br />

Quito ronda luz entre la noche.<br />

100<br />

pasó el Cinco, pasó…<br />

Y nos quedamos titilando<br />

en la memoria de un instante, de una imagen<br />

En la memoria de una calle,<br />

en la memoria de una lumbre,<br />

En la memoria de un Adiós.<br />

Pasó el Cinco, pasó<br />

con su trajín de vasos, y de alcohol.<br />

Con su trajín de ausencias.<br />

Pasa el cinco, y viene<br />

sigilosamente<br />

la quietud <strong>del</strong> día.<br />

Amanece entre la luz<br />

nuestra cosecha de risas


en el rincón de la alegría,<br />

que renace, y se emborracha<br />

de piedra y de balcones.<br />

Amanece entre la luz<br />

nuestra dolencia.<br />

Pasó el Cinco, pasó<br />

con su trajín de vasos, y de alcohol.<br />

Con su trajín de ausencias.<br />

6-XII – 4 a.m.<br />

101<br />

CRONICA DEL ORO<br />

El viento te escolta.<br />

Zaruma roja.<br />

El cielo es una mina de oro<br />

plata y Oro el atardecer.<br />

Tus árboles devanan su sombra<br />

y la guerra te circunda.<br />

Pueblo Piñas<br />

Las casas encaramadas en la caña…<br />

Callecitas de cáscara<br />

Piñas Alta.<br />

Azul dorado un pájaro.<br />

Ladrillo y flor,<br />

tu nombre se alza<br />

Zaruma roja.<br />

La chancadora muele el día.<br />

Las palomas arrojan su vuelo<br />

de la teja al suelo.<br />

Unas canastas arrumadas sobre el mercado<br />

mansamente<br />

a la altura <strong>del</strong> canto <strong>del</strong> gallo.<br />

El rincón zarumeño<br />

las cortinas cristalizadas en el vidrio<br />

y la madera repujada en el color lento<br />

102


Tu escudo<br />

mina y sol,<br />

Zaruma sola.<br />

El gallo<br />

alza su colorido en la calleja.<br />

y sacude de su pluma la bravura.<br />

Aquel cipresillo destinado en ave…<br />

Duende tu luz, entre la niebla abrupta.<br />

Y la mujer de la bruma,<br />

negro el ojo, en la brisada angustia.<br />

Lluvia de color<br />

lluvia franca.<br />

Un perro hace notar<br />

la nostalgia <strong>del</strong> agua.<br />

Las ropas se cuelgan de la niebla<br />

aflorando en el calor la vida vieja.<br />

Maceteros detenidos en su muro<br />

Color de flor, hoja quieta.<br />

Tórtola parda y pájaros de oro<br />

entre plumillas de limo vasto.<br />

El tejado curvo en una ala de pájaro yerto.<br />

Un camino repta la loma<br />

y se recurva viejamente el pueblo.<br />

103<br />

El minero lleva en el rostro la noción <strong>del</strong> metal<br />

cuarzo ajeno…<br />

Su lámpara ha envejecido de luz<br />

Cuando la tierra guarda en la hondura el oro nuevo.<br />

Pozos de lumbre entre la fragua inmensa.<br />

Piedras de oro el agua lava y relava<br />

Restos de sangre la muerte va enterrando.<br />

El Balde campanillea niñamente.<br />

El Balde irrumpe en medio suelo.<br />

Y el trencillo va en busca <strong>del</strong> fulgor<br />

dócilmente<br />

gitano él de un nuevo Encierro.


El río Amarillo cunde en la riqueza<br />

bravío irrumpe el aire, en coro<br />

a contar con su voz inentendible<br />

<strong>del</strong> secreto y de su imperio.<br />

El agua huele a oro<br />

a Inca fenecido, PortoVelo,<br />

a extranjero enfermo por el cuarzo.<br />

Las mariposas van a mojar su color<br />

en el polen dorado que la máquina dona.<br />

Van a beber oro en la fiesta india<br />

a vestirse de brillo y de sol.<br />

Redon<strong>del</strong>es de cabello virgen:<br />

Eran las lavanderas <strong>del</strong> color;<br />

104<br />

es el mecanismo extraño<br />

que el engranaje rumorea,<br />

y es la premura <strong>del</strong> viento<br />

que se amansa ante el reflejo lleno.<br />

Van a beber oro desde el tiempo de la mina<br />

mina india que adornaba de color la fiesta india<br />

mina india embellecida en la mujer<br />

paciente lavadora de la hermosura scyri.<br />

Redon<strong>del</strong> desnudo, de mujeres de oro.<br />

Mariposa de color mariposero<br />

mariposa que asustó la guerra.<br />

Una alcoba mineral a tu rescate<br />

bravo Scyri, Rey <strong>del</strong> <strong>Sol</strong>,<br />

ofrecían y reofrecían a los diosesNautas<br />

que dándote muerte saqueaban<br />

oro y plata.<br />

Tu imperio estaba en el Sitio <strong>del</strong> sol.<br />

Era el tiempo en que viajabas a tu coronación<br />

desde tu nombradía de Atunhalpa, Jefe en<br />

Territorio,<br />

a recibir el Tahuantinsuyo en el imperio de tu<br />

Cetro.<br />

Cajamarca fue tu féretro…<br />

Pintag tu General.<br />

Dos mil indianos desenterraron tu cuerpo<br />

embalsamaron tu piel tostada<br />

y emprendiendo viaje a Quito anduvieron la<br />

noche.<br />

En el paso plañían los himnos de queja.


105<br />

¡Oh! Lavadoras <strong>del</strong> rocío en la mañana<br />

mañaneras <strong>del</strong> alba, mañaneras.<br />

Lavadoras <strong>del</strong> metal y <strong>del</strong> rocío<br />

lavadoras <strong>del</strong> alma.<br />

El pájaro entonaba la canción suprema<br />

lavanderos de la arena, el pico de oro.<br />

Y la molienda minera: piedras de oro<br />

refregaban al alba con la piedra.<br />

El puma sagrado, el cóndor sagrado, el<br />

sagrado sapo<br />

y una trilogía en hijo y hermano , y la creación de<br />

las cosas y los hombres<br />

y la lluvia universal de un día antiguo<br />

y los hombres vestidos de hojas en el principio<br />

<strong>del</strong> mundo<br />

estaban en la mitología india.<br />

en la mitología quechua<br />

en tu filosofía y en tu historia, Ata Huallpa Inca.<br />

Oro sagrado para adorno de los hombres y los<br />

dioses.<br />

Y el Hacedor único estaba ya en la cima de<br />

sus cantos, el Invisible Ser.<br />

Creían desde ya en lo eterno <strong>del</strong> dios<br />

La premonición de los patos y las aguas<br />

La molienda <strong>del</strong> cuarzo se hizo guerra.<br />

Hoy tu molienda es hierro y rueda<br />

hoy, tu molienda <strong>del</strong> hombre, y la sirena.<br />

Ya el redon<strong>del</strong> dorado es de oro frío<br />

106<br />

La Bocamina mira desde su guarida de monte<br />

la oquedad <strong>del</strong> pueblo en sueño.<br />

Porto Velo sin dueño, Porto Velo.<br />

Plata de lluvia el atardecer.<br />

Azul dorado el pájaro, Porto Velo<br />

Tu mina se abre<br />

brecha de oro.<br />

La tierra agiganta su vientre<br />

y la lumbre se atemoriza ante la sombra.


Zaruma nos enreda en laberinto<br />

y nos acorrala en el partir.<br />

Zaruma roja nos tiende su red de soledad<br />

Zaruma sola.<br />

Los enormes cilindros, desdentados<br />

desmenuzan y desmenuzan el color<br />

Y el gallo canta su colorido de alba.<br />

El maíz tiene rumores de oro<br />

en el valle náufrago de fondo.<br />

Viejo Hogar <strong>del</strong> Inca viejo<br />

Fértil secreto de la tierra fértil.<br />

Mi orgasmo de verso mira el asno de ojos negros…<br />

Negro y fulgor la nómada crisálida.<br />

107<br />

Los ríos bifurcan sus dedos de greda.<br />

La hermandad <strong>del</strong> agua<br />

nos junta en la frontera.<br />

Era la historia un disparo largo<br />

cuando el puente cansado hizo la paz.<br />

Huaquillas se renombra el río en Agua Verde<br />

la moneda es una sola desde el puente.<br />

Y el pez cruza y recruza la línea<br />

sin entender la distancia que flamea.<br />

Su única patria está en su infancia.<br />

MUISNE, LENTA CHOZA<br />

AVE Y PIE<br />

Muisne<br />

cisne choza, garza gris.<br />

Llevas anclado en el descuido <strong>del</strong> mar<br />

tus tientos de caña<br />

tu silueta de gris.<br />

Y las palmeras cubren<br />

tu lomo de pluma y paja<br />

Muisne<br />

tenue choza, ave gris.<br />

El mar te envuelve y descansa<br />

y la sal te amaina.<br />

Y tu nombre de ave te alarga<br />

en su rumbo de ala fiel.<br />

Muisne


Choza garza, cisne gris.<br />

108<br />

POEMA DE ORIENTES<br />

El río se libera de la sierra<br />

hacia la vida blanca de la espuma.<br />

Vive su vigilia de culebra blanca.<br />

Rompe su alma de agua blanca<br />

y se desnuda en la montaña.<br />

Corre y se adentra en la lomura<br />

a desnudarse, cual mujer buena, el río,<br />

en el rincón de la soledad<br />

en el rincón <strong>del</strong> alga.<br />

Vertiente de sí mismo<br />

vertiente larga.<br />

Y el túnel nos anuncia<br />

vida extraña.<br />

El anca <strong>del</strong> Pastaza<br />

se recurva,<br />

y se desnuda.<br />

Se desnuda en agua.<br />

El río<br />

tiende su furia de espuma<br />

y se despliega.<br />

Ola de miedo<br />

y de largueza.<br />

Espuma la senda.<br />

Espuma fiera.<br />

109<br />

Un vértigo de oleaje se ha quedado<br />

estatua fría<br />

la mano alcanzando la trocha<br />

en medio brinco.<br />

Y el agua se alumbra<br />

viejo frío<br />

en la cascada de la luz<br />

y <strong>del</strong> vacío.<br />

Y el valle se amansa en el sembrío


con la hembra palpitando<br />

en el fondo, enmudecida<br />

Acto de amor entre la tierra y el río.<br />

Hacen el amor cuando han fugado <strong>del</strong> frío.<br />

El agua hecha orgasmo sobre la tierra blanda….<br />

El río tiene la voz lenta.<br />

Y las casitas, cumbre yerta,<br />

Espuma y frío.<br />

Y el río sigue espumando<br />

su culebra loca;<br />

Tiene una voz lenta el río.<br />

Tiene una voz lenta y frío.<br />

Y el pueblo sigue a su vez<br />

sendero adentro<br />

una lumbre de espuma fiel<br />

en la nieve que hace<br />

la luna en el frío;<br />

en el frío <strong>del</strong> techo dormido.<br />

110<br />

Río Verde,<br />

te abres en ancho de siglo.<br />

Y el Pastaza te cruza<br />

haciendo un puente en el Iris:<br />

¡jinete suelto!<br />

Cascadilla brincotera<br />

hija de la espuma y el brío.<br />

Y la voz sigue espumando<br />

una angustia de sembríos.<br />

Cascada india e idolatrada.<br />

Y las ropas blanquetean su silencio, sabiamente<br />

mirando el valle a lo lejos.<br />

El Oriente se abre<br />

cual inmenso animal en celo;<br />

Como una mujer desierta<br />

hacia el amor <strong>del</strong> silencio.<br />

Y los ríos seguirán<br />

desnudando sus muslos de agua<br />

vírgenes en la selva<br />

selváticos de la lejura enferma.<br />

Y las casitas van colgando<br />

su fruto de camisón rojo<br />

Andamiajes en fruto


hogares de hierba<br />

Rocas posando animales yertos<br />

entre la lumbre de animales vivos.<br />

Hojas de lumbre.<br />

111<br />

El agua espuma el verde frescor de un<br />

rocío goteado en verde.<br />

Y el camino<br />

culebra viva<br />

va penetrando la mansión intensa.<br />

Un viento efímero y descarriado<br />

aletea apenas la quietud endeble.<br />

Sangay, pueblo dormido, en la pasión despierta.<br />

Y el río va amansándose<br />

en el albor de la espuma<br />

pasado el orgasmo, Río Blanco.<br />

Tu torrencial de trueno<br />

te une y desune<br />

río a río<br />

niebla a niebla<br />

lumbre a lumbre.<br />

Las dos espumas se espuman<br />

las dos aguas se hacen río.<br />

Río Blanco, río enfermo.<br />

Inmensidad de mares de frío.<br />

Y otro aguaje acude espumando<br />

y se suma, agobiado de roca<br />

a la canción <strong>del</strong> cauce inmenso.<br />

Ríos espejo<br />

ríos de sed.<br />

Puyo.<br />

Portón de selva.<br />

El pájaro canta su color<br />

112<br />

Peñascos de Sal y gloria<br />

permanecen al camino.


y la mariposa amansa su temblor.<br />

La mansedumbre <strong>del</strong> Napo<br />

amplitud intacta<br />

Vienes desde el río<br />

piedra y hoja<br />

y tienes aquí<br />

una holgura de hembra sola.<br />

Vas arrastrando el agua<br />

y es que te pusieron nombre de río.<br />

Y tu intento fue tenerte a ti mismo;<br />

y acariciarte agua a agua<br />

conversando tus secretos de onda,<br />

orilla a orilla.<br />

Y te quedas, te remansas y eternizas<br />

volviendo y revolviendo pequeñeces de espuma<br />

jugando a la inmensidad<br />

en tu pequeña espuma.<br />

Y te sumerges en la selva<br />

como quien emprende un largo viaje<br />

113<br />

río tú<br />

que tienes alma de viajero a cada instante.<br />

El callejón de piedra<br />

que el agua forma<br />

siglo a siglo,<br />

simula un largo lecho<br />

de culebra vieja.<br />

Lecho que una ola decanta<br />

como va haciendo la mujer<br />

el camastro <strong>del</strong> indio;<br />

Y se lo encanta.<br />

La choza intacta en la selvadura<br />

lleva en el techo<br />

el ropaje redondo y perfecto.<br />

sabiduría de hormiga<br />

sobre la caña buena.<br />

Mínima palmera<br />

acariciando un don de sombra<br />

en la ronda <strong>del</strong> fruto manso.<br />

Congota<br />

fin de trecho


La choza de tu pueblo<br />

es una flor de infancias.<br />

El ojo sumergido hacia el pasado<br />

rostro fiero<br />

mira y se adentra<br />

114<br />

el pie en la firmeza<br />

las narices abiertas al viento<br />

alma en celo<br />

cuerpo lento.<br />

La Tzantza nos mira sufrida<br />

cabellera viva cobijando el rostro reducido<br />

Vencido al enemigo la alza el Jívaro en su hazaña<br />

clavada sobre la lanza batiente en alto<br />

en medio de la danza ciega y de la guerra.<br />

Río Misagualí<br />

camino de agua<br />

camino río.<br />

El Nativo<br />

mago <strong>del</strong> color.<br />

Y el amor vela la playa <strong>del</strong> Misagualí<br />

El árbol abre su<br />

arco iris de seda.<br />

Río Coca<br />

espejo veloz.<br />

Se abaja la niebla densa<br />

y los troncos amanecen llenos de su color.<br />

La barca se mece venciendo<br />

al río que fuga lentamente.<br />

La serpiente navega su largor…<br />

115<br />

y las hojas<br />

mariposas solas<br />

caen sobre el paisaje de agua.<br />

El sol se hace hoja en el sendero.<br />

Los troncos<br />

como lagartos mutilados<br />

reflotan su cuello en el río.


La ban<strong>del</strong>eta flamea haciendo rumbo…<br />

Estas gentes no hacen lo que han de hacer<br />

sino lo que deviene hacer.<br />

“Campanas”… Mundaña<br />

Noción de indio<br />

siglos de bravura innata.<br />

Paisaje de árbol lento.<br />

Unas niñas relavan el oro<br />

haciendo su nueva libertad.<br />

Y entre las piedras van rebuscando<br />

aún faenando su historia <strong>del</strong> Rescate<br />

la piedrecilla dorada.<br />

Duchicela príncipe, Duchicela<br />

vive y contaría de la historia tanta<br />

descendiente de Atahualpa y de su<br />

raza.<br />

Enredaderas de alma verde<br />

sobre la magra humedad sin cielo.<br />

Trochas que perdieron su brújula<br />

serpentean en hoja obscura.<br />

116<br />

Aquí la india defendió su seno asustado y desnudo<br />

<strong>del</strong> montado fiero.<br />

Los pájaros conversan su verde soledad<br />

Y el Ocaso endulza de color el río.<br />

Y la palmera<br />

hace su mano viva<br />

al golpe de una cazcarria.<br />

La monada<br />

cinco veces humana<br />

en sus cinco manos.<br />

Llevas tu atrofia de hombre<br />

en el antifaz de la mirada triste.<br />

Una gallareta ronda en la orilla el amor <strong>del</strong><br />

Gorjeador.<br />

La piraña transparente<br />

lleva cargado el esqueleto de muerte.<br />

Y la hoja <strong>del</strong> curare


vivifica toda la herida<br />

en la mordiente huella que sutura.<br />

La luna en el río…<br />

Y la india desnuda su sombra<br />

cuerpo de oro<br />

en inocente animalidad dorada,<br />

magia humana y sola.<br />

117<br />

La Tarabita corre al aire sobre el Río<br />

como un envío hacia la muerte, un despido hacia<br />

el vacío<br />

Y el agua abajo abre sus bocas de hambre<br />

sacudiéndose el oleaje en busca de distancia y<br />

comiendo al aire.<br />

Y el Puente Colgante tendido sobre la<br />

brecha próxima<br />

se contornea y resuena y se hace eco en sus<br />

ondas de cuerda tensa<br />

cuando entra en resonancia al paso rítmico de la<br />

marcha<br />

hasta arrancarse a sí mismo de raíz el puente como<br />

un camino vivo<br />

sabiduría de la curva que se ecuaciona y rompe el<br />

número<br />

quedando derrramado sobre la pendiente, paso<br />

muerto<br />

barrida la carrera que nos hace héroes <strong>del</strong> miedo<br />

cuando parece que fuéramos el último cuerpo en<br />

dar la mano a la otra orilla.<br />

El tronco se momifica en un lagarto de<br />

ojo inmenso.<br />

En el casamiento no sangró la virginidad<br />

y la india Auca fue ajusticiada en media tribu.<br />

118<br />

La Ayahuasca penetra toda la verdad<br />

y hace la radiografía <strong>del</strong> alma y <strong>del</strong> nervio.<br />

Y para la planta <strong>del</strong> amor<br />

la hierba de enamorar


no hay yerba que desenamore.<br />

No hay planta <strong>del</strong> desamor…<br />

dice el brujo bueno.<br />

El trípode enmaíza el lavado <strong>del</strong> oro.<br />

Y el billete se amoneda<br />

y aquí aún es trueque.<br />

No es dinero aún.<br />

Y es el tiempo largo.<br />

Sin llevar minutero, lleva sol.<br />

El remolino <strong>del</strong> Llaganati<br />

defiende el oro <strong>del</strong> Inca Scyri.<br />

La voz se cuenta de barca a barca<br />

aquí<br />

Los secretos <strong>del</strong> agua.<br />

La isla hecha palabra.<br />

Cacique americano, en Caranqui nacido<br />

fuiste a endorar la espesura y el río.<br />

Y el mono imita<br />

vieja historia<br />

tristemente<br />

los ademanes <strong>del</strong> hombre.<br />

119<br />

La playa <strong>del</strong> Misagualí<br />

longeva sombra de longevo amor.<br />

Hijo de Inca y hembra Scyri,<br />

a medio camino te apresó la pólvora<br />

pólvora blanca;<br />

el arcabuz resoplaba a tu cintura.<br />

Inca, Inca preso, Inca Scyri.<br />

Cuando te esperaba la herencia <strong>del</strong><br />

Tahuantinsuyo<br />

las cuatro partes <strong>del</strong> mundo.<br />

Baeza de Ecuador<br />

el veloz oro negro te serpentea la cumbre.<br />

Llevas repintadas todas tus esquinas


en tu pequeño destino caminero.<br />

Y se detiene Papallacta.<br />

Tus estrellas de luz<br />

se han sembrado en el valle de agua,<br />

laguna obscura.<br />

Ya la ciudad riela y titila, sacramente<br />

en la boca de páramo.<br />

120<br />

* * *<br />

¡Ah! senda de mar enamorada<br />

Las nubes abren su lecho de tierra distante<br />

y el disco rojo canta su alegría de morir.<br />

Olas de marina lumbre<br />

tomadas <strong>del</strong> viento<br />

cabalgan sobre el agua.<br />

El pastor enrumba la manada<br />

marea arriba<br />

y vuelve guiando cayado e hijo<br />

confiando al mar y a su guarida<br />

el hato leve.<br />

Y el mar deja<br />

vieja furia<br />

blancas barbas de edad en la arena.<br />

Hijas de agua recién nacida<br />

y tiemblan y se incorporan a la brisa<br />

sin saber aún<br />

si son ave, ola, o pez.<br />

Son partos de la furia blanca<br />

enajenados de viaje y de barca.<br />

121<br />

el Valle de la vida


Y partimos<br />

al reciento sagrado <strong>del</strong> Tiempo.<br />

Donde en un cofre que hace el yermo<br />

se guardan la paz y la senda.<br />

En el río Quevedo la gente relava viejamente sus<br />

colores.<br />

Una ambición de barca se detiene golpe a golpe<br />

en el remanso de la piedra lavandera.<br />

Verde y floral,<br />

amarillo de aire<br />

el Guayacán solitario.<br />

Cantón “Ventanas”<br />

tu calor cuelga de la paja<br />

con paciencia sabia.<br />

El rojo canta su lumbre de flor.<br />

Y sobre el río Zapotal<br />

el amarillo reperdido en la ciudad.<br />

La seda <strong>del</strong> árbol<br />

redondo en brisa.<br />

Y el musgal<br />

forma un nido<br />

de amarillo.<br />

122<br />

¡<strong>Sol</strong>itario Pueblo Viejo…!<br />

El artesonado y el caballo en la vereda<br />

El asno inquieto a los pilares, y el ladrido<br />

te perduran, Pueblo Viejo<br />

Catarama, te ama.<br />

Pobreza niña juega en tus hoyos<br />

BabaHoyo, ciudad de río.<br />

Cúpula y puente se han perdido.<br />

Callecitas de polvo, luz y río<br />

La covacha renegrida de cariño.<br />

Y Juján se abre en blanco insomnio.<br />

El arboledo agiganta su sombra…<br />

y Milagro está


humo puro para el cielo inmenso.<br />

La caña se enriela hacia el viaje de humo.<br />

Un olor a rosas en el organillo<br />

Y en Milagro la ancha Iglesia de mansura.<br />

Rosas de perfume blanco<br />

Rosas de color perfume.<br />

Un arco dorado sobre el manto lila<br />

bajo el crespón de nubes.<br />

Puesto de Cambio “ElVeintiséis”,<br />

123<br />

punto de cambio.<br />

La Y es una consonante semidiosa en el camino.<br />

Un ruido bajo el puente<br />

río Ruidoso.<br />

Los bosques petrificados <strong>del</strong> sur<br />

Loja nos espera con su <strong>del</strong>irio de distancia.<br />

Las cortinas abren su brecha de sueño<br />

El azul de niebla cubre la mata buena<br />

Un verde seda nos anuncia viaje lento<br />

La oreja lenta <strong>del</strong> asno<br />

y el gallo que brinca de la cornisa al cauce lento.<br />

Las casitas de color y de retablo.<br />

La hoja ancha y lenta<br />

tiene una muerte de aire<br />

en el vaciado destierro.<br />

El maguey desnuda su raíz entre la trocha.<br />

Y el Tiempo es un lontanar de curvas, recurvadas<br />

en el recinto sagrado de la altura.<br />

El camino culebrea entre la cumbre<br />

El valle y su carga de años nos absorta<br />

Las palmeras, una a una, ladereando.<br />

Desierto de pájaro silente<br />

desierto y sol.<br />

124<br />

El color es un náufrago <strong>del</strong> tiempo.


El árbol sabio pace una senda monte arriba<br />

en la cañada,<br />

y se hace sombra a sí mismo.<br />

La ciencia <strong>del</strong> longevo está en tu calma.<br />

Al fondo<br />

El gallo acude en el eco inmenso.<br />

poema al Tiempo<br />

La tierra está longeva.<br />

Piel de tigre lerdo<br />

va tapiando el monte.<br />

Agreste y valle perduran.<br />

La cabrita, con el yugo bueno, en la peñada.<br />

La caña canta entre la caña<br />

y el monte enrojece en el desierto.<br />

Loja<br />

ciudad terruño,<br />

y permanente.<br />

El Mular mira asustado la violenta rueda.<br />

Vilcabamba<br />

Secretera <strong>del</strong> tiempo<br />

Una montaña negra te circunda y cuida.<br />

Se abre una brecha en el cielo, Vilcabamba<br />

y son los techos mansos<br />

luciérnagas <strong>del</strong> monte.<br />

125<br />

Villería de encaje y enramada<br />

que la lumbre rescata<br />

Vilcabamba serena, Vilcabamba.<br />

Hacia ti seguimos partiendo, en la distancia.<br />

Estoy en la casa <strong>del</strong> tiempo.<br />

La infancia trasciende su lentitud<br />

y cada portón refugia una longevidad<br />

longevidad sagrada,<br />

bajo los anchos techos guardianes.<br />

Techumbres hechas para la Sombra.<br />

El Yunque sonoro labora en la noche<br />

campana cotidiana de tarea diaria.<br />

Cuesta abajo las casitas<br />

enmarcan las experimentaciones de la edad.


El Tiempo se ha recogido en vosotros<br />

ha encontrado su descanso y lecho<br />

cansado de mundo y de latir.<br />

Se ha encerrado aquí<br />

sacramente<br />

tras estas puertillas de pardo y color<br />

blanqueados tus paredones de cal,<br />

y se ha tendido a dormir<br />

bajo los amplios techos sabios<br />

en la oscuridad de esta calleja sin sonido ni color.<br />

Te has encerrado aquí, Tiempo lento<br />

a filosofar sobre el ritmo <strong>del</strong> mundo<br />

a pensarte, y reconocerte, y cuestionarte<br />

126<br />

para salir cuando te dé el día<br />

a seguir tu marcha voraz y pausada<br />

latente hacedor de la vida.<br />

En Ti se ha refugiado el Siglo.<br />

Vilcabamba longeva, Vilcabamba.<br />

A toda hora te refugias, tiempo entero<br />

Llevas aquí una somnolencia de siglos<br />

Siglos pensando que eres Tiempo<br />

Y no te atreves a salir al día<br />

a seguir teniendo en ti<br />

el mando <strong>del</strong> <strong>Sol</strong>.<br />

Desperézate, que la noche viene<br />

y viene sin ti, a velarte una vez más.<br />

Llegará una hora en que te desnuden de tu cal<br />

te abran el portón obscuro<br />

desentejen tu amplia sombra<br />

y te liberen crudamente<br />

a que te sigas atando al mundo<br />

al veloz rito de su destrucción<br />

Un longevo baja su edad por la calleja<br />

Y el niño le va siguiendo<br />

aprendiz aún <strong>del</strong> cayado viejo.<br />

Lluvia y viento se han fugado<br />

a dejar al tiempo que medite su faena<br />

que medite y se detenga.<br />

127


El Viejo mira aguadamente<br />

el hombre enamora con despacio<br />

y en niño, juega lento, y siempre.<br />

Y el pájaro oriental<br />

hace un recuento de su vuelo.<br />

Yo recorro acompasado<br />

los corredores por donde se entra el Tiempo.<br />

Aquí se respira a flor casi mojada<br />

a flor sin viento y aguacero<br />

A flor perenne.<br />

Aquí se respiraa en Tiempo.<br />

He de dormir la noche más larga de mi vida.<br />

El agua es buena curandera<br />

entibiecida<br />

suave como la piel suave de felino fino.<br />

Los bueyes llevan el yugo en la mansura<br />

y los techos van cargando el tiempo bajo el brazo.<br />

Y el entejado es amplio y sombrajoso<br />

que hasta la sombra va tomada <strong>del</strong> sol<br />

en el rayo que hace eco y se revuelve.<br />

Y así el sol se desagobia.<br />

La senda hace un confín de fruto y hoja.<br />

Estas maderas tienen<br />

la sabiduría de la vida.<br />

-Y cómo se llama Ud.?<br />

… Joaquín y … Menéndez<br />

128<br />

-aquí vive el Sueño?<br />

Sí, aquí al descanso, de cerca<br />

-Y qué edad anda caminando?<br />

Ciento ocho años, de calma y<br />

vida.<br />

La cumbre<br />

como un cabello de piel vieja<br />

vigila el Valle Sagrado.<br />

Y el agua de la piel y de la sed<br />

sorbe la raíz de fruto lento.<br />

Hierba y seda te circundan<br />

sobre la hoja amplia de la teja


que el trecho ensombra a la distancia.<br />

Algarrobo y capulí hermanan en la siesta.<br />

Y aquí carga la hoja grande o la papaya.<br />

Y el fruto va espaciado y claro<br />

sin apretujamientos ni acechanzas.<br />

Aquí hay sol casi marino<br />

y hay gesta de oriente cálido<br />

y serenidad de sierra longeva.<br />

Aquí se han concentrado los centros de la tierra.<br />

Y en la noche cada estrella es una luna.<br />

Toca a descanso de la agreste sierra<br />

que viene culebreando<br />

y se detiene.<br />

Se detiene a hacer oración de vida.<br />

129<br />

Y la abeja buena<br />

da miel de mordedura.<br />

Y el capitel<br />

es una mano abierta<br />

para sostener el tiempo.<br />

Y los dos techos caen su sombra<br />

casi mitad en la calleja.<br />

Hay espacio de tierra buena<br />

para toda la sombra y toda la hembra.<br />

Loja, Malacatus, Vilcabamba, Yangana, Zumba<br />

Que hasta la muerte llora,cuando el<br />

borracho muere.<br />

Y el palomo enamora con su pluma ávida<br />

la longevidad intacta <strong>del</strong> ave canora.<br />

Toda la senda se hace valle<br />

en toda la encañonada.<br />

Y el eco de la infancia se vacía en el vallado.<br />

Aquí se diría que el simio tomó un alma<br />

Y se inició<br />

el viaje encabritado <strong>del</strong> planeta.<br />

La Yuca es mansa<br />

Agua y agua danzan.<br />

Los tumbados brisados<br />

en el ojo de aire.<br />

Y a veces


130<br />

el mismo árbol desconoce<br />

de qué fruto vino y a qué hoja va.<br />

La gente lava en el río su costumbre.<br />

Tu altura media pacífica el viento<br />

Vilcabamba<br />

Viento bajo de vendaval.<br />

Viento de voz querida<br />

viento viejo<br />

viento que el Indio bautizó de cal.<br />

A tres kilómetros de peña y polvo<br />

en la agrestidad <strong>del</strong> valle Sagrado<br />

Manuel Ramón perdura y sueña.<br />

Ciento Veinte años lo eternizan.<br />

La mirada lejana, cano y lento.<br />

“La mucha vida aburre” requéjase<br />

“La Plaza vieja era junto al río<br />

Esto todo hacía campo abierto<br />

osos, leones, y dantas, pacían.<br />

Yo cazaba para la merienda.<br />

Hoy cuesta, y no hay merienda.<br />

He vivido ganando en tierra de nadie<br />

Y de la siembra nuestra, hacemos tierras<br />

y andamos pidiendo en hoy la propiedad.<br />

Vivimos sin dinero y sin edad.<br />

La huerta de la hija y de la tierra<br />

me da fruto, ave, cuy, cecina y pan.<br />

131<br />

Con mi accidentada mujer viví cuarenta<br />

y ahora, en ésta, de noventa<br />

Cuatro hijos se me dio.<br />

Ya la sordera se hace desescuchar”.<br />

todavía machetea, dice ella.<br />

Y canoso y lento, la piel reseca, desciende:<br />

“Viene en ratos el José María<br />

Ciento Treinta años y mucha soledad.<br />

Mi Taita llevo a la Mama a Celica<br />

y allí<br />

me hicieron a mí. De Celica soy.


Sur más adentro de Zumba, más acá”.<br />

De los montes bajan tus longevos, cayado en mano<br />

a hacer el pueblo y el Domingo<br />

entre todas las semanas y los años.<br />

En la senda<br />

miran en lontananza<br />

el tiempo solo<br />

Arribados al asno glauco.<br />

-“Por las cordilleras <strong>del</strong> frente vuelva.<br />

no por éstas, por Aquéllas”.<br />

El pájaro de páramo planea ingrávido<br />

plata y río desde el fondo, pradereando en tu agua.<br />

Lejana Loja, Centinela <strong>del</strong> Sur.<br />

132<br />

El trencito de Milagro<br />

ebrio de caña<br />

zigzaguea.<br />

Zaracay, Sur y Norte, desde el monte.<br />

Y te sentimos, Tiempo;<br />

continuidad medida de planeta.<br />

Eres la duración de la tierra, el recorrido <strong>del</strong> <strong>Sol</strong>.<br />

Un visor de inicio y final, casi templo<br />

dividido en nociones de ti mismo que inventaron.<br />

Para definirte es necesario elaborarte<br />

porque no existes, únicamente Eres.<br />

Como un dios terrenal que presentimos<br />

herederos de una leyenda indígena<br />

en un tiempo de luna o de cosechas.<br />

En ti cabe el inextenso Instante<br />

y eres la “medida de todo movimiento”.<br />

VOLCAN SANGAY<br />

Y es el Sangay un grito indígena escondido entre los<br />

siglos<br />

y las tolas, los entierros<br />

la trepidación <strong>del</strong> color naciendo desde las<br />

tumbas de los indios que cayeron


de los continentales de <strong>América</strong> que nos dieron el<br />

color de la selva.<br />

133<br />

Se deshunde <strong>del</strong> diluvio el Cerro Hermoso<br />

agua de lluvia larga.<br />

El Altar colorea su arco iris de lagunas<br />

lagunero<br />

lejanamente mío, catedralicio y solo,<br />

desnublado<br />

Altar, excitado temblor de agujas blancas.<br />

Estoy aún buscándote entre los hombres Runa<br />

El sombrero como choza sobre el rostro<br />

El árbol luminoso<br />

anunciando la llegada al cerro.<br />

De las cabuyas colgados paños al viento.<br />

Las orejas enhiestas <strong>del</strong> asno<br />

como campanas que oyeran al campo,<br />

Vegetando entre los días…<br />

Equinoccial <strong>del</strong> Ande, Ecuador<br />

con herencia india te invadían los pueblos<br />

fuiste y has sido la envidia de otras huestes<br />

tienes cuatro sitios como cuatro frentes.<br />

poema marino<br />

El barco pescador,<br />

mecido el brazo,<br />

braceando al viento<br />

134<br />

va prófugo de sol<br />

y perseguido de ave,<br />

tendiendo sobre el agua<br />

redes de silencio y muerte larga.<br />

Avanzando abierto en alas<br />

parece abarcar<br />

desde su insomnio<br />

toda la sombra <strong>del</strong> mar<br />

y la distancia.


Toda la serranía de la ola.<br />

Raptor de luces y de críos<br />

Raptor de sangre.<br />

El agua lo agiganta y cabecea<br />

y los hilos cometean a la pluma<br />

Pájaro absorto de maná gitano<br />

Pájaro yerto en el vuelo.<br />

Y las redes se desnudan y se asombran<br />

de la pasión marina.<br />

La máquina recorre la aventura<br />

trazando el eco pausador.<br />

Como cuernos de buey el barco mece<br />

Y la cuerda cuelga su lontananza<br />

al acecho de la luz.<br />

El hombre se ancla y adormece<br />

en la altivez <strong>del</strong> agua.<br />

La barca asemeja aún<br />

bajo el brazo<br />

135<br />

un arado en el oleaje pensador.<br />

El poderío <strong>del</strong> hambre sobre la piel oceánica.<br />

Caballos de pena blanca<br />

van navegando en el azul.<br />

LA MAMA NEGRA<br />

Piedras antiguas me acogen<br />

buscando a la Mama Negra.<br />

El Guaco alza su vuelo<br />

danzando todas las calles<br />

anunciando a la Mama Negra.<br />

Las escopetas tirotean la libertad de los sitios.<br />

La estatua de las Mercedes<br />

en medio de la palabra.<br />

Los Cuidadores y Capitanes, los Disparadores,<br />

y toda una mestiza mitología.<br />

Está la historia Toda<br />

la historia <strong>del</strong> Mestizaje.<br />

El Curiquingue, Quinde humano<br />

se esparce en la muchedumbre


Montados los ángeles blancos<br />

jinetes hoy,<br />

descalzos en el camino <strong>del</strong> Incario.<br />

El látigo recuida al pueblo<br />

en su línea absorta<br />

136<br />

ante el color y el amontonamiento de los tiempos<br />

bebiendo el champús <strong>del</strong> rito.<br />

Y la música entona toda la pena <strong>del</strong> Siglo.<br />

El Abanderado flamea calle abajo<br />

el regocijo de la fiesta.<br />

Ciegos de calor<br />

los osos enmusgados, mama blanca,<br />

cual viejos planetarios de la Historia.<br />

Las liras y el Tambor<br />

embajadores <strong>del</strong> sol.<br />

EL GUAYAS SE ABRE EN<br />

ANCHA PALABRA<br />

Las casitas sacan a secar sus colores<br />

y se agrupan tomadas <strong>del</strong> camino;<br />

y de la altura<br />

el mundo es un gran tigre dormido<br />

Las nubes hacen viajar caballos gitanos<br />

hacia el hambre de la lluvia<br />

El río cunde en La Ría la razón de su brío<br />

y el agua se amansa cargada de barro y vida.<br />

137<br />

Los plantíos de arroz se encuadran en el agua<br />

forman y tejen sus figuras de rombo largo<br />

y guardan en el silencio de la tierra húmeda<br />

la simiente blanca.<br />

Y este pájaro abre su ventanilla de hilos<br />

gran pájaro <strong>del</strong> siglo


para radiar a su memoria los sucesos <strong>del</strong> aire.<br />

LA NARIZ DEL DIABLO<br />

Y he aquí que el Ferrocarril nos vino entre las<br />

barbas recias de la Historia<br />

En la adustez <strong>del</strong> hombre que liberó al<br />

Indígena.<br />

Ideario de una nueva Gran Colombia.<br />

Con el siglo nos vino.<br />

Con el amanecer de la máquina y su tiempo<br />

Con el aura y engranaje <strong>del</strong> siglo.<br />

“A ver los trompos, perinolitas para los niños”<br />

el viejito madruga su voz ronca para vender el<br />

amanecer.<br />

Luciérnagas las lámparas van despertando a la riel.<br />

Y la máquina madre se amanece solitaria en la<br />

anchura de la Estación.<br />

y nos enrosca su magnetismo de hierro en los<br />

goznes y en la piel.<br />

138<br />

Riobamba mira largamente al tren desde sus<br />

ventanas verdes<br />

Y parecen llegar los caballeros ensombrerados tarde<br />

abajo, como ayer<br />

Cajabamba y Guamote<br />

Alausí, Huigra, y hasta topar Alfaro.<br />

El vientre <strong>del</strong> Carril resopla y rebosteza<br />

asienta toda la noche dormida sobre el<br />

lomo redondo de su cuerpo lerdo<br />

y la pitada enardecida nos anuncia en el<br />

enganche rudo la partida.<br />

Todo el humo de amanecida llama desde el<br />

arranque <strong>del</strong> Siglo a Durán lejano<br />

como gritando desesperadamente a la distancia<br />

para decirla que ya baja, que ya llega, que ya se<br />

alza<br />

con el grito va avanzando<br />

agarrándose de su destino y meta


como un hijo que quiere levantarse desde el<br />

suelo a la altura <strong>del</strong> hombro materno<br />

temeroso el tren, de viaje y de lejura.<br />

La veleta blanca y roja<br />

hace el cambio de la riel y <strong>del</strong> camino<br />

fija el sendero permanente de la luz<br />

139<br />

mientras la rueda tarda <strong>del</strong> freno detiene la<br />

pendiente, y nos vigila el cerro.<br />

Los viejos paredones guardan las máquinas viajeras<br />

en el silencio <strong>del</strong> hogar de aceite y frío.<br />

Y zigzagueando el carro se va adentrando en la<br />

altura<br />

penco a penco, chilca a chilca naciendo.<br />

El tren va abriendo brecha en el monte<br />

como desnudando la senda dormida<br />

renovada y virgen en la tiniebla azul.<br />

El espantapájaros rojo se amanece y sueña.<br />

Un puente de a pie se tambalea en la cumbre.<br />

Y es el cemento, gris y polvo<br />

que va pegando boca a boca el país, y la pena.<br />

El pito agudo va despertando la senda<br />

Cajabamba colorea su plazoleta núbil.<br />

Y los trigos mecen la piel de la tierra,<br />

En grano y lana.<br />

Y el agua de Colta tiembla niñamente al paso <strong>del</strong><br />

tren.<br />

El buey nos mira con su cuerno entero<br />

oliendo y reoliendo el aire de celo muerto.<br />

Emponchado todo el indio<br />

sobre la mujer de páramo y el pelo de cerda negra<br />

Henchidos de paso vieron llegar al tren de fuego,<br />

que vino cargando la Historia en todo el<br />

rumbo y desgranando el páramo<br />

140<br />

Chimborazo, tierra indígena, tierra de<br />

herencia quechua.<br />

La papa está madura, la papa está engrosando.<br />

El haba abre su simiento verde<br />

y en boca roja el hornado tendido anchamente,


abre en el hocico su último grito.<br />

Y para Guamote la riel es una calle más <strong>del</strong> pueblo<br />

mientras el mote se enraíza con la vida.<br />

Nariz <strong>del</strong> Diablo nos espera sigilosa.<br />

El conductor <strong>del</strong> frío, se cubre de bigote y sueño<br />

enchalinada la vista hasta el último pajonal <strong>del</strong><br />

páramo.<br />

En el vagón de Tercera<br />

la indiada en tres filas pernocta<br />

pernocta llorando la quena.<br />

Los Fogoneros colman de leña negra la<br />

gran caldera<br />

que como un hambre roja se a<strong>del</strong>anta y tiende el<br />

vértigo<br />

buscando la curva en toda el alma de la tarde<br />

en toda la sombra íntima <strong>del</strong> valle<br />

inquietando mansamente a toda la borregada.<br />

El maquinista teme en el rigor de la vía<br />

hasta el último escombro nauseabundo le percata;<br />

la nitidez <strong>del</strong> fierro virgen de este viaje<br />

desahogando va en la ensirenada<br />

toda la presión <strong>del</strong> vientre, y la bajada.<br />

141<br />

El tren, serpiente de color<br />

va cadereando en loma y curva<br />

tironeado por el ansia y la gradiente<br />

sujetado al perno y al destino.<br />

El taconeo de la riel y <strong>del</strong> silencio<br />

enmaderado de tiempo y de despidos.<br />

El Carril ya se encuneta cuesta abajo.<br />

Va el hombre metido en el paisaje.<br />

Un jefe de Estación, encorbatado el terno de<br />

color de tren<br />

serenamente va midiendo la hora fiel.<br />

Toda la sabiduría <strong>del</strong> cambio de la riel<br />

hace realidad el paso inmenso de montaña<br />

cuando la máquina gestiona en avanzada y trance,<br />

en retroceso


uscando y rebuscando al diablo solitario<br />

Nariz <strong>del</strong> Diablo<br />

rostro escondido en la piel empecinada de<br />

montaña<br />

rostro pincelado en la alta piel <strong>del</strong> Universo.<br />

Inmensa forma demoníaca <strong>del</strong> verso<br />

Inmensa y sola, solitaria.<br />

Hay una figura de fauce inmensa<br />

que hace un resoplido escondidizo en la gran abra.<br />

142<br />

El demonio hizo sus mañas, para dejarse ver..<br />

Llega el Tren hasta un sinfín de su sendero frío<br />

la palanca refrena y se hiere y chirría<br />

como si hubiese visto el mismo infierno en<br />

media vía.<br />

Nariz <strong>del</strong> diablo.<br />

Largo se detiene, un paso atrás en medio susto.<br />

Y entonces deja caer su cuerpo entero<br />

en viaje de vacío la<br />

serpiente retrocede desgravitada y suelta<br />

pendiente abajo, hacia el abismo<br />

en donde el último cochero agiganta su pulso en<br />

la rosca <strong>del</strong> freno<br />

hasta consumir kilómetros de monte el tren<br />

y mágicamente descender el cerro<br />

bajar la altura bruscamente en vaciada larga de<br />

viaje<br />

hasta tomar el Ferro nueva brújula y distancia.<br />

Y salir despavorido <strong>del</strong> infernal visaje.<br />

Gitana el alma <strong>del</strong> Tren se descarrila en la<br />

aventura<br />

y nuevamente la ronda de eje y hierro retorna su<br />

brío<br />

a despedirse <strong>del</strong> susto en seco y de la sierra brava.<br />

Como si el monte al descubrir la planicie azul que<br />

Bucay va abriendo<br />

quedara sostenido de la peña mirando monte abajo<br />

Nariz <strong>del</strong> Diablo<br />

143<br />

el despeñadero rocoso que sucumbe y frena<br />

ardientemente.


Levantas lejanamente tus dos ojos de infierno<br />

cuando el último carril te va mirando.<br />

Un trazo de altura inmortalizó tu frente.<br />

Y el calor de la costa ciñe al viento<br />

Y de vuelta, el Demonio vigila el monte<br />

aparecerá de pronto, fiero vigía de la altura<br />

y el tren, para no verlo<br />

pasado el cambio de Sibambe<br />

sube en retro la montaña abrupta<br />

el tren <strong>del</strong> viejo siglo<br />

igual y siempre<br />

para tomar la máxima viada<br />

resignado al miedo de violar la acechanza<br />

de detenerse en media Nariz <strong>del</strong> Diablo<br />

bajo sus ojos altos que sólo ve la altura<br />

bajo su ser de miedo<br />

y retomar a media curva de hueso en roca viva<br />

en medio empeine óseo<br />

rasgada, hecho senda la osamenta demoníaca<br />

si osamenta tuviere<br />

Nariz <strong>del</strong> Diablo<br />

la marcha hacia <strong>del</strong>ante <strong>del</strong> silencio.<br />

La marcha nueva.<br />

144<br />

La Número 58 nos da fuego<br />

máquina en cambio a medio viaje<br />

máquina de fuego vivo.<br />

Cuando el pistón reempuja en vueltas la<br />

rueda móvil<br />

y el pitido va amansándose<br />

anuncia llegada y cercanía<br />

va diciendo en el lenguaje de la riel<br />

que voy llegando<br />

que el día sale revistiendo la mirada.<br />

Halando la cuerda desenrosca el pito su voz gitana<br />

la bocina de humo conversa con la nube<br />

mientras el fogón inmenso<br />

va sacudiendo su alma de fuego.<br />

Sobre la capota de carga<br />

me invocan todas las sensaciones <strong>del</strong> país.


Es la vida misma<br />

la vida entera.<br />

A la llegada el humo blanco y el<br />

negro hermanan en la altura<br />

Y está Durán, lejano y nuestro.<br />

Mandarinas, Naranjaaas…<br />

Y el viejo fogonero se despide y hunde<br />

en su hogar de atardecer y herrumbre.<br />

145<br />

Trece horas fueron de viaje lento…<br />

Retórname un autobús tronando la marcha<br />

Sobre el día,<br />

hasta subir en tierra más alta que las nubes<br />

nubes de altura que descienden curiosas a besar la<br />

encañonada<br />

y se han dormido en el fondo<br />

tenuemente<br />

como en el regazo de un cráter.<br />

El poeta está viajando entre la niebla


23-V-82<br />

poema de altura<br />

El monte<br />

como un zorro de hambre<br />

se desniebla pardo y franco<br />

deshabita sus aristas de furia<br />

y cual cresta brava,<br />

pulpa enhiesta<br />

bravío y náufrago de espuma<br />

deja ver<br />

Chasqui en frío, páramo lejano<br />

su secreto de bravura.<br />

La cúpula aguda se sumerge en la nube blanda…<br />

146<br />

Y se perdura el mensajero de correo<br />

de pie en pie el chasqui<br />

y mano a mano<br />

La orden de voz en voz como una antorcha.<br />

Mientras el pajonal se <strong>del</strong>eita en el viento<br />

abriendo su haz de ancha paja<br />

meciendo su copa verde hacia la ebriedad de la<br />

tarde.<br />

El monte viaja<br />

entre la niebla amante.<br />

Incauto y solo,<br />

hecho Submarino de la altura.<br />

Senda adentro estás, piedra eterna y solitaria<br />

Chilintosa, roca inmensa que el volcán donara<br />

naciendo desde el centro a un arco iris de fuego.<br />

Vas hundiendo en el páramo tu rostro de<br />

animal vencido.<br />

Y en el sello de la patria<br />

el cóndor se escuda al monte<br />

enorme pájaro <strong>del</strong> ande<br />

desdibujada la cicatriz <strong>del</strong> agua<br />

nevado entero y perfecto.


Hechura de nieve, Cotopaxi<br />

bocio <strong>del</strong> mundo hacia la luna.<br />

Va culebreando en polvo<br />

el pulso de la sierra<br />

sobre el pavimento herido de sol.<br />

El pulso de la siembra.<br />

Las achupayas se alzan.<br />

147<br />

en busca <strong>del</strong> Sur<br />

Las nubes se han posado a hacer fogatas en el<br />

monte<br />

han descendido a crear el color rojo<br />

marcianos voladores que se descansan a<br />

mirar el mundo<br />

y van siguiendo el paso milenario <strong>del</strong> planeta.<br />

Y ellas<br />

seres vivos que tenuemente tocan la altura<br />

las Nubecillas<br />

se han puesto de puntillas en la cumbre.<br />

El nevaje solidario<br />

a la blancura de espanto.<br />

Sombra de luz se diluye<br />

en la nevada paterna:<br />

fuerza inmensa, hielo franco.<br />

Es el Taita Chimborazo.<br />

Caminillos de senda negra<br />

riegan el surco en la grieta.<br />

148<br />

Y en un recodo de la sombra<br />

la Sultana de los Andes.<br />

Esperan los asaltantes de la<br />

Manta Negra…<br />

Eres un corazón de la Patria.<br />

Todos los caminos te llegan.<br />

De todos los caminos partes.<br />

Entre los árboles el cemento ha enraizado sus


La boa de polvo denso<br />

repesa sobre el Camino que viene y larga.<br />

La fábrica de cal de verde<br />

simula una ermita de luz<br />

torre que alza su luciérnaga sola.<br />

Y el espejo <strong>del</strong> aire y <strong>del</strong> agua<br />

emergen de Colta<br />

sencillos como una estrella en el sol muerto<br />

diapasón de cielo en viaje y luna.<br />

Y el páramo se enluna<br />

en el pasto inmenso.<br />

El toro y el frío, en el color de la sombra.<br />

Río Viejo… vida vieja<br />

El Inca ensilaba la papa<br />

La Topografía enrolla la vista<br />

y confunde la pendiente.<br />

En los fondos se quema el aire<br />

y muere en azul lúcido.<br />

El viejecito<br />

tiende la barba al paso<br />

y se agiganta niñamente en el erial.<br />

Los árboles de la muerte<br />

surgen, su mano viva<br />

obscuros acechantes <strong>del</strong> desierto<br />

Palmira es una larga antesala de la soledad.<br />

Y la piedra haciendo senda<br />

en las huellas de Ingapirca.<br />

Los chozones y las rocas<br />

pedazos de Ingapirca.<br />

pilares<br />

149<br />

Mientras la altura y el agua bañaban al Inca<br />

fue avisado <strong>del</strong> arribo de los dioses blancos.<br />

La tapia cae<br />

seda blanca y cáñamo.<br />

El tiempo la peina


y el viento le enfiesta.<br />

Cañar de ancestros.<br />

Las monturas repujadas cuelgan de la sierra.<br />

Biblián<br />

Azul y cúpula<br />

en mitad <strong>del</strong> cerro<br />

cerro largo.<br />

Altar de piedra blanca<br />

sobre la corniza <strong>del</strong> muerto.<br />

Altar, pueblo bueno.<br />

Quiero subirte escala a escala<br />

a que me des un pedazo de tu alma<br />

e irte llevando en la mía<br />

desde tu corazón de campo.<br />

150<br />

Alto Azogues<br />

tu verdad se encumbra<br />

en la piel de cal de tu hermosura.<br />

Preparando la fiesta de pueblo<br />

perece el gallo más tierno.<br />

Toda la gente desnuda el choclo maduro<br />

y sacan a secar las mesas de la escuela toda.<br />

Mármol y Cal<br />

lejana Cuenca.<br />

Color de perla y de manto<br />

en tu Mercado que vende el Día.<br />

Por dos catedrales, en pan y en oro<br />

se alza tu nombre de cúpula.<br />

Casitas de peña blanca,<br />

con alma de madera vieja.<br />

El manjar entero, es manjar.<br />

Picapedreros <strong>del</strong> Viento…<br />

Una ruina amarilla, como santa.<br />

El ateneo <strong>del</strong> hombre<br />

recorre tu historia.<br />

La gesta de la gravedad<br />

lleva en su hombro de piedra,<br />

151


Dintel que largo se recuesta<br />

en la molienda <strong>del</strong> agua, y de la arena<br />

en la molienda <strong>del</strong> grano, y la merienda.<br />

Un molusco va radiando la roca<br />

descubriendo en su largura el siglo gris.<br />

La antena se alarga en busca <strong>del</strong> surco<br />

que la piedra extiende.<br />

Y el peso <strong>del</strong> tiempo gravita en el giro de la arista.<br />

Ciencia innata de equilibrio intacto<br />

Ciencia vieja.<br />

La molinería <strong>del</strong> Cuenca hecha aquí recinto de agua<br />

Molinería gigante bajo los cuartos de grano franco.<br />

El agua dócil manaba en granos de oro<br />

Maíz con lumbre ciega, lumbre buena.<br />

Cocinaban la tierra para guardarte intacto<br />

aún con un viento de sol en la mazorca.<br />

La esposa india hizo aquí la arenga <strong>del</strong> Pumapungo<br />

cuando tres mil guerreros sublevados abajaron las<br />

Andas <strong>del</strong> inca.<br />

“Llanura grande como el cielo”<br />

152<br />

Cuenco verde y sabio a medio mundo.<br />

Atardecer extenso, atardecer lejano.<br />

monte y cielo se desangran largos<br />

Y hay un alba azul que la sangre va minando.<br />

La Iglesia es blanca, desde el alba.<br />

Las manos pequeñas <strong>del</strong> Cañari<br />

reclaman su potestad.<br />

Saben que hicieron a Ingapirca.<br />

Al castillo de los dioses.<br />

Huaynacápac, Indio bravo<br />

seducía por estas tierras<br />

a la gran mujer Cañari.<br />

Los bueyes trepan la cuesta negra<br />

al hombro de la senda el arado sabio, casi<br />

hecho tiempo.<br />

La rana, en un piar de pájaro<br />

canta desde la siembra por el agua.


Tu paja se dora sobre la tapia,<br />

Ingapirca eterna.<br />

Vendré en tu ruta de páramo<br />

a verte amanecer con la <strong>Sol</strong>itaria cantando<br />

suspendido el aire en tu disco de sol…<br />

153<br />

El río cabalga con sus manos blancas<br />

tendido el brazo en espuma sola<br />

hacia el viaje largo de muerte marina.<br />

Y la piedra paciente se enloma para ver pasar el<br />

río;<br />

para verlo pasar.<br />

Y atrás, lejanamente<br />

Ingapirca se ha dormido en la niebla.<br />

EL VIGIA DEL CERRO<br />

Quiero escribir el poema de Guaranda<br />

éste sí con premeditación obsesiva<br />

porque llegar a Ti me va costando vida<br />

viaje de ti, viaje de fiesta y agua<br />

carnaval de la montaña.<br />

Quiero tener tu monte entre mis manos.<br />

29-ll-84<br />

Y escribo este poema hoy<br />

día bisiesto, día sin calendario, día que<br />

no es,<br />

día de yapa que nos da la vida<br />

día universal que nadie debe vivirlo<br />

sólo vegetarlo<br />

únicamente existir en el planeta verde y<br />

redondo.<br />

154<br />

El día de la connaturalidad universal.<br />

Día tuyo, mío, y nuestro.<br />

Día de todos los hombres y de todas las<br />

bestias<br />

día <strong>del</strong> paraíso terrenal.<br />

Día sin tiempo.


El rostro de toro viejo, viejo de pena<br />

me va volviendo al poema.<br />

Hay un poco de jungla en este mundo.<br />

Quiero escribir el poema de Guaranda.<br />

Quiero tener tu monte entre mis manos.<br />

Tierra a la deriva<br />

ansiedad lejana.<br />

Tierra <strong>del</strong> indígena ancestral<br />

medio salvado aquí de la Conquista…<br />

el color opacado a tu cintura, Guarandeña<br />

De pronto, el blancor abre sus cumbres<br />

Las chozas acurrucadas defendiéndose <strong>del</strong> frío<br />

La puertilla como dos ojos de zorro<br />

va gateando la entrada <strong>del</strong> pajonal.<br />

La más alta nieve de los días<br />

planicie tranquila y sola<br />

enlomada planicie<br />

donde juguetea de niño el viento.<br />

Sitio donde tiene el Viento su hogar y su frío<br />

155<br />

donde el sol acaricia al planeta con su mano blanca<br />

sitio aquí cerquita y nuestro, de nieve enorme<br />

donde no sabemos si está la nube o está la nieve<br />

donde se hacen ambas un clamor de altura.<br />

Ancho padre Chimborazo, te invocamos.<br />

Aquí la nieve va buscando el azul a media nube<br />

consagrando su blancura sola de montaña<br />

tomándose <strong>del</strong> perfil <strong>del</strong> aire en lluvia.<br />

Mata de roca naciente, roca hospitalaria.<br />

El cielo como una luz se acuesta en las calles<br />

Guaranda con sus dos cúpulas amarillas nos recibe<br />

adoquinadas las calles de las cuestas <strong>del</strong> alma.<br />

“Plaza roja”,<br />

Guanguliquín<br />

camino largo, camino que no se vuelve.<br />

Desde la ensenada verde por la cumbre<br />

inmenso el perfil de piedra a medio cielo<br />

mira el Guarangua con sus ojos grises.<br />

Desde la cumbre redonda


el rostro en roca nueva.<br />

Es la topografía <strong>del</strong> rostro, geografía de colinas<br />

diciendo a todos los siglos que pasaron<br />

que aquí está el indio vigilante de la siembra<br />

ésta es la remota tierra <strong>del</strong> Guaranga liberado<br />

-aquí estoy a medio monte defendiendo mi<br />

nombre<br />

156<br />

aquí estoy esperando al invasor a la puerta de<br />

mi tierra<br />

aquí estoy,<br />

hecho cíclope de piedra<br />

inmenso y duro, gigante rostro de indio puro<br />

perfil agreste de la agreste sierra.<br />

Aquí estoy, desangrada el alma<br />

para decir al mundo que esta tierra es mía.-<br />

Así<br />

Adoquinada la calle cavilando voy<br />

agua y agua el carnaval nos bate<br />

Un gato pensativo en equilibrio blanco<br />

sobre el pasamano viejo de la cerrada casa<br />

agua libre, agua de fiesta<br />

los trajes bañados, el pueblo nítido<br />

y los ponchos de color cruzan al <strong>Sol</strong><br />

entre un fugaz arcoiris de bombillos de agua.<br />

El Corso colorido<br />

clavel y rosa fiestera<br />

los disfraces <strong>del</strong> festejo<br />

y la ronda <strong>del</strong> animal.<br />

“Qué bonito el carnaval”.<br />

“Ricinto Vichoa grande”<br />

y la Reina <strong>del</strong> Huracán.<br />

“Qué bonito el Carnaval”<br />

“Por imposible te quiero”.<br />

El oso Huaico sobre el carro<br />

y la danza <strong>del</strong> indio cantando.<br />

La serpentina revuela el aire<br />

157


y sobre la madera revestida<br />

los ojos <strong>del</strong> toro se disfrazan de alma.<br />

“ñuco guaranguita muchata cuy”<br />

El cóndor de pie y altura<br />

va abrazando con sus alas el aire de las tejas.<br />

Musgo que se ha despertado hoy a ver el<br />

corso pasar.<br />

El rondador colorido va entonando el pasillo<br />

rítmico el paso <strong>del</strong> pasillo brincador.<br />

Un danzante ataviado de bombas de aire y de color.<br />

Y las gentes se van amaneciendo de harina<br />

caras morenas de indianos extrañados se blanquean.<br />

La juntura <strong>del</strong> Chimbo tiende<br />

sobre la mansa piedra caliente<br />

el cuerpo vivo de la amada.<br />

Se deshace el río en espuma y agua<br />

Se deshace el río.<br />

Y se deshace tu cuerpo en el mío.<br />

Y la Guaranga desnuda baja<br />

a desnudar en un remanso el río<br />

deja su chal rojo colgado en la arboleda<br />

158<br />

la ruana propia, de flecos niños, renacida al<br />

viento.<br />

Y el Guaranga baja <strong>del</strong> monte sepultando el paso<br />

para amarse ambos de pie, ceñido el sigse en el<br />

yerbal<br />

y la palabra de amor en la mirada.<br />

La lomura simula un galápago de jinetear<br />

cosechando la vaca están.<br />

Dio calentamiento y calentura de<br />

tanta mojadura, se dijeron.<br />

El eco vuelve y revuelve<br />

recorriendo los maizales<br />

Valle fértil de desolado, greda buena<br />

Valle paradisíaco de otra SantaFé.<br />

El sitio de los placeres <strong>del</strong> Inca.<br />

No quiero alejarme de Ti


Tierra verde y redonda<br />

tierras donde el Indio puso la paz de la ladera.<br />

No quiero alejarme de ti.<br />

habitación “Huanujo”<br />

159<br />

LA ESTATURA DEL VIENTO<br />

5 de noviembre de 1983, Azogues<br />

Las lagunas espejean<br />

espejismo de bravura<br />

soledad de cierzo y tierra<br />

soledad desoladora.<br />

El Cajas está de sueño<br />

porque estoy y estoy contigo.<br />

Está el ripio, está la senda<br />

y está el camino en Ella.<br />

La tierra fue arada en yuntas.<br />

Y se fue haciendo la soledad misma.<br />

La artesanía de los nombres<br />

en el fondo de la vida,<br />

y tu hermosura<br />

en el hecho <strong>del</strong> amor.<br />

En sus lagunas encantadas<br />

estatuas<br />

las vírgenes de piedra<br />

160<br />

alzan su historia larga<br />

estalactitas <strong>del</strong> frío que el viento puso en la cumbre


ajadas <strong>del</strong> viento.<br />

Figuras de manto gris<br />

que van abriendo inmóviles la soledad de páramo<br />

y se cubren al paso con el rebozo de la niebla.<br />

y Ella está conmigo.<br />

Cientos de lagunas el agua va encajonando;<br />

tiene la muerte un sueño dulce<br />

cuando la papacara hiela en la siesta de la noche.<br />

“La Toreadora” va midiendo sus entrantes<br />

vuelve y revuelve sus capas de agua<br />

y una ballena dormida parece bucear en las<br />

entrañas<br />

va buceando en el agua con sus dos ojos de<br />

monstruo<br />

flotando en la superficie el pardo lomo naufragante<br />

peces remolineros que el agua va naufragando<br />

peces que quedaron presos en media era marina<br />

peces inmensos que van enajenando un mar que<br />

nunca conocieron<br />

tristes peces perdidos que van de borde a borde en<br />

la caja de agua<br />

agreste caja de roca innumerable<br />

agreste y sola, solitaria.<br />

Ballena de alma fría, enajenada<br />

161<br />

sordo mamífero resignado a la prisión de altura<br />

esperando el día milagroso en que se vire el<br />

mundo y vuelva el agua al agua<br />

la era nueva, era universal,<br />

era <strong>del</strong> encuentro de todos los glaciares, las<br />

tierras, y las aguas<br />

cuando el hombre torne al otro sol<br />

y el frío congele al universo en un<br />

cristal redondo,<br />

bola de cristal <strong>del</strong> tiempo que los grandes magos <strong>del</strong><br />

espacio miren<br />

dioses inmensos<br />

molécula planetaria sea <strong>del</strong> gran cosmos milenario<br />

un minuto de tiempo en el péndulo mayor <strong>del</strong><br />

universo;<br />

en la infinitud, casi eternidad <strong>del</strong><br />

firmamento negro


<strong>del</strong> gran vacío y de la nada toda<br />

de la envoltura universal <strong>del</strong> cosmos<br />

transcurso permanente <strong>del</strong> silencio.<br />

El Cajas<br />

sitio donde va el eco a renovar su voz<br />

Cuevas donde va naciendo el eco<br />

encañonadas minerales donde tiene el eco su<br />

voz primera<br />

donde va serpenteando el viento, y golpe a golpe<br />

de roca en roca rebotando<br />

162<br />

van haciéndose instantes minúsculos de<br />

eco, tintineando<br />

burbujeando la casualidad <strong>del</strong> sonido, y resonancia<br />

instante y burbuja, resonando<br />

hasta que la voz vaya engrosándose peñada abajo<br />

para trocarse en el agua, amansarse<br />

vestirse el eco de permanente resonido<br />

y hasta la última vibración <strong>del</strong> aire<br />

ser ya un ente para viajar el mundo<br />

a repetir la voz inmaterial <strong>del</strong> hombre.<br />

163<br />

Referencia <strong>del</strong> libro<br />

Los sitios <strong>del</strong> sol 42<br />

POEMA CONTINUO 46<br />

POEMAS INDIGENAS 59<br />

LOS PALOS ENCEBADOS 64<br />

EL HIELO VIVO 66<br />

Muro <strong>del</strong> Inca 70<br />

Memorial 74<br />

el proceso <strong>del</strong> Inca 83<br />

<strong>poemas</strong> de un <strong>Sol</strong> étnico-Intipac taquicuna runa 86<br />

MAGIA 89<br />

Pueblopuerto 94<br />

PIEDRAS EN LUZ 96<br />

el Cinco 100<br />

CRONICA DEL ORO 102<br />

MUISNE, LENTA CHOZA-AVE Y PIE 108<br />

POEMA DE ORIENTES 109


el Valle de la vida 122<br />

VOLCAN SANGAY 133<br />

poema marino 134<br />

LA MAMA NEGRA 136<br />

EL GUAYAS SE ABRE EN ANCHA PALABRA. 137<br />

LA NARIZ DEL DIABLO 138<br />

poema de altura 146<br />

en busca <strong>del</strong> Sur 148<br />

EL VIGIA DEL CERRO 154<br />

LA ESTATURA DEL VIENTO 160<br />

164

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