Romancero viejo Anónimo
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aparejandoos posada y dineros que gastare. Todos fueron muy contentos, pues al conde así le place. La noche era escurecida cerca diez horas o mase, cuando entró el conde Dirlos en París esa ciudade. Derecho va a los palacios de su tío don Beltrane; pero cuando atravesaban por medio de la ciudade, vido asomar tantas hachas, gente de armas mucho mase; por do él pasar había, por allí van a pasare. El conde, cuando los vido, los suyos manda apartare; desque todos son pasados, el postrero fue a llamare: -Por Dios te ruego, escuder, me digas una verdade: ¿Quién son esa gente de armas que agora van por ciudade? El escudero que esto oyera tal respuesta le fue a dare: -Señor, la condesa Dirlos viene del palacio reale sobre un pleito que traía con Oliveros y Roldane. Los que la llevan en medio son Roldán y don Beltrane; aquellos que van postreros, donde tantas lumbres vane, son el infante Gayferos y el fuerte Meriane. El conde de que esto oyera de la ciudad él se sale. Debajo de una espesura para cabe los adarves, diciendo está a los suyos: -No es hora de entrare, que de que sean apeados tornarán a cabalgare. Yo quiero entrar en hora que de mí no sepan parte. Allí están razonando de armas y de hechos grandes hasta que era media noche, los gallos querían cantare, velven rienda a los caballos, y entran en la ciudade. Vuelta van de los palacios del buen conde don Beltrane;
antes de llegar a ellos de dos calles y aún mase, tantas cadenas hay puestas que ellos no pueden pasare. Lanzas les ponen a los pechos, no cesando de hablare: -¡Vuelta, vuelta, caballeros, que por aquí no hay pasaje!, que aquí están los palacios del buen conde don Beltrane, enemigo de Oliveros, enemigo de Roldane, enemigo de Belardos y de Celinos el infante. El conde, desque esto oyera, presto tal respuesta hace: -Ruégote, el caballero, que me quieras escuchare. Anda, ve, y dile luego a tu señor don Beltrane, que aquí esta un mensajero que viene de allende el mare. Cartas traigo del conde Dirlos, su buen sobrino carnale. El caballero con placer empieza de aguijare; presto las nuevas le daba al buen conde don Beltrane, el cual ya se acostaba en su cámara reale. Desque tal nueva oyera, tornose a vestir y calzare. Caballeros al derredor trescientos trae por guardarle; hachas muchas encendidas al patín hizo bajare; mandó que al mensajero solo le dejen entrare. Cando fue en el patín con la mucha claridade mirándole está, mirando, viéndole como salvaje. Como el que está espantado a él no se osa llegare; bajito el conde le habla, dándole muchas señales. Conociole don Beltrán entonces en el hablare, y con los brazos abiertos corre para abrazarle; diciéndole está: -¡Sobrino! Sin cesar de sospirare; el Conde le está rogando que nadie de él sepa parte.
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- Page 41 and 42: el más alto que veía; desde allí
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- Page 49 and 50: que si yo fuese traidor, a vos os c
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- Page 59 and 60: muy bueno te lo daría, o si vienes
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- Page 65 and 66: que no en mulas ni en caballos; fre
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aparejandoos posada<br />
y dineros que gastare.<br />
Todos fueron muy contentos,<br />
pues al conde así le place.<br />
La noche era escurecida<br />
cerca diez horas o mase,<br />
cuando entró el conde Dirlos<br />
en París esa ciudade.<br />
Derecho va a los palacios<br />
de su tío don Beltrane;<br />
pero cuando atravesaban<br />
por medio de la ciudade,<br />
vido asomar tantas hachas,<br />
gente de armas mucho mase;<br />
por do él pasar había,<br />
por allí van a pasare.<br />
El conde, cuando los vido,<br />
los suyos manda apartare;<br />
desque todos son pasados,<br />
el postrero fue a llamare:<br />
-Por Dios te ruego, escuder,<br />
me digas una verdade:<br />
¿Quién son esa gente de armas<br />
que agora van por ciudade?<br />
El escudero que esto oyera<br />
tal respuesta le fue a dare:<br />
-Señor, la condesa Dirlos<br />
viene del palacio reale<br />
sobre un pleito que traía<br />
con Oliveros y Roldane.<br />
Los que la llevan en medio<br />
son Roldán y don Beltrane;<br />
aquellos que van postreros,<br />
donde tantas lumbres vane,<br />
son el infante Gayferos<br />
y el fuerte Meriane.<br />
El conde de que esto oyera<br />
de la ciudad él se sale.<br />
Debajo de una espesura<br />
para cabe los adarves,<br />
diciendo está a los suyos:<br />
-No es hora de entrare,<br />
que de que sean apeados<br />
tornarán a cabalgare.<br />
Yo quiero entrar en hora<br />
que de mí no sepan parte.<br />
Allí están razonando<br />
de armas y de hechos grandes<br />
hasta que era media noche,<br />
los gallos querían cantare,<br />
velven rienda a los caballos,<br />
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Vuelta van de los palacios<br />
del buen conde don Beltrane;