Toponimia e cartografía - Consello da Cultura Galega

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01.05.2013 Views

José R. Morala 3.4. yeísmo y otros errores Hay otro tipo de alteraciones formales que, más que responder a un conflicto entre la norma histórica leonesa y la actual castellana, se explican más bien como errores a la hora de recoger la información o de pasarla a la cartografía. En algunos casos, son confusiones que resultan evidentes aún sin tener constancia de la forma utilizada realmente por los hablantes de la zona. En otros, es preciso recurrir al trabajo de campo para desvelar el error. Se da la circunstancia de que, dado el interés filológico añadido que la toponimia tiene en áreas como la leonesa, contamos con un importante número de trabajos en los que, de forma exhaustiva, se analiza la toponimia de una comarca o bien se añade un apéndice con un estudio toponímico a los abundantes trabajos que los dialectólogos realizaron a lo largo del siglo XX. Si pasamos por el filtro de estos estudios la información que figura en las hojas del IGN, el panorama no es muy halagüeño. A título de ejemplo, en la comarca de la vega media del Esla y los Oteros, en el sur de la provincia de León, que tuve ocasión de estudiar hace años (Morala, 1984 y 1989), figuran errores como arbotelas por arrotelas, cuján por cujao, llaganos por lláganos, hermejales por mermejales, calancios por colancios, cabanigas por labaniegas, corteallas por cortecillas o jadatales por jagatales. Cualquiera de estas formas —alguna de ellas completamente deturpadas en las hojas del IGN— sería imposible de analizar si partiéramos de los nombres consignados en los mapas mientras que, en su forma patrimonial, tienen generalmente una explicación convincente. Si esto ocurre en una zona castellanizada desde hace siglos, como esta a la que acabo de referirme, en comarcas con una mayor pervivencia del leonés, los errores tienden a aumentar. En la comarca de Laciana, lo que los estudios (Llamazares, 1990, 24 y 85) recogen como Vigalqueixo pasa a ser tanto Vega del Queixo como Vega el Quexo, Castrocol.laz figura como Castrocuchar o Brañas de Castrochar, mientras que en otros casos encontramos una especie de ultracorrección dialectalizante, como ocurre con el Tesetón, que en el mapa pasa a ser el Texetón. En el área de la Montaña de Riaño (Miranda, 1985, 103 y 134), cudiadiella ‘collada’ pasa a ser cudillera, solcollao ‘bajo el collado’ se convierte en solcallao o, por aglutinación del artículo, El Pico l’Oto se trueca en Pico Loto, 122

TOPONIMIA Y GEOGRAFÍA LINGÜÍSTICA. SOBRE LEONÉS Y CASTELLANO donde ya resulta difícilmente reconocible el resultado del étimo altu que da sentido al topónimo. De entre los errores que no podemos considerar específicamente provocados por la superposición histórica de leonés y castellano, el más estridente es, sin duda, el del yeísmo, fenómeno que ha acabado extendiéndose por todos los ámbitos y que, como no podía ser menos, tiene un reflejo desgraciadamente abundante en los topónimos incluidos en los mapas. Encontramos así casos, atestiguados en los estudios con una grafía ll o para los que esperaríamos el fonema lateral, que en el mapa aparecen escritos con y: en Los Oteros, al sur de León, figura un Ayorba que está documentado como Allorba o Llorba (Morala, 1989, 577); en el Alto Esla hay una Cuesta Yadrero que probablemente sea Lladrero (Miranda, 1985, 187 y 489). Pese a que lo esperable sería que la confusión se diera en el sentido del yeísmo, sorprende que sean mucho más frecuentes los casos en los que, ante una palatal central /y/ etimológica, lo que nos deparan los mapas son ejemplos de lleísmo, grafias correspondientes a la palatal lateral /l̬/ donde corresponderían las de /y/. El problema se agudiza porque en leonés este fonema, además de estar originado por secuencias como /dj/ o /gj/, es también el resultado de los grupos /lj/ (muliere > muyer) y /k´l/ (vermiculu > bermeyo), lo que le da una mayor presencia estadística, especialmente por lo productivos que son en toponimia sufijos del tipo de –icǔlu > –eyo o –acǔlu > –ayo. No es difícil localizar ejemplos situados en zonas lingüísticamente leonesas 9 como cascallera junto a otro más apropiado como cascayales; valdeovellas donde esperaríamos valdeoveyas; junto a los navayos, lavayos o lavayuelos, no faltan casos de navallos, lavallos o lavalluelos; al lado de carbayal puede aparecer carballal; en las zonas en las que callicula > caleya no ha perdido la palatal (calea), figuran casos de calella o calello, coincidentes con otros romances pero desconocidos aquí, salvo en el mapa. El caso más frecuente es seguramente el de vallello, utilizado junto a las formas patrimoniales valleyo y valleo o la castellanizada vallejo, si bien en este caso podría aceptarse una asimilación entre las dos palatales de la palabra. 9 Lógicamente, pueden aparecer formas con ll en la franja más occidental de la provincia, administrativamente leonesa pero lingüísticamente gallega. Mientras que en esta zona sí es lógico encontrar, por ejemplo, mallada, fuera de esa área solo cabe mayada o, por castellanización, majada. 123

TOPONIMIA Y GEOGRAFÍA LINGÜÍSTICA. SOBRE LEONÉS Y CASTELLANO<br />

donde ya resulta difícilmente reconocible el resultado del étimo altu que <strong>da</strong><br />

sentido al topónimo.<br />

De entre los errores que no podemos considerar específicamente provocados<br />

por la superposición histórica de leonés y castellano, el más estridente es, sin<br />

du<strong>da</strong>, el del yeísmo, fenómeno que ha acabado extendiéndose por todos los ámbitos<br />

y que, como no podía ser menos, tiene un reflejo desgracia<strong>da</strong>mente abun<strong>da</strong>nte<br />

en los topónimos incluidos en los mapas.<br />

Encontramos así casos, atestiguados en los estudios con una grafía ll o para<br />

los que esperaríamos el fonema lateral, que en el mapa aparecen escritos con y:<br />

en Los Oteros, al sur de León, figura un Ayorba que está documentado como<br />

Allorba o Llorba (Morala, 1989, 577); en el Alto Esla hay una Cuesta Yadrero<br />

que probablemente sea Lladrero (Miran<strong>da</strong>, 1985, 187 y 489). Pese a que lo<br />

esperable sería que la confusión se diera en el sentido del yeísmo, sorprende<br />

que sean mucho más frecuentes los casos en los que, ante una palatal central<br />

/y/ etimológica, lo que nos deparan los mapas son ejemplos de lleísmo, grafias<br />

correspondientes a la palatal lateral /l̬/ donde corresponderían las de /y/. El<br />

problema se agudiza porque en leonés este fonema, además de estar originado<br />

por secuencias como /dj/ o /gj/, es también el resultado de los grupos /lj/ (muliere<br />

> muyer) y /k´l/ (vermiculu > bermeyo), lo que le <strong>da</strong> una mayor presencia<br />

estadística, especialmente por lo productivos que son en toponimia sufijos del<br />

tipo de –icǔlu > –eyo o –acǔlu > –ayo.<br />

No es difícil localizar ejemplos situados en zonas lingüísticamente leonesas 9<br />

como cascallera junto a otro más apropiado como cascayales; valdeovellas donde<br />

esperaríamos valdeoveyas; junto a los navayos, lavayos o lavayuelos, no faltan casos<br />

de navallos, lavallos o lavalluelos; al lado de carbayal puede aparecer carballal; en<br />

las zonas en las que callicula > caleya no ha perdido la palatal (calea), figuran casos<br />

de calella o calello, coincidentes con otros romances pero desconocidos aquí,<br />

salvo en el mapa. El caso más frecuente es seguramente el de vallello, utilizado<br />

junto a las formas patrimoniales valleyo y valleo o la castellaniza<strong>da</strong> vallejo, si bien<br />

en este caso podría aceptarse una asimilación entre las dos palatales de la palabra.<br />

9 Lógicamente, pueden aparecer formas con ll en la franja más occidental de la provincia, administrativamente<br />

leonesa pero lingüísticamente gallega. Mientras que en esta zona sí es lógico encontrar, por ejemplo,<br />

malla<strong>da</strong>, fuera de esa área solo cabe maya<strong>da</strong> o, por castellanización, maja<strong>da</strong>.<br />

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