'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University
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La calle como espacio de lucha y conflicto ha sido sustituida por la calle apacible, tranquila, sin jerarquías sociales. Es una sociedad sin clases y en plena comunión con la naturaleza donde todo funciona de manera mecanizada. 116 La deshumanización por parte del personaje se une al desligamiento de la masa para conducirlo a una muerte metafórica (así mismo titula el escritor el capítulo). Recordemos cómo en los casos de Ramón Arias y del personaje de Lamentación la pertenencia a un colectivo daba sentido a la vida al individuo y lo salvaban de la muerte. La desvinculación de la masa se deja ver en el texto mediante la pérdida de la fe de Samar en el movimiento (“Amparo se lleva los restos de mi fe”, dice tras la muerte de la amada, 342) así como el estado de negación en el que se sume el personaje: “Estaba borracho de negación. ‘Nunca más’, sonaba en sus oídos estruendosamente. El ‘siempre más’, que era su lema y el de la calle soleada, el de las muchedumbres sedientas de porvenir, ahora no conseguía a su corazón y vivificarlo” (343). El abandono del “siempre más” queda además subrayado por su encarcelamiento, entendiendo la cárcel como el espacio más antitético de la calle por la restricción absoluta de movimiento. La inmovilidad a la que se restringe al sujeto en el espacio de la celda marca su muerte, pues “la vida está en la calle y la cárcel es para soñar” (406), como apunta el narrador. Podemos concluir pues con que la colectividad es necesaria para la supervivencia y el progreso, pero también lo es la sentimentalidad. El personaje que al final del relato triunfa es Villacampa, quien ha sabido supeditar su adhesión a la causa colectiva a sus intereses individuales, esto es, al “sentimiento ocioso y lujoso” desde la perspectiva de Samar (406). Así se ponen de manifiesto los 116 Aquí puede verse el acercamiento de Samar (alterego de Sender según la crítica) al comunismo y su alejamiento del anarquismo. El sueño final de Samar de la ciudad de fábricas y talleres forma parte de la revolución urbana bolchevique cuya intención, como bien señala Merrifield, consiste en convertir ciudades enteras en fábricas, “into colossal means of production” (Metromarxism 2). El alejamiento de Sender del anarcosindicalismo también se debe a razones estratégicas y no tanto ideológicas, por su desacuerdo ante la energía incontrolable y la falta de organización de las masas anarquistas. 438
intereses enfrentados de Samar y Villacampa, pues mientras el primero termina descendiendo –sentimental, espiritual y geográficamente 117 —el otro asciende y triunfa, al menos en la “revolución sentimental” (406), asegurándose una mayor cuota de poder personal y de representatividad. Este desenlace es perfectamente coherente con la posición de Sender, quien en el prólogo argumenta que la “verdad humana” que pretende desentrañar con su novela reside “en las pasiones de los personajes”, apelando asimismo a la sensibilidad del lector y no a su entendimiento porque “las verdades humanas más entrañables no se entienden ni se piensan, sino que se sienten” (5). 4.2.3. La calle como moridero y santuario La muerte metafórica de Samar, así como el aniquilamiento de la manifestación callejera abre un marco de debate en torno a la muerte y la calle en la novela al que cabe dedicar unas últimas reflexiones. La muerte se encuentra dispersa por todos los resquicios urbanos y textuales, en parte debido al nivel de violencia que desde un primer instante domina el texto. Desde una primera violencia de carácter verbal al respecto del comentario sobre el padre de Villacampa quien “mató a palos” a su madre (14), a la última reflexión de Samar desde la cárcel de que la muerte es “la única libertad posible” (411), el texto está impregnado por todo tipo de violencia simbólica, como la que se desprende de la descripción minuciosa del asesinato de los tres anarquistas de la que el narrador se sirve para apelar a la sensibilidad del lector e 117 Cuando, tras la muerte de Amparo, Samar, impasible e indiferente ante todo, se dirige a su casa a que lo detengan, recorre un trayecto en que “todo el camino era hacia abajo” (345), para apostillar unas líneas más adelante que ése era el mismo camino, cuesta abajo, al que se dirige el movimiento (348). Aquí se deja ver que el mismo destino, el mismo fracaso, afecta a ambos: al individuo que encuentra mermado su afán de lucha y su capacidad de movimiento, y a la colectividad que ve ahogado su movimiento social. 439
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La calle como espacio de lucha y conflicto ha sido sustituida por la calle apacible,<br />
tranquila, sin jerarquías sociales. Es una sociedad sin clases y en plena comunión con<br />
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Recordemos cómo en los casos de Ramón Arias y del personaje de Lamentación la<br />
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personaje: “Estaba borracho de negación. ‘Nunca más’, sonaba en sus oídos<br />
estruendosamente. El ‘siempre más’, que era su lema y el de la calle soleada, el de las<br />
muchedumbres sedientas de porvenir, ahora no conseguía a su corazón y vivificarlo”<br />
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encarcelamiento, entendiendo la cárcel como el espacio más antitético de la calle por<br />
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el espacio de la celda marca su muerte, pues “la vida está en la calle y la cárcel es para<br />
soñar” (406), como apunta el narrador. Podemos concluir pues con que la colectividad<br />
es necesaria para la supervivencia y el progreso, pero también lo es la sentimentalidad.<br />
El personaje que al final del relato triunfa es Villacampa, quien ha sabido supeditar su<br />
adhesión a la causa colectiva a sus intereses individuales, esto es, al “sentimiento<br />
ocioso y lujoso” desde la perspectiva de Samar (406). Así se ponen de manifiesto los<br />
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Aquí puede verse el acercamiento de Samar (alterego de Sender según la crítica) al comunismo y su<br />
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