Romancero viejo Anónimo
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sino en cosa de pesar, porque un triste y mal sueño alterado me hace estar. Aunque en sueños no fiemos, no sé a qué parte lo echar, que parecía muy cierto que vi una águila volar, siete halcones tras ella mal aquejándola van, y ella por guardarse de ellos retrújose a mi ciudad; encima de una alta torre allí se fuera a asentar; por el pico echaba fuego, por las alas alquitrán; el fuego que de ella sale la ciudad hace quemar; a mí quemaba las barbas, y a vos quemaba el brial. ¡Cierto tal sueño como este no puede ser sino mal! Esta es la causa, condesa, que me sentiste quejar. -Bien lo merecéis, buen conde, si de ello os viene algún mal, que bien ha los cinco años, que en corte no os ven estar, y sabéis vos bien, el conde, quién allí os quiere mal, que es el traidor de Tomillas que no suele reposar: yo no lo tengo a mucho que ordene alguna maldad. Mas, señor, si me creéis, mañana antes de yantar mandad hacer un pregón por toda esa ciudad, que vengan los caballeros que están a vuestro mandar, y por todas vuestras tierras también los mandéis llamar, que para cierta jornada todos se hayan de juntar. Desque todos estén juntos decirles heis la verdad, que queréis ir a París para con el rey hablar, y que se aperciban todos para en tal caso os honrar. Según de ellos sois querido, creo no os podrán faltar: iros heis con todos ellos a París, esa ciudad, besaréis la mano al rey
como la soléis besar, y entonces sabréis, señor, lo que él os quiere mandar; que si enojo de vos tiene luego os lo demostrará, y viendo vuestra venida bien se le podrá quitar. -Pláceme, dijo, señora, vuestro consejo tomar. Pártese el conde Grimaltos a París, esa ciudad, con todos sus caballeros y otros que él pudo juntar. Desque fue cerca París bien quince millas o más, mandó parar a su gente, sus tiendas mandó armar, hizo aposentar los suyos cada cual en su lugar. Luego el rey de él hubo cartas, respuesta no quiso dar. Cuando el conde aquesto vido en París se fue a entrar; fuérase para el palacio donde el rey solía estar; saludó a todos los grandes, la mano al rey fue a besar: el rey de muy enojado nunca se la quiso dar, antes más le amenazaba por su muy sobrado osar, que habiendo hecho tal traición en París osase entrar; jurando que por su vida se debía maravillar cómo, visto lo presente, no lo hacía degollar; y si no hubiera mirado su hija no deshonrar, que antes que el día pasara lo hiciera justiciar: mas por dar a él castigo, y a otros escarmentar le mandó salir del reino y que en él no pueda estar. Plazo le dan de tres días para el reino vaciar y el destierro es de esta suerte: que gente no ha de llevar, caballeros, ni criados no le hayan de acompañar, ni lleve caballo o mula en que pueda cabalgar: moneda de plata y oro
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lo que él os quiere mandar;<br />
que si enojo de vos tiene<br />
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-Pláceme, dijo, señora,<br />
vuestro consejo tomar.<br />
Pártese el conde Grimaltos<br />
a París, esa ciudad,<br />
con todos sus caballeros<br />
y otros que él pudo juntar.<br />
Desque fue cerca París<br />
bien quince millas o más,<br />
mandó parar a su gente,<br />
sus tiendas mandó armar,<br />
hizo aposentar los suyos<br />
cada cual en su lugar.<br />
Luego el rey de él hubo cartas,<br />
respuesta no quiso dar.<br />
Cuando el conde aquesto vido<br />
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en París osase entrar;<br />
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no lo hacía degollar;<br />
y si no hubiera mirado<br />
su hija no deshonrar,<br />
que antes que el día pasara<br />
lo hiciera justiciar:<br />
mas por dar a él castigo,<br />
y a otros escarmentar<br />
le mandó salir del reino<br />
y que en él no pueda estar.<br />
Plazo le dan de tres días<br />
para el reino vaciar<br />
y el destierro es de esta suerte:<br />
que gente no ha de llevar,<br />
caballeros, ni criados<br />
no le hayan de acompañar,<br />
ni lleve caballo o mula<br />
en que pueda cabalgar:<br />
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