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30.04.2013 Views

espacios públicos: la llegada a Madrid de Antonio María Sbert en febrero de 1931, dirigente de la Federación Universitaria Escolar, es acogida por una gran manifestación que arranca en la Plaza de la Independencia y se encamina a la Universidad. Algo parecido había ocurrido con el retorno del exilio de Unamuno en febrero de 1930, a quien una enorme multitud espera afuera de la estación de Atocha. Sin embargo, lo realmente interesante y novedoso de este episodio es que la reivindicación de la República y la afirmación contra la monarquía no proviene únicamente de dirigentes políticos, socialistas e intelectuales: es la ciudad entera, con todas sus capas sociales, la que se vierte en las calles para manifestarse, unas gentes que se identifican como “pueblo republicano” y que, afirmando la soberanía popular frente a la monarquía, se encaminan inexorablemente a la República, una actitud o sentimiento colectivo que según Juliá, venía gestándose desde antes de las elecciones del 14 de abril cuando “las calles de la ciudad rebosaban de gente que pretendía encontrar una butaca o algún lugar de pie en los pasillos de cines y teatros en los que hablarían los candidatos de la conjunción republicano-socialista” (Madrid 475). 90 Junto a todo ello, las transformaciones urbanísticas que tuvieron lugar durante la Segunda República influyeron sin duda, aunque de forma indirecta, al empuje y proclamación del nuevo régimen político en tanto que éste pretendía ser un movimiento democrático abierto a la participación de todas las fuerzas sociales, en 90 Juliá relata un incidente acontecido el 14 de noviembre de 1930, día en que tuvo lugar el entierro de cuatro víctimas del hundimiento de una casa en construcción en la calle Alonso Cano. El cortejo fúnebre sube desde Atocha a la plaza de Neptuno y en este punto intenta desviar su marcha hacia la Puerta del Sol con el fin de llevar la protesta al corazón y centro de la ciudad. Sin embargo, “guardias de seguridad a caballo cerraron el paso en la Carrera de San Jerónimo y descargaron sus sables y sus fusiles sobre los manifestantes provocando varios muertos y numerosos heridos” (Madrid 474). Sin duda esta escena trae ecos del entierro de Juan en Aurora y del obrero en La horda, ambos acompañados de una importante presencia popular, así como de la represión de la huelga general revolucionaria en La Venus mecánica. El común denominador es la expresión de la resistencia de sujetos marginales mediante la invasión y apropiación urbana frente a aparatos de poder, representantes de las instituciones, que subyugan dicha invasión. Esto será precisamente lo que cambie en estos años de republicanismo, en que el pueblo de Madrid se lanza a la calle para pedir, exigir, reivindicar, celebrar, haciendo frente a las fuerzas del orden, como se verá principalmente en Siete domingos rojos. 362

particular de un pueblo libre y colectivo que pudiera ejercer su derecho político y social. Madrid llega a los años treinta con planes de destrucción, esto es, con proyectos de derribo de casas y solares en el centro para abrir nuevas vías que permitieran a los paseantes moverse con mayor soltura por las calles y a los automóviles desplazarse con más rapidez por las calzadas; en definitiva, que permitiera a la ciudad respirar y extenderse. Por ello, cuando llega la República a Madrid, la ciudad está pasando por un momento de crecimiento. En 1932 se constituyó el Gabinete Técnico de Accesos y Extrarradio de Madrid que se ocupó de dos proyectos principales: por un lado, reordenar los grandes ejes de la capital para reorganizar su interior (el túnel Chamartín-Atocha, el eje Prado-Castellana, la prolongación del Paseo de la Castellana, la cual fue encargada a Prieto, con el levantamiento en la misma de los Nuevos Ministerios…). Este proyecto que facilitaría vías de entrada y salida de la ciudad y la conectaría mejor con el exterior, desembocaría en el Plan de Extensión, publicado ya en 1926 pero que hasta 1933 no se pondría en marcha, bajo las autoridades republicanas. Un segundo proyecto se encargaría de reordenar los núcleos de población y los municipios de la periferia urbana para hacer crecer la ciudad y facilitar el transporte entre estas zonas y el centro para aquellas personas que vivían en el exterior pero trabajaban en el interior, proyecto que quedaría plasmado en el Plan Regional de Madrid. Estamos, nuevamente, ante el mismo gran problema: la falta de espacio, el embotellamiento de Madrid en su centro y la miseria y el hacinamiento de los barrios marginales. Junto a ello, la política de viviendas que la Segunda República puso en marcha para los más desfavorecidos constituyó una de las intervenciones sociales más relevantes del régimen. 91 Asimismo, la República abrió al público gran parte de los terrenos del 91 En tiempos de la dictadura, Primo de Rivera había proporcionado un importante apoyo a los servicios 363

espacios públicos: la llegada a Madrid de Antonio María Sbert en febrero de 1931,<br />

dirigente de la Federación Universitaria Escolar, es acogida por una gran<br />

manifestación que arranca en la Plaza de la Independencia y se encamina a la<br />

Universidad. Algo parecido había ocurrido con el retorno del exilio de Unamuno en<br />

febrero de 1930, a quien una enorme multitud espera afuera de la estación de Atocha.<br />

Sin embargo, lo realmente interesante y novedoso de este episodio es que la<br />

reivindicación de la República y la afirmación contra la monarquía no proviene<br />

únicamente de dirigentes políticos, socialistas e intelectuales: es la ciudad entera, con<br />

todas sus capas sociales, la que se vierte en las calles para manifestarse, unas gentes<br />

que se identifican como “pueblo republicano” y que, afirmando la soberanía popular<br />

frente a la monarquía, se encaminan inexorablemente a la República, una actitud o<br />

sentimiento colectivo que según Juliá, venía gestándose desde antes de las elecciones<br />

del 14 de abril cuando “las calles de la ciudad rebosaban de gente que pretendía<br />

encontrar una butaca o algún lugar de pie en los pasillos de cines y teatros en los que<br />

hablarían los candidatos de la conjunción republicano-socialista” (Madrid 475). 90<br />

Junto a todo ello, las transformaciones urbanísticas que tuvieron lugar durante<br />

la Segunda República influyeron sin duda, aunque de forma indirecta, al empuje y<br />

proclamación del nuevo régimen político en tanto que éste pretendía ser un<br />

movimiento democrático abierto a la participación de todas las fuerzas sociales, en<br />

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Juliá relata un incidente acontecido el 14 de noviembre de 1930, día en que tuvo lugar el entierro de<br />

cuatro víctimas del hundimiento de una casa en construcción en la calle Alonso Cano. El cortejo<br />

fúnebre sube desde Atocha a la plaza de Neptuno y en este punto intenta desviar su marcha hacia la<br />

Puerta del Sol con el fin de llevar la protesta al corazón y centro de la ciudad. Sin embargo, “guardias<br />

de seguridad a caballo cerraron el paso en la Carrera de San Jerónimo y descargaron sus sables y sus<br />

fusiles sobre los manifestantes provocando varios muertos y numerosos heridos” (Madrid 474). Sin<br />

duda esta escena trae ecos del entierro de Juan en Aurora y del obrero en La horda, ambos<br />

acompañados de una importante presencia popular, así como de la represión de la huelga general<br />

revolucionaria en La Venus mecánica. El común denominador es la expresión de la resistencia de<br />

sujetos marginales mediante la invasión y apropiación urbana frente a aparatos de poder, representantes<br />

de las instituciones, que subyugan dicha invasión. Esto será precisamente lo que cambie en estos años<br />

de republicanismo, en que el pueblo de Madrid se lanza a la calle para pedir, exigir, reivindicar,<br />

celebrar, haciendo frente a las fuerzas del orden, como se verá principalmente en Siete domingos rojos.<br />

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