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30.04.2013 Views

entre tradición y progreso, arcaísmo y modernidad que conformará en gran medida el marco ideológico de los discursos literarios de la época los cuales, lejos de representar tal desequilibrio en términos dicotómicos, introducirán la modernidad en las calles madrileñas como un proceso intermitente, falto de continuidad, en continua estructuración, al igual que los protagonistas y las calles del texto, un proceso que transforma continuamente una ciudad que siempre parece encontrarse “acabada de hacer” (Dietario 163) como dijera el viajero Josep Pla en 1921. Todos estos factores favorecen la salida a la calle y hacen que este espacio adquiera un protagonismo inusitado sin precedentes en la literatura de cualquier siglo anterior, no sólo como canal donde se visibilizan las transformaciones urbanas, sino también como vía para transmitir el entusiasmo que dichas transformaciones trajeron consigo, así como la ansiedad provocada por las mismas. Será Galdós uno de los primeros escritores en quien este paso de una sociedad tradicional a una moderna cobre forma textual. El autor construirá en sus textos una ciudad donde la modernización incipiente se deja ver en sus calles: en la mole de un viaducto en construcción en los márgenes de la ciudad; en la amplitud de las nuevas barriadas; en el bosquejo de las calles futuras; en la planificación de la línea de tranvía que une la Plaza Mayor con Carabanchel; en la desaparición de “aquellos edificios que parecían estuches en las renovaciones de estos últimos veinte años” (454) como se afirmaría en Fortunata y Jacinta; en la apertura de variadas tiendas no inferiores, “por lo que desde la calle se ve, a las de París o Londres”; y en definitiva en “la evidente mejora en el cariz de los edificios, de las calles y aún de las personas” (Lo prohibido 132). Las páginas iniciales de esta novela constituyen uno de los ejemplos más nítidos y directos ofrecidos por Galdós de las grandes transformaciones realizadas en el casco de Madrid a raíz del ensanche de 1868. 26

La ciudad en la narrativa galdosiana es un paisaje donde acontece la acción, pero también un ente que se impregna en la mente del paseante; es más que un entorno estable en el que se mueven personajes inestables, como ha dicho Ramos (Ciudades 10); es una estructura de relaciones en la que sus calles empiezan a ser entendidas como un “entorno de la conducta” según la terminología propuesta por William Kirk esto es, representada tal y como es percibida por el paseante (citado en Short, xv). El personaje no percibirá las calles como un entorno neutro o pasivo, sino como un escenario que “entra en su cuerpo y la sacude” como la misma protagonista de La desheredada habría de notar (276). Por ello en cuestión de días en el orden cronológico de la acción narrativa, en cuestión de páginas en el orden textual, las calles para Isidora Rufete pasan de ser un escenario lúdico y placentero, fuente de “ardiente gozo” para convertirse en un entorno hostil, desencantado, fuente de “punzante martirio” (172) dependiendo de las peripecias que le sobreviven en su itinerario existencial. Por estos motivos, Galdós es el objeto de estudio del primer capítulo. Ya en 1871, el novelista había escrito “La novela en el tranvía”, año de inauguración del primer tranvía arrastrado por mulas con una línea que nacía en la calle Serrano, pasaba por Alcalá, hasta la Puerta del Sol y seguía hasta el barrio de las Pozas. El objetivo era unificar dos trozos del nuevo ensanche con el casco antiguo. En esta novela, mediante un paralelismo cervantino, un personaje viaja en este tranvía y atraviesa las calles urbanas madrileñas mientras lee un folletín que le sirve para interpretar la realidad urbana a su alrededor, incorporando a los pasajeros del tranvía en la lectura del folletín y no viendo más allá de lo que lee en la página. De ahí la crítica del narrador hacia el personaje que no sabe interpretar una experiencia urbana moderna tal y como Simmel la resumió: la de fundirse con una multitud pero al mismo tiempo distanciarse 27

La ciudad en la narrativa galdosiana es un paisaje donde acontece la acción,<br />

pero también un ente que se impregna en la mente del paseante; es más que un entorno<br />

estable en el que se mueven personajes inestables, como ha dicho Ramos (Ciudades<br />

10); es una estructura de relaciones en la que sus calles empiezan a ser entendidas<br />

como un “entorno de la conducta” según la terminología propuesta por William Kirk<br />

esto es, representada tal y como es percibida por el paseante (citado en Short, xv). El<br />

personaje no percibirá las calles como un entorno neutro o pasivo, sino como un<br />

escenario que “entra en su cuerpo y la sacude” como la misma protagonista de La<br />

desheredada habría de notar (276). Por ello en cuestión de días en el orden<br />

cronológico de la acción narrativa, en cuestión de páginas en el orden textual, las<br />

calles para Isidora Rufete pasan de ser un escenario lúdico y placentero, fuente de<br />

“ardiente gozo” para convertirse en un entorno hostil, desencantado, fuente de<br />

“punzante martirio” (172) dependiendo de las peripecias que le sobreviven en su<br />

itinerario existencial.<br />

Por estos motivos, Galdós es el objeto de estudio del primer capítulo. Ya en<br />

1871, el novelista había escrito “La novela en el tranvía”, año de inauguración del<br />

primer tranvía arrastrado por mulas con una línea que nacía en la calle Serrano, pasaba<br />

por Alcalá, hasta la Puerta del Sol y seguía hasta el barrio de las Pozas. El objetivo era<br />

unificar dos trozos del nuevo ensanche con el casco antiguo. En esta novela, mediante<br />

un paralelismo cervantino, un personaje viaja en este tranvía y atraviesa las calles<br />

urbanas madrileñas mientras lee un folletín que le sirve para interpretar la realidad<br />

urbana a su alrededor, incorporando a los pasajeros del tranvía en la lectura del<br />

folletín y no viendo más allá de lo que lee en la página. De ahí la crítica del narrador<br />

hacia el personaje que no sabe interpretar una experiencia urbana moderna tal y como<br />

Simmel la resumió: la de fundirse con una multitud pero al mismo tiempo distanciarse<br />

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