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'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University

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objeto de una determinada relación de conocimiento y de poder (Rabinow, Foucault<br />

Reader 7). Lo interesante es que, como señala Foucault, los modos de objetivación y<br />

de subjetivación no son excluyentes: si bien el narrador pretende convertir al sujeto<br />

femenino en objeto de la mirada masculina para mutarlo automáticamente a una<br />

posición de pasividad, al mismo tiempo e involuntariamente le está concediendo una<br />

agencialidad y el poder de formar su propia subjetividad. Tras admirarse en el espejo<br />

en el taller de moda, Isidora se mira en los ojos de Miquis, que la observan turbados:<br />

“Absorto la miraba el joven, y con voz balbuciente, que declaraba su sorpresa y<br />

embeleso, dijo ‘estás…, no ya hermosa, ni guapa, sino… ¡divina!´” (La desheredada<br />

402). Construido por el ojo masculino, el sujeto femenino se convierte en un “oscuro”<br />

objeto de deseo, lo que le confiere una garantía de validez como sujeto<br />

autónomamente construido. Al ser cautivado y estar a punto de sucumbir ante el<br />

cuerpo y la imagen de Isidora, Miquis le concede un espacio de representación y<br />

constitución como sujeto agente, capaz de despertar una tentación en él. Ante el poder<br />

que la figura femenina ejerce sobre él, el médico recobra el equilibrio moral y<br />

deteniendo la seducción visual, el narrador cede paso a la autoridad del discurso<br />

patriarcal, y “el médico, el médico es el que habla ahora” (402), pasando a restaurar el<br />

orden mediante un estricto régimen de “curación”. 18<br />

18<br />

En su particular lectura de Lacan, Sadoff afirma que la penetrante mirada masculina es una metáfora<br />

del poder, la autoridad y la dominación masculina sobre la mujer en todos los niveles (Monsters 127).<br />

Aunque efectivamente la mirada masculina en la novela forma parte del mecanismo de poder que desde<br />

su privilegiada situación ejerce el ojo abarcador del autor, no hay que olvidar que esta dominación<br />

masculina produce un efecto de subjetivación. En la misma línea se encuentra Sartre. La congratulación<br />

de Isidora ante su imagen en el espejo –tanto en el cristal donde se refleja su imagen como en el espejo<br />

de la sociedad- podría explicarse según el cogito sartriano “I see myself because somebody sees me”<br />

(“The Look” 349), partiendo del orgullo que el personaje siente al ofrecer su imagen a la sociedad<br />

(recordemos que el orgullo constituye una de las tres reacciones subjetivas, junto a la vergüenza y el<br />

miedo, que Sartre identifica en el individuo ante la mirada del otro). Sin embargo, tanto la de Sadoff<br />

como esta visión sartreana son extremadamente limitadoras y estáticas, pues atribuyen una radical<br />

importancia a la mirada del otro para la configuración del sujeto -“I am for myself only as I am a pure<br />

referente to the Other… In order for me to be what I am, it suffices merely that the Other look at me”<br />

(374), apunta Sartre. Además es una visión enormemente castradora, puesto que parte del hecho de que<br />

la mirada del otro es un mecanismo puramente represor que “fija” al sujeto frente a los “turbulent<br />

91

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