Romancero viejo Anónimo
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y por todo su reinado, de cualquier que los hallase le daría buen hallazgo. Hallólos el Almirante allá en Medina del Campo, comprando muy ricas armas, jaezes para caballos. -Presos, presos, caballeros, presos, presos, hijosdalgo. -No por vos, el Almirante si de otro no traéis mandado. -Estad presos, caballeros, que del rey traigo recaudo. -Plácenos, el Almirante, por complir el su mandado. Por las sus jornadas ciertas en Jaén habían entrado. -Manténgate Dios, el rey. -Mal vengades hijosdalgo. Mándales cortar los pies, mándales cortar las manos, y mándalos despeñar de aquella peña de Martos. Allí hablara el uno de ellos, el menor y más osado: -¿Por qué lo haces, el rey, por qué haces tal mandado? Querellámonos, el rey, para ante el soberano, que dentro de treinta días vais con nosotros a plazo y ponemos por testigos a san Pedro y a san Pablo; ponemos por escribano al apostol Santiago. El rey, no mirando en ello, hizo complir su mandado, por la falsa información que los villanos le han dado; y muertos los Carvajales, que lo habían emplazado, antes de los treinta días él se fallará muy malo, y desque fueron cumplidos, en el postrer día del plazo, fue muerto dentro en León do la sentencia hubo dado.
Entre las gentes se suena, y no por cosa sabida, que de ese buen Maestre don Fadrique de Castilla, la reina estaba preñada; otros dicen que parida. No se sabe por de cierto, mas el vulgo lo decía: ellos piensan que es secreto ya esto no se escondía. La reina con su [...] por Alonso Pérez envía, mandóle que viniese de noche y no de día, secretario es del Maestre, en quien fiarse podía. Cuando lo tuvo delante, de esta manera decía: -¿Adónde está el Maestre? ¿Qué es de él, que no parecía? ¡Para ser de sangre real ha hecho grande villanía! Ha deshonrado mi casa, y dícese por Sevilla que una de mis doncellas del Maestre está parida. -El Maestre, mi señora, tiene cercada a Coimbra, y si vuestra alteza manda, yo luego lo llamaría; y sepa vuestra alteza que el Maestre no se escondía: lo que vuestra alteza dice debe ser muy gran mentira. -No lo es, dijo la reina, que yo te lo mostraría. Mandara sacar un niño que en su palacio tenía, sacólo su camarera envuelto en una faldilla. -Mira, mira, Alonso Pérez, el niño, ¿a quién parecía? -Al Maestre, mi señora, Alonso Pérez decía. -Pues dadlo luego a criar, y a nadie esto se diga. Sálese Alonso Pérez, ya se sale de Sevilla. Muy triste queda la reina, que consuelo no tenía, llorando de los sus ojos, Entre las gentes se suena...
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y por todo su reinado,<br />
de cualquier que los hallase<br />
le daría buen hallazgo.<br />
Hallólos el Almirante<br />
allá en Medina del Campo,<br />
comprando muy ricas armas,<br />
jaezes para caballos.<br />
-Presos, presos, caballeros,<br />
presos, presos, hijosdalgo.<br />
-No por vos, el Almirante<br />
si de otro no traéis mandado.<br />
-Estad presos, caballeros,<br />
que del rey traigo recaudo.<br />
-Plácenos, el Almirante,<br />
por complir el su mandado.<br />
Por las sus jornadas ciertas<br />
en Jaén habían entrado.<br />
-Manténgate Dios, el rey.<br />
-Mal vengades hijosdalgo.<br />
Mándales cortar los pies,<br />
mándales cortar las manos,<br />
y mándalos despeñar<br />
de aquella peña de Martos.<br />
Allí hablara el uno de ellos,<br />
el menor y más osado:<br />
-¿Por qué lo haces, el rey,<br />
por qué haces tal mandado?<br />
Querellámonos, el rey,<br />
para ante el soberano,<br />
que dentro de treinta días<br />
vais con nosotros a plazo<br />
y ponemos por testigos<br />
a san Pedro y a san Pablo;<br />
ponemos por escribano<br />
al apostol Santiago.<br />
El rey, no mirando en ello,<br />
hizo complir su mandado,<br />
por la falsa información<br />
que los villanos le han dado;<br />
y muertos los Carvajales,<br />
que lo habían emplazado,<br />
antes de los treinta días<br />
él se fallará muy malo,<br />
y desque fueron cumplidos,<br />
en el postrer día del plazo,<br />
fue muerto dentro en León<br />
do la sentencia hubo dado.