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'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University

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ciudad que presagia la propia caída del personaje al infierno metafórico desde una<br />

posición de clase media a la prostitución. Este descenso impuesto por el narrador<br />

viene motivado precisamente porque, como señala Collins, “Isidora fails to see that<br />

the center itself is corrupt and produces even more corruption” (“Sliding” 20). Para<br />

Galdós, la verdadera esencia humana se encuentra en las gentes del pueblo, que en la<br />

novela personifica en el personaje de la tía de Isidora, Encarnación. Son ellos,<br />

habitantes de las zonas marginales de la ciudad, las gentes trabajadoras, el pueblo<br />

limpio y puro, sin ansias de elevación social. La casa de la Sanguijuelera, aunque en el<br />

extrarradio, goza de un “orden y aseo” (La desheredada 97) que sorprende a Isidora. 9<br />

Localizado en los “bordes rotos y desportillados de la zona urbana”, el paseo por esa<br />

“ciudad hecha de cartón podrido”, que no era “aldea ni tampoco ciudad” sino “una<br />

piltrafa de capital, cortada y arrojada por vía de limpieza para que no corrompiera el<br />

centro” (95) pone de manifiesto la ansiedad de la clase media –posición desde la que<br />

Isidora observa el suburbio madrileño- ante los espacios que las clases sociales bajas<br />

habitan, una ansiedad que encuentra su canal de expresión en los discursos sobre la<br />

higiene y la criminalidad, como bien Galdós muestra en el capítulo titulado<br />

“¡Hombres!”. Aunque los suburbios y alrededores de Madrid aparecen en la novela en<br />

contadas ocasiones, este capítulo le basta al narrador para asociar el extrarradio al<br />

crimen y a la delincuencia. El narrador ofrece un paseo visual que comienza en el<br />

Barrio de la Arganzuela, barrio de masas, “escombros y residuos” (143), pasa por el<br />

Barranco de Embajadores –“ciudad movediza compuesta de ruinas” (157) desde<br />

donde, significativamente, apenas se divisa Madrid pues la corrupción y la vida<br />

9<br />

En Lo prohibido Galdós construye el miserable mundo madrileño donde reina la mezquindad, la<br />

hipocresía y la ociosidad. Al igual que la Vetusta levítica de Clarín, la ciudad con un protagonismo<br />

esencial en la novela galdosiana es representada como un microcosmos de la vida burguesa y como una<br />

fuerza negativa que condiciona los acontecimientos de la narración. Por supuesto, no es así percibida<br />

por el ojo femenino que idealiza las virtudes de la urbe frente a la repugnancia y la falta de civilización<br />

del pueblo.<br />

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