Libro fiestas 2008 - Ayuntamiento de Biar

El Amuleto de Suerte
Felipe, era un chico diferente
a los demás, parecía estar
triste y preocupado. Todos
los días al salir del colegio pasaba
por una tienda de informática y se
quedaba horas mirando un ordenador
que había en el escaparate.
Un día un señor alto, delgado y
calvo se le acercó.
– ¡Hola! Me gustaría hablar
contigo
–¿Quien es usted?
– Me llamo Suerte, ¿quieres
venir a tomar una hamburguesa?
Felipe, me gustaría ayudarte, sé
que tu familia no está pasando por
un buen momento.
– Si es cierto, somos pobres, a
veces no tenemos nada para comer,
pero lo peor es que mi madre está
muy enferma.
– Te voy a entregar este amuleto,
con él podrás tener lo que quieras,
hasta ese ordenador que te gusta
– ¡Oh! Gracias, pero... preferiría
otra cosa y además no sería para
mi, sería para mis padres; ellos se
lo merecen por su sufrimiento, por
su tolerancia y por todo el esfuerzo
de sacar adelante a los hijos.
Suerte le entregó el amuleto,
era una chapa dorada en forma de
triángulo y le dijo:
– La noche de reyes pon el amuleto
sobre tu corazón y pides todo lo
que desees.
– Muchas gracias, Suerte.
244 M O R O S I C R I S T I A N S
–Ahora tengo que irme. Hasta
pronto Felipe.
Cuando llegó la noche mágica de
reyes, Felipe estaba tan nervioso
como cuando era niño y esperaba
juguetes, pero casi nunca llegaban;
pero esta vez estaba seguro de que
sí que tendría lo que quería. Puso
el amuleto sobre su corazón y en
voz baja pidió un trabajo para su
padre y salud para su madre.
Pronto recibieron de los médicos
la gran noticia: “Habían descubierto
un medicamento que salvaría la
vida de su madre”.
También su padre ocupó un buen
puesto de trabajo, ya que él era un
hombre con mucha cultura. Felipe
era feliz, aunque seguía mirando
ese ordenador todos los días.
Un día al llegar al escaparate, el
ordenador no estaba y Felipe iba a
marcharse cuando vio a Suerte y
este le entregó un gran paquete.
– ¿Qué es?
– ¿No lo adivinas? Le pregunto
Suerte señalando el escaparate
vacío.
– ¡Ah! Ya me lo estoy imaginando.
¡Gracias! Dijo Felipe emocionado.
Los dos se marcharon sin saber
si se volverían a ver o pasaría tanto
tiempo, como lo había hecho hasta
ahora, delante de ese escaparate.
Laura Barroso Ferriz 6º A
Finalista del II Concurso
Fundación Vicent López
Premio ordenador portátil