'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University
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estatus social no dudará en apropiarse muy pronto. Estamos ante el primer viaje urbano de Isidora Rufete, protagonista de La desheredada de Galdós, cinco días después de su llegada a Madrid procedente de un pequeño pueblo de La Mancha. Y éste es el Madrid de finales de siglo, una ciudad que lucha por establecerse como urbe moderna, con calles caracterizadas por la confusión social que trajo consigo la urbanización e industrialización. En el mismo Madrid, pero once años más tarde, otra protagonista femenina encuentra enorme placer en el paseo pero esta vez, no por el centro urbano, sino por el extrarradio norte –Cuatro Caminos, el Partidor, el Canalillo, el Hipódromo, paseos que ella misma describe como “ejercicios liberadores”. Aunque su amo le ha prohibido que abandone el espacio doméstico, el personaje no duda en alzarse contra el discurso patriarcal y se convierte en emisor de un discurso subversivo materializado en excursiones frecuentes a los márgenes urbanos, primero sola, luego en compañía de su futuro amante. Los paseos constituyen una antesala para el encuentro sexual con Horacio, un joven pintor que la protagonista conoce casualmente en la calle. La experiencia urbana prepara al personaje para la experiencia sexual, pues los paseos físicos por las calles pronto cederán paso a paseos de naturaleza más íntima por la privacidad de la casa del pintor. El narrador lo subraya irónicamente: “Y desde ese día ya no pasearon más. Pasearon, sí, en el breve campo del estudio; recorrieron toda la esfera, desde lo humano a lo divino, y lo divino revestíase de carne mortal”. Se desencadenó el conflicto. El espacio abierto de la calle es sustituido por un espacio altamente erótico que, aunque cerrado y privado, sigue proporcionando el goce de un paseo metafórico. La calle, sin límites ni fronteras, posibilita la promiscuidad de todo tipo, dando rienda suelta primero a los sueños de emancipación y liberación del personaje, y segundo a la libertad sexual. Se trata de Tristana, novela localizada en la 42
periferia madrileña que muestra, entre otras cosas, las transformaciones urbanas que venían implementándose a finales del XIX para acomodar a las clases populares y a las oleadas de inmigrantes que empiezan a edificar en el extrarradio en condiciones de insalubridad y falta de higiene, en trazados irregulares y sin ningún orden, impidiendo cualquier posibilidad de crecimiento racional. Ambos ejemplos muestran la poderosa relación entre calle urbana y sujeto femenino en la narrativa moderna española de finales de siglo, y me sirven para enmarcar la doble funcionalidad de la calle que pretendo privilegiar en el presente capítulo: formativa y conflictiva. En ambas novelas la calle es construida como un espacio ideal que pone en circulación una multiplicidad de discursos en torno a la figura de la mujer –liberación, independencia económica, agencialidad, ascenso social— los cuales pugnan por abrirse paso en una sociedad moderna y vienen a permear la discursividad hegemónica imperante en la época, esto es, patriarcal, burguesa y conservadora. Esto debe ser estudiado a la luz de los nuevos debates en torno al feminismo que surgieron en España alrededor de 1870 como bien demuestran, por ejemplo, los Congresos Nacionales pedagógicos organizados en 1882 y 1892, los cuales dedican un espacio importante a la cuestión de la emancipación de la mujer por vía de la educación; la prensa, especialmente la obrera, que empieza a prestar más y más atención a la función social de la mujer y su entrada en el mundo laboral; los movimientos de opinión, que debaten principalmente la participación de la mujer en la esfera política; y por supuesto, la literatura. En la España del XIX comienzan a aparecer estudios críticos que apuntan a esta rígida separación espacial, en particular escritos por mujeres. En los artículos feministas agrupados bajo el título “La mujer española”, Pardo Bazán traza la condición doméstica a través de diversas épocas de la mujer de diferentes clases 43
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periferia madrileña que muestra, entre otras cosas, las transformaciones urbanas que<br />
venían implementándose a finales del XIX para acomodar a las clases populares y a<br />
las oleadas de inmigrantes que empiezan a edificar en el extrarradio en condiciones de<br />
insalubridad y falta de higiene, en trazados irregulares y sin ningún orden, impidiendo<br />
cualquier posibilidad de crecimiento racional.<br />
Ambos ejemplos muestran la poderosa relación entre calle urbana y sujeto<br />
femenino en la narrativa moderna española de finales de siglo, y me sirven para<br />
enmarcar la doble funcionalidad de la calle que pretendo privilegiar en el presente<br />
capítulo: formativa y conflictiva. En ambas novelas la calle es construida como un<br />
espacio ideal que pone en circulación una multiplicidad de discursos en torno a la<br />
figura de la mujer –liberación, independencia económica, agencialidad, ascenso<br />
social— los cuales pugnan por abrirse paso en una sociedad moderna y vienen a<br />
permear la discursividad hegemónica imperante en la época, esto es, patriarcal,<br />
burguesa y conservadora. Esto debe ser estudiado a la luz de los nuevos debates en<br />
torno al feminismo que surgieron en España alrededor de 1870 como bien demuestran,<br />
por ejemplo, los Congresos Nacionales pedagógicos organizados en 1882 y 1892, los<br />
cuales dedican un espacio importante a la cuestión de la emancipación de la mujer por<br />
vía de la educación; la prensa, especialmente la obrera, que empieza a prestar más y<br />
más atención a la función social de la mujer y su entrada en el mundo laboral; los<br />
movimientos de opinión, que debaten principalmente la participación de la mujer en la<br />
esfera política; y por supuesto, la literatura.<br />
En la España del XIX comienzan a aparecer estudios críticos que apuntan a<br />
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