'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University
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vio con Isidora Rufete y Feli, el adorno del cuerpo femenino con objetos superfluos estaba orientado a hacer ostensible el ansiado rango social, Obdulia decide hacer uso del mismo “exceso y demasía en la pompa y regalo” para situarse en apariencias al mismo nivel que el hombre millonario que la subyuga. El personaje recoge y participa así de un discurso de resonancias dieciochescas que censuraba el derroche en lujos por parte de las mujeres por las “graves consecuencias” que éste tenía “en el orden moral” (Martínez Chacón 36) así como la amenaza que este derroche “hacía pesar sobre el orden social” (Bolufer 186). Mediante esta transgresión moral y social, y confirmando las palabras de Fuentes, la mujer se convierte en “brazo activo de una sociedad manca” como diría el propio Díaz Fernández (“Literatura de avanzada” 99), foco activo necesario para regular el equilibrio social; mediante el uso de esencias y joyas, del cheque y la factura, se pondrá a la misma altura que el hombre millonario, haciendo peligrar su economía, corrompiendo su riqueza y vengando a todos los desheredados que la riqueza ha convertido en esclavos asalariados. El personaje pone la desnaturalización y artificialidad de la mujer de su parte y como “una planta en la pared”, casi como una sombra espectral “concisa y aérea” se aferra para siempre al hombre rico para explotarlo y convertirlo en una pieza de engranaje más al servicio de intereses ajenos, esto es, de las mujeres mismas, restableciendo así “el equilibrio humano”. Tras pronunciar este discurso y sólo unas páginas más adelante se produce la transgresión por vía de la acción, en la que el personaje se rebela contra su condición de venus mecánica para terminar irguiéndose como virgen roja. En esta transformación, la figura de la “virgen” que condensa la pasión amorosa en el matrimonio y para quien el hogar es “sepultura del espíritu” (Díaz Fernández, “Literatura de avanzada” 99) hace confluir este amor erótico y su acto carnal con 340
aspiraciones de otra índole, las de la mujer activista que se guiará por otro amor “más dilatado y complejo” (99), comprometido con el cambio social y que saldrá a la calle a luchar por los derechos de la mujer y de los proletarios y materializando en su figura el “nuevo romanticismo” que reivindicaba Díaz Fernández. En la virgen roja confluyen ambos mundos, el tradicional y el moderno; los sentimientos más elementales y los más complejos. Si la movilidad espacial por la urbe de la que se apropió Obdulia marcó el paso de mujer tradicional a mujer moderna, podría decirse que ésta da un paso más allá ahora se convierte en mujer nueva, verdadero sujeto con conciencia humana, social y política. 81 En esta metamorfosis los desplazamientos espaciales seguirán jugando un papel esencial, y ya no serán únicamente los “viajes urbanos veloces” los que alterarán y cambiarán el carácter de Obdulia, sino también los desplazamientos extraurbanos. En un viaje en tren al norte (Gijón y Oviedo) en su oficio de modelo, conocerá a don Sebastián, capitalista, dueño de minas y explotador de obreros, que la llevará de visita a sus minas de Langreo donde Obdulia tendrá su primer contacto con el mundo de la “esclavitud asalariada”, con los obreros que forman una “muchedumbre macilenta y descalza” (148). El desplazamiento horizontal hacia el norte se verá complementado con un desplazamiento vertical en ascensor a las profundidades de la mina, expresión de los diferentes estratos sociales en la sociedad de la época. 82 En un “descenso en 81 En un artículo precisamente titulado así: “De la mujer moderna a la mujer nueva”, Bordons analiza la función de las mujeres en la novela, especialmente de Obdulia, señalando que el principal logro del personaje en el texto es abandonar su papel de venus mecánica y convertirse en una virgen roja, esto es, en mujer nueva, mujer humanizada que se enfrenta a la mujer moderna o burguesa, deshumanizada, exponente de las cuales serían Elvira o la condesa. 82 Esta estructura vertical puede apreciarse también en reproducciones artísticas de la época. Me refiero particularmente al mural titulado “Fondos congelados” de Diego Rivera, pintado en 1931-32 en plena Gran Depresión, en torno a las desigualdades económicas de una ciudad como Nueva York. Lo que hace de este mural una representación única de la complejidad de la modernidad urbana es el fuerte contraste entre los rascacielos, símbolos de la eficiencia capitalista, y el amontonamiento horizontal de cuerpos, miserablemente albergados en bodegas, mediando entre ambos niveles una larga línea horizontal de viajeros que se amontonan para esperar el metro y regresar a casa. La naturaleza 341
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a luchar por los derechos de la mujer y de los proletarios y materializando en su figura<br />
el “nuevo romanticismo” que reivindicaba Díaz Fernández. En la virgen roja<br />
confluyen ambos mundos, el tradicional y el moderno; los sentimientos más<br />
elementales y los más complejos. Si la movilidad espacial por la urbe de la que se<br />
apropió Obdulia marcó el paso de mujer tradicional a mujer moderna, podría decirse<br />
que ésta da un paso más allá ahora se convierte en mujer nueva, verdadero sujeto con<br />
conciencia humana, social y política. 81<br />
En esta metamorfosis los desplazamientos espaciales seguirán jugando un<br />
papel esencial, y ya no serán únicamente los “viajes urbanos veloces” los que alterarán<br />
y cambiarán el carácter de Obdulia, sino también los desplazamientos extraurbanos.<br />
En un viaje en tren al norte (Gijón y Oviedo) en su oficio de modelo, conocerá a don<br />
Sebastián, capitalista, dueño de minas y explotador de obreros, que la llevará de visita<br />
a sus minas de Langreo donde Obdulia tendrá su primer contacto con el mundo de la<br />
“esclavitud asalariada”, con los obreros que forman una “muchedumbre macilenta y<br />
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con un desplazamiento vertical en ascensor a las profundidades de la mina, expresión<br />
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En un artículo precisamente titulado así: “De la mujer moderna a la mujer nueva”, Bordons analiza la<br />
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particularmente al mural titulado “Fondos congelados” de Diego Rivera, pintado en 1931-32 en plena<br />
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hace de este mural una representación única de la complejidad de la modernidad urbana es el fuerte<br />
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