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'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University

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que aunque no fue completo ha hecho mucho daño” (189). Además, se pone de<br />

manifiesto la relevancia del espacio urbano, aunque sea en sus márgenes, para los<br />

planes de sabotaje pues como señala Juliá, “el proceso diferenciado de toma de<br />

conciencia de los intereses de clase acontece en un espacio urbano” (Madrid 1931-<br />

1934 415). 107<br />

En esta labor organizativa y revolucionaria, cabe destacar la taberna como<br />

espacio representativo del extrarradio en términos de concienciación social y política.<br />

A menudo construida desde una perspectiva burguesa, la taberna ha sido comúnmente<br />

asociada a una serie de vicios –violencia, criminalidad, prostitución—que la definen<br />

como un espacio amenazador que por ello es necesario vigilar y controlar. La taberna<br />

ha sido percibida, desde siempre, como el espacio de ocio popular, así como un núcleo<br />

de actividad protopolítica que fomentaba una identidad comunitaria entre las clases<br />

obreras. En la literatura decimonónica este espacio social, construido a menudo como<br />

“una atmósfera impura cargada de vapores alcohólicos en que flotan la miseria y el<br />

crimen, secuela inevitable de la embriaguez que degrada al hombre hasta rebajarle al<br />

nivel de la bestia” (Albornoz, Instrucción 19-20), aparecerá reiterativamente como un<br />

territorio dedicado al ocio en la España de la Restauración, transitado frecuentemente<br />

107<br />

Sin embargo, hay que recordar que en el campo también se llevó a cabo una labor revolucionaria<br />

con métodos violentos que desembocó en luchas sangrientas. En Un hombre de treinta años, el<br />

narrador da cuenta de dos sucesos acontecidos en Castilblanco, un pueblo de Extremadura donde unos<br />

centenares de campesinos, hastiados del abuso al que son sometidos, matan a cuatro guardias civiles; en<br />

Arnedo, los civiles fusilarán a la muchedumbre de manifestantes, entre los que desfilan mujeres y<br />

niños. Como parte de su labor periodística, Ramón Arias visitará las cuencas mineras en Llobregat,<br />

donde el periodista experimenta el estado inhumano de las viviendas y la explotación a la que somete al<br />

minero, así como la adhesión de los campesinos a la causa anarquista. Esto demuestra que los<br />

fenómenos de masas no son privativos de la urbe, sino que también existen en el mundo rural, donde su<br />

labor revolucionaria es más “energúmena”, como apunta el narrador de Un hombre de manera reiterada.<br />

Quizás sea por ello que para describir a las muchedumbres urbanas que conspiran y actúan, el narrador<br />

emplea elementos de la naturaleza, términos que identifican la ira popular con fuerzas naturales. En Un<br />

hombre las acciones incontrolables del “torbellino” (308) de hombres son referidas como “fuerzas<br />

imponderables” (11), mientras que las balas que disparan silban “como el viento” (308). En Siete<br />

domingos los animales (gato, gallo, vaca, mono) están siempre implicados en las reuniones anarquistas,<br />

como si fueran participantes más en la lucha revolucionaria; la acción de las masas siempre está<br />

asociada a lo sublime, a “la furia de lo espontáneo” que caracteriza los fenómenos de la naturaleza. La<br />

masa es “un mar encrespado de voces y ruidos que invade las calles” (Siete domingos 102).<br />

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