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pasó a ser considerada un instrumento de fuerte intervención social para analizar la sociedad y contribuir a transformarla, y así “poner al descubierto los mecanismos que perpetuaban y hacían posible el mantenimiento de situaciones opresivas e injustas” (Esteban y Santonja, Novelistas sociales 11). Es por ello que la novela social, definida por Pérez como aquélla al servicio de la protesta política donde lo social se convierte en político y viceversa (“Social Realist Novel” 62), traerá a un primer plano la realidad social, los problemas de clase social y principalmente atenta a “los fenómenos sociales, a los problemas colectivos, a las reivindicaciones de masa”, con frecuencia “ignorará al individuo en cuanto carácter único” (Nora, Novela española 282). Como mencioné en sucesivas ocasiones, Lamentación y La Venus mecánica pueden ser consideradas precedentes de El nuevo romanticismo: en ellas el individuo hablaba por las masas, identificándose con éstas en ocasiones, en otras mostrando su indignación hacia las mismas, pero siempre privilegiando su propia individualidad. A partir de la publicación del libro de Díaz Fernández, el sujeto será la masa en sí y el individuo pasará a ser integrante de la misma, porque como el propio autor señala, “las fuerzas proletarias son las únicas con capacidad revolucionaria” (Nuevo romanticismo 190). El personaje-periodista, como veremos en los textos analizados, se convierte en el principal animador “que expresa la inquietud de esas cien mil cabezas”, como diría Jarnés en Locura y muerte de nadie (169). Parafraseando a Díaz Fernández, Gil Casado señala que la creación literaria sólo puede desempeñar una misión incitadora si expone “la dialéctica del tiempo, los conflictos sociales, los anhelos de las masas trabajadoras” (Novela social 94). Y será por ello que uno de los rasgos de la novela social es la colectividad, y será en la urbe donde aquélla encontrará su espacio de representación, donde se produzca la verdadera “rebelión de 368

las masas” al ser los espacios del centro ocupados por obreros y sindicalistas que se rebelan contra el orden. Si se tiene en cuenta, por un lado, que la multitud y la muchedumbre se entienden como “una de las zonas más problemáticas de la conflictividad social, pues a través de su aparición se pueden detectar precisamente la emergencia de los conflictos” (Montaldo, “Entre la masa” 167) y que, como ha apreciado Wirth-Nesher, el ámbito urbano es el lugar por excelencia para transmitir las tensiones y contradicciones de la novela moderna (City Codes 3) se puede concluir con que el espacio urbano y en particular la calle de la ciudad moderna se configura como el lugar propicio elegido por el escritor para ser convertido en espacio social por las acciones conflictivas de las masas. 94 Días antes al 14 de abril de 1931, las calles de Madrid rebosaban de gente. La presencia del pueblo madrileño jubiloso en cines, teatros y calles, primero para votar, luego para celebrar, convierte el triunfo electoral en un triunfo político. Desde Lavapiés y los barrios bajos de Atocha, desde Tetuán y Carabanchel, oleadas de transeúntes, obreros, mujeres y representantes de toda clase social inundan con su presencia, sus voces y con banderas tricolores Sol, Cibeles, Alcalá. Las calles céntricas se convierten en escenario de una revolución, de una fiesta espontánea. Santos Juliá documenta cómo la fiesta del 14 de abril se prolongó hasta el día siguiente en el que nadie había ido al trabajo “y quienes fueron lo abandonaron en seguida: era fiesta” (Madrid 1931-1934 13). En este estado de felicidad que se 94 Esta idea es perfectamente coherente con teorías sobre la ciudad promulgadas por Mumford, para quien “sólo en la ciudad es posible reunir a toda una variedad de personajes para que se desarrolle el drama humano: de ahí que únicamente en la ciudad se halle suficiente diversidad y una mutua competencia para avivar la trama de la vida y llevar a los actores al más alto nivel de participación” (116), participación que en nuestros textos se traduce como acción política y reivindicación social por parte de sujetos, de actores sociales, que han dejado de ser objetos, a saber, ocultos e inmóviles. 369

pasó a ser considerada un instrumento de fuerte intervención social para analizar la<br />

sociedad y contribuir a transformarla, y así “poner al descubierto los mecanismos que<br />

perpetuaban y hacían posible el mantenimiento de situaciones opresivas e injustas”<br />

(Esteban y Santonja, Novelistas sociales 11). Es por ello que la novela social, definida<br />

por Pérez como aquélla al servicio de la protesta política donde lo social se convierte<br />

en político y viceversa (“Social Realist Novel” 62), traerá a un primer plano la<br />

realidad social, los problemas de clase social y principalmente atenta a “los<br />

fenómenos sociales, a los problemas colectivos, a las reivindicaciones de masa”, con<br />

frecuencia “ignorará al individuo en cuanto carácter único” (Nora, Novela española<br />

282). Como mencioné en sucesivas ocasiones, Lamentación y La Venus mecánica<br />

pueden ser consideradas precedentes de El nuevo romanticismo: en ellas el individuo<br />

hablaba por las masas, identificándose con éstas en ocasiones, en otras mostrando su<br />

indignación hacia las mismas, pero siempre privilegiando su propia individualidad. A<br />

partir de la publicación del libro de Díaz Fernández, el sujeto será la masa en sí y el<br />

individuo pasará a ser integrante de la misma, porque como el propio autor señala,<br />

“las fuerzas proletarias son las únicas con capacidad revolucionaria” (Nuevo<br />

romanticismo 190). El personaje-periodista, como veremos en los textos analizados,<br />

se convierte en el principal animador “que expresa la inquietud de esas cien mil<br />

cabezas”, como diría Jarnés en Locura y muerte de nadie (169). Parafraseando a Díaz<br />

Fernández, Gil Casado señala que la creación literaria sólo puede desempeñar una<br />

misión incitadora si expone “la dialéctica del tiempo, los conflictos sociales, los<br />

anhelos de las masas trabajadoras” (Novela social 94). Y será por ello que uno de los<br />

rasgos de la novela social es la colectividad, y será en la urbe donde aquélla<br />

encontrará su espacio de representación, donde se produzca la verdadera “rebelión de<br />

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