'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University
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económicos, ya introduce la poética espacial de ascensos y caídas puesta en marcha a lo largo de la obra, la cual guiará la peripecia urbana, social y moral de los protagonistas. La referencia a Envidiópolis introduce la discursividad médica que junto a la económica juega un papel fundamental en el texto: la envidia es la enfermedad de la ciudad y de los que la pueblan, de aquellos que sufren porque desean lo que no tienen. Esta apertura de la novela es perfectamente coherente con la imagen de la sociedad burguesa de finales de siglo regida por la pretensión social, por el culto a la apariencia y por el lema del “quiero y no puedo”, valores ante los que escritores más o menos liberales, como Galdós, reaccionaron con dureza. Las “ganas rabiosas” de una sociedad que, de no alcanzar una posición superior “principia por aparentarla” (137) responde a la necesidad de guardar las formas y la inhabilidad de conseguirlo de manera satisfactoria. Esta dinámica social, en todas sus ramificaciones, cobrará forma en la persona de Isidora. Con su “loco amor al lujo y las comodidades” (387), Isidora en sí misma representa el consumismo como rasgo de modernidad. Su alejamiento del pueblo, el cual rechaza profundamente, para establecerse en el mundo urbano marca el paso de la tradición a la modernidad, la cual tiene en las tiendas, los escaparates y el consumo una de sus manifestaciones más evidentes. El personaje vertebra así el fenómeno social de la emigración del campo a la ciudad, tan popular en esos años en que la capitalidad de Madrid atraía y captaba a las masas del pueblo con promesas económicas, laborales y de mejores condiciones de vida. Isidora vendría a representar la encarnación de esa “female shopper”, un tipo más de “female presence associated with the city of modernity” la cual es “significant as images of urban women within the city as well as metaphors for female perceptions of the city” (Parsons, Streetwalking 43). 72
El personaje ejerce el derecho a su supuesta posición social mediante la posesión de Madrid. En el capítulo precisamente titulado así, “Tomando posesión de Madrid”, Isidora se apropia de la ciudad por medio de una mirada voraz, observando con “ojos de mujer. fijándose en detalles de vestidos, sombreros, adornos y trapos” (La desheredada 135) esto es, objetos privativamente femeninos. 15 Todo en la calle es percibido por el ojo femenino en términos de deseo; nótese el rico lenguaje de placeres que el narrador utiliza para describir la salida del personaje a la calle: “Al punto empezó a ver escaparates, solicitada de tanto objeto bonito, rico, suntuoso. Ésta era su delicia mayor cuando a la calle salía, y origen de vivísimos apetitos que conmovían su alma, dándole juntamente ardiente gozo y punzante martirio” (172). Ese gozo apunta a la libertad que la calle facilita, mientras que el martirio queda explicado por la escasez económica y con ella la imposibilidad de satisfacer el cuerpo femenino con la mercancía y los objetos de lujo, esto es, la incapacidad de guardar las formas a la que se aludió anteriormente. La relación del personaje con su cuerpo es asimismo de un ardiente gozo y punzante martirio, confundiéndose una vez más el apetito material y el carnal. Esta relación placer-dolor, impulsos gemelos que remiten a la íntima relación clásica Eros-Tánatos que construye al sujeto, impulsos en constante pugna en la psique del ser humano, simboliza y anticipa el movimiento espacial del personaje que pasará de lo más alto –con el correspondiente goce de estar en las alturas— a lo más bajo, con el dolor que la caída final a los más bajos fondos conllevará. 15 La posesión de la ciudad será triple: entendida en términos literales, es una apropiación material de aquellos objetos materiales que Isidora cree necesitar como rasgos de su clase social. Al mismo tiempo es una posesión con la mirada, pues en su paseo por el centro urbano madrileño –dominado por la atracción de los escaparates y comercios- Isidora “devora” los encantos visuales de la ciudad. Por último, Isidora toma posesión de Madrid en un plano metafórico al pasear libremente sin restricción ni limitación masculina alguna, e invadiendo un espacio que no le pertenece. Recuerda sin duda al paseo visual del Magistral en La Regenta quien, en su afán devorador de ascender social y materialmente, “paseaba lentamente sus miradas por la ciudad” (173) para apropiarse de Vetusta con todos sus espacios sociales. 73
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con “ojos de mujer. fijándose en detalles de vestidos, sombreros, adornos y trapos”<br />
(La desheredada 135) esto es, objetos privativamente femeninos. 15 Todo en la calle<br />
es percibido por el ojo femenino en términos de deseo; nótese el rico lenguaje de<br />
placeres que el narrador utiliza para describir la salida del personaje a la calle: “Al<br />
punto empezó a ver escaparates, solicitada de tanto objeto bonito, rico, suntuoso. Ésta<br />
era su delicia mayor cuando a la calle salía, y origen de vivísimos apetitos que<br />
conmovían su alma, dándole juntamente ardiente gozo y punzante martirio” (172). Ese<br />
gozo apunta a la libertad que la calle facilita, mientras que el martirio queda explicado<br />
por la escasez económica y con ella la imposibilidad de satisfacer el cuerpo femenino<br />
con la mercancía y los objetos de lujo, esto es, la incapacidad de guardar las formas a<br />
la que se aludió anteriormente. La relación del personaje con su cuerpo es asimismo<br />
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La posesión de la ciudad será triple: entendida en términos literales, es una apropiación material de<br />
aquellos objetos materiales que Isidora cree necesitar como rasgos de su clase social. Al mismo tiempo<br />
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