Toponimia e cartografía - Consello da Cultura Galega
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Jordi Bolòs un periodo muy prolongado de abandono del lugar. En el caso de la comarca en donde precisamente se levantan los castillos de Torelló, Besora o Voltregà, que hemos citado, se había considerado, sobre todo después de los notables trabajos de Ramon d’Abadal, que se produjo un despoblamiento entre el año 826, fecha de la revuelta de Aisón, y el año 878, cuando empezó la repoblación promovida por el conde Wifredo I el Velloso de Urgell y Barcelona (Abadal, 1958). Evidentemente, pudo existir un cierto abandono y sobre todo una evidente falta de control por parte de los gobernantes carolingios, sin embargo no sería lógico pensar que se hubiera producido, a lo largo de cincuenta años, una despoblación total, habida cuenta de la cantidad de nombres anteriores que perduraron y que incluso han llegado hasta la actualidad. El estudio de los topónimos y el conocimiento de su origen nos puede hacer replantear ciertas afirmaciones planteadas sólo a partir de la documentación escrita (a veces pobre o tendenciosa). Por otro lado, en esta zona de la comarca de Osona vemos que perduraron más nombres prerromanos, relacionados con castillos (oppida o castella, lugares que podían servir de refugio) situados en la cumbre de los cerros, que nombres creados en época romana, relacionados con poblaciones del llano (Bolòs y Hurtado, 2001, 32-33). Seguramente este desequilibrio no es casual y nos está mostrando que hubo un periodo en que quizás sí que se abandonaron algunas aldeas del llano de Vic. 4.1. Los nombres creados en época romana en el Empordà y el Rosellón Existe una gran cantidad de nombres acabados en –à o en –ana en las comarcas del Empordà (Ampurdán) y del Rosellón (Bolòs y Hurtado, 1998, 35; Bolòs y Hurtado, 1999, 33). Como es conocido, dichos topónimos se crearon en época romana, en relación con un fundus o una villa. Algunos de estos nombres se continuaron utilizando en época medieval, siendo un claro testimonio de una continuidad entre la época clásica y el medioevo. Debemos tener presente que, si queremos encontrar la tradición romana tenemos que fijarnos en estos nombres de lugar y no en los nombres que empiezan con la palabra “Vila–“, que conviven con ellos, pero que muy a menudo corresponden a topónimos creados durante la alta edad media. Por lo que se refiere al tema de una hipotética continuidad física en relación con los lugares en donde encontramos un topónimo terminado en –à, creo que debemos ser muy prudentes. Creo que sólo podemos hablar de una continui- 48
CARTOGRAFÍA, TOPONIMIA E HISTORIA MEDIEVAL dad en la ocupación del término aldeano. No podemos asegurar que se produjera siempre una superposición de los asentamientos que existieron a lo largo del primer milenio de nuestra era encima de la villa romana que prestó su nombre al término. Puede que, en algunos lugares, se produjera la coincidencia entre el asentamiento de la villa y el pueblo (o alguno de los villares altomedievales; Bolòs, 2004, 56-60). Sin embargo no fue así en todas partes; incluso allí donde se produjo esta coincidencia, quizás se debió a la existencia, en el mismo lugar de la villa romana, de una iglesia que aglutinó después, a su alrededor, la población. Si centramos un momento nuestra atención en el Rosellón, sorprende la gran cantidad de topónimos creados en época romana que se extienden a lo largo de los ríos Tec y Tet. Podemos encontrar, casi sin solución de continuidad, de este a oeste, subiendo por el cauce de dicho río Tet: Perpinyà, “Agusà” (Sant Esteve), “Pallejà” (El Soler), Pesillà, Rellà, Cornellà, “Pollà” (Millars), etc. Encontramos una realidad bastante parecida en el Empordà, por ejemplo a lo largo del río Fluvià: Romanyà, “Sisterià” (Vilert), Crespià, Esponellà, Pedrinyà, etc. En relación con este testimonio de pervivencia del mundo clásico, podemos señalar otra perduración: la de los límites de los términos aldeanos o de los límites parroquiales respecto a limites de las centuriaciones creados antes de la edad media. En época carolingia, estos límites de las villas (quizás con un origen fiscal) o de las parroquias, muy a menudo ya se encontraban bien delimitados, como hemos podido comprobar al realizar los Atles dels comtats de la Catalunya carolíngia y trasladar la información de los documentos escritos sobre unos mapas topográficos actuales. Resulta difícil saber en que momento de la alta edad media se produjo la creación de unos asentamientos (en principio estables) y de unos límites aldeanos que, a menudo, sin grandes cambios, han llegado hasta la actualidad. Habida cuenta las coincidencias existentes entre muchos de estos límites y las centuriaciones de época romana, podemos creer que, en algunos casos, el momento de creación de esta doble realidad se tuvo que producir en una fecha quizás no muy lejana del año 600 y, posiblemente, antes de la época carolingia 4 . Sin embargo, tampoco podemos olvidar la desintegración del poblamiento que existió en los primeros siglos medievales, como reflejan las excavaciones que se han llevado a 4 Podemos mencionar esta coincidencia en poblaciones como Foixà, Juià y tambíén en lugares que sabemos que se crearon a lo largo de la alta edad media, como Parlavà, Ultramort o Sant Martí el Vell (Bolòs, 2006, 163-173). 49
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Jordi Bolòs<br />
un periodo muy prolongado de abandono del lugar. En el caso de la comarca en<br />
donde precisamente se levantan los castillos de Torelló, Besora o Voltregà, que<br />
hemos citado, se había considerado, sobre todo después de los notables trabajos<br />
de Ramon d’Aba<strong>da</strong>l, que se produjo un despoblamiento entre el año 826, fecha<br />
de la revuelta de Aisón, y el año 878, cuando empezó la repoblación promovi<strong>da</strong><br />
por el conde Wifredo I el Velloso de Urgell y Barcelona (Aba<strong>da</strong>l, 1958). Evidentemente,<br />
pudo existir un cierto abandono y sobre todo una evidente falta de control<br />
por parte de los gobernantes carolingios, sin embargo no sería lógico pensar<br />
que se hubiera producido, a lo largo de cincuenta años, una despoblación total,<br />
habi<strong>da</strong> cuenta de la canti<strong>da</strong>d de nombres anteriores que perduraron y que incluso<br />
han llegado hasta la actuali<strong>da</strong>d. El estudio de los topónimos y el conocimiento de<br />
su origen nos puede hacer replantear ciertas afirmaciones plantea<strong>da</strong>s sólo a partir<br />
de la documentación escrita (a veces pobre o tendenciosa). Por otro lado, en esta<br />
zona de la comarca de Osona vemos que perduraron más nombres prerromanos,<br />
relacionados con castillos (oppi<strong>da</strong> o castella, lugares que podían servir de refugio)<br />
situados en la cumbre de los cerros, que nombres creados en época romana,<br />
relacionados con poblaciones del llano (Bolòs y Hurtado, 2001, 32-33). Seguramente<br />
este desequilibrio no es casual y nos está mostrando que hubo un periodo<br />
en que quizás sí que se abandonaron algunas aldeas del llano de Vic.<br />
4.1. Los nombres creados en época romana en el Empordà y el Rosellón<br />
Existe una gran canti<strong>da</strong>d de nombres acabados en –à o en –ana en las comarcas del<br />
Empordà (Ampurdán) y del Rosellón (Bolòs y Hurtado, 1998, 35; Bolòs y Hurtado,<br />
1999, 33). Como es conocido, dichos topónimos se crearon en época romana,<br />
en relación con un fundus o una villa. Algunos de estos nombres se continuaron<br />
utilizando en época medieval, siendo un claro testimonio de una continui<strong>da</strong>d entre<br />
la época clásica y el medioevo. Debemos tener presente que, si queremos encontrar<br />
la tradición romana tenemos que fijarnos en estos nombres de lugar y no en los<br />
nombres que empiezan con la palabra “Vila–“, que conviven con ellos, pero que<br />
muy a menudo corresponden a topónimos creados durante la alta e<strong>da</strong>d media.<br />
Por lo que se refiere al tema de una hipotética continui<strong>da</strong>d física en relación<br />
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debemos ser muy prudentes. Creo que sólo podemos hablar de una continui-<br />
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