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ceasing to be ‘objects’” (The Explosion 67). La constitución de la calle como espacio conflictivo, como “site of contestation” corre paralela a la formación del individuo como agente social porque, como dice Juliá, “la calle sólo puede ser el lugar de la derrota de la burguesía, la política y el Estado si es ocupada simultáneamente por la multitud proletaria” (Madrid 1931-1934 184). Se revela así la íntima y estrecha relación calle-individuo que se viene analizando en este trabajo en tanto que la primera contribuye a formar al segundo mediante la labor que en la calle se desarrolla, esto es, la de manifestarse políticamente, deshacer jerarquías y ostentar al poder. En su particular lectura de Lefebvre, Merrifield señala que “contestation rejects passivity and fosters participation” (Metromarxism 87). Recuerda sin duda esta afirmación a la novela Lamentación, en la que su personaje pasaba de la “negación”, esto es, de la falta de voluntad de acción, a la “afirmación” o toma de conciencia para actuar. Otro concepto importante se desprende del pasaje previamente mencionado, muy relacionada con la falta de organización y disciplina de la masa en la calle: la espontaneidad, que Le Bon califica como privativa de los “primitive beings” (The Crowd 36). Es cierto que en la calle, la masa anarquista no piensa, no razona, se mueve por instintos, por impulsos, pero Le Bon no contempla –porque no le interesa—en los motivos que han impulsado a esa masa a echarse a la calle, motivos que derivan del pensamiento, de razonamientos lógicos y de causalidades sociales, como bien pone de manifiesto en la novela en reiteradas ocasiones mediante el diálogo entre los protagonistas: es necesario luchar y salir a la calle porque en términos generales los pilares básicos del país van mal –familia, religión y patria (19), y más concretamente es necesario “reformar” el sistema y acabar con los abusos del “régimen y la lógica capitalista, del espíritu burgués” (162). Ahora bien, una vez en la calle, estas razones, a pesar de seguir presentes en las mentes de los miembros de la 432

masa, se disuelven y ceden paso a la espontaneidad e impetuosidad: cada paso de la masa le indica el camino que debe seguir, siempre hacia delante. La lucha estalla de manera espontánea porque, como reza la cita que abre esta sección, “Cuando les preguntáis a los de la F.A.I. adónde iremos después de habernos arrojado a la calle, responden que cuando estemos en la calle sabremos adónde ir” (Abad de Santillán, Solidaridad Obrera del 29 de julio de 1931). La calle marca el camino, no porque sea un sujeto activo, sino porque el agente social, al contacto con la calle, se empodera. Lefebvre lo describe como una fuerza creativa, necesaria para socavar el poder del enemigo: “Power therefore regards spontaneity as the enemy” (The Explosion 70). Sin espontaneidad nada ocurriría, no existiría progreso y además, como señala Merrifield, “spontaneity always expresses itself in the street, where it can spawn within and even transform everyday life. The street is that arena of society not occupied by institutions” (Metromarxism 87). Por ello la calle y su ocupación por las masas obreras infunde tanto miedo en la burguesía y la aristocracia, porque la calle como nuevo espacio de la lucha obrera es imposible de controlar plenamente. La calle no es de nadie, está separada del Parlamento y de las Cortes donde los representantes del Gobierno discuten en la novela de Sender; del cuartel de Uno donde el capitán del Ejército Español alecciona a los militares a defender la ciudad “contra los negros”, los de la otra orilla; de las oficinas de prensa conservadora en la misma novela, desde donde se redacta la necesidad de defender la familia católica frente a las “hordas revolucionarias” (Carranque de Ríos 58). En Siete domingos rojos, la calle se convierte en el espacio que viene a llenar el vacío de la política institucional, desde el que los sujetos marginales reclaman los derechos que las instituciones les niegan y pretenden resolver los conflictos que aquéllas no pueden. El poder está en las instituciones, pero su conquista empieza por la calle. A los huelguistas no les interesan 433

masa, se disuelven y ceden paso a la espontaneidad e impetuosidad: cada paso de la<br />

masa le indica el camino que debe seguir, siempre hacia delante. La lucha estalla de<br />

manera espontánea porque, como reza la cita que abre esta sección, “Cuando les<br />

preguntáis a los de la F.A.I. adónde iremos después de habernos arrojado a la calle,<br />

responden que cuando estemos en la calle sabremos adónde ir” (Abad de Santillán,<br />

Solidaridad Obrera del 29 de julio de 1931). La calle marca el camino, no porque sea<br />

un sujeto activo, sino porque el agente social, al contacto con la calle, se empodera.<br />

Lefebvre lo describe como una fuerza creativa, necesaria para socavar el poder del<br />

enemigo: “Power therefore regards spontaneity as the enemy” (The Explosion 70). Sin<br />

espontaneidad nada ocurriría, no existiría progreso y además, como señala Merrifield,<br />

“spontaneity always expresses itself in the street, where it can spawn within and even<br />

transform everyday life. The street is that arena of society not occupied by<br />

institutions” (Metromarxism 87). Por ello la calle y su ocupación por las masas<br />

obreras infunde tanto miedo en la burguesía y la aristocracia, porque la calle como<br />

nuevo espacio de la lucha obrera es imposible de controlar plenamente. La calle no es<br />

de nadie, está separada del Parlamento y de las Cortes donde los representantes del<br />

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donde se redacta la necesidad de defender la familia católica frente a las “hordas<br />

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que los sujetos marginales reclaman los derechos que las instituciones les niegan y<br />

pretenden resolver los conflictos que aquéllas no pueden. El poder está en las<br />

instituciones, pero su conquista empieza por la calle. A los huelguistas no les interesan<br />

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