Romancero viejo Anónimo
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quien no ama las mujeres no se puede hombre llamar; mas la vida que yo tengo por ellas quiero gastar. Respondió el pajecico, tal respuesta le fue a dar: -Conde, bienaventurado siempre os deben de llamar, porque muerte tan honrada por vos había de pasar; más envidia he de vos, conde que mancilla ni pesar: más querría ser vos, conde, que el rey que os manda matar, porque muerte tan honrada por mí hubiese de pasar. Llaman yerro la fortuna quien no la sabe gozar, la priesa del cadahalso vos, conde, la debéis dar; si no es dada la sentencia vos la debéis de firmar. El conde que esto oyera tal respuesta le fue a dar; -Por Dios te ruego, el paje, en amor de caridad, que vayas a la princesa de mi parte a le rogar, que suplico a su Alteza que ella me salga a mirar, que en la hora de mi muerte yo la pueda contemplar, que si mis ojos la veen mi alma no penará. Ya se parte el pajecico, ya se parte, ya se va, llorando de los sus ojos que quería reventar. Topara con la princesa, bien oiréis lo que dirá: -Agora es tiempo, señora, que hayáis de remediar, que a vuestro querido el conde lo lleven a degollar. La infanta que esto oyera en tierra muerta se cae; damas, dueñas y doncellas no la pueden retornar, hasta que llegó su aya la que la fue a criar. -¿Qué es aquesto, la infanta? aquesto, ¿qué puede estar? -¡Ay triste de mí, mezquina, que no sé qué puede estar!
¡que si al conde me matan yo me habré desesperar! -Saliésedes vos, mi hija, saliésedes a lo quitar. Ya se parte la infanta, ya se parte, ya se va: fuese para el mercado donde lo han de sacar. Vido estar el cadahalso en que lo han de degollar, damas, dueñas y doncellas que lo salen a mirar. Vio venir la gente de armas que lo traen a matar, los pregoneros delante por su yerro publicar. Con el poder de la gente ella no podía pasar. -Apartádvos, gente de armas, todos me haced lugar, si no... ¡por vida del rey, a todos mande matar! La gente que la conoce luego le hace lugar, hasta que llegó el conde y le empezara de hablar: -Esforzá, esforzá, el buen conde, y no queráis desmayar, que aunque yo pierda la vida, la vuestra se ha de salvar. El aguacil que esto oyera comenzó de caminar; vase para los palacios adonde el buen rey está. -Cabalgue la vuestra Alteza, apriesa, no de vagar, que salida es la infanta para el conde nos quitar. Los unos manda que maten, y los otros enforcar: si vuestra Alteza no socorre, yo no puedo remediar. El buen rey de que esto oyera comenzó de caminar, y fuese para el mercado ado el conde fue a hallar. -¿Qué es esto, la infanta? aquesto, ¿qué puede estar? ¿La sentencia que yo he dado vos la queréis revocar? Yo juro por mi corona, por mi corona real, que si heredero tuviese que me hubiese de heredar,
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por ellas quiero gastar.<br />
Respondió el pajecico,<br />
tal respuesta le fue a dar:<br />
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porque muerte tan honrada<br />
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más querría ser vos, conde,<br />
que el rey que os manda matar,<br />
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Llaman yerro la fortuna<br />
quien no la sabe gozar,<br />
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vos, conde, la debéis dar;<br />
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El conde que esto oyera<br />
tal respuesta le fue a dar;<br />
-Por Dios te ruego, el paje,<br />
en amor de caridad,<br />
que vayas a la princesa<br />
de mi parte a le rogar,<br />
que suplico a su Alteza<br />
que ella me salga a mirar,<br />
que en la hora de mi muerte<br />
yo la pueda contemplar,<br />
que si mis ojos la veen<br />
mi alma no penará.<br />
Ya se parte el pajecico,<br />
ya se parte, ya se va,<br />
llorando de los sus ojos<br />
que quería reventar.<br />
Topara con la princesa,<br />
bien oiréis lo que dirá:<br />
-Agora es tiempo, señora,<br />
que hayáis de remediar,<br />
que a vuestro querido el conde<br />
lo lleven a degollar.<br />
La infanta que esto oyera<br />
en tierra muerta se cae;<br />
damas, dueñas y doncellas<br />
no la pueden retornar,<br />
hasta que llegó su aya<br />
la que la fue a criar.<br />
-¿Qué es aquesto, la infanta?<br />
aquesto, ¿qué puede estar?<br />
-¡Ay triste de mí, mezquina,<br />
que no sé qué puede estar!