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30.04.2013 Views

despersonalizada y anónima. Es por ello que el Madrid de la República sería el de la clase obrera y sus calles, lugar de la lucha y la protesta obrera, se conforman como espacios de expresión y reivindicación del pueblo como sujeto colectivo, sujeto político que reaparece tras muchas experiencias anteriores frustradas. Esto nos lleva a hablar del protagonismo de las masas como hecho social de máxima trascendencia, ante cuya evidencia la literatura anterior había permanecido impasible. Vimos cómo Galdós construía la masa como un ente esencialmente negativo, causa de terror e indignación, a menudo deshumanizado mediante el uso de analogías animalísticas. En El amigo manso (1885), por citar un solo ejemplo, Galdós ficcionalizaba el poder desbordante de las masas, en particular el miedo ante el efecto que tal “brío popular” podría producir en el status quo de la sociedad burguesa. Es éste un tema ampliamente tematizado por los escritores decimonónicos que plasman en sus textos las ansiedades que la masa como sujeto peligroso de la modernidad les suscitaba. A lo largo de esta tesis se ha hecho referencia a la construcción literaria de la masa: si Galdós expresaba su temor ante los fenómenos de masa que alteraban la normatividad de la ciudad en épocas señaladas, Baroja veía igualmente en las masas un enemigo peligroso a contener; Blasco Ibáñez, por el contrario, hacía un llamamiento a esas hordas periurbanas para que penetraran en la ciudad a apropiarse de lo que siempre les había sido negado. En la literatura de vanguardia, las masas funcionaban como nuevo sujeto urbano, producto de las profundas transformaciones urbanas de la urbe moderna, que sin levantar excesiva polémica ni inquietud en el escritor, constituían en sí mismas la representación de lo social, un espacio humano donde el individuo podía “perderse”, disolverse, adoptar una “blasé attitude” y tornarse indiferente, pues “one nowhere feels as lonely and lost as in the metropolitan crowd” (Simmel, “Metropolis” 418). Lo que la construcción de las masas y las 366

multitudes han tenido en común en las representaciones literarias analizadas en esta tesis es su mutismo, su falta de voluntad, su falta de movilidad y de acción política. Pero como profetizaba Isidro Maltrana, “alguna vez la horda dejaría de permanecer inmóvil, y los que entraban en Madrid al amanecer se presentarían al mediodía” para pedir su parte, para exigir con altivez (La horda 335). En otras palabras, alguna vez esas grandes masas de trabajadores despertarían de su letargo y tomarían la calle, no se limitarían simplemente a estar en ella. El testimonio periodístico de Rafael Salazar, reportero político, no puede ser más ilustrativo para dar cuenta de este “despertar” social y político de las masas que se apropian de lo que alguna vez fue suyo, sembrando el caos: ¿No habían usurpado los reyes la Casa de Campo? Pues vamos a la Casa de Campo, sin pérdida de tiempo, a tomar posesión de lo que fue siempre nuestro. Y hacia allí marcharon miles de hombres y mujeres entre cánticos y gritos soeces, sin gracia y sin ingenio. Aquella “toma de posesión” resultó algo inenarrable. Se talaron árboles, se pisotearon setos, se destrozaron plantas, se volcaron automóviles y las cubiertas de otros vehículos fueron acuchilladas. Acaba de proclamarse la República, y el pueblo soberano podía hacer lo que le diese la republicana gana. (Segunda República 23-24) La novela social de la República es el espacio clave en que se produce este despertar de esos miles de hombres y mujeres, un despertar que está estrechamente ligado con la aparición de El nuevo romanticismo de Díaz Fernández en 1930 desde el cual se promueve lo humano como el contenido primordial del arte, pasando el amor erótico a un segundo plano a favor de otro amor, “más dilatado y complejo, fruto del progreso humano y de la depuración de las relaciones sociales que moverá a los hombres del futuro, eje de la gran comunidad universal” (49). Desde esta perspectiva, la novela 367

multitudes han tenido en común en las representaciones literarias analizadas en esta<br />

tesis es su mutismo, su falta de voluntad, su falta de movilidad y de acción política.<br />

Pero como profetizaba Isidro Maltrana, “alguna vez la horda dejaría de permanecer<br />

inmóvil, y los que entraban en Madrid al amanecer se presentarían al mediodía” para<br />

pedir su parte, para exigir con altivez (La horda 335). En otras palabras, alguna vez<br />

esas grandes masas de trabajadores despertarían de su letargo y tomarían la calle, no<br />

se limitarían simplemente a estar en ella. El testimonio periodístico de Rafael Salazar,<br />

reportero político, no puede ser más ilustrativo para dar cuenta de este “despertar”<br />

social y político de las masas que se apropian de lo que alguna vez fue suyo,<br />

sembrando el caos:<br />

¿No habían usurpado los reyes la Casa de Campo? Pues vamos a la Casa de<br />

Campo, sin pérdida de tiempo, a tomar posesión de lo que fue siempre nuestro.<br />

Y hacia allí marcharon miles de hombres y mujeres entre cánticos y gritos<br />

soeces, sin gracia y sin ingenio. Aquella “toma de posesión” resultó algo<br />

inenarrable. Se talaron árboles, se pisotearon setos, se destrozaron plantas, se<br />

volcaron automóviles y las cubiertas de otros vehículos fueron acuchilladas.<br />

Acaba de proclamarse la República, y el pueblo soberano podía hacer lo que le<br />

diese la republicana gana. (Segunda República 23-24)<br />

La novela social de la República es el espacio clave en que se produce este despertar<br />

de esos miles de hombres y mujeres, un despertar que está estrechamente ligado con la<br />

aparición de El nuevo romanticismo de Díaz Fernández en 1930 desde el cual se<br />

promueve lo humano como el contenido primordial del arte, pasando el amor erótico a<br />

un segundo plano a favor de otro amor, “más dilatado y complejo, fruto del progreso<br />

humano y de la depuración de las relaciones sociales que moverá a los hombres del<br />

futuro, eje de la gran comunidad universal” (49). Desde esta perspectiva, la novela<br />

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