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CAPÍTULO 4 Individuo, masas y conflicto en el Madrid de la República: A la conquista de la calle en Siete domingos rojos (1931) y Un hombre de treinta años (1933) Al salir a la calle pude contemplar un extraño cortejo que venía por la calle de Alcalá hacia la Puerta del Sol. Un oficial del Ejército se había hecho con una bandera republicana y se dirigía a la Puerta del Sol ondeando los colores. Una multitud se había congregado… la Puerta del Sol estaba de bote en bote. Buckley, Vida y muerte 57 Un inmenso caudal republicano que acabará por anegar el viejo Madrid, desde Cibeles, embalsándose en Sol hasta llegar al Palacio Real, desalojar a sus egregios inquilinos y depositar en un nuevo gobierno la responsabilidad de hacer otro Madrid, alejado ya para siempre de su función de Corte de la monarquía. Juliá, Madrid 466 Fue en las calles y plazas de Madrid donde la monarquía constitucional, creada y mantenida por el liberalismo español del siglo XIX, se allanó finalmente ante su enemigo histórico: el republicanismo. Carr, España 1808-1975 578 Estas citas establecen la estrecha relación entre el advenimiento de la Segunda República española y la calle urbana. Baste recordar las expresivas imágenes filmadas de la proclamación de la República en Madrid, las cuales muestran la plaza de Cibeles y la calle de Alcalá colapsadas y rebosantes de gente, revelándose como espacios urbanos representativos de la esperanza, entusiasmo y alegría del pueblo español. Numerosos testigos, críticos culturales, historiadores y sociólogos han apuntado a la importancia fundamental de la calle en el desarrollo de los acontecimientos que desembocaron en la proclamación de la Segunda República, así como en su evolución posterior. Característicos del breve periodo que duró la República, según Carr, “fueron los choques callejeros entre las milicias de partido de las grandes ciudades, los mítines monstruos, una oleada de huelgas incontrolada y relampagueante” (España 613). Si bien Carr abre su capítulo sobre la República argumentando que las calles de Madrid fueron los espacios públicos por excelencia donde el republicanismo como nueva 360

ealidad política logró abrirse paso en un país de larga tradición monárquica, al mismo tiempo también aludirá a las calles como el escenario en el que se gestó el fracaso político y militar de ese mismo republicanismo, apuntando que desde los primeros días de la proclamación de la República hasta las elecciones de 1933 tuvieron lugar una serie de huelgas y estallidos revolucionarios en las calles, no sólo por el empeoramiento de las condiciones económicas, sino por las rencillas entre la CNT y la UGT y por una lucha de poder interna dentro de la misma CNT que promulgaba fervientemente la acción callejera. De modo parecido, Juliá señala que “la proclamación de la República fue en Madrid el resultado de la rápida y creciente ocupación de calles y plazas por aquellas nuevas clases, obrera y profesional, que la monarquía no había incorporado al sistema político constitucional” (Madrid 467). La clase obrera, hasta ese momento excluida y situada al margen (no sólo geográficamente, como se ha visto en anteriores capítulos, sino también políticamente) desarrolla un sentimiento colectivo que le hace lanzarse a la calle en una ciudad que, no contenta con acabar de despedir al dictador, quiere hacer lo mismo con el monarca. Así lo manifiesta uno de los muchos testimonios de un periodista extranjero, Henry Buckley, quien se encontraba en Madrid el 14 de abril de 1931 y relata cómo Niceto Alcalá-Zamora, al frente del gobierno provisional, se planta ante las puertas del Ministerio de la Gobernación y clama “‘¡Abran en nombre de la República!’ Los guardias obedecieron y Alcalá-Zamora subió hasta la planta principal en volandas. Los madrileños se habían echado a la calle y gritaban: ‘No se han marchado, ¡les hemos echado!’” (Vida y muerte 57, 60). La llamada al republicanismo comenzó en espacios cerrados (Indalecio Prieto en el Ateneo, Negrín en un discurso en la Casa del Pueblo o Largo Caballero durante la inauguración del mausoleo en honor a Pablo Iglesias) pero pronto se derramará por las calles y los 361

ealidad política logró abrirse paso en un país de larga tradición monárquica, al mismo<br />

tiempo también aludirá a las calles como el escenario en el que se gestó el fracaso<br />

político y militar de ese mismo republicanismo, apuntando que desde los primeros<br />

días de la proclamación de la República hasta las elecciones de 1933 tuvieron lugar<br />

una serie de huelgas y estallidos revolucionarios en las calles, no sólo por el<br />

empeoramiento de las condiciones económicas, sino por las rencillas entre la CNT y la<br />

UGT y por una lucha de poder interna dentro de la misma CNT que promulgaba<br />

fervientemente la acción callejera.<br />

De modo parecido, Juliá señala que “la proclamación de la República fue en<br />

Madrid el resultado de la rápida y creciente ocupación de calles y plazas por aquellas<br />

nuevas clases, obrera y profesional, que la monarquía no había incorporado al sistema<br />

político constitucional” (Madrid 467). La clase obrera, hasta ese momento excluida y<br />

situada al margen (no sólo geográficamente, como se ha visto en anteriores capítulos,<br />

sino también políticamente) desarrolla un sentimiento colectivo que le hace lanzarse a<br />

la calle en una ciudad que, no contenta con acabar de despedir al dictador, quiere<br />

hacer lo mismo con el monarca. Así lo manifiesta uno de los muchos testimonios de<br />

un periodista extranjero, Henry Buckley, quien se encontraba en Madrid el 14 de abril<br />

de 1931 y relata cómo Niceto Alcalá-Zamora, al frente del gobierno provisional, se<br />

planta ante las puertas del Ministerio de la Gobernación y clama “‘¡Abran en nombre<br />

de la República!’ Los guardias obedecieron y Alcalá-Zamora subió hasta la planta<br />

principal en volandas. Los madrileños se habían echado a la calle y gritaban: ‘No se<br />

han marchado, ¡les hemos echado!’” (Vida y muerte 57, 60). La llamada al<br />

republicanismo comenzó en espacios cerrados (Indalecio Prieto en el Ateneo, Negrín<br />

en un discurso en la Casa del Pueblo o Largo Caballero durante la inauguración del<br />

mausoleo en honor a Pablo Iglesias) pero pronto se derramará por las calles y los<br />

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