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30.04.2013 Views

materiales y formar parte de una aglomeración de cuerpos que se mueve a la deriva; por otro lado la inadaptación, esto es, dejarse dominar por las emociones, negarse a entrar en el camino trillado por otros y terminar sucumbiendo ante un ambiente frío y hostil. Sin embargo, el narrador abre la puerta a una tercera alternativa, a un nuevo camino el cual – dada la afiliación revolucionaria del escritor y a la luz de su novela de corte social analizada en el siguiente capítulo—debe entenderse como el más atractivo, efectivo y deseable: aunar humanidad y progreso, trasladar sus valores rurales basados en las relaciones afectivas al territorio urbano, y así, hacer ofrenda de una expresión de afecto y caridad hacia el prójimo, en palabras del propio personaje, a través de la toma de conciencia de clase, uniéndose a una muchedumbre obrera citadina que, con un proyecto común que unifica y da sentido a los grandes movimientos de masa, se hace visible deslizándose por las calles de la ciudad con un grito unánime, una protesta roja que clama por la creación de un nuevo mundo. En la misma línea concluye La Venus: el último grito de “¡Viva la Revolución!” (294) por parte de un estudiante en la despedida del médico Sureda abre el camino de la protesta, a la vez que apunta a la emergencia del colectivo estudiantil como una de las fuerzas que contribuirán a la apropiación de la urbe en la República. Este grito a modo de presagio de futuro se encuentra en otras novelas de la época, por ejemplo, en El suicidio del príncipe Ariel (1928) de Balbotín o en El comedor de la pensión Venecia (1930) de Arderíus. En ambas, los autores construirán igualmente una huelga que fracasa en el espacio de la ficción pero que triunfará en la vida real, con la presión de sujetos marginales (mujeres, obreros, estudiantes, intelectuales) para derrocar a la monarquía. Carr documenta que la oposición de los estudiantes universitarios estuvo presente a todo lo largo de la decadencia de la dictadura, estando ésta sometida a una serie de ataques por parte de movimientos de estudiantes que 358

calificaban al dictador de “criminal, ladrón, miserable y cobarde” (España 560). Primo de Rivera “llegó a aborrecer a los estudiantes” (561), nos dice irónicamente Carr. Por otro lado, es significativo así como prometedor que al médico no vayan a despedirlo “los nombres conocidos, las gentes de la burguesía y la aristocracia” (Venus 292-93), sino estudiantes y obreros. La presencia de la mujer, del obrero y del estudiante en la calle, convertida en espacio de liberación, lucha y transgresión, unido al grito de “¡Viva la Revolución!” del estudiante y a la última promesa de “¡venganza!” que se desprende de los labios de Víctor y Obdulia apuntan a la voz férrea y sólida que las masas tendrán dos años más tarde y con la cual se lanzarán con paso firme a la calle para marcar el camino en la novela social y revolucionaria de la República. 359

materiales y formar parte de una aglomeración de cuerpos que se mueve a la deriva;<br />

por otro lado la inadaptación, esto es, dejarse dominar por las emociones, negarse a<br />

entrar en el camino trillado por otros y terminar sucumbiendo ante un ambiente frío y<br />

hostil. Sin embargo, el narrador abre la puerta a una tercera alternativa, a un nuevo<br />

camino el cual – dada la afiliación revolucionaria del escritor y a la luz de su novela<br />

de corte social analizada en el siguiente capítulo—debe entenderse como el más<br />

atractivo, efectivo y deseable: aunar humanidad y progreso, trasladar sus valores<br />

rurales basados en las relaciones afectivas al territorio urbano, y así, hacer ofrenda de<br />

una expresión de afecto y caridad hacia el prójimo, en palabras del propio personaje, a<br />

través de la toma de conciencia de clase, uniéndose a una muchedumbre obrera<br />

citadina que, con un proyecto común que unifica y da sentido a los grandes<br />

movimientos de masa, se hace visible deslizándose por las calles de la ciudad con un<br />

grito unánime, una protesta roja que clama por la creación de un nuevo mundo.<br />

En la misma línea concluye La Venus: el último grito de “¡Viva la<br />

Revolución!” (294) por parte de un estudiante en la despedida del médico Sureda abre<br />

el camino de la protesta, a la vez que apunta a la emergencia del colectivo estudiantil<br />

como una de las fuerzas que contribuirán a la apropiación de la urbe en la República.<br />

Este grito a modo de presagio de futuro se encuentra en otras novelas de la época, por<br />

ejemplo, en El suicidio del príncipe Ariel (1928) de Balbotín o en El comedor de la<br />

pensión Venecia (1930) de Arderíus. En ambas, los autores construirán igualmente<br />

una huelga que fracasa en el espacio de la ficción pero que triunfará en la vida real,<br />

con la presión de sujetos marginales (mujeres, obreros, estudiantes, intelectuales) para<br />

derrocar a la monarquía. Carr documenta que la oposición de los estudiantes<br />

universitarios estuvo presente a todo lo largo de la decadencia de la dictadura, estando<br />

ésta sometida a una serie de ataques por parte de movimientos de estudiantes que<br />

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